DOI: 10.18441/ibam.22.2022.81.145-166

 

 

 

 

La construcción de la “comunidad del pueblo” nacionalsocialista en la Argentina

The Construction of the National Socialist “Community of the People” in Argentina

Germán Friedmann

IHAYA, Universidad de Buenos Aires-CONICET, Argentina

gerfriedmann@yahoo.com.ar
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0002-5042-3859

También para los alemanes en el Plata la Volksgemeinschaft no es ya un mero concepto, sino una realidad experimentada. Sí, nos hemos convertido en uno, nosotros los alemanes a orillas del Plata, [somos] una parte de la gran Volksgemeinschaft alemana.1

A fines de la década de 1930 y principios de la siguiente la población de habla alemana de la Argentina era de entre 250.000 y 300.000 personas de distintas extracciones políticas, sociales y religiosas, así como de diferentes procedencias regionales. De hecho, la mayoría de quienes, por diversos motivos, se percibían o eran percibidos por otros como alemanes habían nacido fuera de las fronteras del Estado alemán.2 Además estaban distribuidos en distintas regiones del país, desde colonias rurales en territorios como La Pampa y Misiones, hasta los grandes conglomerados urbanos como el de Buenos Aires. Dónde queda Alemania o qué es ser alemán son cuestiones que, como todas las referidas a las identificaciones colectivas, se postulan como permanentes y siempre iguales así mismas. No obstante, lejos de ser estables, son fluidas, cambiantes y se desarrollan de acuerdo con las interacciones que las enmarcan. En el caso de las “comunidades extranjeras”, la conformación de una identidad es un sinuoso proceso de construcción en el que desempeñan un papel igualmente significativo tanto el lugar de origen –sea mítico o real– como el de residencia. Desde luego que la identificación alemana (como cualquier otra, ya sea étnica, política o nacional) de aquel conglomerado germanoparlante de variopinta composición fue parte de un proceso de permanente construcción y reconfiguración en el marco de un campo social, siempre en relación con otras identidades colectivas, como por ejemplo la austríaca, argentina y/o la judía.

La lealtad de este heterogéneo conjunto de personas fue objeto de disputa entre distintos actores del escenario político local. En primer lugar, como todo Estado moderno, el argentino también tenía una concepción hegemónica tendiente a disolver identificaciones colectivas o solidaridades que eran consideradas peligrosas para la constitución de una comunidad nacional. En este sentido, una de las amenazas a esta homogeneización era la existencia de diversas identidades que competían con la argentina por lograr la adhesión de los inmigrantes y de sus hijos. Pero además, aquel variopinto grupo de germanoparlantes conformó un público apropiado para los promotores de la Deutschtum radicados en el país, fueran estos simpatizantes del nacionalsocialismo o sus fervientes antagonistas.3 Por ese motivo, recibieron distintos discursos por parte de quienes pretendían erigirse en los genuinos representantes de la “verdadera alemanidad”, a la que pretendían salvaguardar de la “desnaturalización” a la que se viera sometida ya sea por el régimen del Tercer Reich o por el accionar de sus opositores (Friedmann 2010).

La alemanidad nacionalsocialista derivaba de la extensa y variada familia ideológica völkisch, expresión alemana que comenzó a difundirse durante la segunda mitad del siglo xix. Aunque en sus inicios tenía el significado de “popular”, con todas las ambigüedades propias del término, fue adquiriendo posteriormente un sentido étnico o racial, más esencialista. Según esta concepción, los individuos existían solamente como parte de la “comunidad del pueblo” (Volksgemeinschaft) y la nación era identificada con un “pueblo-raza”, entendido desde una perspectiva biológica, al que le correspondía una organización estatal propia. Desde este enfoque, la pertenencia a la nación no residía en la voluntad, ni en la tradición o el territorio de origen, sino en la “comunidad natural de la sangre” (natürliche Blutsgemeinschaft).

Por ello, el nacionalsocialismo se proponía redefinir a la ciudadanía a partir de una base racial. Su pensamiento presentaba una dicotomía fundamental que separaba a los “camaradas o compañeros del pueblo” (Volksgenossen) de los “extraños a la comunidad” (Gemeinschaftsfremde), un ambiguo y extenso grupo que, según la coyuntura, podía estar conformado por gente muy variada. Ahora bien, esta proclamada comunidad era para los nacionalsocialistas una realidad “científica” y, a la vez, algo que buscaban crear a través de toda una serie de diversos mecanismos. En la Argentina estas iniciativas para incorporar gente a la Volksgemeinschaft estaban encabezadas no solo por el partido, sino también y, sobre todo, por una serie de organizaciones dependientes de aquel que intentaron adentrarse en la vida cotidiana de miles de personas para conformar ámbitos de sociabilidad y crear un “nosotros”.

¿Cómo pretendió inculcar el nacionalsocialismo un sentimiento de comunidad alemana, regenerada y armónica en los germanoparlantes locales? El presente trabajo busca responder a esta pregunta analizando una serie de dispositivos sociales y culturales que resultan ilustrativos de aquella intención. Estas acciones promovidas por el partido local, que incluyeron tanto una celebración del culto de la muerte sacrificial como la recreación de una comunidad alemana que trascendía las fronteras estatales a ambos lados del Atlántico, apelaron a diferentes públicos de habla alemana residentes en el país y han sido escasamente estudiadas. El trabajo se concentra en la etapa de mayor auge en la popularidad del nacionalsocialismo local, durante el período inmediatamente anterior a la proliferación de denuncias sobre la “infiltración nazi” en el país que contribuyeron a la prohibición de la rama argentina del partido y generaron un escenario que fue percibido por muchos germanoparlantes como de un creciente sentimiento antialemán en vastos sectores de la población. La elección de esta periodización permite observar algunas de las estrategias utilizadas por los promotores de la “nueva Alemania” para penetrar en la vida cotidiana del amplio y variado grupo de personas de habla alemana de la Argentina que adhería al nacionalsocialismo. También deja ver su recepción en aquel ámbito antes del inicio de la guerra europea y la posterior radicalización de las prácticas criminales del Tercer Reich, en un momento en el cual el movimiento liderado por Hitler aún no había alcanzado la dimensión simbólica del mal absoluto.

El desarrollo del artículo consta de tres partes. El apartado inicial realiza una sucinta introducción al ámbito de habla alemana de la Argentina y detiene su atención en los primeros años del partido nacionalsocialista local. El segundo hace foco en la conmemoración de una batalla perdida de la Primera Guerra Mundial, organizada por la sección deportiva del nacionalsocialismo local en los alrededores de la ciudad de Buenos Aires. La tercera parte trata sobre la película de propaganda “Lejos de la tierra de los antepasados”, elaborada por la rama argentina del partido. A continuación, se presentan las consideraciones finales.

La “Argentina alemana”, los inicios del nacionalsocialismo y la apelación a una comunidad del pueblo

De acuerdo con los primeros relevamientos censales realizados en la República Argentina, en 1869 vivían en el país 4.989 alemanes, hacia 1895 esta cifra se amplió a 17.143, y en 1914 alcanzaba los 26.995. Sin embargo, los dos últimos registros consideraban exclusivamente a los nacidos dentro de las fronteras del Imperio Alemán y dejaban afuera tanto a numerosos inmigrantes provenientes de distintos lugares del mundo, como a miles de personas oriundas de diversas regiones del territorio argentino que se identificaban como alemanas (Saint Sauveur-Henn 1995; Bernasconi 2011, 5-22).

Durante el período de entreguerras arribaron al país entre 130.000 y 140.000 germanoparlantes. En su mayor parte provenían del centro de Europa, predominantemente impulsados por las frecuentes crisis políticas y económicas allí reinantes y por las restricciones inmigratorias entonces introducidas en los Estados Unidos, que hasta el comienzo de la guerra era el principal destino de aquella emigración. En menor medida también arribaron desde el norte de América, Brasil y las antiguas colonias alemanas de Asia y África (Newton 1977; Kramer 2016; Bindernagel 2018; Bryce 2018).

En el transcurso del régimen de Hitler se produjeron dos nuevas corrientes migratorias que dejaron un saldo aproximado de entre 40.000 y 50.000 germanoparlantes. La primera, iniciada a comienzos de 1933, estuvo protagonizada por exiliados políticos que militaban activamente en la oposición al nuevo gobierno, quienes buscaron eludir los arrestos y las detenciones en los flamantes campos de concentración. La siguiente oleada alcanzó su punto más alto luego de la Kristallnacht (Noche de los Cristales Rotos) del 9 noviembre de 1938. La mayoría de los integrantes de esta segunda etapa escapaban de las medidas y prescripciones de carácter “racial”. De esta forma, hacia finales de la década de 1930 y principios de la de 1940, la población de habla alemana de la Argentina puede estimarse entre las 250.000 y 300.000 personas. La designación de Hitler como canciller y su posterior proclamación como Führer inauguró una época que muy prontamente fue percibida como novedosa. La evolución de estos acontecimientos afectó fuertemente la vida de muchos germanoparlantes que, aunque residían en la Argentina, tenían a Alemania como un claro referente en materia política, cultural, económica, artística e intelectual. Sus posturas ante el nuevo régimen político del Reich fueron muy variadas y abarcaron un amplio espectro que comprendió desde una aceptación total hasta una tajante oposición y resistencia, atravesado gran cantidad de situaciones intermedias (Von zur Mühlen 1988; Newton 1992; Friedmann 2010; Kelz 2019).

Ahora bien, la historia del nacionalsocialismo local precede a su establecimiento en el poder en Alemania. El Landesgruppe Argentinien der Nationalsozialistischen Deutsche Arbeiterpartei (Grupo Territorial Argentina del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán) fue establecido oficialmente en Buenos Aires en 1931. En un primer momento su área de influencia abarcaba la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires. Para superar aquella limitación, desde mayo de 1932 editó un boletín informativo destinado a mejorar la “conexión entre los cientos de miembros del partido en todo el país” que, desde sus páginas, explicitaba el objetivo primordial de unir a todos los alemanes en una Volksgemeinschaft que no distinguiera “clases, castas, rangos o riquezas”.4

Aquella apelación a la unidad de los Volksgenossen era también –y fundamentalmente– un mensaje dirigido hacia el interior del movimiento, signado entonces por fuertes divisiones intestinas.5 De hecho, en ese mismo momento, Reinhold Gerndt, el Landesvertrauensmann (hombre de confianza) del primer Ortsgruppe Buenos Aires reconocido por la dirección del Reich, estaba siendo reemplazado por Eckert Neumann, cuyo efímero paso por la conducción del partido, dejaba aún más en evidencia la inestable situación del nacionalsocialismo local. En este sentido, lejos de conformar un grupo homogéneo, existieron diferentes facciones y tendencias entre los simpatizantes locales de la “nueva Alemania”. Esto puede apreciarse tanto en las rivalidades reinantes entre la conducción del Landesgruppe, constituida por jóvenes de clase media baja, con los sectores más acomodados de la comunidad, como en las querellas surgidas entre los diplomáticos de la embajada con los integrantes del partido, y en las relaciones conflictivas sostenidas entre los nuevos miembros y los autoproclamados “viejos combatientes”, expresión utilizada por los militantes más antiguos para diferenciarse de aquellos a quienes consideraban unos oportunistas por sumarse a la agrupación después de enero 1933 (Müller 1997, 93-280). Incluso, dentro de aquel heterogéneo conglomerado existió un grupo muy particular, integrado por desencantados con el Tercer Reich que, alrededor de la figura de Otto Strasser, conformaron la sede local de Die Schwarze Front (Frente Negro), una de las primeras organizaciones de habla alemana de la Argentina que se opuso al régimen de Hitler. Sus integrantes se presentaban como los verdaderos nacionalsocialistas, acentuaban su condición de socialistas y acusaban al gobierno alemán de haber traicionado el auténtico espíritu de aquella ideología (Friedmann 2014, 78-108).

Con el fin de evitar la profundización de este segmentado panorama, la Organización Exterior del Partido Nacionalsocialista (Auslandsorganisation der NSDAP) –que también atravesaba una situación crítica– envió a Willi Köhn, por entonces recientemente ascendido a Comisionado de Asuntos Exteriores para Sudamérica (Auslandskommissar der AO für Südamerika), a ordenar el convulsionado escenario porteño (Jacobsen y Smith 2007). Su primera aparición en Buenos Aires fue en un encuentro organizado a inicios de abril de 1933 por el Deutscher Volksbund für Argentinien (conocido en castellano como Unión Germánica para la Argentina) en el teatro Coliseo. Allí, ante una sala colmada con la presencia de entre 2.500 y 3.000 personas, Köhn señaló que el deber de todos los germanoparlantes era dejar de lado las reyertas y unirse con los “alemanes de la patria” para formar una Volksgemeinschaft.6 Una nota del La Plata Post dio cuenta del discurso pronunciado por el flamante Auslandskommissar con el título: “Un poderoso compromiso de lealtad de la alemanidad en el Río de la Plata”. En sintonía con las palabras de Köhn, el semanario expresó su manifiesto deseo de “restaurar” la unión del conjunto de los alemanes por encima de todas las divisiones; un sentimiento de pertenencia común que percibía como inexistente durante años, con la única excepción, indicaba, de los “eufóricos días de agosto de 1914”.7

Aquella referencia al inicio de la primera guerra mundial (que para los nacionalsocialistas habría sido la precursora de la “revolución alemana”, independientemente de cómo esta fuera interpretada), como momento de concreción de la nacionalidad alemana era una opinión que excedía ampliamente a los simpatizantes del Tercer Reich. De la misma manera, el complejo y multifacético concepto de Volksgemeinschaft tampoco había sido una creación nacionalsocialista. En la segunda mitad del siglo xix ya portaba una gran carga emocional y, lejos de caracterizarse por una definición universalmente aceptada, fue provisto por diferentes actores con significados muy diversos, a veces, incluso, mutuamente contradictorios. Así, fue identificado con una forma republicana de solidaridad nacional, una utopía reconciliadora para superar las diferencias de clase, un concepto cultural-político de lucha contra la civilización occidental, un término propagandístico de lucha contra el orden social imperante, o una comunidad basada en ideas racistas, de las que se alimentaba sobre todo un creciente antisemitismo radical (Schmiechen-Ackermann 2012‚ 42).

Lo cierto es que la expresión Volksgemeinschaft alcanzó mayor difusión al comienzo de la Gran Guerra y desde entonces se convirtió en una fórmula poderosa vinculada al mito de la unidad alemana (Bruendel 2003; Verhey 2000). En este sentido, el famoso discurso del Kaiser en el que ya no reconocía a los partidos sino solamente a los alemanes fue leído en una dimensión social y política de igualdad e inclusión (Clark 2009, 239).8 Posteriormente, la experiencia de la “comunidad del frente” (Frontgemeinschaft), omnipresente en el ámbito político de Weimar, fue leída en la misma clave, alimentándose de la idea de que en las trincheras todos se enfrentaban a la muerte por igual. Esta percepción sustentó la concepción nacionalsocialista que indicaba que el “socialismo alemán”, supuestamente surgido de la vivencia experimentada en “la camaradería de la trinchera”, habría logrado superar la situación terminal en la que se encontraba “nuestro organismo popular” ante el inminente “peligro de sucumbir al espíritu del odio de clases” (Sponholz 1935).

Aquella fue una imagen muy potente en el relato del pasado forjado por el nacionalsocialismo para la construcción de su identidad. De hecho, debe resaltarse que, como su nombre lo indica, aquel movimiento acentuaba tanto su carácter nacional como socialista. Más allá de lo adecuado de aquellas clasificaciones –lo que podría ser un tema problemático para los historiadores, pero ciertamente no lo fue para de los actores– los nacionalsocialistas consideraban representar al genuino socialismo alemán, al que definían como la solidaridad de todos los integrantes de una Volksgemeinschaft teóricamente unida y homogénea, preservada de las divisiones regionales, las diferencias religiosas, y los antagonismos de clases supuestamente fomentados por el liberalismo y el marxismo. Cabe destacar que algunos contemporáneos e historiadores observaron con escepticismo a aquella “comunidad popular” nacionalsocialista, considerándola solo como una estrategia publicitaria que buscaba ocultar la persistencia de antiguas diferenciaciones sociales y negar la producción de nuevas jerarquías y desigualdades económicas (Mommsen 2012, 132-140). No obstante, aunque se redujera a una mera cuestión propagandística, esta apelación discursiva –como tantas otras– no necesitaba estar necesariamente avalada por los datos “objetivos de la realidad” (más allá de cómo se midan) para ser eficaz (Schmiechen-Ackermann 2012, 17-18). Además, fue justamente la ya referida omnipresencia de la categoría de Volksgemeinschaft en el ámbito político de comienzos del siglo xx y su aceptación generalizada por parte de liberales, conservadores, socialdemócratas y católicos, lo que facilitó su rápida apropiación por parte de los nacionalsocialistas.

Como se verá en el apartado siguiente, la apelación a aquel “espíritu de 1914” fue una de las principales estrategias utilizadas por el Landesgruppe local tanto para lograr la cohesión interna del partido como para alcanzar la adhesión de la mayor parte posible del heterogéneo conjunto de germanoparlantes de la Argentina, a quienes pretendía imbuir de una visión nacionalsocialista.

Langemarck en el Río de la Plata

El 10 de noviembre de 1914, cerca de la aldea flamenca de Langemarck, durante la primera batalla de Ypres, miles de soldados alemanes lanzaron un ataque contra las posiciones británicas que costó numerosas pérdidas humanas y materiales. Aunque el enfrentamiento no tuvo grandes implicancias en el desarrollo posterior de la guerra, alcanzó rápidamente dimensiones míticas dado que una parte de las tropas estaba compuesta por jóvenes estudiantes, muchos de ellos menores de edad (Connelly y Goebel 2018, 28-48). Al día siguiente de los hechos el comando supremo del ejército alemán comunicó que al oeste de Langemarck, los regimientos juveniles habían asaltado y tomado las primeras líneas de las trincheras enemigas mientras cantaban “Deutschland, Deutschland über alles”, íncipit y estribillo de la primera estrofa de una por entonces famosa canción patriótica que, durante la década siguiente, se transformaría en el himno nacional alemán.9

Mucho se ha escrito para desmitificar aquel acontecimiento. En un principio, aunque el número de voluntarios reales que servían en los regimientos era considerable, la mayoría de los que cayeron en la batalla eran reclutas ordinarios. El enfrentamiento tampoco tuvo lugar en Langemarck, sino en Bixchote, cinco kilómetros al oeste de la aldea cuyo nombre, de filiación germánica, resultaba más apto para transformarse en un símbolo nacional (Schilling 2012, 253). Del mismo modo se ha considerado que las motivaciones de los soldados para entonar la Deutschlandlied no se habrían fundado en el ardor patriótico, sino en la posibilidad de mantener el contacto y no perderse en medio de una niebla que cubría el campo de batalla, sostener el coraje y controlar tanto la ansiedad como la confusión, o en la necesidad de conservar la referencia y evitar morir al ser confundidos con el enemigo (Unruh 1986). Independientemente de la veracidad de los sucesos, aquel boletín del ejército, emitido en medio de un clima que combinaba la euforia bélica de los primeros meses con la censura de tiempos de combate, se reprodujo en los principales periódicos y fue el puntapié inicial de un perdurable mito popular que retomaba el tema bíblico de la “masacre de los inocentes” y enaltecía el valor de los jóvenes voluntarios que, con insuficiente preparación, habrían sacrificado su vida animados por el entusiasmo patriótico (Mosse 1990, 70-74).

La apología del bautismo de fuego de los regimientos formados por voluntarios se vio aún más vigorizada entre los vastos sectores del nacionalismo alemán cuando, al finalizar la contienda bélica, se opuso el proclamado entusiasmo y el espíritu de los “jóvenes de Langemarck” a la supuesta traición de los gobernantes de la República de Weimar (Hüppauf 1988, 70-113). La glorificación de los soldados caídos alcanzó su apogeo en el periodo de entreguerras a través de numerosos mecanismos conmemorativos que incluyeron poesías, canciones, obras teatrales, películas, monumentos, cementerios y memoriales de guerra que se convirtieron en símbolos del carácter sagrado que daba continuidad a la nación en el tiempo y en el espacio (Weinrich 2009, 319-330). Desde mediados de la década de 1920, y a pesar de ciertas reservas iniciales, los nacionalsocialistas incorporaron a la batalla de Langemarck al cuerpo principal de sus narraciones legendarias de la experiencia bélica (Weinrich 2012, 245-312). En efecto, en las lecciones escolares del Tercer Reich se hacía referencia a aquel acontecimiento para enseñar a los niños y adolescentes a ver la guerra como un sacrificio necesario para la nación (Echternkamp 2018, 493).

La potencia del mito de Langemarck atravesó el Atlántico y llegó también a los promotores de la alemanidad de la Argentina. Entre ellos se destacó el prestigioso pedagogo Wilhelm Keiper, quien había arribado al país en 1904 contratado como rector del Instituto Nacional del Profesorado Secundario, cargo que ocupó por más de una década (Bujaldón de Esteves 2008, 157-173; Carreras 2006, 325-338). En su carácter de director de las prestigiosas escuelas Belgrano –que desde 1934 adoptaría el nombre de Goethe– y Germania consideró a los jóvenes voluntarios de Langemarck como “dignos descendientes de sus antepasados de 1813 y 1870”, incluyéndolos de este modo en un panteón de héroes junto a los combatientes de la “batalla de las Naciones” contra Napoleón y a los soldados de la guerra franco-prusiana (Keiper 1928; Bujaldón de Esteves 2008, 170). Así, debido a la persistencia de la memoria de aquella batalla como dadora de identidad y mito movilizador, los nacionalsocialistas del Río de la Plata la incorporaron al calendario de sus celebraciones habituales.

La primera conmemoración tuvo lugar en 1934 en Bella Vista, provincia de Buenos Aires, y contó con la presencia de 400 participantes. Desde entonces continuó realizándose en forma anual e incorporó progresivamente a una mayor cantidad de personas. De hecho, el 31 de octubre de 1937 la Sección de Deportes del partido nacionalsocialista de la Argentina organizó en la localidad bonaerense de Burzaco la más numerosa de las marchas de Langemarck. Allí, en un predio de treinta hectáreas perteneciente a la Sociedad de Beneficencia Alemana (Deutsche Wohltätigkeitsgesellschaft), se reunieron representantes de distintas asociaciones germanoparlantes radicadas en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores para rememorar a quienes habrían ofrecido generosamente su vida por la patria en peligro.10 La ceremonia tuvo tres oradores principales. El primero de ellos, Alfred Müller, por entonces jefe suplente del grupo territorial del Partido Nacionalsocialista, saludó al público en castellano y, tras expresar su agradecimiento a los gobiernos nacional y provincial por permitir la realización del evento, concluyó su breve alocución con vivas a la Argentina. Luego el representante diplomático Edmund von Thermann habló sobre el sentimiento de la nacionalidad y ponderó las bondades de la Winterhilfe (Ayuda de invierno) que, entre otras cosas, habría permitido la adquisición del Hogar Alemán de Burzaco en el que se llevaba a cabo la celebración. Por último, el dirigente nacionalsocialista Ruprecht Weilharter homenajeó a la “juventud desangrada” de 1914, cuyo “espíritu renacido”, consideraba, “se había corporizado en el soldado desconocido Adolf Hitler, nuestro actual Führer y canciller del Reich”, quien dirige una “lucha sagrada por la liberación y purificación del pueblo alemán” al que busca “rescatar de la dominación plutocrática” para devolverle la “libertad nacional” y conformar un estado de “verdadera justicia social”.11

El encuentro tuvo gran repercusión en la prensa local en idioma alemán adepta al nacionalsocialismo. En un tono que contenía dosis similares de autoelogio y de apología del mandatario alemán, Der Deutsche in Argentinien (El Alemán en la Argentina), órgano oficial del Frente Alemán del Trabajo, realzó con orgullo la participación de los más de setecientos integrantes de aquella organización. Sus páginas narraban el “milagro” de que a miles de kilómetros de la patria y pese al cansancio provocado por su intensa labor cotidiana en las fábricas y empresas, los Auslandsdeutschen se congregaran durante horas en ese “glorioso domingo”, algo que sería inconcebible sin la intermediación del hombre que creó la “Volksgemeinschaft alemana, el Führer Adolf Hitler”.12 El balance de aquella jornada realizado por el Deutsche La Plata Zeitung subrayó la marcha “a paso rítmico” ejecutada por numerosas formaciones de germanoparlantes mientras pensaban “en las proezas de sus padres y hermanos”, y exaltó la “epopeya heroica” de los “campos empapados de sangre de Flandes”, donde el sacrificio ofrecido por la más selecta juventud alemana habría brindado el impulso que “nos sustentará como pueblo”. Además de homenajear a los héroes que habrían entregado su vida y su sangre para cambiar el destino de Alemania, el periódico ponderó al gobierno del Reich por sostener y potenciar una “solidaridad nacional viviente” que abrazaría a “los alemanes del mundo entero”. Por último, celebró la multitudinaria participación de Volksgenossen de todos los sectores sociales y destacó particularmente la interacción de “intelectuales y obreros del músculo”, en un claro guiño a la simbología nacionalsocialista.13

Más allá de esta descripción, lo cierto es que en aquella celebración se reunieron los miembros del aristocrático Club Alemán de Equitación con los obreros y empleados afiliados al Frente Alemán del Trabajo, en un ambiente distendido enmarcado por un bosque de eucaliptos donde entre chistes, comidas y bebidas podían compartir sus experiencias mientras admiraban las proezas acrobáticas del aviador Hans Ott.14 Todos ellos, junto a otros tantos integrantes de diversas asociaciones, entre las cuales también se encontraban algunas compuestas por alemanes de los Sudetes y austríacos, se entremezclaron en una confraternización que, a ojos de los militantes del partido gobernante en Alemania, conformaba la perfecta materialización del ideal de una Volksgemeischaft que trascendía tanto las clases sociales como las diferencias regionales.

Las páginas de las publicaciones que exaltaban las supuestas virtudes del nacionalsocialismo dejaban vislumbrar también, con mayor o menor intencionalidad, un estrecho contacto entre los participantes de la marcha de Langemarck con la sociedad argentina en general. En este sentido, Der Deutsche in Argentinien describió cómo los miembros de las comunidades de empresas y sus familiares se desplazaban velozmente tanto en automóviles privados, como en coches de alquiler y “bañaderas”,15 haciendo flamear las banderas svásticas al viento por las calles de Banfield, Lomas de Zamora y Temperley, en un recorrido que brindaba una imagen colorida y pintoresca a los vecinos, quienes, señalaba, en gran cantidad realizaban “el saludo alemán”.16 Por su parte, Der Trommler no solo elogiaba la participación de los jóvenes del Deutsch-Argentinisches Pfadfinderkorps (Boy-Scouts Germano-Argentinos), la Bund Deutsch-Argentinischer Mädel (Liga de Muchachas Argentino-Alemanas) y la Sportabteilung (sección deportiva), sino que ilustraba con fotografías como, en estricta formación, habían portado enormes banderas alemanas y argentinas de diez metros de largo.17 Además, las crónicas indicaron que los participantes de la marcha de Langemarck no solo entonaron apasionadamente la Deutschlandlied y la Horst Wessel Lied,18 sino que también tuvo lugar la ejecución del himno nacional argentino, igualmente cantado con entusiasmo por parte de los presentes. Estos informes daban cuenta de cierto nivel de participación de personas ajenas a la comunidad germanoparlante. También mostraban la fuerte presencia de una simbología nacional alemana y argentina, que dejaba entrever algún grado de integración a la sociedad local de los Auslandsdeutschen que rememoraban a “los héroes de Langemarck”.

Aquella festividad, descripta por el Deutsche La Plata Zeitung como una “profesión de fe nacional” en la que reinaba la alegría de los participantes, fue interpretada de manera muy diferente por el activo militante antinazi Ernesto Alemann quien, en un artículo publicado en el Argentinisches Tageblatt, expresó su asombro al señalar que durante la marcha de Langemarck los integrantes de la sección deportiva del nacionalsocialismo llevaban uniformes indistinguibles de los de las tropas de asalto.19 Consideraba además inadmisible la celebración de episodios ajenos a las tradiciones nacionales que perseguían el propósito de mantener latente el espíritu de subordinación a prácticas e ideologías extrañas a la Argentina.20

El artículo de Alemann no hacía más que continuar una larga sucesión de acusaciones contra las actividades nacionalsocialistas en el país que eran motorizadas por la prensa en idioma alemán opositora al régimen nacionalsocialista. Con contadas excepciones, aquellas notas no habían tenido hasta el momento repercusión en la opinión pública argentina, que en el mejor de los casos las percibía como parte de las contiendas internas de la comunidad alemana. Sin embargo, en esta oportunidad la denuncia de Alemann alcanzó una amplia resonancia al ser reproducida por el diario La Prensa, iniciando así una serie de editoriales que criticaban la indiferencia del gobierno nacional frente a la influencia ejercida sobre los ciudadanos argentinos de ascendencia extranjera.21 Para La Prensa, las autoridades nacionales estaban obligadas a rechazar toda clase de ideas exóticas contrarias a la tradición democrática del país, fueran estas “comunistas, fascistas o nacionalsocialistas”.22 Por primera vez los grandes medios de alcance nacional consideraban que los nacionalsocialistas figuraban entre las organizaciones que socavaban los fundamentos de las instituciones y de la nacionalidad argentina.

La postura de La Prensa ilustraba la propagación cada vez más frecuente de numerosos informes, en un inicio restringidos a los círculos germanoparlantes opositores a Hitler, sobre las supuestas actividades de “infiltración nazi en el país”. Este clima fue inmediatamente percibido por el entonces flamante comité Das Andere Deutschland, que poco tiempo después se transformaría en la principal organización antinazi de habla alemana del país y la región. Aquella agrupación envió una “señal de advertencia” a los germanoparlantes de la Argentina, a quienes pedía que se pronunciaran explícitamente contra los nacionalsocialistas ante el peligro de que los reproches y animosidades contra estos últimos se generalizaran al conjunto de los alemanes.23 Desde luego que esta proclama, destinada a los alemanes de la Argentina, tenía una clara intencionalidad política cuyo principal objetivo era el de reforzar las propias huestes a expensas del creciente movimiento nacionalsocialista local. No obstante, esto no invalida los reales temores a un sentimiento antialemán que, de hecho, se vieron incrementados con el creciente protagonismo adquirido por las acciones emprendidas por los nacionalsocialistas tanto en el país como en el exterior, cuyos aspectos más negativos paradójicamente serían amplificados por aquellos militantes de habla alemana opositores a Hitler (Friedmann 2010, 104-117).

Una Volksgemeinschaft transatlántica

Mientras que la celebración de la marcha de Langemarck de Burzaco abarcaba a los alemanes de la región metropolitana de Buenos Aires, otras actividades incluían en la Volksgemeinschaft también a los germanoparlantes asentados en el interior del país. Entre ellas ocupa un lugar destacado la realización de Fern vom Land der Ahnen (Lejos de la tierra de los antepasados), un documental propagandístico producido por el Landesgruppe Argentinien.24 La obra se rodó durante 1936 y fue promocionada como la “primera película sonora alemana extranjera”, realizada en las condiciones más primitivas con un enorme esfuerzo de los militantes nacionalsocialistas, quienes habrían recorrido miles de kilómetros para llevar el mensaje de la “nueva Alemania” a los Volksgenossen dispersos en los rincones más remotos del territorio argentino.25

La elaboración del documental fue una iniciativa de Felix Schmidt, un talentoso orador que ya había participado el año anterior en la producción de un corto titulado Wintersonnenwende (Solsticio de invierno), centrado en aquella celebración tan cara al nacionalsocialismo (Newton 1984, 90-91; Sütterheim 2000, 208).26 En esa oportunidad comenzó una pequeña sociedad con el berlinés Gerhard Huttula, quien se destacaría posteriormente en el cine alemán como especialista en trucos de cámara y producción de animación (Stiasny 2014, 29).27 Como lo hiciera en Wintersonnenwende, Huttula se desempeñó como director y camarógrafo en Fern vom Land der Ahnen. En su corta estadía en Buenos Aires, entre 1933 y 1937, y mientras colaboraba con el nacionalsocialismo local, tuvo una muy activa participación en el cine argentino (Di Núbila 1998, 164, 168, 173-174; Manrupe y Portela 2001, 240 y 626; Maranghello 2005, 88 y 95).28 Bajo el nombre de Gerardo Húttula dirigió el largometraje Compañeros, en el que trabajó con algunas personas que seguramente no eran bien conceptuadas entre sus camaradas de militancia (Finkielman 2004, 207).29 Allí, la cámara fue utilizada por Johann Altmann, de origen judío y conocido como John Alton en la industria cinematográfica norteamericana, donde llegó a ganar un Óscar a la mejor fotografía en 1951. Asimismo, la música estuvo a cargo de Dajos Béla (nombre artístico del compositor León Golzmann), quien, escapando del antisemitismo del Tercer Reich, había arribado a Buenos Aires tras un largo periplo que incluyó a las ciudades de Ámsterdam, París y Londres (Glocer 2016).

Considerada retrospectivamente por un destacado funcionario del Landesgruppe local como la mejor propaganda nacionalsocialista (Volberg 1981, 167), Fern vom Land der Ahnen buscó glorificar una supuesta “misión” alemana en el exterior, mostrando la férrea voluntad de la población germanoparlante para sobrevivir en condiciones adversas, mientras mantenía vigente su conexión con la antigua patria, en una lucha constante por preservar su Deutschtum. Persiguió también el objetivo de ensalzar los méritos del partido en el extranjero y la lealtad de sus simpatizantes en un momento en el que comenzaba a organizarse de manera sistemática un pujante movimiento antinazi de habla alemana en la Argentina.

En su inicio, la película exhibe una pujante y bulliciosa vida porteña, en la que resaltan los edificios comerciales de diversos establecimientos y empresas alemanas. Presenta además la obra llevada a cabo por el nacionalsocialismo local, destacando la celebración de un festival deportivo de la Hitlerjugend (Juventud Hitleriana), la organización de la Winterhilfe, el mantenimiento de un hogar de ancianos, así como los servicios de asesoramiento legal y de tratamiento médico gratuito. Tras exaltar las actividades del partido en la capital argentina, el documental se interna en la vida de los emigrantes alemanes del interior del país. Es aquí donde puede percibirse que la insistencia en remarcar el bajo presupuesto y los precarios medios con los que se llevó a cabo el documental no solo perseguía el propósito de dispensar cualquier desprolijidad en su realización, sino fundamentalmente el de reproducir las extremas dificultades que habrían atravesado los colonos alemanes en su dura lucha con la naturaleza en los campos petroleros de la Patagonia, el bosque chaqueño, la selva misionera y la llanura pampeana (Stiasny 2014, 14-30).

El documental explora los viajes emprendidos por Felix Schmidt a distintos asentamientos germanoparlantes dispersos por el interior argentino. Así, registra sus entrevistas con recolectores de fruta, en un alto en su trabajo; con un ingeniero que se encontraba construyendo un puente carretero entre Río Negro y Neuquén; y con un médico, pronto a visitar a sus pacientes. Todos ellos, más allá de sus diferencias, son presentados como “pioneros de la cultura alemana”, en una nueva manifestación del ideal nacionalsocialista de la armonía comunitaria supraclasista. Puede observarse además la imagen de una “escuela alemana” que, ubicada en una simple casa de madera, presentaba un retrato de Hitler.30 Allí, acompañados por representantes del partido en el acordeón, los niños cantan la canción que da título a la película, cuya última estrofa termina con los versos: “somos y seguiremos siendo alemanes, alemanes hasta la muerte” (Eser 2010, 547-548).31

Finalmente, el momento culminante de la película presenta una largamente publicitada “noche de cine sonoro”, seguida de una conferencia nocturna y un festival organizado por los colonos germanoparlantes. Con el fondo musical de la Horst Wessel Lied, la cámara de Huttula muestra cómo los asistentes a aquella velada se trasladan a caballo, en bote, en auto o en carruaje para asistir a la proyección de un discurso de Hitler.32 Su voz y su mirada, entremezclada con las imágenes de una expectante audiencia de la Argentina, no solo muestra una relación directa entre el líder y las masas, sino que también crea un eje visual que conforma una Volksgemeinschaft a ambos lados del Atlántico, eliminando la distancia geográfica y cultural entre los alemanes residentes en el país y sus “hermanos” del Reich.

Este mensaje inclusivo era particularmente atractivo para los colonos de habla alemana del interior argentino, a quienes Schmidt conocía en profundidad tras haber dirigido un Opferring rural.33 Cabe recordar que una parte considerable de ellos estaba conformada por los denominados Russlanddeutsche (alemanes de Rusia), un numerosísimo conglomerado de germanoparlantes –en 1940 se estimaba que constituían unos 130.000 sobre un total de entre 250.000 y 300.000 (Lütge 1940, 129-140)– que hasta la consolidación del Tercer Reich no eran considerados como “pares” por los miembros de la comunidad alemana asentada en el país.34 Paradójicamente, la ideología nacionalsocialista, que presentaba una de las concepciones de la nacionalidad más claramente excluyente, incorporó a aquellas personas a la nación alemana redefinida en forma biológico-racial. De este modo, no es de extrañar que muchos de quienes hasta 1933 habían permanecido ignorados por la alemanidad oficial, aprobaran gustosamente su incorporación a la Volksgemeinschaft pregonada por los partidarios del régimen imperante en Alemania (Friedmann 2018, 137).

La primera proyección de Fern vom Land der Ahnen tuvo lugar el 13 de febrero de 1937 en el Gran Cine Florida de Buenos Aires.35 Uno de los más ilustres invitados al acontecimiento fue el popular poeta regional Karl Götz, quien en esos momentos se encontraba en la Argentina como invitado del Instituto Alemán del Extranjero (Das Deutsche Ausland-Institut) para difundir el mensaje de la “nueva Alemania” entre los germanoparlantes residentes en el exterior (Brüstle 2007, 52-54).36 Tras finalizar la première porteña, Götz señaló, en el salón de conferencias del Deutsche La Plata Zeitung, que la película “demostraba” cómo la novedosa cosmovisión de Hitler había dotado de un renovado vigor a la Auslandsdeutschtum (alemanidad del exterior) y reflejaba, a la vez, con una admirable claridad el “muy trágico destino del pueblo alemán, el 30% del cual se había visto obligado a vivir fuera de las fronteras de su patria”.37

Este argumento de índole pangermanista era recurrente entre personas que pertenecían a distintos signos políticos que, por diferentes motivos, consideraban que los germanoparlantes residentes en la Argentina eran “alemanes”, independientemente de dónde estos hubieran nacido. Esta concepción se ve claramente reflejada en las páginas del semanario Deutsche La Plata Post, donde se indicaba que los alemanes “somos hermanos aunque nuestra cuna se halle a orillas del Rin, del Volga, del Danubio o del Río de la Plata”.38 Desde luego que esta concepción colisionaba con los intereses del estado argentino con quien, en teoría, se disputaba la lealtad de los germanoparlantes nacidos en el país. Conscientes de ello, y para evitar inconvenientes con las autoridades locales, los nacionalsocialistas tenían prohibido afiliar a los ciudadanos argentinos al partido local. No obstante, sus acciones y discursos se dirigían a un conjunto considerablemente diverso de personas que potencialmente podían configurar una Volksgemeinschaft supuestamente homogénea. Entre ellas se encontraban tanto quienes habían nacido en el Reich como personas que habían arribado al país desde distintas regiones de habla alemana y otras que, oriundas de la Argentina, tenían diferentes puntos de contacto con la vida cultural, política o económica germanoparlante.

Fern vom Land der Ahnen fue presentada en Alemania el 30 de agosto de 1937 en el marco del V Congreso de la Organización de Alemanes en el Exterior que se realizó en Stuttgart, y se proyectó durante los meses siguientes en varias ciudades del Reich, alcanzando una audiencia considerable y una crítica positiva en la prensa.39 Antes del estreno europeo, y en presencia de Ernst-Wilhelm Bohle, jefe de la organización extranjera del NSDAP, Felix Schmidt pronunció un discurso sobre la elaboración del documental y el trabajo llevado a cabo por los alemanes del exterior.40 Aquel ejercicio de ensalzamiento propio resultó muy efectivo, dado que Bohle quedó impresionado con la labor y las dotes retóricas de Schmidt y le encomendó, desde entonces, difundir la propaganda nacionalsocialista en castellano desde Berlín, ciudad a la que se trasladó de inmediato poniendo fin a su estadía sudamericana (Newton 1981, 104).

La exhibición de la película en Alemania provocó la indignación de Eduardo Labougle, por entonces embajador argentino en Berlín, porque consideraba que daba una impresión desfavorable de la Argentina. La descripción que hacía el documental sobre las primitivas condiciones de vida en la Pampa y el norte del país, así como el mensaje implícito de que los colonos alemanes no podían sobrevivir sin la protección de los nacionalsocialistas locales, impulsaron una protesta formal ante el Ministerio de Relaciones Exteriores alemán. Curiosamente este organismo coincidió con la interpretación del diplomático sobre la imagen que presentada la película y señaló que esta se había hecho para evitar que los alemanes emigraran del Reich (Müller 1997, 342). En efecto, entre los múltiples objetivos fijados por la Auslandsorganisation del partido nacionalsocialista se encontraba el de desaconsejar la emigración hacia la Argentina y fomentar el “regreso” a Alemania de los Volksgenossen radicados en el exterior. En este sentido, es interesante notar que aunque las numerosas denuncias sobre las supuestas intenciones de los partidarios de Tercer Reich de implantar colonias en el territorio argentino tuvieron un alto impacto en vastos sectores de la opinión pública nacional, desde Europa, por el contrario, se promovía la denominada heim ins Reich (vuelta al Reich), una política implementada para convocar a todos los Volksdeutsche que vivían fuera de las fronteras alemanas a “retornar a la patria”, principalmente para colonizar los territorios del este (Ingrao 2016; Leniger 2016, 691-718).

Consideraciones finales

Si bien en sus inicios el nacionalsocialismo local contó con una aceptación moderada, tras la estabilización de Hitler en el poder ganó legitimidad en una parte del heterogéneo conjunto de germanoparlantes de la Argentina que habría percibido al Tercer Reich como la realización de una esperada renovación de la vida política, social y económica tanto alemana como comunitaria. En este sentido, la cita de Der Deutsche in Argentinien acerca de la incorporación de los germanoparlantes del Río de la Plata a una Volksgemeinschaft alemana que abre el presente artículo no solo conformaba un evidente eslogan propagandístico, sino que, al mismo tiempo, reflejaba también el optimismo de aquella revista perteneciente al Frente Alemán del Trabajo sobre la situación del nacionalsocialismo de la Argentina, en un clima de confianza muy distinto al de los comienzos del partido. Durante la segunda mitad de la década de 1930 comenzó un proceso “cooptación” de numerosas organizaciones culturales, sociales, educativas, deportivas y religiosas de la colectividad, cuyo éxito estuvo atado a una combinación de coacción y consentimiento sensiblemente variable en cada caso particular. Desde luego que aquel proceso de “alineación” con el nacionalsocialismo –ya fuera por convicción o conveniencia– no abarcó a la totalidad de los germanoparlantes de la Argentina. Muchos quedaron al margen de ese intento y otros tantos se opusieron a él en forma explícita, conformando un muy variado y heterogéneo frente antinazi.

Se ha considerado que el discurso nacionalsocialista tuvo un público fácilmente captable entre los alemanes arribados en la primera posguerra, por lo general de sectores urbanos medios y obreros. Bajo este razonamiento, la situación económica y el bagaje psicológico que aquellas personas trajeron de Europa, sumados a la experiencia inmigratoria, las habría hecho más propensas a adherir al llamado de la “nueva Alemania” (Newton 1992). Sin desconocer estas apreciaciones, debería tenerse en cuenta además que para entender al menos una de las múltiples formas en las que fue percibido el nacionalsocialismo por sus adherentes no debe necesariamente recurrirse a los traumas de la inmediata posguerra o de la crisis de 1929, sino que también puede atenderse a razones más favorables o esperanzadoras. En este sentido, los activistas del nacionalsocialismo fueron percibidos por muchos de los germanoparlantes radicados en la Argentina como individuos que, con buena voluntad, se dedicaban a arreglar escuelas, organizar campamentos juveniles y emprender otras actividades comunitarias en las que un grupo muy variado de personas podía intercambiar experiencias y confraternizar entre sí. Sus líderes, en muchos casos (como Schmidt-Dechert) talentosos oradores, tenían la capacidad de dirigirse a cada uno refiriéndose a sus problemas específicos e incluyéndolos en la atractiva propuesta de la Volksgemeinschaft.

Desde luego que uno de los fundamentos principales de esta comunidad de pertenencia era la exclusión forzosa de todos aquellos considerados indignos de ser admitidos en ella, como los judíos, quienes fueron repentinamente marginados de la vida social, política y económica tanto del Reich como de la comunidad alemana en la Argentina. Sin embargo, al mismo tiempo que esta noción despojaba de la ciudadanía alemana a miles de personas por considerarlas ajenas a una homogeneizada alemanidad, incluía a otras muchas en la comunidad popular-nacional-racial (como sucediera con los denominados “alemanes de Rusia”). Así, para quienes cumplían con los criterios para pertenecer a la Volksgemeinschaft nacionalsocialista, aquella experiencia mostraba un escenario muy diferente al entorno cargado de violencia denunciado por los militantes antinazis. Estos consideraban a los seguidores del partido nacionalsocialista primordialmente como parte de una fuerza de choque con una disciplinada organización militar, una caracterización que se extendería hacia círculos cada vez más amplios y que se generalizaría posteriormente con la caída del Tercer Reich y la revelación de sus aberrantes crímenes. Las distintas miradas sobre el papel de la quinta escolar (Schullandheim) de la localidad bonaerense de Verónica muestran un claro ejemplo de la discrepancia en la consideración de las acciones llevadas a cabo por las instituciones allegadas al nacionalsocialismo. Mientras que en la película Fern vom Land der Ahnen era presentada como un lugar en el que los alumnos pasaban largas jornadas de diversión y socialización practicando deportes al aire libre con otros compañeros de distintas escuelas alemanas de la Argentina, las páginas del diario Crítica señalaban que aquel establecimiento, “lejos de ser un campo de recreo y de labores rurales”, era un cuartel de “adiestramiento nazi” donde los maestros debían “cumplir un estricto régimen militar” y las “criaturas estaba sometidas a violentos ejercicios” y “simulacros de combate”.41

Lo cierto es que el mensaje y las múltiples actividades desarrolladas por las asociaciones alineadas al régimen de Hitler contribuyeron a reforzar una identificación alemana dentro del variopinto grupo de germanoparlantes residente en el país. Ahora bien, además de consolidar ámbitos de “socialización alemana”, estas diversas acciones impulsadas por los nacionalsocialistas contribuyeron también a delinear diferentes mecanismos de incorporación a la sociedad argentina en su conjunto, que excedían a los espacios de habla alemana. Por ejemplo, durante la conmemoración de la batalla de Langemarck, los integrantes de las Juventudes Hitlerianas y los miembros de la sección deportiva portaron enormes banderas tanto alemanas como argentinas. Además, quienes participaron en aquella celebración entonaron con igual entusiasmo tanto las canciones patrias alemanas como el himno nacional argentino. De manera semejante, los lectores de la publicación oficial del partido nacionalsocialista, Der Trommler, podían conocer las fechas patrias argentinas que en las páginas de la revista tenían un estatus similar a las fiestas nacionales alemanas. En el mismo sentido, quienes compartían los campamentos, excursiones y conmemoraciones organizadas por la sección deportiva y las juventudes hitlerianas, del mismo modo que aquellos que emprendían los viajes financiados por la Fuerza a través de la Alegría, podían no solo relacionarse más estrechamente con sus Volksgenossen sino también con distintos lugares de la vasta geografía argentina. Todas estas experiencias, al mismo tiempo que pretendían forjar una solidaridad nacionalsocialista conformaron además una pedagogía de la historia, la cultura y el territorio argentino.

Estas interpretaciones y perspectivas exhiben solo una de las diversas maneras en las que fue percibido el nacionalsocialismo por parte de los germanoparlantes de la Argentina en la etapa anterior al inicio de la Segunda Guerra Mundial. El conflicto bélico volvió más difícil discriminar entre la adhesión al movimiento liderado por Hitler y el compromiso patriótico. Además, la ejecución y consiguiente repercusión pública de los más atroces crímenes perpetrados por el Tercer Reich llevó a importantes sectores del ámbito de habla alemana del país a distanciarse del nacionalsocialismo. El análisis del momento previo a estos procesos permite indagar, sobre la base de una nueva mirada académica, en una temática frecuentemente abordada desde enfoques en los que han primado estereotipos y visiones maniqueas. Asimismo, ayuda a formular nuevos interrogantes que facilitan su inserción en la historiografía general argentina. Por ejemplo, la mirada sobre las relaciones e imágenes que estos germanoparlantes establecieron con la “madre patria” que el nacionalsocialismo les ofrecía resulta particularmente relevante para el campo de los estudios migratorios, de amplio desarrollo en la Argentina.

Referencias bibliográficas

Bernasconi, Alicia. 2011. “La inmigración de habla alemana en la Argentina. Aproximación a partir de las listas de desembarco”. Estudios Migratorios Latinoamericanos 70: 5-22.

Bindernagel, Franka. 2018. Deutschsprachige Migranten in Buenos Aires: Geteilte Erinnerungen und umkämpfte Geschichtsbilder 1910-1932. Osnabrück: Schöningh.

Bruendel, Steffen. 2003.Volksgemeinschaft oder Volksstaat. Die “Ideen von 1914” und die Neuordnung Deutschlands im Ersten Weltkrieg. Berlin: Akademie Verlag.

Brüstle, Andrea. 2007. Das Deutsche Ausland-Institut und die Deutschen in Argentinien 1933-1945. Berlin: WVB.

Bryce, Benjamin. 2018. To Belong in Buenos Aires: Germans, Argentines, and the Rise of a Pluralist Society. Stanford: Stanford University Press.

Bujaldón de Esteves, Lila. 2008. “Wilhelm Keiper y la educación alemana en la Argentina”. Anuario Argentino de Germanistica IV: 157-173.

Carreras, Sandra. 2006. “Historia(s) de una migración peculiar: vidas académicas entre Alemania y Argentina (1870-1930)”. En Un continente en movimiento. Migraciones en América Latina, editado por Ingrid Wehr, 325-338. Madrid/Frankfurt a. M.: Iberoamericana/Vervuert.

Clark, Christopher. 2009. Kaiser Wilhelm II. A Life in Power. London: Penguin.

Connelly, Mark y Stefan Goebel. 2018. Great Battles. Ypres. Oxford: Oxford University Press.

Di Núbila, Domingo. 1998. La época de oro. Historia del cine argentino. Buenos Aires: Ediciones del Jilguero.

Echternkamp, Jörg. 2018. “Social Militarization and Preparation for War, 1933-1939”. En A Companion to Nazi Germany, editado por Shelley Baranowski, Armin Nolzen y Claus‐Christian W. Szejnmann, 483-498. Padstow: Wiley-Blackwell.

Eser, Ingo. 2010. Volk, Staat, Gott! Die deutsche Minderheit in Polen und ihr Schulwesen 1918-1939. Wiesbaden: Harrassowitz.

Finkielman, Jorge. 2004. The Film Industry in Argentina. An Illustrated Cultural History. Jefferson: Mc Farland & Co.

Friedmann, Germán. 2010. Alemanes antinazis en la Argentina. Buenos Aires: Siglo XXI.

— 2014. “El Frente Negro y el movimiento Alemania Libre en la Argentina durante las décadas de 1930 y 1940”. Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana. Dr. Emilio Ravignani 40: 78-108.

— 2018. “El impacto del nacionalsocialismo en el semanario Der Russlanddeutsche, 1933-1939”. Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana. Dr. Emilio Ravignani 49: 117-144.

Glocer, Silvia. 2016. Melodías del destierro: músicos judíos exiliados en la Argentina durante el nazismo (1933-1945). Buenos Aires: Gourmet Musical.

Hüppauf, Bernd. 1988. “Langemarck, Verdun, and the Myth of a New Man in Germany after the First World War”. War & Society 6, no. 2 (septiembre): 70-103.

Ingrao, Christian. 2016. La promesse de l’est. Espérance nazie et genocide (1939-1943). Pa-ris: Seuil.

Jacobsen, Hans-Adolf y Arthur L. Smith, Jr. 2007. The Nazi Party and the German Foreign Office. London/New York: Taylor and Francis.

Kelz, Robert. 2019. Competing Germanies: Nazi, Antifascist, and Jewish Theater in German Argentina, 1933-1965. Ithaca: Cornell University Press.

Kramer, Valentin, 2016. Zwischen den Heimaten: Deutsch-argentinische Einwanderervereine in Rosario und Esperanza 1856-1933. Bielefeld: transcript.

Leniger, Markus. 2016. “‘Heim ins Reich’: Deutsche Minderheiten als Objekte nationalsozialistischer Migrationslenkung”. En Handbuch Staat und Migration in Deutschland seit dem 17. Jahrhundert, editado por Jochen Oltmer, 691-718. Berlin/Boston: De Gruyter/Oldenbourg.

Lütge, Wilhelm. 1940. “Die Anfänge der russlanddeutschen Einwanderung nach Argentinien und Brasilien”. Deutscher Volksbund für Argentinien/Jahrbuch: 129-140.

Manrupe, Raúl y María Alejandra Portela. 2001. Un diccionario de films argentinos (1930-1995). Buenos Aires: Corregidor.

Maranghello, César. 2005. Breve historia del cine argentino. Barcelona: Laertes.

Mommsen, Hans. 2012. “Hitler und der Mythos der Volksgemeinschaft. Zur Auflösung der bürgerlichen Nation”. En Deutsche Zeiten: Geschichte und Lebenswelt. Festschrift zur Emeritierung von Moshe Zimmermann, editado por Dan Diner, Gideon Reuveni y Yfaat Weiss, 132-140. Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht.

Mosse, George L. 1990. Fallen Soldiers: Reshaping the Memory of the World Wars. Oxford/New York/Toronto: Oxford University Press.

Müller, Jürgen. 1997. Nationalsozialismus in Lateinamerika. Die Auslandsorganisation der NSDAP in Argentinien, Brasilien, Chile und Mexiko, 1931-1945. Stuttgart: Hans-Dieter Heinz.

Newton, Ronald C. 1977. German Buenos Aires, 1900-1933: Social Change and Cultural Crisis. Austin/London: University of Texas Press.

— 1981. “The German Argentines between Nazism and Nationalism: The Patagonia Plot of 1939”. The International History Review 3, n.º 1 (enero): 76-114.

— 1984. “The United States, the German-Argentines, and the Myth of the Fourth Reich, 1943-47”. The Hispanic American Historical Review 64, n.º 1 (febrero): 90-91.

— 1992. The Nazi Menace in Argentina, 1931-1947. Stanford: Stanford University Press.

Saint Sauver-Henn, Anne. 1995. Un siecle d’emigration allemande vers l’Argentine 1853-1945. Köln: Böhlau.

Schilling, René. 2002. Kriegshelden. Deutungsmuster heroischer Männlichkeit in Deutschland 1813-1945. Paderborn: Schöningh.

Schmiechen-Ackermann, Detlef, ed. 2012. ‘Volksgemeinschaft’: Mythos, wirkungsmächtige soziale Verheißung oder soziale Realität im Dritten Reich? Zwischenbilanz einer kontroversen Debatte. Paderborn: Schöningh.

Sponholz, Hans. 1935. Deutsches Denken. Beiträge für die weltanschauliche Erziehung. Berlin: Siep.

Stiasny, Philipp. 2014. “Hitler hören in der Pampa. Gerhard Huttulas Propagandafilm Fern vom Land der Ahnen (1937) und die deutsch-argentinischen Filmbeziehungen”. Filmblatt 54: 14-30.

Stutterheim, Kerstin. 2000. Okkulte Weltvorstellungen im Hintergrund dokumentarischer Filme des “Dritten Reiches”. Berlin: Weißensee-Verlag.

Unruh, Karl. 1986. Langemarck, Legende und Wirklichkeit. Koblenz: Bernard & Graefe.

Verhey, Jeffrey. 2000. Der “Geist von 1914” und die Erfindung der Volksgemeinschaft. Hamburg: Hamburger Edition.

Von zur Mühlen, Patrick. 1988. Fluchtziel Lateinamerika. Die Deutsche Emigration, 1933-1945. Politische Aktivitäten und Soziokulturelle Integration. Bonn: Neu Gesellschaft.

Volberg, Heinrich. 1981. Auslandsdeutschtum und Drittes Reich: der Fall Argentinien. Köln/Wien: Böhlau.

Weinrich, Arndt. 2009. “Kult der Jugend – Kult des Opfers. Der Langemarck-Mythos in der Zwischenkriegszeit”. Historical Social Research 34, no. 4: 319-330.

— 2012. Der Weltkrieg als Erzieher: Jugend zwischen Weimarer Republik und Nationalsozialismus. Essen: Klartext.

Wildt, Michael. 2017. “Volksgemeinschaft. A Controversy”. En Beyond the Racial State: Rethinking Nazi Germany, editado por Devin O. Pendas, Mark Roseman, Richard F. Wetzell, 317-334. New York: Cambridge University Press.

Fecha de recepción: 28.06.2021 Versión reelaborada: 27.06.2022 Fecha de aceptación: 27.07.2022

 

 

 


1 “Die Feier des Tages der Arbeit”, Der Deutsche in Argentinien, junio de 1937, p. 251. Muchas fuentes utilizadas en este trabajo han sido publicadas originalmente en idioma alemán. Son reproducidas aquí en la traducción al castellano del autor, aunque conservando su título original.

2 Por esta razón, desde la conformación del Deutsches Reich hasta mediados del siglo xx, resultó frecuente la diferenciación entre Reichsdeutsche (ciudadanos alemanes que vivían en su país o en el exterior) y Volksdeutschen (personas de “origen étnico” alemán que tenían alguna otra ciudadanía). La denominación de Auslandsdeutschen era aplicada a los alemanes que, aunque afincados fuera del territorio del Reich, no tenían la ciudadanía de su país de residencia. No obstante, esta categoría se utilizaba también frecuentemente para referirse a todos aquellos de “origen” alemán que vivían en el exterior, asimilándose a la definición de Volksdeutschen.

3 El concepto de Deutschtum, de difícil traducción y cuya ambivalencia es fácilmente perceptible en la expresión castellana “alemanidad”, estaba ampliamente difundido hasta la década de 1940. Abarcaba una gran variedad de significados que comprendían las costumbres, los valores, el idioma, el “modo de ser” y la cultura de los alemanes. Aunque algunas veces ha sido traducido como “germanidad”, se prefiere aquí el término “alemanidad”, entendido como la cualidad de ser alemán (deutsch). Cabe recordar que en la época también se utilizaba la categoría de Germanentum (de Germanen, pueblos germanos), una definición que más allá de su pertinencia, excedía totalmente a los “alemanes”, ya que, por ejemplo, incluía a los escandinavos. Incluso algunos teóricos de la raza de fines del siglo xix y principios del xx, entre ellos, Houston Stewart Chamberlain, englobaban dentro de la categoría de Germanentum a los celtas y eslavos, quienes, desde luego, no estaban comprendidos en la definición de Deutschtum.

4 Mitteilungsblatt der NSDAP-Landesgruppe Argentinien, 1 de mayo de 1932, p. 1; y 16 de mayo de 1932, p. 9. Hasta 1934 fue publicado bajo el nombre de Mitteilungsblatt der Nationalsozialistischen deutschen Arbeiterpartei Landesgruppe Argentinien (Boletín informativo del grupo regional Argentina del Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores). Desde entonces pasó a llamarse Der Trommler (El Tambor), variando su subtítulo a lo largo de los años. Editado en Buenos Aires entre 1934 y 1945, llegó a imprimir entre 4.000 y 6.000 ejemplares.

5 El nacionalsocialismo adaptó el término Genosse (compañero o camarada), que había sido empleado desde fines del siglo xix por diferentes sectores del socialismo alemán. Sus partidarios lo combinaron con el concepto de Volk (pueblo) que, como se ha indicado previamente, era entendido como una comunidad nacional-popular que en la concepción nacionalsocialista tenía un fuerte componente racial. Por este motivo, Volksgenosse se ha traducido frecuentemente como “camarada de raza” o “compañero del pueblo”.

6 Argentinisches Tageblatt, 7 de abril de 1933, p. 5; “Eine machtvolle Kundgebung des Deutschtums am La Plata”, Deutsche Zeitung, 20 de abril de 1933, p. 1; “Das Deutschtum am La Plata”, Argentinischer Volksbund, 12 de abril de 1933, pp. 4 y ss.; “Kundgebung des Deutschtums”, Der Bund, 4/33, pp. 2 y ss.

7 “Ein machtvolles Treu-Bekenntnis des Deutschtums am La Plata”, La Plata Post, 14 de abril de 1933, pp. 53 y ss.

8 En el discurso de apertura del Reichstag, el 4 agosto de 1914, el emperador Guillermo II declaró: “yo no conozco partidos, sólo conozco alemanes”, reformulando una alocución que había pronunciado tres días antes con motivo de la declaración de guerra a Rusia frente a una fervorosa multitud congregada en el Palacio Real de Berlín. Aquel llamado a la unidad estaba dirigido sobre todo a los socialdemócratas y a los católicos, reticentes a la guerra y enfrentados históricamente al Estado alemán surgido en 1871, que tenía una fuerte impronta prusiana y protestante.

9 La letra de Das Deutschlandlied (La canción de Alemania) o Das Lied der Deutschen (La canción de los alemanes) fue escrita por August Heinrich Hoffmann von Fallersleben en 1848 sobre una melodía compuesta por Joseph Haydn que fue tocada por primera vez en 1797. Aunque muy popular como canción patriótica, recién fue declarada himno nacional en 1922 por el presidente socialdemócrata Friedrich Ebert. En 1952, el primer presidente de la posguerra, Theodor Heuss proclamó a su tercera estrofa como canción oficial de la República Federal de Alemania.

10 Según el Deutsche La Plata Zeitung fueron 1.700 las personas que marcharon hacia el Hogar Alemán de Burzaco. Der Deutsche in Argentinien proporciona la misma cantidad de participantes activos, pero sugiere que, sumando los espectadores totales, la convocatoria habría alcanzado a los 3.500. Deutsche La Plata Zeitung, 1 de noviembre de 1937; y Der Deutsche in Argentinien, diciembre de 1937, p. 613.

11 Deutsche La Plata Zeitung, 1 de noviembre de 1937.

12 “Die DAF beim Langemarck-Gedächtnismarsch”, Der Deutsche in Argentinien, diciembre de 1937, p. 613.

13 Deutsche La Plata Zeitung, 1 de noviembre de 1937.

14 Poco tiempo antes, en julio de aquel año, Ott había cruzado el Río de la Plata uniendo Colonia y Quilmes en solo 43 minutos con el planeador “Argentina”.

15 Las “bañaderas” eran ómnibus sin techo que se utilizaban para hacer recorridos comerciales y turísticos.

16 “Die DAF beim Langemarck-Gedächtnismarsch”, Der Deutsche in Argentinien, diciembre de 1937, p. 613.

17 Der Trommler, 11 de noviembre de 1937, pp. 15-19, y p. 32.

18 Die Fahne Hoch (La bandera en alto) era más conocida como Horst Wessel Lied (Canción de Horst Wessel), en homenaje al autor de su letra, un joven integrante de las SA que, asesinado a comienzos de 1930, presuntamente por motivos pasionales, fue transformado en mártir por el aparato propagandístico de Goebbels. La canción fue declarada himno oficial del Partido Nacionalsocialista y, desde 1933 comenzó a ser ejecutada luego de la primera parte de la Deutschlandlied. A diferencia de esta, cuya tercera estrofa conforma la actual canción patria, la Horst Wessel Lied está prohibida en el territorio de la República Federal de Alemania.

19 Cabe recordar que en idioma alemán, las siglas de la sección de deportes (Sportabteilung) y de la sección de asalto (Sturmabteilung) son las mismas: SA.

20 “Nazis verhetzen argentinische Kinder”, en Argentinisches Tageblatt, 31 de octubre de 1937, p. 3.

21 “¿Nacionalismo argentino o nacionalismo extranjero?”, La Prensa, 9 de noviembre de 1937.

22 La Prensa, 12, 14 y 16 de noviembre de 1937.

23 “Warnungszeichnen”, Argentinisches Tageblatt, 14 de noviembre de 1937, p. 2.

24 Una copia de la película se encuentra en el Bundesarchiv-Filmarchiv Berlin (Archivo Federal de Cine de Berlín).

25 Der Trommler, 29 de abril de 1937, p. 53.

26 Felix Schmidt nació en Hanau en 1905. Emigró muy joven a la Argentina, donde trabajó como empleado bancario. En un viaje a Alemania realizó un curso de instrucción en el partido nacionalsocialista y volvió al país con el doble apellido de Schmidt-Dechert. A su regreso a la Argentina, organizó un Opferring (Círculo o Anillo de Sacrificio) entre los alemanes de las zonas rurales del Interior. Fue tesorero del Landesgruppe argentino y se convirtió luego en Landesgruppenleiter (líder del grupo nacional) en Uruguay.

27 En Alemania, Huttula se desempeñó como jefe del departamento de “efectos especiales” en la UfA. Allí contribuyó con varias producciones importantes; entre ellas, fue responsable del famoso paseo del actor Hans Albers en la bala de cañón en la película Münchhausen de 1943.

28 Huttula fue camarógrafo en las películas La fuga, de Luis Saslavsky y Fuera de la ley, de Mario Romero. También estuvo a cargo de la fotografía en La vuelta de Rocha, del mismo Romero y en Mateo, de Daniel Tinayre, todas ellas estrenadas en 1937.

29 Compañeros, estrenada en abril de 1936, fue protagonizada por Héctor Calcaño, María Esther Duckse, Nury Montsé y Pedro Quartucci.

30 Es interesante notar el contraste existente entre las precarias condiciones de la escuela alemana mostrada por la cámara de Huttula con un testimonio recogido pocos años más tarde por la Comisión de Actividades Antiargentinas de la Cámara de Diputados. En él, un docente de la escuela nacional n.º 114 de la localidad misionera de Puerto Rico recalcaba la abismal diferencia entre el “flamante edificio” de una institución idiomática alemana con el deplorable estado del establecimiento estatal en el que trabajaba, el cual, indicaba, funcionaba “en un rancho de madera, con pisos rotos, puertas que no son tales, carece de los elementos más indispensables para la enseñanza y sus condiciones de higiene son precarias”. Comisión Investigadora de Actividades Antiargentinas. Informe número 4. Congreso Nacional, Cámara de Diputados, Diario de Sesiones, 30 de septiembre de 1941, p. 88.

31 El texto de la canción fue escrito por el poeta Julian Will (1880-1941), perteneciente a la minoría alemana en Polonia.

32 En la película se muestra un discurso del mandatario alemán pronunciado en el marco del VII Congreso del Partido, realizado en Núremberg entre el 10 y el 16 de septiembre de 1935. El extracto de la alocución de Hitler proviene de un episodio de Echo der Heimat, Ein Tatsachenbericht aus Deutschland (Eco de la patria. Un informe verídico de Alemania), una especie de noticiario propagandístico dirigido por el mismo Huttula y producido por el Ausland-Abteilung des Lichtbild-Dienstes (Departamento para el Exterior del Servicio de Fotografía), encargado de la difusión de imágenes alemanas en el extranjero, por entonces dependiente del Ministerio de Propaganda.

33 Opferring o anillo de sacrificio era una organización nacionalsocialista a la que podían pertenecer aquellos Volksdeutschen que carecían de la posibilidad legal de afiliarse al partido por haber nacido fuera de las fronteras del estado alemán. Se dedicaba a recolectar fondos supuestamente destinados a auxiliar a los alemanes indigentes.

34 La denominación “alemanes de Rusia” alcanza tanto al grupo mayoritario de los “alemanes del Volga”, como a los del mar Negro, del sur de Rusia, de Siberia, de Volinia, en la actual Polonia, y de Besarabia, hoy en Rumania. Se establecieron fundamentalmente en las provincias de Entre Ríos, La Pampa y Buenos Aires.

35 La película se proyectó también el 14 de marzo de 1937 en la primera celebración del Tag des deutschen Volkstums (Día del Folclore Alemán), organizado en el Teatro Gran Splendid de Buenos Aires por la Deutscher Volksbund für Argentinien (conocida en castellano como Unión Germánica en la Argentina).

36 “Karl Götz besuch Argentinien”, Jahrbuch 1938. Deutscher Volksbund für Argentinien, Buenos Aires, DVA, pp. 108-111.

37 Deutsche La Plata Zeitung, 14 de febrero de 1937.

38 Deutsche La Plata Post, 13 de abril de 1938.

39 “Fern vom Land der Ahnen”, en Völkischer Beobachter (Norddeutsche Ausgabe), 2 de septiembre de 1937.

40 Schmidt también dio tales conferencias introductorias en otras proyecciones de la película realizadas en octubre, noviembre y diciembre de 1937 en varias ciudades alemanas.

41 “Obligan a los maestros a hacer adiestramiento militar”, Crítica, 23 de abril de 1938, p. 4.