DOI: 10.18441/ibam.23.2023.83.145-163

 

 

 

 

Las diligencias diplomáticas de Miura Yoshiaki como último ministro de Japón en México en el umbral de la Guerra del Pacífico

The Diplomatic Diligencies of Miura Yoshiaki as the last Minister of Japan in Mexico on the Threshold of the Pacific War

Carlos Uscanga

Universidad Nacional Autónoma de México

auscanga@politicas.unam.mx
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0002-2010-227X

Introducción

En el análisis de las relaciones diplomáticas entre México y Japón en torno al rompimiento producido el 8 de diciembre de 1941 existen todavía diversos temas que han sido poco abordados. Uno de ellos es el papel del último representante diplomático japonés de Japón en México. Es un hecho que el periodo que antecede a la Guerra del Pacífico fue uno de los más complejos, pues las crecientes tensiones políticas y económicas entre Washington y Tokio marcaron las estrategias más agresivas tanto en lo bilateral como en el ámbito regional.

Desde inicio del siglo xx, Japón había aumentado su presencia en América Latina. Eso se produjo, por un lado, por el incremento de los flujos migratorios, lo que permitió la existencia de una comunidad japonesa que prosperaba a través de su visión emprendedora y vocación al trabajo. Se calcula que a principios de los años treinta, se contabilizaron alrededor de 170.000 personas establecidas mayoritariamente en Brasil y Perú, seguidos por México y Argentina (Hernández 2011, 43). Por otro lado, se observó una expansión acelerada de negocios por parte de empresas japonesas que competían con las europeas y estadounidenses para ganar acceso al mercado latinoamericano y, particularmente, a la obtención de materias primas, no solo para el soporte de su creciente industrialización, que para 1938 ocupaba el cuarto lugar a nivel mundial después de Alemania (Hernández 2014, 111), sino también para apoyar su proceso de expansionismo militar en el este de Asia.

En ese contexto geopolítico, la cercanía geográfica de México fue una estrategia clave para Japón. Lo anterior pudo observarse en el ámbito del comercio exterior: mientras en 1939, el volumen total alcanzó un poco más de 16 millones de pesos; para 1941 superó los 46 millones de pesos, siendo los productos estratégicos (plomo, mercurio y zinc) los más demandados (Uscanga y Acosta 2013, 17-23). Esta situación generó señales de alerta al gobierno de Estados Unidos. Asimismo, la expansión de la red de espionaje japonés a lo largo de la región latinoamericana generó reacciones de contrainteligencia por parte de Washington. En ese sentido, México se convirtió en una pieza fundamental dentro del juego de estrategias nipo-estadounidenses en América Latina.

En ese contexto llega el ministro Miura Yoshiaki (三浦義秋) a la capital mexicana donde tuvo que canalizar todas sus energías en la realización de un cabildeo intenso para asegurar los intereses de Tokio y fortalecer las redes de inteligencia en las que México se visualizaba como un espacio fundamental.

Es menester apuntar que existen estudios limitados sobre la gestión diplomática de Miura en México. Algunas referencias pueden encontrarse en las investigaciones de Friedrich E. Schuler (1998), Stephen R. Niblo (1995), John Prados (1995) y en lo específico de María Paz (1997). En ese sentido, el presente artículo busca identificar otras líneas de interpretación sobre el papel del diplomático japonés a través de la revisión de documentos oficiales y notas periodísticas de la época, a fin de tener un primer acercamiento sobre las vicisitudes que el representante diplomático japonés tuvo que enfrentar meses antes y después del rompimiento de los contactos diplomáticos. Por último, se analizan brevemente, con la información obtenida hasta el momento, las actividades del diplomático japonés después de su retorno a Japón, su renuncia al servicio exterior japonés y su incorporación al mundo de los negocios, así como sus intentos por insertarse en el mundo de la política como miembro de la Dieta japonesa.

Una accidentada gestión diplomática en México

Miura Yoshiaki nació en la prefectura de Shiga en 1890. Después de graduarse en 1916 de la Universidad Imperial de Tokio, ingresó a la Cancillería japonesa en ese mismo año como parte de una nueva generación de servidores públicos. En 1919 aprobó el examen para ser parte del servicio exterior y fue designado como asistente del cónsul de Japón en Hankou, China. En 1921 fue miembro de la delegación japonesa en la Conferencia de Washington (1921-1922). Su experiencia diplomática se concentró fundamentalmente en China. En ese país asiático se desempeñó como cónsul en Shanghái en 1930 y como primer secretario en la Legación de Japón en China en 1933, para después tener responsabilidades en Xiamen y de nuevo en Hankou, ahora como cónsul general. Con el mismo rango, fue trasladado brevemente a Londres y posteriormente retornó en Shanghái.

Miura fue nombrado ministro extraordinario y plenipotenciario de la Legación de Japón en México el 10 de octubre de 1940 por el canciller Matsuoka Yōsuke (松岡 洋右), y como concurrente en Guatemala, El Salvador y Honduras. El diplomático japonés presentó sus cartas credenciales en México el 27 de noviembre de 1940, en uno de los últimos actos de gobierno del presidente Lázaro Cárdenas. Es necesario hacer notar que Miura tenía amplias habilidades diplomáticas y experiencia por su larga acreditación en China, por lo que –con el cambio del representante diplomático japonés– Matsuoka buscaba tener un operador hábil y más proactivo que su antecesor Koshida Saichiro (越田佐一郎). A su llegada a Los Ángeles a bordo del barco Nitta Maru, el 4 de noviembre de 1940, la prensa estadounidense remarcó su perfil de trouble shooting diplomat, denominación que Miura se había ganado durante su estancia en China.1

La designación en México de Miura se orientaba a desarrollar estrategias y acciones para contener las políticas de Washington. En lo particular, para buscar medios de contrarrestar la profundización del cerco económico contra Tokio y, al mismo tiempo, establecer una red más eficiente de inteligencia que la de su antecesor. En efecto, Koshida no pudo desarrollarla ampliamente debido a su carácter aparentemente “tibio” (Kirk 1942, 292). Esa falta de temperamento la visualizó el general mexicano Juan Barragán Rodríguez, cuando apuntó que su salida de México se precipitó por las diferencias que tuvo con el doctor Tsuru Kiso (都留競), influyente hombre de negocios, por apoyar a los importadores japoneses de artisela.2

De manera independiente de las causas que motivaron la remoción de Koshida, como ministro en México, es un hecho que las acciones de espionaje se intensificaron durante las postrimerías de la cuarta década del siglo xx a lo largo del territorio mexicano y en América Latina. Las fricciones y tensiones con Washington –a la par del avance japonés en su cruzada imperialista en China y en general en el este y sudeste asiático– había hecho posible el diseño de una gran red de inteligencia y contrainteligencia, donde las potencias del Eje veían a América Latina, y en particular a México, como un terreno ideal para ganar espacios y neutralizar a Estados Unidos en su misma área de influencia.

De acuerdo con Miura (1942, 1-4), a su llegada a la Ciudad de México el 14 de noviembre de 1940, los miembros de la comunidad japonesa le dieron una calurosa bienvenida en la estación de trenes de Buenavista, pero, ante la ausencia de algún funcionario de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y de la prensa mexicana, lo anterior le pareció extraño, ya que tenía referencias de los lazos de la mutua empatía entre México y Japón.

Ante esa actitud “fría”, como describe el diplomático japonés, una de sus prioridades inmediatas fue estar acreditado oficialmente ante el gobierno mexicano con la finalidad de asistir a la ceremonia de toma de poder del presidente Manuel Ávila Camacho el 1 de diciembre. El 27 de noviembre de 1940, el presidente Lázaro Cárdenas presidió la recepción de cartas credenciales tanto del representante diplomático de Haití, ministro Lelio Mallebrance, como las de Miura Yoshiaki en su calidad de enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Japón en México, y de igual forma se presentaba el documento de retiro del ministro Koshida.

El diplomático japonés refiere que era una prioridad obtener el reconocimiento de sus funciones diplomáticas en México, ya que había la posibilidad de que no tuviera un lugar “favorable” dentro de la ceremonia presidencial. No obstante, las nuevas autoridades mexicanas se esmeraron en dar al vicepresidente de Estados Unidos, Henry A. Wallace, (enviado personal del presidente Franklin D. Roosevelt) toda clase de atenciones y ponerlo en primer plano durante los actos oficiales (Miura 1942, 1-4).

Las acciones de Miura para desarrollar las actividades recomendadas por el canciller japonés Matsuoka enfrentaron continuos problemas ante las reticencias de las autoridades mexicanas. La administración de Ávila Camacho estrechaba los nexos con los Estados Unidos, por lo que las relaciones con los representantes diplomáticos de las potencias del Eje se redujeron al mínimo nivel. Miura apuntó los problemas para tener una audiencia con Ezequiel Padilla, responsable de la SRE, y con Javier Gaxiola, secretario de Economía.

Ante la insistencia de Miura, el canciller mexicano mandó a su oficial mayor, Ernesto Hidalgo Ramírez, quien había encabezado la misión “Técnico-económica para el Fomento del intercambio comercial entre México y Japón”, que llegó a Japón el 11 abril de 1940. Durante la estancia de un mes se realizaron diferentes encuentros para explorar ampliar el comercio bilateral, situación que no se logró concretar ante las mayores presiones de Washington al gobierno cardenista para que se sumara al bloqueo económico contra Japón (Uscanga 2015, 73-79).

El diplomático japonés refiere que el encuentro fue distante y que Hidalgo evitó hacer referencia a su viaje a Japón no expresó ningún tipo de agradecimiento por las atenciones recibidas. Incluso, desde la llegada de esa comitiva no se había hecho intento de contactar, por cortesía, a la Legación japonesa. Lo anterior le fue confirmado en la reunión que tuvo con Alfonso Díaz Garza (que había sido miembro de la referida comisión representando al Banco de México), indicándole que después de su arribo de Tokio, la “situación en México había cambiado” (Miura 1942, 10-12).

Ante la actitud del gobierno de Ávila Camacho, que tenía claramente una orientación pro-estadounidense, las acciones de Miura se concentraron en cuatro rubros: en primer lugar, fortalecer los medios para la obtención de inteligencia en México; en segundo, continuar las actividades de propaganda en la prensa escrita y las esferas políticas, así como influir en movimientos sindicales; en tercero, realizar acciones para evitar la interrupción de los flujos de comercio, en particular de las materias primas estratégicas; y por último, implementar iniciativas para fracturar la alianza forjada en el hemisferio occidental por Estados Unidos con los países latinoamericanos.

El gobierno estadounidense fortaleció sus actividades de espionaje al lograr perfeccionar el programa criptológico “Magic”, el cual descifró exitosamente los códigos usados en las comunicaciones diplomáticas y posteriormente de las fuerzas armadas de Japón.3 En ese sentido, los servicios de inteligencia estadounidenses seguían muy de cerca los movimientos de Miura a través de la decodificación de mensajes telegráficos o de radio, cuyo contenido reflejaba también los crecientes problemas en su gestión diplomática.

El diplomático japonés refiere también la actitud descortés del gobierno y del legislativo mexicano frente a los funcionarios enviados por el Ministerio de Asuntos Exteriores, que llegaron al puerto de Manzanillo en el Terukawa Maru el 4 de octubre de 1941. Durante su estancia en el país, no lograron concertar ninguna reunión con sus contrapartes mexicanas ni los legisladores del país (Miura 1942, 20-22). La prensa se mantenía distante, por lo que la Legación japonesa trató de hacer labores de proselitismo al invitar a periodistas mexicanos a visitar Japón, con el fin de lograr una actitud más positiva por parte de los medios impresos.

En este sentido, se invitó a José Pagés Llergo y el Sr. Isaac Díaz Araiza de la revista Hoy (Department of Defense 1978a, 93). El retorno de Pagés Llergo a México a mediados de noviembre de 1941 no pudo ser vía Estados Unidos por ser vetado por la Casa Blanca por estar involucrado en iniciativas “antiamericanas”. Por eso desembarcaron en Vancouver para poder llegar a México vía Cuba. Miura señala que, ante el acoso de las autoridades, el periodista mexicano no pudo publicar nada sobre Japón. Asimismo, se menciona el vínculo con Maximino Ávila Camacho (hermano del presidente mexicano) para facilitar el “uso de futura propaganda” pero sus alcances fueron muy limitados (Miura 1942, 22-26).

Japón reaccionó ante el acuerdo entre México y Estados Unidos (llamado Douglas-Weichers de 1941) en el cual la administración de Ávila Camacho se comprometía a la exportación exclusiva de metales y recursos estratégicos a su vecino del norte, lo que implicaba que ya no podría venderlos a las potencias del Eje. En este contexto, Miura solicita una entrevista con Ezequiel Padilla, mismo que le informa que el asunto era de interés de los “poderes americanos” y no tenía nada que ver con otros países. El diplomático japonés advirtió que ese acuerdo podría mermar las relaciones de amistad entre las dos naciones. Padilla replicó –de acuerdo con los mensajes descodificados– que, si fuera el caso, sería un hecho lamentable (Department of Defense 1978a, 94). Miura reconocía el hecho de que México era uno de los principales países con influencia de Estados Unidos, por lo que era poco probable llevar a cabo acciones de comercio como había sido instruido por Tokio.

En una reunión que reporta Miura con el secretario de Economía –en términos evasivos– este le comentó informalmente al diplomático japonés que habría acciones restrictivas para la venta de materiales estratégicos a países fuera del continente americano. Miura respondió que Japón estaría dispuesto a concertar con México un importante acuerdo para el aprovisionamiento de productos químicos y de la industria pesada (Department of Defense 1978a, 97).

Sin embargo, ante el improbable cambio de actitud del gobierno de Ávila Camacho, Miura apuntaba que exigiría el cumplimiento de los contratos ya pactados. Además, en tono de advertencia, apuntaba que, si México no cooperase, se negaría el uso de la flota mercante japonesa y la cancelación del envío de seda artificial, de la que Japón era su único proveedor, así como de otros productos esenciales. En una audiencia con Jaime Torres Bodet, subsecretario de SRE, este le reiteró que los alcances del acuerdo Douglas-Weichers implicaban atribuciones retroactivas que afectaban los contratos ya pactados. Miura, trataría después de matizar el hecho de una posible decisión de Tokio para aplicar una restricción total de productos, ya que eso tendría efectos contraproducentes. Es un hecho la existencia de un ambiente de presión de la Casa Blanca para que México restringiera las exportaciones a Japón de mercurio y otros materiales, cuya adquisición pudiera ser usada para el fortalecimiento de la maquinaria militar y naval japonesa (Department of Defense 1978a, 94).

Después del acuerdo comercial mexicano-estadounidense, Tokio siguió insistiendo en el tema de buscar mecanismos para la obtención de recursos estratégicos en el país, ya fuera por la implementación de esquemas de intercambio usando la seda artificial como activo de negociación, o incluso por otros medios que incluían el contrabando. Miura mantuvo una posición firme ante la Cancillería japonesa insistiendo en que México difícilmente estaría en condiciones de desafiar a los Estados Unidos y violar las disposiciones ya pactadas entre ambos países. Además, reiteraba que eran inútiles los planes del Ministerio de Asuntos Exteriores japonés de enviar a representantes de empresas japonesas, así como de remitir tres mil cajas de seda artificial como acto de buena voluntad o incluso reducir el precio de venta. El diplomático japonés replicaba a sus superiores que esas acciones preferiblemente tenían que esperar (Department of Defense 1978b, 174).

Otros de los temas correlacionados era el cierre de operaciones de la Compañía Petrolera del Pacífico que tenía operaciones de prospección y explotación de petróleo a través de la compañía La Laguna y La Veracruzana a nombre del empresario Tsuru (Hernández 2011, 94-101), con quien Miura –también como su antecesor– tenía problemas y sobre quien se negaba toda participación en cualquier transacción comercial que involucrara a la Legación.

Las contradicciones por parte de la Cancillería japonesa y las informaciones parciales que le proveían a Miura eran constantes. A pesar del cese de operaciones de la compañía petrolera, se le notificaba al diplomático japonés de una entrega programada de maquinaria de perforación que llegaría en el barco Azuma Maru.

En el marco de la repatriación de capitales japoneses en México, Tokio consideraba que los activos correspondientes a la Pacific Petroleum Company fueran entregados a la Legación japonesa. Miura estaba en desacuerdo debido a que consideraba esa acción como fútil por la difícil situación de usar ese dinero para efectos de exploración de yacimientos de petróleo en las concesiones que ya tenían –usando prestanombres– en La Laguna y La Veracruzana, por lo que, ante el cambio del panorama político en México, sería difícil saber si podrían hallar alguna nueva veta (Department of Defense 1978a, 99). No obstante, Tsuru insistía a Tokio que la compañía podría seguir operando bajo el principio de “vivir y dejar vivir”; y que él podría aportar los gastos del mantenimiento y operación. Al final, la decisión fue que los fondos de la empresa (1.201.639,76 pesos y 5.072 dólares) los resguardaría la Legación (Department of Defense 1978a, 99).

El disenso sobre las decisiones de Tokio hacia México se ampliaba cada vez más. Miura refrendaba su desacuerdo para que llegara el Azuma Maru a Manzanillo, pero se le instruía a que negociara con las autoridades mexicanas el intercambio de 20.000 cajas de seda artificial por 8.000 botellas de mercurio (Department of Defense 1978a, 98). En realidad, era una propuesta de la Armada Imperial japonesa que Miura consideró “alucinante nacida de la ignorancia” (Department of Defense 1978b, 176). Asimismo, apuntaba que era una iniciativa peligrosa que no tomaba en cuenta la situación actual de México, y se deslindaba de cualquier responsabilidad de alguna situación que pudiera afectar el prestigio de su país. Incluso consideró que, si el plan original se mantenía, él pediría su renuncia y solicitaría ser llamado inmediatamente a Tokio (Department of Defense 1978b, 176). Sin embargo, antes del arribo del buque, se esperaba un arreglo comercial a través del zaibatsu Mitsui o la empresa Katō para la obtención de mercurio, lo que al menos por las vías legales no se pudo realizar.

Puede inferirse que el plan “original” era en realidad el contrabando de mercurio mexicano para ser transportado de manera subrepticia por el Azama Maru. De ahí se explica la insistencia por parte de Tokio con el pretexto de enviar y descargar maquinaria para la Pacific Petroleum Company. Las autoridades portuarias (con previo aviso de los servicios de inteligencia estadounidenses) fueron notificadas y descubrieron el embarque ilegal el 6 de octubre de 1941 (Department of Defense 1978b, 176).

Es claro que los agregados navales de la legación japonesa en México,4 usando los contactos con políticos mexicanos, consiguieron 2.000 botellas de mercurio. Los reportes de inteligencia de Estados Unidos lo acreditan a través de un general mexicano (posiblemente Juan Barragán). El mercurio se ocultó en diferentes contenedores de “chatarra de bronce”, pero mientras se estaban cargando las cajas en el Azama Maru, una botella se rompió y se dieron cuenta del contenido real.

Como era natural, la prensa mexicana detalló el hecho sobre la existencia de “cajas misteriosas” en cuyo su interior se había encontrado mercurio. Miura reportó que algunos editoriales apuntaban que ese incidente revelaba la real naturaleza de los agregados militares y navales de uno de los países “orientales” y que, de acuerdo con el Excélsior, la Cancillería mexicana solicitaría la salida de los miembros del personal diplomático que fueran responsables (Department of Defense 1978b, 184). En una conferencia de prensa, Ezequiel Padilla apuntaba que el caso pasaría ahora a la jurisdicción de la SRE donde el gobierno mexicano asumiría una posición firme y castigaría a los involucrados.

A pesar del escándalo del contrabando de mercurio, Japón insistía en buscar algún tipo de negociación con México. De acuerdo con la Cancillería japonesa, el general José Luis Amezcua (ministro extraordinario y plenipotenciario de México en Japón) se había acercado a funcionarios de esa dependencia proponiendo que, a cambio del levantamiento del embargo a la exportación de seda artificial y la garantía de enviar 10.000 cajas durante seis meses, México proveería 30.000 toneladas de petróleo para buques japoneses en los puertos de Manzanillo, Acapulco y Salina Cruz (Department of Defense 1978b, 184).

Empero, al reconfirmar Miura la propuesta con SRE, se le dio largas al asunto aduciendo que habría que hacer consultas con un comité técnico sobre la cantidad, precio y método de pago, pero que se haría lo posible para agilizarlas. El diplomático japonés insistía que posiblemente había una falta de información entre Amezcua y la Cancillería mexicana, ya que el cargamento había sido ya subido al Azama Maru y afirmaba que no era conveniente –en caso de que no se llegase a un acuerdo– que la carga fuera regresada o no fuera descargada por el buque japonés, pues eso podría afectar las relaciones bilaterales.

Al final, el nuevo ministro de Asuntos Exteriores Toyoda Teijirō (豊田貞次郎) le instruyó a Miura que gestionara su venta a cambio de que el gobierno mexicano diera el reabastecimiento de combustible al Azama Maru (Department of Defense 1978b, 184). La SRE accedió, pero solo para la ruta del barco japonés de Manzanillo a Yokohama, y no para todo el trayecto de la ruta programada hasta Valparaíso.

Ante el fracaso del acuerdo de intercambio de rayón por petróleo, Miura envió información de que esa propuesta era desconocida por las autoridades mexicanas ya que Amezcua no había enviado reportes a la Cancillería mexicana, por lo que solicitaba tener mucho cuidado con el ministro mexicano para futuras negociaciones (Department of Defense 1978b, 184).

Dentro de las labores de inteligencia implementadas por Japón contra Washington, se valoraba la posibilidad de que México se convirtiera en un centro de operaciones en América Latina. De hecho, en la desencriptación hecha por “Magic” (Department of Defense 1978b, 100) se menciona la opción de financiamiento inicial de 100.000 yenes para iniciarla con el apoyo de la red de cónsules japoneses en Estados Unidos. Las rutas posibles para la red de comunicación y espionaje serían vía Laredo, Ciudad Juárez y Mexicali, además de otra ruta desde Chile y Brasil, usando a Manzanillo y Veracruz como puertos de entrada de manera respectiva. Asimismo, dentro de la agenda de inteligencia se agregaban también: a) infiltración en los movimientos sindicales de derecha e izquierda para sembrar un sentimiento anti-americano, acciones que Miura veía imposibles de realizar por el perfil pro americano del presidente Manuel Ávila Camacho; y b) la realización de acciones para resquebrajar la unidad del continente americano a través de romper la “Política del Buen Vecino” de los Estados Unidos.

De acuerdo con los mensajes descifrados por “Magic” se reportaban dos hechos importantes a finales de octubre de 1941. El primero, el encuentro de Miura con el ex subsecretario de Comunicaciones y Transportes del gobierno de Lázaro Cárdenas, Modesto C. Rolland. El funcionario apuntó la posibilidad de que Estados Unidos ocupara las bases militares de México y profundizara el reforzamiento de las actividades contra las potencias del Eje en el territorio nacional. De acuerdo con Rolland, en el caso de que Washington solicitara la declaración de la guerra contra Japón, él estaba seguro de que México lo haría. El funcionario mexicano señalaba que, a pesar de que el pueblo era simpatizante de Japón, un pequeño grupo de políticos y militares estaban a favor de Estados Unidos. Por último, apuntaba que la única forma de que México pudiera cambiar su posición era que hubiera un triunfo nazi en Europa y Japón controlara la región de Asia, lo que implicaría el colapso económico y el surgimiento de una crisis nacional en los Estados Unidos (Department of Defense 1978c, 159).

En lo general, se observó que no había una línea clara desde Tokio para el diseño de estrategias asertivas con relación a México. Miura tuvo desacuerdos abiertos no solo con el Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón sino también en cuanto a las acciones de los agregados navales, el capitán Hamanaka y con Wachi5 (Department of Defense 1978b, 185). El diplomático japonés, en lo general expresó abiertamente sus desavenencias con respecto a las acciones de la Armada Imperial japonesa en la obtención de recursos estratégicos y petróleo. Miura fue reprendido por sus jefes inmediatos por manifestar su opinión con referencia a que las negociaciones con Estados Unidos habían fracasado, en contraposición a la instrucción de Tokio a los representantes diplomáticos en el exterior, según la cual el ánimo de las conversaciones con Washington partía del hecho (en teoría) de buscar su reconciliación con las potencias del Eje (Department of Defense 1978b, 185).

En ese contexto, Miura anunció el inicio de los preparativos para concluir sus funciones en México, considerando que la notificación de su retiro se daría a conocer a mediados de noviembre de 1941 (Department of Defense 1978c, 159). No obstante, la autorización final fue transmitida por Tokio el 1 de diciembre. El diario El Universal lo anunciaba de la siguiente manera:

Nos informó que últimamente había recibido instrucciones para regresar al Japón con el objeto de informar a su gobierno, y que también, por cuestiones administrativas de la cancillería japonesa, había sido llamado el segundo secretario señor Hitoshi Satoh y en su lugar vendrá el actual Cónsul del Japón en San Francisco, Cal., señor Inagaki. Todo el resto del personal de la Legación permanecerá en México y quedará al frente de la representación diplomática el Barón Fujii, quien desempeñó una misión diplomática en España y actualmente se encuentra en México.6

Ante la pregunta expresada por un reportero sobre su retorno a su país y su posible relación con la tensión entre Estados Unidos y Japón, Miura negaba esa posibilidad afirmando que

Yo abrigo la creencia de que no pues si estuviera el llamado que se me hizo relacionado con esa situación entre mi país y los Estados Unidos, el primero en salir sería en todo caso el Embajador japonés en Washington […] Yo tengo la esperanza de que, en todo caso, en México se siga teniendo aprecio por los residentes japoneses que se han dedicado tan sólo a trabajar y a colaborar en la prosperidad de esta nación. No veo motivo ninguno para que se produzca ningún sentimiento antijaponés y espero que este espíritu seguirá prevaleciendo en el trato con mis compatriotas.7

Además, se le interrogó sobre la solicitud de visa para ingresar a los Estados Unidos para abordar un buque mercantil hacia Japón. Aceptó haber realizado esa gestión, pero informaba que el Tatuta Maru había salido de Yokohama con algunos ciudadanos estadounidenses incluyendo algunos nikkei y que haría una escala en Los Ángeles y Manzanillo para continuar a Panamá y después retornar a Japón. Así daba a entender que existía también la posibilidad de embarcarse en las costas mexicanas del Pacífico.

Los Ángeles Times confirmaba la nota sobre el retiro del ministro Miura y parte de su personal diplomático como el coronel Nishi Yoshiaki (西義章) y su familia, los cuales habían solicitado visas de tránsito a los Estados Unidos. Además, se informaba del deseo de entre 40 a 100 familias japonesas radicadas en México, que buscaban dejar ese país para abordar el ya mencionado Tatuta Maru.8 Al final, la Cancillería japonesa autorizó la salida de México de Miura “para atender asuntos de índole puramente personal” por el puerto de Manzanillo y ya no vía Estados Unidos como inicialmente se había programado.9

El inicio de la Guerra del Pacífico haría abortar ese plan. El barco japonés fue detenido en aguas mexicanas después de evitar pasar en los puertos estadounidenses. La decisión de Miura de solicitar su salida fue resultado de los serios desacuerdos sobre las políticas hacia México y América Latina por parte de la burocracia del Ministerio de Asuntos Exteriores. Asimismo, es posible pensar la existencia de fricciones con el personal militar y naval acreditado en la Legación (con mayores atribuciones en el proceso de toma de decisiones en el área de inteligencia) que podían comprometer la actividad política-diplomática de Miura. En las comunicaciones que la Legación mandaba y recibía se aprecian claramente esas tensiones. El ataque sorpresa japonés a Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941, canceló la posibilidad de la salida del personal diplomático de México.

“La suerte está echada”

Al ser entrevistado por el periódico El Nacional Miura apuntaba que “la suerte estaba echada”, justificando que el gobierno japonés no tuvo más remedio que entrar en un conflicto bélico con Estados Unidos ya que ese país había hecho peticiones que eran incompatibles con la dignidad y existencia de Japón. El diplomático afirmaba que en más de dos mil seiscientos años de existencia Japón nunca ha sido derrotado. De igual forma, refirió que, en el caso de que los países latinoamericanos declararan la guerra a Japón, el país asiático –con base en el derecho internacional– responderá con una acción semejante.10

En efecto, Miura señalaba en sus primeras declaraciones a la prensa que

El Señor Roosevelt exigió del Japón lo que es incompatible con su existencia como nación y con la dignidad del pueblo japonés, quien tiene una larga historia de dos mil seiscientos años. Por consiguiente, para Japón no había otro camino que la guerra […] El Japón está decidido y unificado para combatir hasta lo último. El Japón no tiene memoria de haber sido jamás vencido; nunca ha sido derrotado y no lo será ahora […]”.11

Después de la reunión con Ezequiel Padilla, que duró escasos 35 minutos, Miura junto con Fukushima Shigeyoshi (福島茂吉), secretario y uno de los traductores de la Legación, recibió la comunicación del rompimiento de las relaciones diplomáticas en la que se enfatizaba lo siguiente:

El Gobierno de México [...] preconizado invariablemente el respeto absoluto de los compromisos internacionales voluntariamente contraídos, no puede dejar de estimar […] que el mantenimiento de sus relaciones diplomáticas con Japón resulta incompatible con el acto de agresión que cometió este en contra de los Estados Unidos de América.12

El tema de las implicaciones del rompimiento de los lazos político-diplomáticos en una futura declaración de Guerra por parte de México, fue motivo de consulta por parte del ministro Miura a Padilla, lo cual generó opiniones encontradas en la prensa mexicana. De acuerdo con las transcripciones de sus declaraciones a los medios señalaba que:

Con motivo del conflicto en el Pacífico tanto yo como el general Amezcua, ministro de México en el Japón, no podremos salir de nuestros respectivos países, circunstancia de la que el señor licenciado Padilla quedó enterado perfectamente. Con tal motivo, durante mi permanencia en México, tanto a mí como al personal de la Legación se nos concederán amplias garantías y continuaremos residiendo en el mismo edificio.13

La nota del Universal continuaba profundizando con la posición de México:

El ministro Miura preguntó al licenciado Padilla si la suspensión de las relaciones diplomáticas implicaría la declaración de guerra de México al Japón a lo que contestó el Secretario de Relaciones, según el jefe de la misión japonesa, en sentido negativo […] Debemos informar que al hablar anoche con el Secretario de Relaciones licenciado Padilla sobre la entrevista de dicho funcionario nos proporcionó otra versión acerca de la pregunta sobre la declaración de guerra. Nos dijo que efectivamente, el ministro japonés le había interrogado en el sentido que se deja indicado, a lo que le contentó que el representante diplomático es bastante inteligente y dejaba la interpretación a su criterio.14

La salida de Padilla de dejarlo a la “inteligencia y criterio” del funcionario japonés, observaba la negativa de darle mayor información fuera de la nota diplomática oficial sobre el aviso del rompimiento de los vínculos diplomáticos, por lo que se supone que era bastante improbable que México estuviera considerando una declaración de guerra directa.

Después, Miura realizó labores diplomáticas de bajo perfil frente a la constante vigilancia de las autoridades mexicanas y agentes del FBI a la Legación japonesa y sus funcionarios. Un hecho provocó que de nuevo estuvieran en la atención de la prensa ya que involucraba los diplomáticos japoneses. El 16 de diciembre, se informa sobre el descubrimiento de un “radioreceptor” y dos máquinas de escribir con “signos asiáticos” en la zona de Cuajimalpa.15 Un campesino de la localidad observó que “presuntos espías” se internaron en el bosque para enterrar esos aparatos. Además, declaró ante las autoridades que un automóvil con placas “de diplomático se detenía en las inmediaciones del rancho El Tianguillo, de su interior salían unos señores al parecer japoneses para enterrar el radiorreceptor”.16

El testigo identificó el número de placas (E-79-89) que correspondían al agregado naval de la legación japonesa en México,17 el capitán Wachi Tsunezō, quien posteriormente se tuvo que presentar a las autoridades policiacas para esclarecer la acusación junto con otros funcionarios diplomáticos. En el interrogatorio, realizado en español, reconoció abiertamente que él junto con personal de la Legación fue a enterrar el aparato y que apuntó que “no reflexionó rápidamente en las consecuencias de su acción”. Señaló que la máquina puede tener un valor de mil quinientos a dos mil pesos mexicanos, y agregó que un conocido de Canadá se lo envió a México, pero llegó con averías y que, al estallar la guerra con los Estados Unidos, pensó que le podría traer dificultades por lo que decidió deshacerse del mismo.18

Asimismo, reiteró que el aparato era de su propiedad y podía tener el derecho de “tirarlo donde le plazca”. El coronel Alfonso Carrillo Gil, comandante de la policía judicial del DF, le respondió que podía ser así pero no en las actuales condiciones que se vivían, ya que era un aparato que “se puede sospechar que estaba siendo usado para actividades de espionaje contra México o sus aliados”.19 Asimismo, el funcionario diplomático negó que las máquinas de escribir fueran propiedad de la Legación japonesa y que nunca las había visto. De hecho, posteriormente reconocería que la mayoría del equipo criptográfico y de radiocomunicación se desechó en un pozo ubicado en el patio de la Legación de Japón en México ubicada en las calles de Orizaba en la colonia Roma de la Ciudad de México (CIA 1946).

Es un hecho que las autoridades mantuvieron por un tiempo discreción mientras se avanzaba en las investigaciones para identificar centros de espías japoneses en la Ciudad de México. Mientras tanto, la Procuraduría General de la República advertía sobre la necesidad de que los Ministerios Públicos estuvieran muy pendientes de las actividades de “espionaje y disolución social”, delitos que estaban consignados en el nuevo Código Penal, pero procurando una interpretación exacta de “traición a la Patria”.20 Los diplomáticos japoneses no fueron acusados de ningún cargo, pero el episodio derivó en el fortalecimiento de la vigilancia de sus actividades por parte de las autoridades mexicanas e incluso del FBI (Matsumoto 1990, 542).

Ya en pleno confinamiento del personal diplomático japonés, el 13 de febrero se reportaba en los periódicos mexicanos el festejo a “gritos de ¡Banzai!, ¡Banzai!” en la residencia de Miura en Paseo de la Reforma 423 (antigua propiedad de Archivaldo Burns y Carmen Luján), donde los diplomáticos japoneses celebraban la fundación del “Imperio del Sol Naciente” que coincidió con la invasión japonesa a Singapur, el periódico lo reportaba de la siguiente forma:

La guerra que sostienen contra los hombres blancos de Occidente no impidió a los japoneses llevar a cabo su fiesta a la usanza occidental con música de ‘Jazz’, ricos licores y exquisitas viandas […] Los japoneses que se encuentran recluidos en la residencia del exministro Yoshiaki Miura en el Paseo de la Reforma que son vigilados por una guardia de policías, salen frecuentemente a los balcones de la casa. Desde la calle tanto vigilantes como transeúntes han visto a los japoneses levantar en alto botellas de licores y brindar por la dinastía del Sol Naciente cuyo aniversario celebran […] En su reclusión desde que México rompió sus relaciones con el Japón, los miembros de la antigua Legación han dedicado parte de su tiempo al estudio de asuntos económicos, políticos y culturales de los países hispanoamericanos pues recientemente el ex ministro Miura pidió a una importante librería una gran cantidad de libros sobre esos temas.21

Después del escándalo y el festejo, Miura tuvo que orientar sus actividades al proceso de retiro de su personal diplomático. A través de los buenos oficios de la legación de Portugal, país que se encargaba de los asuntos de Japón después del rompimiento de los nexos diplomáticos, logró proceder a la repatriación el 10 de febrero, cuando México otorgó el permiso respectivo (Peddie 2006, 85). El gobierno de Ávila Camacho deseaba una pronta salida del personal diplomático de las potencias del Eje, para lo cual se procedió a la logística respectiva (Matsumoto 1990, 543).

Ante la imposibilidad de embarcar en el Tatuta Maru, a finales de febrero de 1942, se organizó un grupo de japoneses y sus familias (algunos de ellos estaban en la “Lista Negra”) que viajarían junto a Miura y los funcionarios de la Legación para ser internados en Estados Unidos. Las autoridades prepararon, según los reportes periodísticos, el traslado de los diplomáticos, los representantes de Mitsui y Mitsubishi en México y sus familias, que totalizaban 42 personas (en otros reportes se mencionan 46 y 53) (Matsumoto 1990, 544). Al grupo se sumó además al ministro italiano Conde Albert Marchetti.

La SRE y la oficina de asuntos políticos de la Secretaría de Gobernación prepararon el traslado. Se pusieron a su disposición 15 automóviles para llevarlos a la estación en Lechería y dos camiones grandes para llevar más de cien maletas a la estación de Buenavista y se habían preparado dos carros tipo “pulman” que se agregarían al tren rápido a Laredo, para después de cruzar la frontera. Los japoneses se dirigieron a Hot Spring, Virginia Occidental, llegando el 22 de febrero, y los italianos a White Sulphur Springs.22

El ministro Miura se negó a realizar declaraciones a la prensa. El grupo fue acompañado por funcionarios de la Secretaría de Gobernación que los escoltarían hasta el puente internacional en Nuevo Laredo donde serían entregados a las autoridades estadounidenses. A petición de Washington, se había solicitado el traslado a Estados Unidos a fin de “facilitar” el programa de intercambio, hecho que fue aprobado por el gobierno mexicano.23

Miura y su personal diplomático llegaron al hotel Homestead, Hot Spring en Virginia, donde se concentraron 335 japoneses, los cuales posteriormente fueron transferidos al hotel Greenbrier en White Sulphur Springs, donde ya estaban confinados los alemanes. Ese recinto resguardó entre el 19 de diciembre y junio de 1942 a 852 personas. Miura y su personal diplomático y familiares se embarcaron en el buque Gripsholm, que había sido rentado por el Departamento de Estado para la repatriación e intercambio de los prisioneros, ciudadanos y diplomáticos de las potencias del Eje. El primer viaje salió de Nueva York el 18 de junio de 1942 con 1.083 japoneses, haciendo escala en Río de Janeiro para recoger a otras 417 personas. Desde ese puerto brasileño se dirigió a Lorenzo Marques en Mozambique, donde el Asama Maru los recogería para llevarlos a Japón con escala en Singapur.

El buque japonés llegó el 22 de julio y días después partió junto con el navío italiano Conte Verde (Hemingstam 2011). Ambos llegaron al puerto de Yokohama el 20 de agosto de 1942 y se menciona la cifra total de 77 personas que llegaron desde México (Matsumoto 1990, 545). En su segunda travesía, el 2 de septiembre de 1943, zarpó con 1.330 japoneses, los cuales serían canjeados por 1.500 ciudadanos de los países aliados. Después de realizar escalas en Río de Janeiro y Montevideo, llegó a mediados de octubre al puerto de Mormugao, Goa, India (en ese entonces posesión portuguesa), desde donde los pasajeros proseguirían su viaje en el Teia Maru hacia Japón. En ese viaje se repatriaron 33 personas pertenecientes a 15 familias provenientes de México (Matsumoto 1990, 546).

Aquí finalizaría la gestión diplomática de Miura Yoshiaki después de poco más de un año de su acreditación oficial en México que indudablemente fue un periodo intenso. Durante su estancia, buscó paliar los efectos de las políticas de embargo económico promovidas por Washington, cuando México se alineaba cada vez más ante las presiones de los Estados Unidos. El diplomático japonés observaba que las directivas de Tokio no necesariamente estaban acordes a las condiciones cambiantes en México, lo cual generó desacuerdos y tensiones dentro del proceso de toma de decisión de las estrategias y acciones de cabildeo e inteligencia. Miura, indudablemente, fue un diplomático con altas habilidades y capacidades de gestión diplomática, que pudo sortear el clima cada vez más adverso dentro de los círculos gubernamentales de México y operar las directivas de política exterior que marcaba Tokio en el preludio de la Guerra del Pacífico.

Miura resumía su experiencia en México y apuntaba que

[…] la relación entre Japón y México empezó cuando Hasekura Tsunenaga Rokuemon pasó por México en camino del viaje a Europa. Entre los dos países, nunca ha habido ningún acontecimiento inconveniente hasta hoy y eso es muy raro, como ejemplo diplomático. Así que los mexicanos no tienen mala impresión de los japoneses, además, ellos se parecen mucho a nosotros. Dicen que los indígenas mexicanos vinieron de Oriente pasando por las islas Aleutianas. El pueblo mexicano tiene buenos sentimientos hacia nosotros y nos respetan nuestro gran desarrollo de los últimos años (Miura 1942, 34-38).

En el reporte que realizó para la Academia diplomática japonesa, el diplomático apuntó que mientras no fuera derrotado Estados Unidos en la guerra sería complejo tener una relación cercana con América Latina:

Si podemos lograr establecer la Gran Esfera de Co-Prosperidad del Este de Asia después de la Guerra, no debemos satisfacernos solamente con eso, debemos continuar buscando mercado para vender nuestros productos y conseguir productos que no haya en Japón. Para lograrlo, América Latina es muy importante […] Pienso que América Latina es una buena región, pero en caso de que EEUU controle los países en esa región bajo la Política de Buen Vecino, dudo que haya espacio para Japón […] En ese sentido, debemos ganar la guerra contra EEUU. (Miura 1942, 45).

Como reconocimiento de su labor diplomática y en la compleja gestión en México, el primer ministro japonés, Tōjō Hideki (東條英機), lo condecoró en 1942 con el rango de jushii-jō (従四位上) grado cuarto. Sin embargo, un año después Miura renunció al servicio exterior de Japón, lo cual quizá ya había contemplado en el marco de su solicitud de regreso de México debido a las ya referidas tensiones con la Cancillería japonesa. Puede sumarse a lo anterior la drástica reducción de personal diplomático acreditado en el exterior en el marco de la Segunda Guerra Mundial, por lo que ya no era necesario tener una planta de diplomáticos tan amplia.

Miura trabajó en 1943 en la Daido Boeki Kaisha (antecedente de la actual Sogo Sosha Marubeni), cuatro años después, en 1947, se postuló en las elecciones de la Cámara Alta, por el Partido Socialista, sin éxito para ingresar al mundo de la política japonesa en la Posguerra. En 1953, Miura falleció a los 63 años finalizando así la trayectoria de un diplomático y hombre de negocios que fue testigo del ocaso del sueño imperial de Japón que terminó siendo su pesadilla. Quien había comentado que Japón nunca había sido vencido por un enemigo externo, también fue testigo de la derrota del país y de la ocupación del archipiélago japonés por las fuerzas aliadas.

Por último, Miura pudo ver cómo Japón se reincorporaba a la Sociedad Internacional a través de la firma del Tratado de Paz de San Francisco, firmado el 8 de septiembre de 1951 con las potencias aliadas (con la excepción de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Polonia y Checoslovaquia), y su ratificación en el año siguiente por la mayoría de los países involucrados.

Por último, es necesario apuntar que México fue el segundo país que ratificó ese instrumento jurídico internacional. En 1952, el gobierno japonés envió al embajador Shunichi Kase (加瀬俊一) como su primer representante diplomático después de la Posguerra. En contraste, la división de Alemania y el estallido de la Guerra Fría, marcó un rumbo distinto para el restablecimiento de los nexos diplomáticos con las otras potencias del Eje. México los formalizó de manera bilateral con Italia el 10 de febrero de 1947, con la República Federal de Alemania el 16 de abril de 1952 y con la República Democrática Alemana hasta 1973. Con esto se cerraría para México, la suspensión de sus relaciones político-diplomáticas con los países que habían formado parte de las potencias del Eje.

Una reflexión final

La personalidad y la habilidad diplomática de Miura fueron un elemento clave que marcó su papel como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en México. Es un hecho que el diplomático japonés realizaba acciones intensas para abrir espacios para que México no se plegara a las presiones de Washington, lo que le costó desavenencias con sus superiores en Tokio: Por ese motivo solicitó su regreso a Japón, el cual fue interrumpido por el inicio de la Guerra del Pacífico.

La experiencia de Miura también da luz a las estrategias y acciones de Japón en América Latina. En muchos sentidos, las mismas carecían de uniformidad y en ocasiones eran contradictorias a las determinadas por el Ministerio de Asuntos Exteriores. La concurrencia de otros actores como el Ministerio de Marina y de Guerra se manifestó en iniciativas de sus agregados con clara ausencia de coordinación. Miura tuvo que enfrentar esa circunstancia y trató de proveer información más certera sobre la situación en México que, al parecer, los tomadores de decisiones en Tokio desconocían o tenían solo de manera parcial.

Asimismo, Miura tuvo que padecer la actitud distante y en ocasiones hostil de México, que se encontraba en franco alineamiento con Estados Unidos, erosionando los tradicionales nexos de amistad con Japón que se habían cultivado desde la firma del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación de 1888, cuando se formalizaron los vínculos diplomáticos. El diplomático japonés entendió que el gobierno mexicano estaba obligado a ceder a las presiones políticas de Washington y tratar de obtener algunas ventajas en su capacidad de negociación con su vecino del norte. Era claro que, por los compromisos dentro de la alianza panamericana promovida por la Casa Blanca, el gobierno mexicano ya no podría mantener nexos cercanos con las potencias del Eje ante la apertura del frente bélico en Europa y en el umbral de la apertura del frente del Pacífico.

Referencias bibliográficas

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Fecha de recepción: 27.04.2021
Versión reelaborada: 24.04.2023
Fecha de aceptación: 26.05.2023

 

 

 


1 “Japanese Envoy Forecast Peace: Troubleshooting´s diplomat says: Pacific Conflict Needless”. Los Angeles Times, 5 de noviembre de 1940: 9.

2 “Documento presentado por el general Juan Barragán al secretario de Hacienda y Crédito Público como presidente de la Junta Intersecretarial Relativa a la Propiedad y Negocios del Enemigo fechado el 4 de agosto de 1942”, en Kiso Tsuru, Su movilización. Archivo General de la Nación, 2-1/362.4 (52)1339. Véase además Hernández (2011, 61-101).

3 Japón desarrolló un sistema para encriptar mensajes llamado por los servicios estadounidenses de inteligencia “púrpura”, los criptógrafos lograron construir una máquina para descifrarlos, denominada “Magic” (Hartcup 2000, 93-94).

4 Wachi Tsunezō (和智恒蔵), asistente del agregado naval de la Legación japonesa Hamanaka Kyoho (浜中匡甫), fue el encargado de la operación de radio-inteligencia y era responsable de “L”, que era una sección de espionaje y decodificación de mensajes que operaba en la representación diplomática japonesa ubicada en la Ciudad de México. Una de sus encomiendas fue el relacionarse con funcionarios de alto rango del gobierno mexicano. Años después Wachi comentaría que “pensamos en los mexicanos como una especie de gente de clase baja a la que se puede atraer mejor a través del entretenimiento […] dedicamos (con ellos) mucho sake y sukiyaki hasta el final” (citado según Prados 1995, 148-149).

5 Como un dato adicional se puede mencionar el hecho de que Wachi Tsunezō regresó a Japón en 1942 y fue nombrado responsable del área de servicios de radio inteligencia de la Armada Imperial. Luego fue enviado a la isla de Iwo jima y después a la sección 32 de asalto ubicada en Kagoshima, donde fue capturado por las fuerzas aliadas. Posteriormente fue interrogado y ofreció una descripción detallada de sus actividades realizadas en México durante la gestión diplomática de Miura (CIA 1946).

6 “Los japoneses viven aquí felices y contentos”. El Universal, 5 de diciembre de 1941: 13.

7 “Los japoneses viven aquí felices y contentos”. El Universal, 5 de diciembre de 1941: 13.

8 “Japanese Minister to Mexico Called to Tokyo ‘for Report’”. Los Angeles Times, 5 de diciembre de 1941: 6.

9 “Licencia para que regrese a Japón el ministro Miura”. El Nacional, 7 de diciembre de 1941: 1.

10 “La suerte está echada”. El Nacional, 8 de diciembre de 1941: 1.

11 “Palabras del Señor Miura”. El Universal, 8 de diciembre de 1941: 1.

12 “México rompió sus relaciones anoche con el imperio japonés”. El Nacional, 9 de diciembre de 1941: 5.

13 “Desde Ayer Cortó México sus Relaciones con Tokio”. El Universal, 9 de diciembre de 1941: 10.

14 “Desde Ayer Cortó México sus Relaciones con Tokio”. El Universal, 9 de diciembre de 1941: 10.

15 “Maniobras de Presuntos Espías japoneses”. Excélsior, 16 de diciembre de 1941: 1.

16 “Tras la pista de un Posible Centro japonés de Espionaje en la Capital”. Excélsior, 16 de diciembre de 1941: 1.

17 “Raras Máquinas de Escribir Usaban los Presuntos Espías”. Excélsior, 17 de diciembre de 1941: 14.

18 “Confiesan los diplomáticos nipones que tiraron la radio”. Excélsior, 18 de diciembre de 1941: 14.

19 “Confiesan los diplomáticos nipones que tiraron la radio”. Excélsior, 18 de diciembre de 1941: 14.

20 “Alerta Contra Espías Ordena El Procurador a los Agentes”. Excélsior, 16 de diciembre de 1941: 1.

21 “Celebran los japoneses con Buenos Vinos un Aniversario”. Excélsior, 13 de febrero de 1942: 1.

22 “Diplomáticos Italianos y Japoneses Enviados a E.U”. Excélsior, 19 de febrero de 1942: 7.

23 “Entran en Estados Unidos varios japoneses”. Excélsior, 12 de febrero de 1942: 3.