DOI: 10.18441/ibam.21.2021.78.69-96
Magalí Andrea Devés
Instituto Ravignani-Universidad de Buenos Aires, Argentina
magalideves@yahoo.com.ar
http://orcid.org/0000-0003-3784-5560
[…] una cosa es leer, desde lejos, en los telegramas y las crónicas, las descripciones de estos bombardeos estúpidos y brutales. Y otra cosa es asistir al espectáculo que proporcionan (Córdova Iturburu 1938, 44).
En febrero de 1937, el escritor, periodista, crítico de arte y militante Cayetano Polinicio Córdova Iturburu (Ciudad de Buenos Aires, 16 de febrero de 1889-25 de abril de 1977) –más conocido en su entorno como “Policho”– se embarcaba hacia España en el vapor Florida junto con Raúl González Tuñón para participar en el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura y para ejercer como corresponsal de guerra en el marco de la Guerra Civil española. Fruto de esa experiencia, y de las crónicas escritas durante los seis meses que permaneció del otro lado del Atlántico, Córdova Iturburu publicó, en 1938 y por la editorial Acento, España bajo el comando del Pueblo.2
El presente artículo propone analizar el viaje del escritor Córdova Iturburu como corresponsal del diario Crítica en una trama más amplia que se remonta a la campaña de militancia político-cultural antifascista y, con más precisión, a su afiliación y actividad en una de las agrupaciones antifascistas más destacadas de Argentina: la Agrupación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (AIAPE). Con el objetivo de analizar sus intervenciones como corresponsal de guerra se examinan y cotejan las crónicas publicadas en el diario Crítica y su posterior pasaje a libro, al tiempo que se explora el Fondo Cayetano Córdova Iturburu, perteneciente al Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (en adelante, FCCI-CeDInCI), algunas publicaciones de izquierda y otros documentos inéditos, como las imágenes que Córdova Iturburu guardó prolijamente en su álbum de fotografías.
Cabe destacar que en los últimos años comenzó a ser estudiada la intervención de los intelectuales hispanoamericanos en la Guerra Civil española (Binns 2004 y 2012; Cano Reyes 2017a), relegada por mucho tiempo en relación con la participación de los escritores europeos y norteamericanos. En este sentido, y en diálogo con aquellos trabajos, este artículo –que se inscribe en la perspectiva de la historia cultural y la historia de los intelectuales– procura contribuir a extender esa zona de análisis, partiendo de la hipótesis de que las escasas crónicas que finalmente se publicaron en el vespertino dirigido por Natalio Botana revelan una serie de tensiones y un conflictivo vínculo entre la militancia comunista de Córdova Iturburu, su condición de escritor y las exigencias de la prensa masiva en relación con la labor periodística y la corresponsalía de guerra en particular.
Los primeros pasos como escritor de Córdova Iturburu se vinculan a su filiación con la vanguardia literaria porteña y la participación en el grupo de Florida, expresados en los poemas y colaboraciones publicados en las revistas Inicial. Revista de la Nueva Generación (1923-1927), Proa (1924-1925) y Martín Fierro. Periódico quincenal de arte y crítica libre (1924-1927).3 Asimismo, su nombre circuló en el semanario popular Caras y Caretas, donde colaboró con algunas poesías y se difundieron sus dos primeros libros: El árbol, el pájaro y la fuente (1923) y La danza de la luna (1926); por el segundo obtuvo, en 1926, el premio de Poesía de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Esas intervenciones en el campo cultural, la adhesión hacia las vanguardias artísticas identificadas con la “nueva sensibilidad” y la relación con nombres como los de Raúl y Enrique González Tuñón, Pablo Rojas Paz, Evar Méndez, Macedonio Fernández, Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges, Ramón Gómez de la Serna, Oliverio Girondo, Alfredo Brandán Caraffa, Ricardo Güiraldes, Guillermo de Torre, Norah Lange, Norah Borges, Emilio Pettorutti y Xul Solar, entre tantos otros, posicionaron a Córdova Iturburu como uno de los representantes del “artepurismo”.
Sin embargo, la década de 1930 dificultó cualquier tipo de rótulo adjudicado a este escritor, pues el avance de los fascismos, las repercusiones de la crisis económica de 1929 y, en el ámbito local, el golpe cívico-militar del 6 de septiembre de 1930 (Bisso 2000), desencadenó –al igual que en una gran cantidad de intelectuales, escritores y artistas– la pronunciación de Córdova Iturburu en contra de toda neutralidad y la modificación de sus posicionamientos estético-políticos previos, sin desestimar por ello la reivindicación de las vanguardias. Dicho desplazamiento quedó registrado en las páginas de Argentina, un periódico que salió a las calles bajo su dirección entre noviembre de 1930 y agosto de 1931, en el que se propuso articular vanguardia estética con vanguardia política (Greco 2015). Ensayos similares se reactualizaron y profundizaron en otra publicación de 1933 en la que colaboró: Contra. La revista de los francotiradores, dirigida por su amigo Raúl González Tuñón. En sus páginas, el modelo soviético emergía como el faro a seguir en tanto la cultura estaba al servicio del pueblo y se asumía de manera explícita una clara orientación marxista al apoyar la estrategia de “clase contra clase” impulsada desde la Internacional Comunista (Saítta 2005).
Al año siguiente, Córdova Iturburu se afiliaba al Partido Comunista Argentino (PCA) y participaba, junto con Aníbal Ponce, Álvaro Yunque y otros, en Nueva Revista (1934-1935), una publicación cercana a la órbita cultural comunista. Cabe señalar que en este marco en el que se producía una profusa publicación de revistas culturales de izquierda, a mediados de los años treinta, la puesta en marcha de la estrategia frentista emanada del VII Congreso de la Internacional Comunista (Dimitrov, 1984) abría una nueva etapa en la relación del partido con los escritores y artistas que permitiría saldar momentáneamente las profundas tensiones del período “obrerista” que había obturado o restringido la participación de los intelectuales, sospechados de pequeñoburgueses.
Es precisamente en ese clima cuando Córdova Iturburu impulsó con Ponce la constitución de la Agrupación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores, más conocida como la “AIAPE” (Cane 1997). Inspirada en el modelo francés del Comité de Vigilance des Intellectuels Antifascistes, el 28 de junio de 1935 surgió en la ciudad de Buenos Aires esta agrupación antifascista que hizo del debate sobre el papel de los escritores y artistas uno de sus ejes privilegiados de sus órganos oficiales: Unidad. Por la defensa de la cultura y Nueva Gaceta (Pasolini 2013, Bisso 2019), promoviendo, así, diversas prácticas y formas de compromiso intelectual.4 La AIAPE logró ocupar un lugar central en la configuración de una red de militancia antifascista en el ámbito de la cultura, reuniendo a un colectivo intelectual que articuló su combate entre lo universal y lo local. Con el estallido de la Guerra Civil española se intensificó la acción de los artistas, escritores e intelectuales por medio de nuevos modos y estrategias de intervención.5 Al mismo tiempo, en ese clima frentista, el 17 de septiembre de 1936, Córdova Iturburu lanzó y dirigió el semanario comunista Hoy, en el que en su primera portada se publicó una nota dedicada a la Guerra Civil española titulada “Unidos en la defensa de la República democrática”. Luego de los primeros cuatro números, este semanario pasó a llamarse Orientación bajo otras direcciones.
A la publicación de revistas y periódicos, el dictado de conferencias como crítico de arte, la coordinación de salones de arte y la participación en congresos antifascistas “por la defensa de la cultura” se sumó la corresponsalía de guerra, pues en el marco de la militancia antifascista Córdova Iturburu, como otros tantos intelectuales, se vio impelido a ser testigo ocular de la contienda que se dirimía en España. Córdova Iturburu ya había desarrollado una importante labor periodística en diarios de gran tirada como Crítica, el vespertino popular fundado por Botana. Como señaló Sylvia Saítta, a propósito de la renovación y apertura a lo novedoso, este periódico en los años veinte:
[…] capta de inmediato la aparición de las vanguardias estéticas y velozmente las convierte en suceso periodístico. En la estrecha relación que se establece entre este periódico masivo y la renovación cultural, Crítica asume dos roles: se convierte en intermediario cultural al ser un espacio de divulgación e información de los procesos de modernización del período, e incorpora a gran parte de los protagonistas de esa modernización a su comité de redacción, reestructurando de este modo las complejas relaciones entre masividad y vanguardia (1998, 160).
De aquí, se comprende la incorporación al diario de figuras nodales para llevar a cabo esa transformación: los hermanos González Tuñón, Nicolás Olivari, Conrado Nalé Roxlo, Pablo Rojas Paz, Ulyses Petit de Murat y Córdova Iturburu, entre otros, quienes se convirtieron a su vez en los representantes de “la vanguardia del periodismo argentino”. El lugar ocupado por Córdova Iturburu en la redacción de Crítica debía ser significativo porque un conjunto de misivas que forman parte de su fondo personal revelan el papel que desplegó como nexo entre muchos de sus amigos y compañeros que necesitaban trabajo en el contexto represivo de los años treinta y Botana. Esto puede leerse, por ejemplo, en una carta enviada por Elías Castelnuovo a Córdova Iturburu en donde, motivado por su difícil situación, le solicitaba que por favor medie ante el empresario para ofrecer sus servicios desde Montevideo.6 Vale la pena reproducir un fragmento de la misiva dado que expone otros problemas vinculados con la prensa masiva y la función del escritor-periodista, que desbordan a la circunstancia particular atravesada por el escritor rioplatense:
Quisiera que CRITICA me tomara dos colaboraciones por mes, sobre los asuntos y la dimensión que el diario estipulara. Vos sabés que el cerebro de un escritor, tipo siglo xx, será dispuesto en esto del asunto y de la proporción, como una fábrica de latitas […] si a Botana le pareciera bien hacer una páginas semanal o quincenal sobre Montevideo exclusivamente donde CRITICA circula mucho y donde si se le dedicara una página podría desplazar a NOTICIAS GRÁFICAS que posiblemente circule más. Si le interesara una página de esta naturaleza no tendría más que expresarme los términos en que tendría que ser escrita […] Podría escribir en CRITICA, también, algo sobre Rusia que no molestara a nadie. Hablar sobre la enseñanza o sobre el teatro o sobre los bueyes perdidos de Lenin. También podría desempeñar alguna corresponsalía, aunque fuese de football, al que aquí ya se considera una ciencia.7
Por medio de este pasaje se advierten diversos problemas que abarcan desde la competencia entre periódicos y los beneficios económicos que supone para la prensa masiva la adaptación de diferentes temas para satisfacer los gustos de un público amplio, hasta los cruces y tensiones entre la necesidad laboral, el quehacer literario y la militancia política-cultural. Teniendo en cuenta que Castelnuovo para esos años se identificaba cada vez más como un escritor comprometido con la causa comunista, sobre todo luego de su viaje a la Rusia de los soviets en 1931, es interesante reconocer la convivencia de estas tensiones que reaparecen con el viaje a España de Córdova Iturburu y sus crónicas de guerra.
El 18 de octubre de 1936, la revista La Nueva España. Órgano del Comité de Ayuda al Gobierno Español del Frente Popular anunciaba que, a partir de una iniciativa de la AIAPE –adherida a la Alianza de Intelectuales Antifascistas de Madrid– se constituía el Comité Hispanoamericano. Sección Argentina, cuyo propósito era neutralizar la campaña “canallesca” de la prensa reaccionaria.8 Poco tiempo después, Córdova Iturburu, Raúl González Tuñón (secretarios de dicho comité) y Pablo Rojas Paz, eran elegidos como los delegados hispanoamericanos para participar del II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura, a realizarse en julio de 1937, en Valencia, Madrid, Barcelona y París.9 Esta ocasión motivó que Córdova Iturburu y González Tuñón adelantaran su viaje con el objetivo de desempeñarse como corresponsales de guerra. González Tuñón ya había asistido al I Congreso, celebrado en la Mutualidad de París, entre el 21 y 25 de junio de 1935, y también había ejercido como corresponsal durante la Guerra del Chaco para el diario Crítica (Juárez 2015). Ahora lo haría para La Nueva España (Cano Reyes 2017b).
Sin embargo, para Policho era una travesía nueva que seguramente lo llevó a transitar diversas sensaciones (¿alegría, expectativa, miedo, incertidumbre?) frente a la oportunidad de ser testigo directo de la contienda española, vivida como propia en el ámbito local.10 A la vez, y relacionado con estas impresiones, podrían imaginarse algunos de los primeros pasos del escritor antes de viajar, como la tramitación de su pasaporte y la preparación de su valija en la que no podía faltar su cámara de fotos rolleiflex y la máquina de escribir portátil: tres objetos que se funden como huellas y testimonio de su recorrido durante los seis meses que estuvo en España, entre marzo y agosto de 1937, y que proyectan el perfil profesional que el mismo Córdova Iturburu construyó como corresponsal de guerra.11
En primer lugar, el pasaporte de Policho indica su llegada al Viejo Continente vía Francia. Concretamente, se puede saber que Córdova Iturburu y González Tuñón ingresaron por el puerto de Marsella el 9 de marzo, desde el que se trasladaron a Portbou antes de llegar a Barcelona.12 Allí, permanecieron una semana para seguir hacia Valencia y luego viajar a Madrid, ciudad que funcionó como base para desplazarse a zonas aledañas. Meses más tarde, regresaron a Valencia para la inauguración, el 4 de julio de 1937, del Congreso de Escritores Antifascistas y, por último (paso previo por Madrid), finalizaron el viaje en París, en donde se celebró el cierre del Congreso entre el 14 y 18 de julio. En segundo lugar, en cuanto al conjunto de fotografías ordenadas prolijamente en un álbum que contiene diversas temáticas, la sección dedicada a la Guerra Civil española registra diferentes escenarios, movimientos y entrevistas realizadas en su labor como corresponsal de guerra que incluyen, en algunos casos, epígrafes mecanografiados por el propio Córdova Iturburu y anotaciones a mano en donde se indica el nombre de los retratados y otras descripciones.13 Además, cabe señalar que en el reverso de ciertas instantáneas aparece el sello del Departamento de Propaganda y Censura, todo un indicio de las limitaciones a la circulación de información y la falta de libertad de expresión que trajo aparejada la creación de los mecanismos de control establecidos por ambos bandos (Preston 2007, 27-74). Por supuesto que, a esta parcialidad de información producto de las censuras, debe añadirse el fervor de los posicionamientos políticos de ciertos periodistas y de la línea editorial de los medios de comunicación que tensionaban la riguridad de las noticias a favor o en contra de la causa republicana, constituyéndose, de esta manera, una incuestionable guerra comunicacional plagada de imágenes de un alto impacto que se difundían en la prensa periódica, la radio y el cine. No obstante, en ese contexto la corresponsalía de guerra era consideraba como una de las herramientas privilegiadas en búsqueda de “la verdad”,14 aunque no faltaron también los “falsos corresponsales” (Cano Reyes 2007a, 48-50).
Las primeras fotografías tomadas a bordo del vapor Florida (imagen 1) transmiten un clima festivo que contrasta con la cruel realidad que verían los ojos de Córdova Iturburu en tierra firme, pues a pesar de las crónicas previas que el mismo había publicado para el vespertino de Botana, como “Los bárbaros en Badajoz”15 –en la que denunciaba los fusilamientos sufridos por los prisioneros a manos de los sublevados y otras atrocidades–, la alegría de poder presenciar como testigo directo la contienda española no se oculta en aquellas imágenes. Al observarlas se percibe uno de los tantos estados de ánimo transitados en el largo cruce del Atlántico, que se complementan y complejizan con sus primeras dos crónicas marítimas.
En la primera de sus crónicas que remite a la fase inicial del viaje –fechada en febrero de 1937, no publicada en Crítica–, Córdova Iturburu, sin disimular su entusiasmo, celebra el “clima de fervor popular y de solidaridad humana” que se palpitaba a bordo del Florida.16 No obstante, como señala Jesús Cano Reyes en el artículo del presente dossier, “hay algo en el movimiento del barco que parece tener una íntima relación con la escritura. Viajar y escribir son dos formas del desplazamiento y en última instancia ambas tienen que ver con la legibilidad o ilegibilidad de una huella: la tinta sobre el papel, la espuma sobre las aguas”. De forma que, a medida que se acercaban a “las puertas de la guerra”, Córdova Iturburu, en su segunda crónica marítima, modifica su tono, se superponen otros sentimientos y se sumerge directamente en el dolor de la guerra:
[…] en nosotros y sobre las aguas, en nuestro silencio y en las oscuridades de la costa, en el cielo sin luna que decoran las desconocidas constelaciones del Norte, en todas partes, nos parece sentir algo distinto y dramático, algo amenazado y doloroso, algo definitivamente triste y desgarrante. Es el clima terrible de la guerra […] Pensamos en el pueblo de España desangrado en los campos y en las ciudades de esta costa que empieza a desfilar ante nosotros envuelta en una oscuridad de presagios, protegida por la sombra, de los bombardeos del fascismo internacional (Córdova Iturburu 1938, 22).
Por medio de una descripción poética, ese dolor y fervor que envuelven a España se constituyen como dos caras de una misma moneda y como la estrategia principal de la narrativa de Córdova Iturburu que busca interpelar al lector a favor de la causa republicana y antifascista. En efecto, esa combinación de pares que en apariencia se enfrentan (al tiempo que se potencian) vuelve a reiterarse en el prólogo de España bajo el comando del pueblo, elaborado retrospectivamente desde la retaguardia rioplatense.
Como ya se ha mencionado, este libro es el resultado de las crónicas escritas durante la contienda con el objetivo de ser publicadas en un diario masivo y comercial como Crítica. Allí, el escritor, inicia su relato con la siguiente aclaración: “No es un libro de literatura. Ni un helado libro expositivo. Es el testimonio de un hombre que, a través de seis meses de permanencia en España, no ha escuchado, solo, las sugestiones de su sensibilidad y de su fantasía”. Apenas unas líneas después, el autor afirma “no soy un espectador. Soy un combatiente”, y prosigue:
Este libro aspira a ser un alegato. Pero un alegato en el que la pasión y el entusiasmo se recatan en la firme voluntad de comprender y expresar con serena objetividad el resultado de mis inquisiciones […] He creído que mi deber consistía en recoger un panorama estricto para ofrecerlo a mis compatriotas en prueba de la justicia de la causa de España y en testimonio de la grandeza de su sacrificio (1938, 7).
Con este primer párrafo, Córdova Iturburu arroja una serie de ideas y conceptos que intenta vincular entre sí, a pesar de la resistencia que supone su convivencia. Así, los pares realidad y fantasía, testigo y combatiente, alegato y objetividad se presentan como claves interpretativas para reflexionar sobre la experiencia de este intelectual comunista y corresponsal de guerra que no logró cumplir por completo su objetivo: ver publicadas todas sus crónicas en el diario Crítica. Pues, al recorrer las páginas del vespertino y cotejarlas con su libro y el fondo personal, se constata que de las catorce crónicas que declara haber preparado como corresponsal de guerra del diario, solo fueron publicadas tres.
Ahora bien, teniendo en cuenta que Córdova Iturburu ocupaba un lugar importante en la redacción del diario de Botana –que se refleja no solo, como se ha señalado, en su papel como mediador entre otros escritores-periodistas, sino también en los artículos previos a la guerra diagramados en recuadros llamativos, que incluyen su retrato y su firma– y que en España bajo el comando del pueblo se omite cualquier referencia a su ejercicio como enviado especial de Crítica, es inevitable preguntarse por el motivo de la ausencia de sus crónicas en el vespertino y su posible relación con el ejercicio y la escritura deseada de un corresponsal de guerra.17 ¿Será que el escritor no se ciñó a las funciones que debería cumplir un corresponsal en su definición más estricta, caracterizada por una demanda de una escritura más informativa y menos literaria (Rotker 1992, 102)? ¿Pesó más el sentirse un combatiente por sobre la declarada “objetividad”? ¿Se habrá filtrado demasiado “fantasía” por sobre la realidad?
A partir de estos interrogantes se plantea que la ausencia de las crónicas en las páginas de Crítica generó una expectativa frustrada en Córdova Iturburu relacionada con los conflictivos vínculos y tensiones que suscitó la convivencia entre su militancia comunista, su ineludible condición de escritor y las exigencias de la prensa masiva. Una hipótesis que permite también explorar el carácter híbrido del género crónica (entre la actualidad de la noticia y su estetización),18 las especificidades del diario de Botana y el desarrollo del perfil profesional del escritor-periodista en este contexto de guerra como parte de un proceso previo y más amplio ligado a la modernización de la prensa.19
De los veintiún capítulos que componen España bajo el comando del pueblo, diez crónicas están fechadas, lo que permite conjeturar que fueron originalmente escritas para Crítica. Sin embargo, como ya se señaló, solo tres se publicaron en dicho diario y otras se difundieron en Unidad, órgano de la AIAPE; El Mono Azul, de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura de Madrid; La Nueva España, órgano del Comité de Ayuda al Gobierno Español; Ayuda, semanario del Socorro Rojo; y otras publicaciones de Uruguay, como AIAPE. Por la defensa de la cultura (Sección Montevideo), España Democrática, Frente Popular y El País. Además, según comenta Córdova Iturburu en el libro, también tuvo “el honor” de colaborar con varios sueltos en el periódico de la Brigada Mixta Durán (1938, 107). En el pasaje de las crónicas a libro, en su mayoría, fueron reproducidas tal cual habían sido publicadas en los diferentes periódicos y otras fueron adaptadas con la incorporación de nuevos fragmentos.20
En cuanto a los contenidos más sobresalientes del libro pueden agruparse en tres grandes temas que, a su vez, contemplan lo sucedido tanto en la retaguardia como en el campo de batalla. En primer lugar, aquellos preocupados por denunciar las atrocidades de la guerra llevadas a cabo por los sublevados, desde las batallas y bombardeos en el frente y sobre la sociedad civil hasta las violaciones de mujeres; en segundo lugar, temas relacionados con el carácter heroico de los leales definidos en la organización laboral –que se observa en la puesta en marcha de fábricas al servicio de la guerra–, las reformas agrarias y la maduración de los soldados a lo largo del conflicto gracias a la disciplina y la conciencia política. Y, en tercer lugar, en consonancia con el papel específico de los intelectuales antifascistas, la lucha “por la defensa de la cultura”, destacada sobre todo a partir del cuidado y rescate del patrimonio cultural y el impulso de las campañas de alfabetización llevadas a cabo en plena guerra.
La mayoría de los relatos se construyen a partir de los desplazamientos que emprende Córdova Iturburu y las entrevistas realizadas, que posibilitan llegar tanto a personajes conocidos (Líster, Miaja, Durand, Jef Last, María Teresa León, etc.) como a ciudadanos anónimos. A su vez, acorde a las representaciones que alimentan el perfil profesional del corresponsal, el escritor fotografió muchas de estas situaciones y se dejó fotografiar para dejar testimonio de su labor periodística al calor de la guerra (imágenes 2, 3 y 4).
Las primeras dos crónicas publicadas en Crítica fueron escritas en los inicios del viaje. En la primera, “España no es Abisinia”21 (equivalente al capítulo IV: “Hacia la unidad necesaria”), Córdova Iturburu señalaba la heterogeneidad de las entrevistas realizadas a ministros, dirigentes políticos, oficiales de alta graduación, milicianos, obreros, campesinos, extranjeros, españoles y periodistas con el objetivo de enfatizar la fraternidad que se respiraba y el optimismo que se avecinaba a partir de la unidad lograda en diversos planos: la unidad de acción, de mando y, sobre todo, de las fuerzas armadas con la creación del Ejército Popular Regular, que dejaba atrás a las milicias de voluntarios. Esa unidad también la observaba en la, ya mencionada, articulación entre la retaguardia y el frente de batalla representada por las acciones compartidas entre el trabajo de los obreros, los campesinos y los brigadistas que llevaron, por ejemplo, al triunfo leal en Guadalajara y la resistencia de Madrid.
En la segunda crónica, “Los prisioneros revelan que en Italia se incuba una rebelión popular”22 (equivalente al capítulo V: “Los prisioneros italianos”), a propósito de los fusilamientos propinados a los republicanos, Córdova Iturburu afirmaba:
La República no se venga. La República no necesita de la represión, ni del terror, para mantenerse. El pueblo la acompaña, la rodea, la sostiene. La venganza no figura en el instrumental de su política. Como que no es el odio sino el amor –el amor a la justicia, a la libertad– lo que la anima […] la República perdona (1938, 33-34).
Prueba de ello eran, para el escritor, las condiciones de los italianos capturados en Guadalajara, respetados en su trato y perdonados. Asimismo, de las entrevistas realizadas a los comandantes y soldados del bando opuesto, Córdova Iturburu sostenía que muchos pelean por necesidades económicas y miedo, aunque en su fuero más íntimo apoyasen la causa republicana. Una mirada por demás idealizada que pretende alcanzar la “objetividad” periodística por medio de una serie de datos concretos, como “los sabotajes en las fábricas de material de guerra, las bombas que no explotan en el frente de Madrid, las colectas clandestinas, las fugas de obreros italianos que abandonan su país para venir a engrosar las brigadas […]” (1938, 38).
Por último, en la tercera crónica publicada en el vespertino de Botana, “Last, poeta holandés lucha con los leales”23 (equivalente al capítulo VIII: “Jef Last en el parapeto”), Córdova Iturburu relata una caminata por una Madrid primaveral junto al poeta holandés, en la que “El tomillo y el espliego, penetrantes y cándidos, nos perfuman las botas” (1938, 47). La poesía se adueña de su pluma que prosigue con la descripción detallada de Last, a quien “una dulzura persuasiva tamiza, permanentemente sus palabras”. Para luego continuar:
Lo veo cortar flores. Lo veo detenerse, conmovido, con una delicadeza casi femenina, ante la hermosura de un árbol, ante la línea graciosa de una rama. Y me acuerdo de cosas que me han contado sus soldados. De su coraje sin vacilaciones, de su audacia encendida, de su valor indomable y contagioso en los combates (1938, 48).
Si bien en las crónicas previas ya aparecen ciertos rasgos poéticos a la hora de exaltar la dimensión moral y épica de la resistencia republicana en contraposición al bando de los sublevados, en esta crónica, sin dudas, la poesía se apropia del escritor y se impone por sobre la prosa periodística. Córdova Iturburu insiste en una belleza inherente al aspecto humano que desborda al horror de la guerra. Por otra parte, en este texto exalta el compromiso de Jef Last basado en doble condición de escritor y combatiente, ya que, además de empuñar el fusil, en su chabola ubicada cerca de una trinchera escribe “sus hermosos poemas de la guerra y de las ‘Cartas de España’ que en sus pequeños cuadernillos de gran tiraje publica, periódicamente, un editor de Holanda. Aquí trabaja y aquí descansa mientras sobre su cabeza silban, constantemente, las balas enemigas” (1938, 50). Estas cualidades que describe Córdova Iturburu son las que una de las fotografías pegadas en su álbum intenta captar mediante el retrato que exalta la mirada de Last (imagen 5).
Inclusive, con el propósito de destacar la faceta como escritor, Córdova Iturburu narra pormenorizadamente, y por medio de un exceso de metáforas, el momento en el que Last recita una poesía en holandés mientras que, sin comprender el idioma, todos los soldados lo contemplaban y se conmovían en el frente de batalla.
Como se señaló, esta fue la última crónica publicada en Crítica. Hasta aquí, entonces, es posible advertir que su mirada romántica de los hechos y el incremento de las excesivas licencias poéticas a las que apeló Córdova Iturburu en las sucesivas crónicas se aleja del relato de naturaleza “político-criminal” que caracterizó al vespertino de Botana (Saítta 1998; Montenegro 2002, 216). Dicho de otro modo, en las narraciones de Córdova Iturburu faltaba un tono más cercano al aspecto truculento de la guerra acorde al estilo de un diario moderno y sensacionalista como Crítica que buscaba incidir en la arena política a favor de la causa republicana con un estilo literario propio basado, como muestra Silvina Montenegro, en la articulación de dos géneros literarios que satisfacían el entretenimiento del lector: “el policial y la novela rosa” (2002, 232).24
A su vez, debe advertirse que en 1937 se incorporaron al diario una serie de corresponsales españoles “especiales y exclusivos de Crítica” como Enrique Riestra, Manuel Rivas, Fermín Sabugo, entre otros, cuyas crónicas tensionan la propuesta narrativa de Córdova Iturburu. Por ejemplo, los escritos de Sabugo se caracterizaron por una narración ágil y una cierta dosis de suspenso que incitan al lector a seguir con atención los desplazamientos de este corresponsal. Situado siempre en el centro de la escena, Sabugo avanza en sus relatos al compás de sus pasos mientras presenta lo que acontece sin excluir ningún detalle de la crueldad vivida en las trincheras relativas al combate como: el estallido de granadas, el tener que esquivar cadáveres o las persecuciones sufridas en su afán de registrar los hechos en su rol de periodista.25 Esos relatos que se acercan a una novela de aventuras están ausentes en los escritos de Córdova Iturburu que no contemplan un ritmo de lectura afín a las exigencias de Crítica en cuanto al rédito comercial asegurado por un público masivo dispuesto a consumir preferentemente el sensacionalismo de la guerra.
Por otra parte, al explorar el resto de las crónicas y los nuevos apartados añadidos por Córdova Iturburu, se sostiene que, además de su escritura literaria, la radicalización política del escritor vinculada a su afiliación con el PCA se presenta como otro factor explicativo del final abrupto de la publicación de sus envíos. En efecto, al caducar el acuerdo con Botana, Córdova Iturburu se distancia de las demandas que plantea un diario comercial como Crítica y en el pasaje a libro incorpora y extiende algunas crónicas en las cuales se aprecia una clara apología del papel llevado a cabo por el PC, lo que supone una mayor libertad para exponer su identidad y sus convicciones como militante comunista dentro del arco antifascista. Para dar un ejemplo, una de estas crónicas, “La lección sobre la tierra”26, fue publicada en Unidad, órgano de la AIAPE, agrupación que con el tiempo fue hegemonizada por intelectuales comunistas. En este escrito, Córdova Iturburu se centra en las campañas de alfabetización llevadas a cabo en el frente bajo la consigna “¡En un mes ni un analfabeto!”, destacando su éxito como consecuencia de la acción del Comisario Político del Ejército Popular y en la experiencia ya probada en la Rusia de los soviets, evocada en una de sus frases. Pero más allá del relato sobre el proceso y los resultados de la educación como forma de resistencia de la República española, es importante destacar que esta crónica fue incorporada a uno de los capítulos más extensos de España bajo el comando del pueblo –“El comisariado político de guerra” (capítulo XIV)– en donde Córdova Iturburu no vacila en escribir sobre el rol fundamental que tuvo el PC para la creación de una institución bolchevique como el Comisariado y el desplazamiento de las milicias populares para consolidar un ejército basado en la capacitación, la conciencia política y la disciplina.
Este cambio en el tono y el contenido, que puede encontrarse en otros capítulos del libro como “El frente en el trabajo: la Brigada Stajanov” (capítulo XI), adquiere un carácter decisivo si se cruza con una pieza documental clave: la misiva que el escritor le envió dos meses después de arribar a Buenos Aires a Natalio Botana, la cual refuerza la hipótesis planteada sobre las posibles tensiones políticas que surgen entre la práctica periodística y la militancia comunista.
En dicha carta, Córdova Iturburu manifiesta su enojo y su desconcierto ante la desestimación de sus crónicas y en consecuencia demanda una explicación. Concretamente, lo que más disgusta al escritor –y que transmite como una suerte de reproche interminable– era la falta de valoración de su esfuerzo diferente al de otros “corresponsales telegráficos” que no habían realizado un trabajo arduo y bien documentado como el suyo, resultado de vivir en las trincheras y llegar “en varias oportunidades con los soldados a las primeras líneas de combate”. Su carta continúa señalando todo lo que hizo en los campos, en las fábricas, en contacto con el pueblo, con el objetivo de insistir que no era como aquellos corresponsales que “dicen más o menos lo mismo”, sin esmerarse (como él) para obtener una visión cabal de la realidad. Pero lo más interesante irrumpe cuando, ya escritas unas cuantas líneas, Córdova Iturburu afirma:
En los artículos enviados –de acuerdo con precisas instrucciones de Bedoya [subdirector de Crítica]– no mencioné sino una sola vez al Partido Comunista no obstante ser el Partido Comunista la organización política que está jugando en España en estos momentos un papel de principalísima importancia.27
Asimismo, Córdova Iturburu menciona saber que dichos artículos habían sido aprobados para su publicación. Con estas aclaraciones, toma relevancia, por ejemplo, una frase que parecía escrita al pasar en un pasaje de “Los prisioneros revelan que en Italia se incuba una rebelión popular”, una de las crónicas ya citadas que sí fue publicada en Crítica. Allí, Córdova Iturburu “clarifica” la información de un entrevistado que le cuenta que de los tres mil obreros que hay en su pueblo “dos mil son comunistas”, a lo que el periodista agrega: “Es decir, dos mil de ellos son antifascistas. Eso es lo que ha querido decirme” (1938, 38). El cuidado por no adoptar una tendencia partidaria en la mayoría de las crónicas elaboradas para Crítica respondía también a un momento en el que el vespertino de Botana buscaba captar el apoyo de sus lectores provenientes de distintas procedencias políticas hacia la fórmula “Alvear-Mosca”, pregonada desde sus páginas, dado que, como bien ha señalado Montenegro, “[…] las notas sobre la situación española –predominantes frente a cualquier otra tanto nacional como internacional– se entremezclaban, casi como si del mismo asunto se tratara, con las de los avatares de la política argentina” (2002, 218). De aquí, se sostiene que las razones de la exclusión de las crónicas de Córdova Iturburu fueran de índole política además de comercial.
Retomando la misiva del escritor, al correr de su pluma, Córdova Iturburu no disimula su enojo al reprocharle a Botana que, ante la decisión del diario de no publicar una larga entrevista realizada al general Miaja, sí reprodujo la foto que la acompañaba sin mencionar siquiera que el envío estuvo a cargo del cronista (“fui yo que me gasté para ello las buenas pesetas necesarias”). Lo más curioso es que la fotografía de Miaja posiblemente sea la utilizada para ilustrar la entrevista que le hizo Fermín Sabugo para Crítica (“Madrid no podrá ser vencida en su gesta grandiosa, afirma Miaja. Un mensaje para los españoles de América”). De todos modos, Córdova Iturburu procura moderar su irritación al modular su tono en el párrafo que cierra la misiva:
Como consecuencia de mis seis meses de andar, de ver, de vivir y de estudiar la realidad española he traído un material informativo de extraordinaria riqueza. Todo eso irá a parar, como es natural, a un libro. Pero es lamentable que no pueda hacerse llegar ese material a un gran público como el público al que llega CRÍTICA y que, estoy seguro, no sólo leería con interés mis crónicas sino que se informaría de muchas cosas que se desconocen en el país o se conocen a medias. No hay en la Argentina ningún periodista que haya vivido como yo seis meses en España llegando a dónde yo llegué y viendo y viviendo lo que yo he visto y he vivido. Yo le ofrezco a Ud. el material que he recogido durante esos meses. Le agradecería que me hiciera el favor de contestarme, o hacerme contestar, acerca de este ofrecimiento. Lamentaría de veras tener que dar todo este material, que estimo mucho, a los diarios y periódicos con que yo puedo contar: diarios y periódicos a los que también estimo pero que no tienen la difusión de CRÍTICA.
El silencio de Botana se evidencia en la necesidad que tuvo el escritor de publicar finalmente sus crónicas en otros medios ligados al universo de las izquierdas, en donde el posicionamiento político de Córdova Iturburu podía ser receptado sin mayores inconvenientes. Y si bien el escritor intentaba invocar el lugar que había alcanzado en el mundo periodístico y el posible uso de sus redes para vender el material a otros medios, frente al temor de la negativa de Botana a publicar sus textos, la demanda se convierte en una suerte de súplica que revela la historia de una expectativa frustrada en relación con su intervención imaginada como corresponsal y enviado especial para este diario. No debe olvidarse que un diario masivo y popular como Crítica para el cual Córdova Iturburu trabajaba desde los años veinte como redactor –y que durante la guerra de España se posicionaba como el mayor diario de la tarde que se publica en el mundo de lengua castellana superando los 400.000 ejemplares (Montenegro 2002, 212)– constituía una tribuna privilegiada para su consagración como escritor-periodista y corresponsal de guerra en el ámbito local.
Una vez que desembarcó en Buenos Aires Córdova Iturburu, como se vio, apeló a diversas estrategias para capitalizar su viaje a España. Es decir, más allá de aquella expectativa frustrada de erigirse como un enviado especial para Crítica, la experiencia vivida del otro lado del Atlántico, y la posterior publicación de España bajo el comando del pueblo, le valió a Policho un reconocimiento como exponente del compromiso político-intelectual en el marco de la campaña antifascista que se refleja en una gran cantidad de cartas que detallan las numerosas invitaciones para dictar conferencias en Argentina y Uruguay (imagen 6).
Su “gira cultural” por el Río de la Plata evidencia, a su vez, las articulaciones entre las diferentes filiales de la AIAPE que se consolidaron por aquellos años. Y, sobre todo, esa convocatoria como referente autorizado para dar testimonio de los sucesos de España, revela la eficacia que tuvieron las autorrepresentaciones que Córdova Iturburu supo construir a lo largo de sus crónicas y su libro en torno al desarrollo de su ejercicio como periodista-escritor y corresponsal de guerra. Por ejemplo, en “El día y la noche en la trinchera” (crónica fechada en mayo de 1937, en Madrid, y publicada en el libro como capítulo X), Córdova Iturburu se sitúa como el protagonista de las escenas narradas para describir algunos aspectos de la vida en la trinchera, atravesados por el peligro, las malas condiciones de vida y la convivencia entre cadáveres y balaceras. En sus palabras y con su sello poético narra:
El olor de los cadáveres ese olor dulzón y pegajoso que las ráfagas de este tibio viento primaveral echa por sobre la trinchera, lo impregna todo. Se mete en el tejido de las ropas, unta las manos, satura el polvo blanco de los sacos terreros y la paja húmeda y las mantas gris pizarra de las chabolas, los correajes y los cascos, el pan y las cartucheras, las mochilas y el plato de hojalata donde tomamos el café y la sopa. Veinticuatro horas después de haber dejado la trinchera, el olor dulzón de los cadáveres me acompaña todavía. Lo tengo metido en las narices, pegado tenazmente a las mucosas como si no fuera a abandonarme nunca más (1938, 61).28
Al mismo tiempo, en “La lección sobre la tierra”, crónica ya mencionada, se destaca una fotografía que acompaña la nota con el siguiente epígrafe: “Córdova Iturburu en el frente de la Sierra, Madrid conversa con dos evadidos del campo rebelde pasados en ese momento a las filas leales. De espaldas Ramón Días Dervás [sic], comisario político del primer cuerpo del Ejército Popular” (imagen 7). El objetivo es claro: reforzar por medio de una imagen su rol como corresponsal de guerra, situado en el frente de batalla y en plena función, como lo indica el anotador que lleva en su mano y la interacción con algunos protagonistas de la guerra. Es decir, esta fotografía condensa, de alguna manera, las representaciones que el mismo escritor delineó en sus crónicas y que luego sistematizó en el prólogo de su libro a partir de aquella figura como “testigo-combatiente”.29
Este oficio que lo llevó a desplazarse por las trincheras, a pesar del peligro y los padecimientos que implicaba, se superpone con las múltiples facetas de Córdova Iturburu, al tiempo que lo diferencia de otros intelectuales “de fuste”. Pues, como demuestra Emiliano Sánchez en el artículo incluido en este dossier, ya en el contexto de la Primera Guerra Mundial la figura del corresponsal de guerra adquirió atributos más específicos en la prensa de Buenos Aires, que otorgaron un prestigio novedoso a quienes encarnaron de un modo más destacado esas labores periodísticas. No obstante, la condición de escritor y militante comunista tensionan los márgenes de un modelo de corresponsal, que, a su vez, se configura de acuerdo al medio para el que se trabaja.
Del mismo modo, debe destacarse que aquella imagen de “testigo combatiente”, se fortaleció también a partir de su viaje intelectual y los debates sobre el papel de los escritores que se suscitaron en el Congreso Antifascista. Esos debates, en los que se interrogó a lo largo de las sesiones sobre las utilidades y las diferentes estrategias de intervención de los intelectuales, se presentaron como una encrucijada para varios participantes, entre ellos Córdova Iturburu, quien confesó: “No sabía si mi deber consistía en quedarme allá para correr con el pueblo de España la suerte de la República o volver a mi tierra para contribuir con mi voz en la tenaz labor de su defensa” (1938, 8).30 La duda se disipó en el discurso presentado para el Congreso (Córdova Iturburu 1937, 6)31 y en la resolución promovida por él en la que se delimitaron algunos de los deberes a la que adhirieron los intelectuales allí presentes. Entre los cinco puntos planteados, sin dudas, Córdova Iturburu respondió de inmediato al número cuarto, que establecía:
Que es un deber de todos los escritores del mundo difundir la realidad conmovedora del heroísmo del pueblo español que, presente en las primeras líneas de combate y en la retaguardia laboriosa, ofrece a los hombres un ejemplo sin igual en la historia, conquista cada día su libertad con sacrificios cruentos, estructura una auténtica democracia y, sobre el escombro y bajo el fuego, redime ya a millones de hombres de una ignorancia varias veces secular poniendo los beneficios de la cultura al alcance de sus masas de obreros, campesinos y soldados.32
En efecto, las intervenciones de Córdova Iturburu en una gran cantidad de revistas de izquierda y las conferencias ofrecidas luego de su travesía por España muestran el reconocimiento y el prestigio que le otorgó aquella experiencia. Un prestigio, que, a su vez, le permitió dejar atrás las desavenencias con Botana, exacerbando –en el pasaje de las crónicas a libro y en nuevas colaboraciones para el periódico comunista Orientación– una literatura de propaganda y la militancia político-cultural ligada, más allá de algunos matices presentes en el libro, al PCA, que omite muchas veces una mirada crítica sobre ciertos acontecimientos. Relacionado con esta radicalización o, mejor dicho, con la visibilización de su posicionamiento político, entre los escritos mecanografiados de Córdova Iturburu que componen su fondo personal se encuentra un extenso relato irónico y plagado de sátiras en respuesta tanto a las representaciones que se hacían del PC desde las reconocidas y “serias” agencias de noticias como al público masivo “ávido” de consumir esas noticias.
Para ello, el escritor narra sus aventuras en España desde un relato ficcional que se distancia de la poética que dominaron sus crónicas ya analizadas. A partir de su llegada junto con Raúl González Tuñón, describe con detalle los contactos con los militantes y células comunistas que le proveían armamentos y todo lo necesario para emprender “su deber”, aunque Córdova Iturburu ironizaba:
No voy a fatigar a Uds., lectores ávidos de auténticas emociones, con el relato minucioso y circunstanciado de mis treinta y cuatro asesinatos en España. Estar sentado en un banco de la Castellana una tarde cualquiera, con el fusil sobre las rodillas y departiendo con los camaradas, ver pasar un niño, echarse uno el fusil a la cara y derribarlo de un tiro en la cabeza, es una cosa que no puede revestir mayor interés para Uds. Como tampoco puede revestir mayor interés romperle el esternón a una jovencita de un culatazo empujado por la generosa intención de arrebatarle una lata de sardinas. Pasear por las calles de Madrid el cuerpo mutilado de un recién nacido en lo alto de una bayoneta, cantando alegremente “La Internacional”, tampoco creo que llame la atención de Uds. o los conmueva en los más mínimo. Se trata de hechos que no desbordan los límites normales de nuestra técnica revolucionaria. Prefiero, por eso, relatarles algo menos corriente pero que confirma en todas sus partes las declaraciones hechas a la “United Press” por el señor cura párroco de la Iglesia de la Milagrosa Virgen de la Paloma, de Madrid, virgen que, como es notorio, defendió el sagrado recinto de los asaltos de los comunistas devolviendo de rebote sobre sus agresores, con excelente puntería, cuanta cosa se le arrojara.33
Con el objetivo de denunciar la demonización y los estereotipos en torno a la militancia comunista y, más particularmente, estalinista, garantizadas por medios como la United Press –responsable, entre otras agencias de la circulación de este tipo de imágenes consumidas por el público masivo–, Córdova Iturburu apuntaba tácitamente a la prensa comercial y cuestionaba el gusto popular por lo truculento. Aunque, sin fecha, este escrito parecería responder a las desventuras que a mediados de los treinta tuvo Córdova Iturburu con el empresario Natalio Botana.
Esta reacción en torno a las representaciones sobre el comunismo se expresó también dentro del arco de las izquierdas como puede apreciarse en la polémica entablada, años más tarde, entre el por entonces trotskista José Gabriel y Córdova Iturburu. Desde las páginas del periódico Argentina Libre, Gabriel se alzaba en contra de la AIAPE comunista y particularmente contra Córdova Iturburu, a quienes señalaba como emisarios de Moscú y de la secretaría del Partido. Frente a esa acusación, Córdova Iturburu dice confirmar lo que ya había escrito en otro suelto: que Gabriel era un “campeón del charlatanismo deshonesto” porque, en esta oportunidad, no solo desprestigiaba a su persona, sino también al movimiento popular de ayuda al pueblo español.34 Lo interesante de ese intercambio es que, para refutar a Gabriel, el escritor se vio impelido a revelar la trama y el origen de los fondos empleados en su viaje a España como delegado de la AIAPE, dejando en claro, al mismo tiempo, que el PC no contribuyó de manera alguna en su manutención. Según informa Córdova Iturburu, el pasaje de ida y algunos gastos fueron financiados por Eduardo Bedoya, subdirector de Crítica, como parte del pago de sus crónicas, no así el pasaje de vuelta pagado por un crédito e hipoteca que se vio obligada a tramitarle su esposa frente a la falta de dinero (1941, 6). Esta última aclaración, luego de lo expuesto a lo largo del presente artículo, constata una vez más la finalización de lo acordado con el diario en el transcurso de la contienda.
Por último, cabe señalar que las convicciones comunistas del escritor se vieron afectadas cuando a fines de la década siguiente en el seno del PCA la dirigencia decidiera expulsarlo del partido, en el marco de una purga “antivanguardista” (Longoni y Tarcus 2001), debido a sus concepciones heterodoxas sobre el arte, incompatibles con la doctrina del Realismo Socialista. Otra historia a recuperar en el trayecto polifacético de Córdova Iturburu.
Este artículo se propuso iluminar un fragmento del itinerario de Córdova Iturburu con el objetivo de contribuir al estudio sobre el papel de los intelectuales frente a la sociedad y la política, y sus diferentes modos de intervención en el campo cultural de Buenos Aires en el marco de la consolidación de un movimiento antifascista internacional que se profundizó con el estallido de la Guerra Civil española. A partir de su viaje a España, se procuró enriquecer una faceta escasamente conocida de este multifacético escritor-periodista que abre una puerta de entrada para indagar sobre la articulación entre la militancia antifascista, la prensa masiva, la figura del corresponsal y las crónicas de guerra.
Desde un punto de vista metodológico, la indagación sobre los temas y preocupaciones predominantes de España bajo el comando del Pueblo, el cotejo con los contenidos específicos de las crónicas que se publicaron en Crítica y en otros periódicos, sumado al hallazgo de otros documentos, permitió constatar la hipótesis planteada. En este sentido, el cruce de diversos soportes documentales, entre los cuales debe destacarse la correspondencia existente en el Fondo de Cayetano Córdova Iturburu y la incorporación de un conjunto de fotografías inéditas del escritor, permite desentrañar, entre otras cuestiones, cómo se zanjan algunas estrategias del espacio público desde el ámbito privado. Dicho de otro modo, el epistolario muestra de una manera privilegiada aspectos desconocidos sobre la relación de los intelectuales y el universo de las izquierdas con la prensa masiva, las tensiones en torno a la figura del corresponsal moderno y comprometido con la política, al tiempo que posibilitan complejizar las estrategias de reposicionamientos personales sin perder de vista las condiciones laborales y las búsquedas de legitimación en el campo cultural.
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Recepción: 02.03.2020
Versión reelaborada: 31.08.2020
Aceptación: 22.02.2021
1 El presente artículo fue realizado en el marco de la beca de Formación en Investigaciones Estratégicas otorgada por la Universidad de Buenos Aires y radicada en el Instituto Ravignani, y también forma parte del proyecto “Cronistas y corresponsales de la prensa de Buenos Aires ante el problema de la guerra y la revolución (1910-1945)”, código 32/501, Universidad Nacional de Tres de Febrero, Secretaría de Investigación.
2 Si bien no se han podido encontrar demasiadas referencias sobre esta editorial se trata, claramente, de un sello vinculado al antifascismo, como se refleja en algunos de los títulos publicados: Brigada Internacional de Upton Sinclair, Charlas de café. Sobre la Guerra Civil española de Roberto Gómez y Hitler conquista América, de Ernesto Giúdici.
3 Para una detallada cronología biográfica del escritor hasta su fallecimiento, véase Castro (2019, 13-33).
4 Desde su primera editorial, Unidad declaraba: “El hecho de ser artistas, escritores o profesionales no nos libera de nuestras obligaciones de hombres y de ciudadanos. Contribuir a evitar a la República la desventura de la pérdida de sus libertades bajo la humillación de una dictadura fascista, es un deber impostergable. Invocando ese deber salimos a la calle y llamamos a engrosar nuestra columna a todos los hombres dignos que quieran participar de nuestra acción en defensa de las garantías fundamentales y de la cultura” (Unidad, n° 1, 1936, p. 1).
5 La AIAPE funcionó también como un ámbito receptor de escritores y artistas exiliados que se propusieron continuar con sus proyectos creadores al insertarse en esta trama intelectual local (Wechsler 2009, 247-248). Esto puede observarse en varios de los colaboradores de Unidad y Nueva Gaceta, así como también en la correspondencia entre intelectuales. Por ejemplo, Joaquín Torres García, al enterarse que su amigo Gustavo Cochet (artista rosarino) estaba vivo, le envió una carta en la que le escribía que la AIAPE lo podría ayudar materialmente para realizar una exposición. Cochet vivía en Barcelona cuando estalló la Guerra Civil, participó en la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y, al finalizar la guerra, logró emigrar a su país natal. La serie de grabados titulada Caprichos es una de sus obras más conocidas; elaborada como un testimonio de lo ocurrido en España se presentan también como un claro homenaje a Francisco Goya. Cf. Misiva de Torres García a Gustavo Gochet, Montevideo, 20 de julio de 1939. Museo Cochet, Funes, provincia de Santa Fe, Argentina, sin signatura.
6 Elías Castelnuovo, proveniente del grupo “Boedo”, fue perseguido y acusado de “indeseable y peligroso” bajo el gobierno conservador y fraudulento de Agustín P. Justo, motivo por el cual se vio obligado a refugiarse en Montevideo, Uruguay, su tierra natal.
7 Misiva de Elías Castelnuovo a Córdova Iturburu (9 de noviembre de 1932). FCCI: AR ARCEDINCI FA-025-2-2.1.-2.1.1.-2.1.1.1.-130
8 “El Comité Hispanoamericano (Sección Argentina ha sido creada por la AIAPE)”. La Nueva España n° 11, octubre de 1936, p. 5.
9 En el Congreso de Escritores Antifascistas, que contó con la coordinación de Rafael Alberti y José Bergamín y la colaboración de Mikhail Kolstov e Ilya Ehremburg, participaron más de 100 intelectuales, muchos de ellos latinoamericanos, como Pablo Neruda, César Vallejo, Nicolás Guillén, Vicente Huidobro, Octavio Paz, entre tantos otros. Todos ellos firmaron el manifiesto “Apelación desde Madrid a los escritores hispanoamericanos”, en el cual daban cuenta de su experiencia en España, denunciaban los ataques fascistas a la cultura e interpelaban al compromiso intelectual (Binns 2004, 33).
10 La contienda española como un fenómeno percibido como propio fue evocado por el humorista Roberto Gómez en sus Charlas de café al representar, entre otros sucesos, las trifulcas ocurridas en la intersección de la Avenida de Mayo y la calle Salta, una zona característica de la influencia de la cultura española en Buenos Aires (Binns 2019, 61). Sobre las repercusiones de la contienda a nivel local véase (Wechsler, Cattaruzza y Gené 2005 y Campione 2018).
11 Agradezco a las nietas de Córdova Iturburu, Mercedes y Carmen Baliero, por el acceso a los documentos de su abuelo.
12 Como consigna Cano Reyes en el artículo incluido en este dossier, Pablo Rojas Paz y Amparo Mom (pareja de González Tuñón) viajan posteriormente, en mayo de 1937, en el Almanzora desde el puerto de Montevideo hasta el puerto de Cherburgo, en Francia.
13 El álbum de fotos tiene un formato de unos 43 x 15 cm aproximadamente y entre las diversas fotografías se registra el accionar político-cultural de Córdova Iturburu, los vínculos con otros intelectuales, sus viajes y algunos momentos familiares. La sección dedicada a la Guerra Civil española ocupa unas 13 páginas. Todas las fotografías que se reproducen en este artículo forman parte de este álbum perteneciente a sus herederas.
14 En este sentido, La Nueva España enfatizaba de la siguiente manera esa búsqueda de “la verdad” gracias a los testigos presenciales: “Tres escritores argentinos se encuentran en estos momentos en el frente de Madrid. Son ellos Raúl González Tuñón, María Luisa Carnelli y Córdova Iturburu. Los dos primeros, colaboradores permanentes de ‘La Nueva España’, reflejan en nuestras columnas sus impresiones en crónicas que han llamado justamente la atención de nuestros lectores, por su dramaticidad y por su objetividad. El tercero, Córdova Iturburu, enviado especial de nuestro colega ‘Crítica’, habrá de hacer conocer, por intermedio del gran diario de la tarde, todo cuanto ha visto y sentido en sus arriesgadas andanzas por el Jarama, Guadalajara y otros frentes de batalla. Con este ‘trípode’ de valientes escritores, la opinión pública argentina se beneficiará en el sentido de que podrá apreciar, vistos con ojos argentinos los acontecimientos más candentes de la lucha del pueblo español contra el fascismo internacional”. “En el Frente”, La Nueva España n° 54, 25 de abril de 1937, p. 3.
15 Crítica, 17 de agosto de 1936.
16 En la primera crónica (capítulo I: “Los ojos en España”), a propósito del encuentro con unos marinos españoles, Córdova Iturburu escribía: “¿Qué amistad podrá compararse a esta solidaridad internacional que anuda la adhesión a la causa de la libertad y la justicia? Desde ese contacto conmovedor fuimos amigos. Como si nos conociéramos de toda la vida. Desapareció de nosotros, tal vez, ese encanto melancólico de los viajes; encanto hecho de nostalgia, de sensación de lejanía difusa, de abandono sentimental a la dulce desolación de la soledad afectiva. Pero un sentimiento más viril y animoso, hecho de fraternidad en la esperanza y en el enérgico amor a la República, animó desde entonces nuestros pensamientos y nos envolvió en su fuerte clima de fervor popular y de solidaridad humana” (1938, 18).
17 El libro contiene un prólogo y 21 capítulos. Está dedicado a los “poetas combatientes” Jef Last, Milas Jorancie, Cirilo Camilovich, Miguel Hernández, Herrera Petere, Antoñito Aparecio, y a Luis Tuya, “piloto, caído en el frente del Norte”. En uno de los ejemplares que conserva su nieta, Mercedes Baliero, el escritor agregó a mano el nombre de Boris Prodanovich.
18 Como sostiene Susana Rotker “no se pueden negar las limitaciones y presiones editoriales, ni tampoco la velocidad exigida en las redacciones: puede decirse que las crónicas son literatura bajo presión, más no por eso menos literatura” (1992, 101).
19 Sobre este último aspecto, véase el artículo de Sánchez incluido en este dossier.
20 Es posible que los capítulos sin fechar hayan sido elaborados especialmente para el libro, si es que no fueron publicados en algún periódico aún no hallado.
21 Crítica, 8 de abril de 1937, p. 3
22 Crítica, 10 de abril de 1937, p. 2
23 Crítica, 25 de mayo de 1937, p. 2
24 Sobre la construcción de un discurso periodístico-literario conforme las demandas de otro diario popular como El Mundo, véase Juárez (2019).
25 Basta con leer los títulos de sus crónicas (“Los rebeldes persisten en su terrible propósito de masacrar inocentes en Madrid”, “Masacró niños el nuevo bombardeo de Madrid”, “Todo ruina y desolación es la barriada de la cárcel modelo”, “Es horrible la lucha en el campo”, “El agua es el peor enemigo en el frente de combate de Madrid”, entre tantas) y compararlos con los de Córdova Iturburu para advertir algunos de estos rasgos que devienen en importantes diferencias estilísticas.
26 Unidad n° 5, enero 1938, p. 7. En Unidad también fueron publicadas las siguientes crónicas: “Adiós a Gerda Taro” (n° 2, septiembre 1937, p. 5; también publicada en El Mono Azul) y “La crueldad inútil” (n° 3-4, octubre-noviembre 1937, p. 13), las cuales se trasladaron sin modificaciones a dos capítulos de su libro (XX y VII, respectivamente).
27 Misiva enviada por Córdoba Iturburu a Natalio Botana, Buenos Aires, 26 de octubre de 1937. FCCI: AR ARCEDINCI FA-025-2-2.1.-2.1.2.-2.1.2.1.-149.
28 Más adelante, continúa: “Me levanto medio dormido. No se duerme en las chabolas, ciertamente, como en el lecho de los grandes de España. Cubierta mi cabeza por el casco me dirijo, por el zig-zag estrecho de la trinchera, a buscar mi ración de pan y café. Llevo en mi mano mi plato de hojalata y mi cuchara. De pronto el silbido de una bala me recuerda que hay que bajar la cabeza. –¡Caramba! –pienso– ¡Me podrían haber matado–. Nadie duerme bien en la trinchera. Los soldados menos que yo, desde luego” (1938, 63).
29 Una idea que se fortalece en la crónica dedicada a Gerda Taro, al momento de su muerte. Para rendirle una suerte de homenaje, Córdova Iturburu exalta el coraje de esta mujer que “no pensó en su vida, es evidente, sino en su deber. No había ido al frente a esquivar los peligros sino a documentar la guerra para servir a nuestra causa” (1938, 179). Un deber compartido por el escritor, que al inicio de la crónica señala que la conoció. Además, esta construcción como corresponsal de guerra, que implica precisamente “documentar la guerra” arriesgando la vida, se encuentra también, como se ha visto, en la carta enviada a Botana.
30 Para dar otro ejemplo de este tipo de encrucijadas, el artista ya mencionado Gustavo Cochet escribía en su diario personal: “El 19 de julio de 1936 cerré las puertas de mi taller en Barcelona y allí quedaron inconclusas las obras que estaban en curso de ejecución; ¿en qué podían servirles mis pinturas al pueblo en armas en su magna lucha? En nada absolutamente. Me consideré entonces un miliciano más y si nunca tiré un solo tiro, fue únicamente porque para eso sobraban valientes, si no también lo habría hecho; pero no rehuí nunca ningún peligro contribuyendo con todo lo que estaba a mi alcance y con las mismas esperanzas para conseguir el triunfo final” (Cochet 1941, 153).
31 El discurso fue publicado en Unidad bajo el título “Nuestra palabra en la asamblea de Valencia” (1937, 6) y en el diario El País de Montevideo como “Discurso de Córdova Iturburu en el Congreso de Escritores Antifascistas realizado en Madrid” (5 de septiembre de 1937).
32 6 de julio de 1937. FCCI: AR ARCEDINCI FA-025-1-1.1.-1.1.1.-1.1.1.5.-9.
33 “Historia de algunos de mis asesinatos”, p 3. Texto mecanografiado, sin fecha. FCCI: AR ARCEDINCI FA-025-1-1.1.-1.1.1.-1.1.1.5.-24.
34 Cabe recordar que, como muestra Binns (2018), Gabriel era atacado por muchos intelectuales antifascistas argentinos. Asimismo, la posición de este en consonancia con los anarquistas y con el POUM, “primero la revolución y después (y si no después, al mismo tiempo) ganar la guerra” se enfrentaba con la línea estratégica promovida desde Moscú. En este sentido, debe destacarse que Córdova Iturburu, a propósito de la reforma agraria, sostenía: “El Partido Comunista, es sabido, es colectivista y aspira a la estructuración de una economía socialista. Pero en España tal edificación no era posible, ni es posible aún en el campo, como consecuencia de la fuerte resistencia de vastos sectores de trabajadores rurales. ¿Qué hacer frente a esta realidad? ¿Poner la pistola en el pecho de los campesinos y bloquearlos económicamente como lo hacían ‘los incontrolables’ y los revolucionarios impacientes para obligarlos a colectivizarse? Ese era, sin duda, el camino del descontento, del sabotaje y de la insurrección. Había que devolver la paz al campo, había que conquistar al campesinado haciéndolo servir los verdaderos intereses de la Revolución, esto es, los intereses de la República que, en los actuales momentos, se resumen en una sola fórmula: ganar la guerra” (Córdova Iturburu 1938, 154).