DOI: 10.18441/ibam.22.2022.79.261-360

 

 

 

 

Sara Torres / Pablo Rojas / Carlos García / Virginie Giuliana / Arturo Parada / Johanna Vollmeyer / María Uehara / Manuel García Serrano / Ineke Phaf-Rheinberger / Marta Quesada Vaquero / Borja Cano / Ander Delgado / Pedro Oliver Olmo / Pedro Barruso Barés / Carlos Larrinaga / Wolf Behnsen / Carlos Manuel Olano / Marcio Barbato de Oliveira / Alejandra Buenaventura Gómez / Luis Álvarez Gutiérrez / Catherine Aristizábal B. / Nelson A. Rojas / Jorun Poettering / Juan Carlos Sola Corbacho / Mariah Freitas Monteiro / Jan Müller / Julio Peñate Rivero / Stefanie Langner / Alejandra Buenaventura Gómez / Félix Jiménez Ramírez

1 LITERATURA IBÉRICAS: HISTORIA Y CRÍTICA

Carlos Sanrune: Breve historia de la literatura gay y lésbica en español. Estudio genealógico de la narrativa homosexual en el ámbito de la literatura en español: de 1867 a 1990. Madrid: Amistades Particulares 2020. 161 páginas.

Este breve estudio genealógico registra obras de temática homosexual publicadas en los países hispanohablantes entre los años 1867 y 1990. El trabajo, realizado por el escritor de narrativa Carlos Sanrune, y publicado por la editorial de la memoria LGTB+ Amistades Particulares, encara un objetivo exigente: la conservación y el rescate de otra “historia” de la narrativa, aquella que ofrece un archivo de las emociones, las pasiones y las represiones del deseo homosexual. Puede decirse que la genealogía que este libro ofrece propone, no una historia definitiva de tal literatura, sino un recorrido que fija en la trascendencia del papel autorxs y títulos, para así facilitar la aún difícil tarea de leer e investigar relatos que no se rijan por la norma heterosexual. Es éste, sin duda, un libro divulgativo útil como vehículo y puente de conexión con obras de temática homoerótica que de otro modo difícilmente llegaríamos a conocer lectorxs, estudiantxs e investigadorxs.

La narrativa heterosexual, neutralizada bajo el universal “Historia de la literatura”, pre-escribe, y no describe, la “normalidad” del deseo, de los modos de asociación y de relación entre personas. En sus modos “normales y normativos” de contar el mundo, ostenta una hegemonía indiscutible sobre la imaginación humana, y por tanto atraviesa también las obras de temática no heterosexual. El libro reseñado trabaja en torno a una otra historia que se escribe con pseudónimos y finales trágicos, aunque a veces éstos últimos sean una estrategia para ocultar vidas felices, desobedientes y plenas, y así abrirse camino a la edición. Sanrune evidencia la forma en que la literatura que registra sujetos no heteronormativos se ha mantenido fuera de los canales de visibilidad cultural, aunque haya sido leída y transmitida por minorías. Estas minorías, buscaron con pasión en los textos ejemplos de vida que avalasen la legitimidad de sus deseos. Es por ello que las obras literarias que muestran vidas distintas ofrecen un imaginario y una mitología alternativas, fundamentales en la generación de subculturas disidentes.

La franja temporal 1867-1990 que cubre este estudio se presenta como una de especial interés, pues permite apreciar los cambios y los continuos entre los textos narrativos escritos al final del siglo xix y aquellos pertenecientes a las décadas de los 80 y 90, que Sanrune identifica con el estallido de la escritura de temática homosexual en algunos países hispanohablantes. Por supuesto, los contextos de represión y prohibición son distintos en cada zona geográfica y se ven agravados por circunstancias políticas únicas y complejas, que no pueden abreviarse ni explorarse con suficiente profundidad en un estudio de carácter introductorio. Carlos Sanrune, consciente de la urgencia por visibilizar obras y autorxs, se adentra en esta tarea de resultado necesariamente “imperfecto” (p. 51) reconociendo la dificultad de registrar la literatura homosexual en el contexto diverso y cambiante de los países hispanohablantes, y con la limitación extra de no haber podido realizar estudio de campo en los distintos territorios.

Tras una introducción donde la reflexión crítica es más efectiva al pensar lo homosexual masculino que lo femenino, el primer apartado de este estudio trata “los precursores”. En un espacio hispanohablante trans-nacional, “los precursores” estudia la suerte de las primeras obras explícitas al mostrar el homoerotismo. Lo que el autor llama “el deseo innombrable” que “no desaparece” (p. 40) es motor de estas escrituras, donde de forma recurrente deseo homosexual y homofobia conviven en los cuerpos que escriben. Esto es común en las de publicación más temprana, donde el deseo innombrable hace posible su expresión dentro del marco punitivo de la culpabilidad, la voluntad de cambio y el suicidio, como ocurre en El ángel de Sodoma, publicada en 1928 por el hispano-cubano Alfonso Hernández Catá. Por otro lado, Sanrune muestra cómo la prohibición y la quema truncaron el recorrido de otros títulos que celebraron la homosexualidad y mostraron la sexualidad de forma explícita. Esta fue la suerte de Por los caminos de Sodoma, editada en Buenos Aires en 1932 y escrita por Bernardo Arias Trujillo bajo el pseudónimo Sir Edgar Dixon, que lo conecta con un imaginario queer trans-nacional.

Sigue a “los precursores” una organización de obras por “territorios” entre los cuales se diferencian, en orden de aparición: España, Argentina, México, Cuba, Chile, Ecuador, Colombia, República Dominicana, Perú, Bolivia, Centroamérica, Puerto Rico, Uruguay, Venezuela, Paraguay y Guinea Ecuatorial. El apartado dedicado a España, Argentina y México es más extenso, mientras que el autor encuentra muy pocos recursos para hablar del homoerotismo en la literatura de Paraguay y Guinea Ecuatorial, situación que atribuye a los poderes represivos que han dominado estos territorios.

En general, los estados totalitarios, apoyados en la ideología de la familia heterosexual, aparecen como enemigos fundamentales de la expresión de la diversidad en el deseo. La censura y la auto-censura conversan en contextos sociales marcados por dictaduras. Este es el caso de España, con la dictadura franquista y la influencia de la iglesia sobre la interpretación cultural de la vida. De entre las obras anteriores a la muerte de Franco, destaca el autor la de Teresa Barbero El último verano en el espejo, publicada en 1967; La parranda, publicada por el autor gallego Eduardo Blanco Amor; y El día que murió Marilyn, del más conocido Terenci Moix. En 1975, ve la luz el primer texto lésbico postfranquista, escrito inicialmente en catalán por la autora Carme Riera, y titulado Te deix, amor, la mar, com a penyora. La cultura impuesta de la Revolución Cubana también criminaliza al escritor homosexual, aunque no puede evitar que el deseo perseverante de artistas desobedientes genere grandes obras de esta genealogía, como Paradiso de Lezama Lima y toda la producción, resistente y deseante, de Reinaldo Arenas.

El patriotismo monolítico y la moral cristiana también determinaron la producción cultural en México. A pesar de esto, Sanrune recoge una buena cantidad de obras para su genealogía, destacando algunas revolucionarias como El vampiro de la colonia Roma (1979), de Luis Zapata Quiroz, que fue uno de los narradores homosexuales más activos en México; y Amora (1989) de Rosamaría Roffiel. Argentina, donde destacan los autores Renato Pellegrini y Héctor Lastra, sufre la institucionalización de la represión en 1976 y, como consecuencia se generaliza la homofobia. El monte de Venus, publicada por Reina Roffé al principio de este periodo, se prohíbe inmediatamente por el gobierno militar.

Nombrando trabajos previos producidos en el ámbito académico anglosajón, el autor reclama la falta de atención a la investigación de las obras literarias gay y lésbicas del pasado por parte de la academia hispanohablante, que solo recientemente ha comenzado a trabajar la recuperación de la memoria cultural LGTB+. Tal vez, sería importante relacionar el hecho no con una falta de interés, sino con la dificultad de desarrollar una carrera académica en el ámbito de la lengua y la literatura si el objeto de estudio principal era precisamente uno que desafía la norma heterosexual. Igual que la escritura de libros con temática homosexual “marca” a la persona que los escribe con un estigma social, podríamos preguntarnos si investigar sobre las literaturas no heterocentradas implica ser socialmente relacionado con la homosexualidad y, por tanto, sufrir también su marginación y su estigma, convirtiéndose la persona en una académica “menor”. Más allá de la prohibición explícita, de los contextos políticos de persecución y castigo, es necesario entender las sutilezas de las tecnologías de represión para explicar la ausencia de diversidad en nuestras literaturas accesibles.

Por otro lado, la selección de Sanrune promete recoger todas las obras narrativas de temática homosexual explícita, dejando fuera, voluntariamente, a autores y autoras “de conocida disidencia sexual” que en sus obras no trataron este tema de forma central (p. 25). Aunque, siguiendo este criterio, se reconoce la pérdida de autoras como Carmen de Burgos y Elena Fortún, es difícil imaginar la posibilidad de una genealogía de la literatura lesbiana que no se construya a partir del reconocimiento de la expresión del homoerotismo en lo implícito, lo entre velado, y lo fragmentario.

Es su logro el proponer una guía extensa de lecturas, muchas de ellas prácticamente desconocidas, mostrando así conexiones en las lagunas de una memoria casi perdida.

Sara Torres
(Universität Passau)

Jordi Gracia / Domingo Ródenas de Moya (eds.): Las dos modernidades. Edad de Plata y transición cultural en España. Madrid: Visor 2021 (Biblioteca Filológica Hispana; 256). 439 páginas.

Sincronizar la hora española con la europea fue una larga aspiración para buena parte de las generaciones que se sucedieron a lo largo del siglo xx en la península ibérica. Europa, para ellas, encarnaba lo actual, lo codiciable, lo moderno. No faltaban también dentro de esas generaciones impulsos reactivos que fundaban la esencia de lo español en la tradición más inveterada y en todo aquello que nos singularizaba como pueblo y constituía la raíz de nuestra idiosincrasia. Incluso no faltaron pensadores de espíritu paradójico como Miguel de Unamuno que clamaron alternativamente por europeizar España o por españolizar Europa.

Los coordinadores del volumen que reseñamos (los profesores barceloneses Jordi Gracia y Domingo Ródenas de Moya) entienden que, a lo largo del siglo xx, ha habido dos periodos en los que la sociedad y la cultura españolas han dialogado en un plano de igualdad (o muy próximo) con esa modernidad. El primero de ellos abarcaría el amplio periodo de tiempo que va de finales del siglo xix hasta la caída de la Segunda República y que viene a conocerse como Edad de Plata. El segundo coincidiría con el periodo de la Transición democrática, un ciclo que los compiladores del volumen entienden que “reaparece activamente antes incluso de la restauración democrática de 1978” (p. 9). Así lo refrendan posteriormente algunos de los colaboradores del libro que situarían en torno a los años sesenta el arranque de ese nuevo impulso modernizador (la fecha simbólica del 68 podría erigirse en destacado hito temporal a este respecto). Hemos de recordar que los compiladores del volumen ya sostuvieron similares postulados cuando coescribieron Derrota y restitución de la modernidad (1939-2010) (2011), volumen séptimo de la Historia de la Literatura Española dirigida por José-Carlos Mainer.

En consonancia con tal planteamiento, el libro se divide en dos grandes apartados: “Edad de Plata” y “Transición cultural”, dejando en el ínterin una larga brecha de tiempo (la dictadura franquista) que sin embargo está muy presente como rápidamente se advierte en el prólogo: “ese siniestro espacio es […] el que queda fuera de este libro y es a la vez el que está más presente” (p. 10).

Los compiladores han logrado armar una escuadra muy solvente de colaboradores que, además de mostrar solidez en sus planteamientos, ofrecen una gran diversidad de perspectivas. Encontramos de este modo diversos trabajos relacionados con la literatura (que es el asunto medular) pero también hay aproximaciones a la arquitectura, al comic, a los movimientos sociales o al erotismo. Todo ello hace que la visión gane en amplitud y también en profundidad.

El libro se abre con un primer trabajo de corte ensayístico firmado por Luis García Montero. Empleando la metáfora del matrimonio como espejo de la relación entre España y Europa, el autor recorre a vuelapluma lo que algunos de los escritores más reputados de la Edad de Plata opinaron sobre tal asunto. Nombres tan señeros como los de Benito Pérez Galdós, José Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno, Rafael Alberti, Francisco Ayala o María Zambrano son convocados en este recuento que deviene (siguiendo la estirpe de Montaigne) en las últimas páginas en confesión personal: “me pregunto por España desde Europa y por Europa desde España. Y considero que hoy tenemos motivos para decir ‘sí, quiero’” (p. 33).

Con un planteamiento similar, de corte especulativo, aunque más denso y objetivo, Andrés Soria Olmedo pasa revista a los diversos jalones creativos que se suceden en la literatura española en las primeras décadas del siglo xx, atendiendo para ello al testimonio de los protagonistas y a los estudios más recientes, no exentos de polémica, sobre los que el autor se posiciona. Son asuntos sobre los que viene trabajando el profesor Soria Olmedo desde su pionero Vanguardismo y crítica literaria en España (1988), que aquí se actualizan con nuevos aportes.

Mucho se ha escrito sobre la mirada europeísta de los españoles y su deseo de confluir con la modernidad, quizá algo menos sobre la recepción de lo español en las sociedades con las que se deseaba converger. A este sustancial aspecto se dedican cuatro trabajos, dos de ellos centrados en el ámbito de habla inglesa, otro en el alemán y uno más en el francés. Gayle Rogers traza un exhaustivo e informado repaso por el interés que el mundo anglosajón, en su vertiente inglesa y norteamericana, dispensó a la literatura y la cultura españolas y, frente a lo que suele tenerse por lugar común (la habitual indiferencia ánglica), lo cierto es que tanto el número de traducciones, de instituciones concernidas, de interés por el idioma en las escuelas o de autores atraídos por lo español (Ezra Pound, Hemingway, Virginia Woolf, George Orwell, etc.) el panorama resulta bastante halagüeño, aunque no faltaran las incomprensiones y los rechazos: “La España de la Edad de Plata también era moderna a su manera, incluso cuando parecía retrógrada tanto para británicos como para estadounidenses” (p. 78).

Sobre la recepción de lo español en el mundo específicamente norteamericano escribe Juan Herrero-Senés que, en vez de lanzar una mirada panorámica y abarcadora (flanco que queda cubierto con el trabajo precedente) opta por centrarse en un caso concreto: las crónicas de tema español que publicó en The New York Times la crítica Frances Douglas. La conclusión es chocante, por tratarse de un medio liberal-progresista, pues no fue precisamente lo más innovador de la cultura española lo que presentó esta autora al medio neoyorquino, sino un racimo de autores de perfil netamente conservador: Concha Espina, José Echegaray, José María Carretero, Gregorio Martínez Sierra, etc. No solo escribió artículos sobre ellos, también tradujo y ofreció sus obras a diversas editoriales de tal forma que, en muchas ocasiones, los intereses intelectuales se confundieron con los editoriales (y económicos). Para Douglas no pareció existir ni la poesía ni el teatro ni mucho menos la vanguardia. El artículo alerta de la mirada sesgada que, por uno de los medios más influyentes, llegaba a Norteamérica del momento cultural español entre 1920 y 1940, que hizo un “flaco favor a la percepción que en los Estados Unidos podía tenerse del proceso de modernización de la cultura española” (p. 101).

Muy diferente fue la atención que desde Francia se dispensó a lo español en su vertiente más avanzada, según estudia con meticulosidad y amplitud de fuentes Laurie-Anne Laget. Destacan a este respecto tres nombres propios: Valery Larbaud, Jean Cassou y Mathilde Pomès. Todos ellos ejercieron una intensa labor de mediación, con traducciones, antologías, colaboraciones en prensa y revistas, escritura de libros panorámicos, etc. El artículo de Laget ofrece además interesantes novedades al exhumar revistas poco conocidas como Hispania o al poner en valor algunos trabajos panorámicos aparecidos en L’Âge d’or o L’Europe Nouvelle, que han quedado ensombrecidos por el fulgor del famoso monográfico publicado en 1924 en la revista Intentions.

De la recepción de las letras españolas en el mundo germano se ocupa Mechthild Albert que pone de manifiesto una vez más el interés por las figuras capitales de Miguel de Unamuno y de José Ortega y Gasset. Muy distinta es la apreciación de la vanguardia autóctona, encarnada en el ultraísmo y el creacionismo, en general incomprendida cuando no despreciada. El acceso al poder de Hitler marca un cambio de rumbo que afecta igualmente a la recepción de lo español, volcado ahora hacia su faceta más tradicionalista. La conclusión de Albert deja un regusto amargo: “Del análisis de los estudios monográficos de Petriconi, Montesinos, Schramm y Pabst se desprende la impresión melancólica de un encuentro intercultural que pudo haber sido y no fue, truncado por la(s) adversa(s) coyuntura histórica(s) del momento” (p. 160).

Sobre arquitectura versa el siguiente apartado del libro. Su autora, Susan Larson, muestra con diversos ejemplos que la modernidad arquitectónica en la España de entreguerras apenas se circunscribió a un par de lugares (Madrid y Barcelona) y a un par de creadores: Josep Lluis Sert y Luis Lacasa. Ambos se inspiraron en los modelos europeos entonces en boga, pero fueron incapaces “de elaborar y publicar un texto teórico aportando siquiera un ápice a lo debatido en Europa” (p. 171). No parece por tanto que la vanguardia llegara, de manera destacada, en este campo al ámbito hispano.

El trabajo de Elisabet Carbó-Catalan y Diana Roig Sanz pone el foco en el importante papel que desempeñan los mediadores culturales a través de determinadas redes transnacionales que las autoras ilustran con instituciones como la Residencia de Estudiantes, la Residencia de Señoritas (ambas en Madrid), el barcelonés Conferencia Club y el porteño Amigos del Arte. Para su estudio y análisis proponen un novedoso método basado en el volcado informático de datos y su presentación en forma de gráficas que ponen de relieve aspectos muchas veces soslayados. Ofrecen de este modo un nuevo método de trabajo que dará seguramente interesantes frutos pues como ellas mismas apuntan “cuanto más dato relevante volquemos en la base de datos, más completa será la red” (p. 219).

El apartado dedicado a la transición del 78 se abre con un trabajo de Domingo Ródenas centrado en realidad en un tiempo anterior pues pone el foco en la recepción de la obra ensayística del exilio durante el franquismo. Buen conocedor de esta faceta repasa con minuciosidad autores, obras y editoriales, además del contexto en el que el fenómeno se produce, para confirmar que el retorno del pensamiento exílico fue precario, aunque relevante. A través de esas publicaciones muchos autores lograron llegar al ansiado lector español. Cabría complementar el estudio de Ródenas con otro paralelo centrado en el peso que ejerció la censura sobre esas obras y hasta qué punto aquellas fueron adulteradas (con respecto a su formato original).

Sobre la presencia de lo internacional, en conflicto con lo español, trata Carlos Femenías en su contribución, tomando para ello fragmentos de novelas significativas del periodo 1958-1985. Sin que falte la tensión domina en ellas la mirada admirativa hacia lo foráneo que se convierte en maestro y meta. Algo parecido sucede con el arte español en los ochenta que busca a marchas forzadas su internacionalización según estudia con detalle Jorge Luis Marzo. De forma paradójica, como ya ocurriera durante el franquismo, el peso mayor de ese esfuerzo de propaganda recae sobre el Estado con la inauguración de un cuantioso plantel de museos que no tiene parangón en su época.

Sobre los aires renovadores que soplaban en la filosofía española a comienzos de los años setenta trata Jordi Ibáñez Fanés, quien centra ese cambio en la figura de lo que llama “tres herederos risueños”, a saber: Xavier Rubert de Ventós, Eugenio Trías y Fernando Savater. En los tres late un deseo de dejar atrás las dos corrientes sobre las que gravitaba la filosofía anterior: el marxismo y el pensamiento analítico. A partir de los años ochenta parece darse por amortizado el interregno franquista que queda asumido como una pesadilla de la que es mejor no acordarse. El ludismo que Ibáñez Fanés constata en estos tres pensadores también lo advierte Germán Labrador Méndez en otros campos de la cultura en el contexto general de una transición larga que iría de 1968 a 1982. A contracorriente de otras muchas miradas críticas sobre el 68, entre ellas las del citado Savater, Labrador Méndez caracteriza a ese proceso como un movimiento complejo con diversas ramificaciones e incluso enraizado en procesos transformadores anteriores como pudiera ser el desplegado en España durante la Segunda República y la Guerra Civil. Se trata ciertamente de un ensayo sugerente que rompe con multitud de paradigmas fosilizados.

Dos asedios más a la fértil época de la transición cierran el volumen. Eduardo Hernández Cano recorre con mano diestra, valiéndose para ello de un encomiable trabajo de campo con la consulta de un amplio caudal de revistas, el difícil proceso recorrido por el cómic para adultos en España hasta conseguir homologarse con los modelos punteros internacionales. El autor centra su estudio en el periodo 1968-1984, concordando así con otros autores del libro en el concepto de transición larga. El último trabajo, “Heterodoxias eróticas”, firmado por Rafael M. Mérida Jiménez, atiende al proceso evolutivo que se da durante la transición en el plano de la homosexualidad, fijando para ello su mirada en el lenguaje, con el triunfo de la palabra ‘gay’ como referente y en la obra de algunos novelistas como Terenci Moix o Eduardo Haro Ibars. Mérida Jiménez también parece concordar con otros autores en que el cambio de paradigma en el mundo homosexual, con su creciente proceso de normalización, tiene su raíz en la etapa final del franquismo para irse intensificando especialmente en la década de los ochenta (que algunos caracterizan como hipergay).

Nos encontramos sin duda ante un trabajo bien trabado que cuenta con especialistas duchos en las materias que abordan. Es verdad que algún trabajo parece más bien de cortesía, pero el tono general brilla a gran altura. Se ofrecen sólidas panorámicas sobre asuntos diversos, informaciones novedosas e incitantes aproximaciones que pueden abrir nuevos senderos investigadores. Como tacha encontramos algunos descuidos ortográficos (especialmente relacionados con el uso de las preposiciones) y también ciertas carencias en el apartado de las bibliografías en donde a veces faltan referencias. Son pequeñas erratas que un trabajo de edición algo más meticuloso podría haber evitado, pero que en ningún caso empañan un trabajo que ayuda a comprender mucho mejor lo que los compiladores han caracterizado con buen tino como dos modernidades.

Pablo Rojas
(Universidad Nacional de Educación a Distancia, Talavera de la Reina)

Eduardo Alaminos López: Ramón y Pombo: libros y tertulia (1915-1957). Sevilla: Ediciones Ulises 2020 (Colección Madrid, 4). 344 páginas.

Hay consenso en la historiografía de la literatura española acerca de que Ramón Gómez de la Serna fue el primero y el principal representante de la vanguardia literaria en España. No hicieron falta, en realidad, ni el redescubrimiento de Víctor García de la Concha en 1977 (que al menos sirvió para acuñar el certero giro sobre la “generación unipersonal” de Ramón) ni las sobrevaloradas efusiones de Francisco Umbral (Ramón y las vanguardias, 1978), puesto que nunca hubo dudas al respecto. Para evitar malentendidos, fue Ramón mismo quien se encargó de gritarlo a los cuatro vientos, en especial, cuando los jóvenes empezaron, de 1918 en adelante, a descubrir literaturas de avanzada procedentes de otros países europeos. Atizado por la ansiedad de influencia (influencia prospectiva y retroactiva), Ramón proclamó una y otra vez que ya estaba ahí antes de que los demás arribaran a la nueva orilla. Fue ese su credo y ese su grito de batalla, proferido ante Rafael Cansinos Assens en una carta entre despechada, recriminatoria y seductora, y espetado a muchos de los mozuelos, ultraístas o no, que no se decidían a integrar sus huestes, o que se sumaban a ella con inaceptadas ínfulas.

La literatura de Ramón es de dimensiones colosales. La literatura sobre Ramón es asimismo ingente, y también ya muy difícil de abarcar. Es asimismo muy desigual. Solo menciono algunos de los picos que sobresalen en esa producción. El entretanto desaparecido BoletínRAMÓN (Madrid, 21 entregas en el periodo 2000-2013) ofreció al público lector una amplia y perfecta muestra acerca de cómo tratar vida y obra de un escritor: lo valioso en esa esforzada saga puesta a disposición de los lectores por Juan Carlos Albert fue el variopinto contenido: desde las sesudas elucubraciones de académicos hasta la anécdota quizás solo bien inventada, desde fotos poco conocidas a la variación gráfica de alguna greguería ramoniana: toda la gama de lo posible estaba allí representada, casi siempre en colaboraciones originales y siempre, en su respectivo género, de alto nivel. Otros títulos imprescindibles, a mi entender, son los siguientes: El intelectual adolescente. Ramón Gómez de la Serna, 1905-1912, de Eloy Navarro Domínguez (2003; el mismo coordinó el volumen colectivo Ramón Gómez de la Serna y la novela. Nuevas perspectivas, 2008), La escritura (auto)biográfica de Ramón Gómez de la Serna, de Jacqueline Heuer (2004), El mito del artista ramoniano, de Juan M. Pereira (2006), La penosa manía de escribir. Ramón Gómez de la Serna en la revista Saber Vivir, 1940-1956, de Martín Greco, con la colaboración de Jerónimo Ledesma y al cuidado de Patricia M. Artundo (2009), el volumen colectivo Estudios sobre Ramón Gómez de la Serna, coordinado por Juan Carlos Albert (2010), el epistolario profusamente anotado entre Ramón y Guillermo de Torre (Escribidores y náufragos, de Carlos García y Martín Greco, 2017), y las recopilaciones y publicaciones de Ricardo Fernández Moreno, en especial Ramón Gómez de la Serna o el mercader de imágenes (2021). A ellos deben agregarse, desde luego, los diseminados trabajos del incansable Juan Manuel Bonet, y, last not least, los prólogos y comentarios de Ioana Zlotescu a las inconclusas Obras Completas de Ramón (este tema merecería un artículo aparte: la editorial Galaxia Gutenberg se rehúsa, vergonzosamente, a imprimir el único volumen faltante en esa por lo demás admirable colección: Pombo, cuya edición preparó Zlotescu con su conocida solvencia).

A esta apresurada lista, en la que seguramente falta algún aporte relevante, deben agregarse las publicaciones de Eduardo Alaminos López (*1950, licenciado en Filosofía y Letras, Historia del Arte, y máster en Museología). Antiguo director del Museo Municipal de Arte Contemporáneo de Madrid, Alaminos publicó cuando menos un libro indispensable: Los despachos de Ramón Gómez de la Serna. Un museo portátil “monstruoso” (2014), ensayo sobre los cuartos de trabajo de Ramón, que Alaminos adquirió y erigió en el Museo Conde Duque madrileño. No he logrado ver otro libro suyo: Greguerías ilustradas de Ramón Gómez de la Serna (2017).

El libro de Alaminos aquí comentado debería ser reseñado, por su tema, en greguerías. Decir, por ejemplo: “La greguería es la risa del aforismo”. O “Pombo es el ataúd de la solemnidad”. O “La greguería, si buena, dos veces buena”. O quizás mejor, elaborar una larga serie de frases casi inconexas y culminantes de esas con las que Ramón llevaba como a trompicones sus textos. Ramón: el que dominaba el arte de escribir mal y decir bien. Pero yo no soy Ramón, y debo resignarme por ello a una prosa menos despeinada.

Es cuestión de antiguo debatida, cuándo fue fundada la famosa tertulia: se barajan fechas que van de 1912 a 1915, pasando por el otoño de 1914. Andrés Trapiello, por ejemplo, afirma en su prólogo a Pombo (1999, I, p. 7) que la tertulia fue instituida en 1912, opinión que parece seguir la expresada por Ramón en la edición refundida de Pombo en un volumen (1941, pp. 44-45). Sin embargo, en Automoribunia (1948), Ramón dará a entender que fundó la tertulia entre la declaración de la Primera Guerra Mundial (hacia agosto de 1914), y la Exposición de Pintores Íntegros (Madrid, marzo de 1915). Gaspar Gómez de la Serna dirá en 1963 que si bien en 1912 Tristán (el joven alter ego de Ramón) lo muestra ya entrando algunas tardes en Pombo, y aunque Ramón mismo dijera en el Pombo de 1941 haber elegido ese café en 1912, aún no se refiere a la tertulia, sino a un mero sitio para su ocasional recogimiento. Siguiendo al Ramón de Automoribundia, Gaspar data el comienzo de la tertulia tras el comienzo de la guerra, en el otoño de 1914. En cuanto a la versión que propone 1915 como año de la fundación, puede aducirse en su favor que será en esa fecha cuando se publique la “Primera Proclama de Pombo”. Es, en todo caso, la fecha elegida por Alaminos López para fechar el inicio del tema de su libro.

Ramón y Pombo conforman una dupla indisoluble. La tertulia es el unigénito de Ramón, es consubstancial con él. (Y el catolicón supersticioso que habitaba en Ramón se hubiera quizás escandalizado por este blasfematorio juego de palabras de un ateo). Claro que hubo antes y después otras tertulias y peñas, no solo en Madrid, pero ninguna como Pombo. Y los libros de Ramón (1918, 1924), así como sus posteriores artículos sobre el tema en la prensa, que van desde la carcajada hasta la amargura (como en el Almanaque de 1935), son el mejor retrato del autor, la mejor definición de Pombo y como el monumento y epitafio a una época gloriosa que terminaría a más tardar con la Guerra Civil. Después, Pombo ya no es Pombo. Cobija, apenas, a obsecuentes sin esprit. La visita de Ramón al Madrid de los 50 es decepcionante tanto para él como, por otros motivos, para el grupo de antiguos contertulios que eligió permanecer en la España de Franco.

Alaminos se ocupa en su libro de la historia intrínseca de la tertulia, de las crónicas ramonianas y de su recepción, la coetánea y la posterior. Es incuestionable la devoción invertida en este proyecto, la amplitud del saber del autor, si acaso algo estorbado por la manera de desplegar el enorme caudal de datos que maneja, en un texto casi continuo, sin desmayo y sin respiro.

Ramón no era solo el organizador de la tertulia. No invitaba y esperaba que vinieran los comensales, no: protestaba, rogaba que la gente viniera. Subsisten billetes en los que se queja de que alguien aún no ha pasado por allí, de que hay libros para repartir, a menudo gratis y con su firma, y hasta con larga dedicatoria, de que se verá y oirá lo más nuevo que Madrid y el mundo tienen para ofrecer.

Por Pombo pasaron todos: escritores, artistas, pensadores, condes bálticos, bohemios y borrachines. Es ahí donde Ortega detecta “la última barricada” y debe defenderse de los ataques de los jóvenes, donde se homenajea por primera y última vez a “Don Nadie”, donde se conocen Borges y Alfonso Reyes, donde un Borges imberbe anuncia petulantemente estar traduciendo la Ilíada. El futuro ultraísta Guillermo de Torre es ya en 1916 un exaltado, que anda en busca de maestro. Cansinos lo deriva a Ramón, según este relata en Pombo I (1918)... Y así se podría seguir hilvanando historias, a cual más interesante.

Incomoda un poco, sí, el tufillo a sectarismo masculino: “Por Pombo pasaron todos”, pero no todas: en Pombo apenas hubo mujeres: Carmen de Burgos (“Colombine”), Sonia Delaunay, Marie Laurencin... La algarabía de la tertulia, la variedad de caracteres, de intereses y logros, se refleja en el collage propuesto por Alaminos, quien presta especial atención a los artistas plásticos y ahonda en la predilección de Ramón por algunos ilustradores. Alaminos López ha leído todo lo escrito por Ramón sobre su tertulia (menos, al parecer, en sus cartas), y casi todo lo que se ha dicho de él y de Pombo. Lo ha recopilado en este libro denso: minucioso registro de vicisitudes, recuerdos, anécdotas en los que se refleja la vida espiritual de la España del primer tercio del siglo xx.

Casi huelga resaltar que este meritorio volumen ha aparecido en la sevillana Editorial Ulises, del infatigable Abelardo Linares, custodio celoso y trabajador de la cultura española. Su lectura puede complementarse con la de otro volumen de la Colección Madrid, del eminente pombiano José Gutiérrez Solana: Madrid, escenas y costumbres (2018), que inmortalizó en un merecidamente famoso cuadro a los principales miembros de la tertulia temprana.

Carlos García
(Hamburg)

Remedios Sánchez García y Ramón Martínez López (coords.): Federico García Lorca en su entorno. La infancia en la construcción de la identidad lorquiana. Madrid: Visor Libros 2019. 267 páginas.

En una entrevista, Federico García Lorca afirmaba que “Amo en todo la sencillez. Este modo de ser sencillo lo aprendí en mi infancia, allá en el pueblo”.1 De acuerdo con las numerosas referencias a la infancia en la obra del poeta y dramaturgo Federico García Lorca, el postulado de este volumen parte de la huella indeleble de este periodo de la vida del escritor como origen y fundamento mismo de su obra. Pretende ir más allá del fenómeno andaluz2 –esto es, el apego a su tierra natal–, que llega a plasmarse tanto en su forma de escribir –sacada de la tradición oral– como en el contenido mismo. El libro, como señalan sus editores, es el “fruto de las investigaciones sobre la influencia de la infancia, el folklore popular (con su música y su letra de romance, de nana, de canción de rueda, etc.) y la naturaleza como espacios de inspiración” (p. 9) para Federico García Lorca. Para averiguar el legado de la infancia dentro de la construcción de la identidad lorquiana, el volumen reúne dieciocho contribuciones de especialistas de la obra del granadino que reflexionan en torno a la importancia y la marca de la misma dentro de su producción literaria.

Los artículos que se recogen en este volumen se podrían dividir en siete partes, aunque no aparece como tal en el índice. Los cuatro primeros estudios versan sobre el paisaje, sea geográfico, sea poético. En la segunda parte, se interesan por los aspectos más biográficos del periodo escolar de la vida de Lorca. Luego viene el estudio del ritmo popular y de la enunciación lírica, la prosa y la poesía lorquiana, el aspecto dramatúrgico de su obra, seguidos por el estudio de obras concretas como Bodas de sangre y el “Poema del cante jondo”. Los dos últimos artículos abordan temáticas aisladas, como las imágenes lorquianas y la aplicación didáctica de la poesía de Lorca y su recepción por los niños, abarcando una gran variedad de temáticas relacionadas con la labor polifacética del autor.

Arranca el libro con un estudio del especialista de la obra lorquiana Allen Josephs, que rastrea las referencias a la infancia, entre “Federico y Fuentevaqueros” a partir de lo que comentó el propio Lorca, señalando que: “Hay que tener muy en cuenta lo que el poeta decía, sobre todo en el caso de Federico García Lorca. Nadie es mejor conocedor de su propia obra, nadie más consciente de su propia poética” (p. 11). La evolución de su poética saca su origen de su transcurso de vida en Fuentevaqueros, a partir de la que Lorca transforma la realidad rural y la memoria popular en poesía: “Luego el nivel básico poético se hace mito […]. Fuentevaqueros con su Vega se hace Andalucía y Andalucía se hace el mediterráneo […]” (p. 15). Se trata de una “mitología andaluza no arraigada en la mitología clásica, ni en la obra de Góngora, ni en los poetas mitopoéticos de principios del siglo xx, sino en el campo y en la tierra de la provincia de Granada” (p. 16). A través de su estudio, Josephs vuelve a las raíces lorquianas para crear un espacio mitificado, una “Andalucía transcendental, y, por lo tanto, universal” (p. 20), así como fuera del tiempo. Remedios Sánchez, por su parte, se interesa por la infancia desde una perspectiva biográfica y literaria, y más concretamente, con respecto a “la voz de la tierra en Federico García Lorca” (p. 26). En este estudio, la investigadora de la Universidad de Granada aclara, en un primer momento, el contexto de la infancia y de educación del futuro poeta, que lo lleva al desarrollo de una poética lorquiana: “Federico se apoya en esa tradición oral, parte de ella, pero luego la interioriza, la hace suya, y pasa a ser de ‘voz del pueblo andaluz’ […] a voz de poeta, a voz de Lorca” (p. 28). Esa experimentación llega a su punto culminante con la creación de una “cosmogonía de lo andaluz” (p. 28) cuyo origen es la tierra de su infancia, Granada y los pueblos vegueros. Tomando en cuenta la biografía y la cultura andaluza, la autora pone de relieve el proceso creador: “en la tradición, sumada a la experiencia vital como herramienta estética” (p. 30) se halla la inspiración, tomando como punto de partida el paisaje de su infancia.

En su artículo “La Vega y Fuentevaqueros: la poesía de Lorca o el no-lugar del lenguaje”, Pablo Aparicio Durán estudia la creación del discurso ideológico lorquiano: “en Lorca, como en todos los discursos modernos, el sujeto ideológico reproduce su propia ideología precisamente al no reconocerse con tal sujeto ideológico, en el caso de Lorca, y esto es lo que lo diferencia de tantos otros, la ideología tiene alguna que otra grieta de más por la que nos cuela una conciencia de la realidad que diluye la subjetividad privada autónoma y reconoce la determinación real, que no es privada ni es pública, sino problemática en sí misma” (p. 43). Nieves García Prados, en “Impresiones y paisajes de la Vega de Granada en las entrevistas y declaraciones de Federico García Lorca” analiza en sus entrevistas y, en las propias afirmaciones del poeta dramaturgo, el apego a la tierra andaluza y su relación con la realidad urbana y rural de la tierra en la que había pasado su infancia.

Los artículos siguientes, de José Álvarez-Rodríguez y Daniel Álvarez-Ferrándiz, y de Gabriel Núñez Ruiz y Gabriel Núñez Molina, corresponden a las huellas biográficas del niño Federico, planteando, por una parte, un contexto histórico y social de cambios en la política escolar, y, por otra parte, sus años escolares en Almería. El primer artículo se centra en la definición del ambiente en el que creció Lorca, con una parte inicial sobre el regeneracionismo, una segunda sobre los aspectos educativos más relevantes (pp. 64-65), y una última sobre los primeros años en la escuela de Federico. En cuanto al segundo, pretende “esbozar una aproximación rigurosa en torno a los años escolares en los que Federico viene a Almería para preparar su examen de ingreso con objeto de poder acceder y cursar el bachillerato” (p. 73), a través de tres preguntas: ¿por qué va a Almería?, ¿con quién preparó el examen?, y, por último, ¿en qué medida esta estancia es relevante para el resto de su trayectoria artística?

Más adelante, José Cabrera Martos, en su estudio “El reino de la espiga. Desvelando el ritmo popular en Lorca”, se interroga sobre la creación consciente de Lorca o su papel como “catalizador de una recreación mítica de un inconsciente colectivo rítmico” (p. 88) a través del conocimiento profundo de la música que poseía el autor, abordando tanto la tradición del flamenco como la de la música occidental que Lorca asimiló a través del piano. Por medio de la composición “Espigas” (Libro de poemas), el estudioso descompone rítmicamente el poema para llegar a la conclusión de que el autor andaluz “desestabiliza el sistema versal tradicional culto fundamentado en el metro o en el verso como espacio de medida unívoco al introducir modelos rítmicos que responden al ritmo acentual y que destruyen la visión tradicional de la métrica” (p. 94).

Por su parte, Marisa Martínez Pérsico indaga en “El paisaje sonoro de Granada y su proyección en la obra temprana de Federico García Lorca”, tratando el “sincretismo entre el culturalismo musical de la temprana formación clásica de Lorca y las manifestaciones de la música popular” (p. 97), y culminando con Impresiones y paisajes que “ilustra una auténtica cosmovisión musical donde el sonido no es un mero ornamento literario. La palabra se convierte en una lúcida intermediaria entre la estructura musical y la realidad efectiva” (p. 107). Precisamente, la palabra es el punto de interés del estudio de Alí Calderón (“Enunciación lírica y construcción del espacio. Un ejemplo a propósito de Federico García Lorca”), el único artículo del volumen sobre la lingüística, que pone de relieve la complejidad del discurso lorquiano y su “doble posibilidad de interpretación” (p. 115).

Carmen María Sánchez Morillas y Francisco Fernández García, por su parte, se interesan por “El poeta prosista”, evidenciando la manera en la que Lorca descubre su tierra andaluza a través de su obra prosística en cinco ejes: “Mirar, observar, descubrir”; “El agua de Granada”; “El paisaje de la Vega”; “Fuente Vaqueros” y “La música”. Estos mismos ejes los retoma Fernando Valverde cuando presenta “Sonido, paisaje y canto en los primeros poemas de Federico García Lorca”, rastreando la huella de estos tres aspectos en su Libro de poemas. Afirma el estudioso que “[e]l paisaje de la infancia se identifica en la poesía de García Lorca con un universo mítico, un tiempo inmortal atrapado en el agua, una traición o un profundo desengaño, la expulsión del paraíso, el cambio del sonido del río por el de la ciudad, sin que el alma del poeta pueda hacer nada por evitarlo, porque el poeta avanza hacia una complejidad que es parte destino inevitable y trágico y parte deseo” (p. 131). En este mismo poemario, Aurora Martínez Ezquerro estudia el “léxico y símbolos de la naturaleza” (p. 147) por medio del campo semántico del agua y de su simbología (fuente, fontana, lluvia, tormenta, nieve, pozo, acequia, arroyo, manantial, río y mar).

Cambiamos de género con Ramón Martínez López que se acerca a las “teatralidades lorquianas” (p. 177) en el que más preguntas surgen de las respuestas, en torno a una dicotomía “presencia/ausencia”. Explica el autor que “[l]a presencia trágica de la ausencia vertebra la estructura profunda de una teatralidad lorquiana ensimismada al tiempo que desbordante” (p. 181), dejando, de esta manera, el campo abierto para seguir explorando desde su interior la obra teatral lorquiana. En cambio, Francisco Morales Lomas vuelve sobre “El teatro breve de Federico García Lorca”, recordando los primeros fracasos del dramaturgo-poeta, así como su trayectoria inmersa en “el surrealismo y el lenguaje del absurdo” (p. 193). Después de esta contextualización del teatro primero lorquiano, el estudioso rastrea las huellas de la infancia en obras como La doncella, el marinero y el estudiante y El paseo de Buster Keaton.

Bodas de sangre es el núcleo del estudio de Sergio Arlandis, tratando el paraíso perdido de la infancia por medio de la importancia del campo y del ámbito rural “tan fascinante como inquietante, tan seductor y lúbrico, como gustaba decir el poeta, como seco, tan mágico como anodino y pobre” (p. 226). Raquel Lanseros Sánchez, en cambio, rastrea “Las huellas identitarias lorquianas en el poema del cante jondo” explorando de qué manera la primera etapa de vida influyó sobre la obra que recoge “un yo poético globalizador que asume la voz de su pueblo” (p. 238).

El volumen se cierra con dos últimas contribuciones. La de Eloy Martos Núñez y Aitana Martos García con “la formación de las imágenes lorquianas desde la hidropoética” (p. 241), prisma establecido por Bernal Arias que consiste en “un acercamiento entre los ejes existenciales del vivir enraizado en la tierra (geopoética), en que hay una comunión entre el cuerpo y la tierra, lo humano y la naturaleza en toda su diversidad, y que va a [dar] lugar a un arsenal de imágenes, símbolos y metáforas” (p. 241), volviendo sobre la obsesión lorquiana por el agua. El último artículo de María del Carmen Quiles Cabrera e Ítaca Palmer explora la dimensión didáctica y la explotación de la poesía lorquiana en el aula.

En suma, y a pesar de algunas redundancias en los estudios alrededor de la temática común de la infancia en la construcción de la identidad lorquiana, así como de algunas erratas tipográficas dentro del volumen, los estudiosos abordan temas tan diversos como necesarios para acercarnos al periodo temprano de la vida del poeta y dramaturgo, cuya influencia condicionó gran (sino la mayor) parte de su producción literaria. Este volumen, bien estructurado y de calidad, contribuye notablemente a hacer hincapié en los lugares destacados de la vida de Lorca, así como en tópicos frecuentes de su obra como lo son el agua y la música. Unos aspectos que aportan al enriquecimiento y al conocimiento de una obra eterna que, a pesar de los innumerables estudios sobre el asunto, parece inagotable, como lo es el propio Lorca.

Virginie Giuliana
(Université Clermont Auvergne)

Javier Adrada de la Torre: Luis Cernuda y Friedrich Hölderlin: traducción, poesía y representación. Prólogo de Antonio Colinas. Granada: Comares 2021 (Interlingua, 267). XIII + 146 páginas.

Desde que los estudios de traducción e interpretación se institucionalizaran, la disciplina siempre se ha, digamos, debatido entre su vertiente teórica y su evidente vocación práctica. Si respecto a la segunda las problemáticas y disquisiciones se mueven en el ámbito más bien técnico, en cuanto a la primera, la teórica, la complejidad es tal, que hasta el día de hoy no se ha podido alcanzar, y seguramente nunca se alcance, un marco referencial y conceptual completo, holístico. Y ello es así en tanto en cuanto los ámbitos crono-espaciales y temáticos demuestran tal amplitud y variabilidad, que parece que cada texto, cada “oferta informativa o textual/verbal”, necesitase de una teoría por sí misma. Se puede decir en sentido inverso: el resultado fija con no poca frecuencia el marco conceptual, en tanto dimanante del primero. Más que una rémora, muchos consideran este hecho la característica distintiva de la disciplina.

Tenemos ahora, con el libro de Javier Adrada de la Torre, ante nosotros un intento valiente de señalar, para el campo de la literatura, la relevancia que la traducción puede alcanzar a través del tiempo, el espacio y la(s) cultura(s), que es lo mismo que decir, a través de la historia. ¿Por qué valiente? Pues porque el autor cuestiona desde un primer momento la aproximación clásica a la traducción literaria, poética en nuestro caso, en tanto proceso más bien técnico-imitativo de transmisión de significados para, a través del análisis de la influencia que Friedrich Hölderlin pudiera haber ejercido sobre Luis Cernuda, conferir a la traducción un valor original de autoría semejante al texto del que parte. Con este fin, el autor construye el índice de su libro de la manera que sigue, partes que comentaremos a continuación.

El primer capítulo después de la introducción está dedicado a aspectos históricos en torno a la traducción (sobre la intraducibilidad, el concepto de fidelidad, etc.); el capítulo 3, que lleva por título Nuevas Perspectivas, busca presentar algunas aportaciones recientes al campo de la traductología; el cuarto versa sobre cuestiones en torno a la traducción poética, mientras que el quinto y sexto, que son, o deberían ser, la parte nuclear del libro, se centran en la labor de Cernuda como traductor de Hölderlin y en la influencia de este sobre aquel, tanto desde el punto de vista de la creación poética como en cuanto a determinados aspectos ideológicos y vitales. Cierra el libro un epílogo sobre Cernuda y la Postraducción.

Las problemáticas arriba mencionadas encuentran pronto eco en el trabajo de Adrada de la Torre, pues la vastedad de su campo de estudio y la dispersión indefinida de los trabajos que al mismo se han dedicado desde que se comenzó a reflexionar sobre el proceso de (inter)mediación entre lenguas, obligan al autor a realizar una selección tan acotada, que se ve imposibilitado de responder con amplitud y rigor a aquello que los títulos y subtítulos de su índice parecen querernos dar a entender. Así, el capítulo 2, Miradas al pasado, no puede más que ofrecer en unas pocas páginas, líneas en ocasiones, unas pinceladas en torno a lo que constituyen dilemas de calado dentro de la disciplina, por ejemplo, en torno a literalidad vs. libertad, para lo cual se recurre a la concatenación de nombres al uso (Schleiermacher, Benjamin, Eco, Borges, etc., haciéndose inevitables las ausencias significativas, por ejemplo, Lutero). Al mismo tiempo, y al margen del tono frecuentemente ensayístico-subjetivo que permea todo el trabajo (“olvida que traducir es desprenderse, abandonar”, p. 10; “la labor exegética del traductor poético implica violencia”, p. 26, etc.), no parece a estas alturas necesario subrayar una vez más cuestiones tan elementales como que la traducción tiene lugar entre diferentes lenguas, que son también culturas y formas de ver y aprender el mundo o que todo texto literario “no es un texto neutral e impersonal, sino que de raíz ya está impregnado de la subjetividad de su autor y de sus circunstancias personales, ideológicas y culturales” (p. 36). La recurrencia de este tipo de sobrentendidos, que pretenden adquirir la categoría de hallazgos, juegan en contra de las aspiraciones del autor, que se sustancian en dar un nuevo enfoque a aquello que constituye la traducción poética, que, como queda dicho, el autor entiende como un acto creativo parejo al del autor primero.

El capítulo 3, dedicado a Nuevas Perspectivas, no aporta, en realidad, nada esencialmente nuevo, y muy pronto se cobra la impresión de que se quiere hacer casar corrientes teóricas en torno a los conceptos de poder, hegemonía, canon, estatus, etc., de forma indiferenciada con distintas épocas y autores, lo cual no acaba de verse concretado, por mucho que se acuda, de nuevo, a nombres totémicos que en ocasiones poco tienen que ver entre sí, de modo que aparecen ante nosotros en rápida sucesión, en poco más de veinte páginas, Shelley, Basnett, Frost, Benjamin, Venuti, Lefevere, Jakobson, Gentzler, Carbonell, Ortega, Hegel, Heidegger, Cervantes, Derrida, Paz, Machado, Bourdieu, Bhabha, Goethe, etc., etc. Y todo ello como base y sustento para introducir la tesis de que las traducciones, o reelaboraciones, que Pound y Bly hicieron desde el chino al alimón sirvieron para “atacar el canon, en primer lugar, y para abrir paso a nuevas formas de expresión, en segundo” (p. 60), lo cual se pretenderá demostrar también para Cernuda en relación con Hölderlin.

El capítulo 4 hace mención a una suerte de recetario por parte de Lefevere, Bly, Pound y Holmes para traducir poesía, llegándose a la conclusión final, esperable, por otra parte, que, ajenos a todo manual de traducción, es la “intuición y la pericia” (p. 68) del traductor lo que marca la diferencia.

Las partes más novedosas e interesantes de los capítulos quinto y sexto, que, a tenor del título del trabajo, constituyen el meollo del estudio, parten de la conocida inadaptación social de Cernuda, su desarraigo de un país y de una cultura al que se ve forzado a dar la espalda y la consiguiente búsqueda de nuevos espacios culturales y poéticos. Siendo así, encontrará en Hölderlin por encima de los siglos una fuente de inspiración, cuya locura, sobre cuya autenticidad se ha venido especulando, aunque el autor no se canse de insistir en ella, constituye otra forma, distinta, si bien también definitiva, de poner tierra de por medio.

Para su estudio, el autor puede atribuirse el mérito de haber acudido a fuentes primeras, como los archivos de la Residencia de Estudiantes, que sirven para afianzar algunos de sus planteamientos. A su vez, resulta plausible, y así lo demuestra, que fue la insatisfacción respecto a las corrientes literarias patrias lo que llevó a Cernuda hacia nuevos horizontes poéticos, y finalmente a la traducción, junto con Gebser, de algunos poemas de Hölderlin, lo cual acabó viéndose reflejado tanto en aspectos formales de su propia poesía (mayor extensión del verso, abandono de cierto histrionismo, uso del encabalgamiento) como en ideológicos o referenciales (el mundo mitológico).

Dicho esto, las partes más flojas del trabajo son aquellas en las que el autor se pierde en asuntos circunstanciales que poco o nada aportan a lo que quiere ser el hilo conductor y aquellas en las que la concatenación de supuestos (“quién sabe”, “podía haber sido”, “tampoco se sabe”, etc.) amenaza con poner en duda el conjunto mismo. Una cosa es plantear hipótesis, otra, convertir el propio trabajo en una hipótesis. Al mismo tiempo, se establecen, al igual que en la parte teórica, en estos dos capítulos paralelismos y se señalan similitudes u oposiciones que cuando menos resultan un tanto llamativos, pendientes de un quod erat demonstrandum y difíciles de asimilar. Para muestra, un botón: “La visión que Cernuda tendrá de Andalucía se asemejará mucho a la que Hölderlin tuviera de su Suabia natal, ambas bajo el signo del paganismo griego” (p. 116).

En la parte final del libro, Adrada de la Torre busca poner en relación postulados teóricos con prácticas traductológicas y poéticas, de tal modo que se suceden, ahora aplicados a Cernuda, conceptos como ideología, canon, poder, transculturalidad, etc. Sin embargo, una cosa es reinterpretar la historia, otra, querer ver el ayer a través del prisma de lo que para aquella es mañana. El valor de la traducción que Cernuda, con ayuda de Gebser, o más bien al revés, hizo de Hölderlin, y su poesía misma a partir de o en consonancia con el conocimiento de este, reside en la apertura hacia nuevos espacios y formas poéticas que una España cada vez más cerrada, intolerante y atenazada por su propio pasado le negaba.

Y es aquí donde reside el mérito del trabajo de Javier Adrada de la Torre, y no es poco: haber sabido plasmar que, en contra de todo intento reductor, el mundo de la poesía, y de la traducción poética, es, ha de ser, un espacio necesariamente abierto en que nada de valor puede surgir y nada puede perdurar sin un sentido profundo de lo que constituye la creación en libertad. A pesar de los reparos señalados, el trabajo presenta interesantes planteamientos y reflexiones que merecen ser desarrollados a través de nuevas investigaciones por parte del autor. Desprenderse de lastre teórico y una mayor definición y concreción respecto al objeto de estudio pueden ayudar sin duda a ello.

Arturo Parada
(Universidade de Vigo)

Anja Rothenburg: Literatur in der Diktatur – Diktatur in der Literatur. Einfluss und Auswirkungen franquistischer Zensur auf das Werk von Ana María Matute. Tesis doctoral. Berlin: edoc-Server der Humboldt-Universität zu Berlin 2021. 437 páginas.

Con su tesis doctoral Literatur in der Diktatur – Diktatur in der Literatur (“Literatura en la dictadura. Dictadura en la literatura”), Anja Rothenburg ha elaborado un trabajo que impresiona por el análisis minucioso de las circunstancias bajo las cuales tenían que publicar los autores y autoras españolas durante el régimen franquista señalando detalladamente qué influencia tenían las intervenciones de la censura en la creación literaria. Para su estudio de la censura, la investigadora basa su trabajo en un marco teórico amplio y transdisciplinar, lo cual supone un enfoque muy acertado dado que se trata de un proceso sociocultural muy complejo en el que intervienen componentes políticos, ideológicos, religiosos, económicos Las intervenciones en los textos literarios dejan huellas profundas también a un nivel individual afectando tanto a los lectores y lectoras como a la escritora, en este caso. Por esta razón, Anja Rothenburg no se basa solamente en un análisis cuantitativo, sino que lo completa por una interpretación cualitativa que es igualmente digna de mención. Consigue trazar en profundidad los procesos de censura en los textos de Ana María Matute y hacer visibles aspectos nuevos, hasta el momento desconocidos. De esta manera añade datos fundamentales al conocimiento sobre la censura en la obra de la autora española. Con su búsqueda exhaustiva en diversos archivos Rothenburg ha logrado basar su tesis en un fundamento muy sólido que da soporte a su trabajo que abarca más de cuatrocientas páginas.

Aparte de las eliminaciones censurales, la hispanista documenta y analiza las revisiones y la autocensura llevada a cabo por Matute misma, con lo cual Rothenburg presenta un trabajo muy completo que cierra lagunas importantes en la investigación sobre la creación literaria de la escritora española. Gracias a su amplio marco teórico, su trabajo supone, además, un enriquecimiento importante para el análisis de obras censuradas de otros autores y autoras tanto españoles como de fuera de España. En este contexto la hispanista Anja Rothenburg logra contestar dos preguntas relevantes: por un lado, nos proporciona una visión amplia sobre las consecuencias de la censura sobre aspectos narrativos del texto; por otro lado, muestra qué efectos tiene la censura a nivel de contenido y de estilo. Además, en su introducción, la autora hace mención que no se quiere limitar al análisis de los cambios sufridos en las obras literarias a nivel textual, sino que también integra en su trabajo la recepción de las obras de Matute tanto en España como en el extranjero. De esta manera, procura tener en consideración el papel de las lectoras y lectores que no se puede limitar solamente al censor como primer lector.

Este enfoque ambicioso está enmarcado en una supraestructura compleja y bien diseñada que se basa entre otros en el concepto de palimpsesto de Gerard Genette que Rothenburg conecta aquí con el término de la intertextualidad material, justificando y definiendo con mucho detalle los conceptos aplicados para su análisis de la censura. Crea así una serie de herramientas muy valiosos que indudablemente formarán parte de los recursos más relevantes de otros investigadores en el futuro. Para la elaboración de dichas herramientas incluye también, aparte de las ya mencionadas, las ideas del análisis de discurso de Michel Foucault. Describe mediante la relación sujeto-objeto el campo de tensión entre la escritora como objeto de censura y sujeto subyugado al mismo tiempo. Con la ayuda de las consideraciones de Judith Butler sobre la inscripción del saber en el discurso oficial dominante, Rothenburg nos muestra qué impacto tenían las intervenciones de censura en la génesis de dicho discurso y en los discursos de conocimiento y saber. La hispanista revela así el desequilibrio de poder vigente entre el censor o la censora y la escritora, desequilibrio reforzado por el hecho que el censor o la censora no solía aparecer como individuo sino esconderse detrás de un procedimiento administrativo que a su vez produce la escritora como sujeto sometido.

En sus explicaciones teóricas Rothenburg logra demostrar que la censura se puede interpretar como intervención violenta y cómo se establece de manera forzosa un diálogo entre la censora/el censora y el escritor/la escritora que se realiza de manera extra-textual pero se manifiesta finalmente en el texto mismo. Los cambios resultantes de este proceso y la mutilación de los textos son declarados como una forma de intratextualidad dado que nace una variante nueva del texto original.

Una inquietud destacable de Anja Rothenburg es hacer a los censores/las censoras visibles como agentes activos que, a pesar de actuar de acuerdo con una normativa muy restrictiva en el régimen franquista, disponían de cierta libertad a la hora de interpretar los textos. Esta libertad la usaron de muy diferente manera, con las consecuencias correspondientes para las obras censuradas.

En este apartado se hace visible un punto débil de esta tesis doctoral, porque a veces no se aplica de manera del todo acertada la terminología usada. Rothenburg habla, por ejemplo, de la deformación de la “esencia original” (p. 96) de las escritoras/los escritores debido a los procesos de censura, sin que se definiera con más exactitud esta originalidad. No obstante, y a pesar de este punto a criticar, hay que mencionar la gran cantidad de pies de página que proporcionan información adicional muy detallada sobre los diferentes procesos de censura y que son de un altísimo valor para las investigadoras/los investigadores del campo.

Obviamente, Rothenburg basa su publicación en el trabajo previo de otros científicos mostrando así su conocimiento exhaustivo del campo de investigación. En su mención de estudios de otros autores y autoras siempre incluye una lectura crítica de los mismos y los contextualiza de manera coherente. Con su presentación del estado de la investigación demuestra que se trata de un campo muy amplio que ya abarca numerosas publicaciones dignos de consultar. No obstante, la obra de Matute en el contexto de la censura no ha sido objeto de un análisis tan exhaustivo y profundo hasta el momento. En el suyo, Rothenburg traza primero el desarrollo de la carrera de Matute como escritora y su enfrentamiento con la censura franquista, mostrando como diferentes factores –el creciente éxito de Matute dentro y fuera de España y su reconocimiento a través de numerosos premios de literatura– le han servido como escudo contra intervenciones demasiado graves en su producción literaria. Sin embargo, también jugaron un papel importante en este sentido tanto las normativas de los diferentes ministros o directores del servicio nacional de archivos, como las de Javier Lasso de Vega, Gabriel Arias Salgado y Manual Fraga Iribarne que determinaron el destino de muchas publicaciones, entre ellas las de Ana María Matute. La forma en cómo se aplicaron estas normas se puede consultar en el trabajo de Rothenburg gracias a su análisis individual de las obras de Matute para lo cual ha logrado identificar a casi todos los censores/las censoras. Esto le permite a la hispanista acercarse a uno de sus objetivos principales que es hacer visible a las personas detrás de los procesos burocráticos de la censura.

Los análisis mismos de las diferentes novelas de Matute se estructuran siguiendo siempre un esquema similar: después de un resumen del contenido de la novela sigue una breve historia de la censura de cada obra, ante la que Rothenburg analiza el contenido que la escritora española se veía forzada a modificar. En este contexto Rothenburg detalla las consecuencias que estas intervenciones significaban para los textos originales, antes de concluir con comentarios más o menos exhaustivos sobre la recepción y traducción de las novelas, así como informes posteriores en el caso de reediciones. Esta estructura en el análisis resulta ser muy operable y aplicable a todas las novelas, lo cual facilita una lectura comparativa. No obstante, los resúmenes de las novelas podrían haber sido más concisos. Estos se diferencian también de los otros subcapítulos en el sentido de que las interpretaciones de los contenidos se realizan frecuentemente sin referirse a publicaciones de análisis literarios que existen acerca de la obra de Matute. De esta forma, algunas afirmaciones se quedan sin corroborar. También se podría haber evitado alguna imprecisión en la redacción. Se habla, por ejemplo, de la reacción histérica de uno de los personajes del universo literario de Matute (p. 150) sin cuestionar este adjetivo peyorativo, aunque se puede suponer que Rothenburg no lo ha aplicado de manera valorativa.

Otro aspecto a criticar es el análisis de la recepción de las novelas de Matute. El trabajo se hubiese beneficiado de un entrelazamiento mayor de los resultados de investigación con el planteamiento inicial del trabajo. En este contexto, la pretensión formulada en la introducción de iluminar también la perspectiva de los lectores/las lectoras resulta ser demasiado ambiciosa y de difícil cumplimiento: cómo los textos han sido recibidos y leídos con respecto a las intervenciones de censura permanece muchas veces en la oscuridad.

Sin embargo, el estudio mismo de los procesos de censura se lee casi como una novela policiaca y el entusiasmo y la dedicación con la que Anja Rothenburg ha llevado a cabo su minucioso trabajo de archivo se hacen palpables. Cabe destacar especialmente el análisis de la intervención de la censura en la novela Luciérnagas. El enfoque de la hispanista de analizar la transformación de Luciérnagas en una novela nueva bajo el título En esta tierra aplicando las teorías de André Lefevere sobre el rewriting es especialmente loable. Esta teoría que nace de los estudios de traducción e interpretación demuestra como Matute se convierte en la intérprete de su propio texto.

Rothenburg sabe presentar los datos de su análisis de manera tan ilustrativa que la lectura resulta ser apasionante. La búsqueda y asignación de los censores a cada proceso de censura adquiere casi carácter detectivesco, no obstante, sin perder de vista jamás el carácter científico del relato. Aquí se encuentra indudablemente la gran fortaleza de la presente publicación que de esta manera la convierten en única.

La tesis doctoral de Rothenburg se presta a ser consultada en su conjunto o como libro de referencia sobre las novelas individuales de Matute. Hágase el uso que sea, es incuestionable que la publicación de la hispanista Anja Rothenburg se convertirá en una obra de referencia en los estudios de censura y de la obra de Matute. En este sentido las incongruencias que Rothenburg revela en los diferentes procedimientos de censura resultan ser especialmente interesantes y esclarecedoras. Los censores/las censoras de Los hijos muertos, por ejemplo, interpretan la novela de manera muy dispar, lo cual nos muestra que la aplicación e interpretación de los criterios de censura podrían ser muy variados diferenciándose entre sí considerablemente. Además, a varios censores/varias censoras se les escaparon algunas “infracciones” relativamente evidentes contra la moral, cuestiones políticas o religiosas, de tal modo que finalmente llegaron a publicarse.

En sus conclusiones, Rothenburg subraya de nuevo de manera muy ilustrativa los puntos más importantes de su análisis y el desarrollo del proceso de censura en el caso de Ana María Matute. El creciente éxito de la escritora que estaba acompañado de un poder creciente para enfrentarse a la censura queda patente en el trabajo de Rothenburg, al igual que los mecanismos de auto-censura de la escritora. Una retroalimentación más profunda a las teorías presentadas en la introducción y la parte teórica hubiesen contribuido a completar las conclusiones. Sin embargo, la autora hace importantes referencias a otras lagunas en la investigación dignas de ser cerradas. Ella habla, por ejemplo, de la necesidad de un estudio de la censura bajo un enfoque de género. Para estas futuras cuestiones el trabajo de Rothenburg ha creado una base inestimable.

Johanna Vollmeyer
(Universidad Complutense
de Madrid)

2 LITERATURA LATINOAMERICANA: HISTORIA Y CRÍTICA

Alberto Hidalgo: Diario de mi sentimiento [1937]. Edición de Juan Bonilla. Sevilla: Renacimiento 2020 (Biblioteca de la Memoria, 86). 449 páginas.

Quien se interese en lo literario, especialmente en lo hispanoamericano (en este caso concreto, en lo argentino y peruano), está de parabienes: a más de ochenta años de su primera aparición, la editorial Renacimiento, que ya nos tiene acostumbrados a coups de esta clase, publica una reedición del famoso Diario de mi sentimiento, de Alberto Hidalgo.

Se acostumbra definir a Hidalgo como a un autor peruano, y lo fue de nacimiento, pero, de hecho, fue un autor argentino: se radicó en 1919 en Buenos Aires, donde murió en 1967, tras una larga y controvertida trayectoria. Hidalgo operó en numerosos diarios y revistas, publicó no menos de cuarenta libros en varios géneros (poesía, cuento, novela, teatro, traducción, panfleto), anudando amistades y celebrando entusiastas enemistades en el ámbito literario local. Precisamente el gusto de Hidalgo por la maledicencia (no desde la impune oscuridad, como se estila entre literatos, sino de manera gozosamente pública), su regodeo en el libelo desaforado e infamante, sus odios y pasiones, pueden haber sido otro motivo para que se silenciara su labor. “El genio del desprecio”, lo llamó Macedonio Fernández, padre de la vanguardia argentina.

Y finalmente, la política. Hidalgo ha sido tácitamente condenado tanto en nombre de un izquierdismo que no fue tan decidido como se pretende, como por sus desvaríos derechistas en la década del treinta: al igual que muchos otros por aquellos días, sintió imperdonables simpatías por el fascismo y, sobre todo, por el antisemitismo, según mostró Martín Greco al estudiar los aportes de Hidalgo al periódico católico-nacionalista argentino Crisol3. Pero sería confundir la historia de la literatura o la crítica literaria con la ética, si se acudiera a esos defectos personales para desentenderse de una obra artística.

Se acostumbra, igualmente, adscribir a Hidalgo a la prosapia futurista: filiación de la que él siempre renegó con vehemencia. Sus primeros intentos de literatura moderna surgen con el poemario Tu libro en 1922, y se prolongan con química del espíritu (1923). Con Simplismo (1925) alcanza la cúspide de su integración a la literatura vanguardista del momento. Conoce por esta época a Macedonio Fernández, a Borges y a muchos otros autores. Publica en Martín Fierro y Proa, y funda dos revistas: la inhallable Eldorado (1924) y Pulso (1928), de la que solo se conocen dos números, aunque tuvo seis. En 1926, invitó a Borges y a Huidobro a prologar la selección de poemas que él hiciera para su Índice de la nueva poesía americana. Los caminos de Hidalgo y del grupo de avanzada se separan a partir de 1929-1930. La única amistad que le queda de esos días es la de Macedonio, que continuará hasta la muerte de este.

El Diario aquí comentado contiene in nuce diversos esos aspectos de su obra. Por la riqueza y variedad de su contenido, el Diario de Hidalgo permitiría hacer una larga serie de trabajos, tanto de carácter histórico como literario, y hasta psicológico. Sería útil, por lo demás, intentar reconstruir la cronología de los capítulos, que Hidalgo se tomó el trabajo de descompaginar, según él mismo revela en el Prólogo. Aquí, sin embargo, me limitaré a hacer unos breves comentarios acerca de la publicación del libro, ya que subsisten algunas cartas de Hidalgo que permiten alumbrar algunos entretelones: una a Alfonso Reyes (a la sazón embajador mexicano en Argentina) y otra a Anna Melissa Graves.

La primera de las misivas elegidas es, en realidad, una circular: el mismo texto fue enviado por Hidalgo a diversas personas del mundo cultural argentino y americano. Es interesante, más que nada, porque muestra de qué manera Hidalgo encareció el volumen a sus futuros suscriptores:

Buenos Aires, Enero de 1937

Distinguido compañero:

Me he decidido a publicar un diario que escribo desde hace más de quince años. Por supuesto, ni siquiera lo he ofrecido a los editores. ¿A qué editor podría interesarle algo tan íntimo, tan personal, como un diario? Además, se trata de una obra en que la violencia llega a lo inaudito, una violencia de expresión tan extrema como no se conoce en idioma castellano. Por eso mismo, semejante libro no debe ser objeto del comercio común de las librerías. Debe circular solo entre cierta gente: escritores, artistas, amigos. Los originales alcanzan a dos mil páginas, en las que está expresada la reacción de un hombre sin pelos en la lengua, frente a una multitud de problemas de la literatura, las otras artes, la política, la conciencia y la vida. Usted puede no pensar como yo, y aparte la emoción que le cause mi juicio, afectuoso o agresivo, sobre su persona, –si hay alguno–, estoy seguro de que leerá mi libro de cabo a rabo. Pero el costo de impresión es enorme, a causa de la cuantiosidad de sus páginas y el tiraje, naturalmente, reducido, como que acaso no llegue a los trescientos ejemplares. Los escritores, los artistas, los amigos, pueden costear la edición. Le ofrezco, pues, un ejemplar, al precio de $ 5.- moneda argentina. Envíeme su importe, al recibo de la presente o después, al recibir el volumen, como le sea cómodo. Lo necesario es que yo conozca su decisión, para establecer el tiraje. Cheque a mi nombre o giro postal o bancario a: Cerrito 484, Buenos Aires.

Reciba mis atentos saludos.
Alberto Hidalgo

Los primeros pasajes de la carta intentan suscitar la impresión de que se trata de un diario íntimo. Pero según surge del Prólogo, ese género no merecía a Hidalgo un juicio favorable, a pesar de que en su libro Jardín Zoológico (1919, 239-308) había incluido “Átomos. Apuntes para un diario íntimo”.4 Las anotaciones, repartidas en 200 capítulos, no son de carácter personal, sino mayormente literario, si bien están teñidas del idiosincrático natural de Hidalgo, y tienen a menudo el carácter de libelos destinados a difamar o a agredir a ciertas personas del mundillo literario y/o político. Buena parte de los capítulos que integran el libro había aparecido ya en la prensa (sobre todo argentina; algunos capítulos en la peruana). Así ocurre, por ejemplo, con el capítulo 88, que fue publicado bajo el título “Viaje a Delteil” en Martín Fierro 21, Buenos Aires, 28 de agosto de 1925. El mismo Hidalgo recuerda al final del capítulo 148 que otro texto suyo sobre Delteil apareció en La Gaceta de Buenos Aires de agosto de 1934, bajo el título “Regreso de Delteil en robe de champs” [sic], y fue luego reproducido en el número 4 de la Revue Argentine (París).

Otros capítulos aparecidos en medios hemerográficos son, por ejemplo, “Filosofía de cualquier barba”: Mundial 564, Lima, junio de 1931, 47 (capítulo 7), y el titulado “Arco para que pase Reverdy”: Poesía 1-2, Buenos Aires, junio de 1933, 8, 10 y 11 (capítulo 164; en la misma revista, número 6-7, de octubre-noviembre de 1933, aparecieron poemas de Pierre Reverdy traducidos por Elvira Martínez de Hidalgo, su esposa, fallecida en junio de 1932.) En su Tratado de poética (1944, 92, n. 23) Hidalgo relata que publicó “allá por 1934” una nota sobre Jean Cassou “luego incluida en mi Diario de mi sentimiento”.

En un pasaje posterior del Prólogo, Hidalgo da a entender que su libro contiene “solamente la tercera parte” de lo que anotara o publicara entre 1922 y 1936. Los otros dos tercios no parecen haberse conservado, aunque Hidalgo había planeado publicarlos: así puede entenderse el anuncio contenido en la página 2 de su poemario Espaciotiempo (1956), donde lista sus obras y, entre ellas, como “inéditos”, los siguientes dos títulos: Segundo Diario de mi sentimiento y Tercer Diario de mi sentimiento. Ya en 1938, en carta adjunta a Dimensión del hombre, menciona de pasada su Diario, y agrega: “¡cuyas segundas partes han de ser buenas!”. Cuando menos esa segunda parte fue preparada para su publicación: en carta a la poeta Madga Portal, del 8-X-1961, Hidalgo afirma: “He estado sumamente ocupado, preparando los papeles de mi tremebundo Segundo diario de mi sentimiento”. Imagino que la intención de dar a luz esos volúmenes fue finalmente descartada o, cuando menos, obstruida por cuestiones económicas.

Paradójicamente, la falta de dinero había conducido a que Hidalgo se dedicara a compaginar la primera edición. En El Mundo de Buenos Aires del 21-III-1932 apareció la siguiente noticia:

Ha vuelto al país de Chile, de París, Alberto Hidalgo. Mientras busca trabajo –que no lo encuentra– escribe. Escribe un libro terrible –dice– que hará conmover al público de Buenos Aires. Un libro envenenado, sangriento. “Ante esa amenaza –nos dice un escritor, que probablemente será su víctima– no habrá más remedio que interceder ante el General y conseguirle un empleo laborioso”.

La otra carta de Hidalgo sobre el Diario se conserva en la Peace Collection del Swarthmore College (Swarthmore, Pennsylvania), entre los papeles póstumos de Anna Melissa Graves (1875-1964), una escritora, maestra, viajera y pacifista norteamericana. La carta carece de destinatario, por lo cual no queda claro si Hidalgo la remitió directamente a Graves, o si esta la recibió por otro conducto. Esto no es improbable, ya que ella estaba en contacto epistolar con autores peruanos, como Luis Alberto Sánchez, Alfredo González Prada y Magda Portal (todos ellos relacionados con Hidalgo), de quienes se conservan varias cartas en el mismo archivo. Además, la carta está dirigida a un “Distinguido compañero”, pero ello puede deberse a que también en este caso se trata de una circular, mecanografiada, que reproduzco a continuación:

Buenos Aires, julio de 1937

Distinguido compañero:

En los primeros meses de este año, resolví comenzar la publicación del Diario que escribo desde hace quince. En seguida, al revisar mis cuantiosos originales, advertí que ningún editor querría publicarlos: en sus páginas quedan ofendidos los más caros sentimientos de los imbéciles que pueblan el mundo en proporción no inferior al 90%, como usted sabe.

Pensé que solo yo mismo podría afrontar las molestias leguleyas y de otro orden con que las víctimas me saldrían, según me salieron, al paso. E inventé una subscripción entre escritores de América para editar el libro. 400 de ellos respondieron afirmativamente al convite, y el primer tomo dejó oír sus cañonazos allá por marzo. La circular correspondiente no llegó a usted por ignorancia de sus señas. Pero ahora le ofrezco el volumen por el precio de $ 5, moneda argentina. Consta de casi 400 páginas, y usted podrá recibirlo enviándome un giro postal o bancario a: Cerrito 484, Buenos Aires. Asimismo, me complazco en pedirle que, en caso de hallarse usted demasiado pobre, se sirva manifestármelo para remitirle gratuitamente un ejemplar, sin pérdida de tiempo.

Prosa acerada, prosa mía, es decir, cátedra de estilo; generosidad de imágenes; sinceridad, hasta el cinismo, revelaciones de la mala vida literaria, enjuiciamiento, impío o reverente, de muchos escritores (acaso de usted mismo) y el libelo más admirable, por su belleza y su atrocidad, que se haya escrito jamás en idioma castellano: todo eso contiene mi Diario. Además, con su edición he querido presentar al juicio de usted la forma de ella, que tiene tres virtudes: independencia del escritor profesional, elección de los propios lectores y equitabilidad de que el escritor pague alguna vez los libros de sus colegas.

Espero sus órdenes para cumplirlas, y lo saludo atentamente.

Alberto Hidalgo

No cabe duda: el libelo bello y atroz al cual alude Hidalgo es el que dedicó en 1932 a un político peruano: “Sánchez Cerro o el excremento” (capítulo 169), reproducido en el ya citado volumen De muertos, heridos y contusos (2004, 99-108). Seguramente debido a los agravios que contiene, el libro no recibió la atención merecida en los periódicos de la época, que optó por ignorarlo. Hoy, desde una perspectiva histórica, podemos valorar mejor esa suma de ensayos breves. La reedición que para nuestro solaz ofrece ahora Renacimiento consta de un prólogo de Juan Bonilla, no exento de errores de detalle (7-14), de una brevísima bibliografía (15), y de serviciales notas a algunas personas mencionadas en el libro (415-439). Esta edición opta por incluir en la portada un retrato de Hidalgo realizado por el martinfierrista Dardo Salguero Dela Hanty (la original estaba ornada por un impresionante retrato hecho por Emilio Pettoruti, con quien Hidalgo mantuvo amistad y correspondencia, reproducida en el último capítulo de García / Greco 2020). Por lo demás, un volumen de impecable factura, que promoverá numerosos estudios.

Carlos García
(Hamburg)

Daniel Graziadei / Michael Rössner (eds.): La narración entre lo fantástico y la posmodernidad. Adolfo Bioy Casares y Julio Cortázar. Hildesheim / Zürich / New York: Georg Olms Verlag 2020. (Teoría y Crítica de la Cultura y Literatura). 165 páginas.

El número de trabajos que han definido y analizado lo fantástico en la literatura ha sido sumamente prolífico. Desde el estudio ya clásico de Tzvetan Todorov, Introducción a la literatura fantástica (1968), diversos autores han buscado hacer su aporte a partir de examinar tanto a escritores y obras específicas como a la historia crítica del género. Las intervenciones se han preguntado por los orígenes, las características y los límites propios, pero también han procurado expandir el cerco del modelo genérico al entenderlo como una actitud, un modo o una lógica narrativa (Bessière 1974, Jackson 1981, Ceserani 1996, Campra 2008). La revisión constante del fantástico ha tenido que ver con la mutación y desarrollo propio de los géneros, cuya variación histórica depende de su localización, organización socio-cultural y apropiación singular. Con el cambio de coyuntura, nuevas investigaciones continúan interrogándose por la relevancia y vigencia de un género que ha emergido hace dos siglos atrás.

En esta línea se sitúa el presente volumen, La narración entre lo fantástico y la posmodernidad, editado por Daniel Graziadei y Michael Rössner. A partir de una mirada crítica que juega entre pasado y futuro, el libro analiza, desde su recepción en la actualidad, la producción de dos escritores argentinos del siglo xx, Adolfo Bioy Casares y Julio Cortázar. La importancia de esta antología no solo radica en la novedosa puesta en diálogo entre estos, sobre todo, reside en aquella proposición que se desprende de todo el trabajo, la contemporaneidad que tiene el fantástico como género en la posmodernidad.

El germen de este volumen se inicia en 2014, en las celebraciones del centenario del nacimiento de ambos autores. El vínculo entre ellos pareciera mitigarse ante la posición concéntrica de Jorge Luis Borges como influencia mediadora. Sin embargo, en los dos escritores se puede hallar la misma apuesta por una literatura fantástica que se constituya como un espacio de experimentación estética. Esta postura coincidente es la que estructurará los trabajos alrededor de la pregunta por el entrecruzamiento entre los procesos del fantástico con aquellos procedimientos que definen a la estética posmoderna. El libro está dividido en dos grandes partes: la primera, titulada “Bofetadas poético-fantásticas: lo fantástico entre romanticismo, vanguardias y posmodernidad”, contiene seis capítulos. En el primero, se incluye la introducción y presentación de los editores del libro mediante un resumen de cada apartado. En el segundo, Mariela Ferrari, en su artículo “Percepción, narración y lectura en el prisma textual: Hacia una definición de lo fantástico y su aplicabilidad a la obra de Adolfo Bioy Casares”, se propone aplicar la definición de Todorov acerca del género como una narrativa de confrontación o transgresión de órdenes para demostrar los límites de la misma. Estudia dos obras, La invención de Morel y El sueño de los héroes, en las cuales encuentra que los temas y estructuras fantásticas de desestabilización no solo ponen en duda la realidad intratextual, sino que, sobre todo, le permiten al escritor, a partir de su confrontación con lo histórico, desmitificar la categoría de lo real extratextual. En Bioy Casares, entonces, el género rebasa los lindes de la experiencia narrativa para establecer una postura acerca de la naturaleza polifónica, contradictoria e inestable de los discursos.

En el tercer capítulo, “Paréntesis en la realidad. Lo fantástico en los cuentos de Cortázar”, Florencia Sannders retoma el concepto paréntesis de realidad que Julio Cortázar expone en la conferencia “El sentimiento de lo fantástico” de 1982 para poner en duda la definición clásica del género. Comienza por rastrear las influencias que tiene Alfred Jarry, precursor del surrealismo y del teatro del absurdo y seguidor de la patafísica, en el autor argentino. Y así poder demostrar cómo la concepción filosófica de este último, acerca de la realidad extraliteraria, conlleva una nueva configuración del fantástico en su narrativa. La cotidianeidad, que se creía tradicionalmente regida por reglas racionales, en este caso se derrumba, la objetividad es solo aparente y es el fenómeno fantástico como paréntesis lo que permite ver esas fisuras. Esta actitud neovanguardista, en la que vida y arte se ven unidas, lo que quiebra cualquier pretensión de clausura y categorización definitiva.

En “Ausencias. Estructuras temporales y espaciales en textos de Julio Cortázar y Adolfo Bioy Casares”, Nora Zapf elige el concepto de ausencia como representativo tanto de la narrativa fantástica como de la teoría de la posmodernidad de Derrida y Renate Lachmann. Este tema se vuelve un hilo conductor que se materializa en los cuentos que analiza como una distancia espacial y una ausencia temporal, es decir, la experiencia fantasmática se construye desde un pasado que se hace presente, a partir de un recuerdo, y un espacio que se vuelve desvío, desplazamiento. Esta utilización (neo)fantástica del cronotopo, en donde todas las categorías conviven y se mezclan, les permite a ambos escritores quebrar aquella lógica de verdad unívoca, para conformar una experiencia relativa y permeable, dependiente de la pluralidad de los sujetos, en otras palabras, posmoderna.

En el quinto capítulo, titulado “Laberintos inquietantes: Intertextualidad y lo fantástico en Adolfo Bioy Casares y Julio Cortázar”, Laura Kohlrausch analiza, en “Las armas secretas” de Cortázar y “La trama celeste” de Bioy, cómo el uso lúdico de citas y procedimientos intertextuales posibilitan la elaboración del efecto inquietante del género. La autora retoma el concepto de causalidad mágica borgeano para demostrar que la intertextualidad no sólo pretende una lectura activa, también es empleada para desestabilizar la causalidad de las leyes naturales, tal como lo hacía Borges, y así producir una vacilación de lo que se entiende por realidad. Otras finalidades que halla son la creación de un mundo “realista” a partir de datos históricos conocidos como base de los cuentos, en el caso cortazariano, la textualización de presentimientos inquietantes en el inconsciente de las figuras, y la producción del efecto inquietante fantástico mediante la imposibilidad de asegurar la división entre lo que se lee y la realidad extratextual del lector.

“¡Islas fantásticas! Espacialidades insulares entre lo (neo-)fantástico y la posmodernidad en las obras de Adolfo Bioy Casares y Julio Cortázar” es el último capítulo del primer apartado. En él, Daniel Graziadei analiza el fenómeno de la insularidad para dar cuenta de cómo la función (neo)fantástica coincide con el objetivo posmoderno de repensar la tradición cultural a partir de romper con el totalitarismo de las grandes verdades y explicaciones unívocas. Tanto en La invención de Morel y Plan de evasión de Bioy Casares como en “La isla a mediodía”, “Naufragios en la isla” y Adiós Robinson de Cortázar, la nissopoiesis muestra una clara conciencia de los escritores de los estereotipos y usos ideológicos que han tenido las islas en la historia literaria. Por ello la intertextualidad aparecerá como un diálogo alusivo de recodificación de ese pasado colonial, de exotismo y otredad. El género les permitirá a ambos poner en crisis toda interpretación autoritaria a partir de la inestabilidad, apertura y pluralismo tanto de los espacios como de los personajes. Las estrategias narratológicas del fantástico y el posmodernismo se unen en estos textos para reorganizar y destituir las configuraciones y clasificaciones insulares del archivo imperialista.

A lo largo de esta primera parte, el volumen hace foco en aquellas funciones narrativas específicas del fantástico que están en diálogo con la estética posmoderna. El recorrido de los diferentes artículos permite ver los límites que la definición clásica del género significa para estos escritores argentinos, razón por la cual los críticos optan por el concepto de neofantástico (Alazraki 1990) como distintivo de esta literatura que se aleja del siglo xix, al entender la propia realidad como una máscara falsa detrás de la que se oculta otra realidad desconocida. Esta desmitificación y finalidad subversiva es la que los autores conectan con la actitud de la posmodernidad, de crisis y quiebres de los grandes relatos históricos colectivos.

La segunda sección del libro, titulada “Transmedialidades y translaciones”, comprende cuatro artículos que hacen hincapié en los fenómenos posmodernos de la traducción cultural, la translación y la transmedialidad. En el primer capítulo, “Los medios en las novelas ‘insulares’ de Adolfo Bioy Casares”, David Klein retoma las definiciones de posmodernidad de Wolfgang Welsch (1988) para estudiar los efectos anticipatorios que tiene la presencia técnica de los medios de comunicación en las novelas insulares de Bioy Casares, La invención de Morel y Plan de evasión. En ellas entrevé que la convivencia plurimedial del cine, los diarios, la literatura, la fotografía, la música, demuestran la imposibilidad de un acceso unívoco a lo real, en otras palabras, en estas narrativas se evidencia que la percepción humana de la realidad depende de la perspectiva que cada aparato y medio produzcan de la misma. La estructura fantástica es la que permite en ambos textos fundamentar la coexistencia de mundos múltiples e incompatibles que se producen y reproducen, a la vez que se evidencia el carácter convencional y relativo de ese artificio que es la experiencia tecno-mediática posmoderna.

En el segundo capítulo, “En torno a los poderes adictivos de tecnologías real-fantásticas releyendo La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares”, Hermann Herlinghaus discute la interpretación del prólogo que hace Borges de la novela de Bioy Casares como antipsicológica a partir de proponer una lectura farmacológica que se aleja de lo metafísico para dar cuenta del aspecto antropológico de la experiencia psicotrópica del protagonista. En este caso la explicación de lo narrado no dependerá de su inscripción en el fantástico, sino, por el contrario, obedecerá al fenómeno farmacológico de las alucinaciones y adicciones humanas. El fugitivo de La invención de Morel percibe una realidad diferente debido al delirio y deseo que le genera su fijación por Faustine, esta compulsión lo lleva a una alteración de conciencia que Herlinghaus vincula a la experiencia de percepción que la industrialización y urbanización producen en la cultura afectiva de los ciudadanos. La inestabilidad, entonces, que deviene de una imaginación o alucinación que se vive corporalmente es la que resulta en un hombre perseguido en el que conviven diferentes estratos de realidad.

En el siguiente artículo, titulado “Translaciones del peronismo: Puesta en escena de un régimen y su translación en la obra literaria de Bioy Casares y Cortázar”, Michael Rössner examina el concepto de traducción cultural de la teoría poscolonial de Homi Bhabha (1994) para rastrear, en primer lugar, las translaciones llevadas a cabo por el propio peronismo con respecto al discurso independentista del régimen de Rosas, la agenda propagandística utilizada por los sistemas totalitarios europeos de los años 20 y 30 y el imaginario religioso cristiano. En segundo lugar, analiza la translación como una estrategia literaria que Cortázar y Bioy Casares emplean a la hora de representar el antiperonismo en sus narrativas mediante un posicionamiento antitotalitario transclasista que se construye a partir de diálogos que se establecen en forma de intertextos, como puede ser el caso de Bioy y Borges con respecto a El Matadero de Echeverría, o en una translación de las experiencias de violencia vividas por los escritores en el contexto socio-político del primer peronismo, como parte de la trama de sus historias.

En el último capítulo del volumen “Cortázar y la literatura de la finitud”, Walter Bruno Berg vincula literatura y muerte a partir de analizar la “finitud” como un concepto que define no sólo la existencia humana, sino también la poética cortazariana. En oposición al infinito borgeano, Cortázar erige su literatura desde la experiencia vital de aquello que surge como “circunstancia”. La representación de esta vivencia artística aparece configurada en la finitud como emblema de muerte. Tanto en “El perseguidor”, Rayuela como en “Las babas del diablo”, Berg halla una concepción del arte que está determinada por sus limitaciones espacio-temporales. La música, la fotografía y la literatura surgen como testimonios de una muerte, de un lenguaje acabado e incierto, de un mundo inmanente que ya no está.

La narración entre lo fantástico y la posmodernidad es una antología de trabajos críticos que logra abarcar diferentes facetas de la posmodernidad como fenómeno multidimensional que atraviesa y que se impone como una nueva concepción que redefine todos los campos culturales del ser humano. En el caso de Julio Cortázar y Adolfo Bioy Casares, los cambios coyunturales junto con las reformas que postularon las vanguardias, les permitieron concebir una literatura que se anticipó a las futuras generaciones, al proponer una estética que respondía a la necesidad de romper con aquellos cimientos que la tradición había mitificado. El fantástico funciona, gracias a ello, como el espacio ideal de experimentación ya que éste se erige a partir de una actitud subversiva que desconfía y quiebra todo intento de racionalidad, esquematismo y ordenamiento natural. Como demuestran los autores de este libro, cuando el propio concepto de realidad queda sujeto a revisión, este género se vuelve un epítome central de la experiencia posmoderna.

María Uehara
(Universidad de Buenos Aires)

Jan-Henrik Witthaus: Endspiele des Caudillo. Versuch über den Diktatorenroman in Lateinamerika. Frankfurt am Main: Vittorio Klostermannn 2019. 174 páginas.

En la agrupación social (la comunidad, la nación, el país) se configura en cierto modo una suspensión aparente de la finitud mediante la recurrente transmisión y asunción de las funciones de los muertos: cada individuo carece de especial importancia para el todo y las cosas prosiguen su curso ordinario cuando uno exhala el último suspiro. El ciclo vital de las generaciones no solo entraña una gestión administrativa del paulatino perecimiento de los antes nacidos, del envejecimiento de los más jóvenes y de la previsión de descendientes: ese ciclo mismo (por encima de sus imperativos biológicos) está institucionalizado a través de un marco de reglas. Aunque para la autoconciencia de cada uno resulta esencial la definida posición que ocupa en tal proceso, esa posición no está circunscrita a los límites de la vida personal, sino que exhibe hacia delante una peculiar abertura o dilatación. Participamos en múltiples empresas de largo alcance (el avance de la ciencia, la educación, la planificación política, la evolución del arte, la conservación del medio ambiente, la implantación o erradicación de unos u otros hábitos, la estabilidad demográfica, el bienestar general…) que trascienden el lapso de la vida propia: al sentido de la activa participación misma subyace el interés en un más allá de esta vida (como, sin connotación religiosa alguna, argumenta Samuel Scheffler en su celebrado libro Death and the Afterlife).5 Nuestros fugaces actos correspondientes sobreentienden un cuasi intemporal acervo comunitario. Quien se afana por cultivar el español escrito no supone que el uso literario de la lengua vaya a ser desterrado en un futuro no lejano; la ciudadana atenta a sus deberes no puede imaginarse un mundo próximo sin polis alguna; el progenitor responsable, una sociedad sin vínculos familiares. Certezas sobre acontecimientos de muy largo plazo no son, al menos en principio, relevantes aquí para el largo plazo: la deriva de los continentes o el apagamiento del Sol, con la consiguiente extinción de la vida sobre la Tierra, se ubican en otra dimensión cronológica que el sombrío panorama de la catástrofe climática que hoy se cierne sobre nuestros descendientes y tantas protestas desata. La misma cohesión de la autoconciencia nos impele, así pues, a adoptar una perspectiva allende la existencia individual, pero dicha perspectiva se amolda a las evaluaciones de una integradora narración posible en la cual puede ser reconocido el papel de cada uno. En la interpretación que Alexandre Kojève daba a Hegel, la plena autoconciencia entraña precisamente el deseo de que el valor que uno mismo a través de sus actos personifica pueda ser, rebasando la vida propia, un valor reconocido por otros.6

Claro está que un compromiso moral con el más allá que la posterioridad representa no es la única forma de regulada proyección individual en el futuro, como Jan-Henrik Witthaus se ocupa de recordarnos en su sugestiva obra Endspiele des Caudillo. Versuch über den Diktatorenroman in Lateinamerika. En relación a la monarquía inglesa de la dinastía Tudor y a sus inmediatos sucesores, el decisivo estudio de Kantorowics sobre “the king’s two bodies” ya había analizado en los años cincuenta del pasado siglo la ficción político-fisiológica de la doble entidad del rey, quien poseería una corporeidad fugaz, sustanciada en su mortal existencia, y a la par otra perenne, cimiento de una monarquía sin plazo.7 Este artificio jurídico fundaba un absolutismo en el que las debilidades y responsabilidades del “cuerpo natural” no se transferían al “cuerpo político”, cuya consolidada potestad intangible “borraba” las imperfecciones del primero. Se garantizaba de este modo la pervivencia del régimen de gobierno tras los pasajeros días del tachoso soberano a través de la encarnación de su funcional parte inmortal en un príncipe heredero, en el seno de un proceso recursivo. Las depredadoras dictaduras no dinásticas, en cambio, carecen de esta función transferible (aun cuando el delirante tirano supremo de Roa Bastos la invoque); forzoso resulta entonces que la consiguiente reducción del dictador a su corporeidad efímera repercuta tanto en su propia visión de sí mismo como en la artificiosa proyección pública de su imperiosa personalidad. Ello es tanto más así cuanto que su masculina personificación de las ideas del régimen político que preside es toda la esencia de estas mismas: la imaginaria legitimidad de su gobierno está avalada al fin por su sola materialidad personal. Jan-Henrik Witthaus ofrece en su libro un fino análisis de esa fenomenología del perecedero cuerpo del déspota que se halla destilada en las más célebres novelas de dictadores en lengua castellana. Dado el simulacro de justificaciones (la amenaza comunista era antes la más reiterada) con que después de todo pretende apuntalar un poder devastador, el dictador no puede conformarse con el dudoso renombre póstumo de un puro erostratismo, renovado en el rigor que él impone a sangre y fuego. Y el tipo de virilidad que representa no es tampoco afín al afectado ademán barroco del “¡Muera yo, viva mi fama!” que en su última hora profiere el Rodrigo Lara de Las mocedades del Cid. Las reflexiones de Witthaus quieren ser ante todo un ensayo acerca de la efímera condición de la corporeidad dictatorial, por cuanto ella en sí socava al fin la pretensión de soberanía absoluta y, sin proyección alguna hacia el futuro, determina la frustración de un reconocimiento auténtico y duradero en un secular más allá. La investigación llevada a cabo comprende ciertamente muchos otros interesantes aspectos de las novelas consideradas, pero esa es al fin la firme hebra que hilvana las diversas (y sustanciosas) digresiones en conjunto.

Ya se trate del dictador fiel a la exhortación de Saavedra Fajardo de “más se respeta lo que está más lejos”, o del caudillo populista que escenifica su cercanía al pueblo: ambos tipos de hombres fían la suerte de su carisma en una fuerza y vitalidad propias que, antes que tarde, se revela un espejismo. La supuesta incorrupción de los cadáveres de la esposa del dictador en El recurso del método, o de la madre del singular patriarca pintado por García Márquez, son parodias de las tópicas santificaciones que envuelve el embalsamiento de todo líder fallecido (sea Hugo Chávez, Eva Perón o Francisco Franco), así como de las novelescas vicisitudes efectivas de algunos de esos cuerpos momificados. Witthaus muestra bien cómo en las novelas de dictadores se ejemplifica de modo más realista que mágico la mascarada del cesarismo iberoamericano, el cual, por la teatralidad de sus manifestaciones, al cabo imita modelos simbólico-literarios. Especial atención merecen en el ensayo de Witthaus, a mi juicio, las perspicaces observaciones acerca del complejo cruce de perspectivas en las novelas analizadas (que constituyen una indisputable selección de clásicos modernos): con la patente declinación de su energía y virilidad el fatigado caudillo pierde la escenificada base de reconocimiento público, y entonces dirige obsesivamente la mirada hacia la mirada que los otros dirigen hacia los signos de su declinar. Percibe entonces (dicho en categorías hegelianas) que la percepción de tal menoscabo impulsa al siervo a albergar un ideal de autonomía, de ser-para-sí, cuyo valor (en las simples transformaciones operadas por el trabajo, pero también con actos rebeldes o el asesinato político) trasciende la temporal existencia servil. Mientras que el siervo encarna así “espíritu objetivo”, superando en la calidad de su actuar el temor y encadenamiento a la muerte, el único valor que en cambio cuenta para el amo y señor, el dominio unipersonal sobre los demás, se va consumiendo a la par que su fuerza física y se desploma con su inminente óbito. La fundamental falta de reconocimiento del siervo por parte del amo impide que este mismo pueda aspirar a un “verdadero” reconocimiento: ello mina la omnipotencia del dictador, abocándolo a un grotesco otoño final de gestos crispados y pérdida de control (también sobre las funciones del dolorido cuerpo). No otro es el tema común, subraya Witthaus, a las grandes novelas por él tratadas, que estas exploran exhaustivamente con hábiles técnicas narrativas y rica polifonía de voces. Para bien apreciar el fruto de tal exploración Endspiele des Caudillo nos brinda una muy encomiable guía.

Manuel García Serrano
(Universität Kassel)

Carolina Benavente: Escena menor. Prácticas artístico-culturales en Chile, 1990-2015. Santiago de Chile: Cuarto Propio 2018. 342 páginas.

Ahora, con el nuevo gobierno en Chile y su presidente electo de 35 años, Gabriel Boric, el libro de Carolina Benavente sobre una escena menor adquiere una nueva actualidad. La autora comenta distintas prácticas artísticas en formatos no canónicos realizadas por jóvenes a partir del final de la era Pinochet. Divide sus treinta capítulos en tres secciones cronológicas: los años noventa, los dos mil; dos mil once y después.

La primera sección circunscribe lo doloroso de un nuevo comienzo. El primer texto, “Una isla en el Mar de la Nada: Clamton”, refleja la atmósfera en el país en 1990, como una isla en el Mar de la Nada. El texto es un homenaje al autor de la primera historieta en formato libro “al estilo de las bédés francesas” publicada en el país, Historias, planetas, cerebros y átomos (1990), una edición ya con gran valor anticuario. Clamton (Clam, Qlamton Qlam, Kam Kam) es el nombre de artista de Claudio Galleguillos (1968-1994), quien expresó su “pensar vegetal” en dibujos y textos. No estuvo aislado, sino que formó parte de un circuito alternativo que buscaba nuevas formas de visualizar sus ideas usando medios hasta entonces desconocidos, como una carta sónica. Aparte de localizar sus historias en espacios cósmicos y microscópicos, como una inversión del surrealismo por medio de la historieta, estaba alerto a los eventos sociales y políticos.

Benavente también llama la atención sobre actos como los descritos en “Maniquíes en el Mapocho: Historia de unos cuerpos”. En los primeros años de la década de 1990 seguía existiendo una especie de autocensura, de no hablar en público de los hechos trágicos. Como contrapunto, un grupo de hijos de militantes víctimas de la represión arrojó del puente Pío Nono un conjunto de grandes muñecos a la corriente del río Mapocho el día 11 de septiembre de 1991, para evocar el destino de numerosos detenidos desaparecidos. Estas acciones artísticas se discuten en el contexto de los eventos contemporáneos como la creación, bajo la presidencia de Patricio Aylwin, de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (CNVR) y su informe Rettig.

De una manera hábil, Benavente misma se muestra presente en todos estos “activismos” y otras prácticas que documenta e ilustra con fotografías en gran parte suyas. Aparentemente, después de haber regresado en 1989 con su familia de México y Francia, donde habían sido refugiados políticos, se propuso seguir de cerca las manifestaciones artísticas de los jóvenes en camino de experimentar con sus capacidades imaginarias después de 17 años de dictadura militar. En busca de nuevas maneras de interactuar con el mundo, eran aficionados a la música y la vestimenta, lectores ávidos de libros y diarios y comenzaron a usar las nuevas tecnologías.

En la segunda sección, “los dos mil”, ya con más apertura pública, se celebran los “Treinta años, treinta años después: Conmoción Arte de Acción” para conmemorar la muerte en combate de Miguel Enríquez, secretario general del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), el 5 de octubre de 1974. En 2004, se organizó una intervención mediante un evento de pintura in situ en la plaza San José de Maracaibo, “cercana a la casa de la calle Santa Fe donde fue abatido el dirigente político” (p. 152). Basada en el sentimiento que “el movimiento político estaba congelado” se consideraba que había una necesidad de no fijar el contorno de un ídolo en su recuerdo, sino de “reactivar su impulso en nosotros y en la comunidad, desde actuales coordenadas sociales” (p. 153).

Otro capítulo es una conmemoración de una joven amiga, la “Reina de tréboles. La Jo”, María José Gutiérrez Fernández (1976-2003), una muchacha tatuada con tréboles, amiga del espiritualismo y fascinada por los celtas: “Me explicó que era necesario aficionarse a algo, lo que fuera, para no sucumbir al vacío o a la nada” (p. 135). Con ella y su tribu, Benavente se reapropió de las calles de Santiago imaginando mundos alternativos, con vestidos excéntricos, leyendo y escribiendo, bailando.

Y, finalmente, en la tercera sección “2011 y después” parece por fin llegar la alegría, “el carnaval político estudiantil (p. 245): “Cuerpos pintados contra los aranceles universitarios, profesores-taxi con una pancarta de boleta de honorarios, acrobacias ninja frente a fuerzas especiales, el remake masivo de ‘Thriller’ en La Moneda, bombardeos de pintura a los carros policiales, una embestida de guanacos de cartón, lienzos multicolores, globos, challas y una gigantesca pintura pop colgada en la Casa Central de la Universidad de Chile, simulacros de suicidio, besatones y masturbatones, cumbias subversivas en las plazas, consignas para reír, bailar y protestar, una marabunta de pegatinas, grafitis y esténciles transformando la cara de la ciudad, bombos batuqueros, cantos, cornetas, vuvuzelas, y entre las casi quinientas mil personas que marcharon a lo largo de todo Chile el jueves 30 de junio de 2011, sería interminable hacer el listado de acciones festivas por el cambio en la educación” (p. 245).8

Esta manifestación se siente como una liberación histórica, después de tantos años de una política de “parcos hombres discurseando ante micrófonos, entregando propuestas con calculadora en mano, llenando nuestras cabezas de tecnicismos, de resquicios para mentes leguleyas, de protocolos diplomáticos” (p. 245). Significaba la rebelión ante “esta comedia del poder” para enfatizar la importancia de una reforma a la educación y una nueva Constitución.

Queda claro, conociendo los resultados de las últimas elecciones de diciembre de 2021, que este esfuerzo estudiantil de 2011 se ha traducido en una continuidad. Sin embargo, esta también involucra a actores previos y paralelos menos visibles que la nueva clase política. Simultáneamente, se va abriendo el panorama a otros temas emergentes, como el feminismo, los movimientos LGBTQI+ y la creciente inmigración. El escritor, performer y periodista dominicano Johan Mijaíl, invitado a Chile en 2012, publicó su segundo libro Pordioseros del Caribe (2015) en Santiago, reflejando sus años en la República Dominicana, como un “ensamblaje de la prosa libre con la rima, el ensayo con la poesía, la crónica con el manifiesto” (p. 304). Benavente enfatiza su carácter de un performance text articulado en forma transmedial. Da cuenta de una isla nómada y de “un hilo de tristeza que recorre submarina, subterránea y aéreamente el continente de uno a otro de sus extremos” (p. 309).

Lo especial de los treinta textos es que Benavente no solo describe sus experiencias personales con las “artacciones” de los jóvenes, tomando parte en ellas, sino que también deja constancia del alto nivel de una reflexión que le vincula con y también la diferencia de otras artistas/escritoras como Nelly Richard, la directora de la Revista de Crítica Cultural y teórica de la Escena de Avanzada chilena, Lotty Rosenfeld, que dibujó “Una milla de cruces sobre el pavimento”, o Diamela Eltit, narradora de una contracultura al autoritarismo. Todas, como Benavente, publicaron libros en la editorial Cuarto Propio, fundada en 1984 con el objetivo de difundir un pensamiento crítico. Pero la participación de Benavente en las manifestaciones descritas y las relaciones afectivas que mantiene con varios de sus protagonistas, algunos de ellos muertos por drogas o suicidio, otorgan a sus relatos un toque altamente autobiográfico y dan cuenta, al mismo tiempo, de la necesidad de crear a pesar de todo, en un país en proceso de reconstruir su espacio público democrático.

Ineke Phaf-Rheinberger
(Giessen)

Matthias Hausmann / Jörg Türschmann (eds.): La literatura argentina y el cine. Madrid / Frankfurt: Iberoamericana / Vervuert 2019 (Nexos y Diferencias. Estudios de la Cultura de América Latina, 53). 468 páginas.

Dentro de la colección “Nexos y Diferencias” nos encontramos ante esta extensa publicación asociada al campo de los estudios culturales latinoamericanos. En esta ocasión el libro se centra, nada más y nada menos, que en la relación interdisciplinar entre la literatura argentina y el cine. Y es que, de un tiempo a esta parte, la literatura argentina ha sido adaptada al cine al mismo tiempo que el cine argentino ha seleccionado obras literarias extranjeras conocidas como modelos. Por este motivo, se expone en este amplio volumen, la recopilación de un total de diecisiete artículos de múltiples autores relacionados con el mundo del cine y la literatura. Todos ellos han ahondado, de una forma intrínsecamente individual, en un amplio corpus de escritores argentinos cuyas obras han sido transpuestas por magnánimos cineastas de todo el mundo.

Potencialmente, en el libro se analizan creaciones de autores argentinos tan conocidos internacionalmente como son Roberto Artl, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Julio Cortázar. Todos ellos han atraído a modo de imán y durante la segunda mitad del siglo xx, a extraordinarios directores de cine para llevar a cabo la transformación de sus propios textos. A veces, incluso la curiosidad ha llevado a algunos de los literatos al privilegio de poder participar en el proceso de guionización o, por el contrario, otros se han visto apartados del proyecto transpositivo por motivos económicos tal y como, por ejemplo, refleja Julio Cortázar en sus portentosas cartas. A estas celebridades se le suman las obras de autores actuales, pero no por ello menos meritorios, como son César Aira y Lucía Puenzo, entre otros novelistas destacados. Sendos son una clara muestra del remarcable hecho de que existe una resonancia internacional de la literatura argentina actual la cual exige inevitablemente seguirle la pista. De ahí nace este particular volumen unificado a través de varios artículos relacionados con películas, cómics, guiones y artes gráficas; formas completamente novedosas, perfiles interdisciplinares que aúnan letra e imagen originariamente a lo largo de la segunda mitad del siglo xx y que emergen notablemente hasta nuestros días. Una mezcla de canon y modernidad se trabaja en este libro compuesto por cuatro capítulos bien diferenciados dejando a entender que se trata tan solo de un pequeño proyecto y que aún queda mucho recorrido por hacer, muchos aspectos que investigar; y que da paso a una puerta semiabierta para que otros investigadores puedan adentrarse con facilidad en este terreno interdisciplinar tan novedoso.

Tras una breve introducción escrita por los editores del libro, Matthias Hausmann y Jörg Türschmann, en la que se adelanta, grosso modo, los aspectos que se van a tratar mientras se hace hincapié, de una forma muy elocuente, a la importancia de la literatura argentina en todo el mundo y se da gracias a varias instituciones por la financiación del volumen, nos encontramos ante un libro dividido en cuatro apartados completamente dispares en cuanto a número de páginas y contenido, pero con un tema en común: la adaptación. Una recopilación de artículos individuales que forman, en su conjunto, este polifacético texto que trabaja algunos aspectos peculiares del cómic y del cine.

La primera sección, centrada en el mundo cinematográfico de Artl, Borges y Bioy Casares, consta de seis artículos de diferente extensión escritos por autores expertos en la materia. Entre ellos debería ser imperdible la lectura del ensayo realizado por Karin Janker que lleva por título “Contemporáneos: El Eternauta en diálogo con Invasión” ya que es muy interesante el análisis realizado en el que se ilustra cómo ambas obras muestran al lector intrusiones en lo que concierne al espacio, el tiempo y la diégesis, rupturas que llevan al lector a reflexionar sobre los límites ficcionales de la obra borgiana. Asimismo, cabe destacar que existen aspectos muy interesantes en el artículo que lleva por título “Del desafío del cine al desafío al cine: La invención de Morel frente a algunas de sus adaptaciones fílmicas”, ya que el texto en sí puede servir de ayuda al investigador que desee trabajar en el proceso de la escritura fílmica al unísono que puede ser de utilidad para aquel estudioso centrado en el campo del análisis interdisciplinar entre literatura y cine.

La segunda parte está constituida por cinco artículos asociados a la obra de Cortázar en el cine y es cierto que, a pesar de que algunos títulos repiten datos ahondados en investigaciones previas sobre las adaptaciones cinematográficas de las obras de Julio Cortázar centrándose en exponer información hallada en documentos bibliográficos de la década de los noventa, en otros ensayos hallamos aspectos totalmente novedosos e interesantísimos sobre sus adaptaciones literarias que a día de hoy son desconocidos por muchos expertos en la materia o incluso nos encontramos ante la primigenia investigación sobre proyectos fílmicos que no llegaron a llevarse a cabo, como es el caso del largometraje The Jam, inconcluso guion del apasionado escritor Guillermo Cabrera Infante. Estos temas aparecen en los textos de Rike Bolte y Dunia Gras, y es importante insistir en la idea de que dan un giro muy positivo y novedoso a este apartado debido a su aportación inédita de los aspectos concretos del cine cortazariano que acabamos de mencionar.

Por el contrario, el tercer bloque, que lleva por título “El cine argentino, la literatura y la política”, puede resultar al lector bastante precario en cuanto a cantidad y contenido, ya que tan solo dos artículos componen esta sección. El primero, centrado en Operación Masacre de Rodolfo Walsh, insiste en la complejidad de llevar a la pantalla este texto editado en reiteradas ocasiones. Jorge J. Locane se centra en reconstruir algunos episodios de la obra llegando a la conclusión de que la película de Jorge Cedrón es una aportación más a la primera versión de Walsh. El segundo, llevado a cabo por Kurt Hahn, profundiza en la adaptación cinematográfica de Luis Puenzo sobre la novela La Peste de Albert Camus, siempre teniendo muy presente las discrepancias teórico-prácticas entre la palabra y la imagen.

Para dar fin al volumen, una cuarta sección que lleva por título «La actualidad, y un clásico» reúne cuatro artículos relacionados entre sí por ver cómo han sido llevados a la gran pantalla cuentos como «La terraza» (1963) de Beatriz Guido y «El taximetrista» (1961) de Juan José Saer, novelas como La prueba (1992) de César Aira, El niño pez (2009) y Wakolda (2013) de la novelista y cineasta Lucía Puenzo. Dentro de este último bloque de textos, el lector debe considerar muy valiosa tanto la aportación de figuras visuales de Claudia Hammerschmidt en su escrito «Entre la letra y la imagen. El lugar del guion en Tres de corazones de Sergio Renán», así como la transcripción anexada de diversas escenas del guion escrito para llevar a cabo la película.

Unas breves notas biográficas con las que se nos da a conocer un poco mejor la labor profesional e investigadora de los autores, cierran este polifacético volumen que se encuentra a caballo entre el canon y la actualidad debido a la presencia de análisis de textos adaptados y tratados desde un punto de vista profesional y novedoso, ya que todos ellos han ahondado en aspectos tan interesantes e ineludibles como, por ejemplo, puede ser la importancia de mantener la estética cinematográfica a la hora de llevar a cabo una transposición sin alterar aspectos semiológicos del texto. Asimismo, la diversidad de todos los ejemplos reseñados demuestra que en el área de las transposiciones cinematográficas queda aún mucho trabajo por hacer y, por tanto, esta valiosa aportación a la investigación interdisciplinar es tan solo una pequeña muestra de textos magistrales trasladados a la gran pantalla y convertidos, al fin y al cabo, en grandes reminiscencias internacionales.

Por último, cabe destacar que el hecho de que cada autor haya llevado a cabo el análisis transpositivo consultando bibliografía de diversa índole sin seguir un criterio unificado, da pie a pensar que la transposición cinematográfica requiere de una base teórica inmediata. El largo camino que le queda por recorrer al asentamiento de la teoría transpositiva se vislumbra perfectamente al finalizar esta interesante lectura.

Marta Quesada Vaquero
(Universidad Autónoma de Madrid)

Carlos Walker: Mil hojas. Formas contemporáneas de la literatura. Santiago de Chile: Hueders 2017. 427 páginas.

La modernidad experimentó, de forma inesperada, una superación de los límites de la velocidad traducida en un proceso de aceleración de la contemporaneidad ante el que el sujeto no resultó inmune. Las difusas fronteras entre pasado, presente y futuro, la transitoriedad de lo contemporáneo o la anacronía de ciertas temporalidades han sido, pues, algunos de los temas que mayor interés han despertado en parte de la crítica especializada de los últimos años. La literatura no se ha mostrado ajena a este proceso y una gran prueba de ello es el volumen que nos ocupa, compilado por Carlos Walker: Mil hojas. Formas contemporáneas de la literatura (2017). El juego fónico que sugiere el título alude al sentido que permea las más de cuatrocientas páginas de una monografía colectiva cuya heterogeneidad no impide la cohesión en torno a un mismo tema: lo contemporáneo. Las múltiples aristas que sobre este tema se derivan no conducen, sin embargo, sino a un compendio heterogéneo, fragmentado y disperso, pues así ya lo supo ver Michel Chaillou cuando habló del extrême contemporain en 1989 y su fugacidad.

El libro surge de un coloquio celebrado en Lieja y París en diciembre de 2015, ampliado con resultados de grupos de trabajo e investigación de universidades belgas y francesas. Se trata de un documento de vital relevancia en la crítica literaria más reciente, pues escapa de los estándares académicos para recoger no solo ensayos y trabajos de investigación sobre literatura contemporánea en español, sino, además, testimonios, comentarios y reflexiones de y sobre escritores; todo ello en un diálogo constante en torno a la fluctuante categoría de lo contemporáneo. Así lo refrenda el prólogo de Carles Walker, que integra una exposición de los discursos en torno a esta temática y del que pueden extraerse tres ejes principales: las formas de pensar lo contemporáneo, las producciones de este mismo y sus claves de lectura.

En este sentido, la superposición o entremezcla de temporalidades ha constituido siempre un importante trasunto literario, de ahí que sea en esta disciplina desde la que se ha mostrado un gran interés por abordar un tema que, en las propias palabras de Walker, es “un modo de designar las dificultades temporales planteadas por el ejercicio literario” (p. 11). El investigador trata esencialmente dos libros, a partir de los que articula parte de su desarrollo: Boruhaha. Les mondes du contemporain de Lionel Ruffel y Sobre el arte contemporáneo / En La Habana de César Aira. Curiosamente, ambos fueron publicados en el año 2016, lo que refuerza la actualidad y novedad de esta compilación. La alusión a ambos permite a Walker situar un diálogo entre dos perspectivas divergentes: mientras que Aira “se confía a los estadios sucesivos del arte y, por ende, al carácter selectivo del tranco histórico” (p. 18); Ruffel, por su parte, pretende “sentar las bases de un programa crítico deducido de la confusión de tiempos” (p. 18).

De la reflexión de este prólogo se deduce, pues, la concepción que ya mostrara Giorgio Agamben acerca del sujeto contemporáneo que, situado en su tiempo, ni coincide perfectamente con él ni se ajusta de forma cabal a las demandas del mismo (2009). De ahí que sea necesario, en ocasiones, el rescate de ciertos elementos estéticos de la tradición que, más allá de su pervivencia y actualización en el presente, permitan comprender mejor lo contemporáneo que, para Walker, “produce una multiplicidad de sentidos” (p. 18). Se trataría, entonces, de una herramienta de interpretación que interpela toda posible homogeneidad temporal.

El vaivén entre lo que podríamos denominar la literatura contemporánea y la contemporaneidad de esta literatura provocan, así, un extenso debate en torno al que se desarrollan numerosos estudios, diálogos y reflexiones aglutinados en este libro. Así ocurre en la primera de las secciones, Reflejos, cuyos resultados agrupan los diagnósticos de cuatro escritores argentinos que representan, cada uno desde sus equidistancias estéticas, algunas de las tendencias más significativas de la creación literaria más reciente: Marcelo Cohen, Edgardo Dobry, Hernán Ronsino y Sergio Chejfec. A propósito de este apartado, cabe llamar la atención sobre un punto de interés: a cada uno de los artículos de estos escritores procede un comentario a cargo de distintos investigadores, cuya aportación amplía el debate planteado y expande los temas expuestos en relación con la propia obra de cada uno de estos autores. Estos, igualmente, desarrollan cuatro ejes que atraviesan de forma decisiva algunas de las principales posturas de los debates literarios del siglo xxi: desde las relaciones entre imaginación, argumento y ficción o lenguaje y subjetividad hasta la transmisión de la experiencia sensible mediante conceptualizaciones en objetos, presencias o materialidades.

En un primer momento, Marcelo Cohen reclama en su trabajo dos elementos cuya dialéctica intrínseca es la que interesa al argentino: la imaginación y el argumento, confluyendo ambos en lo que denomina como la “imaginación argumental contemporánea”. Asumiendo el estilo fragmentario e inmediato de las nuevas subjetividades en el siglo xxi, Cohen reivindica el matriz imaginativo y su necesario vínculo con el argumento como vía para transmitir la experiencia de la ficción. Sin duda, y como ya ha demostrado en los últimos años con parte de sus trabajos, Cohen demuestra ser un ávido lector de su mundo y, además, premonitorio en muchos de los debates planteados en la literatura de nuestros días. Los vínculos entre literatura y experiencia –que signan una parte importante de la estética de Cohen– conectan, a su vez, con su profunda y ávida lectura de lo contemporáneo que, como bien advierte Ricardo Torre en su comentario, no resulta en su caso una noción distanciada de la realidad, sino una «práctica discursiva y artística» (p. 44) que no hace sino desvelar la tensión entre opuestos propia de las diversas modalidades escriturales del siglo xxi.

En el siguiente capítulo, Edgardo Dobry se centra en el campo de la poesía para plantear un debate de largo recorrido: la relación entre la experiencia de quien escribe y el yo que se conforma en el poema (p. 51). Habida cuenta de la disparidad de opiniones y las tensiones que esta controversia causó el siglo pasado, Dobry concentra su esfuerzo por mostrar el progresivo desplazamiento hacia la prosa; fomentado en gran parte, considera, por la crítica literaria. Justamente para reflexionar sobre la vacilante tirantez entre la conciencia histórica y su expresión a través de la materia lingüística, Valentina Litvan acude a la representación de la figura de Moisés, de múltiples significados en la producción poética de Dobry. Considera la investigadora, en su comentario, que es en esa tensión, entre la indeterminación de la lengua para proyectar una realidad histórica más allá de una época concreta y la expresión que, de hecho, realiza, donde reside la consistencia vacilante del ser contemporáneo para Edgardo Dobry (p. 65).

La reciente publicación de los diarios de Ricardo Piglia en tres volúmenes diferentes, por otro lado, sirve como prolegómeno a Sergio Chejfec para su reflexión acerca de la entidad anacrónica de la obra literaria que, en el caso del citado diario, “representa el tiempo pasado con una materialidad diferente a la de un documento no intervenido en la posteridad” (p. 72). El movimiento, y más concretamente en su reverso de la lentitud, atraviesa gran parte de la obra de Chejfec, tal y como ocurre también en este artículo. En concreto, se refiere a los objetos y su presencialidad, pues resulta inevitable tal dependencia para poder narrar. Así lo refiere, también, Benoît Coquil en su comentario al referirse al desplazamiento que signa la obra del escritor argentino y que, quizás, sea más propio del tiempo que del espacio por su condición de extraviado que para Chejfec caracterizaría al sujeto contemporáneo (p. 86).

Ciertamente, el proceso de escritura, y la convivencia de este con el mundo contemporáneo y las propias técnicas de cada autor, es otro de los temas que ha recibido un gran interés por parte de creadores y críticos en los últimos años. Hernán Ronsino se interesa por ello en su trabajo, y en concreto por la máquina, en tanto que operación de escritura lenta y táctil que impactaría decisivamente en el proceso creativo contemporáneo. Ronsino conecta con esta materia, así, al considerar que “frente a la escritura que solo se interesa por el presente desacoplado del pasado; la escritura que se enlaza con el pasado para discutir tradiciones, herencias” (p. 94). La tensión que estas dos posiciones aparentemente enfrentadas coexiste en la obra y figura de Ronsino –como se encarga de señalar en su comentario Laura Gentilezza–, pues el carácter anacrónico de su gesto y su postura de escritor también plantean, finalmente, una vía para recuperar cierto sentido extinto de humanidad.

En un segundo momento, la sección de “Imágenes” incorpora tres artículos a cargo de Graciela Montaldo, Geneviève Fabry y Graciela Speranza, a los que caracteriza, pese a sus posibles diferencias, el estudio del transcurrir del tiempo desde la creación cultural contemporánea. En el caso de Graciela Montaldo, un recorrido teórico más que interesante en torno al término obsolescencia servirá como antesala de una propuesta según la que la relación entre el presente y lo contemporáneo han provocado una “politización del tiempo” (p. 111), de manera que existe un enfrentamiento en nuestra época por visualizar el tránsito; es decir, el tiempo. Para ello, se centra en dos películas argentinas, Balenarios (2001) de Mariano Llinás y Hacerme feriante de Julián D’Angiolillo (2010), si bien acude a otras disciplinas artísticas a lo largo de su texto para mostrar, en última instancia, las complejas aristas de lo contemporáneo y algunas de las vías de confrontarlo a través de una posible cristalización del instante y de la imagen.

Una hipótesis similar es la que utiliza Geneviève Fabry para, a partir de dos novelas chilenas recientes –Camanchaca (2009) de Diego Zúñiga y Avd. 10 de julio Huamachuco (2007)–, mostrar los terribles efectos causados por el aceleracionismo imperante en nuestros días que, en el caso de estos dos textos, provoca una problemática en torno a la memoria social. Por último, Graciela Speranza, en la línea de sus destacados trabajos en los últimos años sobre el arte y ficción contemporáneas, trata el asunto de aquellas prácticas que de forma deliberada “no se dejan llevar por las corrientes estacionales que encauzan lo diverso en una única dirección” (p. 169), y concretamente lo hace a partir de un recorrido por ciertos escritores latinoamericanos actuales y cómo estos construyen su praxis desde la tensión de su propia situación no solo geográfica sino también discursiva y crítica.

La tercera sección corresponde a “Enclaves”, integrada por tres trabajos que, quizás, sean los de mayor cariz ensayístico del volumen, tanto por los temas que tratan como por la óptica desde la que lo abordan. Mientras que Raúl Antelo se centra en la encrucijada entre literatura y metaliteratura, Ilse Logie se ocupa de uno de los temas que, en los últimos tiempos, ha producido una mayor producción científica e interés: las relaciones entre ficción y documento en la narrativa reciente. A través del análisis de tres ejemplos concretos de Eduardo Halfon, Rodrigo Rey Rosa y Sergio Chejfec estudia los procesos según los cuales fluyen los sucesos reales y la inclusión de la imaginación y la ficción en ellos. Walker, por último, analiza los distintos ritmos temporales y anacronías, su convivencia y, sobre todo, la exploración del pasado no como documento sino como reelaboración de tiempos y como inspiración que sobrepasa los límites tradicionales de la temporalidad en el terreno creativo.

Una cuarta sección aparece bajo el título de Figuras, justamente a propósito de la reivindicación de tres personalidades literarias de gran interés para abordar la problemática en torno a lo contemporáneo –Fernando Vallejo, Daniel Sada y Damián Tabarovsky– y tratar la relación de la figura de autor con su propia época. Así, Santiago Uhia se acerca a la obra del colombiano Fernando Vallejo, a quien se ha acusado, en ocasiones, de provocador; pero no por cuestiones meramente literarias, sino por la relación del mismo con su época. El investigador, considerando la condición de ser contemporáneo como una forma de habitar su propio tiempo (p. 267), califica a Vallejo de ultracontemporáneo considerando en él las contradicciones de una figura de autor “representativo de una manera de relacionarse con la época” (p. 289) y las paradojas de su obra, de los límites, del discurso; en fin, de la contemporaneidad.

Un sentido anacrónico aplica Christian Galdón a la obra de Daniel Sada, de cuya obra considera que se retira hacia otro tipo de temporalidad muy personal, excéntrica, sesgada por un uso del lenguaje muy propio y particular desde el que fabrica “su propia historicidad” (p. 314) y donde, justamente, adviene moderno, a su particular modo. Esa cierta contradicción, que también viene a resultar en una aporía entre la tradición y la innovación, es desde la que se acerca Julio Premat a Una belleza vulgar de Damián Tabarosky para enumerar toda una serie de rasgos que remiten a las vanguardias históricas y donde se concilian antónimos tradicionales cuyo diálogo entre pasado y presente devienen en nostalgia (p. 341). Así aborda la relación perceptible de ciertos escritores actuales con la tradición y, más concretamente, con la vanguardia, desplazando ideas como cambio e innovación casi impuestas por la historiografía literaria.

El libro cierra, a modo de anexo, con un glosario: el Abecedario de Mario Bellatin, basado en su obra El Gran Vidrio. Coordinado por Ilse Logie y Julio Premat como resultado de un grupo de trabajo integrado por investigadores de universidades belgas y francesas, El Gran Vidrio de Bellatin supone una colección de autobiografías que subvierten los presupuestos del propio género. La relación entre arte y vida –tan presente, además, en muchos de los autores de los que se habla en el volumen– torna en Bellatin como recurso para mostrar las aporías del sujeto contemporáneo, los desequilibrios y desvíos del mismo, pero, sobre todo, y como se advierte en el inicio de este glosario, en la “exuberancia imaginativa del relato” (p. 347). De gran interés resulta, además de la encomiable definición de cada concepto, la interrelación entre ellos, pues al final de cada acepción se incluyen las entradas relacionadas, así como imágenes o referencias bibliográficas que nutren notablemente un discurso que, lejos de concluir, ofrece múltiples aperturas y líneas futuras de debate en torno a lo contemporáneo y las mil hojas que analiza este compilatorio.

Borja Cano
(Universidad de Salamanca)

Alejandro Sánchez Lopera / Christopher Nielsen: Por otras políticas de la verdad en América Latina. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press (Serie Nueva América) 2017. 293 páginas.

Contra la irreductible aceptación del fin de los grandes paradigmas en nuestro tiempo y la fijación a términos absolutos con sus respectivos prefijos y sufijos, Alejandro Sánchez Lopera y Cristopher Nielsen presentan en su volumen Por otras políticas de la verdad en América Latina “un universo no culpable” (p. 5). Desde su mismo título, sin duda más que atractivo en tiempos de la denominada ‘‘posverdad’’, los editores reivindican un discurso alejado de ciertos tópicos aún asentados en los estudios latinoamericanistas, apostando por una reflexión más libre sobre la región e interpelando el carácter heterogéneo y múltiple de América Latina. La práctica arqueológica de observar con otras lentes el pasado para mirar con una nueva verdad al porvenir permea el objetivo de los diferentes capítulos que integran este libro que, ante todo, busca distanciarse de lecturas maniqueas de la realidad latinoamericana. El volumen reclama, desde su inicial “Sobrevuelo”, “la alegría del pensamiento, en oposición a cualquier nostalgia por lo perdido” (p. 6), proyectando como fase primera de su proyecto la siguiente pregunta: “¿es posible construir otras imágenes del pensamiento en América Latina” (p. 6).

Una primera lectura de la obra que nos ocupa permite observar la importancia concedida a la figura de José Revueltas y, más concretamente, su faceta ensayística surgida a raíz de mayo del 68, no solo por la trascendencia que el escritor y activista político tuvo durante los eventos sociales acaecidos, sino también a la posterior impronta de muchos de sus escritos. En un segundo término, destacan otros capítulos destinados al latinoamericanismo en tanto que disciplina, con especial énfasis en su estadio actual y los retos y objetivos que plantea en este siglo xxi, así como la atención dedicada a John Beverley y su celebrada y criticada a partes iguales Latinoamericanismo después del 9/11 (2011). En tercer lugar, por último, existen otros trabajos cuya temática, más diversa, ofrece nuevas lecturas, análisis y planteamientos que muestran esa férrea voluntad de acceder a otros mecanismos de comprensión de la verdad distintos al hegemónico.

Esta posible división temática –no materializada en el libro de manera gráfica ni estructural– permite, sin embargo, dejar la puerta abierta a otras posibles lecturas, tanto de manera individual de cada uno de los estudios que agrupan el volumen como de aquellos artículos que mayor interés puedan despertar en el lector. Desde este planteamiento, una división en bloques temáticos resultaría, quizás, más ordenada y coherente para algunos, si bien es tal heterogeneidad e hibridación de temas que regresan y se van con la sucesión de páginas, probablemente, un hecho pretendido por parte de los editores. Recordemos, pues, el libre pensamiento reclamado desde las primeras páginas y su firme voluntad de distanciarse de discursos academicistas.

Así las cosas, los estudios de Susana Draper, Bruno Bosteels y Alejandro Sánchez Lopera convergen en uno de los temas que mayor protagonismo contiene en el libro: José Revueltas. Si bien cada uno de ellos abordará su figura y escritos desde diferentes perspectivas, resulta evidente que detrás de cada uno de estos trabajos reside un fuerte deseo por reivindicar una personalidad trascendente no solo en su tiempo, sino también en el nuestro, justamente para acceder a determinados archivos de y sobre la verdad aún decodificados. Tal es el caso de Susana Draper, quien plantea un nutrido recorrido teórico por los materialismos alternativos surgidos a partir de lo que considera una cierta “dislocación del 68” (p. 15). La investigadora reconoce la crítica de Revueltas a “la dialéctica mistificada por el marxismo vulgar” (p. 17).

Bruno Bosteels, por su parte, acude a Revueltas para mostrar cómo un escrito como Ensayo sobre un proletariado sin cabeza (1962) fue realmente fundador de la Liga Leninista Espartaquista y cómo el fenómeno de la revolución mexicana abre aún más la brecha entre anarquismo y socialismo o comunismo (p. 36), términos sobre los que trabaja en profundidad a través de una interesante formulación teórica. Y, por último, y en un capítulo de raíz más ensayística que los dos anteriormente mencionados, Alejandro Sánchez Lopera teoriza acerca de los conceptos e imágenes que cristalizan el pensamiento de Revueltas y cómo su moralidad entronca con lo que justamente ellos mismos buscan con este volumen: “captar América Latina como imagen y no como idea (p. 203), justamente contra todo posible pensamiento poscolonial aún anclado en corrientes que no contemplan la verdad más precisa de nuestros días. Tal y como el investigador menciona, y quizás aquí resida el mayor nexo entre los tres trabajos, se trata de defender la “actitud cósmica de Revueltas” (p. 221).

Un segundo bloque temático adquiere un mayor interés en la lectura conjunta del libro, no solo por el interés del debate suscitado, sino por la nutrida polémica que ofrece. Se trata de dos textos, firmados por John Beverley y Alberto Moreiras, que plantean con valentía y no menos bagaje intelectual controversias en torno a la disciplina del latinoamericanismo y que representan, en suma, la visión de dos de sus principales escuelas, confrontadas entre sí. En un primer momento, entonces, el trabajo de John Beverley recoge de un ensayo de Lenin el término de ‘‘ultraizquierdismo’’ para definir las corrientes actuales del latinoamericanismo y cómo la inclusión de nuevas corrientes ideológicas en el mismo confunden, en ocasiones, una ideología general con otras más particulares. Reivindica, ante todo, la necesidad de una responsabilidad ética y política inherente, además, a la práctica académica. Sin embargo, el artículo concluye con un postdatum añadido por el propio autor tiempo después para rectificar algunas cuestiones que, tras su escritura, consideraba diferentes. De cualquier manera, su principal conclusión radica en la relación entre algunas posiciones de izquierda como respuesta a los gobiernos de la marea rosada y cómo la nueva derecha latinoamericana ha adquirido, en los últimos años, agilidad y juventud (p. 139).

El capítulo de Alberto Moreiras, por oposición, no es sino la respuesta al controvertido libro de John Beverley Latinoamericanismo después del 9/11, juzgando al autor, de entrada, de ser un “latinoamericanista del yo” (p. 142). Su crítica cuestiona, principalmente, la autoconsideración de pos-subalternista que toma Beverley, pues Moreiras considera más favorable la instalación del subalternismo para rechazar, precisamente, todo posible apoyo a populistas académicos que apoyan a líderes. Enjuicia, la falta de visibilidad a las teorías decoloniales (p. 155) y propone buscar “el grado cero de pensamiento poscolonial” (p. 159), que vendría a ser una crítica democrática del pensamiento poscolonial pero que siempre prepara un programa, renunciando a toda posibilidad de autoconsagración carismática (p. 159).

En un tono menos combativo, podría considerarse un tercer bloque temático cuyo carácter resultaría el más heterogéneo de todos, si bien su temática apunta en tres claras direcciones: política, lingüístico-documental y estético-literaria; entremezcladas, estas últimas, en algunos casos. Sin embargo, el objetivo que atraviesa todo el libro –ofrecer lecturas alternativas a la verdad impuesta por los distintos sistemas– permanece firme en todos ellos. En el caso de trabajos de raíz política, destaca un artículo como el de Alejandro Kaufman, quien aborda la influencia política en los discursos del odio y cómo ciertas prácticas lingüísticas resultaron, en efecto, promotoras de la violencia. Lo focaliza, además, en el caso de la izquierda argentina durante la guerra acaecida en este país, con cartas enviadas a revistas. Realiza un recorrido previo por los discursos antisemíticos.

Desde una perspectiva más centrada en la investigación lingüístico-documental, Mónica Zuleta Pardo toma a Nietzsche como modelo para aplicar un método hermenéutico con el que analizar las distintas concepciones del término páramo. Mostrará, así, cómo según su uso y región estas acepciones definen asuntos nacionalistas o internacionalistas y cómo, en definitiva, “los países más poderosos imponen a los más débiles sus intereses” (p. 190). Este tipo de acercamiento es el que también fundamenta el trabajo de Peter Elmore, quien se adentra en la memoria del Taki Onqoy, cuyo legado posterior borró gran parte de su carácter de culto o movimiento y del que se conservan, paradójicamente, mayores evidencias de sus adversarios eclesiásticos. Las interpretaciones y lecturas que los intereses políticos, eclesiásticos o socio-históricos concedieron al texto según los parámetros de cada época permiten al investigador concluir que, pese a la fracasada función pragmática inicial de muchos de los textos conservados –servir como instrumentos jurídicos–, avivaron el debate, aún hoy latente, acerca de las dinámicas entre conquistadores y conquistados en la época colonial.

Un tercer estadio lo conforman investigaciones de raíz estético-literaria, como la de Christopher Nielsen, quien aborda a través de la novela Trabajos del reino (2004) de Yuri Herrera un arriesgado y en apariencia anacrónico análisis comparativo con La vida es sueño de Calderón de la Barca para refrendar, pese a lo evidente de sus diferencias, la concepción barroca del poder, considerando que “el poder soberano es una función de la relación entre el pensamiento y la percepción” (p. 77). Sobre literatura trabaja, también, Óscar Barragán Martínez, que plantea el tema de la repetición y el eterno retorno en cuatro cuentos latinoamericanos de Carpentier, Lugones, Onetti y Bioy Casares. A través de personajes que vuelven y (re)vuelven y cuyas decisiones pueden provocar en el lector ciertos interrogantes acerca del porqué de sus acciones y de las tramas desencadenadas debido a su posible irracionalidad, el autor plantea que, quizás esa repetición sea necesaria para crear una verdad inexistente hasta entonces. Por último, el artículo de Darío Sánchez, a partir de una particular interpretación de la película Apocalypse Now, trabaja el nihilismo imperialista, especialmente basado en el trágico mensaje del personaje de Kurtz, cuyo simbolismo parece advertir, según el autor, en la decisión de auto-envenenarse debido a “la ira incontrolable del resentimiento contra sí mismo” (p. 292).

En la diáspora de toda posible división, el volumen se cierra con un breve ensayo a modo de epílogo firmado por Mónica Miroslava Salcido, quien proclama la acción efectiva de las letras impresas y declama, a modo de manifiesto: “Me pronuncio por la filosofía como ejercicio vital” (p. 295). La escritura combativa de la autora, quien considera que “escribir es para mí desenvainar la espada” (p. 297), culmina como no cabría esperar de otra forma el recorrido por una serie de trabajos cuya columna vertebral es, en todos ellos, instalarse en posturas incómodas y, con un férreo deseo de escapar a las estructuras firmes, mostrar análisis e interpretaciones que rehúyen toda posición segura o sólida para cuestionarla e interrogarse acerca de ellas. Por otras políticas de la verdad en América Latina supone, en suma, una escritura rebelde, contraria a todo sistema hegemónico –sea cual fuera la raíz de este– pero que transige, sobre todo, con la imposibilidad de la indiferencia y la intolerancia.

Borja Cano
(Universidad de Salamanca)

3 HISTORIA Y CIENCIAS SOCIALES: ESPAÑA

Santiago de Miguel Salanova / Sergio Valero Gómez (eds.): Captar, votar y gobernar. Movilización y acción política en la España urbana (1890-1936). Madrid: Catarata 2021. 286 páginas.

El libro que se reseña es una recopilación de textos de diferentes autores y autoras centrados en el análisis de las formas de movilización y acción política en la España que va desde fines del siglo xix hasta la Guerra Civil. Como señalan los editores de este volumen, Santiago de Miguel Salanova y Sergio Valero Gómez, estos años, previos a la guerra, fueron muy intensos en lo que respecta a la movilización y socialización política, aunque más lentos en lo que respecta al proceso de democratización de España. El adentrarse en el análisis de la vida política de estos años convierte a este libro en una obra interesante para seguir profundizando en el conocimiento sobre la forma de hacer política en un periodo de tantos y tan destacados cambios como el elegido.

La temática y el periodo elegido –co­mo es conocido– es un ámbito que ha sido analizado desde hace bastantes años. Sin embargo, esta obra supone una aportación interesante por el enfoque propuesto para desarrollar las investigaciones que han dado lugar a los artículos publicados. Si bien los trabajos recopilados en el libro tienen, cada uno de ellos, sus propias características y líneas de análisis algo diferenciadas, como bien señalan los editores en su introducción, existen una serie de ejes básicos que los caracterizan. Son dos los principales ejes seguidos por los diferentes textos recopilados. Por un lado, todos ellos siguen un enfoque de historia local centrado en el estudio de diferentes núcleos urbanos donde los editores consideran se produjeron las novedades políticas más destacadas del periodo de estudio. Ámbito urbano representado por capitales como Madrid, Valencia, Bilbao, Granada, Gijón, Oviedo, Castelló de la Plana, Guadalajara, Donostia-San Sebastián o las capitales catalanas. El reducir el ámbito de estudio al marco local permite a los autores analizar con más detalle, siguiendo un enfoque microanalítico, los diferentes ámbitos en los que se manifiesta la movilización, asociacionismo y socialización política desarrollada durante el periodo previo a la Guerra Civil. Procesos que se desarrollan en los barrios y suburbios de las ciudades más grandes, pero también en sus calles, plazas o tabernas. Estos estudios permiten, además, comprender mejor los resultados de las diferentes elecciones al conectarse con las características y procesos vividos en los entornos en el que residían los votantes y cómo éstos podían afectarles en la elección de su voto. Por otro lado, los estudios se centran, casi en su gran mayoría, en el ámbito político representado por los republicanos y socialistas, considerados los protagonistas fundamentales de la labor de movilización social y política en estos años.

Como se ha señalado, en este libro se recopilan artículos que, si bien parten de los ejes mencionados, cada uno de ellos tiene sus características propias. Esta heterogeneidad temática se considera que también es otro aspecto interesante de este libro porque sirve para constatar la riqueza que posibilita el enfoque metodológico utilizado. La falta de espacio impide profundizar mucho más en los textos que componen este libro, pero una breve mención refleja dicha heterogeneidad y el interés de los temas tratados. La mayoría de los textos se centra en el estudio de los resultados electorales de las elecciones municipales, la acción administrativa desarrollada desde los ayuntamientos y el importante papel jugado por el movimiento republicano en la escala municipal. Ese es el caso de los trabajos sobre Oviedo y Gijón (Sergio Sánchez Collantes), Donostia-San Sebastián (Unai Belaustegi), Castelló de la Plana (Ferrán Archilés Cardona), las capitales catalanas (Gemma Rubí) o Madrid (Óscar Anchorena). Otros capítulos, siguiendo planteamientos similares, añaden también a los socialistas como eje de sus estudios, como el trabajo sobre la coalición entre republicanos y socialistas a principios del siglo xx en Bizkaia (Jon Penche), en la Zaragoza del primer tercio del siglo xx, con especial hincapié en el debate sobre la secularización y la gestión municipal sobre la educación en la ciudad (Héctor Vicente Sánchez), o la comparativa de la acción municipal del socialismo en los ayuntamientos de Madrid y Bilbao previa a la dictadura de Primo de Rivera (Santiago de Miguel Salanova), utilizando este autor la idea de la existencia de un “movimiento socialista municipal”. A este listado hay que sumar el texto sobre la presencia del socialismo en el ámbito electoral y su política pactista en la Valencia del periodo entreguerras (Sergio Valero Gómez).

Todos estos trabajos partiendo del análisis electoral van más allá y muestran el papel desempeñado por el movimiento republicano y socialista en la transformación de la vida política, los esfuerzos de socialización política desarrollados a través de sus ámbitos de sociabilidad y en la construcción –diferente en intensidad según el caso– de una cultura política en el espacio local (p. 106). Añadiendo la acción y gestión desarrollada desde los consistorios como otro elemento destacado utilizado por estos sectores políticos para acercarse y extenderse entre la población. Pero este papel modernizador de la vida política no era exclusivo de este ámbito político, como lo reflejan otros dos textos de este mismo libro. En el caso de Guadalajara (Javier San Andrés Corral), el interés se centra en la actuación de los liberales dinásticos en el gobierno de esta ciudad, sus prácticas políticas y las estrategias electorales desarrolladas para dominar el consistorio a finales del siglo xix, que fueron más allá de las consideradas como “caciquiles” y mostraron unas características híbridas. El artículo centrado en la Derecha Regional Valenciana (Javier Esteve Martí), circunscrito para el periodo republicano, también muestra que el ámbito conservador y de derechas también supo desarrollar una la labor política más evolucionada de lo que muchas veces se ha considerado.

Otros artículos, sin olvidar a los actores políticos mencionados, analizan con más detalle diferentes ámbitos de sociabilidad de los ámbitos urbanos. El artículo centrado en Granada (Álvaro López Osuna) analiza el impulso al asociacionismo de las fuerzas “opositoras” y las actividades de sociabilidad y confraternización desarrolladas por estos sectores sociales y políticos obreristas, republicanos y socialistas. El análisis de los ámbitos informales de sociabilidad analizados en Granada, como el caso de las tabernas, también es examinado para el caso de Bilbao (Sara Hidalgo). En este artículo se estudia la importancia de la taberna como ámbito de sociabilidad de los trabajadores bilbaínos y los debates que originó en el movimiento socialista vizcaíno sobre qué actitud tomar ante este ámbito tan destacado en la vida diaria de los obreros a inicios del siglo xx. En otro texto se cambia de tema y se estudia la movilización política en el contexto de los debates y guerra cultural en torno a la cuestión religiosa en los suburbios de Madrid a finales del siglo xix (Carlos Hernández Quero).

La relación de los artículos realizada sirve para comprobar la variedad de ejemplos y de enfoques que permiten acercarse y conocer con más detalle al desarrollo de la vida política en el ámbito urbano en el periodo anterior a la Guerra Civil. Razones por las que, para cualquier persona atraída por el tema y el periodo histórico, este libro resulta una lectura interesante. Además de los aspectos destacados, cabe proponer que la profundidad del conocimiento logrado con libros como el reseñado, también permite abrir algunas líneas de investigación para futuros análisis en el ámbito de la política española de este periodo. No deben considerarse las siguientes afirmaciones como una crítica o una carencia de los textos recopilados en este libro, dado que su extensión lógica en una obra de este estilo impide que puedan abarcar muchos más aspectos que los tratados. Tampoco ha tenido por qué estar lo que se señala entre sus objetivos de investigación, ni es necesario que lo esté. Pero se considera que habida cuenta del conocimiento cada vez más amplio y rico sobre la política de este periodo –sien­do esta recopilación un buen ejemplo de ello– quizás es el momento de poner el foco sobre otros acercamientos complementarios al presentado aquí y que ayuden a completar nuestro conocimiento sobre este tema. Sin olvidar el enfoque de análisis seguido en estos trabajos, que permiten análisis tan enriquecedores sobre este tema, se propone que pueden surgir, cuando menos, otras dos líneas de investigación. Por un lado, el análisis centrado en la política desarrollada en los núcleos urbanos, desde los más poblados hasta las “capitales de provincias”, no presta atención a cómo lo que se vive en estos espacios irradia su influencia al entorno rural que los rodea. Dadas las conexiones sociales y económicas de las poblaciones relacionadas de una forma u otra con esos núcleos urbanos permite reflexionar sobre cómo pudo influir lo que se vivía en esos entornos más poblados en el mundo agrario y teóricamente menos desarrollado políticamente que lo circundaba. Análisis que enriquecería nuestro conocimiento sobre la denominada España caciquil y su modernización política en este periodo. Por otro lado, y habida cuenta del actual interés por la política de la España denominada como “vaciada”, los trabajos presentados –junto a otros más– en este libro sirven como base para reflexionar sobre las conexiones entre la política donde se “tomaban las decisiones” y la de la España de “provincias”. La vida política más activa previa a la Guerra Civil observada en algunas ciudades estudiadas en este libro puede servir como ámbito de análisis para comprender el papel que pudo jugar el franquismo y el actual sistema democrático para, aparentemente, desmovilizarlas. Por ello, el referente de movilización hasta el periodo republicano observado en estos trabajos sirve como antecedente y ejemplo claro de que estas provincias también pueden desempeñar un papel en la política española y su población movilizarse en pos de objetivos específicos que consideran relevantes para su vida diaria.

En definitiva, una lectura interesante para adentrarse en la vida política de la España de la Restauración y la República.

Ander Delgado
(Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea)

Ricardo M. Mata y Martín. Victoria Kent al frente de las prisiones españolas (1931-1932). El sistema penitenciario en los inicios de la Segunda República. Madrid: Marcial Pons 2020. 266 páginas.

Quien esté interesado en la figura histórica de Victoria Kent encontrará en este nuevo título un relato bien estructurado y muy bien escrito. Y quien se acerque a él como especialista, para conocer la orientación y la enjundia de sus análisis, se sorprenderá gratamente. Su autor, el catedrático de Derecho Penal, Ricardo M. Mata y Martín, logra revisitar con noticias y fuentes novedosas, un período histórico que, siendo muy breve, casi fugaz, de poco más de 12 meses, sin embargo, siempre nos remite a un tiempo histórico que hubo de vivirse de manera trepidante e intensa.

Desde las primeras páginas quedarán resueltas las inevitables dudas teórico-metodológicas que suelen surgir en estos casos dentro de las coordenadas de la historiografía académica. ¿Un libro más sobre Victoria Kent en una de sus facetas más conocidas? ¿Por qué otro estudio centrado en el papel de Victoria Kent al frente del sistema penitenciario republicano, es decir, desde su nombramiento en abril de 1931 y hasta su cese en junio de 1932? ¿Por qué otra investigación sobre uno de los aspectos más relevantes de la dimensión pública y política de una mujer que la posteridad ha ligado para siempre a las ilusiones y las contradicciones de la II República?

Su estructura, su abultado aparato crítico y la profundidad de los análisis indican que se trata de un libro que hoy por hoy podríamos convenir en definirlo como el libro definitivo sobre la etapa de Victoria Kent en la historia penitenciaria española. En un sentido más amplio, estamos ante un texto que revisa y actualiza la narrativa sobre las paradojas ya bien conocidas de quien ha pasado a la historia contemporánea de España fundamentalmente por dos motivos recargados de un gran simbolismo cultural: uno de índole esencialmente feminista, porque Victoria Kent fue la misma líder y parlamentaria republicana que animó y luego enfrió la causa del voto de la mujer; y el otro, de corte penitenciarista, el que más nos interesa aquí, porque fue la jurista de prestigio que arribó al primer puesto de la gobernanza de las prisiones con la intención de ensanchar la causa del giro humanitario, reformador y modernizador, de los procedimientos de ejecución penal.

Además de ser la primera mujer que arribaba a tan alta magistratura, al socaire de un clima de euforia republicana aún primigenia y generalizada (que hizo caso omiso a la mesura que estaba exigiendo el gobierno provisional, tal y como nos recuerda Mata y Martín en la página 39), desde el mismo mes de abril de 1931, Victoria Kent logró engrandecer los ideales que mostraban auténtica fe en que el proceso de civilización también tuviera su correlato en el sistema carcelario y en los regímenes de tratamiento penitenciario, dejando atrás un tiempo que había conocido y representado la imagen de una gran crueldad y violencia institucional en los establecimientos penales.

El discurso y la práctica inicial de la nueva directora hicieron crujir las costuras invisibles del sistema penitenciario. Las palabras y las primeras resoluciones generaron dos dinámicas que, al retroalimentarse, se hicieron imparables y se agigantaron, hasta provocar su dimisión: las primeras iniciativas reformadoras removieron rápidamente la cultura punitiva de la época y crearon, por un lado, grandes expectativas en un cambio radical del sistema penitenciario, y por otro, tremendas reacciones alarmistas de operarios del sistema y amplios sectores de profesionales, políticos y medio de comunicación.

Todo eso, en efecto, ya había sido abordado por la historiografía. Pero el libro que aquí comentamos se justifica a sí mismo con solvencia, echando mano del conocimiento exhaustivo de una extensa bibliografía y del procesamiento crítico de un gran número de fuentes hemerográficas y audiovisuales junto a otras primarias que Mata y Martín ha consultado en archivos y centros de documentación (el AGA, varios archivos históricos provinciales, los archivos generales del Ministerio de Justicia y del Ministerio del Interior, la Biblioteca de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, etcétera). Con todo, lo más trascendente de este nuevo estudio es, sin ninguna duda, lo que ayuda al objetivo de la interpretación eso que nos deja sobre el tapete de la información histórica. Si convenimos en que es difícil resolver interrogantes que no pueden contestarse sin echar mano de explicaciones complejas, aquí tenemos un buen ejemplo.

El autor logra pormenorizar la labor de Victoria Kent entre 1931 y 1932 como nunca se había hecho. El libro está escrito desde la perspectiva de la historia del Derecho y la Administración penitenciaria, pero no muestra defectos ni tentaciones normativistas que recorten ese enfoque sin tener en cuenta las intersecciones que el gobierno de las cárceles tuvo con la historia política y social del momento. La temática central queda bien contextualizada en la historia política y social, entre otras cosas, porque el autor conoce y trabaja otros acercamientos historiográficos que sobre Victoria Kent se han realizado desde la perspectiva de la historia social de las instituciones punitivas, o desde el campo de los estudios históricos de la violencia política.

Amén de considerar la trayectoria vital, académica y profesional de Victoria Kent, junto a los precedentes históricos y a la situación de las cárceles cuando se proclamó la Segunda República, el objeto de estudio adquiere forma y se dibuja con más nitidez al considerar el impacto de la obra político-administrativa de la protagonista. En el libro, que se estructura en tres partes y seis capítulos, destaca la profusión informativa que el autor ofrece a cuestiones aparentemente menores (como el clima de euforia que durante meses agasajó y homenajeó hasta la exageración a la nueva directora, o la relevancia del hecho de que Victoria Kent tuviera como referente a Concepción Arenal y que Luís Jiménez de Asúa fuera su mentor); y sobre todo el cuidado que poner en el abordaje de asuntos de más calado, como “las medidas aplicadas en el sistema penitenciario” y el relato analítico de la atribulada “finalización del mandato”, aquel “desenlace” tan polémico en un ambiente de creciente “malestar” y “críticas” que no dejaban de airear la “conflictividad” dentro de las prisiones, con la intención, evidentemente, de hacer recaer sobre la máxima responsable del sistema toda la mala prensa de un noticiario cada vez más alarmante e incesante sobre violencias, fugas y malas condiciones de vida y de tratamiento regimental (puesto que, a resultas de la represión de la conflictividad social y la protesta insurgente, se provocó un nuevo e insoportable hacinamiento en algunas prisiones, por el encarcelamiento de numerosos presos políticos y sociales).

Este libro nos ayuda a comprender y valorar mejor la figura de Victoria Kent como un hito en la historia social de las prisiones. Enaltecida como gran adalid republicana de la sempiternamente anhelada y proyectada reforma penitenciaria, finalmente, Victoria Kent tendría una muy corta historia de prácticas y realizaciones que, sin embargo, haría germinar una larguísima memoria. Su dimisión forzada tan tempranamente no borraría un aura de prestigio que se había multiplicado exponencialmente desde la primera hora del inicio de su mandato y seguiría creciendo conforme arreciaban las críticas y las descalificaciones, la evidencia de los errores y la impotencia de su proyecto reformista frente al impacto que hubo de sufrir el sistema penitenciario republicano de parte de las dinámicas de la conflictividad social y la violencia política, en un contexto en el que iba imponiéndose entre las fuerzas progresistas el discurso de un modelo de “república de orden” que no diera pábulo al argumentario reaccionario de las derechas.

La brevísima e intensísima historia del nombramiento de Victoria Kent en 1931 se convirtió en un símbolo perdurable. Hoy es recordada como una gran reformadora. Y seguramente también mañana, quizás siempre, seguirá siendo recordada de esa misma manera, lo que objetivamente quiere decir que su memoria ha quedado construida con el (shakesperiano) tejido de los sueños, con la fuerza emocional de los deseos de creación de algo bueno en una estructura, la carcelaria, que inevitablemente suele representarse en el imaginario de lo malo.

Pedro Oliver Olmo
(Universidad de Castilla-La Mancha)

Carlos Fernández Rodríguez: Los otros camaradas. El PCE en los orígenes del franquismo (1939-1945). Zaragoza: Pren­sas de la Universidad de Zaragoza 2020. 1082 páginas.

El final de la Guerra Civil sumió a los partidos que se habían mantenido leales a la II República en una compleja situación. A los dirigentes de estos partidos les quedaban pocas opciones: el exilio, un incierto futuro a la vista la represión desarrollada por el régimen franquista o la clandestinidad. Entre estos se encontraba el que ahora nos ocupa, el Partido Comunista de España (PCE), un pequeño partido en el momento en que se proclamó la II República y fiel a las directrices de la III Internacional. Durante la Guerra Civil, como consecuencia del apoyo de la URSS a la República y su inclusión en el Gobierno, su influencia fue aumentando de manera considerable durante la contienda. Esto provocó roces y diferencias en el seno del Gobierno entre los socialistas (principalmente Indalecio Prieto) y los comunistas, que se saldó con la salida del dirigente socialista del Gobierno. La historia de oposición del PCE comenzó antes del final de la Guerra Civil. En las postrimerías de esta se produjo en Madrid el golpe del coronel Casado, que pretendía poner fin a la guerra y desató una guerra dentro de la guerra en la que los comunistas fueron los principales perjudicados. Tras la derrota, y en los propios campos de prisioneros de Levante, comenzó el proceso de reconstrucción del PCE, del que la mayor parte de la dirección había logrado salir de España. Los que quedaron comenzaron una temprana labor parar tratar de recomponer la organización comunista y fueron objeto de una severa represión. Ambas cuestiones –reconstrucción y represión– conforman el eje central del libro de Carlos Fernández.

Con la reconstrucción como elemento de fondo, me parece del máximo interés el estudio de los tres periodos por los que atravesó el PCE en los primeros años del franquismo. La fase de Heriberto Quiñones, un personaje con grandes sombras que es analizado de manera detallada. El intento de reconstrucción de Jesús Carrera, enviado desde el exterior con la misión de reconducir la labor de Quiñones, y finalmente la época de Jesús Monzón, que termina con la toma del control del partido por Santiago Carrillo tras la fracasada invasión del valle de Arán. Estos tres procesos, diferentes en su concepción, tienen como trasfondo la pugna entre la dirección del partido situada en el exterior y los comunistas del interior que se enfrentaban a severas consecuencias en el caso de ser detenidos. El estudio pormenorizado que se hace en este libro de estos procesos y de los intentos de reconstrucción regional del partido sirven tanto para conocer la labor desarrollada como para abrir nuevas líneas de investigación de tipo regional que en una obra de estas características es difícil de abordar.

Pero no solo se analizan las tareas organizativas, sino que se abordan algunos de los aspectos más controvertidos de la historia de los comunistas en la clandestinidad. El primero de ellos, por la gravedad de las consecuencias, fue el asesinato del comandante de la Guardia Civil Isaac Gabaldón, analizado de manera pormenorizada y contextualizado y en la que se estudian las diversas teorías que se manejaron sobre el asesinato. Por ello, sin entrar a describir la estructura del libro, sí que considero de interés hacer una serie de consideraciones sobre la obra comentada, que estimo de gran valor y que está llamada a convertirse en una obra de referencia inexcusable para quien pretenda acercarse a la historia de la oposición al franquismo.

La primera consideración que queremos hacer es que la valoración de la actividad de oposición del PCE tiene varias lecturas. En primer lugar, se puede considerar que fueron los que mantuvieron viva, con mayor intensidad, la resistencia al franquismo. Eso no significa que otras fuerzas, como era el caso de los socialistas o de los anarquistas, no hicieran una oposición activa al franquismo, como se ha puesto de manifiesto en obras recientes como “Hombres sin nombre” de Gutmaro Gómez Bravo, centrada en el caso del PSOE y que se sitúa en la línea de las obras de los hermanos Martínez Cobo o Ángel Herrerín en el caso de la CNT. Lo que sí es cierto es que la oposición comunista sí planteó una oposición armada, cosa que otras fuerzas no hicieron o la llevaron a cabo en menor medida.

El segundo aspecto a destacar de la actividad de oposición del PCE es el elevado coste que tuvo esta en vidas para la organización. Las sucesivas caídas, en ocasiones masivas, se traducían en un elevado número de ejecuciones. La poca preparación de los militantes comunistas para la clandestinidad, las declaraciones obtenidas de los detenidos –en la mayor parte de los casos bajo tortura–, las delaciones de los propios miembros del PCE y la propia lucha política en el seno de éste son algunas de las razones de tan elevado número de bajas entre los comunistas del primer franquismo.

Un tercer aspecto es que quizás se sobrevalora la actuación del PCE en la clandestinidad. Sin que ello suponga un demérito en su actuación de oposición al régimen. La labor de los comunistas, y creo que se desprende bien en este libro, se centró en la organización de órganos de dirección, de carácter vertical como corresponde a una organización férreamente jerarquizada pero que no logró establecer una masa de afiliación debido a la brutal represión franquista que tenía en la desmovilización de la sociedad uno de sus objetivos principales. Teniendo en cuenta esas afirmaciones, es el momento de acercarnos a esta meritoria, interesante e imprescindible obra que viene a completar un panorama historiográfico que no es desconocido, pero del que faltaba tener una visión de conjunto a la luz de las nuevas fuentes que se ha ido poniendo a disposición de los historiadores en los archivos, fundamentalmente militares.

La obra de Carlos Fernández se incluye en una línea historiográfica que tiene al PCE como principal objeto de estudio. Comparte con la obra Fernando Hernández Sánchez “Los años de plomo”, publicada en 2015, el objeto de estudio y ambas obras, pese a coincidir en lo fundamental, difieren notablemente. En primer lugar, la cronología, que en el caso de Hernández se prolonga hasta 1953, con la operación “Bolero-Paprika” de fondo, mientras que Fernández detiene su investigación en 1945. Desde el punto de vista cronológico y de estudio de la reconstrucción del PCE, la fecha de 1945 me parece plenamente acertada. Supone el fin de la Segunda Guerra Mundial, con lo que eso supuso para el régimen, pero es también una fecha de cambio de orientación de la política del PCE. El fracaso de la invasión del valle de Arán y la caída de Monzón dio paso al control del PCE por Santiago Carrillo, dando comienzo a una nueva etapa, en la que, al igual que ocurriría posteriormente con el PSOE en 1953, la dirección del partido se ejerció desde el exterior tras los intentos de Heriberto Quiñones, Jesús Carrera y Jesús Monzón.

Otro de los aspectos a destacar de la obra de Carlos Fernández es que se estudia el PCE desde “el interior”, en la línea de lo que ya hemos mencionado anteriormente. Aunque la dirección comunista en el exilio es la que toma las grandes decisiones políticas, y es la responsable del envío de militantes comunistas al interior, la obra se centra en estudiar, de manera cronológica y sistemática, cómo se aplican, o no, las instrucciones de la dirección del PCE en el exilio, lo que generó no pocos conflictos y en ocasiones la caída de los dirigentes del interior, a veces propiciada por la propia dirección que los desprestigiaba o apartaba por supuestas desviaciones de la línea oficial marcada por los máximos responsables del partido en el exterior.

La última consideración se refiere al amplio elenco documental empleado. Una obra de tal envergadura como la que ahora comentamos no se puede llevar a cabo sin una ingente labor documental. Es necesario comentarla por las vías que puede abrir a nuevas investigaciones. El amplio número de archivos que maneja el autor lo podemos dividir en dos grandes grupos. El primero lo forman los archivos del Estado, imprescindibles para el estudio de un periodo en el que la represión jugó un papel determinante. De estos destacan los archivos militares, en especial el Archivo Histórico y Central de la Defensa, que conserva miles de sumarios de la posguerra. Este archivo se va convirtiendo en una fuente fundamental para el estudio de la oposición del franquismo. Los sumarios instruidos por la justicia franquista son de una riqueza enorme, ya que incorporan la documentación policial –de difícil acceso o ilocalizable– con documentación interna de las organizaciones perseguidas. Los sumarios instruidos contra los dirigentes comunistas detenidos son eje principal sobre el cual se construye la obra que estamos presentado.

Al archivo mencionado se unen otros archivos militares, como son el de Ferrol y el de Sevilla. Quizás, y sin que ello suponga un demérito, se echan en falta el archivo territorial de Barcelona, donde también se localizan numerosos sumarios, y el de Guadalajara, cuyo fondo de la Comisión Central de Examen de Penas es un fondo de gran importancia para poder estudiar la trayectoria de diversas personas implicadas en la oposición comunista al franquismo. El segundo bloque de los archivos de la administración lo forman los grandes archivos españoles que custodian documentación contemporánea relacionada con la represión de las organizaciones política; entre ellos debemos mencionar el Archivo General de la Administración, el Archivo Histórico Nacional y el imprescindible Centro Documental de la Memoria Histórica. Conociendo la dispersión de éstos y el nivel de descripción de algunos fondos, queda de manifiesto el enorme esfuerzo llevado a cabo por el autor. Un segundo bloque documental está formado por los archivos de la oposición socialista (Archivo de la Fundación Pablo Iglesias y Largo Caballero), anarquista (Fundación Anselmo Lorenzo) y evidentemente el Archivo Histórico del Comité Central del PCE. Se completa el apartado de las fuentes con una bibliografía seleccionada en la que se conjugan obras clásicas con aportaciones recientes, lo que contribuye a añadir un valor más a esta obra.

Como conclusión, podemos decir que estamos ante una obra imprescindible para el estudio del PCE, que aborda con un nivel documental y de profundidad temas complejos en la historia del comunismo en España. No se trata de cuestiones nuevas, pues gran parte de ellas se conocían en sus líneas generales, pero que, con la documentación manejada por Fernández, son ampliamente aclarados y completados. Es de desear que las investigaciones del autor nos permitan avanzar en el conocimiento de épocas posteriores en las que el PCE también tuvo un papel destacado en la oposición al franquismo.

Pedro Barruso Barés
(Universidad Complutense de Madrid)

Enrique Faes: Demetrio Carceller (1894-1968). Un empresario en el gobierno. Barcelona: Galaxia Gutenberg 2020. 352 páginas.

Demetrio Carceller fue uno de los empresarios españoles más importantes del franquismo. Hasta tal punto es así que, partiendo de unos recursos económicos familiares más bien magros, se convirtió en uno de los hombres más ricos de su tiempo. En este libro se le compara con Juan March, enemigo acérrimo de nuestro biografiado y, sin duda, bien conocido por su inmensa fortuna. Es por ello que la historia de Carceller es, sin duda, una historia de éxito, forjada en el mundo de la industria y de ahí el subtítulo del libro: “Un empresario en el gobierno”. Porque, aunque entró en el ejecutivo de Franco durante los decisivos años de la Segunda Guerra Mundial, lo cierto es que Demetrio Carceller fue, ante todo, un avispado empresario que supo ver el negocio y aprovechar sus oportunidades. Su paso por el gobierno como ministro de Industria y Comercio le dotó de una enorme proyección nacional, pero, en el fondo, él siempre fue un hombre de empresa, llegándose a convertir en figura clave de la historia del petróleo en España, un país, curiosamente, carente de este combustible fósil. Como se señala al principio de la obra, “Demetrio Carceller Segura nació con lo puesto en una aldea de agricultores y murió lejos de allí” (p. 17).

Teniendo en cuenta la relevancia del personaje, resulta curioso, sin embargo, que hasta la fecha careciésemos de un estudio de estas características. De suerte que estamos, en realidad, ante la primera biografía de Carceller en sentido estricto. Tampoco es que el personaje fuese desconocido ni mucho menos, pero estaba ayuno de un trabajo tan exhaustivo como este. De hecho, poco antes de publicarse esta investigación, Francisco Contreras Pérez y Manuel Peña Díaz firmaron un capítulo sobre Carceller en la obra Pioneros. Empresas y empresarios en el primer tercio del siglo xx en España (Granada, 2019), coordinado por Raúl Molina. Un año después ambos autores volvían a colaborar con otro capítulo en el libro dirigido por Gloria Quiroga dedicado a los ingenieros empresarios en la España del siglo xx (Trazas y negocios, Granada, 2020). Quiere decir, por tanto, que Carceller ha suscitado un interés cada vez mayor entre los historiadores. La obra de Carlos Faes, no obstante, es, desde mi punto de vista, la que aborda de manera más completa su trayectoria vital. Tal es así que el autor rescata documentos de 29 archivos y bibliotecas de diferentes países. Hay, por tanto, una labor intensa de recuperación de fuentes, toda vez que éstas estaban sumamente dispersas. Bajo este punto de vista, pues, el autor nos presenta una biografía muy sólida y perfectamente documentada, marca de la casa. No en vano este profesor de la Complutense es también el autor de la celebrada biografía de Claudio López Bru, marqués de Comillas (Madrid, 2009).

Pasando al contenido propiamente dicho del libro, cabe señalar primero los orígenes humildes de nuestro biografiado. Sus padres eran oriundos de la pequeña localidad turolense de Las Parras de Castellote, en el límite con la provincia de Castellón. Originarios, pues, de un ámbito rural, marcharon al cinturón industrial de Barcelona, a la ciudad de Tarrassa concretamente, para buscar fortuna. Aquí Camilo Carceller Borraz se empleó como tintorero, aunque un temprano accidente laboral pronto le hizo abandonar esta profesión para terminar como bedel en la Escuela de Industrias de Tarrassa. Hombre, por tanto, con limitados recursos, sin embargo, pronto vio la necesidad de que su hijo estudiase con el fin de que pudiese prosperar en el futuro. Sin duda, estaba detrás la idea de la educación como ascensor social y no se equivocó en absoluto. De esta forma, gracias a una beca, Demetrio Carceller pudo estudiar en la Escuela Elemental de Industrias y Artes y Oficios de esa ciudad, obteniendo el título de práctico industrial, equiparable hoy en día a una formación profesional básica. Pero para Camilo Carceller esto no era suficiente y en diciembre de 1911 su hijo se graduó como perito textil, para pasar a estudiar, entre 1912 y 1915, la carrera de ingeniería textil también en Tarrassa. Cabe destacar que esta ciudad catalana era uno de los epicentros del sector, por lo que no es de extrañar que Demetrio Carceller optara por este tipo de estudios. Si bien, paradójicamente, toda su vida estuvo marcada por la industria del petróleo. De hecho, en 1915 abandonó Tarrassa para siempre, aun regresando de vez en cuando de visita, saliendo como recluta para Barcelona.

La clave de su vínculo con la industria petrolífera reside en un contrato como técnico de laboratorio de la refinería de la sociedad anónima Sabadell y Henry, en Cornellà de Llobregat. Cabe decir que esta empresa era la única de España por su producción y características. En verdad, estaríamos en los orígenes de la industria petrolera en nuestro país y Carceller estuvo ahí en el momento adecuado. Tal es así que en Cornellà se prefiguró un grupo técnico que tendría largo recorrido en el sector y que, en general, se mantendría muy estable. Incluso, su estancia en esta localidad tuvo implicaciones personales, pues fue allí donde conoció a Josefina Coll Mans, con quien se casó. En definitiva, se puede decir que su etapa en Cornellà fue a todas luces decisiva. Por supuesto, desde el punto de vista profesional, Demetrio Carceller aprendió allí todos los entresijos del negocio petrolero. Un negocio que, como se sabe, fue adquiriendo un auge cada vez más espectacular. Todos estos conocimientos adquiridos en Cornellà le sirvieron para dar el salto a una empresa tan relevante como la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos (CAMPSA). Fue el 14 de noviembre de 1928 cuando se incorporó a esta firma como primer ejecutivo de su área técnica, viéndose obligado a trasladar la residencia familiar de la ciudad condal a Madrid. Aunque esta experiencia en la empresa pública fue decepcionante y sólo duró hasta primeros de 1930. Todo parece indicar (o, al menos, así lo interpretó Ceballos Teresí), que desde el poder se quiso sustituir a los viejos amos del negocio petrolero español, entre quienes estaba Carceller, por una casta de “nuevos privilegiados”. Lo curioso es que éste había comenzado su carrera profesional apostando por la nacionalización del petróleo en España, toda vez que se trataba de un sector estratégico.

La fundación de la Compañía Española de Petróleos (CEPSA) brindó a Carceller una oportunidad de oro para regresar a la empresa privada. A partir de su ingreso, se dedicaría en cuerpo y alma a esta nueva aventura empresarial, retomando el liderazgo del grupo técnico forjado en Cornellà. Inmediatamente se optó por Canarias para levantar una refinería, toda vez que las islas eran en ese momento una de las mayores estaciones de carga de combustible del planeta. A este respecto, Carceller apostó desde el primer momento por la internacionalización de la compañía. En este sentido, y como director de CEPSA, se convirtió en el principal interlocutor español para asuntos petrolíferos en Estados Unidos. En estos años, además, sentó las bases de lo que pronto sería su inmensa fortuna, muestra evidente del éxito de la compañía en general y suya en particular.

Con el estallido de la Guerra Civil Carceller logró huir de Madrid y llegar a Burgos, capital de la España franquista. Formó entonces parte de la Comisión de Industria y Abastos, del Comité de Moneda Extranjera y luego de la Comisión de Estudios sobre los Hidrocarburos Nacionales, que el ministro de Industria, Juan Antonio Suanzes, creó para asesorarse al respecto. Solo una vez terminada la contienda, CEPSA recuperó la unidad y Carceller volvió a su puesto de director. Pero un año después, en mayo de 1940, regresaba a Barcelona como Jefe Provincial de Falange. Lo que no le impidió seguir con sus negocios, tanto en CEPSA como en el Banco Central primero y en los fletes marítimos con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. En verdad, Falange le sirvió como plataforma para acceder al poder político, siendo nombrado ministro de Industria en octubre de 1940. Permaneció en el cargo durante los años bélicos, encargándose de dos aspectos fundamentales, a saber: conseguir créditos en el extranjero e importar alimentos para paliar la penuria reinante en el país. Fueron también los años de exportación de wolframio, mineral muy codiciado por Alemania para mejorar su maquinaria de guerra y que tantos dolores de cabeza supusieron para Gran Bretaña y Estados Unidos. Fueron los años, además, en los que toda la obra de Carceller estuvo envuelta en la polémica de la corrupción, en gran medida, alimentada por Juan March. Además, Carceller tenía numerosos e influyentes enemigos (Suanzes entre ellos). Sea como fuere, en el libro no se aportan pruebas evidentes de dicha corrupción, pero resulta llamativo que fue entonces cuando se hizo inmensamente rico y siguió participando en cantidad de negocios. Por lo demás, con el paso del tiempo, la valoración que los historiadores económicos hacen de su política autárquica es francamente negativa. La apuesta del régimen por la autarquía fue una opción querida que, como se sabe, terminó fracasando.

Fuera ya del gobierno, durante los 23 años que transcurrieron hasta su fallecimiento, en 1968, volvió a centrarse nuevamente en el negocio petrolero, aunque no solo, pues diversificó sus inversiones en un buen número de sociedades y sectores (finanzas, petroquímica, metalurgia y bebidas), de suerte que consolidó su posición como uno de los empresarios más importantes de España. Poco antes de morir, Carceller era seguramente el principal empresario petrolero del país. Por su parte, la historia de CEPSA entre 1948 y 1968 es la de la consolidación de la compañía el frente del sector petrolero privado. Al mismo tiempo, desde su puesto de procurador en Cortes participó en la redacción de algunas de las leyes más importantes del momento.

En definitiva, el profesor Enrique Faes nos ofrece un libro fascinante en el que, además de recorrer la biografía de Demetrio Carceller Segura, nos ofrece una reconstrucción de la historia de España de las décadas centrales del siglo xx, aunando historia económica e historia política. Se trata de una biografía apasionante en la que el autor, con la habilidad de su pluma, logra enganchar al lector desde el primer momento. Ambiciones, negocios, rivalidades, bulos, etc. se dan cita en un libro de lectura fácil y muy bien construido y documentado. Estamos, por lo tanto, no sólo ante una excelente biografía, sino también ante un magnífico libro de historia económica e historia empresarial. Un libro imprescindible para conocer cómo se desarrolló el negocio del petróleo en España desde principios del siglo xx.

Carlos Larrinaga
(Universidad de Granada)

4 HISTORIA Y CIENCIAS SOCIALES: AMÉRICA LATINA

Christian Büschges / Stefan Rinke (Hrsg.): Das Ende des alten Kolonialsystems. Wiesbaden: Harrassowitz Verlag (Dokumente zur Geschichte der europäischen Expansion, Bd. 8) 2019. 479 páginas.

Studies about the European expansion continue to be a still-growing part of German historiography. The here reviewed volume, in translation “The End of the Old Colonial System”, was added to this field of research in 2019 and distinguishes itself by way of the multitude of voices from the past it presents.

The book forms the eighth part and “formal completion” of the “Documents of the History of the European Expansion”, a series first initiated in 1975 by Eberhard Schmitt, now professor emeritus of history at the University of Bamberg (p. IX). It was edited by two experts for Latin-American history, Christian Büschges, University of Bern, and Stefan Rinke, Free University of Berlin.

The volume is divided into eight chapters, each of which includes an introduction to a specific topic and a bibliography. Between six and nine historical documents are assigned to each such subdivision, and all documents are in turn commented on by one of the 31 contributing authors. There are 60 documents in total, dating from the years 1735 to 1857, to which 34 illustrations are added. The presented texts are exceptionally diverse. Among other topics, they include the proclamation on the consequences of the Seven Year War by George III. dating from 1763, the Haitian declaration of independence of 1804, and the report of Marine infantryman Watkin Tench on the conquest of New South Wales written in 1789 (pp. 19, 312, 477).

It should be noted that some sources were extensively shortened for publication and can represent the original document only in a limited way. James Otis’ text about the rights of the British colonies, written in 1764, for example, originally comprises 88 pages, but only three-quarters of a page are included in the volume (see p. 207). Reversely, there is a case where numerous pages of a historical document are printed, but the introductory text only consists of a few lines (such is the case with Simón Bolívar’s letter from Jamaica of 1815, p. 385).

Regarding the actual content, the work stands out by its enormous polyphony, a consequence of the already mentioned huge variety of sources and participating authors. However, a common theme among the selected documents can be found in an introductory statement by Stefan Rinke and Karina Kriegesmann. As they point out, the more recent historiography of European colonialism highlights a “crisis of the ancien regime […] that had global proportions”, beginning in the middle of the 18th century (p. 14).

Following this lead, the selection of texts in the first chapter is guided by the diagnosis that claim and reality of European domination in Ibero-America increasingly began to drift apart during the period mentioned beforehand (pp. 3-64). In the second chapter, particular attention is given to the confrontation of Portuguese and Spanish claims to power with that of rival European nations like England, France, and the Netherlands (pp. 65-92). In the third chapter, emphasis is put on the genesis of Atlantic mass-slavery, fundamentally intertwined with the westward European expansion. Among other things, the selection of documents in this segment underlines the interlocking of abolitionist policies with European enlightenment thought, as well as the resistance of the enslaved themselves (pp. 93-190). The fourth section, about structurally problematic areas in the colonial territories, focuses on the economic and administrative reform efforts of European powers and the resistance against them (pp. 191-252). Chapter five deals with the American revolution, including internal dynamics of problems in the early United States (pp. 253-294). The sixth segment is, as the third one, dedicated to the theme of the Atlantic system of slavery and the tough process of its overthrow, here with a focus on Haiti (pp. 295-340). Chapter seven shows how the critique of Spanish and Portuguese colonial domination grew and manifested itself in heterogeneous, but eventually successful struggles for independence in 19th-century Latin America (pp. 341-412). The last chapter widens the regional focus of the volume, hitherto largely restrained to the Americas including the Caribbean, with documents on the imperial expansion in Africa and Asia, reaching from the late-18th to the mid-19th century (pp. 413-479).

All chapter introductions, as well as the comments to the sometimes rare and difficult to obtain documents, were carefully composed by experts on the particular topics and are in general well-written and informative. Still, criticism can be formulated regarding some points. For instance, despite the fact, that two chapters focus on Atlantic slavery and the slave trade, these themes find surprisingly little mention in other parts of the book, and, to give a specific example, are ignored completely in the short segments about the Dutch East India Company (see pp. 11, 52). Nevertheless, it may be assumed that the easily readable volume will indeed show itself to be helpful for a wide variety of German-speaking scholars. As most documents and comments are well suited for undergraduates lacking extensive previous knowledge on the subjects as well, the book will especially be of value for lecturers giving introductory courses on European colonialism with a focus on the Americas. All in all, “The End of the Old Colonial System” is a welcome addition to the available literature on the topic referred to in its title, showing the phenomenon in its multi-faceted diversity.

Wolf Behnsen
(Leibniz Universität Hannover)

José Araneda Riquelme: Un gobierno de papel. El correo y sus rutas de comunicación en tiempos de la reforma imperial en Chile (1764-1796). Santiago de Chile: Editorial Biblioteca Nacional / Instituto Barros Arana 2020. 174 páginas.

Los procesos de comunicación se han convertido de unos años para acá en un importante foco de interés no solo para la historia cultural. La historia política o de la ciencia han desplazado de igual manera su interés hacia las formas en que los individuos y los grupos le dan sentido a sus vidas y oficios a partir de la elaboración de noticias en la medida en que fueron transmitidas. A este respecto, una pregunta que ha cobrado cierta vigencia en algunos países de Latinoamérica ha sido la de los mecanismos utilizados en la época colonial para mantener comunicadas las posesiones imperiales de la Corona de Castilla. El libro de José Araneda Riquelme, hace lo justo partiendo de una inquietud puntual sobre el presente, a saber, la institucionalización del correo en Chile. En otras palabras, para el autor, la existencia de una institución como la “Administradora General de Correos de Santiago, y sus funcionarios” (p. 17) puede explicarse desde las reformas del correo y sus rutas, diseñadas y ejecutadas por la dinastía borbónica como parte del amplio programa de reformas llevadas a cabo durante el siglo xviii en sus territorios.

El análisis que propone Araneda Riquelme de la génesis de un correo oficial y de las prácticas cotidianas que se desprenden de dicha institucionalización –que comprenden no solo la escritura y lectura, sino otras con respecto a la organización cotidiana del tiempo, así como las prácticas concernientes a guardar y gestionar la información– se pregunta al mismo tiempo por la conformación de una cultura burocrática. En este sentido, cobra especial importancia la pregunta por las posibilidades que ofrece el papel como una materialidad precisa –de ahí la razón de ser del título del libro– que permite no solo ejercer unas estrategias de poder, sino la consolidación de procesos burocráticos que facilitarían la centralización del poder y de la información. Para el autor, y de alguna manera a lo largo del texto, los procesos que llevan a cabo los funcionarios dentro de la oficina del correo tienen un valor particular a la hora de conectar a Santiago de Chile con Madrid: en este sentido, pareciera que fue en gran parte gracias a ellos que la Gobernación de Chile salió del prolongado aislamiento en el que se encontraba hasta ese entonces, no solo en el plano imperial, sino con respecto a los diferentes procesos globales que se llevaban a cabo.

La propuesta de Araneda Riquelme comprende involucrar el estudio de las cartas, no desde su contenido formal, sino más bien entendidas como “parte fundamental del proceso de comunicación atlántica en esos tiempos” (p. 31). Dentro de este proceso de circulación, la investigación estudia la incorporación de unas rutas que conectaron las regiones de la Capitanía General con Santiago y de ahí, a través de la Oficina de Correos, con el mundo Atlántico a través de Buenos Aires, dejando un poco de lado las ricas dinámicas de intercambio en el océano Pacífico. El estudio, que se desarrolla en tres capítulos, puede dividirse en dos grandes bloques que se corresponden con el análisis de los antecedentes del problema. En el capítulo primero se da cuenta del “Correo Mayor de Indias”, y los dos capítulos posteriores se dedican a estudiar las dinámicas en las comunicaciones de la época propuesta, entre 1764 y 1796. De esta forma, el relato muestra cómo el correo oficial pasó de manos privadas –los Carvajal durante el reinado de los Habsburgo–, a las oficiales durante los Borbones, quienes buscaron la homogenización de las formas de comunicación a escalas imperial y local, por medio de unas oficinas, unos funcionarios y unas funciones precisas.

Tal vez el trabajo se inclina a veces demasiado hacia miradas legalistas e institucionales del correo. En este sentido, habría que preguntarse si la erección de una oficina de correos y la búsqueda de la institucionalización de unas prácticas trajo consigo –tal vez incluso en menor medida en territorios alejados como la Gobernación de Chile– la transformación sustancial de las comunicaciones en una ciudad o una región determinada. De igual forma, esas perspectivas que son a veces estructurales olvidan que los funcionarios que ocupaban una respectiva plaza, también traían consigo unos intereses y unas expectativas que no siempre se alineaban con las de la posición ejercida. Un ejemplo de esto puede ser lo ocurrido por la misma época en el Nuevo Reino de Granada. El administrador de Correos de ese virreinato, durante la revuelta popular conocida como la Rebelión de los Comuneros, se valió de su posición y ocultó información relevante para el Estado, además de hacer circular noticias provenientes de Lima a las que tenía acceso debido, en parte, a su ocupación dentro de la burocracia imperial. En ambos casos, sus acciones obedecieron a la defensa de los intereses de sus redes familiares, de negocios y de influencia política.

Asimismo, la misma mirada un tanto optimista que hay sobre la institucionalización de los correos en Chile, sugiere que fue gracias a este proceso muy centralizado y burocrático que la Gobernación de Chile pudo finalmente comunicarse con la península y con los procesos que en términos globales se llevaban a cabo en la época estudiada. Quizás valdría la pena mencionar, especialmente por el criterio complementario al correo y a los medios oficiales de comunicación, aquellos mecanismos informales que fueron los que con mayor eficacia mantuvieron conectadas las distintas latitudes de las posesiones de la Corona de Castilla. Uno de ellos, el de los comerciantes y las formas como intercambiaban información privilegiada con la que podían llevar a cabo el envío de mercancías con una mayor expectativa de éxito en los negocios.

Un último comentario es el que debe hacerse al aspecto formal de la obra que se reseña. Llama la atención en muchos pasajes del libro los errores con respecto a la escritura y redacción, la repetición de palabras, o problemas con respecto a la asignación de géneros del singular o plural en la construcción misma de las frases. Este tipo de errores desvían la atención del lector y hacen que en ocasiones los argumentos e ideas centrales del estudio pierdan la fuerza que el autor quiere comunicar.

De todos modos, el aporte del trabajo de Araneda Riquelme no solo debe comprenderse dentro de la historiografía de Chile colonial, que en comparación con la republicana es mucho menor. Los problemas de la comunicación y del correo en la mencionada época, deben seguir trabajándose desde las distintas tradiciones historiográficas nacionales con miras a superar los límites políticos y a consolidar un corpus que permita abordar la discusión en términos más continentales y globales.

Carlos Manuel Olano
(Freie Universität Berlin)

Stefanie Gänger: A Singular Remedy: Cinchona Across the Atlantic World: 1751-1820. New York: Cambridge University Press (Series: Science in History) 2021. 300 páginas.

A Singular Remedy: Cinchona Across the Atlantic World”, de Stefanie Gänger, se soma à prolífica discussão a respeito da circulação de materiais e conhecimentos relacionados ao encontro intercultural entre europeus e indígenas no contexto da expansão marítima e imperial europeia e da formação do mundo atlântico, bem como ao conjunto de obras que discutem as histórias de diferentes commodities em âmbito global. O trabalho tem a ambição de abranger um escopo verdadeiramente atlântico, ou mesmo global, tendo envolvido o estudo de uma multiplicidade de fontes em diversos idiomas como inglês, português, francês, espanhol, alemão, latim e outros. As fontes, encontradas em arquivos dispersos por diversos países, incluem desde documentos burocráticos relacionados à administração dos impérios europeus até farmacopéias, livros de receitas caseiras e almanaques.

Reconhecendo o papel proeminente ocupado pela cinchona, então um medicamento com diversas aplicações reconhecidas, através de todo o mundo atlântico entre os séculos xvii e xviii, Gänger estudou essas fontes com o objetivo de compreender o modo pelo qual o conhecimento e as práticas médicas eram compartilhados através de regiões geograficamente distantes e culturalmente diversas no período moderno. Sua abordagem parte de uma visão crítica que relativiza a noção dos materiais –neste caso um medicamento– como entidades sólidas, duráveis e bem definidas, isto é, como categorias ontologicamente estáveis, afirmando, pelo contrário, a variabilidade e instabilidade daquilo que foi historicamente nomeado como cinchona. Mais do que somente um precursor do quinino ou um eficaz remédio específico para a malária, atribuições associadas à cinchona a partir do século xix, essa categoria está relacionada à complexos processos de circulação global de materiais, práticas, conhecimentos e narrativas desde meados do século xvii.

O primeiro capítulo discute os mitos e tópos que acompanharam a casca de cinchona conforme esta se difundia através do mundo Atlântico e além entre os séculos xvii e xviii. Os diversos relatos populares e científicos e as propagandas associadas a sua comercialização e aplicação medicinal envolviam em geral referências ao conhecimento secreto dos indígenas americanos, ciosos de revelar seus segredos aos colonos e europeus, e à capacidade especial desses indígenas de obter conhecimentos úteis a respeito da natureza. Ao estudar o conjunto de tópos associados aos mitos de origem da cinchona, a autora busca reconstituir o imaginário cultural que cercava esse material em sua difusão pelo mundo Atlântico.

O segundo capítulo discute os circuitos de distribuição da cinchona através do mundo entre o século xvii e o começo do xviii, tendo em vista que se tratava de um dos mais importantes medicamentos utilizados então, principalmente no combate às febres. A casca de cinchona coletada na América Espanhola alcançava o mundo através das rotas oficiais que conectavam o vice-reino do Peru à Cádiz, na Espanha, mas também por meio de amplo e disseminado contrabando. Por ambas as vias, o produto se distribuía com grande capilaridade por toda a Europa e as colônias europeias na América, África e Ásia, chegando até o interior de outras sociedades com as quais os europeus tinham laços comerciais e/ou diplomáticos, como o Marrocos, o Império Otomano e a China Qing. São apresentadas estimativas de tonelagem e quantidade de doses transportadas e comercializadas, e se discute a capilaridade da cinchona em termos sociais e geográficos à época.

No terceiro capítulo são discutidas as diferentes preparações medicinais que levavam a cinchona como um de seus ingredientes e que faziam parte do repertório farmacológico de diversas sociedades através do mundo Atlântico e além. A recorrência das mesmas receitas, por vezes com pequemas modificações, em textos produzidos em lugares tão diferentes entre si como a Nova Espanha, a Inglaterra, Portugal e o Marrocos, aponta para o fato de que o conhecimento médico circulava, juntamente com os materiais, através dos circuitos de comércio, poder e intercâmbio cultural que conectavam o mundo Atlântico entre os séculos xvii e xix.

O quarto capítulo discute o fenômeno das febres intermitentes, enfermidade que ocorria em diversas regiões do mundo no período discutido, com altas taxas de mortalidade. Procurando escapar ao risco de tratar a cinchona como meramente uma precursora do quinino, e de abordar as febres como o que viria a ser chamado depois de malária, a autora discute os discursos comuns sobre as febres, a sua relação com o espaço geográfico e o papel da cinchona no mundo atlântico. Associadas a locais pantanosos, tropicais ou com presença densa de pessoas, como navios, acampamentos militares e cidades, as febres eram tratadas prioriteriamente através da administração de preparados de cinchona. Concepções comuns sobre a origem e o tratamento de uma determinada doença, como nesse caso, apontam para processos de estabilização e padronização do conhecimento médico entre sociedades diversas e distantes entre si durante o período moderno.

No quinto capítulo são discutidos aspectos sociais e ambientais da economia da cinchona em sua região de produção, que abrangia partes dos Vice-reinos de Nova Granada e do Peru, com seu centro nos distritos (corregimientos) de Loja e Cuenca. O estudo de uma série de fontes oficiais ligadas à administração colonial espanhola aponta que o aumento progressivo da demanda por cinchona ao longo do século xviii resultou no declínio das populações de árvores desse gênero nas regiões de extração, simultaneamente a um processo de deterioração das condições de trabalho. Se no começo do século xviii a cinchona, abundante, era coletada por indígenas trabalhando livremente, a progressiva escassez e dificuldade de encontrar a planta, somada à crescente demanda, resultou no estabelecimento de diversas modalidades de trabalho forçado ou de coerção, como o sistema de pagamentos adiantados, a mita e a cobrança abusiva de impostos, sempre tendo os indígenas como principais alvos.

O estudo dessas diversas dinâmicas relacionadas à produção, comercialização e administração medicinal da cinchona em vários pontos do planeta nos séculos xviii e xix, em particular no mundo Atlântico, contribui para discussões a respeito das relações históricas entre local e global na produção e comercialização de commodities. Além disso, contribui para o entendimento a respeito das maneiras pelas quais o conhecimento científico se produziu historicamente por meio do movimento, conforme transitava entre diferentes contextos sociais, culturais e geográficos.

Marcio Barbato de Oliveira
(Universidade de Brasília)

Mercedes López Rodríguez: Blancura y otras ficciones raciales en los Andes colombianos del siglo xix. Madrid / Frankfurt: Iberoamericana / Vervuert 2019. 257 pá­ginas.

A lo largo de esta obra, Mercedes López Rodríguez se interroga sobre los procesos de racialización en la región andina colombiana durante el siglo xix, explorando la construcción de la blancura, definida como un concepto dinámico que liga aspectos físicos, genealógicos y morales, que además se entrecruzan con las características de raza, clase y género de cada individuo. Este análisis es posible gracias a la revisión de las ficciones raciales, compuestas por las producciones literarias de la época e ilustraciones de la Comisión Corográfica que, al ser utilizadas como fuentes, acercan a la autora a las construcciones retóricas sobre las diferenciaciones de los cuerpos, y su relación con el influjo de la geografía, el lugar de origen y el clima. Estos aspectos marcaron los debates alrededor de la cuestión racial y el mestizaje adelantados por intelectuales y políticos de la élite colombiana, quienes en el tránsito entre el orden colonial y el republicano, encontraron en la región andina y su población campesina, la oportunidad de consolidar una nación en proceso de blanqueamiento.

Dicho proceso, no estuvo dado netamente por la variación de la población en términos demográficos como resultado de las uniones interraciales, pues la autora señala que el cambio recayó “en las políticas y estrategias de representación sobre la población, y es ahí justamente donde se concentra este libro” (p. 26). El análisis se divide en cuatro capítulos donde se revisa la noción de blancura en el contexto de diversos escenarios narrativos y visuales, en los cuales López aprecia cómo en este concepto, se incluyen y excluyen a los sujetos por razones que más allá del color de la piel y la apariencia física o el linaje, se extienden hasta las interacciones cotidianas, como las prácticas alimenticias, el comportamiento y los códigos de vestimenta.

El primer capítulo “Raza en otras palabras. Los alimentos y la construcción de la diferencia corporal en la literatura del siglo xix” se articula en torno a las representaciones de los habitantes de la región andina ofrecidas en diversas narraciones, y a las valoraciones raciales que se presentan por parte de los autores. Con base en los alimentos que allí se producen o se consumen, la descripción y análisis sobre estas prácticas, incluso deriva en la racialización de ciertos productos (cómo el plátano, asociado a la pereza, y el trigo, ligado a la civilización). Para ello, parte de algunas obras de Felipe Pérez, Pedro Fermín de Vargas, Francisco José de caldas, Isaac Holton, José María Samper y Eugenio Díaz Castro, Manuel Ancízar, J. B Boussignault, Francisco Ortiz y José María Vergara, que le permiten explicar cómo “la blancura” representa una performance compleja, en la cual “los alimentos constituyen un escenario privilegiado para pensar los modelos de construcción de la diferencia corporal” (p. 80).

En “La blancura en el centro: cómo se performa lo europeo en los Andes colombianos”, López analiza el acceso a la cultura material europea por parte de la élite colombiana como una extensión del cuerpo blanco, a partir de las obras de literatura costumbrista nacional, Manuela (1858) El rejo de enlazar (1873) de Díaz Castro, y Cuadros de costumbres y descripciones locales de Colombia (1858) de José Caicedo Rojas. Gracias a una revisión bastante detallada tanto de los aspectos narrativos de dichas piezas, como de las interacciones o “roces” entre los personajes atravesados por sus características raciales, la autora indaga sobre la construcción de una blancura performativa, que se evidencia en los encuentros de la élite con los grupos intermedios urbanos y el campesinado andino. Aquí la república funge como un campo de relaciones de poder altamente desiguales, en el cual el acceso a lectura y el libro representan consumos de élite que excluyen a las prácticas populares de los no blancos, quienes suelen ser representados en las narraciones como sujetos antagónicos a los blancos urbanos, caracterizados por carecer del refinamiento europeo.

Durante el tercer capítulo, “La blancura en los límites: los mestizos andinos como blancos en proceso de construir la región”, la autora se enfoca en los discursos acerca del mestizaje como dispositivo ideológico en la mitad del siglo xix, donde el proyecto político liberal estructuró su narrativa de nación en torno a esta propuesta, estableciéndola como un discurso hegemónico asociado al progreso moral y material. A lo largo del apartado, y a través de los postulados de Ancízar y Samper, se evidencian los distintos significados que adquirió el mestizaje: como proceso asociado a la mezcla física de los sujetos pertenecientes a diversos grupos socio raciales, o como un cambio en los patrones de consumo, habitación y prácticas (p. 148). Ambas corrientes blanqueaban a la población, convirtiendo el mestizaje en “un estadio intermedio, en el tiempo y el espacio, entre el antiguo pasado colonial y el futuro republicano, pero también entre su pasado indígena y su futuro blanco” (p. 158).

El cuarto capítulo, “El mulato renuente. Género, ficción y utopía en las uniones interraciales de la literatura colombiana del siglo xix”, ofrece una revisión de algunas obras literarias (entre ellas Mercedes (1869), escrita por Soledad Acosta de Samper) en las cuales se presentan uniones interraciales protagonizadas por hombres mulatos quienes buscan o establecen relaciones con mujeres blancas, a las cuales se niegan los padres o hermanos de estas. Las tramas de dichas narrativas son leídas por López como pugnas entre masculinidades, que representan contra narrativas que se oponen a la idea del mestizaje como vía para el progreso nacional, en las cuales entran en tensión las construcciones de las masculinidades blancas, en oposición a las indígenas, negras o zambas (p. 188).

Finalmente en el epílogo, titulado “El indio que desaparece de los Andes: indios, indios mestizos y africanos como tecnologías de representación”, por medio de las ilustraciones de Carmelo Fernández sobre la Comisión Corográfica (1888), se evidencia cómo la blancura es incorporada en las piezas del artista, no solo a través del color de la piel, también de una composición visual que incluye determinado paisaje, vestido y la presencia de servidumbre no blanca, para destacar el protagonismo del sujeto blanco. En el marco de esta jerarquización, la autora explica cómo se va asumiendo la existencia de “diferentes tipos de blancos, unos más blancos que los demás, con vínculos más fuertes con Europa” (p. 223), pero a la par, la desaparición (en este caso, vista a través de la narrativa de Díaz Castro) del indígena de la región andina, que comienza a ser reemplazado por el tipo racial blanco-mestizo, por medio de la exclusión de los nativos en términos de representación e imaginarios sociales (p. 229).

Alejandra Buenaventura Gómez
(Universidad del Rosario)

Carole Leal Curiel: La primera revolución de Caracas, 1808-1812: del juntismo a la independencia absoluta. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello / Konrad Adenauer Stiftung (Abediciones, Colección LETRAVIVA) 2019. 440 páginas.

Un nuevo libro viene a engrosar la incontable bibliografía y publicística en torno a los procesos de emancipación ocurridos a principios del siglo xix en los dominios de la monarquía hispana en el continente americano. La autora nos ofrece un extenso, documentado y enjundioso estudio sobre la génesis del movimiento independentista en la llamada Capitanía General de Venezuela; y su desarrollo inicial en el breve período de tiempo, que transcurre desde 1808 a 1812. Dicha Capitanía General formaba, junto con las Audiencias de Santa Fe, Quito y Panamá, el Virreinato de Nueva Granada con cabecera en Santa Fe de Bogotá.

Su autora, la venezolana Carole Leal Curiel, se propone abordar el tema elegido desde una perspectiva de las ideas y de los términos lingüísticos, que las expresan. En sus consideraciones sobre el particular priman lo político y lo ideológico en línea con las propuestas de interpretación del fenómeno independista hispanoamericano formuladas por el hispano-francés François-Xavier Guerra en los años noventa del siglo pasado. No faltan toques socio-económicos bajo la influencia de las ideas expuestas por el hispanista Pierre Chaunu en los lejanos años setenta del siglo xx. Ambos autores están presentes en la relación bibliográfica final, especialmente el primero con una docena de entradas, como no podía ser de otra manera, dado el enfoque, eminentemente político, que Carole Leal ha querido imprimir a su investigación. El historiador hispano-galo es, además, una de las tres personas fallecidas a las que dedica su obra. En cambio, pasan a un segundo plano los paradigmas tradicionales de la historiografía independista, orientada a relatar los acontecimientos bélicos o sociales, que acompañaron el largo proceso de la independencia hispanoamericana, o a ensalzar el papel de los grandes próceres, que los protagonizaron.

Como punto de partida de su investigación, la autora de esta obra plantea un gran interrogante. ¿Cómo se explica que en poco más de un año, del 19 de abril de 1810 al 5 de julio de 1811, se pasa de constituir en Caracas una “Junta Suprema Conservadora de los derechos de Fernando VII” a proclamar una “Declaración de independencia absoluta” en el Congreso General de Venezuela, convocado en virtud de una orden del Consejo de Regencia de España e Indias constituido en la metrópoli a finales de enero de 1810? Los que prepararon y aprobaron esta declaración son los mismos que el 2 de marzo de 1811, como preámbulo a las sesiones congresuales, juraron en la iglesia catedral de Caracas “en nombre de Dios, por los Santos Evangelios conservar y defender los derechos de la patria y los derechos del Señor Don Fernando VII…”. Cuatro meses más tarde la mayoría de los representantes de siete de las diez provincias, que entonces integraban la Capitanía General de Venezuela, proclama “en nombre de Dios y a nombre y con la voluntad y autoridad, que tenemos del virtuoso pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al mundo que sus Provincias Unidas son y deben ser, desde hoy, de hecho y de derecho, Estados libres, soberanos e independientes y que están absueltos de toda sumisión y dependencia de la Corona de España o de los que se dicen o dijeren sus apoderados o representantes…”. La autora subraya que “esa fue la primera declaración de independencia absoluta que se dio en el continente hispanoamericano” (p. 14).

A explicar esta dicotomía Leal Curiel emprende una minuciosa investigación, cuya plasmación escrita ocupa el grueso de las 440 páginas del presente libro. Las distribuye en una sucinta introducción (pp. 13-24), donde, además de presentar el estado de la cuestión, los temas a desarrollar y su marco cronológico, señala los planteamientos metodológicos e ideológicos de su exposición sobre la base de la historia política y la historia de los conceptos. Sigue un extenso cuerpo central dividido en tres partes, que corresponden a otros tantos períodos cronológicos. Todo ello en un espacio de tiempo de muy corta duración, apenas un lustro.

Una primera parte, o primera etapa, que abarca desde el mes de julio de 1808, cuando comienzan a llegar a Caracas informaciones fidedignas del traspaso de la Corona española a Napoleón y el nombramiento de su hermano José Bonaparte para ocupar el trono de la monarquía hispana, hasta principios de 1810, cuando llega la noticia de haberse constituido un Consejo de Regencia de España e Indias. En sus páginas, de la 27 a la 163, se relata y analiza, desde un punto de vista semántico, un primer intento de constituir una junta de gobierno, similar a las creadas en España, con el propósito de defender los derechos de Fernando VII. Intento frustrado debido a un sonado proceso judicial incoado por las autoridades de la Capitanía General, objeto de un detallado análisis por parte de nuestra autora. Otro hecho destacado de este período fue la elección de un representante de la Capitanía General venezolana destinado a formar parte de la Junta Centra Suprema y Gubernativa de España e Indias constituida en la metrópoli. Se cierra con la no aceptación del Consejo de Regencia de España e Indias, instituido a finales de enero de 1810, al que niegan legitimidad de origen.

La segunda parte, cuya exposición ocupa las pp. 167-304, se centra en los sucesos del año 1810. La creación de la Junta Suprema Conservadora de los derechos de Fernando VII el 19 de abril. La constitución de Juntas en las provincias de la Capitanía. La convocatoria de las elecciones de 1810 para designar representantes del “Cuerpo Conservador de los derechos de Fernando VII”, con especial atención a la reglamentación de las mismas. De carácter censitario, y de segundo grado, las elecciones se realizan en las siete provincias, que no aceptan la autoridad del Consejo de Regencia y no responden a la convocatoria de elecciones a diputados a las Cortes de Cádiz. Como punto de partida de esta actitud contestataria pone el énfasis en el debate igualdad / desigualdad de representación política entre peninsulares y criollos.

La tercera y última sección del estudio, que se extiende de la pp. 307 a la 401, años de 1811 a 1812, tiene como objetivo principal relatar y analizar el desarrollo del Congreso General venezolano; su evolución desde posiciones favorables a sostener los derechos de Fernando VII a negarle la soberanía sobre aquellos territorios y proclamar la forma republicana de gobierno para la Confederación Americana de Venezuela. Se explaya en el examen de las características socio-culturales de los componentes de aquel Congreso venezolano y en los contenidos semánticos de los principales debates habidos en las sesiones del mismo. En su valoración de este radical cambio de orientación política se inclina por reducir la importancia atribuida por la historiografía tradicional a la Sociedad Patriótica, uno de cuyos miembros es el joven Simón Bolívar, en las deliberaciones y resoluciones de aquel Congreso constituyente.

Unas breves conclusiones (pp. 403-408) cierran la parte teórica del estudio. Aunque se echa de menos unos buenos índices de personas y lugares, cabe concluir que la obra de Carole Leal Curiel constituye una notable e interesante aportación a la historiografía del complejo y apasionante fenómeno de la independencia iberoamericana.

Luis Álvarez Gutiérrez
(Universidad Complutense de Madrid)

Claudia Freidenraij: La niñez desviada. La tutela estatal de niños pobres, huérfanos y delincuentes. Buenos Aires 1890-1919. Buenos Aires: Editorial Biblos 2020. 530 páginas.

La niñez desviada es el sugestivo título otorgado por la profesora argentina Claudia Freidenraij a la reescritura de su tesis doctoral, la cual se inserta tanto en la línea sobre la historia social de la infancia plebeya en Argentina, como también y quizás principalmente, en aquellos análisis que reflexionan sobre cómo se construye el concepto de delito, delincuencia e ilegalidad infantil en las sociedades contemporáneas. Concepciones que según el marco teórico al que la autora se adhiere, resultan ser construcciones sociales y de “carácter artificial” producto de la “invención humana” (p. 42) y del control que las “elites morales” de la época desean ejercer sobre la infancia minorizada de la clase trabajadora que ocupa el espacio público del Buenos Aires de finales de siglo xix y comienzos del siglo xx.

Es así como el objeto principal de estudio son aquellos niños de la clase trabajadora que habitaban las calles de la capital argentina con “naturalidad”, niños pobres, que no estaban escolarizados, que no hacían parte de una estructura familiar modelo. Gracias a una investigación minuciosa, respaldada por un amplio cuerpo documental, Freidenraij consigue reconstruir la problemática desde una perspectiva histórica, sociológica y antropológica, apoyándose en fuentes judiciales, policiales, diarios, archivos médicos, archivos judiciales, memorias y archivos fotográficos. Todo este vasto cuerpo documental dialoga de forma analítica y coherente con una amplia bibliografía secundaria.

Es de resaltar la importancia de la periodización del trabajo, el cual se ubica entre los años de 1890 y 1920. El tiempo no se refiere únicamente a esa Buenos Aires que atravesaba el mayor proceso de transformación demográfico, económico, político y que presumiblemente generaba un sinnúmero de niños plebeyos poblando las calles. Sino que se enmarca en momentos claves y de quiebre para la historia de esa “infancia minorizada”. Desde la década de 1890 la historiadora argentina identifica diversas políticas concretas destinadas a la transformación de la situación de los niños en el espacio público, marcando un punto de partida en las formas de intervención estatal encaminadas a organizar y corregir aquella infancia que incomodaba. Asimismo, el año de 1919 representa un elemento altamente simbólico debido a la sanción de la ley 10.903 de Patronato de Menores, la cual estuvo en vigencia hasta el 2005 (p. 40).

El libro se estructura en seis capítulos en los que la autora constata y reconstruye de forma empírica el aumento de las preocupaciones públicas y privadas por la “vagancia infantil” y, cómo se ejecutaron las intervenciones estatales dirigidas a prohibir, reprobar y penar toda actividad transgresora infantil y juvenil plebeya. En la articulación de las nuevas formas de corrección y castigo se construyen estereotipos de criminalización y estigmatización de ciertas formas de vida cotidiana de los niños en el espacio urbano, por parte de una “elite moral” conformada por agentes estatales, policiales, judiciales y grupo de especialistas de diversas áreas.

Un aspecto relevante de la observación es la cuestión del porqué los niños “abandonados y delincuentes” formaron parte de un mismo problema. El cual no se refiere a un asunto de definición y estigmatización, en donde la autora ahonda en identificar hasta qué punto eran infantes abandonados, cuántos de ellos “delincuentes” y cuántos simplemente “sueltos”. Sino también a la situación en que las políticas de asistencia y penalización no se distinguieron entre sí. Es decir, en las intervenciones públicas las medidas asistenciales y penales resultan ser parte de un mismo problema: el asilo, la corrección, el depósito, el castigo y la guarda se confunden en la experiencia concreta de los menores tutelados.

El papel central de la policía ocupa una atención especial en el libro. Y es quizás una de las instituciones más preocupadas por organizar y disipar toda presencia molesta de los niños en el espacio público de la ciudad bonaerense, en la búsqueda de un orden social urbano (p. 291). Es relevante observar cómo en la agenda policial se va gestando un proceso de “criminalización de la niñez desviada” y con ello, todo un paquete de normas legales que buscaban intervenir sobre la realidad cotidiana de los niños. Dentro de estas nuevas normativas se definen tipos de delito, así como de legitimación del castigo, formas y espacios de corrección a aquella infancia abandonada y delincuente. En contraposición a la policía (a los jueces y encargados de la corrección de la infancia transgresora) se ubican aquellos agentes defensores de los menores quienes abogaban por su bienestar, buscaban acogerlos y tutelarlos.

Para entender todo el entramado de establecimientos, agencias estatales e instituciones particulares que se ocupaban de esa “infancia abandonada y delincuente”, Freidenraij hace uso de la noción de “archipiélago penal y asistencial”. Cada institución y agente estatal y privado, intervenía de forma autónoma. Asimismo, cada una de ellas mantuvo contacto entre sí, siendo estos vínculos poco armonioso y más bien conflictivo. Cada agente manejó intereses distintos, por lo que la represión y el amparo se tornaron muchas veces inseparables en las formas como se relacionaron con la infancia urbana plebeya (p. 32). Entre los establecimientos que la autora ubica en este archipiélago penal-asistencial se cuentan las colonias agrícolas e industriales, colonias penitenciarias, los asilos, batallones correctivos, entre otros.

Un punto central de toda la investigación se refiere al castigo infantil o al “nacimiento del castigo infantil”. La base central del análisis es justamente el estudiar aquellas reformas encaminadas a corregir y “encaminar” a la infancia transgresora. Representando un gran aporte las circunstancias en cómo nacieron y se produjeron las instituciones penales diseñadas y organizadas de forma específica para recluir y corregir a los menores, lo que supuso el paso de la diferenciación del encierro infantil al de los adultos. El nacimiento del reformatorio en la ciudad de Buenos Aires se origina como una reacción a las condiciones poco higiénicas y de hacinamiento que los niños sufrían en las cárceles. Freidenraij indica que los inicios de estas instituciones de encierro y el nacimiento del reformatorio como tal, van de la mano, no necesariamente del aumento de la delincuencia o el abandono, sino por la construcción social que se da del concepto moderno de infancia y de sus áreas de transgresión.

Un gran aporte de la investigación de Freidenraij es también dejar hablar a los niños. No se trata de un análisis solo desde la perspectiva de las elites morales de la época, en el libro los infantes no están silenciados, tienen sus propias voces, sus propias caras y narran sus propias experiencias. Ellos consiguen comunicar cómo vivencian el proceso de estigmatización social, se rebelan contra las formas de control, desarrollan sus propios códigos durante el encierro. En fin, no son en ningún momento objetos pasivos de la observación. La historiadora argentina consigue contraponer siempre las dos caras (o las diversas caras) del complejo proceso de la formación de una justicia de menores.

Por lo tanto, la investigación de Freidenraij es una invitación a continuar este tipo de estudios en el resto de los centros urbanos argentinos, así como también en otros países de la región latinoamericana. Estudios que nos otorguen luces de cómo vivenciaron los niños y la población en general el camino hacia la construcción de una justicia de menores.

Catherine Aristizábal B.
(Universität Hamburg)

Jairo Gutiérrez Avendaño: Locura y sociedad. Alienismo tardío, psicopatología e higiene mental en la modernidad colombiana 1870-1968. Envigado: Institución Universitaria de Envigado 2019. 356 páginas.

Los estudios históricos sobre las enfermedades han logrado evidenciar cómo a través del sufrimiento humano las sociedades ponen en juego un amplio repertorio de prácticas y construcciones discursivas que revelan mucho más que simplemente la historia intelectual e institucional de la medicina. Una de esas enfermedades, y quizá sobre la que más prejuicios han existido, es la locura; la cual ha captado la atención desde la década de 1970, muchas veces a raíz del libro de Michel Foucault Historia de la locura en la época clásica. Aunque para el caso de Latinoamérica la locura ha sido abordada de manera desigual en términos teóricos y metodológicos, contamos con numerosos trabajos de México, Argentina, Perú y Chile. Esta historiografía ha encontrado un objeto de análisis saturado de intersecciones que desbordan los límites de la psiquiatría: el estudio de las instituciones específicas de atención, los marcos epistemológicos y los procesos de profesionalización han permitido develar la importancia de la salud mental en los procesos de construcción del Estado, de modernización y los proyectos de intervención social que buscaban mejorar las realidades biológicas de la población.

El trabajo de Jairo Gutiérrez Avendaño pretende abordar el fenómeno locura en Colombia entre 1870 y 1968 a través de la historia sociocultural de la psiquiatría, con una propuesta de “investigación histórico-hermenéutica” (p. 45), donde se propone hacer un estudio descriptivo retrospectivo de series de historias clínicas de varias instituciones en tres ciudades: Bogotá, Medellín y Cali. La hipótesis presupone una serie de rupturas y continuidades en el proceso de “surgimiento de la psiquiatría moderna en Colombia”, y para ello propone hacer un recorrido en “doble perspectiva”: intramuros y extramuros. Desde nuestro punto de vista, el problema con esta propuesta es que reproduce dos problemas: por un lado, de entrada, recorta el número de actantes, objetos, grupos y agencias que se movilizan alrededor del fenómeno locura, además de evitar desplegar las controversias que implica todo cambio de paradigma científico. Por otro lado, reproduce el símbolo del muro como uno de los protagonistas de las instituciones totales (no sólo de los manicomios, hospitales o asilos), como una muralla infranqueable, cuando su funcionamiento ha sido descrito más como una membrana llena de poros, con sus conflictivas relaciones de poder.

Vale la pena resaltar el uso de las historias clínicas llevado a cabo para explorar aspectos como el tiempo de permanencia, el rol de la familia, los tratamientos administrados y los delirios de las personas afectadas por alguna enfermedad mental, más aún cuando son documentos que –en algunos casos y por diferentes motivos, como el Hospital Neuropsiquiátrico de Sibaté– han sido poco explorados. No obstante, hay algunos aspectos que nos gustaría cuestionar. En primer lugar, por la metodología utilizada, se pierden muchos matices. La información consignada en las historias clínicas suele ser muy desigual –en algunos casos apenas se registró el nombre y el diagnóstico de la persona–, por ello, el análisis detallado de algunos casos podría iluminar dinámicas sociales o familiares que se pierden en una tabla elaborada con rigurosidad estadística. En consecuencia, las conclusiones basadas en estas estadísticas pueden ser objeto de debate, por ejemplo: al analizar los ingresos económicos semanales familiares de los pacientes en el Asilo San Isidro de Cali, el autor concluye que “la enfermedad mental estuvo más asociada con los ingresos económicos bajos y medios, y, en menor proporción, a los altos” (p. 77). Estos resultados también podrían significar que las familias de ingresos altos podían recurrir a otras prácticas para el manejo de sus miembros enfermos, como cuidadores particulares, traslados a hospitales en otras ciudades o instituciones privadas.

En segundo lugar, respecto a los diagnósticos y los tratamientos, es de esperar que, ante la descripción de nuevas entidades nosológicas y la introducción de nuevas formas terapéuticas, se presenten controversias –vale la pena recordar las discusiones alrededor del término psiquiatría a finales del siglo xix en Europa–. La mayoría de ellas suelen estar impregnadas de discusiones sobre la autoridad científica, la eficacia de los tratamientos y las posibilidades de acceder a ellos. Así, se podrían analizar las redes de circulación de los avances científicos, las redes de distribución de medicamentos, y la reacción social ante estas dinámicas. Sin embargo, en el texto encontramos la enumeración de los medicamentos utilizados en la década de 1950 (ansiolíticos, antidepresivos), las cirugías realizadas en las décadas de 1940 y 1950 (lobotomías), y los tratamientos de las décadas de 1930 y 1940 (convulsoterapia, malarioterapia y electrochoques). Esto le permite al autor concluir que “la terapia farmacológica supuso el inicio de una psiquiatría más científica” (p. 135).

En tercer lugar, respecto al contenido de los delirios de las personas que sufrían enfermedades mentales, el trabajo presenta una larga lista de ejemplos, precedida de algunas explicaciones médicas contemporáneas del fenómeno. Sin embargo, no se presenta una reflexión acerca de la práctica misma de registrar el decir de las personas enfermas, sobre todo cuando a medida que avanza el siglo xx, los médicos escriben cada vez más detalles y las descripciones son cada vez más extensas.

Por último, en nuestro país el establecimiento de la primera cátedra de Psiquiatría en la Universidad Nacional de Colombia, a cargo de Miguel Jiménez López, se ha considerado tradicionalmente como un hecho fundamental para la historia de la medicina. Sin embargo, es importante precisar las dificultades que tuvo esa cátedra. Si bien la sesión inaugural –de la cual por supuesto existe una transcripción– se realizó en 1916, ante el escaso número de estudiantes, y la dificultad para visitar las diferentes instituciones –en algunos casos se negó la entrada–, la cátedra fue cancelada y solo se reabriría hasta 1926, a cargo del profesor Maximiliano Rueda G.

No obstante, estos comentarios, Gutiérrez Avendaño logra evidenciar las brechas entre los proyectos y los ideales de atención, por un lado; y la difícil cotidianidad que debían enfrentar médicos, personal asistencial, pacientes y familiares, por el otro. Gracias a la consulta de una amplia variedad de fuentes primarias muestra las contradicciones, los vacíos y las pervivencias de distintos paradigmas en la atención a las personas consideradas locas en Colombia entre 1870 y 1968. Finalmente, es un trabajo valioso e importante que sin duda será una referencia necesaria –y casi obligatoria– para futuras investigaciones sobre el fenómeno locura en Colombia. Al dar los primeros pasos para estudiar este tema a nivel nacional, seguramente muchas de sus premisas, sus análisis, y sus conclusiones serán cuestionadas y puestas a prueba.

Nelson A. Rojas
(Universidad Nacional de Colombia)

Sören Brinkmann: Milch für die Tropen! Lebensmittelkontrolle und Ernährungspolitik am Beispiel der städtischen Milch­versorgung in Brasilien (1889-1964). Stuttgart: Franz Steiner Verlag (Beiträge zur Europäischen Überseegeschichte, 111) 2020. 210 páginas.

Cada vez mais pessoas consideram o leite de vaca insalubre. Cerca de 75% da população mundial sofre de intolerância à lactose, o que significa que é incapaz de digerir o açúcar do leite. O consumo de leite e de produtos lácteos leva a dor de barriga e outros incômodos gastrointestinais nas pessoas afetadas. Além disso, muitos parecem não tolerar a proteína do leite e, por isso, sofrem de doenças respiratórias crônicas, infecções frequentes e dores de cabeça. Mesmo o argumento frequentemente citado de que o cálcio contido no leite evita fraturas ósseas e osteoporose parece ser questionado por especialistas hoje.

Como Sören Brinkmann mostra em seu fascinante estudo sobre o fornecimento de leite no Brasil, isto foi visto de maneira diferente por muito tempo. Já no início do século xix, o leite de vaca era descrito como o “mais perfeito” (p. 11) de todos os alimentos devido a sua riqueza em nutrientes. Com o advento do “Novo Conhecimento da Nutrição” na década de 1920, nutricionistas, autoridades estaduais de saúde e a indústria de laticínios defenderam que qualquer pessoa do globo deveria beber leite todos os dias. Em meados da década de 1930, a organização de saúde da Liga das Nações chegou a recomendar um consumo mínimo diário de meio litro de leite para adultos e um litro para crianças. Nas regiões tropicais, no entanto, o leite também estava associado a um alto risco para a saúde, pois era um líquido extremamente frágil e suscetível a patógenos de todos os tipos se não fosse resfriado o suficiente. Em particular, o leite cru foi responsável pela transmissão da tuberculose de bovinos para humanos. Segundo Brinkmann, por essas razões o consumo de leite continuou representando um sério problema de saúde pública no Brasil até a segunda metade do século xx.

No século xix, os residentes no Rio de Janeiro e em São Paulo eram abastecidos principalmente por comerciantes ambulantes que percorriam a cidade com vacas individuais e ordenhavam o leite fresco na porta do cliente (os chamados vaqueiros), ou que vendiam o leite em jarros, proveniente de estábulos urbanos e que era frequentemente diluído. Além disso, havia leite condensado e em pó importado da Europa e dos Estados Unidos, mas durante muito tempo seu consumo se restringia à classe alta. Tanto o leite fresco quanto as conservas serviam inicialmente como alimento para bebês e crianças pequenas, pois as mães ou não podiam amamentar seus filhos (se pertencessem às classes socialmente desfavorecidas) ou não queriam amamentá-los (se pertencessem às classes privilegiadas). Gradualmente, mais e mais leite do interior foi comercializado nas metrópoles. Devido às precárias condições de produção e transporte, este leite não teve uma boa reputação junto aos consumidores. Não obstante, nas primeiras duas décadas do século xx, a indústria de laticínios no Sudeste e Sul do Brasil passou de uma indústria marginal e negligenciada para um ramo próspero da economia.

Brinkmann concentra sua análise nos discursos e nas ações do Estado, interpretando este como ator-chave da “política do leite”. Enquanto que no final do século xix e início do século xx via seu papel em garantir a confiabilidade do produto, desde a década de 1920 seus esforços visaram aumentar o consumo de leite no interesse da saúde popular. Brinkmann nota uma virada nítida com a chegada do governo intervencionista de Getúlio Vargas. O clima eufórico desencadeado pela Revolução de 1930 refletiu-se, entre outras coisas, na visão de que os problemas de desenvolvimento nacional se deviam à má nutrição e podiam ser sanados com o consumo de leite. Com uma consistente “racionalização” dos hábitos alimentares, as massas trabalhadoras das cidades deveriam ser “regeneradas”. O diretor da Inspetoria de Policiamento da Alimentação Sanitária do estado de São Paulo declarou em 1940, empregando um discurso eugênico: “As pessoas que consomem leite em grandes quantidades estão destinadas a formar uma raça forte e saudável que está à altura de todos os desafios na luta pela sobrevivência” (p. 111). Desde meados da década de 1950, o consumo de leite foi mais uma vez redefinido por meio dos programas de nutrição de emergência no Nordeste rural; o leite em pó usado nestes programas veio em grande parte de doações internacionais.

Um assunto central para Brinkmann é a “eficiência” das ações governamentais em relação à higiene e ao abastecimento da população urbana –um conceito que parece ter origem no próprio discurso dos defensores do consumo de leite e que, tendo em conta a interpretação fortemente ideológica deste consumo, deveria ser questionado. Talvez a baixa ingestão de leite em relação ao Norte da Europa não se devia apenas ao “atraso extremo e à falta de avanços de produtividade nos sistemas produtores” (p. 121), mas também a uma baixa demanda. Como Brinkmann explica em sua introdução, hoje cerca de 50% das pessoas no Brasil com ancestrais predominantemente europeus sofrem de intolerância à lactose, os negros são afetados por cerca de 70 a 80% e as pessoas de origem japonesa por 100%. As “reservas profundamente arraigadas na cultura popular” (p. 143) contra o consumo de leite, criticadas pelo diretor do Serviço de Alimentação da Previdência Social de Getúlio Vargas, que levaram quase 60% dos visitantes aos restaurantes populares a rejeitar categoricamente o copo de leite grátis, podem muito bem ter sido racionais!

O foco do trabalho de Brinkmann está nas duas maiores cidades do país, Rio de Janeiro e São Paulo. Nessas metrópoles, a Secretaria da Saúde Pública estabeleceu uma correlação positiva entre a renda familiar e o consumo de leite nos anos 1936/37. No Rio de Janeiro o consumo per capita diário nesse período foi de surpreendentes 277 ml; apenas cerca de 16% das famílias não bebiam leite. Será que o boom do leite foi um projeto das classes mais abastadas, urbanas e brancas, voltadas para os hábitos de consumo da Europa e dos EUA? E qual foi o papel dos imigrantes de língua alemã no consumo do Rio e de São Paulo? Como Brinkmann menciona repetidamente, as fontes disponíveis para lidar com seu tópico têm sido insatisfatórias. Mas não teria sido possível perguntar a idosos de diferentes grupos populacionais sobre seu consumo e suas memórias do leite naquela época?

Além de razões ideológicas, é provável que a política do leite também tenha sido fortemente influenciada pelos interesses dos produtores. Brinkmann apresenta uma ampla gama de atores nesta área. Menciona que as terras nas regiões do Sudeste do Brasil, que foram deterioradas pelo cultivo intensivo do café, foram revalorizadas com a criação de pastagens. O leite do interior era produzido muito mais barato do que o dos comerciantes ambulantes e passou a ser pasteurizado cada vez mais. Além disso, as prefeituras procuraram coibir as atividades dos vaqueiros e fornecedores autônomos de leite por meio de normas sanitárias ou mesmo livrando-se deles totalmente. Mas estes se defenderam repetidas vezes. O auge do conflito foi atingido em 1918 com um veredicto de um juiz federal que acusou a cidade do Rio de “malditas intenções anarquistas” (p. 72) e colocou os vendedores de leite sob proteção policial contra os fiscais sanitários municipais. Foi somente com o governo autoritário de Getúlio Vargas que as autoridades conseguiram desmontar os estábulos da cidade. O procedimento levou a outra onda de protestos, mas esta só foi capaz de retardar o fim dos pequenos negócios até 1938. A partir de então, os vaqueiros passaram a fazer o comércio de leite de forma clandestina.

Provavelmente, a empresa mais importante no fornecimento de leite brasileiro era o grupo Nestlé, que já havia recebido autorização de importação para sua “farinha láctea” (mistura de leite em pó, pão moído e açúcar) em 1875 e que consolidou a sua atividade com a produção local de farinha láctea, leite condensado e leite em pó a partir de 1921. Em 1945 a empresa reagiu a uma crise de abastecimento de leite devido à guerra com o leite em pó denominado “Ninho” e, com ele, passou não só a dominar o mercado nacional de leite, como também subiu para o quarto lugar na produção de leite em pó em nível global. Para a década de 1930, Brinkmann documenta a estreita cooperação entre as empresas de laticínios e o governo. Para o resto do tempo, ele se abstém de avaliar o papel das empresas na propagação do consumo; surpreendentemente, nem leva em consideração a bibliografia existente sobre as operações internacionais do Grupo Nestlé.

Mas essas são apenas críticas menores que a ocupação aprofundada com este livro inteiramente interessante e cuidadosamente redigido e editado levanta. Em suma, recomenda-se a leitura para todos que tratam de temas ligados à história nutricional, história da pecuária, ao autoritarismo e à diferenciação social.

Jorun Poettering
(Universität Hamburg)

Carmen Kordick: The Saints of Progress. A History of Coffee, Migration, and Costa Rican National Identity. Tuscaloosa: The University of Alabama Press 2019. 268 páginas.

De acuerdo a lo que Carmen Kordick señala en la introducción de su libro, este queda claramente definido por su carácter revisionista. Es en esas primeras páginas que la autora cuestiona la definición de la identidad costarricense elaborada como parte del discurso nacionalista cuyo origen, según Kordick, se remonta a comienzos de la segunda mitad del siglo xx. Quienes asumían tal discurso subrayaban la importancia de la introducción del cultivo de café como factor de progreso, prosperidad, modernidad y estabilidad política en un país en el que, según afirmaban, la democracia se consolidó de manera muy temprana y la violencia política era considerada como inhabitual. Estas ideas las identificaron además con la definición étnica del país: predominantemente blanco (descendientes de los europeos llegados siglos atrás). Todo ello constituía el carácter excepcional de Costa Rica en el contexto centroamericano.

Kordick en el desarrollo de su análisis se centra en Tarrazú, región conocida por su economía exportadora de café, aunque, ella misma matiza, siempre situada en un segundo plano en los análisis históricos nacionales, a la sombra de la relevancia concedida al Valle Central. En su estudio, la autora introduce una perspectiva histórica. Kordick comienza con el estudio de los primeros movimientos demográficos desde el Valle Central a Tarrazú tras la independencia, y lo ilustra con el caso de algunas de las familias que siguieron la mencionada ruta. Kordick afirma que en las últimas décadas del siglo xix la emigración se iría acelerando, al mismo tiempo que la construcción de nuevas infraestructuras que unirían Tarrazú con el Valle Central, que entonces se convertiría en el principal mercado para los bienes básicos que los primeros emigrantes asentados en Tarrazú producían en sus tierras. No sería hasta finales de la primera década del siglo xx que comenzaría a extenderse la producción de café en la región.

La autora a continuación se centra en el desarrollo del sector cafetalero en Tarrazú durante la primera mitad del siglo xx. Uno de los aspectos más destacados en su análisis tiene que ver con el tamaño de las propiedades durante estas décadas y hasta mediados de la centuria: la mitad de los inmigrantes llegados a Tarrazú durante este periodo pasarían a ser pequeños o medianos propietarios. Y esto incluso reconociendo que las fluctuaciones del mercado de café que se produjeron durante los años 20 y 30, llegando incluso a los 40, les perjudicarían notablemente. Así, mientras los grandes propietarios (poseedores también de plantas procesadoras) y los exportadores consolidaron su poder económico, algunos pequeños y medianos propietarios, según Kordick, llegaron a perder sus tierras, y otros incluso conservándolas tuvieron que trabajar en otras propiedades que no eran suyas. En definitiva, la existencia y pervivencia de estas pequeñas y medianas explotaciones durante este periodo la interpreta como una gran diferencia con respecto a la introducción de la producción de café en otros países centroamericanos. Aquí sí que parece que la autora se inclina por aceptar la excepcionalidad del caso costarricense.

En los siguientes capítulos la autora se centra en desvelar lo que la historiografía excepcionalista parece no reconocer: la violencia existente en Tarrazú durante la primera mitad del siglo xx. Kordick utiliza en este caso las declaraciones de algunos testigos, la información incluida en las publicaciones periódicas de la época e incluso la que encontró en los archivos de la policía local. Con todo ello ilustra la violencia empleada por los cuerpos del Estado (el Resguardo Fiscal) para acabar con la producción y venta ilegal de alcohol (chicha y guarapo), la violencia doméstica, muy frecuentemente relacionada con el consumo de alcohol, para culminar con la violencia política que dio paso al levantamiento de Figueres y la consiguiente breve pero sangrienta guerra civil que se localizó fundamentalmente en Tarrazú. Esta sección ocupa gran parte de la obra: tres de los siete capítulos, aproximadamente un tercio de su ensayo. Obviamente los ejemplos introducidos a lo largo de estas páginas cuestionan abiertamente el discurso excepcionalista y sobre todo la idea de un país que durante este período, según quienes lo defendían, se definía por la convivencia pacífica de quienes lo habitaban. No solo eso, la violencia política que precedió y se desarrolló durante el conflicto bélico es utilizada por la autora para evidenciar la fragilidad del sistema democrático costarricense y cuestionar a quienes aseguraban que la identidad democrática del país se remontaba prácticamente a los primeros años tras la independencia de Costa Rica.

Los dos últimos capítulos de la obra están dedicados al análisis de uno de los procesos más interesantes ocurridos en Tarrazú durante las últimas siete décadas. Por una parte, la emigración costarricense a Estados Unidos. Por otra, la de los panameños a Tarrazú. Esta surgiría como consecuencia de la creciente demanda de mano de obra del sector cafetalero de la región que la primera provocaría. A lo largo de estas páginas la autora relaciona ambos movimientos demográficos con la cuestionada identidad nacional.

En lo que hace al segundo de los dos casos, Kordick se refiere a la emigración estacional protagonizada por la población indígena conocida como Ngome-Bugle desde la reserva donde todavía viven, localizada en los territorios fronterizos entre Panamá y Costa Rica. Según los testimonios recogidos por la autora, la llegada y estancia de esta población en Tarrazú durante la temporada de cosecha ayudó a reforzar entre los costarricenses su propia identidad: blancos y civilizados, e incluso su papel como civilizadores de otros pueblos no tan civilizados.

Sin embargo, según menciona Kordick, la emigración a los Estados Unidos no solo ayudó a mantener la mediana y pequeña explotación en Tarrazú mediante el envío de remesas por parte de quienes emigraban a sus familiares que permanecían administrando sus propiedades. Además, este movimiento demográfico también afectó al concepto de identidad nacional, al menos, como señala la autora, entre quienes se desplazaron hasta los Estados Unidos.

Kordick utiliza los testimonios de quienes se asentaron en Nueva Jersey para ilustrar como estos pudieron comprobar que en Estados Unidos eran tratados como el resto de los latinoamericanos y no como blancos descendientes directos de europeos, como ellos habían supuesto. Además, el gobierno de Costa Rica, según lo que pudo saber la autora, no les protegía en su condición de inmigrantes, incluso hasta los ignoraba. En este caso era el carácter democrático y representativo asociado a la identidad costarricense el que parece salir dañado.

Finalmente, en la conclusión de su libro la autora reafirma, de manera casi repetitiva, las ideas apuntadas anteriormente con respecto al cuestionamiento de la identidad nacional. Además, explica que el espíritu democrático y pacífico de la sociedad costarricense no puede considerarse como parte de la identidad del país desde su independencia. Por el contrario, asegura, ha de ser considerado como el producto de la combinación de un número de factores históricos surgidos alrededor de la mitad del siglo pasado. Es desde entonces cuando el espíritu democrático y pacífico de la sociedad costarricense se consolida. A ello contribuyó, según Kordick, por una parte, durante los años de crisis de la primera mitad del siglo pasado, la habilidad del gobierno costarricense para afrontar las existentes tensiones sociales y posteriormente su capacidad para liderar la represión que acabaría con los líderes políticos y sindicales comunistas. Por otra, la política estadounidense no intervencionista respecto a sus vecinos americanos durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Costa Rica vivía sus momentos más tensos, y el cambio que primaría el intervencionismo desde el comienzo de la Guerra Fría, cuando el país ya había superado las mencionadas tensiones, y que por tanto no le afectaría de la misma forma y en la misma medida que a otros países centroamericanos.

Juan Carlos Sola Corbacho
(John V. Roach Honors College, Texas Christian University,
Fort Worth)

Herbert S. Klein / Francisco Vidal Luna: Feeding the World Brazil’s Transformation into a Modern Agricultural Economy. New York: Cambridge University Press 2019. 453 páginas.

Em meados do ano de 2015, o Brasil se tornou um dos maiores produtores e exportadores de produtos agropecuários do mundo, em diversas categorias. A obra Feeding the World: Brazil’s Transformation into a Modern Agricultural Economy, de Herbert Klein e Francisco Luna, examina minuciosamente a trajetória do setor agrícola brasileiro, à luz das transformações sociopolíticas e estruturais do país ao longo de décadas, até meados de 2017. A obra oferece uma projeção histórica extensa e detalhada sobre o assunto, além de uma consistente base de dados estatísticos proveniente de uma exímia pesquisa, majoritariamente sobre agricultura, mas também sobre pecuária no Brasil. Indubitavelmente uma enorme contribuição científica.

Os autores Herbert Klein e Francisco Luna empreendem uma exitosa parceria acadêmica que se estende por décadas, e já resultou em importantes trabalhos sobre História do Brasil, abordando temas como economia, escravagismo, sociedade brasileira, a partir de recortes temporais que chegam a ser de séculos. Tais publicações são missões acadêmicas tipicamente reservadas a cientistas consagrados, como é o caso dos autores. Luna é professor emérito da Faculdade de Economia e Administração da Universidade de São Paulo, e Klein é professor emérito do departamento de História da América Latina, da Universidade de Columbia e curador na mesma área do Instituto Hoover, da Universidade de Stanford. Menções bastante simplificadas do extenso currículo desses pesquisadores.

A obra em questão é o mais recente fruto do trabalho dessa longa parceria. As mais de quatrocentas páginas estão divididas em nove capítulos, além do convidativo texto de introdução e a concisa conclusão. Primeiramente a obra examina a grande virada na agricultura brasileira, na década de 1970, época de intervencionistas e fomentadoras políticas públicas de viés econômico direcionado para a agricultura. O objetivo essencial era a substituição de importações, mas o projeto foi além, direcionando o Brasil para um exitoso posto de agroexportador de produtos diversos. Essas políticas, em conjunto com maciços investimentos estatais em instituições científicas, possibilitaram uma modernização no setor agrícola que, entretanto, é considerada conservadora, visto que a importante pauta da reforma agrária foi retirada da agenda política. Em seguida, os autores tratam de pormenorizar como essa nova etapa da agricultura inaugurada durante a ditadura militar tornou-se uma herança favorável para os governos neoliberais que viriam a partir da década de 1990. Essa perspectiva consiste numa introdução à tese central e está presente nos dois primeiros capítulos.

Os capítulos três e quatro apresentam em síntese a diferença primordial entre produtores agrícolas brasileiros da década de 1970 e 1990. Para esses últimos, foi se tornando indispensável a perspectiva empresarial do próprio trabalho, o que ainda não era uma exigência na década de 1970. O novo status do produtor agrícola empresário é um marco da gênese do Agronegócio. Destaca-se ainda nesses capítulos a forma didática de explicação das metodologias de análise estatística da agricultura, por exemplo no que diz respeito à produtividade e balança comercial agrícola.

As especificidades regionais do Brasil são matizadas ao longo do quinto ao oitavo capítulo; tratam-se de conteúdos bastante expositivos, que priorizam estatísticas sobre as regiões brasileiras, taxas demográficas, migratórias, territoriais etc. Prevaleceu a visão de um país que avançou significativamente em termos de consolidação de um território nacional de dimensões continentais, mas que apresenta grande disparidade de riquezas, atividades rentáveis e desenvolvimento, características que são fortemente evidentes também no setor agrícola. Para confirmar essa tese, são dedicados capítulos exclusivos sobre as especificidades de cada um dos três estados brasileiros: Mato Grosso, Rio Grande do Sul e São Paulo.

O último capítulo apresenta questões de grande importância para o cenário agrícola, como a estrutura fundiária brasileira, os movimentos de luta pela terra e em favor dos direitos do trabalhador rural, bem como instituições de suporte dessa classe. As políticas de assentamento, instituídas a partir da década de 1990, consideradas insuficientes, são também examinadas; em seguida, é dado um grande enfoque para o problema da pobreza rural. A abordagem desses assuntos, no entanto, merecia mais profundidade. Observa-se grande enfoque na análise da gênese e a estrutura do Agronegócio, ao passo que as críticas a esse modelo foram relegadas a um plano muito reduzido. Numa obra com impressionante volume de dados estatísticos, informações inéditas advindas de um levantamento de pesquisa tão minucioso, projeção histórica e análises de panoramas micro e macro, é melindroso elaborar uma crítica direcionada a ausência de algum conteúdo. Evidentemente, há que se fazer escolhas e definir prioridades num trabalho cujo tema é tão amplo, mas há que se mencionar que é diminuta a abordagem dos problemas ambientais, conflitos agrários, demarcação de terras indígenas, utilização de produtos agrotóxicos, entre outros temas que possuem nexos profundos com o modelo de Agronegócio. Temas como esses, são a tônica de debates internacionais, dentro e fora do universo acadêmico, especialmente quando o assunto é agricultura no Brasil e foram apenas pincelados no livro. Seriam questões pertinentes para um possível segundo volume da obra.

Por outro lado, um dos maiores trunfos do livro está na tese central que versa sobre o Agronegócio como fruto da neoliberalização da agricultura, antecedida por uma política vigilante protecionista, direcionada a agricultura na década de 1970. O Agronegócio não pode ser explicado por um ou outro processo separadamente, mas pela conjunção desses fatos, que resultou primeiramente na consolidação da importante estrutura fornecida pelo Estado para agricultura, seguida de uma abertura econômica provocada pelas políticas neoliberais da década de 1990, após o fim da ditadura militar. Para além da tese central, avulta a minuciosa pesquisa histórica sobre programas de crédito agrícola no Brasil; instituições científicas como a Empresa Brasileira de Pesquisa Agropecuária (EMBRAPA) e o histórico da agenda neoliberal para agricultura brasileira.

Apesar das ausências de alguns debates, a obra em questão se consagra indubitavelmente como exímia referência para os estudos científicos sobre História da Agropecuária no caso brasileiro. A quantidade de dados compilados, com informações inéditas, deve surpreender até mesmo aos pesquisadores experientes do tema agropecuária no Brasil. O conteúdo informativo e expositivo, muitas vezes apresentados em tabelas numéricas, possui enorme ganho de sentido, ao ser apresentado paralelamente à rica narrativa da História do Brasil pela perspectiva da agricultura, além das esclarecedoras e até mesmo didáticas análises sobre o fenômeno do Agronegócio, sua gênese e perspectivas futuras.

Mariah Freitas Monteiro
(Katholische Universität Eichstätt)

Irina Podgorny: La momia que habla. Microensayos de historia natural. Rosario: CBediciones 2020. 267 páginas.

Irina Podgorny: Los argentinos vienen de los peces. Ensayo de filogenia nacional. Rosario: Beatriz Viterbo (El Escribiente) 2021. 185 páginas.

Irina Podgorny: Florentino Ameghino y Hermanos. Empresa Argentina de Paleontología Ilimitada. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Edhasa (Biografías Argentinas) 2021. 346 páginas.

Irina Podgorny is a very productive historian of science from Argentina. She is specialized in the history of paleontology but, in the course of her extended international experience, she has linked her findings with questions and problems in other fields as well. This becomes evident when reading her three most recently published books. They are discussed in this review.

The first one, La momia que habla (The Speaking Mummy) is a collection of chronicles and notes written for the Revista Ñ, the weekly supplement of Buenos Aires’ daily newspaper Clarín. The editor of this supplement, Héctor Pavón, tells in his introduction that, after having read Podgorny’s book Charlatanes. Crónicas de remedios incurables (Charlatans. Chronicles of Incurable Remedies, 2012), he liked her writing style so much that he asked her for contributions to his magazine. His idea was that she would “give a journalistic format to papers and academic investigations she uses to be submersed in” (darle forma periodística a papers e investigaciones académicas en los que suele estar sumergida, 11). In this way, it would be possible to explain some details of her research to a broader and less specialized audience.

We find the outcome in La momia que habla in the form of eighty-one published or not yet published texts. The book is divided in six sections: Museums, Mummies, Bones, Dates, Ethnographies, and Remedies. Podgorny is intimately familiar with the collections of museums of natural history because she herself serves as director of the Archive of the Faculty of Sciences and the Museum of La Plata. Also, her stays at museums in Germany, the United States, Denmark, France, and England, among others, provides her with many informative material and have helped her to develop her research.

The title of Podgorny’s book refers to the chronicle “La momia que habla”, in which she describes the effort to let a mummy speak, albeit it is already dead for centuries and located in the museum of Leeds, England. In another one, “El trópico de Brandenburgo” (The Tropics of Brandenburg), she travels in the winter months to the Tropical Islands, not far from Berlin, to find beaches, tropical vegetation, and swimming pools in an ellipsoid dome of 360 meters long, 210 wide and 107 high. This simulation of the tropics for tourists is very much in contrast with the history of the place on the territory of the former GDR. Since June 2003, in those “frías pampas de Brandenburgo” (cold pampas of Brandenburg), one counts one million visitors each year, and Podgorny calculates its possible impact on the climate and the effects of global warming.

The next book, Los argentinos vienen de los peces. Ensayo de filogenia nacional (Argentinians Descend from the Fish. Essay on National Phylogeny) forms part of the program “Burocracy, Commercialization of Nature, and the Transnational Character of Science” that Podgorny directs together with Susana García in La Plata. Now, it is a fish who speaks, although, to put it more precisely, it is about the history of natural science as an academic discipline in Argentina. The bones of a fish were found in the North-eastern part of the Province of Buenos Aires in the riverbed of the Luján River and this river as well as the city of the same name are legendary. The city of Luján hosts the biggest Basilica of the country, constructed to celebrate the terracotta image of the Virgin Mary. The story of its origin goes as follows. The Portuguese landowner, Antonio Faria de Sá, who owned an estate in the North of Argentina, ordered to bring an image of the Most Holy Mary of the Immaculate Conception from Pernambuco in 1630, to place it in his chapel. It was shipped over the ocean to the Argentinian coast. It is said that, when transported over the Luján River, the image “refused” to travel further being in the neighborhood of the Luján community, then an insignificant settlement. It was there that a chapel for her was built and later a church and a Basilica, in which the image is venerated. Today, Luján is the most important focus of Catholic peregrination in the southern part of the continent.

Podgorny describes this Catholic legend to link it with another one, referring to the history of natural science in Argentina and to paleontology in particular. In 1788, the Dominican priest, Manuel Torre, discovered in the mud of the Luján riverbanks the skeleton of a huge quadruped and brought it to the Viceroy in Buenos Aires, who sent it to Spain. This skeleton raised the interest for such findings in the overseas territory, especially since George Cuvier in Paris published a first interpretative description of this megatherium in 1796. In the following, in the wake of the interest for Charles Darwin’s interpretations of the evolutionary process of natural development, those bones of prehistoric animals (and humans) became quite popular in European and North American scientific circles and the pampas in the southern part of the American continent seemed to host an infinite amount of them. Consequently, in 1861, the Argentinian Minister of Education Domingo Fausto Sarmiento contracted the German Hermann Burmeister (1807-1892) from the University of Halle to organize a first Public Museum in the city and the province of Buenos Aires. Burmeister had already participated in expeditions to Brazil and left his Halle University Museum behind to start a new career overseas.

One day, this Prussian academic with an outstanding professional reputation had an encounter with a primary school master from Luján, a “pueblito campestre” (small country village) as Burmeister said, some time around 1870 (the date is discussed controversially), who wished to show him the bones of a fish found in the mud of the Luján River. This encounter unleashed what is called “The Bone War,” a “Science War” in nineteenth-century Argentina, about the correct interpretation of bones and their place in the geological times of natural history. The schoolmaster was Florentino Ameghino (1854-1911), an autodidact whom Burmeister immediately judged to be completely unqualified as a professional.

This fish, therefore, is at the center of Podgorny’s book, and it is illustrated by photographs of images of the catfish (bugre) made by artists from Argentina and Peru. The author documents the different interpretations of Ameghino, Burmeister, and others in the course of the years by reproducing their letters and notes. The importance of paying such attention to this issue is explained in the epigraph, in which Podgorny discloses that, although much has been written about this fish, those texts lacked a precise understanding of its meaning, namely, of having been the “touchstone” (piedra de toque) for Ameghino’s career. He was so offended by Burmeister’s brutal rejection of his possible professionality that, after this encounter, he took the decision to make himself a most famous scientist.

Podgorny develops this scientific legend of Luján in full in her third book, a classical monograph on the life and work of Florentino Ameghino. He started collecting and documenting bones together with his two brothers Carlos and Juan in Luján. In 1878, he traveled to Paris to show his collections at the Universal Exposition. One of his objects were the bones of the legendary fish, which have disappeared ever since and only survive because Pedro Annaratone made a photograph of Typupiscis lujanensis in Ameghino’s collection in Luján around 1874. Ameghino stayed for three years in the City of Light and married shortly before going back to Argentina in 1881 a French woman, Leóntine Poirier, the daughter of one of the assistants of the laboratories of the National Museum of Natural Science. Back in Argentina, and again confronted with Burmeister’s aversion against his work, he founded a bookshop and with the help of his brothers and also of Leóntine he continued doing his paleontological research.

Burmeister and Ameghino, certainly, are most famous nineteenth-century scientists in Argentina today. Burmeister was a Prussian academic recommended by Alexander von Humboldt and Ameghino is “celebrated as a national scientist, his life personified the capacity of the immigrants to have success through public education and the richness of the pampas” (celebrado como sabio nacional, su vida encarnó la capacidad de superación de los inmigrantes mediante la educación pública y la riqueza de las pampas, p. 293).

Ameghino was the son of Italian immigrants in times of a huge immigration wave of Italians (and other Europeans) to Argentina before and around 1900. It was object of much discussion whether he was born in Italy or in Luján, a fact he obviously kept secret. Without being a nationalist, he certainly wished to look like an Argentinian, a nationality he only got in 1881, after having returned from Paris. His huge collection of bones and the 20.000 pages of his œuvre testify to his legacy. Podgorny meticulously describes how much he could profit in Paris from the collections brought from Latin America by Alexander von Humboldt, Alcide d’Orbigny, Auguste de Saint-Hilaire and Peter Clausen. He had free access to the library of the Museum and studied the descriptions and images as well as the works on paleontology by the Danish investigator Peter Lund. He became fluent in French and was closely in touch with scientists and the commercial houses who traded in fossils. He published L’Antiquité de l’homme dans la Plata (1880, 2 vols.), the start of a series dedicated to the illumination of the important anthropological questions of that moment.

Back in Argentina, Ameghino established himself in Buenos Aires hoping that, after the revolution of 1880, a new Museum of Natural Science along the newest European model would be installed in the capital, in which his collection, during his absence extended by his two brothers, would be exposed. Podgorny elucidates in great detail the procedures of getting the necessary official permission in national politics and identifies each step taken by the different parties in this matter. Also, the Catholic Church was involved, not too eager to deal with modern theories on the history of man, of course. Ameghino gave conferences in the Geographic Institute, in one of which he characterized himself as being Darwin’s “disciple”. He established contacts with colleagues and friends in the scientific communities all over the country and also used the Argentinian press to distribute his findings and searching financial support for his excursions into the pampa. He succeeded in his expectations, being appointed to professor of zoology at the University of Córdoba in 1884 and, in 1885, to Sub-Director of the newly founded General Museum of La Plata. Although these appointments should have resolved many difficulties, also financial, for Ameghino, whose only aim was to find bones in the pampas and interpreting them along the lines of the evolution of nature, the opposite is true. Podgorny documents and discusses all his moves and those of his colleagues, revealing their aversions and conflicts. With her solid knowledge of the objects discussed and a broad reading of the available documents, Podgorny proves herself to be a historian of science who keeps a precise view on her material. She discusses the controversies and gives credit to the respective correctness of the interpretations from a contemporary viewpoint. She also outlays the ceremonial celebrations after Ameghino’s death, when he was declared to be “the only wise man we had” (único sabio que teníamos, p. 295). Because of this status, Podgorny again discusses Ameghino’s nationality in her last chapter. The Pedagogic Section of the Faculty of Humanities, Law and Social Sciences of the University of La Plata aspired to make Ameghino a national hero posthumously. The fact that he only attended primary school for four years and then converted himself into being an influential scientist should prove the quality of the (positivistic) public school system in the country. He should figure as a secular “national saint” in contrast to the Virgin in Luján, an objective for which they wanted to make his house of birth in this city a museum. It led to a polemic debate in the parliament in Buenos Aires, during which a Catholic deputy showed a birth certificate of Ameghino in Moneglia, Italy. Other myths were demystified afterwards and, Podgorny concludes that, “killing one myth, produced another one” (matando un mito, alimentaba otro, p. 312).

With her scientific and political biography of Florentino Ameghino, Podgorny has produced a book, which gives precise insights into the details of the institutional problems of natural science in its beginnings in Argentina, including a profound understanding of the different positions, with focus on paleontology. For that reason, this biography might serve also as a source for studying the country’s cultural history of science, in times of Ameghino’s life, and goes far beyond being solely a book for specialists of natural history.

Ineke Phaf-Rheinberger
(Giessen)

Jeane DeLaney: Identity and National­ism in Modern Argentina. Defending the True Nation. Notre Dame: University of Notre Dame Press 2020. 450 páginas.

Nationalist tones are not only struck in Argentine politics when it comes to the Malvinas-Falkland Islands. Debates about the nation are always a field of political debate in Argentina. But contemporary politics is not the focus of Delaney’s book. She works on the emergence and persistence of nationalism in the Argentine political public sphere. She sees two types of nationalism that characterized Argentina from the later 1920s through the 1970s: a left-wing nationalism that was socially inclusive and a right-wing nationalism that drew on authentic hispanismo and Catholic character. The central thesis of the book is that both strands of nationalism, despite political differences, share common roots and contents. Both argue that there is a homogeneous community that is independent of the state. The book therefore focuses on the exploration of argentinidad, or el ser nacional, which was expressed, among other things, in the linguistic image of the two Argentinas, the pure and authentic and the false and artificial. In doing so, the author focuses on the essentialist vision of Argentine identity shared by both strands, which then, in a second step, allows conclusions to be drawn about the differences between right-wing and left-wing nationalism.

The book is divided into two parts. Part one deals with the period before 1930; part two with the period from 1930 to the last military dictatorship. The ten chapters are equally divided between the two parts. This may seem unbalanced at first glance, but it serves the author’s goal of revealing the roots and sources of Argentine nationalism.

The first chapter goes back to Argentina’s independence from the Spanish crown and captures the debate over the ideas of nations. In particular, the representatives of the generación de 1837. Here, contractualist and individualist positions were still in the majority. However, the first differentiations between cultural and political definitions of the nation can already be found. The decisive point for the intensification of the debate was the mass immigration to Argentina at the end of the 19th century. Cultural nationalism, which had its roots in Europe, now gained ground. The debate moved toward the conviction that there was a distinct Argentine “race”. Fixed points in the debate were Spanish origin (hispanidad) and Catholicism.

In the third chapter, the author collects the sources for early Argentine nationalism. Here, in particular, the legacy of 19th century positivism and new European currents of political thought are mentioned. The latter would be the impression of Spanish krausismo, which also shaped parts of the Argentine intellectuals. In particular, krausismo had an influence on Hipólito Yrigoyen, the two-time president and leader of the UCR. He saw the nation as a living subject struggling for survival. At the same time, he equated his political movement with the “true” nation. Thus, DeLaney shows that the Radicals certainly adopted set pieces of Romantic nationalism and used this in political debate by portraying political opponents as anti-Argentine.

Chapter five concludes the first part of the book and deals with the essentialist constructs according to which Argentines constitute a “race”. In this context, there was no question that it was a “white race”. This phase also includes the elevation of the gaucho as the prototype of Argentine ethnicity. In the 1930s, the use of the term “race” decreased; from now on, el ser nacional, that is, the national soul, took priority.

The second part begins with the political and social changes of the 1930s. Here DeLaney shows how the different concepts of the nation influenced the progress of political development. She cites the first important development as the establishment of Catholic nationalism as a political force and as the most important representative of right-wing nationalism. Also in the 1930s, nationalism was expanded to include an economic component, here primarily as anti-imperialism directed against Great Britain. Alongside a striving for economic independence, narratives of historical revisionism increased, according to which the Argentine constitution of 1853 was a product of the liberal elites, who were exclusively under the influence of Great Britain and accordingly did not embody the true nation.

The author examines leftist nationalism in more detail on the basis of the Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA). This organization, active from 1935 to 1945, had an influence on both Radicalism and Peronism. Their nationalism was equally essentialist, criticizing the political elites who would no longer have any connection to the true Argentina. But neither were they strictly Catholic nor did they pass themselves off as socially elitist; their hopes lay in the Argentine working class as a national actor.

Right-wing and left-wing nationalism made the same diagnosis in parts and demanded the same remedy: a strong authoritarian state to protect the nation’s interests. Therefore, it is not surprising that both currents viewed the military coup of 1943 favorably. Peronism, which emerged from these political developments, raised many hopes among nationalists. Perón played to right-wing and left-wing positions, but was unable to bring them together definitively. Right-wing nationalists in particular were involved in his ouster.

After the coup against Perón in 1955, nationalism remained an important constant. With the Cuban Revolution, the leftist reading of nationalism gained importance –patria socialista– is the key word here. While right and left, not only in Peronism, split into hostile camps, the essentialist basic conviction of an Argentine nation remains just as intact as historical revisionism. The author demonstrates this, among other things, in the Movimiento Nacionalista Tacuara.

The final chapter is on how guerrillas, the Peronist right, and the military dictatorship used nationalist discourses. For the author, nationalism is the unifying element between the very different political camps.

DeLaney succeeds in presenting an interesting view of Argentine history. Her thesis that the two nationalisms are more similar and thus closer to each other than assumed is convincing for long stretches, but should not be taken as the sole explanation for political developments in Argentina. The politicians, organizations, and publications studied are well chosen and offer a deep insight into Argentine political discourse. The strengths of the book lie in the first part, where the argumentations are convincing. In the second part, the author spends more space on clarifying the historical context and the central thesis can no longer explain everything. Thus, anti-communism as an attitude of the military and parts of civil society as a further explanation for the actions of the junta falls somewhat short in the presentation. It is worth highlighting the constant illumination of anti-Semitism within nationalism over the decades.

Certainly, readers would have expected more on the period after 1930, since with Peronism and the military dictatorships historically unique phenomena happened in Argentina. Nevertheless, the book is convincing, especially in the first part, with a successful explanation of the roots and development of Argentine nationalism.

Jan Müller
(Universität Rostock)

Eduardo Barreneche: Historias policiales que marcaron la crónica roja uruguaya. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental 2019. 159 páginas.

Eduardo Barreneche es un conocido periodista uruguayo que ha realizado lo más notable de su trayectoria profesional como responsable de las crónicas policiales en el diario montevideano El País. Según anuncia su título, el libro se compone de nueve historias (podían haber sido más, pero el autor ha debido limitarse por motivos editoriales) que dejaron su huella en la crónica roja del presente siglo, menos una de ellas iniciada en 1992: encontramos aquí secuestros, crímenes individualizados o en serie, intentos logrados o frustrados de asesinato, suicidios inesperados, etc., por lo general en el ámbito de la clase media uruguaya. Todos los casos tuvieron cierta transcendencia por las características de los hechos narrados, por la complejidad y duración de las pesquisas o por sus resultados a veces cuestionados. Dos fotos relativas a cada narración acompañan a los nueve relatos como para apoyar la realidad de lo narrado.

Añadamos que, si bien Eduardo Barreneche ya se había ocupado de estos mismos asuntos en la prensa local, para su publicación en libro ha vuelto a investigarlos y profundizado en ellos beneficiándose ahora de la perspectiva del tiempo transcurrido desde que sucedieron: la mayoría tuvieron lugar durante la primera década de este siglo. Por otra parte, el lector actual puede informarse fácilmente de los mismos consultando el amplio abanico de las redes sociales y comprobar que la mayoría de reseñas y entrevistas trata esencialmente de la veracidad de las historias, de la calidad de la investigación de las fuerzas del orden y posteriormente de la del propio Barreneche y de lo que todo ello dice, de forma directa o indirecta, sobre la sociedad uruguaya actual. A nosotros nos ha llamado la atención otro aspecto, menos recogido en los comentarios leídos hasta ahora, y que gira en torno al posible interés literario de estas páginas. Concentrémonos para ello en algunos elementos de la estructura compositiva de Historias policiales, aunque sirvan solo como ilustración dada la brevedad de estas notas; esperemos, no obstante, que sean suficientes.

Ya en la primera página de la introducción, el autor realiza, como sin querer, una comparación muy sugerente de su texto con la serie literaria posiblemente más próxima, la narrativa policial, mediante una referencia explícita al detective quizás más prototípico de la novela negra: recordando sus inicios de cronista, apunta que el reportero al cual acompañaba “Se calzó un sombrero gris y una gabardina. Parecía un Philip Marlowe a la uruguaya” (p. 7). Por otro lado, y teniendo en cuenta ahora el libro en su conjunto, es fácil observar un ambiente e incluso un tono narrativo que nos lleva a evocar textos como Noticia de un secuestro (1996) de Gabriel García Márquez, libro aparecido en las listas de venta tanto en la serie “Ficción” como en la de “No Ficción”, signo elocuente de la permeabilidad de fronteras entre ambas modalidades narrativas. Hemos dicho ‘evocar’, sin ir necesariamente más allá, dado que el propósito de literarización no esa aquí tan evidente como lo era en la obra del escritor colombiano o anteriormente en Operación masacre (1957) de Rodolfo Walsh y en A sangre fría (1966) de Truman Capote, referentes clásicos de la narrativa no ficcional.

Precisamente por tal motivo, porque no es tan evidente ese proceso, intentaremos ponerlo de relieve en las siguientes líneas. En primer lugar y a propósito del envoltorio más externo de cada capítulo: por un lado, todos menos el que cierra la obra no solo tienen título y subtítulo, sino que este último se refiere al hecho de manera más descriptiva y distante (“El secuestro de Valentina Simón”, “Los crímenes de Pablo González”, “Lola Chomnalez, asesinada en Valizas”), mientras que el título, destacado además con mayúsculas, sugiere ya una focalización destinada a orientar la atención lectora hacia una imagen determinada del asunto: “Infierno en Carrasco”, “Un ejército de sombras”, “Malos muchachos con buenos modales”. Incluso a veces parece buscarse cierta evocación de textos literarios conocidos como en “Buscamos tanto a Nati” (“Queremos tanto a Glenda” de Julio Cortázar) y en “El vuelo de las mariposas” (“¿Una mariposa?” de Leopoldo Lugones; aquí la conexión se vuelve muy perceptible en el apartado final: “Niña mariposa”). Por otro lado, todas las historias vienen divididas en subcapítulos, entre trece y cinco, en los cuales se percibe un intento, en proporciones variables, de adelantar datos y también de intrigar al lector (“Conflicto interior”, “Un cambio inesperado”, “El día D”, pertenecientes al primer texto).

En segundo lugar y también para intensificar el citado efecto de intriga, cada relato avanza combinando información, destilada a lo largo de los subcapítulos, con elementos relevantes apuntados desde el principio (por ejemplo, la identidad del culpable), susceptibles por ello de limitar el suspense, pero que resultan sistemáticamente cuestionados al final de la historia, no solamente porque quedan demasiadas puntos sin resolver, sino también porque las certezas iniciales en buena medida quedan en entredicho al acabar la narración: la propia identidad del culpable (el considerado como tal llega a desdecirse de su confesión), los motivos profundos del crimen, la diligencia real de investigadores y jueces, etc. El lector retiene la impresión de que la mayoría de las historias siguen sin concluir o de que se le ha privado de elementos significativos de las mismas, como si en ese tipo de medio fuera imposible ir más allá de ciertos límites: la tentación de vincular tales impresiones con el funcionamiento de la sociedad uruguaya actual resulta inevitable y la obra se convierte así en un eficaz estímulo de reflexión y de análisis sobre la misma.

Citemos, en tercer término, un ingrediente discursivo de primer orden: la omnisciencia narrativa, cuya presencia resulta poco acorde con la externalidad distante de una crónica judicial puesto que ella orienta inevitablemente un determinado texto hacia la vertiente ficcional: la posibilidad de penetrar en los personajes es un atributo propio del autor de ficciones, que se permite describirnos el interior de ellos desde su supuesta capacidad creadora. Ahora bien, en la obra de Eduardo Barreneche esa capacidad se manifiesta desde la primera línea de la historia que abre la serie (“El abogado y escribano Juan Carlos Marizcurrena estaba desesperado”, p. 13) y se mantiene durante el resto del libro, lo cual constituye un auténtico tour de force, en un volumen de crónicas periodísticas e indica que nuestro autor supera aquí el nivel de tales relatos y se sitúa un plano más bien de orden literario.

En la misma dirección inciden otros recursos como el tratamiento del tiempo, sobre todo el reiterado uso de la prolepsis en forma de rápida alusión a una fase posterior de la diégesis narrativa, prolepsis que aparece y desaparece como un fogonazo antes de continuar el relato, pero que genera en el lector un suspense solo resuelto páginas o subcapítulos más tarde… cuando así sucede, lo que no siempre es el caso, como ya sugerimos líneas arriba.

También llama particularmente la atención la combinación de dos tipos de componentes narrativos (o al menos presentados como tales): la transmisión de lo sucedido por dos cauces que se complementan y, además, dan al relato una variedad y ligereza muy benéficas para historias de contenido tan serio y grave como estas: se trata de una voz narradora, que carga con el peso de la diégesis, y la presentación, en determinados momentos del relato, de materiales en bruto, resaltados en bastardilla, tales como declaraciones de inculpados o de jueces, crónicas de prensa retomando la historia, etc.

Podríamos detenernos en varios otros recursos y estrategias compositivas e incluso en ciertos guiños o conexiones con diversas obras literarias además de las aludidas; por ejemplo, el caso del hombre que se desangra a la puerta de su casa porque nadie le abre, por muy real que haya sido, no deja de recordar la muerte de Santiago Nasar en Crónica de una muerte anunciada. No obstante, con lo mencionado hasta aquí debe bastar para destacar el interés no solo documental de Historias policiales sino, sobre todo, la dimensión literaria que muestran sus páginas, lo que vuelven esta obra de Eduardo Barreneche muy atractiva también por su dimensión estética y por su relación posible con los grandes textos anteriormente citados.

Julio Peñate Rivero
(Université de Fribourg-Suisse)

Jill DeTemple: Making Market Women: Gender, Religion, and Work in Ecuador. Notre Dame: University of Notre Dame Press 2020. 196 páginas.

En el libro Making Market Women, la autora Jill DeTemple estudia la historia de una cooperativa de producción de quesos de mujeres católicas en Chillanes central, Ecuador, a partir de lo cual analiza los grandes cambios sociales en Ecuador, que incluyen transformaciones en el catolicismo, cambios en los roles de género y el surgimiento de un mercado económico con una creciente clase media.

El trabajo es una etnografía que cuenta distintas historias de mujeres involucradas en la cooperativa Virgen de las Nubes. La autora muestra de qué manera los proyectos de desarrollo específicamente destinados a mujeres e incentivados por organizaciones religiosas pueden tener impacto en la identidad de género y religiosa. El libro, si bien se presenta como un estudio de caso sobre una cooperativa de mujeres que comercializa y fabrica quesos, abarca diferentes campos de estudios. Jill DeTemple logra entrelazar aportes desde estudios de género con estudios de religión y crea así una interesante lectura más allá de los estudios de desarrollo.

El trabajo tiene una mirada y un punto de partida innovador en cuanto no se enfoca en la fundación de la cooperativa, sino que empieza su análisis a partir de la pregunta por el fracaso de la misma. Lo que hace especial a esa etnografía es la observación participante a largo plazo, ya que la autora realiza un extenso trabajo de campo con estadías entre 2000 y 2015. Esto permite tener una imagen no estática, sino más bien una perspectiva sobre los matices del cambio social en una comunidad local, donde a su vez quedan reflejadas transformaciones sociales de nivel nacional y global. El trabajo etnográfico es complementado con trabajo de archivo. La autora recurre a un libro de actas donde las mujeres de la cooperativa anotaron lo hablado en las reuniones, lo cual permite tener una mirada desde adentro sobre cómo se fue llevando la cooperativa a lo largo de los años.

El primer capítulo nos lleva, fiel al estilo etnográfico que caracteriza todo el libro, directamente al lugar en cuestión a la fiesta de inauguración del edificio de la quesería, en 2002, cuando las 35 mujeres festejan junto a representantes de la organización no gubernamental (ONG) Promoción Humana, que incentivó el proyecto. En este primer capítulo la autora se pregunta cómo las mujeres llegaron a estar en ese lugar queriendo hacer queso.

La autora indica que la producción del queso en Chillanes no es mero efecto de un mercado creciente, sino que también lo vincula a la herencia de la teología de la liberación. Así vincula el surgimiento de la cooperativa con el rol importante que han jugado los grupos de “la teología de la liberación” en América Latina en el campo del “desarrollo” y el foco que hacen en personas marginalizadas y mujeres. De esta manera, DeTemple relaciona dicho enfoque con las estrategias de desarrollo internacional y el lugar que toman proyectos destinados específicamente a mujeres, identificado como grupo vulnerable fundamental para el desarrollo. Las mujeres entonces, así resume la autora, hacen queso como “católicas” y como “mujeres”. La autora remite en su análisis al concepto del “capital social” y explica que la idea del capital social de mujeres ha sido una estrategia ampliamente aceptada para proyectos de desarrollo en América Latina.

El capital social asociado específicamente a mujeres, que caracteriza gran parte de los proyectos de desarrollo, es el enfoque del capítulo dos. En primer lugar, la autora describe etnográficamente cómo y en qué contexto familiar, educativo y económico viven las mujeres que son “socias” de la cooperativa. A su vez se da mucho lugar a las entrevistas para ilustrar dónde se auto-ubican las mujeres dentro de la nación ecuatoriana en términos de clases sociales. El capítulo presenta a su vez el involucramiento a lo largo del tiempo en la cooperativa y pone especial énfasis en el rol del capital social de las mujeres en la cooperativa. La autora muestra como la cuestión de “género” refuerza estereotipos de roles de género reproduciendo las vulnerabilidades de las socias por ser “mujer”. En las entrevistas se revela que las mujeres por ende asociaron el fracaso al no haber cooperado suficientemente entre ellas en tanto mujeres. La autora concluye que, al igual que el capital financiero, también se puede perder el capital social, cuando está exclusivamente basado en eso, como parecen ser muchos proyectos de desarrollo destinadas a mujeres.

La forma en que la pérdida de ese capital social, en términos de identidad de género, también se entrelaza con una identidad religiosa es analizado en el tercer capítulo. La autora indica que desde una “perspectiva del desarrollo” la religión aparece, al igual que la cuestión de género, como un factor central que puede contribuir al éxito y facilitar proyectos comunitarios y muestra cómo la cuestión de “ser católica” es relacionado al éxito de la cooperativa.

El foco se pone entonces sobre el involucramiento de las habitantes de Chillanes y en particular de las mujeres con el catolicismo, y cómo un cambio de la Iglesia católica que empieza a poner más énfasis en la idea de la “iglesia doméstica” influye sobre la cooperativa. Ser católico es asociado a una serie de características y valores, que parecen solo corresponder a las mujeres y no a los hombres de Chillanes; atributos que son considerados necesarios para el proyecto. Asumiendo esa idea, las mujeres mismas concluyen que la cooperativa “se quebró” porque las socias no vivían según los valores católicos de solidaridad y cooperación.

En el cuarto y penúltimo capítulo, Jill DeTemple nos lleva a explorar como el creciente catolicismo católico en América Latina también afectó la forma en que se piensan las mujeres como entrepreneurs y como socias en la cooperativa. La autora explora la manera en que el catolicismo carismático trae un nuevo tipo de capital social a Chillanes que pone en cuestión la predominancia de valores de colectividad, al enfatizar aún más la individualidad de las mujeres. A su vez, deja bien en claro cómo esa nueva apariencia del catolicismo se entrelaza con el catolicismo institucional ya establecido.

Desde la descripción de esa experiencia local, la autora dibuja una línea directa al desarrollo de nivel nacional, entre los discursos neoliberales establecidos y el catolicismo carismático con su énfasis en la experiencia individual autorizada. Si bien esa discusión de una individualización religiosa en el contexto de los discursos neoliberales más globales es bien conocido, es interesante cómo desde una descripción etnográfica densa se puede mostrar la transición del catolicismo institucional al catolicismo carismático y su efecto en diferentes ámbitos de la vida cotidiana.

A su vez, esto refleja cuestiones más grandes de cambio social, como indica la autora, en un país como Ecuador con una creciente clase media. El acceso a créditos, el acceso a un mercado más directo y redes virtuales son estructuras que hacen menos importantes a las cooperativas como el de la Virgen de las Nubes y ponen en cuestión el rol de organizaciones como Promoción Humana y la idea de la colectividad como condición para el éxito económico. La autora describe con mucha precisión el caso de una familia de la comunidad, y como en sus vidas y trayectorias se refleja el acceso a la clase media en términos de consumo y posibilidades profesionales, lo cual trae consigo nuevos estilos de vida. Las mujeres, concluye la autora, se encuentran en una creciente economía en la que se refleja más bien un estilo individual de hacer “negocios” que ya no “requiere” de una cooperativa ni de la colectividad. En esa línea DeTemple resume que el catolicismo carismático ofrece nuevas vías para pensarse como mujer y como católica que resuena mucho mejor con el ascenso social hacia la clase media y que se distingue de las identidades propuestas desde la teología de la liberación que incentivó la cooperativa Virgen de las Nubes.

En el quinto y último capítulo, la autora incluye grandes partes de las entrevistas y muestra que, en el fracaso de la cooperativa, las mujeres fueron altamente reflexivas sobre su propia situación y repensaron su lugar en el mercado económico y su posición social-económica a partir de su identidad como mujeres católicas rurales. Así, muestra que ellas empezaron a poner en cuestión el lugar y las características asociadas a ellas en el proyecto, en tanto mujeres católicas, así como la idea de que tenían mayores habilidades para llevarlo a cabo. Las mujeres se terminan por concientizar acerca de las limitaciones que tienen en el mercado global como mujeres. De esta manera, Jill DeTemple concluye su trabajo indicando que el capital social como estrategia de desarrollo es problemático y que hay un alto riesgo de vulnerabilización cuando los proyectos de desarrollo se basan en identidades de género e identidades religiosas.

Stefanie Langner
(Universität Rostock)

Isabel Restrepo Jaramillo: Narrativas de la historia en el audiovisual colombiano. Controversias sobre el pasado en cuatro estudios de caso comparados. Medellín: Universidad de Antioquia-Facultad de Ciencias Sociales y Humanas 2019. 144 páginas.

Las preguntas en torno a las relaciones que pueden establecerse entre el material audiovisual y la historia escrita, no solo como fuentes, sino también como espacios de reflexión respecto a los imaginarios y usos del pasado, constituyen el eje principal de la obra Narrativas de la historia en el audiovisual colombiano, de Isabel Restrepo, resultado de su tesis de maestría en Historia de la Universidad de Antioquia (Colombia). Para llevar a cabo esta lectura histórica del audiovisual, la autora analiza cuatro audiovisuales nacionales que abordan distintos momentos de la historia colombiana entre el siglo xix y xx, explorando sus contextos de producción, las representaciones y significaciones que allí se presentan sobre lo histórico, a fin de proporcionar un contraste con los discursos académicos de la historiografía profesional, y las versiones oficiales que se han ofrecido sobre lo ocurrido en dichos momentos desde el Estado.

La primera producción audiovisual que permite este ejercicio es el largometraje Garras de oro (1926), mítico en la filmografía colombiana por su crítica antiimperialista respecto a la separación de Panamá (que le valió la censura por parte del gobierno colombiano y norteamericano) y, sobre el cual se articula el primer capítulo. Restrepo propone un análisis de esta película y su visión “poco oficial” sobre el rol que Estados Unidos ocupó en el marco del conflicto geopolítico, así como la posición pasiva del gobierno nacional en la violación del Tratado de 1846, en contraste con la historiografía que circulaba en el momento de su producción –vein­titrés años después de la separación–. Esto le permite concluir que la narrativa del filme y su recurso de ficción histórica se enmarca en una disputa por la memoria en donde la historia es un escenario de lucha y condena simbólica por medio de la confrontación de las distintas versiones o “leyendas” en torno a la separación/ independencia, haciendo del pasado un objeto de controversia (p. 35).

En el segundo capítulo, “El cine de Marta Rodríguez y Jorge Silva: ¡Contra la historia oficial!”, se relata la experiencia de la antropóloga visual Marta Rodríguez y el fotógrafo Jorge Silva, quienes, entre las décadas de 1960 y 1970, consolidaron el género del documental reflexivo en Colombia. Restrepo selecciona las producciones Planas, testimonio de un etnocidio (1971); Campesinos (1970-1974); Nuestra voz de tierra, memoria y futuro (1974-1980); y La voz de los sobrevivientes (1980) para explicar las relaciones que allí se tejieron entre el presente, el pasado y sus usos políticos; el lugar que ocupó el conocimiento histórico en las movilizaciones sociales que articulan los documentales; y finalmente, las reivindicaciones de los sectores populares como sujetos históricos logradas en sus producciones audiovisuales, que resultaron distantes de las formas tradicionales y dominantes que se establecían desde instituciones como la Academia Colombina de Historia. La autora destaca los análisis retrospectivos logrados por los realizadores, quienes en un constante diálogo con los protagonistas (y sus propias concepciones del tiempo y la continuidad), produjeron por medio del montaje de contrastes, una serie de narrativas “contrahistóricas” con las que se pretendieron restituir las historias silenciadas por las narrativas hegemónicas (p. 44) mediante el reposicionamiento de los procesos históricos más allá de la “historia oficial”; esto en el marco de las disputas académicas que se dieron, durante la misma época, sobre subalternidad e historia social.

Con la celebración del bicentenario de la independencia nacional, el gobierno colombiano, en un esfuerzo por renovar las metodologías y pedagogías en torno a la enseñanza de la historia nacional, promovió la realización de formatos audiovisuales como El profesor Súper O histórico, un programa de televisión educativa cuyo análisis es presentado en el tercer capítulo del libro: “El profesor Súper O histórico. Las tramas de la inclusión y la investigación”. Mediante una revisión del contenido de dicho programa, Restrepo se aproxima a las políticas del Ministerio de Educación Nacional que pretendían replantear los roles de estudiantes y maestros en la construcción del conocimiento histórico.

La propuesta de nuevos roles fue presentada a través de los personajes y situaciones que conformaban cada capítulo del Profesor Súper O histórico, pero dadas las selecciones en la trama y ejes narrativos del programa de televisión, se repitieron lugares comunes de una investigación histórica superficial, donde, además, primó una visión poco incluyente de la historia, en la cual se destacaron a los actores sociales canónicos y se relegaron los interrogantes que los estudiantes tenían sobre otros actores sociales (p. 83), a diferencia de lo que ocurrió con el material escrito titulado 200 años, 200 preguntas (2010), construido con base en preguntas sobre la vida en el país durante el periodo de la independencia, elaboradas por estudiantes de diferentes colegios nacionales y también patrocinado por el Ministerio de Educación Nacional, en el marco de la conmemoración.

Finalmente, en el cuarto capítulo, “La caja viajera de memoria histórica: el acto de recordar en primer plano”, se analizan los documentales sobre el conflicto en Colombia durante la segunda mitad del siglo xx producidos por el Grupo de Memoria Histórica, en contraste con los informes escritos que les dieron origen y las políticas de la memoria bajo las cuales se buscó afrontar el postconflicto. La autora problematiza el hecho de que estas narrativas, al presentar un punto de vista que pretende dar voz a los sujetos excluidos y en el cual las víctimas son protagonistas, terminan por eclipsar las interpretaciones sobre el conflicto y las disputas propias por la memoria que éstas elaboraron previamente a la existencia de una política oficial (p. 95). Una política que continúa estableciendo el marco de lo “decible” y la forma en la cual esto debe ser nombrado, minimizando el papel de la violencia política y excluyendo a las víctimas del Estado.

La investigación de Isabel Restrepo constituye, en términos metodológicos e historiográficos, un gran ejercicio de análisis y reflexión sobre cómo desde el audiovisual se producen relatos históricos, se construyen memorias y se reconstruyen relaciones entre el pasado y el presente; estos permiten reconsiderar las narraciones sobre acontecimientos, cuyas versiones oficiales han sido exploradas a la luz de nuevos recursos y testimonios, que a través de las imágenes en movimiento retan las interpretaciones tradicionales tanto de la historia como de sus fuentes.

Alejandra Buenaventura Gómez
(Universidad del Rosario)

Herbert J. Rivas Uasapud: La era Uribe. Neoliberalismo y democracia en Colombia, 2002-2010. Popayán: Universidad del Cauca 2020. 204 páginas.

Álvaro Uribe Vélez es, sin duda, un per­sonaje controvertido, es alguien que años después de dejar su puesto de presidente de la República de Colombia en ٢٠١٠ sigue presente en la realidad política y social del país y, en especial, siguen presentes algunas de las consecuencias de su gestión presidencial. A nivel social, es sorprendente para un espectador ajeno no colombiano cómo la polarización que trajo consigo Álvaro Uribe tras su irrupción en la política nacional colombiana permanece muy presente en ٢٠٢١, pues no en vano la sociedad colombiana se polarizó en dos extremos alejados lo más posible entre sí a favor o en contra de Álvaro Uribe, de su figura, de su gestión, de sus formas, y no nos referimos solo a opiniones o posiciones políticas, sino también a sentimientos en la sociedad. La elección de Iván Duque como presidente colombiano en 2018 no se puede entender sin la sombra de Uribe. Por otra parte, algunos analistas presentan a Duque como los últimos coletazos de la influencia directa de Uribe en la política nacional colombiana y hablan de un panorama de incertidumbre una vez haya acabado su mandato, a lo que hay que sumar las causas judiciales abiertas contra Uribe y su pérdida de popularidad, en especial, entre las capas más jóvenes de la sociedad. Estas serían las causas evidentes de su lenta desaparición de la primera línea, sin olvidar las consecuencias de su política económica neoliberal.

Es, pues, en este contexto de radicalización política y social en el que tenemos que afrontar la lectura del libro de Rivas Uasapud. No debe ser fácil escribir sobre Álvaro Uribe en Colombia sin caer en uno de los dos fieles de la balanza, o se está radicalmente a favor o se está radicalmente en contra de él. Rivas está radicalmente en contra y podemos decir que está en contra de Uribe de manera igualmente radical.

El libro es un análisis de la gestión presidencial de Uribe, un análisis que se basa en datos casi siempre, en fuentes fiables, y que sostiene que tanto la gestión política como económica durante el mandato de Álvaro Uribe tuvo consecuencias fatales en la convivencia y el desarrollo democrático de Colombia.

La estructura que sigue el texto comienza con los agradecimientos, las abreviaturas que se encuentran y una introducción de cinco páginas donde se presenta el planteamiento metodológico general que se va a seguir, esto es, “una diversidad de perspectivas, teorías, datos, fuentes, experiencias y críticas” (p. 17) que justificarán la exposición. Es, además, fundamental el contraste de datos de las diferentes organizaciones tanto nacionales como internacionales en la redacción. Termina dicha introducción con un resumen de cada uno de los capítulos principales de los que se compone el libro.

La estructura del texto es temática; es decir, la parte sustancial está dividida en tres capítulos dedicados cada uno de ellos a una cuestión concreta. El primer capítulo propiamente dicho se titula “Proyecto políticoeconómico del neoliberalismo en Colombia” (pp. 21-60). En pocas palabras se expone la teoría del neoliberalismo, sus conceptos teóricos (p. 24) y concluye con la constatación de que el relato neoliberal no funciona sin Estado. Resulta curioso que uno de los principios más elementales del neoliberalismo sea la reducción del Estado a su mínima expresión y, así, por una parte, en la época de Uribe se privatizan empresas públicas, mientras de manera paralela se construye un Estado a imagen y semejanza de su líder. Uno de los grandes fracasos en materia económica, se remarca en el texto, fue basar el crecimiento en políticas que pivotaban sobre el extractivismo, pues, a su vez, actuaba como mito de inversiones extranjeras que crearían empleo y riqueza. El resultado fue la concentración de la riqueza en el gran capital y las muy limitadas consecuencias en el resto del tejido productivo. El apartado titulado “Las pantomimas de la política social” resulta de especial interés, pues desmonta con cifras todo el entramado en torno al gran reto del gobierno de Uribe, la reducción de la pobreza (pp. 59 y ss.).

El segundo capítulo se titula “La democracia y el sistema político en Colombia, 2002-2010” (pp. 61-122) y en él ahonda el autor en la democracia o la versión uribista de esta, lo que Vargas Uaspud llama “la democracia orgánica” (p. 67). Se analizan aquí todas las reformas que realizó o intentó realizar Uribe durante sus años de mandato presidencial. De la lectura se desprende que no se puede entender el periodo uribista sin la figura central del presidente y su aspiración de construir un Estado a su imagen y semejanza. Algunos apartados como “Presidencialismo criollo” (p. 74) o “Maniqueísmo presidencial” (p. 74) ahondan en este fenómeno tan ligado a Hispanoamérica. Quizá lo que más llame la atención es el grado de éxito que tuvo durante tanto tiempo gracias a un Estado y unos medios de comunicación serviles al poder y a unas élites económicas que no tenían problema alguno en arrastrase con tal de conseguir dádivas del Estado. El autor deposita su esperanza en el cambio de mentalidad y el resurgir de movimientos ciudadanos que acabe con el domino de unas clases dominantes tan retrógradas (p. 119).

En el tercer capítulo, titulado “Neoliberalismo <–> democracia” (pp. 123-166), se detiene el autor a analizar en profundidad la relación entre neoliberalismo y democracia. Se adentra en fenómenos que han surgido en Colombia, tales como el paramilitarismo. Conjuga en gran medida los capítulos anteriores para exponer la situación de la era Uribe, desde factores tan determinantes como el neocolonialismo y los incentivos por intereses particulares al extractivismo y la dependencia externa, el papel fundamental de la corrupción y la plutocracia que no tiene complejo alguno en perseguir metas egoístas por encima del interés general y la pobreza sistémica del país, el rol de las mafias y su asociación e integración en las decisiones del Estado, hasta los procesos de resistencia “que abren alternativas políticas y económicas, y construyen nuevos escenarios dentro y fuera de la institucionalidad en América Latina y Colombia” (p. 125). En mi opinión, es el capítulo más interesante y esclarecedor del libro.

A continuación encontramos la “Consideración final” (pp. 167-172), donde, de una manera muy gráfica, Rivas Uasapud delinea los puntos principales sobre los que, según su análisis, giró el mandato de Uribe; esto es, un sistema político y económico de Colombia, formalmente equiparable a otros países; un sistema corrupto que benefició a los amigos; un sistema mafioso que, por encima de ideologías, favoreció los intereses de grupos concretos, legales o criminales; un sistema colonial de endeudamiento que directa o indirecta benefició a países extranjeros, en especial a EE. UU.; un sistema violento e impune para quienes usaban la violencia del Estado como arma de regulación social (un caso sangrante es el de los eufemísticamente llamados “falsos positivos”).

Para concluir este breve recorrido, hemos de decir que el libro cumple con la meta que se plantea: aclarar el período de gobierno de Álvaro Uribe Vélez entre los años 2002 y 2010, y lo hace con una metodología analítica puramente científico-académica, con datos y hechos contrastados y, sobre todo, sin los condicionamientos del poder. Ese es uno de sus grandes aciertos.

Félix Jiménez Ramírez
(Hochschule Luzern)

Adrada de la Torre, Javier: Luis Cernuda y Friedrich Hölderlin: traducción, poesía y representación (Arturo Parada) 275

Alaminos López, Eduardo: Ramón y Pombo: libros y tertulia (1915-1957) (Carlos
García) 268

Araneda Riquelme, José: Un gobierno de papel. El correo y sus rutas de comunicación en tiempos de la reforma imperial en Chile (1764-1796) (Carlos Manuel Olano) 320

Barreneche, Eduardo: Historias policiales que marcaron la crónica roja uruguaya (Julio Peñate Rivero) 347

Benavente, Carolina: Escena menor. Prácticas artístico-culturales en Chile, 1990-2015 (Ineke Phaf-Rheinberger) 292

Brinkmann, Sören: Milch für die Tropen! Lebensmittelkontrolle und Ernährungspolitik am Beispiel der städtischen Milchversorgung in Brasilien (1889-1964) (Jorun Poet­tering) 333

Büschges, Christian/Rinke, Stefan (Hrsg.): Das Ende des alten Kolonialsystems (Wolf Behnsen) 318

DeLaney, Jeane: Identity and Nationalism in Modern Argentina. Defending the True Nation (Jan Müller) 345

DeTemple, Jill: Making Market Women: Gender, Religion, and Work in Ecuador (Stefanie Langner) 350

Faes, Enrique: Demetrio Carceller (1894-1968). Un empresario en el gobierno (Carlos Larrinaga) 315

Fernández Rodríguez, Carlos: Los otros camaradas. El PCE en los orígenes del franquismo (1939-1945) (Pedro Barruso Barés) 311

Freidenraij, Claudia: La niñez desviada. La tutela estatal de niños pobres, huérfanos y delincuentes. Buenos Aires 1890-1919 (Catherine Aristizábal B.) 329

Gänger, Stefanie: A Singular Remedy: Cinchona Across the Atlantic World: 1751-1820 (Marcio Barbato de Oliveira) 322

Gracia, Jordi/Ródenas de Moya, Domingo (eds.): Las dos modernidades. Edad de Plata y transición cultural en España (Pablo Rojas) 264

Graziadei, Daniel/Rössner, Michael (eds.): La narración entre lo fantástico y la posmodernidad. Adolfo Bioy Casares y Julio Cortázar (María Uehara) 286

Gutiérrez Avendaño, Jairo: Locura y sociedad. Alienismo tardío, psicopatología e higiene mental en la modernidad colombiana 1870-1968 (Nelson A. Rojas) 331

Hausmann, Matthias/Türschmann, Jörg (eds.): La literatura argentina y el cine (Marta Quesada Vaquero) 295

Hidalgo, Alberto: Diario de mi sentimiento [1937]. Edición de Juan Bonilla (Carlos García) 282

Klein, Herbert S.; Vidal Luna, Francisco: Feeding the World Brazil’s Transformation into a Modern Agricultural Economy (Mariah Freitas Monteiro) 339

Kordick, Carmen: The Saints of Progress. A History of Coffee, Migration, and Costa Rican National Identity (Juan Carlos Sola Corbacho) 336

Leal Curiel, Carole: La primera revolución de Caracas, 1808-1812: del juntismo a la independencia absoluta (Luis Álvarez Gutiérrez) 326

López Rodríguez, Mercedes: Blancura y otras ficciones raciales en los Andes colombianos del siglo xix (Alejandra Buenaventura Gómez) 324

Mata y Martín, Ricardo M.: Victoria Kent al frente de las prisiones españolas (1931-1932). El sistema penitenciario en los inicios de la Segunda República (Pedro Oliver Olmo) 309

Miguel Salanova, Santiago de/Valero Gómez, Sergio (eds.): Captar, votar y gobernar. Movilización y acción política en la España urbana (1890-1936) (Ander Delgado) 306

Podgorny, Irina: La momia que habla. Microensayos de historia natural (Ineke Phaf-Rheinberger) 341

Podgorny, Irina: Los argentinos vienen de los peces. Ensayo de filogenia nacional (Ineke Phaf-Rheinberger) 341

Podgorny, Irina: Florentino Ameghino y Hermanos. Empresa Argentina de Paleontología Ilimitada (Ineke Phaf-Rheinberger) 341

Restrepo Jaramillo, Isabel: Narrativas de la historia en el audiovisual colombiano. Controversias sobre el pasado en cuatro estudios de caso comparados (Alejandra Buenaventura Gómez) 353

Rivas Uasapud, Herbert J.: La era Uribe. Neoliberalismo y democracia en Colombia, 2002-2010 (Félix Jiménez Ramírez) 355

Rothenburg, Anja: Literatur in der Diktatur – Diktatur in der Literatur. Einfluss und Auswirkungen franquistischer Zensur auf das Werk von Ana María Matute (Johanna Vollmeyer) 278

Sanrune, Carlos: Breve historia de la literatura gay y lésbica en español. Estudio genealógico de la narrativa homosexual en el ámbito de la literatura en español: de 1867 a 1990 (Sara Torres) 261

Sánchez García, Remedios/Martínez López, Ramón (coords.): Federico García Lorca en su entorno. La infancia en la construcción de la identidad lorquiana (Virginie Giuliana) 271

Sánchez Lopera, Alejandro/Nielsen, Christopher: Por otras políticas de la verdad en América Latina (Borja Cano) 302

Walker, Carlos: Mil hojas. Formas contemporáneas de la literatura (Marta Quesada Vaquero) 297

Witthaus, Jan-Henrik: Endspiele des Caudillo. Versuch über den Diktatorenroman in Lateinamerika (Manuel García Serrano) 290

 

 

 


1 José R. Luna. 1934. “Entrevistas y declaraciones”. En Obras completas, tomo II. Madrid: Aguilar, 1977, p. 1021.

2 Así lo definen Allen Josephs y Juan Caballero en la edición crítica de La casa de Bernarda Alba (2000. Madrid: Cátedra, p. 49): “una sensibilidad autóctona, en el sentido etimológico de la palabra, existente en Andalucía –en el campo de Andalucía– que no se da, que sepamos, con la misma intensidad en otra parte del mundo occidental”.

3 Carlos García y Martín Greco. 2020. Alberto Hidalgo en la vanguardia argentina. Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba, capítulo 14.

4 Algunos de los cuales fueron recogidos en De muertos, heridos y contusos. Edición de David Ballardo. Walter Sanseviero y Álvaro Sarco. Lima, 2004, pp. 135-139.

5 Scheffler, Samuel. 2013. Death and the Afterlife. The Berkeley Tanner Lectures. New York: Oxford University Press.

6 Kojève, Alexandre. 1971. Introduction à la lecture de Hegel. Paris: Gallimard.

7 Kantorowicz, Ernst H. 1992. Die zwei Körper des Königs: Eine Studie zur politischen Theologie des Mittelalters. Stuttgart: Klett-Cotta.

8 Boric, por entonces, fue uno de los líderes estudiantiles más importantes de ese período de la historia política de Chile.