DOI: 10.18441/ibam.23.2023.83.7-10
Peter Birle
Ibero-Amerikanisches Institut Preußischer Kulturbesitz, Alemania
birle@iai.spk-berlin.de
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0003-4164-4892
Stefan Rinke
Freie Universität Berlin, Alemania
rinke@zedat.fu-berlin.de
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0001-9548-1756
El 11 de septiembre de 2023 se cumplirán 50 años desde que Augusto Pinochet derrocara mediante un golpe de Estado militar al gobierno del socialista Salvador Allende e iniciara una dictadura de 17 años. El actual Gobierno del presidente Gabriel Boric, en el poder desde marzo de 2022, planea actos conmemorativos para todo el año 2023, que se dedicarán principalmente a los temas de la democracia, la memoria y el futuro. Uno de los objetivos principales es dirigirse a las generaciones más jóvenes. La mayoría de la población chilena actual no había nacido en 1973, y toda una generación nació después del retorno a la democracia en 1990.
La ministra de las Culturas del Gobierno Boric, Julieta Brodsky, encargada de coordinar la conmemoración, ha señalado en público en repetidas ocasiones que se trata de instalar en el centro del debate público y de la cultura política chilena el respeto irrestricto a los derechos humanos, a la memoria, a la verdad, a la justicia, a la reparación integral y a las garantías de no repetición. Según ella, se trata de reflexionar juntos sobre el pasado, el presente y el futuro del país y dar cabida a diferentes perspectivas.
Chile conmemora el golpe de 1973 en una situación política, económica y social extremadamente difícil. En octubre de 2019, el país vivió masivas protestas sociales contra el sistema económico y social neoliberal. Aunque muchos observadores consideraban a Chile como un ejemplo exitoso de transición de la dictadura a la democracia, así como de estabilidad institucional y económica, un aumento aparentemente trivial de las tarifas del transporte público reveló la existencia de un potencial de conflicto que parece poner en entredicho la cohesión social. Como consecuencia de las protestas, la actual Constitución de Chile, que data de 1980, iba a ser sustituida por una nueva. Sin embargo, el proyecto fue rechazado por una amplia mayoría en el plebiscito de septiembre de 2022. El 62% del electorado votó en contra del proyecto elaborado por una Convención Constitucional progresista. En el país, muy afectado económica y socialmente por la pandemia de Covid-19, las fuerzas conservadoras y de extrema derecha han ganado un enorme apoyo en los últimos años. Esto también quedó de manifiesto en las elecciones para una nueva Asamblea Constituyente celebradas en mayo de 2023 –tras un acuerdo político para un nuevo intento de reforma constitucional en diciembre de 2022–, en las que la extrema derecha obtuvo más de un tercio de los votos y, por tanto, casi la mitad de los mandatos.
Mientras que muchos consideraban que el proyecto de Constitución rechazado en 2022 era “demasiado de izquierdas”, en vista de la nueva mayoría en la Asamblea Constituyente, ahora cabe temer una Constitución más de derechas. Si será posible definir a Chile como un Estado de derecho democrático y social y, por tanto, alejarse claramente del Estado mínimo subsidiario descrito en la Constitución de 1980 que sigue vigente, no es algo que pueda afirmarse sin dudas en estos momentos. Cincuenta años después del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, que marcó el inicio de la dictadura militar, la superación de su legado sigue siendo, por tanto, una asignatura pendiente.
Las cuatro contribuciones de este dossier abordan el legado de la dictadura y su memoria desde diferentes perspectivas disciplinarias. Ilse Mayté Murillo Tenorio y Samuel Lagunas Cerda analizan los lugares de la memoria en dos documentales chilenos recientes, El edificio de los chilenos (Macarena Aguiló, 2010) y La cordillera de los sueños (Patricio Guzmán, 2019). Primero se ocupan de las biografías de ambos directores para dar cuenta de sus respectivos lugares de enunciación. Después analizan la relación que el “yo” establece con los lugares de memoria que habita, y con otros sujetos y objetos con los que entra en diálogo. Una preocupación central de la contribución es demostrar, cómo ambos documentales pronuncian un discurso subjetivo desde donde la directora y el director indagan en sus respectivos pasados individuales marcados por el exilio y aspiran a edificar puentes con otros sujetos para contribuir a la formación de una memoria colectiva y transgeneracional. La contribución, escrita desde la perspectiva de los estudios de la memoria, va mucho más allá de la discusión de los dos documentales mencionados, ya que también aborda el desarrollo del cine documental chileno en su conjunto en los últimos tiempos.
María José Neira Sepúlveda analiza la obra de teatro El taller de Nona Fernández. Nacida en 1971, Nona Fernández, ahora aclamada escritora, pertenece a la generación literaria de “los hijos”, aquellos autores que crecieron durante la dictadura y empezaron a publicar tras su final. La obra El taller trata de un capítulo particular de la relación arte-dictadura-memoria en Chile: el caso de la escritora y agente Mariana Callejas y el taller literario que dirigió en su casa/cuartel de inteligencia-centro de torturas. Mientras los escritores Pedro Lemebel y Roberto Bolaño han dedicado a este caso real una crónica y una novela respectivamente, Nona Fernández recurre a estrategias metaficcionales, autoficcionales y de hibridez genérica para problematizar la memoria desde el arte escénico contemporáneo. María José Neira Sepúlveda dedica su análisis interpretativo a este tratamiento artístico de un hecho real durante la dictadura.
La contribución de Javier Sadarangani trata del pasado más reciente de Chile. El autor analiza la dimensión emocional de las pancartas, grafitis y consignas desplegadas durante el Estallido Social de 2019. El estudio se basa en los debates y categorías propias de la historia de las emociones, particularmente el concepto de “estilo emocional” acuñado por Peter Stearns y Carol Stearns. El argumento central de Sadarangani es que el Estallido Social puso en evidencia la existencia de un nuevo estilo emocional (político) que caracteriza a la generación chilena más joven. Este estilo emocional tiene cinco características centrales: la ausencia de miedo, una ira intensa que no pocas veces se expresa a través de la violencia, un sentido de camaradería (selectiva), un énfasis en la idea de dignidad y el uso de las emociones y los cuerpos como herramientas políticas. Sadarangani compara este nuevo estilo emocional con el de la generación de los que crecieron bajo la dictadura e indaga las causas de los diferentes estilos.
La contribución de Evelyn Palma Flores, Montserrat Riveros Oñat y Sebastián Feliú Astorga aborda la cuestión de qué narrativas desarrollan niñas y niños sobre la dictadura. El trabajo presenta los hallazgos de una investigación sobre el protagonismo infantil a propósito de la memoria del pasado difícil con niñas y niños escolarizados. Se trata de comprender cómo prestar atención al protagonismo infantil abre la posibilidad de otra lectura política del golpe de estado y de la dictadura para y en el presente. Una de las principales conclusiones del estudio es que las niñas y niños se posicionan como sujetos sociales con capacidad de comprensión de los conflictos políticos que les anteceden y que experimentan en su presente. A través de sus producciones habladas, escritas y gráficas, su participación en clases y en particular sus propuestas de incidencia en el panorama social, se posicionan tanto con respecto a los hechos ocurridos en el pasado nacional vivido por otros y otras como en el presente experimentado por ellos y ellas mismas.
Diez años después de la publicación del dossier “Chile a 40 años del golpe de Estado. Repercusiones y memorias”1, la revista Iberoamericana. América Latina – España – Portugal vuelve a publicar un dossier sobre las repercusiones que el golpe militar de 1973 ha tenido y sigue teniendo en la sociedad chilena. Un aspecto central del dossier de entonces era la emergencia de una nueva generación de chilenos, menos cargada con los traumas de la dictadura que la generación de sus padres y abuelos. Hoy podemos constatar que Gabriel Boric, miembro de esta nueva generación, ha llegado hasta la presidencia de la república. Por otra parte, la pérdida de confianza en la democracia y sus instituciones y actores, especialmente los partidos políticos, ha crecido, lo cual unido a una tensa situación económica, social y de seguridad, ofrece preocupantes oportunidades de ascenso a los populistas. Es de esperar, sin embargo, que los actos de conmemoración del golpe y la dictadura previstos en este año 2023, contribuirán a garantizar un futuro mejor para Chile.
1 El dossier apareció en el número 51 (2013) y es hoy accesible en open access. doi: https://doi.org/10.18441/ibam.13.2013.51.