DOI: 10.18441/ibam.24.2024.85.295-392

 

 

 

 

RESEÑAS IBEROAMERICANAS

IBEROAMERICAN REVIEWS

Ana M. Rodríguez-Rodríguez / Enrique García Santo-Tomás / María José Rodilla León / José Elías Gutiérrez Meza / Pablo Rojas / Inmaculada Plaza-Agudo / Eduardo Becerra / Miguel González-Abellás / Antonio Cajero Vázquez / Carmen Ruiz Barrionuevo / Jobst Welge / Diego Labra / Oriol Luján / Antonio Manuel Moral Roncal / Sergio Sánchez Collantes / Domingo Cuéllar / Pedro Barruso Barés / Pablo Díaz Morlán / José Joaquín García Gómez / Carlos Olano Paredes / Sven Schuster / Cristian Acosta Olaya / Mariela Rubinzal / Javier Sadarangani / Jacqueline Peña / Daniela Belén Pérez Cazas / John Piedrahita / Maximilian Held / Mariah Freitas Monteiro / Stefan Silber

1. LITERATURA IBÉRICAS: HISTORIA Y CRÍTICA

Edward H. Friedman (ed.): A Companion to the Spanish Picaresque Novel. Woodbridge: Tamesis Books 2022. XIII + 224 páginas.

La picaresca es un género esencial en la historia de la literatura española, y su papel en el desarrollo de la narrativa en España es innegable. El público muy pronto se entregó a la lectura entusiasmada de textos fascinantes que mostraban aspectos de la sociedad española y del pensamiento colectivo que no estaban presentes en otros géneros y que desvelaban realidades e ideas de difícil encaje en otro tipo de obras. Los críticos también se han sentido muy atraídos hacia un género complejo, sorprendente y renovador, lo que ha suscitado fructíferos debates en torno a múltiples asuntos histórico-sociales, económicos o culturales, además de los estrictamente literarios.

En ocasiones no es sencillo resumir las principales aportaciones a lo largo de los siglos de las obras picarescas, tanto desde el punto de vista puramente creativo como desde el más enfocado en la crítica textual, en gran parte por la magnitud del corpus de estudios literarios nacidos en torno a este género. Es por eso que un volumen como este, destinado a acompañar la lectura de los principales textos picarescos de los siglos xvi y xvii debe ser muy bien recibido tanto por lectores como por especialistas en la investigación de la picaresca. Además, este volumen reúne no solo a los más reconocidos especialistas de las últimas décadas sino también a investigadores cuya carrera ha despegado más recientemente y cuyas aportaciones son innovadoras y ciertamente refrescantes. Así, al lado de capítulos a cargo de Anne Cruz, Enrique García Santo-Tomás, J. A. Garrido Ardila, Hilaire Kallendorf, Howard Mancing, John Parrack, Vicente Pérez de León y Andrés Zamora, encontramos los análisis de Marta Albalá, Antón García-Fernández, José Luis Gastañaga, Faith Harden, Brian Phillips y Richard Squibbs.

Después de un acertado capítulo acerca de la picaresca como género, a cargo de Edward Friedman, y otro capítulo de Anne Cruz discutiendo sus orígenes, el volumen va presentando estudios de las obras más destacadas del género picaresco, como Lazarillo de Tormes (cap. 4), Guzmán de Alfarache (cap. 5) o La vida del Buscón (cap. 6), sin olvidarse de las obras con protagonista pícara, como La lozana andaluza (cap. 3), La pícara Justina (cap. 7) y La hija de Celestina (cap. 8). Otros títulos, como el Marcos de Obregón de Vicente Espinel (cap. 10) o Estebanillo González (cap. 12), además de los textos picarescos de Miguel de Cervantes (cap. 9), también son objeto de capítulos que analizan las obras teniendo en cuenta los variados acercamientos críticos de los que han sido objeto en el pasado. El capítulo 11 se acerca a una obra menos conocida, La desordenada codicia de los bienes ajenos, que será un bienvenido descubrimiento para los menos familiarizados con el género. El volumen se completa con cuatro capítulos adicionales que no se dedican a una obra concreta, sino que profundizan en los acercamientos críticos a la picaresca (cap. 13), la evolución de la picaresca en Latinoamérica (cap. 14), sus continuaciones en Francia e Inglaterra (cap. 15) y, por último, la continuidad del género en la literatura española posterior a su época dorada durante la temprana modernidad, prolongando el estudio hasta nuestros días. A continuación, se incluye una rica bibliografía que contiene los títulos necesarios para adentrarse en la novela picaresca y profundizar en ella. Cierra el volumen un índice onomástico y temático que facilita enormemente la lectura y consulta de este largo y completo volumen.

La mayor aportación de esta obra es la habilidad de reunir en un solo libro a grandes críticos especializados en la novela picaresca que ofrecen una rica diversidad de perspectivas en sus rigurosos análisis, al tiempo que juntos acotan y delimitan el campo de estudio. Todos ellos llevan a cabo una labor crítica digna de elogio, por lo que no resaltaremos ninguno en particular. Sin lugar a dudas, cualquier profesor que desee ofrecer a sus alumnos un panorama completo del género picaresco con análisis que combinen la tradición crítica al tiempo que abren el campo a nuevos acercamientos, encontrarán aquí la mejor herramienta posible. Y los investigadores especialistas en el campo de la temprana modernidad española hallarán en este Companion una obra de referencia inexcusable que les ayudará a fijar una base sólida que guíe sus futuras aventuras analíticas. Los capítulos de este volumen vienen a recordarnos la riqueza de la novela picaresca, los múltiples ángulos con que se puede abordar este complejo género literario y, sobre todo, la pertinencia de emplear esta diversidad de perspectivas no solo para un género concreto, como es el caso aquí, sino también para los muchos otros que conforman los estudios literarios de la modernidad temprana, un campo consolidado y simultáneamente en constante evolución. En suma, este libro, por su rigor, su diversidad y su habilidad para reunir de forma equilibrada una multitud de obras y tendencias críticas, es una aportación de enorme valor para una gama amplia de lectores y viene a enriquecer el conocimiento de la literatura española de la modernidad temprana en general y de la novela picaresca en particular.

Ana M. Rodríguez-Rodríguez
(University of Iowa)

Javier Lorenzo: Space, Drama, and Empire. Mapping the Past in Lope de Vega’s Comedia. Lewisburg: Bucknell University Press 2023. 185 páginas.

En 2008 tuve la oportunidad de reseñar el libro de Teresa Kirschner y Dolores Clavero Mito e historia en el teatro de Lope de Vega (Alicante: Publicaciones de la Universidad de Alicante, 2007).1 En él se examinaban once piezas pertenecientes al marbete de teatro histórico del Fénix de los ingenios, analizando el tratamiento de la historia nacional desde el período visigótico con la figura de Wamba (en Comedia de Bamba) hasta el de los Reyes Católicos (en Los hechos de Garcilaso de la Vega y moro Tarfe y El cerco de Santa Fe e ilustre hazaña de Garcilaso de la Vega). Se recorrían así más de ochocientos años en los que se llevaba a las tablas una serie de figuras que incluía Rodrigo, Alfonso II de León, Sancho II de Castilla y Juan I de Aragón, por dar tan sólo unos cuantos monarcas cuyos defectos y virtudes se conectaban siglos después, de forma más o menos explícita, con los de los Habsburgo. Consciente de que la gran variedad de fuentes a su alcance podía aportarle una extraordinaria variedad de tramas y situaciones, Lope formulaba a través de estos monarcas medievales un elenco de preguntas que resultó de gran interés en su momento, revelando igualmente ciertas preocupaciones que siguen siendo perfectamente transferibles en sus planteamientos a nuestro presente. El estudio de Kirschner y Clavero resultaba de gran utilidad para aquel que quisiera profundizar en la representación del poder real y de la historia nacional más allá de piezas canónicas como Fuenteovejuna, El castigo sin venganza o El mejor alcalde, el rey, invitando al lector a leer estos sugerentes títulos desde nuevas perspectivas.

Ese Lope promotor de un drama histórico-nacional que se vale de un uso muy personal de sus fuentes, dando con una fórmula poética que conjuga con gran destreza elementos líricos, épicos y dramáticos, vuelve a ser objeto de análisis casi dos décadas después en este estimulante libro. Javier Lorenzo, cuyo trabajo se ha centrado hasta la fecha, en su mayor parte, en poetas del Renacimiento, explora en esta entrega el drama lopesco desde el diálogo que se entabla entre ideología y espacio, analizando en cinco capítulos un breve catálogo de comedias en el que, como se escribe en la “Introduction”, “the landscape and historical scenarios of the past are used to foretell and legitimize the imperial present of Habsburg Spain” (p. 1). Siguiendo la estela de intervenciones recientes a cargo de Veronika Ryjik, Antonio Carreño Rodríguez, Javier Rubiera o Ricardo Padrón, entre otros, Lorenzo propone en este itinerario que la rescritura de determinados episodios en la formación del imperio español dependió de una estratégica y deliberada configuración espacial que legitimara esa expansión y ocupación territorial. Como subraya en el primero de los capítulos (“Space and the Imperial Appropriation of the Past in the Lopian Comedia”), la imagen que Lope construye de la monarquía en los textos que se discuten aquí está impregnada no solo de discursos políticos al uso, sino también de lenguajes procedentes de disciplinas como la cartografía y la cosmografía. Lorenzo examina entonces lo que se ha llamado imagined o diegetic space frente a lo que podría denominarse stage o mimetic space, con el propósito de comprender “the indexical and extramural dimension of this poetics” (5), a saber, la incorporación al territorio del corral de nociones espaciales procedentes de la esfera social, religiosa y cosmográfica. Los tres periodos históricos que se repasan en el libro son el de la reconquista, el momento intermedio de centralización de la corona en sus luchas con la aristocracia local, y finalmente el periodo de paz y estabilidad instaurado por los Reyes Católicos. Para ello se analizan cuatro comedias del periodo de madurez del Fénix, como son El mejor alcalde, el rey, Las famosas asturianas, Las paces de los reyes y judía de Toledo y Los guanches de Tenerife y conquista de Canaria, a las que les une una marcada dependencia del espacio como vehículo de transmisión de un pasado imperialized, y que generan en Lope una reflexión sobre el concepto de diferencia y sobre la relación entre centro y periferia y lo local frente a lo global. La demarcación de esta alteridad (otherness) es, en última instancia, el factor constitutivo clave en la originalidad de estas piezas y en el uso ideológico que hacen del espacio. Con ello, Lorenzo busca demostrar que “the spatial principles that structured and were enacted through this genre converged with those embraced and publiziced by the Spanish monarchy and its supporters through various media” (p. 14). En esa convergencia radica la clave del análisis que se lleva a cabo aquí a través de una serie de lecturas del verso lopesco que destacan por su atención al detalle, y en donde se rescatan también los ecos e influencias que palpitan con fuentes historiográficas del momento. Las tramas de estas comedias, así como determinadas escenas y, sobre todo, la conducta de personajes específicos ante los desafíos que encaran de forma voluntaria o involuntaria, trasladan al público a un presente inevitable: esta experiencia, conjetura Lorenzo, debió de tener un fuerte efecto de empoderamiento en la audiencia, que podía sentir este global reach durante unas horas de diversión teatral, confirmando y reforzando de paso el poder monárquico y aristocrático.

El capítulo segundo, “‘Que los reyes nunca están lejos’: Empire and Metatheatricality in El mejor alcalde, el rey”, se apoya en el concepto de optical regime, entendido como un sistema de representación mediante el cual la audiencia podía experimentar el espacio de una manera sincrónica o cuasi-sincrónica más allá de la distancia recorrida. En esta pieza, el viaje que lleva el rey Alfonso de León a Galicia ejerce un papel tanto metateatral como político, con Galicia como un territorio hostil y periférico que tan solo forma una fracción del proyecto expansionista del monarca. De esta forma, sostiene Lorenzo, Lope otorga al rey medieval los mismos poderes de omnipresencia que la propaganda Habsburgo atribuye a sus monarcas en un plano global. En Lope se da un paso más con respecto a la fuente de la que se parte (Florián de Ocampo), en la medida en que se subraya la potestad monárquica de imponer justicia a pesar de la distancia que separa a Alfonso de sus súbditos. Se usan para ello técnicas dramáticas (número de versos, cambio rápido de escenarios) que aminoran la distancia entre uno y otro sitio, transportando así a la audiencia de una forma veloz que contrasta con la noción de desplazamiento que exhiben otros géneros como la crónica o la épica narrativa. Los personajes lopescos, concluye Lorenzo, “glide through the terrain and appear where they need to be in a very short amount of time” (50).

En el tercer capítulo, “Born to Expand: Space, Figura, and Empire in Las famosas asturianas”, Lorenzo se centra en un momento cultural muy del gusto de “all things Visigothic” (51). La querencia por esta vuelta al pasado, que la historiografía local de plumas como la de Juan de Mariana o Ambrosio Morales cultivó con el fin de alimentar una narrativa de expansión territorial, incluía la sublimación de lugares como cuevas y otros espacios de confinamiento desde los que construir la materia legendaria y el discurso fundacional. Las famosas asturianas cumple con este propósito al llevar a escena a Alfonso II de Asturias, también llamado ‘el casto’, en una trama marcada por lo que Lorenzo define como el motivo de “triumph over confinement” (p. 53) y que Lope, valiéndose del personaje de la joven asturiana Doña Sancha, busca conectar con los ideales expansionistas de su presente construyendo una estrecha relación entre género, paisaje y onomástica.

“Endangered from Within: Space and Difference in Las paces de los reyes y judía de Toledo” es el título del cuarto capítulo, en el que Lorenzo analiza lo que, en el contexto de la expulsión de los moriscos, denomina “The deep anxiety regarding infiltration and the possibility of harboring the enemy” (p. 73). La manera en la que Lope reelabora el episodio de infidelidad marital del rey Alfonso VIII de Castilla con la joven toledana proyecta las mismas tensiones concernientes a la relación entre espacio y diferencia que habían definido la actitud hacia los moriscos antes y durante su expulsión, a saber, el miedo a que, con figuras como Raquel, se minara desde dentro el proyecto de una monarquía católica universal proyectada por los Habsburgo. Este “emphasis on infiltration”, propone Lorenzo, subraya “the vulnerability of politics and those who rule them to internal threats” (p. 88). Semejantes preocupaciones en torno a un pasado que se repite en el presente se aprecian, por último, en Los guanches de Tenerife, cuyo examen ocupa el quinto capítulo (“Atlantic Conquests, Transatlantic Echoes: Space, Gender and Dietetics in Los guanches de Tenerife y Conquista de Canaria). La conexión que se establece en esta comedia entre los conquistadores y el territorio conquistado, que se identifica con sus habitantes femeninas, se formula en términos de penetración e ingestión. El significado geopolítico de estos dos motivos, esta “gendered view” (p. 97) de Tenerife que proyecta Lope, refleja su centralidad en la literatura cosmográfica e historiográfica de la Europa premoderna, en donde se usaron para expresar la atracción y el miedo que suscitaron los nuevos territorios americanos en los exploradores europeos. Las Islas Canarias, entonces, abandonarían su halo mítico para asimilarse a las rutas comerciales de ultramar, adquiriendo lo que Lorenzo denomina un “filtering role” (p. 102) entre España y América, constituyéndose además en escenario de una “penetración” erótica y sublimada pero sin sexualidad, en la medida en que la relación entre sus protagonistas Dacil y Castillo se presenta “in terms that always exclude or omit physical consummation” (p. 102). No hay por tanto, propone Lorenzo, agresión sexual, sino una expresión amorosa que legitima la ocupación imperial, y a la que se une, como muestra el análisis de la segunda parte del capítulo, el uso de la comida como vehículo de expansión imperial. Así parece observarse en el personaje de Dacil, que será comparada, como bien se nos recuerda, con una fruta exótica, tal y como el territorio canario será entendido como un bien a integrar en el territorio nacional.

Una breve conclusión en donde se conectan los asuntos analizados completa la secuencia de capítulos, a la que se añade un extenso aparato de notas y una bibliografía muy completa y equilibrada en cuanto al tipo de disciplina consultada. Se cierra así un volumen que renueva el interés en piezas esenciales del catálogo dramático lopesco, dotando al uso del espacio en el teatro de matices que revelan nuevas facetas de leer la comedia barroca tanto como el momento geopolítico que la atestigua su evolución en el tiempo.

Enrique García Santo-Tomás
(University of Michigan, Ann Arbor)

Antonio Cortijo Ocaña: Memorias de libros. Censura y comercio de libros en Nueva España. Siglo xvii. Valencia: Tirant Humanidades 2023. 328 páginas.

Desde la pionera obra de Francisco Fernández del Castillo, quien iniciara las listas de libros que llegaban en los barcos a San Juan de Ulúa y cuya compilación se tituló Libros y libreros en el siglo xvi, publicada en 1914, hasta la última de 2018, La imprenta en México en el siglo xvi, de Guadalupe Rodríguez, pasando por el insigne Los libros del conquistador (1953) de Irving Leonard, y el señero Catálogo de textos marginados novohispanos. Inquisición: siglo xvii. Archivo General de la Nación, elaborado por la añorada investigadora María Águeda Méndez, muchas han sido las monografías dedicadas al comercio de libros, a las prohibiciones y censuras, a los índices expurgatorios, a los inventarios y catálogos de libros tanto en la Nueva España como en los otros virreinatos.

Aunque la lectura de este tipo de obras pueda resultar, en ocasiones, monótona por la cantidad de listas interminables de libros que llegaban libremente, de los que eran confiscados y de los que lograban burlar las prohibiciones, su consulta y estudio detallados siempre serán valiosos para los investigadores por la rica información que arrojan sobre la imprenta, la inquisición, el comercio y la difusión y la vida intelectual en la época. Es el caso de la más reciente publicación del investigador de la Universidad de Santa Barbara, California, Antonio Cortijo Ocaña, Memorias de libros. Censura y comercio de libros en Nueva España. Siglo xvii, dedicado a su colega investigadora de impresoras y libreras novohispanas, Sara Poot Herrera, quien le proporcionó las listas del AGN, que son las memorias inéditas que Cortijo da a la luz ahora.

Concebida en siete capítulos, abarca los primeros años de la década de 1680 y, en concreto, a los impresores y mercaderes de libros, Juan de Rivera, Paula de Benavides, viuda de Bernardo Calderón, Isidro Gutiérrez y Diego Cranze. Todos ellos, a petición de la Inquisición, elaboran catálogos de los libros que tienen en venta para ser examinados por el Santo Tribunal. Una magnífica introducción abre la obra, en la que lleva de la mano al lector en el recorrido de los ejemplares que poseen libreros de la Ciudad de México y de Puebla para que los señores inquisidores se cercioren de que no pertenezcan al Expurgatorio o Índice de libros prohibidos (en estas fechas, el de 1640) con el fin de confiscarlos enteros o censurar algún párrafo, a sus ojos y oídos, escandaloso, o herético por atentar contra la fe, lo cual les valía el epíteto condenatorio de “Auctor dannatus” en el primer caso, o “Auctor cum expurgationes permissus”, en el segundo.

Se trata de una valiosa investigación que reconoce y recoge citas de los que le han precedido en estas labores (Rueda Ramírez, Manrique Figueroa, Garone Gravier, Rodríguez Domínguez y una exhaustiva bibliografía) al mismo tiempo que, en las notas a pie, arroja una valiosa información de reproducciones digitales de índices y obras, así como de material gráfico, del que también se nutre y decora su obra, para que el investigador pueda tener acceso fácil a ellas y para que se recree con las imágenes de las ediciones.

Como estudios de caso, Cortijo ofrece el proceso que hubo de seguir Diego Cranze desde que presentó su memoria en Sevilla, para obtener la aprobación del calificador, el jesuita Pedro Zapata, hasta Puebla, a donde previamente había enviado su catálogo, pasando por Veracruz, donde llegaron sus cajones de libros en la flota del general Gaspar de Velasco. Un segundo permiso para vender sus libros le fue concedido en la ciudad de Puebla por el comisario del Santo Oficio, don Francisco Flores Valdés, pero se le confiscaron varios libros de autores “herejes”, entre ellos, la Historia florentina de Maquiavelo y se le acusó de llenar “este reino de libros prohibidos”, con lo cual se fueron alborotando los lectores que habían comprado algunos de sus libros y fue objeto de acusaciones por parte de dos médicos, que exigieron se les devolviera su dinero. El otro caso es el de viuda de Bernardo Calderón, Paula de Benavides, la impresora novohispana más activa, a quien también expurgaron libros, entre ellos la Tragicomedia de la Segunda Celestina, que tanta tinta ha derramado entre los críticos que la atribuyen a sor Juana, por contener una cláusula mal borrada que todavía se leía claramente. La imprenta bajo su mando y, después, de sus herederos, fue incansable y la que más títulos proporcionó al público novohispano, tanto jurídicos, teológicos, médicos, como de entretenimiento; además de gramáticas, vocabularios, catecismos, sermonarios, que han sido estudiados por la investigadora del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM, Marina Garone.

El libro de Cortijo continúa y actualiza las listas que Edmundo O’Gorman publicara hace más de ochenta años, entre las que abundan, no sólo los impresos en España, sino también los publicados por impresores americanos o de Filipinas. Destacan, entre una gran variedad temática, las crónicas de las Provincias de las diferentes órdenes religiosas; hagiografías de santos americanos, en proceso de canonización, como fray Felipe de Jesús, o canonizados rápidamente, como santa Rosa de Lima; relaciones de fiestas por dedicaciones de templos, recibimientos de virreyes o de autoridades eclesiásticas; exequias fúnebres reales; sermonarios, manuales para confesar y administrar sacramentos, tan necesarios en estas tierras para la evangelización; gramáticas y miles de etcéteras. Entre los autores novohispanos encontramos a Fernán González de Eslava en la librería de Paula de Benavides y a Sigüenza y Góngora, en la de Isidro Gutiérrez, por poner solo dos ejemplos.

El primer capítulo está dedicado al impresor Juan de Rivera, hijo de Diego de Rivera, otro impresor novohispano; se casó con la hija de Paula de Benavides y Bernardo Calderón, María, con lo cual juntaban y engrosaban los negocios familiares, dedicados a la impresión de libros. La memoria que Juan de Rivera entregó a la Inquisición en 1680 contaba con obras de Alciato, el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, quien llegó a San Juan de Ulúa en el mismo barco que el arzobispo y virrey fray García Guerra y a quién dedicó unas sentidas y barrocas exequias por su accidentada muerte; comedias de Moreto; Navidades de Madrid de María de Carvajal Saavedra; Juan de Castellanos con sus Varones ilustres de Indias, que tanto han inspirado al gran escritor colombiano William Ospina; el Gerardo español y El soldado Píndaro de Céspedes y Meneses; Bernal Díaz del Castillo, cuyo título no lleva el adjetivo “verdadera” por el que tanto luchó para distinguirse de López de Gómara y simplemente aparece como Historia de Nueva España; el Símbolo de la fe de fray Luis de Granada; varias obras de fray Antonio de Guevara; Antonio de Herrera; el Examen de ingenios de Huarte de San Juan; el gran doctor Andrés Laguna, comentador de Dioscórides; el neoaristotélico López Pinciano y su Filosofía antigua; los Epigramas de Marcial; la Historia de España del padre Mariana y la Historia natural de Nueva España de Enrico Martínez, impresa en casa del mismo Juan de Rivera; varias obras de don Juan de Palafox; la Guerras civiles de Granada de Ginés Pérez de Hita; y no podían faltar Petrarca, en italiano y Séneca y Tácito, en latín; las Empresas políticas de Saavedra Fajardo; la Floresta española de Melchor de Santa Cruz y, por último, las Obras poéticas del conde de Villamediana, y las de Garcilaso de la Vega y los Autos sacramentales y el Romancero espiritual de Lope de Vega, entre muchas otras obras hasta completar 25 hojas.

El capítulo segundo está dedicado a la gran impresora novohispana Paula de Benavides, viuda de Bernardo Calderón, que presentó en 1681 su lista a los padres calificadores fray Francisco Muñoz y fray Agustín Dorantes, quienes le hicieron un riguroso escrutinio de ediciones y correcciones que previamente habían pasado por el Expurgatorio del año 40 y notifican a la impresora, a través de su hijo Diego, sobre algunos libros que ya se habían mandado corregir, como la Tragicomedia de la Segunda Celestina, atribuida, en esta lista, a Fernando de Rojas. El año 1682 presenta Paula de Benavides una nueva lista y es la que conforma el capítulo tercero con títulos dedicados a la doctrina, guías de confesores, a la impartición de los sacramentos y a crónicas y constituciones de las principales órdenes religiosas. Sobresalen algunos entremeses, comedias varias y autos sacramentales, así como reglas de gramática impresas en su propia imprenta, al igual que algunas relaciones de fiestas, arcos de bienvenida a virreyes de poetas y relacioneros novohispanos como Diego de Ribera o Alonso Ramírez de Vargas. Algunas obras de entretenimiento coinciden con la lista de su yerno, Juan de Rivera: Los Coloquios espirituales de González de Eslava; Céspedes y Meneses, el Estebanillo González; Cicerón; Séneca; Díaz del Castillo; varias obras de fray Antonio de Guevara; el Examen de ingenios de Huarte de San Juan; las Guerras de Granada de Pérez de Hita; Petrarca, Garcilaso. Novedades de su librería son, en cambio, El conde Lucanor sin año de imprenta y las dos curiosas obras de León Pinelo, El chocolate. [Cuestión moral si el chocolate quebranta el ayuno eclesiástico] y Velos antiguos y modernos, que trata sobre las tapadas. El cuarto capítulo corresponde a la lista presentada el año de 1684 por el mercader de libros Isidro Gutiérrez a los padres calificadores fray Antonio Gutiérrez y fray Bartolomé Gil Guerrero. Destacan de su memoria las Obras de Lupercio Leonardo de Argensola, las Os Lusiadas de Camoens, el Guzmán de Alfarache, los Autos sacramentales de Calderón, Las harpías de Madrid de Castillo Solórzano, El Quijote y el Persiles de Cervantes, De los nombres de Cristo de fray Luis de León, las Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos de Lope de Vega, las Metamorfosis de Ovidio. La última lista de 1680 es el catálogo de libros que se venden en casa de Diego Cranse, en la ciudad de Puebla y que fue revisada por fray Juan de Valdés, y que, como se dijo más arriba, contenía libros prohibidos de ciertos “herejes”. Es muy relevante la variedad de obras de materia jurídica, entre las que resaltan las Siete Partidas del sabio rey Don Alonso el Nono, glosadas por el licenciado Gregorio López, de libros médicos y de farmacopea, de Filosofía, tratados militares y libros de música.

Estas memorias de libros han sido paleografiadas con gran cuidado por Antonio Cortijo, quien además ha documentado muchas de las ediciones en eruditas notas a pie de página, como la del traductor polaco de La Celestina Kaspar von Barth Claudianus, con el título Pornoboscodidascalus Latinus y, en ocasiones, curiosidades anecdóticas, como el ejemplar Decisionis juris de Olea, que se echó a perder por la lluvia en Popayán cuando unos arrieros transportaban cajones de libros. Tanto las listas como las notas son, sin duda, un magnífico material de consulta para aquellos investigadores que trabajen sermones (los hay de Cuaresma, de Semana Santa, panegíricos), breviarios, oraciones y Ejercicios espirituales; hagiografías (hay varios Flos sanctorum, martirios y canonizaciones); relaciones de fiestas religiosas y cortesanas; exequias y pompas funerales; la lectura de poesía y otras obras literarias, por ejemplo, las obras de Garcilaso y del conde de Villamediana aparecen en casi todas las listas, así como la Historia de Bernal Díaz; las Rimas de Lope de Vega en tres; el Quijote y los Autos de Calderón en dos; las gramáticas y vocabularios y un largo etcétera.

María José Rodilla León
(Universidad Nacional Autónoma de México)

Susanne Hartwig (ed.): Contingencia y moral: el extranjero visto a través de la ficción. Madrid / Frankfurt/M.: Iberoamericana / Vervuert 2022 (Ediciones de Iberoamericana, 130). 480 páginas.

El presente volumen, editado por la catedrática Susanne Hartwig de la Universidad de Passau, recoge las contribuciones del congreso “Contingencia y moral. El extranjero visto a través de la ficción”, celebrado del 7 al 9 de mayo de 2021 en la mencionada universidad, el cual examinó la representación de la contingencia en el contacto con el extranjero en un conjunto de textos, películas y piezas teatrales, con especial énfasis en las repercusiones morales que dicho contacto conlleva. Los trabajos, organizados en seis secciones, abordan la literatura, el cine y el teatro actual, principalmente.

La primera sección, la más amplia de las seis, se enfoca en el exilio republicano. Se abre con la contribución de Francisca Vilches-de Frutos, quien estudia dos novelas de María Teresa León: Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador (1954) y Doña Jimena Díaz de Vivar, gran señora de todos los deberes (1960). En ambas figuras, elevadas al nivel de mitos, la escritora burgalesa busca representar su dimensión más humana y, sobre todo, de desterrados, como una estrategia para identificarlos con los exiliados de 1939. A esto, en el caso de la segunda novela, se añade una actitud crítica sobre la situación desigual de la mujer. A continuación, Pilar Nieva-de la Paz examina otro mito, pero esta vez romántico: Teresa Mancha, la amante de Espronceda, protagonista de Teresa (1941) de Rosa Chacel. Así, esta escritora, exiliada republicana, representa el exilio liberal decimonónico y proyecta en Teresa las preocupaciones de su propio tiempo. El tercer mito analizado en esta sección es Eva. Inmaculada Plaza-Agudo se detiene en el poemario Mujer sin Edén (1947) de Carmen Conde, en el que Eva, expulsada del Paraíso, soporta el desarraigo y la sensación de extranjería, así como se transforma, tras la muerte de Abel a manos de Caín, en una mater dolorosa, que sufre por la pérdida de sus hijos. De este modo, se aleja de la femme fatale y cuestiona la misoginia bíblica e histórica en la sociedad franquista.

El siguiente trabajo opone dos novelas que tienen como protagonistas a refugiados en Francia durante la Segunda Guerra Mundial. La primera es Cuatro años en París (1940-1944) (1947) de la española Victoria Kent y la segunda, Transit (1944) de la alemana Anna Seghers. En ambas, E. Helena Houvenaghel, responsable de esta contribución, encuentra una ética de la solidaridad en sus protagonistas, quienes se preocupan tanto por los otros refugiados como por los habitantes del país de tránsito. A continuación, Francisca Montiel Rayo se centra en la novela Habitación para hombre solo (1963) de Segundo Serrano Poncela. Tras haber pasado prácticamente desapercibida durante el franquismo, recién a finales del siglo xx, dicha novela fue recuperada, por lo que este trabajo se suma a dicha labor y resulta apropiado en este volumen, ya que su protagonista, un exiliado español, al no poder adaptarse a ningún espacio, vagará por el mundo como un extranjero.

La poesía y el teatro no están ausentes en esta sección. Por una parte, José-Ramón López García examina Primavera en Eaton Hastings y “Entre España y México”, poema emblemático del exilio español, de Pedro Garfias a partir del concepto de heterotopía de Michel Foucault. Por otra parte, Esther Lázaro Sanz y Verónica Azcue se centran en el teatro. La primera examina la presencia de la extranjería y de la otredad en el teatro breve de Max Aub, las cuales son representadas negativamente, ya que impiden la integración de sus personajes con el entorno. La segunda estudia Medea extranjera (2009) de José Martín Elizondo. Esta adaptación del mito griego se inscribe dentro de la revisión y reivindicación de Medea, de ahí que se recupere el sentido político del texto y se eliminen los aspectos negativos de su protagonista. En este sentido, se dramatiza su aceptación gradual de su condición de extranjera, lo cual la lleva a un autoexilio al rechazar al Estado griego y sus leyes. Tales reacciones serían una proyección del desencanto y la decepción de su autor hacia la reimplantada democracia española.

La segunda sección, dedicada a la narrativa contemporánea, comienza con el trabajo de Annette Paatz sobre Los trasplantados (1904) de Alberto Blest Gana, el “padre” de la novela chilena. A pesar de ello, se trata de una novela que no ha recibido la misma atención de la crítica que el resto de la obra de Blest Gana, porque no se ajusta a la novela fundacional al centrarse en la comunidad de latinoamericanos residentes en París. En su análisis, Paatz considera los diversos registros narrativos, una suerte de “collage novelístico”, vinculados con las implicancias éticas de la novela. Por su parte, Matei Chihaia examina dos cuentos, cuyo tema común es la mano, de Alfonso Reyes (“La mano del comandante Aranda”, 1955) y de Julio Cortázar (“Estación de la mano”, 1943). En el caso del primero, se resalta la relación con el filósofo español José Gaos, exiliado en México. A continuación, Alejandro Gasel examina las novelas El profundo Sur (1999) de Andrés Rivera y Bolivia Construcciones (2006) de Sergio di Nucci, buscando demostrar que la exclusión del migrante es un proceso multicausal que no se limita a operaciones estatales, sino también a mecanismos raciales.

La cuarta contribución de esta sección pertenece a la editora del volumen, quien se enfoca en tres textos de Roberto Bolaño: La parte de los críticos (primera parte de su novela póstuma 2666, 2004) y los cuentos “Dentista” y “Gómez Palacio” (2001). Al parecer de Hartwig, Bolaño no sustituye la moral por la estética en los textos seleccionados, pues siempre existen individuos en ellos que, con una moral, aunque muy limitada, se enfrentan en una batalla, desde el inicio, perdida. Cierra esta sección el trabajo de Soledad Pereyra, que vuelve sobre la novela argentina, pero, a diferencia del de Gasel, se centra en las novelas “ultracontemporáneas” de Washington Cucurto, donde aparecen inmigrantes latinoamericanos, y Un chino en bicicleta (2019) de Ariel Magnus, en la que el inmigrante proviene de China. Es decir, se busca visibilizar las “nuevas inmigraciones” establecidas en Argentina.

Los dos estudios que constituyen la sección centrada en la narrativa española contemporánea se dedican a la obra de la autora española, de origen marroquí, Najat El Hachmi. Mientras que Julio E. Checa Puerta estudia su proyecto de construcción identitario en Jo també sóc catalana (2004) y El lunes nos querrán (2021), Christian von Tschilschke se centra en la novela L’últim patriarca (2008), de la cual examina la figura del patriarca (tirano, pero también víctima) y el proceso de emancipación de la hija, la que, aunque deliberadamente, termina reproduciendo el trauma infantil del primero.

Al cine actual, se aboca la cuarta sección que inicia con la contribución de Christian Wehr acerca de Deserto feliz (2007) de Paulo Caldas, una cinta ubicada inicialmente en el legendario Sertão brasileño, transformado por las fuerzas de la globalización, de modo que el final de la película tiene lugar en la capital alemana. Mas, como apunta Wehr, este cambio espacial solo supone un traslado a un espacio cultural y geográfico diferente, puesto que en este se mantienen las mismas leyes. Del cine brasileño, pasamos al chileno con el trabajo de Benjamin Loy sobre Perro Bomba de Juan Cáceres y Lina de Lima (ambas de 2019) de María Paz González. Los inmigrantes haitiano y peruano en la capital chilena son el centro de estos filmes, pero desde estéticas divergentes (el cine documental en el primer caso, el dramedy y el musical en el segundo), cuyas implicancias éticas son analizadas en esta contribución. En tercer lugar, Dagmar Schmelzer estudia Babel (2006) del reconocido cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu y, en cuarto lugar, María del Carmen Alfonso García se detiene en El tren de la memoria (2005) de Ana Pérez y Marta Arribas, cinta que representa la migración española durante los años sesenta a la República Federal Alemana de entonces. Tras reflexionar sobre el término “documental”, con el que se cataloga habitualmente a este filme, Alfonso García examina la representación de la alteridad y la contingencia de los Fremdarbeiter (trabajadores extranjeros) españoles. Cierra esta sección la contribución de Marie-Soledad Rodríguez, enfocada en dos películas de Isabel Coixet: Endless Night (2015) y Learning to Drive (2014), donde sus protagonistas (la exploradora Josephine Peary, una figura histórica, y la ficcional editora neoyorquina Wendy, respectivamente) se encuentran con el otro extranjero: Allaka, una mujer inuit, y Darwan, un refugiado político indio de la etnia sij. En ambos casos, la relación con ellos, de un ninguneo inicial hacia el extranjero, evoluciona, por diferentes vías, hasta el reconocimiento de dicho otro.

Dos secciones, más cortas que las anteriores, se disponen hacia el final del volumen. En la primera, titulada “La actualidad del teatro”, se aborda, exactamente, el teatro actual español. En dicho sentido, Luisa García-Manso analiza dos piezas de Lola Blasco, en las que recrea dos episodios del Quijote de Cervantes en el contexto de la llamada “crisis de los refugiados” de 2015. En ella la emblemática pareja cervantina enfrenta la decisión de la Unión Europea de restringir el arribo de refugiados provenientes de Siria. Por su parte, Raquel García-Pascual propone un catálogo de la representación de la emergencia climática, vista como desafío ético, en el más reciente teatro español a partir del uso de mitos, de modo que clasifica un conjunto de piezas en las que Faetón, Rómulo y Remo, Casandra, entre otros, son recreados a partir del mencionado desafío. La última sección contiene una única contribución, el trabajo de Alba Gómez García, centrado en El viaje de Elisa, un videojuego creado por Autismo Burgos y Gametopia, e inscrito dentro del subgénero de la novela visual. Su objetivo es analizar las estrategias éticas empleadas para fomentar la empatía con personas con TEA, quienes son representados en el mencionado videojuego como poseedores de habilidades cognitivas excepcionales.

Como se ve, se trata de un volumen que reúne un conjunto de valiosas contribuciones que analizan la reflexión ética acerca del extranjero en sus representaciones en la literatura, el teatro, el cine e, incluso, los videojuegos. No obstante, dentro del subconjunto de trabajos dedicados a la literatura y el teatro, se nota la falta de asedios a textos que representen al extranjero latinoamericano en Europa. Salvo los trabajos de Paatz y Hartwig, ninguna contribución y menos una sección del volumen (al contrario, sí hay una sección dedicada al exilio español) se enfoca en ese importante y todavía actual proceso migratorio (que cambió considerablemente desde la década de 1990, volviéndose, entre otros aspectos, una inmigración más heterogénea), así como en sus implicancias éticas. Este, a mi parecer, es el único reparo que se podría colocar al valioso aporte que supone este volumen.

José Elías Gutiérrez Meza
(Pontificia Universidad Católica del Perú)

José Teruel / Santiago López-Ríos (eds.): El valor de las cartas en el tiempo. Sobre epistolarios inéditos en la cultura española desde 1936. Madrid / Frankfurt/M.: Iberoamericana / Vervuert 2023 (La Casa de la Riqueza, 74). 388 páginas.

Múltiples son las virtudes que atesoran las cartas intercambiadas entre escritores. Gran parte de ellas adolece del mimo artístico que suele recubrir a la obra pensada para su publicación, aunque, como contrapartida, nos muestra al escritor en su intimidad. Suele ofrecernos información relevante sobre todo aquello que rodea al autor, también a veces acerca de sus vacilaciones creativas o de sus cuitas editoriales. Muchos escritores han conservado con gran cuidado las cartas intercambiadas a lo largo de los años, conscientes de su relevancia para ulteriores investigaciones. Cada vez son más las instituciones que se ocupan y preocupan por poner a salvo todo este fondo documental, aunque resta todavía muchísimo por hacer. En los últimos años se han ido dando a la luz numerosos epistolarios, también muchos autores han acrecentado sus obras completas con la edición de volúmenes recopilatorios de su actividad postal.

Un terreno que ha conocido especial floración en los últimos años tiene que ver con lo que comúnmente llamamos Generación del 27. Ese grupo de escritores (no solo poetas) o lo que en su tiempo se conoció como “joven literatura” ha concitado el interés de los investigadores y la cosecha de frutos ha sido formidable. Gracias a la edición de epistolarios de muchos de sus miembros, nuestro conocimiento de aquel periodo y sus avatares es mucho mayor y más perfilado. El periodo posterior a la guerra del 36 parece un terreno mucho menos roturado, cuando no en agraz. Una norma no escrita, pero que se suele respetar puntillosamente, prescribe que la publicación de las cartas de un autor debe tener lugar tras su muerte e, incluso, tras un prudencial transcurso de años. Esta es, seguramente, una de las razones por las cuales el periodo que sigue a la Guerra Civil se halle menos explorado. Justamente de este asunto trata el libro que reseñamos cuyo subtítulo reza: Sobre epistolarios inéditos en la cultura española desde 1936.

Sus editores, los profesores José Teruel y Santiago López-Ríos, tratan de los asuntos que venimos apuntando en su introducción, en donde perfilan con mirada panorámica las ventajas que presenta la edición de epistolarios, pero también aluden a sus asechanzas: renuencia de algunos autores a ver publicadas sus cartas “privadas” (caso paradigmático y célebre es el de los Marías, Julián y su hijo Javier), pérdida de los materiales por falta de archivos que los acojan, desinterés editorial, etc. Los autores destacan también el interés creciente que va cobrando la edición de epistolarios cuyo margen temporal se ubica en la segunda mitad del siglo xx, etapa que es justamente la protagonista de esta obra y sobre la que, como los mismos editores destacan, sobrevuela un hecho crucial en nuestra historia: la Guerra Civil (p. 21). Pero el periodo es mucho más rico como demuestra la pluralidad de voces y enfoques que se conciertan en esta obra, en la que se produce, en efecto, un “evidente diálogo” entre “unos capítulos y otros” (p. 21).

El libro se abre así con una mirada muy particular, la de la profesora puertorriqueña Luce López-Baralt, que trata sobre su propia correspondencia con quien fuera su maestro: el poeta Jorge Guillén. El margen temporal de dicha correspondencia abarca el periodo comprendido entre 1964 y 1982. Como destaca la autora “nuestro epistolario es modesto si lo comparamos con el que sostuvo con sus amigos poetas, pero resulta más veraz en la esfera íntima. Retrata mejor cómo era don Jorge en persona” (p. 32). En efecto, el Guillén que trasluce en los fragmentos entresacados tiene que ver con ese hombre vitalista y positivo, con la felicidad por bandera, que encontramos en el libro que mayor fama le habría de reportar: Cántico. López-Baralt no se circunscribe única y exclusivamente a las cartas que le envía Guillén, y que tiene la intención de publicar en volumen monográfico, sino que aduce otros testimonios del propio poeta o de su entorno para perfilar con mayor precisión los rasgos que definen la rica personalidad del autor vallisoletano. El interés que muestra el maestro hacia los progresos de su discípula, también sus afanes creativos o editoriales y, en último pero preeminente escalón, los avatares amorosos de la joven profesora constituyen los principales mimbres de unas cartas que la estudiosa aprovecha para realizar una agradecida semblanza de quien marcara de forma tan intensa su vocación filológica.

Javier Huerta Calvo, estudioso de la obra de Leopoldo Panero, figura que ha reivindicado con la edición de alguna de sus obras (por ejemplo, la antología En lo oscuro) y con diversos trabajos que ponen en valor la rica personalidad del poeta leonés, se centra en esta ocasión en un aspecto poco atendido: su “epistolario inglés” y, en cierta forma, la importancia que la cultura anglófila tuvo en su obra. Panero se desplazó a Inglaterra para aprender el idioma en los años treinta y, posteriormente, ejerció como funcionario del Instituto de España en Londres entre 1946 y 1947. Estas estancias le sirvieron para trenzar amistades con importantes personalidades de la cultura inglesa, pero también con españoles residentes en Londres de uno y otro signo político, pues como destaca su estudioso, Panero “supo estar por encima de los prejuicios ideológicos y políticos que a tantos otros condicionaron” (p. 57). Recurriendo a muy diversas fuentes, entre ellas de manera destacada al epistolario inédito de Panero, Javier Huerta Calvo describe con gran vivacidad los años ingleses del escritor: sus relaciones con figuras de la talla de T. S. Eliot, la importancia de sus traducciones de autores de habla inglesa en un país que miraba preferentemente hacia Alemania, las dificultades que encontró para abrirse espacio en un entorno que miraba con recelo a la España franquista, etc. Todo ello está contado con puntilloso rigor y solvencia documental.

El capítulo siguiente se ocupa de Dámaso Alonso, especialmente de un periodo transcendental y traumático en su vida, los años de la Guerra Civil, que pasa, “cercado de monstruos” como bien titula José Antonio Llera, entre Madrid y Valencia. Su perfil político moderado, ya que “había huido de los extremismos y se había adaptado hábilmente a las circunstancias” (p. 109), lo convirtió en diana contra la que disparar desde uno y otro costado ideológico: “en lo internacional resulto un fachista asqueroso, y en lo nacional un rojo indeseable” (p. 91), según escribe a Jorge Guillén. Llera bucea en el archivo de Dámaso Alonso custodiado en la Biblioteca de la Real Academia Española y ofrece datos novedosos sobre su situación durante la Guerra Civil y los padecimientos que hubo de arrostrar, su relación con el exilio o los avatares de la publicación de su libro más emblemático, Hijos de la ira. El encargado de dar el visto bueno a este libro como censor fue Leopoldo Panero y, en este punto, se produce un curioso cruce de noticias entre el artículo precedente y el presente. Así, apunta Javier Huerta Calvo que tuvo ocasión de revisar alrededor de doscientos informes de censura, entre ellos el de Hijos de la ira, y no encontró ninguno que desaconsejara la publicación (p. 76). Sin embargo, Llera señala que el informe sobre Hijos de la ira “ha desaparecido” (p. 99) y se pregunta si habrá sido destruido ex profeso. En cualquier caso, el artículo de Llera ofrece nuevas e interesantes pistas sobre una figura, la de Dámaso Alonso, que quizá ha quedado un tanto desdibujada dentro del grupo del 27.

Julio E. Checa Puerta y Alba Gómez García se ocupan del epistolario de Gregorio Martínez Sierra, a través de lo que denominan “estudio de caso” (p. 114), esto es, el análisis exhaustivo de una carta de gran transcendencia vital redactada desde Francia en julio de 1938. Los autores contextualizan la misiva aportando datos medulares sobre la biografía de los personajes concernidos y la situación personal por la que atravesaron. Curiosamente, la carta muestra un panorama muy similar al descrito por Dámaso Alonso en el apartado anterior sobre las vivencias que experimentó en el Madrid “rojo”: “Pasé angustias inenarrables. […] Horribles noches en vela, oyendo cómo fusilaban cerca de casa, temiendo que en cualquier momento me llegase a mí el turno” (p. 121). Esto conduce a Martínez Sierra a mostrar su simpatía hacia la causa franquista, aunque todo parece indicar que se trata de una táctica provisional para evitar posibles represalias en el caso de retornar a España. La carta, de enorme interés, muestra la encrucijada emocional y vital, no exenta de contradicciones y bandazos ideológicos, que hubieron de sortear quienes partieron al exilio.

De otro exiliado se ocupa Domingo Ródenas de Moya. Se trata de Guillermo de Torre, sobre el que ha publicado recientemente una excelente monografía: El orden del azar. Guillermo de Torre entre los Borges (Anagrama, 2023). Dicha monografía nos conduce por la vida de Torre hasta los años cuarenta, aunque en algunos capítulos, en los que Torre habla en primera persona, se da noticia de hechos relevantes acaecidos hasta su fallecimiento en 1971. En cierta forma, también el artículo incluido en este volumen incide en ese periodo, pues trata justamente del “epistolario del exilio”. Ródenas explora el rico archivo de Torre conservado en la Biblioteca Nacional y ofrece un estudio cuantitativo de su contorno (se conservan intercambios con 786 corresponsales), además de parcelarlo en grupos: cartas intercambiadas con exiliados y quienes quedan en España, con hispanistas y filólogos y cartas de gestión editorial. Ródenas se centra especialmente en el primer apartado y espiga diversas misivas intercambiadas con José Ferrater Mora, Francisco Ayala, Eduardo Westerdahl, Julián Marías, etc. Todo ello pone de manifiesto, una vez más, la importancia que tuvo Torre como constructor de puentes entre el exilio y el elemento liberal que permanecía en España. Dentro de ese estamento liberal podríamos incluir a la poeta Ángela Figuera Aymerich, de cuya relación epistolar con Guillermo de Torre se ocupa Raquel Fernández Menéndez para incidir en un aspecto de gran trascendencia en la actualidad: las dificultades que como escritora hubo de vencer para alcanzar el puesto que en razón de sus méritos artísticos le correspondían.

De mujeres trata también Carmen de la Guardia Herrero, quien se ocupa de la larga relación de amistad que mantuvieron Consuelo Berges y Eloína Ruiz Malasechevarria. Resulta fascinante la historia de esta última, figura prácticamente desconocida en el ámbito cultural español, pero de enorme riqueza vital e intelectual. Pasó de la militancia exacerbada en el comunismo durante la Guerra Civil a ocupar un cargo relevante en instituciones norteamericanas como el Wellesley College. Todo ello envuelto en una “metamorfosis” que la hizo cambiar su nombre original, Eloína Ruiz Malasechevarria, por el de Justina Ruiz de Conde. De la Guardia bucea en su correspondencia con Berges para abrir camino a una investigación que dará, sin duda, frutos muy destacados en fechas venideras.

Del exilio nuevamente trata el artículo de Ximena Venturini centrado en la figura de Francisco Ayala y sus lazos de amistad con el escritor argentino Eduardo Mallea y el filósofo Francisco Romero. Como fondo aparecen las vivencias del exiliado y su incursión en alguna de las revistas hispanoamericanas más destacadas de la segunda mitad del siglo xx: Realidad, La Torre y Sur. Un tanto peculiar es el exilio de la siguiente figura convocada en este libro: Néstor Almendros, conocido sobre todo por su labor cinematográfica. Elena Sánchez de Madariaga proyecta luz sobre algunas etapas de su itinerario vital, también en el entorno del exilio, aunque de un modo muy personal puesto que compartió la nacionalidad española con la cubana. Gracias a las cartas que envía a tres corresponsales femeninas sabemos de su paso por algunas universidades americanas (como Vassar College) para enseñar español, así como algunas vicisitudes posteriores en la Cuba castrista, en el París de los años sesenta o en Hollywood. Se afloran de este modo estampas inéditas de una figura sobre la que ha ido cayendo un cierto velo de silencio.

También Camilo José Cela vive, quizá, un periodo de semiolvido tras haber ocupado durante años un papel central en el escenario intelectual español. Arantxa Fuentes Ríos pone en valor su figura, destacando su trabajo como promotor de iniciativas culturales de gran trascendencia como la fundación de la revista Papeles de Son Armadans, un oasis de libertad en la España franquista. Destaca la autora la vinculación de Cela con la poesía y con los poetas, en este caso con tres figuras destacadas de la posguerra: José Agustín Goytisolo, Clara Lagos y Carlos Bousoño. Su colaboración con el autor de La colmena no estuvo exenta de tiranteces, según ponen de manifiesto los testimonios aducidos, sobre los que sobrevuela también el cuchillo de la censura, muchas veces autoimpuesta.

La Guerra Civil y el exilio resuenan en el artículo que Santiago López-Ríos (uno de los editores del libro) dedica a la relación entre Américo Castro y Miguel Delibes, por la que se cuela, con un papel destacado, el ensayista y narrador José Jiménez Lozano. López-Ríos aprovecha el contacto epistolar entre estos personajes para incidir en el magisterio que Castro ejerció sobre los novelistas castellanos, huella que se palpa en obras tan destacadas como Cinco horas con Mario, El hereje o El sambenito.

Dos son los trabajos dedicados a Carmen Martín Gaite. El primero de ellos, firmado por José Teruel –uno de los editores del volumen–, acopia nuevos materiales postales sobre la autora de Entre visillos, tras haber dedicado al asunto un volumen específico de sus Obras completas subtitulado “Cuadernos y cartas”, publicado en 2019 por Círculo de lectores/Espasa Calpe. El descubrimiento de estos materiales permite al investigador ofrecer nuevas perspectivas sobre la vida y la obra de Martín Gaite como son la importancia que concede a la escritura epistolar en sus ficciones, la vivencia traumática del fallecimiento de su hija y la reivindicación autorial frente a actitudes, podríamos caracterizar como machistas, que rebajaban sus méritos al catalogarla como “madame Ferlosio”. Sobre una modalidad peculiar de epistolarios, relacionada también con Martín Gaite, trata Maria Vittoria Calvi que rescata una curiosa colección de revistas –más bien fanzines– publicadas con el título de El interlocutor express en cuya elaboración participó un reducido grupo de escritores. Las colaboraciones tenían como peculiaridad estar escritas en diversos formatos de cartas y Calvi se detiene de forma concienzuda en la contribución de la autora de Nubosidad variable, que adoptó diversos e interesantes registros.

El volumen se cierra con sendos capítulos dedicados a autores más próximos a nosotros en el tiempo: el poeta José-Miguel Ullán y el narrador Rafael Chirbes. Ambos conversan con dos figuras del exilio: la filósofa María Zambrano en el primer caso y el crítico y profesor Carlos Blanco Aguinaga en el segundo. No son muchas las cartas que se conservan de la relación entre Ullán y Zambrano pero estas sirven a José Luis Gómez Toré para desvelar algunas intimidades de los personajes junto con informaciones relacionadas con lo que podríamos caracterizar como el taller del escritor. Las cartas exhumadas son, de este modo, testimonio de amistad y camaradería literaria. Distinto es el contacto entre Rafael Chirbes y Carlos Blanco Aguinaga, en donde, como apunta Álvaro Díaz Ventas, la relación tiene más que ver con la propia de un maestro y su discípulo. Chirbes, como se comprueba en las comunicaciones afloradas, sometió al juicio de Blanco Aguinaga sus textos, sobre los que éste se manifestó siempre con franqueza, sin eludir la crítica. Llama especialmente la atención el hecho de que el contacto se produjera en este caso a través del correo electrónico y que hayan pervivido tales mensajes gracias al cuidado de Chirbes que tuvo la previsora idea de imprimirlos. El libro se cierra de este modo dando cuenta de nuevas tecnologías que parecían dejar atrás el tradicional contacto epistolar, o al menos la posibilidad de que restarán testimonios documentales de él, abriendo al investigador un rayo de esperanza.

El valor de las cartas en el tiempo supone una aproximación rigurosa y fructífera a los estudios literarios sobre la segunda mitad del siglo xx español, poniendo en valor la importancia de los epistolarios como medio para penetrar de una forma más pormenorizada en la obra y el periplo vital de los escritores que se mueven en ese margen temporal. La calidad de las aportaciones raya a gran altura y la diversidad de los personajes convocados ofrece un rico panorama sobre una etapa muchas veces relegada dentro de nuestra historiografía, pero no exenta de interesantes vías de aproximación. Salen a la luz en este libro numerosos datos desconocidos y afloran vidas literarias prácticamente desconocidas, no exentas, sin embargo, de valor. Todos los trabajos siguen además unas pautas similares pues parten de correspondencias inéditas que contextualizan a través de diversas fuentes, prestigiando el contenido de dichas misivas sobre la mera transcripción textual. El libro cumple, en definitiva, con los propósitos académicos que se marcaba, pero a ello suma la amenidad, algo que no siempre suele ser tenido en cuenta en este tipo de obras.

Pablo Rojas
(Universidad Nacional de Educación a Distancia, Talavera de la Reina)

José Romera Castillo (ed.): Teatro, ecología y gastronomía en las dos primeras décadas del siglo xxi. Madrid: Verbum 2023. 512 páginas.

Siempre atento a las transformaciones sociales, el teatro, al igual que otras manifestaciones artísticas y culturales, constituye una herramienta fundamental a la hora de abordar las dinámicas que dan forma a la realidad contemporánea. Al mismo tiempo, precisamente por su capacidad para llegar a públicos diversos, se convierte en un poderoso instrumento de cambio y de concienciación ante algunas de las problemáticas más acuciantes a que nos enfrentamos en la actualidad, entre ellas la emergencia climática. Estas son las premisas que subyacen al volumen reseñado, que ofrece un panorama amplio y abarcador de cómo se han reflejado en el teatro más reciente, el de las primeras décadas del siglo xxi, dos cuestiones de indudable interés social: de un lado, la crisis provocada por el cambio climático; de otro, la gastronomía. El libro, editado y dirigido por el profesor José Romera Castillo, catedrático de la UNED y director del Centro de Investigación de Semiótica Literaria, Teatral y Nuevas Tecnologías (SELITEN@T), consta de un total de veinticinco ensayos, que se organizan en dos partes, entre las cuales, aunque separadas, existe una afinidad temática. Como aspecto de enorme interés, cabe señalar que esta publicación incorpora no solo trabajos de investigación, sino también aportaciones de dramaturgos y dramaturgas, que reflexionan sobre su propio proceso creativo. Recoge, por lo demás, los resultados del XXXII Seminario Internacional del SELITEN@T, de título homónimo, que se celebró en la UNED (Madrid) en junio de 2023.

Abre este libro colectivo un capítulo introductorio en el que José Romera Castillo hace un recorrido por el tratamiento que han recibido las dos cuestiones objeto de interés no solo en el teatro español actual, sino también desde una perspectiva diacrónica y atendiendo al ámbito internacional. De gran interés resulta especialmente el primer apartado del capítulo en el que, partiendo de una delimitación de los conceptos de ecología y ecologismo, el editor nos plantea una aproximación a la ecocrítica, corriente de crítica literaria que se ocupa de las relaciones entre la literatura y el medio ambiente y dentro de la cual se podrían integrar los ensayos que en el volumen conforman la primera de las secciones, “Teatro y ecología”. El segundo de los apartados nos ofrece algunas claves y ejemplos que muestran la presencia real, pero sobre todo simbólica, que la cocina y la alimentación han tenido y tienen en espectáculos teatrales de muy diverso tipo. Al margen de la relación y breve resumen que se incorpora de todos los ensayos que se integran en una y otra parte, me parece importante resaltar dentro de este capítulo inicial la bibliografía que se aporta, que puede resultar especialmente productiva para aquellos/as investigadores e investigadoras que deseen profundizar en estas cuestiones.

En la primera parte del volumen, bajo el título “Teatro y ecología”, colaboran un total de ocho dramaturgos/as, cuatro de los/as cuales participaron en la antología Planeta vulnerable. Teatro ecológico del siglo xxi, publicada en 2019 por Ediciones Invasoras y que recoge los resultados de la primera edición del proyecto homónimo llevado a cabo en 2017, impulsado por la Asociación Cultural Lanzambiental (Lanzarote) con la colaboración del Nuevo Teatro Fronterizo y el asesoramiento dramatúrgico de José Sanchis Sinisterra. Abre este conjunto de ensayos el de Gracia Morales, quien, a partir de sus obras Lavinia y El vuelo de los estorninos, plantea interesantes reflexiones sobre cómo llevar la temática ambientalista al teatro sin caer en el pesimismo pero también sin dejarse llevar por un tono excesivamente ingenuo y erróneamente optimista. Pedro Herrero Navamuel presenta su obra Éxodo, que deliberadamente ofrece un panorama desolador marcado por el calentamiento global y por una de sus consecuencias sociales, las migraciones masivas motivadas por causas medioambientales. Itziar Pascual Ortiz nos aproxima al terreno del ecofeminismo y, aunque inicialmente en interrogación, plantea lo positivo y enriquecedor de una escritura teatral ecofeminista dirigida a un público infantil y juvenil y de la que nos ofrece algunos ejemplos. Enrique Torres Infantes nos adentra, por su parte, en el desarrollo del proceso creativo de sus obras Silencios que matan y El jardín del Beagle, generadas en un marco de creación escénica colectiva, en el que se parte de una temática dada y de unas conversaciones con especialistas y lecturas iniciales. Para completar las perspectivas ofrecidas por estos/as cuatro dramaturgos/as, resulta fundamental la lectura del ensayo de José Romera Castillo, en el que enmarca la iniciativa Planeta vulnerable y realiza un detallado recorrido por las cuatro ediciones del proyecto, con referencias a las obras creadas y a los montajes llevados a cabo.

Fuera ya de esta iniciativa, la dramaturga Nieves Rodríguez Rodríguez explora las relaciones entre un teatro de la memoria y un teatro ecológico, de lo que plantea como ejemplo la obra A veces veo voces (palabra quemada), escrita en colaboración con Mar Gómez Glez y que gira en torno al problema del agua. Del director de Ediciones Invasoras y dramaturgo, Julio Fernández Peláez, se recoge un ensayo en el que realiza un recorrido por algunas obras de temática ambientalista de los últimos años, a la vez que reflexiona sobre las posibilidades de un teatro ecologista y plantea la necesidad de que este asuma una postura decididamente activista. En línea con las reflexiones presentadas por otros dramaturgos, Sebastián Moreno se pregunta por los enfoques que el teatro ha adoptado frente a la crisis ecológica, destacando algunas iniciativas que van más allá del pedagogismo o la elegía, como su propia obra Nana de la desaparición. En un sugerente ensayo, Luis Fernando de Julián reflexiona, por su parte, sobre las posibilidades que ofrece el uso de fotografías de desastres ecológicos como punto de partida para las creaciones teatrales, que se convierten, a su vez, en un amplificador del mensaje que se busca trasladar a través de las imágenes.

Dentro de los trabajos de investigación y crítica literaria de esta primera parte, encontramos ensayos de muy diverso tipo. Entre ellos, los más numerosos son los que se centran en el estudio de piezas concretas de una temática/enfoque ecologista. Ziqi Jiang presta, así, atención a dos obras generadas en el marco de la primera edición del proyecto Planeta vulnerable, Éxodo, de Pedro Herrero Navamuel, y Cuentos para futuros moribundos, de Carlos Molinero, piezas que el autor analiza bajo el marbete de las llamadas distopías ecológicas y que enfatizan tanto los aspectos científico-técnicos como las cuestiones ético-sociales de la crisis medioambiental. Pilar Jódar Peinado analiza, a la luz de la ecocrítica, tres obras de teatro que comparten el hecho de situar al espectador ante un escenario apocalíptico y que plantean como propuesta de solución la empatía: A veces veo voces (palabra quemada), de Mar Gómez Glez y Nieves Rodríguez Rodríguez, Blanco sobre blanco, de Luis Fernando de Julián, y Le es fácil flotar, de Eva Redondo. Novedoso resulta el enfoque desde el que Helen Freear-Papio aborda dos obras de Diana M. de Paco Serrano, Obsession Street y PCP, que son analizadas bajo una perspectiva ecológica que incide en el modo de funcionamiento de los ecosistemas disfuncionales que propone la creadora en estas dos obras. Una propuesta diferente es el proyecto de teatro comunitario Son d’Aldea, que, desarrollado en la parroquia de Santiago de Albá (Palas de Rey, Lugo), presenta en su ensayo Manuel F. Vieites, quien describe detalladamente esta iniciativa que cuenta ya con once ediciones y que genera un encuentro colectivo que pone en valor la cultura local donde se genera.

Más allá de nuestras fronteras, el volumen incorpora dos trabajos centrados en el estudio de la obra de autores y autoras de otras latitudes. Partiendo de la importancia que el teatro educativo tiene en la Italia de los siglos xx y xxi, y del enfoque planteado por su creadora, Ida Baccini, Maria Angelica Giordano Paredes analiza la obra de teatro Il viaggio di Sama e Timo, de Miriam Dubini, que, dirigida a un público infantil, lanza un claro mensaje ecologista. El teatro latinoamericano es explorado en el volumen a través del ensayo de José Leonardo Ontiveros, quien analiza la pieza del escritor venezolano Gustavo Ott, Tres noches para cinco perros, una obra de teatro documental basada en el vertido de petróleo que tuvo lugar en el Golfo de México en 2010.

Otros ensayos de esta primera parte proponen un enfoque más general y de carácter transversal. Martín B. Fons Sastre realiza, así, un interesante recorrido por la incidencia que los avances en las ciencias cognitivas tienen en la comprensión de la interpretación actoral, con especial atención a la ecología cognitiva del comportamiento. Sergio Camacho Fernández y Tan Elynn nos ofrecen, por su parte, una propuesta diferente, en la que analizan modelos de prácticas teatrales sostenibles a partir del ejemplo del ecosistema cultural de la ópera cantonesa, centrándose fundamentalmente en los teatros de bambú.

La segunda parte del libro, bajo el título “Teatro y gastronomía”, la abre un ensayo panorámico de Eduardo Pérez-Rasilla en el que hace un extenso recorrido por la presencia de la gastronomía en el teatro español de los últimos treinta años. De enorme interés resulta la clasificación que establece de un amplio repertorio de obras en torno a tres paradigmas: primeramente, espectáculos en los que la práctica de la cocina está presente en escena, con la participación de distintos sentidos del/a espectador/a; en segundo término, piezas en las que hay una presencia de la comida, pero no propiamente una preparación culinaria y, finalmente, obras en las que la gastronomía aparece como referencia pero no de un modo real. Siguen a este ensayo de carácter general las propuestas de dos creadores: Ignacio Amestoy disecciona su obra La última cena, que cierra el ciclo de piezas teatrales que ha dedicado al conflicto vasco a lo largo de treinta años y en la que la cena del título adquiere un carácter simbólico de final pero también de reconciliación; Javier de Dios indaga, por su parte, en la importancia que lo gastronómico adquiere en su obra como elemento ritual y, a la vez, impulsor de la trama en tanto que articula las relaciones humanas, atendiendo para ello a tres de sus piezas teatrales: Comida para peces, Praga y Una canción italiana.

En esta segunda parte del volumen, encontramos, por lo demás, cinco ensayos centrados en el análisis de la presencia de la comida en obras y autores/as concretos/as. Miguel Ángel Muro analiza, así, la adaptación teatral que en el año 2022 llevó a cabo Xavier Albertí, con la Compañía Nacional de Teatro Clásico, de El burlador de Sevilla y convidado de piedra, poniendo el foco en la puesta en escena que se hace del que se puede considerar uno de los momentos clave de la pieza: la “cena macabra”. Tras hacer un recorrido por la importancia que la comida tiene en el teatro de José Luis Alonso de Santos, Manuel Lagos Gismero centra su atención en el análisis detallado del papel que lo gastronómico desempeña en tres de sus obras: Nuestra cocina, La cena de los generales y Los jamones de Stalin, piezas estas dos últimas de carácter histórico. Beatrice Bottin nos acerca a otro autor, Rodrigo García, en cuya trayectoria teatral la comida ocupa también un lugar sobresaliente; en su ensayo, la autora se centra fundamentalmente en el análisis de la cuestión en algunos de los montajes de sus obras que llevó a cabo cuando dirigía el hTh de Montpellier y en la obra de teatro filmada Hamlet Kebab. Cierran esta segunda parte dos ensayos dedicados al teatro latinoamericano. En el primero de ellos, Mario de la Torre-Espinosa analiza dos interesantes montajes de la escena argentina reciente que se pueden englobar dentro del llamado teatro autoficcional y en los que la gastronomía (comida y bebida) se convierte en un elemento clave, que rompe la cuarta pared y llama a la participación activa del público: 200 golpes de jamón serrano, de Marina Otero, y Los amigos, de Vivi Tellas. Carlos García Ruiz analiza la adaptación teatral que en 2017 Johan Velandia lleva a cabo de la obra, de naturaleza híbrida, Tratado de culinaria para mujeres tristes, de Héctor Abad Faciolince; en su estudio, además de referirse al proceso de adaptación, el autor se centra en el abordaje de cómo la cocina se convierte en una metáfora del conflicto colombiano.

De todo lo expuesto se deduce el enorme valor crítico del volumen presentado, que realiza una aproximación novedosa al teatro de las últimas décadas y que se centra en dos cuestiones interrelacionadas de actualidad y de indudable interés social, como son la ecología y la gastronomía. La gran variedad de autores/as, temáticas y obras abordados, la diversidad de enfoques y ejes de análisis y la conexión con piezas teatrales de otras latitudes y periodos que podemos encontrar en los diversos ensayos que conforman el libro lo convierten en una obra de consulta fundamental para investigadores/as, creadores/as e, incluso, estudiantes, interesados en el devenir del teatro español más reciente. Por otro lado, considero sumamente enriquecedor el hecho de que, junto con artículos teóricos y de crítica literaria, se incorporen aportaciones de dramaturgos y dramaturgas que reflexionan sobre su propia creación artística y que nos acercan a la génesis de unas piezas que, en algún caso, son analizadas, luego, por otros trabajos del libro. Es, por tanto, de esperar que los ensayos que integran el volumen se conviertan en revulsivo y punto de partida de nuevas investigaciones que ahonden en las múltiples líneas que abre en relación a la capacidad del teatro para conectar con la sociedad y convertirse en un instrumento para la concienciación y el cambio.

Inmaculada Plaza-Agudo
(Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid)

2. LITERATURA LATINOAMERICANA: HISTORIA Y CRÍTICA

Wilfrido H. Corral: Peajes de la crítica latinoamericana. Madrid: Punto de Vista Editores 2023. 385 páginas.

Wilfrido H. Corral, crítico literario con una larga trayectoria, se ha venido significando, al menos desde la aparición en 2005 de Theory’s Empire. An Anthology of Dissent –que coordinó junto a Daphne Patai–, como una de las figuras más relevantes en la tarea de poner en cuestión los excesos cometidos por la llamada “teoría” en el campo de la crítica literaria de las últimas décadas y, más específicamente, sus efectos en la crítica latinoamericana y latinoamericanista. La actitud de Corral y las ideas fundamentales que desarrolla en el libro cobran sentido en la evolución de la crítica literaria en el campo de la universidad estadounidense durante las últimas décadas y en su indudable capacidad de radiación y contagio en otras geografías. Sus tomas de posición y las denuncias de sus males apuntan a este marco, un ámbito que conoce de primera mano pues en él desarrolló toda su carrera, primero como estudiante y luego como profesor de Literatura en varias universidades. Esta larga experiencia lo convirtió en testigo privilegiado de las transformaciones en los discursos críticos y los cambios radicales producidos en los departamentos de Literatura de Estados Unidos.

En un mapa abigarrado donde se sumaron progresivamente, entremezclándose, las tesis del postestructuralismo francés –fundamentalmente la noción de biopolítica de Foucault y el deconstruccionismo derridiano–, los cauces diversos de lo posmoderno, los ecos de los estudios culturales y sus proyecciones y reinvenciones pos/decoloniales y los postulados feministas y sus reformulaciones en el marco de la teoría queer –todos ellos reciclados a su vez en la recepción que las universidades USA llevaron a cabo de muchas de sus propuestas–, la voz de Corral se hizo notar cada vez más por su insistencia a la hora de revelar ciertas carencias en estas orientaciones que se fueron convirtiendo en hegemónicas.

En los trabajos que siguieron a la aparición de Theory’s Empire, El error del acierto. Contra ciertos dogmas latinoamericanistas (2013) y Condición crítica. Conversaciones con Marcelo Báez Meza. Crítica revisada (2015), Corral fue ahondando en la exploración de esas fallas y, de algún modo, Peajes de la crítica latinoamericana constituye un compendio de esas búsquedas previas, pues las preocupaciones y alineamientos mostrados en su obra anterior se reúnen e imbrican aquí. Peajes de la crítica latinoamericana puede considerarse así la culminación de una tarea crítica de gran calado y alcance, producto de una actitud polémica pero no dogmática, a contracorriente de las líneas dominantes y siempre practicando lo que él mismo define en el libro como “el arte higiénico y saludable de disentir del consenso”.

Esta posición se dibuja en la introducción, bajo el título de “Crítica de uno mismo”. Aquí expone las ideas fuerza del volumen, que fijan el punto de partida de sus reflexiones posteriores. En esta parte inicial Corral advierte del carácter cerrado de la crítica especializada –la que se practica en los recintos universitarios–, que solo dialoga consigo misma y se resiste a romper los muros que la enclaustran y a abrirse a públicos más amplios. Denuncia sus excesos teóricos y subraya un marco paradójico que está detrás de su análisis sobre la situación actual de la crítica latinoamericanista. Según Corral, es justo en el periodo, a partir de los setenta y ochenta del pasado siglo, en que esta crítica comienza a reivindicarse como ejercicio descolonizador que busca sacudirse la influencia de los paradigmas de las culturas dominantes, cuando cae de manera más nítida en una dependencia aún más acusada respecto a las propuestas venidas de esas mismas culturas hegemónicas de las que se pretendía liberar. Esta nueva servidumbre es, según Corral, el “peaje” que debe pagar el crítico si pretende ocupar un hueco en el campo crítico de la actualidad, y así –concluye– “no disminuye el número de latinoamericanistas que hacen venias de rigor a lo que consideran descubrimientos únicos, recientes y extranjeros” (p. 19).

Corral recurre, como prólogo al libro, a la versión abreviada de la introducción general a Theory’s Empire publicada en la revista colombiana El Malpensante, un texto que señala un punto de arranque clave de las posiciones que asumirá en su labor como crítico y que no abandonará en ningún momento. La recuperación de ese texto y su inclusión en el volumen es una manera de declarar cómo, casi veinte años después, las consecuencias de aquel giro teórico y lingüístico siguen estando vigentes. Entre otros efectos –y defectos–, Corral destaca el enclaustramiento de la crítica en sus propios códigos; la reducción radical de la pluralidad de sentidos de los textos literarios, al hacer depender su lectura de modelos teóricos que anticipan una interpretación que casi siempre es la misma; un presentismo que obvia y rechaza en bloque las lecturas del pasado, negando así el espesor semántico de la literatura que la tradición sedimenta a través de los años, y, en definitiva, un dogmatismo interpretativo que casa mal con la concepción de la crítica como ejercicio liberador y descolonizador que estuvo en el origen de estos nuevos paradigmas.

Tras este prólogo, el libro se divide en tres secciones: “Amortizar y solventar”, “Sin peaje: cuatro críticos sui géneris” y “Los novelistas como críticos”, y un Epílogo: “Hacia una crítica iberoamericana renovada”. En la primera, Corral retoma viejos argumentos para ilustrar con nuevos argumentos la situación actual de dependencia de la crítica latinoamericana –”con pocas ideas propias y sin disputar las recibidas”– respecto a las tendencias de la academia estadounidense, una coyuntura que se revela también en el lugar cada vez más marginal que ocupan los trabajos escritos en español dentro de este campo. Corral lo ejemplifica mediante el análisis de tres obras recientes de Abraham Acosta, de la Universidad de Arizona; Mariano Siskind, docente en Harvard, y Héctor Hoyos, profesor de Stanford. En otro de sus apartados se centra en la producción crítica en Ecuador, ejemplo de una situación de marginalidad aún más acusada dentro del campo latinoamericanista. Las figuras de Alberto Moreiras, y su libro Marranismo e inscripción, o el abandono de la conciencia desdichada (2016), y de Alberto Fuguet, representante máximo del ideario mcondiano que tanto impacto tuvo en el periodo de entresiglos, le sirven a Corral para insistir en la denuncia de lo que él denomina un “angloglobalismo” intelectual sujeto a “peajes” varios que limitan la riqueza deseable del ejercicio crítico.

La pregunta que sobrevuela el libro en su conjunto se formula en uno de los epígrafes de esta primera sección: cómo construir “¿Una crítica propia?”, frente a la convicción del autor de que “hoy, el abastecimiento de modas, la asociación libre contra el canon (obviando que la crítica, como otros géneros, tiene uno), la política personal, las contradicciones y los logros parciales de académicos trastornados con ideas extrañas atraen más que lo que disgustan”. La respuesta la encontramos en las dos secciones siguientes: “Sin peaje: cuatro críticos sui géneris” y “Los novelistas como críticos”. En ellas Corral analiza la obra crítica de una serie de figuras cuya producción se aleja de la actitud sumisa que ha denunciado en las páginas previas: Cristopher Domínguez Michel, con el desarrollo de una filología del siglo xxi renovada que se muestra en La innovación retrógrada. Literatura mexicana 1805-1863 (2016); César Aira y sus reflexiones sobre el arte y la literatura presentes tanto en sus ficciones y como en sus ensayos; el venezolano Josu Landa en Teoría del caníbal exquisito: crítica y espíritu modernista (atisbo) (2019); y en los autores que incluye en el capítulo “Los novelistas como críticos” –que de nuevo conecta este libro con su obra pasada, la recopilación del mismo título en dos volúmenes que coordinó junto a Norma Klahn en 1991–: José Balza, Enrique Serna, Patricio Pron, Leonardo Valencia, Alejandro Zambra y Enrique Vila Matas, entre otros, constituyen para Corral ejemplos de una crítica productiva y rica, construida fuera del campo académico y por tanto alejada de las sombras de ese discurso “anglófono” deudor incesante de la “teoría” dominante en un número cada vez mayor de los campus occidentales, allí donde, en palabras de Emil Volek que Corral recoge en determinado momento del libro: el “Latinoamericanismo […] se presenta sobrecargado en la teoría y al mismo tiempo deficiente en lo que toca a la investigación”.

El Epílogo de Peajes… sugiere desde su título, “Hacia una crítica iberoamericana renovada”, la exposición de una propuesta alternativa al estado de cosas descrito. Pero ya en sus dos primeras líneas, Corral elude ese compromiso: “Según los argumentos anteriores, Peajes de la crítica latinoamericana debe concluir sin ningún vaticinio”. En su lugar, comenta tres libros recientes dedicados a la literatura latinoamericana más reciente: Epílogo provisional. Una cierta tendencia de la narrativa latinoamericana actual (2017), de Elena Santos; Viceversa. La literatura latinoamericana como espejo (2018), de Constantino Bértolo, y Paisajes en movimiento. Literatura y cambio cultural entre dos siglos (2018), de Gustavo Guerrero. Valora positivamente los dos primeros y expone varias objeciones al estudio de Guerrero, pero de esos análisis no es fácil entresacar una conclusión sobre lo que debería caracterizar a esa deseable crítica renovada, cuáles deberían ser sus presupuestos, sus herramientas críticas y sus métodos de análisis. La pregunta sobre los fundamentos en los que debería basarse una “crítica latinoamericana independiente” –para usar los términos del propio Corral– queda en suspenso.

Peajes de la crítica latinoamericana es un libro ambicioso cuya escritura viene dictada por una pasión polémica típica de su autor; también un libro atravesado por una erudición a veces abrumadora que una y otra vez bifurca su discurso en direcciones plurales, lo que hace de su lectura un ejercicio tan exigente como estimulante. Sin duda podría discutirse una visión algo uniforme del campo crítico, al identificar en exceso y casi en exclusividad sus líneas dominantes con las practicadas en los campus de Estados Unidos, pero en cierto modo ello se explica en lo que tiene también la obra de Corral de autobiografía intelectual, pues sus ideas sobre la crítica literaria son resultado de sus pugnas y combates culturales en ese espacio donde desarrolló su trabajo crítico de principio a fin.

Destacaría como un último aspecto relevante del libro un tono rotundo de desencanto con la “academia”, con el trabajo intelectual en los campus universitarios, perceptible en un buen número de páginas del libro. Frente a esta crítica, Corral defiende aquella según él más libre producida fuera de sus recintos, más capaz de acceder a públicos más amplios; y serían fundamentalmente los propios escritores los que mejor representarían esta crítica que no “paga peajes”, según sus propias palabras. No deja de ser llamativa esta visión excesivamente virtuosa de esta “crítica libre no universitaria” –como la denomina Corral–, que aparece en las reflexiones y análisis del volumen totalmente libre de condicionantes, como si el mercado, entre otros factores nada inocentes, no existiera ni impusiera sus propias agendas y determinaciones.

Eduardo Becerra
(Universidad Autónoma de Madrid)

Matthew Bush: Other Americans. The Art of Latin America in the US Imaginary. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press 2022. 286 páginas.

La relación entre los Estados Unidos de América y las distintas repúblicas latinoamericanas es larga y compleja, y ha dado lugar a una amplia bibliografía que abarca diversos campos, desde la historia y la sociología hasta los estudios culturales y las ciencias políticas. Los problemas van desde la geografía a la nomenclatura, pasando por la visión que una región tiene de la otra. Desde la perspectiva hispánica, América es un continente, mientras que, desde el punto de vista estadounidense, se divide en dos continentes, norte y sur. Lo mismo ocurre con “americano”: si bien un mexicano o un paraguayo se consideran, después de ciudadanos de su país, americanos, para los estadounidenses, en inglés coloquial, ellos son los “americanos” y los demás son “latinos”, “latinoamericanos” o “hispanos”. Son los “otros americanos” a los que hace referencia el título de la obra que aquí nos concierne.

En esta obra Matthew Bush estudia la imagen que estos “otros” americanos tienen dentro de la cultura popular de los Estados Unidos y cómo se crea y se consolida esta imagen a través de la literatura y de la narrativa audiovisual (cine y televisión) por medio de las emociones y los afectos. A través de lo que Bush denomina “interpelación emotiva”, en la que las ideas se unen a los sentimientos para afectar a los individuos y avanzar una ideología (p. 21), el autor muestra lo difícil que es para el estadounidense medio entender la compleja realidad latinoamericana cuando lo que se muestra es una repetición de violencia, drogas y clasismo carente de profundidad analítica, que genera sentimientos de ansiedad, temor, disgusto y pena en el espectador los cuales apuntan a una representación de Latinoamérica como caótica y violenta. Estos sentimientos y la visión que crean tienen un impacto importante después en aspectos políticos y sociales, y sirven de apoyo a políticas populistas como las del reciente presidente estadounidense Donald Trump apuntando en 2016 a cómo de México solo llegan personas cargadas de problemas que traen drogas y crimen (pp. 5-6).

En su estudio, Matthew Bush analiza una serie de obras dentro del marco teórico de las emociones, siguiendo los postulados de Sara Ahmed (The Cultural Politics of Emotion, 2004/La política cultural de las emociones, 2015), Silvan S. Tomkins (Affect, Imagery, Consciousness, 1962-1992) y Sianne Ngai (Ugly Feelings, 2007), entre otros. Emplea esta teoría de una manera estructurada y meticulosa para centrarse en como varios melodramas que han logrado el éxito dentro del mercado estadounidense (y, en general, del mercado global) reflejan una visión negativa, en muchos casos violenta, de las repúblicas latinoamericanas, lo que contribuye a esa visión negativa que los estadounidenses, cuyo único conocimiento de la región es a través de estas ficciones, tienen de Latinoamérica.

Bush articula el texto en cinco capítulos, precedidos de una introducción y seguidos de una breve coda a modo de conclusión. El primer capítulo, “Staging Shame just across the Border”, se centra en la recepción en Estados Unidos de la obra del escritor chileno Roberto Bolaño (1953-2003), en particular de 2666. De hecho, no estudia toda esta novela, sino solamente “La parte de Fate” (la tercera sección de las cinco en que se estructura la novela de Bolaño), y como a través de la estructura melodramática en esa sección se evoca un sentimiento de vergüenza en el público lector estadounidense, una vergüenza generada por la percepción de su complicidad en los males que aquejan la zona fronteriza, como antaño ocurrió con la situación de los afroamericanos. El paralelismo entre lo que podría haber sido la situación de estos en los sesenta y lo que podría ser la zona fronteriza en la actualidad en términos de justicia social crea una experiencia hemisférica centrada en la afectividad negativa de la vergüenza para el público blanco estadounidense.

El segundo capítulo, “From Disgust to Pity”, supone un cambio de medio narrativo, de la novela al cine, y es un estudio de dos películas latinoamericanas centradas en la experiencia de la servidumbre indígena en el ámbito contemporáneo: Roma (2018) del director mexicano Alfonso Cuarón, y La teta asustada (2009) de la directora peruana Claudia Llosa. En su análisis de ambos filmes, Bush muestra cómo la estructura del melodrama mantiene una versión estereotipada, clasista y exótica de Latinoamérica. Aquí, el sentimiento generado entre el público estadounidense es de disgusto ante esta situación, y de pena por la condición en que se encuentra la servidumbre indígena, pero también, según Bush, de superioridad, al ver la desigualdad social centrada en diferencias étnicas que todavía existe en esta región, al contrario que en Estados Unidos, donde eso está (al menos técnicamente) superado.

En el tercer capítulo, “[Indistinct Chatter in Spanish]”, se estudia el medio televisivo a través de tres series de Netflix: Narcos (2015-2017), Narcos: Mexico (2018-2021), y el drama carcelario argentino El marginal (2016-2022). Este capítulo añada una breve semblanza de Netflix, la compañía de transmisión de video influyente en gran parte del mundo, especialmente Estados Unidos y Latinoamérica, y como Netflix “altera” los productos que produce en Latinoamérica para adecuarlos al paladar estadounidense y al beneficio económico. En cuanto a la base emocional, este capítulo se centra en el miedo, el temor a la violencia que emana de los países al sur de Estados Unidos, y la comodidad de saber que uno no vive ahí (en el caso estadounidense). Las dos primeras series juegan, además, a borrar la línea entre la ficción y la realidad, al alterar ciertos elementos reales para, supuestamente, beneficiar la línea narrativa, pero en el proceso altera la representación de eventos que tienen una clara carga sociopolítica. Así, los eventos que llevaron al asalto del Palacio de Justicia en Colombia en 1985 por parte del grupo M19 se presentan en la serie Narcos como instigados por Pablo Escobar con el único propósito de destruir los documentos que lo incriminaban cuando en realidad eso es altamente cuestionable, puesto que los objetivos del M19 eran otros. Además, mientras la serie responsabiliza solamente al M19 por el incendio que consumió el Palacio de Justicia, en realidad este se debió al bombardeo por parte del ejército colombiano. Estas alteraciones de la realidad son relevantes, puesto que crean una versión de Latinoamérica como “tierra sin ley” en la que los terroristas amenazan seriamente al gobierno de turno. Sin embargo, la audiencia estadounidense carece de información sobre los orígenes de estos grupos terroristas y esa información tampoco se ofrece en las series televisivas, por lo que la violencia que tanto temor causa en el estadounidense medio aparece como algo sin sentido, surgida de la nada.

El cuarto capítulo, “A Hit and a Miss”, vuelve al cine, esta vez hollywoodense, para estudiar un éxito, No Country for Old Men (2008) de los hermanos Joel y Ethan Coen, y un fracaso, Casa de mi padre (2012) de Matt Piedmont. El capítulo se centra en las dos aproximaciones opuestas a la angustia que genera el problema del narcotráfico en la frontera. La película de los hermanos Coen, según Bush, contribuye a perpetuar la narrativa de la frontera como una tierra de nadie, una zona violenta y peligrosa, mientras que la de Piedmont es más crítica con las presunciones en torno a esta representación y la angustia que ocasiona. El hecho de que la primera, la que confirma el estereotipo, haya tenido mucho más éxito (en premios y en taquilla) que la segunda, la que lo cuestiona, indica para Bush la preferencia de Hollywood por perpetuar el estereotipo de la frontera con México, satisfacer el entretenimiento del público, y lograr beneficios económicos.

El quinto y último capítulo, “Daniel Alarcón and the Anxious Poetics of Cultural Translation”, se centra en la otra de este autor peruano-americano. Este capítulo contiene varias ilustraciones: dos páginas de City of Clowns y las correspondientes dos páginas de la versión en español, Ciudad de payasos, así como una doble página a color con fotografías de un performance de La Ultima Reyna y un cuadro de Ángel Valdez y Alfredo Márquez. Bush arguye que mientras las narrativas de Daniel Alarcón, incluida la novela gráfica City of Clowns (basada en su cuento homónimo) atraen al lector hacia problemas sociopolíticamente complejos al tiempo que reducen la posibilidad de comprender esos conflictos en el contexto del capitalismo global, la performance y el cuadro antes indicados, mucho menos conocidos que la obra de Alarcón, hacen un mejor trabajo a la hora de representar esa complejidad. Los sentimientos aquí son compasión y empatía, pero también temor y rechazo a ese otro incomprensible.

Other Americans es un libro muy atractivo que contribuye a esa creciente bibliografía en torno a la relación entre Estados Unidos y Latinoamérica. Su relevancia viene de la demostración, a través de la teoría de las emociones y el empleo del melodrama, de cómo las obras artísticas (tanto en su vertiente impresa como audiovisual) afectan la percepción ciudadana dentro de Estados Unidos de lo que es Latinoamérica. En este momento en que tanto se critica a las humanidades es importante un estudio como este que conecta un análisis humanístico de obras artísticas con la representación sociológica y política de la realidad que habitamos. El autor no rehúye emplear la retórica del expresidente Donald Trump para mostrar cómo la imagen que presentan las obras influye en la mentalidad o el imaginario estadounidense.

El libro encuentra un buen balance entre literatura y medios audiovisuales (cine y televisión), entre obras hechas en Latinoamérica y en español, y obras hechas en EE UU y en inglés. Sin embargo, entre las limitaciones del texto se encuentra la selección de obras, inclusiva por un lado (obras cinematográficas de Hollywood y de América latina, novelas en español y en inglés), pero limitada por otro lado, como el mismo autor reconoce. Es decir, si bien la versión que se presenta en las obras es real, a veces da la impresión de que eso es todo, cuando hay algunas obras que presentan otra versión menos violenta de Latinoamérica. Por ejemplo, Bush recurre al drama carcelario argentino El marginal, pero alguien bien podría escoger otra serie argentina que tuvo relativamente buena acogida en Estados Unidos, en parte por la presencia de Robert de Niro, Nada (disponible en Hulu en USA, en Netflix en Latinoamérica) y que presenta un lado más amable y para nada violento de Buenos Aires. Si bien Bush toca ligeramente este problema con One Day at a Time o algunas comedias producidas en México (pp. 103, 112-113) en general se centra en las obras que reflejan su proyecto hasta el punto de obviar otras alternativas.

Con todo, Other Americans de Matthew Bush es una contribución importante al estudio de cómo se refleja Latinoamérica desde los Estados Unidos, y cómo esa imagen se construye a través del arte, sea este impreso o, cada vez más, audiovisual. Esta construcción del “otro” al sur de la frontera está llena de una larga historia de prejuicios culturales (que el autor resume brevemente) y refleja una serie de ansiedades y temores que polarizan el desencuentro entre ambas regiones: la civilización frente a la barbarie, el orden frente al caos, la tranquilidad frente a la violencia. La complejidad de ese “otro americano” se reduce para ajustarse a las necesidades narrativas que puedan ofrecer un producto fácil para el consumo y la satisfacción del público angloamericano, y beneficioso económicamente, por supuesto. En este proceso, como muestra Bush, incluso los actores pasar a ser productos intercambiables y generalizados, indistinguibles para el público anglosajón, sin ninguna consideración por las distintas regiones o los distintos acentos: Wagner Moura, actor brasileño, interpreta en Narcos al narcotraficante colombiano Pablo Escobar (Moura ni sabía hablar español antes de comenzar el rodaje, y se percibe el acento brasileiro cuando habla); Zoé Saldaña, dominicano-americana, interpreta a una colombiana en Colombiana; Benicio del Toro, boricua, hace de policía mexicano en Traffic; Javier Bardem, español, como el cubano Reinaldo Arenas en Before Night Falls; y así una larga lista. Continuando con el género audiovisual, Bush también pone de relieve el problema con las películas y series que, a pesar de ser realizadas en Latinoamérica, tienen una producción en parte o en todo extranjera, o están pensadas para un “público global”: ¿qué tan representativas son de la cultura que supuestamente representan?, ¿qué tanto se ajustan a las expectativas de ese público global, o estadounidense, para tener éxito? En el plano literario, otro problema que Bush pone de relieve es que muchas veces los autores entran en un autoexotismo en búsqueda del éxito que dificulta una representación veraz de la región. Temas apasionantes los que analiza este texto. Muy recomendable para aquellos estudiosos de la relación entre Estados Unidos y Latinoamérica, así como, en general, de temas de representación cultural y estudios fronterizos.

Miguel González-Abellás
(Washburn University, Topeka, Kansas)

Martha Lilia Tenorio: Borges y Góngora: un diálogo posible. Ciudad de México: El Colegio de México 2022. 319 páginas.

Mucho se ha especulado sobre la presencia efectiva de Virgilio, Dante, Cervantes, Quevedo, Góngora, Darío, Joyce o Lugones en la obra de Jorge Luis Borges. Estos personajes ocupan diversas escalas en el gusto y en el ejercicio del criterio borgeanos desde 1915, por lo menos. Así lo testifica el “Prólogo” que Georgie dedicara a las Notas lejanas de Norah Borges, fechado “7 abril / 1915”. De acuerdo con el fraternal protocrítico, este tesoro “en la galanura del estilo” exhibe influencias de ambos lados del Atlántico: “Su autora Norah F. Borges se ha inspirado entre los más modernos autores argentinos, Lugones, Carriego; y entre los españoles Góngora y del Valle Inclán y Moratin” (sic). He aquí la primera mención del autor de las Soledades en la voz, en la letra mejor dicho, de Borges. Luego viene una especie de hiato, porque en su correspondencia de juventud con Roberto Godel, Jacobo Sureda y Maurice Abramowicz o De Torre, Borges apenas menciona a Góngora un par de veces: nunca como una lectura trascendente, sino de manera tangencial. En el Círculo de Extranjeros en Palma de Mallorca (hacia mediados de 1920), discute a Darío, Nietzsche, Las mil y una noches; mientras, por su cuenta, lee a los expresionistas, Baroja, Unamuno, Croce, D’Ors, los romanceros y la picaresca. Antes de esta doble experiencia de lecturas, propina una cátedra sobre El Quijote a Godel, en carta del 11 de marzo de 1916. A los 15 años, siquiera como juego, establece influencias entre su hermana y la tradición hispánica; a los 17, una aguda exégesis del clásico cervantino. El joven crítico está listo para debutar en público.

En su dilatada relación con la tradición hispánica, las simpatías y diferencias de Borges suelen ser paradójicas: primero abomina de Darío, Lugones y Góngora; con el tiempo, su gusto va reconvirtiéndose: Darío se transforma en el primer contrapeso americano de la literatura española; Lugones, en precursor y taita de la poesía argentina moderna; Góngora, en una referencia permanente en las discusiones sobre poesía y poética. No pasa así con Joyce o Shakespeare, censurados a menudo por su sonoridad, por la musicalidad de su obra; ni con Quevedo, a quien paulatinamente condena al olvido. Este burdo registro, sin embargo, esconde la complejidad de las relaciones textuales, intertextuales e intelectuales entre los autores comentados, traducidos o expoliados por Borges.

Borgeana de clóset (aunque no tanto, pues ya había dedicado un par de artículos al Memorioso), Martha Lilia Tenorio se ha propuesto desentrañar, en Borges y Góngora: un diálogo posible, los intríngulis que la crítica de bulto pasa por alto o reproduce mecánicamente de fuentes previas. Este libro comprende tres grandes momentos de análisis y varios apartados introductorios o de transición. Por ejemplo, los capítulos “1. Borges y la literatura hispánica” y “2. Primeras inquisiciones” fungen como antesala de “3. Primera etapa: libros de juventud”, es decir, de Inquisiciones (1925) a El idioma de los argentinos (1928); el “4. Borges y el Barroco” sirve de transición para la segunda etapa, de Evaristo Carriego (1930) a Otras inquisiciones (1952); finalmente, el último capítulo abarca de El hacedor (1960) a Los conjurados (1985). Como se deduce, el estudio pretende ser exhaustivo y ahí radica uno de sus méritos: la autora busca alusiones e hipotextos; ecos temáticos, rítmicos o retóricos de la obra gongorina en la extensa bibliografía borgeana. Del índice, se infiere que Historia universal de la infamia (1935) estaría excluido del análisis. No es así: la discusión sobre la escritura barroca del prólogo de 1954 se aprovecha en el capítulo 4. Desconcierta asimismo que, al menos en dos ocasiones, la estudiosa atribuya el concepto de “enumeraciones dispares” a Rafael Olea Franco, cuando Borges lo acuña desde el prólogo de la primera edición firmado “Buenos Aires, 27 de mayo de 1935”.

Conocedora de Góngora, y de sus exégetas antiguos y modernos, Martha Lilia Tenorio saca provecho de una añeja y secreta fidelidad por Borges y sus martingalas literarias (entonces, la metáfora; ahora, la “adjetivación hipalágica”). Todo parte de una intuición y, yo diría, de una punzante curiosidad: “Desde la mera intuición de lectora, pienso que Borges y Góngora tienen mucho en común. No me refiero a influjos, sino a algo más profundo y sólido; creo que comparten una misma convicción estética en relación con la obra poética” (p. 3). El tema, sin embargo, viene de larga data. Lo particular del libro comentado radica no en un asunto tan manoseado, sino en la perspicacia con que se analiza las correspondencias estéticas entre la poesía gongorina y la borgeana.

Podría decirse que, en efecto, Góngora se encuentra presente en las disquisiciones de Borges sobre el ultraísmo, en particular, y la vanguardia hispánica, en general. Así, el cordobés está aludido en las proclamas, manifiestos y documentos polémicos que bonaerense prodigó en Ultra, Prisma, Proa y otras publicaciones de principios de los años veinte. Góngora no constituía el blanco directo de los ataques, ya que estaba referido de manera oblicua, como remoto precursor de Rubén Darío y sus discípulos, los rubenianos o rubendariacos. Sí atacó abiertamente a los modernistas en su vertiente simbolista, como lo manifiesta en “Al margen de la moderna estética”, de fines de enero de 1920, recién llegado a la comunidad ultraísta de Sevilla. Un sarampión expresionista con regresiones whitmanianas durante este año abre un enigma sobre el primer contacto productivo de Borges con Góngora. Solo a su regreso a Buenos Aires, hacia fines de marzo de 1921, aquél reaviva la discordia contra los modernistas rezagados y unos inesperados actores locales, los sencillistas acaudillados por Baldomero Fernández Moreno. Así vista, la experimentación con la retórica vanguardista en Borges está permeada por la lectura, traducción y estudio de los expresionistas; por la fuerte marca de Whitman y su ecumenismo lírico; por la influencia de Lugones, Cansinos Assens y Macedonio, en fin, por la de Quevedo, Stirner, Browne, Heine, Góngora, Darío, Herrera y Reissig.

Borges conoció a los expresionistas alemanes, hacia 1917, en Die Aktion y Der Sturm, sus principales órganos de difusión. Así, el 1 de diciembre, relata a su amigo Roberto Godel: “He leído últimamente gran cantidad de libros, publicaciones i revistas firmadas por los escritores jóvenes de Alemania. Todos ellos –Johannes R. Becher, Franz Pfemfert, Otto Ernst Hesse, Max Pulver, Gustav Meyrink, Franz Werfel, Hasenclever i otros muchos, son tan enemigos del militarismo como tú i lo declaran abiertamente”. En esas “publicaciones y revistas”, accedería también a los relatos de Franz Kafka. Podría decirse que experimentó un progresivo acercamiento a los poetas que se debatieron en las trincheras europeas, en particular; en general, a la lengua y la literatura alemanas con las previsibles automitificaciones: que si empezó con el Lyrisches Intermezzo o Die Nordsee, de Heine; que si con el Sartor resartus, de Carlyle, en fin, que si con Kant o Schopenhauer. De manera efectiva, a mediados de 1920 se atreve a intercambiar correspondencia con algunos colaboradores de las publicaciones expresionistas (Wilhelm Klemm y Kurt Heynicke); también, a solicitarles material bibliográfico y hemerográfico para traducirlo y difundirlo en español: verbigracia en las antologías expresionistas publicadas en Grecia, Cervantes, Ultra e Inicial. Este ejercicio, desde mi perspectiva, le permitió apropiarse de la adjetivación expresionista, en buena medida coincidente con la gongorina, generosa en hipálages, oxímoros y sinestesias.

En Borges y Góngora, resulta evidente una especie de paralelismo entre la estudiosa y el autor estudiado: el antiquevedismo de Tenorio Trillo solo es equiparable al mutable antigongorismo de Borges. Por momentos, asimismo, tengo la impresión de que hay un desbalance entre los autores comparados, no sólo por la distancia temporal, sino porque Borges teoriza (ensaya) sobre la poesía, la narrativa, la metáfora, la adjetivación, la rima y otras tecniquerías; escribe sobre centenares de autores (incluido Góngora) y es poeta a la vez. Mientras de Góngora solo se tiene su práctica poética y una caterva de críticos en bandos históricamente contrapuestos. Por practicar una escritura esencialmente especulativa y polémica, al ensayista no puede exigírsele precisión en las citas ni en los juicios ni en las fuentes ni en las fechas, pues la peculiaridad del ensayo radica en una deliberada asistematicidad, en la alusión o imprecisión de las citas, en una demoledora subjetividad y en un énfasis en los procesos más que en los fines; también, en su carácter debatible y en la sensación de fragmentariedad detonada por su lectura. Borges era eso, un ensayista, no un filólogo ni un erudito ni un crítico universitario o académico. Por esta razón, resultan cuando menos extraños juicios de este corte: “No sé si Borges lee mal simplemente porque lee mal, o está jugando al petulante, pendenciero. Me inclino a pensar que cita mal y no entiende” (p. 38). O bien: “Ya en 1926, a pesar de sus palabrosas fanfarronadas, Borges era ya un clásico” (p. 57).

Sospecho que el contexto de las citas permitía entender las diatribas y las injustas valoraciones de un polemista nato, por lo que me pregunto si era necesario apostrofarlo de “petulante”, “pendenciero”, fanfarrón o, como se dice más adelante, “algo chocante” y “pasado de listo” (p. 87), por citar unos casos. ¿La estudiosa también quiere parecer malcriada y provocadora? Se trata, a mi parecer, de un singular estilo expositivo que en medida alguna invalida la aguda lectura de los encuentros y desencuentros de Martha Lilia Tenorio con dos pilares de la tradición hispánica. Más allá de agotar un solo aspecto de Borges y Góngora, busco incitar a una lectura más cuidadosa de la que aquí presento. En este sentido, querría externar mi ignorancia sobre cómo contribuye, al menos en dos ocasiones, Ida Vitale a explicar los nexos entre Borges y Góngora, aparte de las coincidencias temáticas por las que la poeta uruguaya es traída a colación.

No obstante los pormenores que acabo de glosar como parte de un diálogo académico, Borges y Góngora no solo constituye un exhaustivo recorrido sobre la presencia de Góngora en la vida y la obra de Jorge Luis Borges. A lo largo del libro, descuella el estilo desenfadado, incluso irreverente, de Tenorio Trillo: un deliberado contrapunto respecto de la abundante enciclopedia que despliega tanto en el cuerpo del trabajo cuanto en el copioso aparato crítico. Esto demuestra que lo útil no está peleado con lo dulce. El viaje crítico propuesto por Martha Lilia Tenorio permite ver cómo la presencia de Góngora en Borges va, progresivamente, de más a menos: de menciones directas y recurrentes en los manifiestos y las teorizaciones vanguardistas a alusiones en ensayos, conferencias y relatos, hasta que el cordobés y su aura poética terminan siendo exorcizados en el monólogo dramático “A Góngora”, de Los conjurados (1985). Por lógicas razones, solo puede asistirse a la emergencia de la obra gongorina en la borgeana y destacar simpatías y diferencias de sus respectivas poéticas; sin embargo, entre líneas, se puede observar también cómo el precorrido modifica la lectura de sus precursores porque, con todo y las misreadings señaladas por Tenorio Trillo, afina sensiblemente, en la teoría y en la práctica, nuestra lectura de Góngora como las de Whitman, Joyce, Coleridge, Kafka, los expresionistas alemanes y muchos otros autores en los que se advertiría la idiosincrasia borgeana.

Finalmente, aun cuando hubiera querido glosar múltiples pasajes de Borges y Góngora donde se advierten inconsistencias de diverso calibre, me conformo con declararlas a fin de que la autora valore su pertinencia para una virtual segunda edición: Fervor de Buenos Aires se publicó en Imprenta Serantes, no “Serrantes”; en un empastelado informativo se cruzan datos de “Despedida” y “La Recoleta” (p. 50); luego, ¿por qué no se cita “A quien leyere” de la editio princeps, sino de los Textos recobrados de Borges?; de Fervor, además, se reproducen algunas tiradas con erratas evidentes (p. 49); ocurren imprecisiones en las fuentes de “Avatares de la tortuga” (p. 129), “Séneca en la orillas” (p. 141), “El arte narrativo y la magia” (p. 204) y “Sobre los clásicos” (pp. 24, 129 y 184). La “adjetivación hipalágica”, por último, constituye un aporte conceptual en la bibliografía borgeana; sin embargo, en ocasiones el oxímoron, el quiasmo o la sinestesia resultan asimilados por la hipálage, como en “ni el blanco sol ni la amarilla luna”, de “Límites”, que contiene un quiasmo evidente, ¿por qué explicarlo como “La hipálage del último verso del cuarteto […]” (p. 216)? Con estas notas mínimas, que no menores, solo he querido mostrar que el manejo de fuentes confiables resulta crucial en relación con Borges y supongo que también con Góngora: el desconocimiento de una edición o de alguna versión (impresa o manuscrita), en el caso del laberinto editorial que Borges construye compulsivamente, puede distraer a los críticos y, por ende, llevarlos a cometer anacronías inducidas por las diversas reproducciones o refundiciones de textos o por la duplicación o los cambios de títulos.

Antonio Cajero Vázquez
(El Colegio de San Luis, San Luis Potosí, México)

Ethel Barja: Poesía e insurrección. La Revolución cubana en el imaginario latinoamericano. Madrid / Frankfurt/M.: Iberoamericana / Vervuert 2023 (Ediciones de Iberoamericana, 143). 339 páginas.

Es este un libro que abre muchas expectativas, y ofrece algunas respuestas lúcidas, respecto la repercusión continental de la Revolución cubana, un acontecimiento histórico que ofrece todavía un desarrollo abierto, como lo desvela la propia autora al añadir a las conclusiones finales de su trabajo una significativa reflexión sobre el Movimiento San Isidro, que, aunque desborda el periodo de estudio, prueba que “el horizonte poético” sigue siendo “un foro insoslayable para repensar la promesa liberadora de la revolución” (p. 281). Es conocido que desde noviembre de 2020 este movimiento significó una reivindicación de la libertad de expresión en Cuba al reclamar la necesidad de un cambio social. Ello prueba, según Barja, que “la desintegración del tiempo de promesa revolucionaria no ha eliminado la promesa en sí misma” (p. 284) y a la vez que sigue vigente la sospecha sobre el arte y los artistas en el contexto cubano.

El libro adopta una nítida distribución de su planteamiento, tal vez fruto de un intenso trabajo de tesis doctoral. Se centra en los esfuerzos anticoloniales que implantó la Revolución cubana y exportó a países de América Latina, entre los que elige Centroamérica, Perú y Chile. La autora deja sentado un esfuerzo de conceptualización que se apoya en la idea de la anacronía del tiempo revolucionario, un concepto que se detrae de la obra de Jacques Rancière para definirlo como “la manifestación de las dislocaciones temporales ocasionadas por las convergencias de presente, pasado y futuro estimuladas por la esperanza en un cambio de gran magnitud” (p. 12). Por esta razón la poesía analizada, que responde a lo que llama “tiempo de promesa”, llegó a elaborar un archivo heterodoxo del anacronismo revolucionario, proyectado y alentado por las expectativas de un cambio radical.

De 1960 a 1980 se establece el “tiempo de promesa” o la época de la expansión transnacional del espíritu de insurrección, un tiempo en el que Cuba se convirtió en un centro cultural de vanguardia y a la vez se realizó un despliegue del pensamiento utópico que buscó elementos en el pasado para confirmar la presencia de la utopía en el presente y para el futuro. A este “anacronismo estratégico” se unirá el “anacronismo crítico” que se encargará, en un segundo paso, de identificar los componentes distópicos recurrentes que han obstaculizado la realización del tiempo de promesa. El propósito es observar cómo la cultura latinoamericana expandió el imaginario global de la insurrección apropiándose de las propuestas de la Revolución cubana, algo que repercutió en la victoria de Allende en Chile en 1970, en la Revolución sandinista, en El Salvador, o Guatemala.

Los tres capítulos de que se compone muestran con claridad el desarrollo de la investigación, así el primer capítulo, “Tiempo de promesa en la poesía cubana” aborda el concepto de “anacronismo estratégico” desde el momento prerrevolucionario a las reivindicaciones sociales en autores como Cintio Vitier, Nicolás Guillén y Nancy Morejón. Es pertinente la mención de los estudios de Julio Ortega que planteó la convicción utópica que se expresa en el arte y la literatura, pues la revolución significó una ruptura con el pasado y la apertura de una promesa utópica hacia el futuro. Su lectura se inicia con una reflexión sobre el pensamiento del Grupo de Orígenes, sin duda el conjunto más emblemático del siglo xx cubano, y al que se señala como fundador de caminos creativos y de ejercicios de lenguaje que se distinguen por su discurso de la abundancia y su fin trascendente. Para su análisis interesa sobre todo la figura de José Martí y la propia persona de su fundador, José Lezama Lima, en especial su interpretación de la teleología insular. Se hace notar cómo Cintio Vitier prestó progresiva atención a las circunstancias revolucionarias a pesar de que su libro Lo cubano en la poesía (1957) llegó a significar la convergencia entre la creatividad y el decurso nacional cubano. El legado martiano se procesa en Orígenes de acuerdo con el “anacronismo estratégico”, pues era una imagen provista de elementos sacrificiales y fundadores. No se puede olvidar que Lezama le atribuyó una era imaginaria que se desarrollaría en su propuesta cultural. Esta invocación a Martí por parte de los origenistas llegará a ser compatible con el discurso oficial cubano y coincidirá con el pensamiento de la Revolución. En realidad, es una interpretación que tiene un fundamento anterior en la vanguardia cubana, como también la obra de Rubén Martínez Villena, otro autor que se proyectará sobre la revolución cubana y que ya fue enmarcado por los integrantes de Ciclón. En esta línea se analiza la teleología insular de José Lezama Lima y su adaptación por Cintio Vitier, cuyos planteamientos difieren; en este como prolongación de la tradición nacional revolucionaria, mientras que Lezama la observa como punto de acceso a la historia, donde lo cubano tiene una proyección trascendentalista.

El grueso de la interpretación se centra en el análisis de algunos autores cubanos como Nicolás Guillén en El diario que a diario, el propio Vitier y Nancy Morejón. La obra del primero constituye un conjunto transmedial que privilegia la visión directa y que requiere la interpretación de las imágenes. El libro plantea el “anacronismo estratégico” para atraer eventos del pasado al presente de acuerdo con la utopía revolucionaria y así conectar el pasado y el presente de la Revolución. Diversas ideas se van sumando al análisis, como la funcionalidad del “hombre nuevo”. Algo que analiza en el poema “El rostro” de Vitier donde se puede observar el esfuerzo por sincronizar su estilo con la contemporaneidad revolucionaria. El principio absoluto que se impone es la protección a la Revolución, que Roberto Fernández Retamar destacó al decir que el trabajo de los intelectuales estaba condicionado por las ideas y la posibilidad de una realidad revolucionaria, o cuando José Antonio Portuondo asevera que a pesar de que oficialmente se reconoce la libertad artística, escritores y artistas están obligados a desarrollar integralmente una conciencia nacional, o cuando Juan Marinello sostuvo que un periodo histórico comprometido demandaba una literatura comprometida. Un episodio clave, porque choca con esta realidad, y que la autora destaca con acierto, es el de Ediciones El Puente (1961-1965) donde José Mario Rodríguez y Ana María Simo fueron víctimas de la persecución política y homofóbica al no explicitar su compromiso y afirmar la necesidad de rendir su obra a un pensamiento crítico. El último elemento de análisis en este apartado cubano es la poesía de Nancy Morejón que aporta una personalidad propia al manifestar su compromiso con la revolución sin abandonar sus temas personales. Del mismo modo, Morejón identifica elementos que prefiguraron la revolución en el pasado y la legitiman en el presente y para el futuro. “Mujer negra” que analiza, es un poema que considera la persistencia transhistórica de una mujer negra como elemento fundacional de la historia caribeña y cubana. Es evidente que pudieron ser más los nombres y los ejemplos, aunque estos sean representativos.

El segundo gran capítulo se centra en el “Tiempo de promesa en la poesía latinoamericana”, con el fin de visualizar el “anacronismo estratégico” a través de los horizontes mesiánicos y de los perfiles de los poetas guerrilleros en Javier Heraud, Roque Dalton, Belkis Cuza Malé, Claribel Alegría y Gioconda Belli; también se incide en la teología de la liberación de Ernesto Cardenal y en José María Arguedas. Sus obras coinciden con la difusión de un imaginario de insurgencia internacional, un ideario que se concentró en el Che, signo de la promesa de un cambio radical en Latinoamérica y cuyos atributos heroicos se destacaron con gran recurrencia en el terreno poético.

Destaca el espacio dedicado a la vida y obra de Javier Heraud al analizar poemas de su transición hacia la identidad de poeta-guerrillero, como “Balada del guerrillero que partió”, donde el autor manifiesta su identificación con los campesinos del Perú. Heraud asumió el ideal del hombre nuevo exaltado por la Revolución cubana adquiriendo incluso el pseudónimo de Rodrigo Machado. Barja ve en él la lógica del anacronismo estratégico con la que Heraud elabora una genealogía guerrillera nacional. Así analiza “Poema especial” donde se observa su esfuerzo por corresponder con el perfil de poeta-guerrillero. En parecido sentido se analiza la obra de Roque Dalton y su obra Las historias prohibidas del pulgarcito, libro intergenérico en el que Dalton se propone desmitificar la idea de que El Salvador no posee las condiciones idóneas para la revolución.

Es relevante el espacio dedicado a la escritura de mujeres donde resalta la esperanza revolucionaria y la situación de marginalidad. Sobrevivo de Claribel Alegría es una crítica irónica a un régimen de abuso generalizado en El Salvador, donde pone en interacción el tiempo precolombino con el tiempo de promesa revolucionaria para exhortar a la lucha armada. Analiza también Juego de damas de Belkis Cuza Malé, que plantea la participación crítica de la mujer en la revolución mediante la búsqueda de una genealogía feminista. El poemario presenta la percepción de la identidad femenina como un vacío ontológico que contrasta con la plenitud del sentido histórico del sujeto masculino. En la misma línea revisa Línea de fuego de Gioconda Belli cuya poética procesa la relación simbólica entre la mujer y la nación, como lo expresa en el poema “Ah, Nicaragua”. El libro plantea la libre expresión del erotismo femenino como desafío al orden hegemónico patriarcal, a la vez que propone la reivindicación de las dimensiones afectivas y eróticas. Todas estas poetas desmantelan el monopolio del discurso masculino respecto al campo semántico de la guerra y reintegran la imagen, el cuerpo y el devenir de la mujer a la historia cultural del tiempo de promesa.

Cierra el estudio de este capítulo con Homenaje a los indios americanos (1969) de Ernesto Cardenal y Katatay (1972) de José María Arguedas. El primero dentro de una visión anacrónico-utópica es un tributo al pasado nativo de América realizado en consonancia con la renovación de la teología de la liberación. El poema inicial ya homenajea la memoria de la resistencia indígena y ratifica una presencia activa del impulso revolucionario en la historia latinoamericana. Katatay de José María Arguedas, presenta la sincronización del imaginario de la Cuba revolucionaria con su propia poesía en la que, a través del anacronismo estratégico, subraya la carga simbólica de la persistencia del impulso rebelde en el pueblo quechua. De este modo se produce una convergencia de mito y poesía en la que la revolución adopta una estructura cíclica que asegura su renacimiento continuo.

El capítulo tercero analiza “El ocaso del tiempo de promesa” en poemas que dialogan con la desintegración de las expectativas de cambio radical y los efectos distópicos producidos por la Guerra fría. Así se revisan las obras de Heberto Padilla, Rodolfo Hinostroza, Cecilia Vicuña y Nicanor Parra teniendo en cuenta un contexto cubano marcado por las derrotas guerrilleras en Perú y Bolivia en 1965 y 1967, y el desprestigio de los campos de la UMAP, lo que lleva a poner en duda la efectividad del cambio revolucionario como transformación del continente.

Es este un capítulo que cambia de signo pues aborda el perfil del “profeta-anómalo” sumido en un horizonte apocalíptico en la poesía de autores como Heberto Padilla, Reinaldo Arenas y Rodolfo Hinostroza. Era esperado que trajera y analizara por extenso el Caso Padilla y obras como Fuera del juego, de la que se abordan varios ejemplos. En definitiva, se plantea en esta obra que el materialismo histórico impuesto ha implantado un modelo sacrificial en el que el tiempo del individuo es suplantado por el tiempo revolucionario. De ello es ejemplo el poema “En tiempos difíciles”. Un matiz distinto lo expresa Reinaldo Arenas que vivió marcado por su homosexualidad y la hostilidad ambiente hasta que formó parte del éxodo del Mariel. Barja explora su poemario El Central para dilucidar cómo su escritura procesa la experiencia distópica de la Revolución mediante el uso del “anacronismo crítico” en su poesía. Su poema “De noche los negros” delinea el paralelismo entre la experiencia de los esclavos en las plantaciones y la de los jóvenes que realizan el servicio militar obligatorio. En cuanto a Rodolfo Hinostroza, que fue becario en Cuba con Javier Heraud, pero con otra suerte, ya que rechaza la propuesta revolucionaria, en Cuba escribió su primer libro Consejero del lobo (1964) donde proyecta un escenario distópico que remite a la transformación de la utopía comunista en pesadilla.

El apartado dedicado a “Chile, el imaginario revolucionario y la promesa no cumplida”, tiene una especial significación, dado el contexto de la victoria de Allende, que constituyó el logro más significativo después de la revolución cubana. Estudia dos obras muy distintas, la de Cecilia Vicuña y la de Nicanor Parra. Sabor a mí de Vicuña es valorada en su carácter compuesto por poemas e imágenes como un “archivo de la desintegración del tiempo de promesa revolucionaria” (240) donde se destaca el carácter vulnerable de la promesa socialista, a lo que se une un feminismo erótico y revolucionario. Barja se fija en algunos títulos significativos de Nicanor Parra, como Artefactos (1972), para evidenciar cómo desafían la visión utópica revolucionaria y desarticulan el horizonte mesiánico con un lenguaje poético subversivo. El resultado es un imaginario distópico del presente revolucionario con un sesgo antipoético y anarquista.

En definitiva, es este un estudio de profundo interés que invita a mayores indagaciones, a añadir autores y títulos para ir trazando la historia poética de América Latina, en la que, sin duda, la Revolución cubana tuvo una gran incidencia. Por eso veo importante el intento de contextualizar, de acudir a los datos históricos, y hasta incluir los textos poéticos, que iluminan tantas veces la historia de la literatura cubana y la de la América Latina, una historia que se trasluce tras la utopía y la decepción hasta avanzar hacia el rebajamiento del horizonte utópico.

Carmen Ruiz Barrionuevo
(Universidad de Salamanca)

Joanna M. Moszczyńska: A memória da Destruição na escrita judaico-brasileira depois de 1985. Por uma literatura pós-Holocausto emergente no Brasil. Berlin / New York: Peter Lang (Estudos Luso-Brasileiros, vol. 1) 2022. 433 páginas.

Embora existam inúmeros estudos sobre diferentes aspectos da literatura judaica relacionados ao Holocausto e sua pós-memória, com relação a diferentes tradições nacionais e linguísticas, incluindo vários aspectos da literatura latino-americana, o caso da literatura brasileira até agora –exceto por estudos mais específicos ou contribuições isoladas– nunca foi abordado de forma verdadeiramente sistemática. Isso se deve em parte ao fato de que a exploração literária de constelações transgeracionais é um fenômeno relativamente recente. Um dos méritos do novo estudo abrangente de Joanna Moszczyńska é que, embora se concentre nos desenvolvimentos do século xxi, ela tem uma visão de longo prazo: a autora apresenta uma discussão detalhada da literatura de prosa ficcional judaico-brasileira, de 1985 até o período contemporâneo (2016). O estudo apresenta diferentes constelações dessa tradição de forma cronológica, ricamente inseridas em questões de história e gênero literários, relações transnacionais, bem como discussões teóricas de (pós)memória e trauma. O autor identifica 1986 (o ano após o fim da ditadura) como o ponto cronológico em que uma literatura judaico-brasileira capaz de entrar em um campo de memória transnacional começa a tomar forma (22).

A primeira parte do livro, de caráter amplamente introdutório, propõe uma visão geral e uma discussão teórica sobre o papel do Holocausto na literatura brasileira de um período anterior (1946-1985), quando os escritores lidavam com o Holocausto principalmente em termos autobiográficos, documentais e testemunhais. Por exemplo, um dos primeiros escritores pioneiros, cuja obra sobre a experiência dos exilados judeus no Brasil está sendo redescoberta atualmente, foi Samuel Rawet (Contos de imigrante [1956, 33]. Para dar uma visão mais completa do cenário cultural, Moszczyńska também faz uma breve digressão sobre os poucos exemplos da presença do Holocausto em escritores não judaicos, como as referências no volume de poesia de Carlos Drummond de Andrade, A rosa do povo, de 1945 (39). Nessa seção, ela também fornece uma visão geral muito útil do estado atual da pesquisa sobre esse tópico (pp. 44-49) e discute os motivos da frequente marginalização da literatura judaico-brasileira em relação, por um lado, às tendências étnico-nacionais da literatura brasileira e, por outro lado, principalmente por motivos linguísticos, ao corpus literário internacional sobre o Holocausto (54).2 Ao olhar para os desenvolvimentos mais recentes, o autor faz referência aos estudos de Michael Rothberg e Karl E. Schøllhammer que exploram a noção de “realismo traumático” como uma forma de conceituar a referencialidade da literatura contemporânea, com suas repercussões da experiência histórica “real” juntamente com as limitações cognitivas das gerações subsequentes (71).

Após essas reflexões gerais, a última parte da seção é inteiramente dedicada à obra de Moacyr Scliar, cujo trabalho da década de 1970 como “cronista da imigração judaica” (81) Moszczyńska considera pioneiro para desenvolvimentos posteriores. Considerado um escritor de literatura fantástica e reconhecido internacionalmente por seu O Centauro no Jardim (1980), Scliar, argumenta a autora, busca em seu trabalho uma estratégia paradigmática de hibridismo cultural e universalização literária, negociando o “conflito entre a cultura hegemônica e a tradição dos pais” (82). Embora a obra de Scliar esteja frequentemente preocupada com a memória do fascismo e da Segunda Guerra Mundial e, em geral, não seja um escritor de literatura sobre o Holocausto (100), é especialmente um conto de 1986, “Na minha cabeça suja, o Holocausto”, como mostra a autora em uma leitura detalhada, que pode ser visto como fundamental para as tendências pós-memoriais posteriores (88).

A segunda parte, que trata do período da década de 1990 e da virada do século, uma época em que o tema do Holocausto estava longe das preocupações da literatura brasileira convencional, identifica o gênero dos contos como o primeiro modo significativo de expressão na literatura judaico-brasileira pós-1985. Assim, nessa seção, a autora discute narrativas mais curtas de Samuel Reibscheid, Roney Cytrynowicz e Cíntia Moscovich (apenas a última se tornará uma escritora profissional conhecida posteriormente). O autor reconstrói cuidadosamente como o contexto contemporâneo, incluindo o surgimento do chamado “boom da memória”, favorece a concepção de trauma multidirecional, na medida em que “negros” e judeus podem ser percebidos como tendo vivido uma história de marginalização e exclusão (129; 133). Durante esse período de transição, como Moszczyńska o chama, esses autores recorrem com frequência a uma estética de transgressão (riso sardônico, o grotesco etc.), uma forma de apontar para o silenciado e o não dito.

A parte final e mais substancial trata do surgimento e do desenvolvimento do romance (autoficcional) no início do século xxi, amplamente caracterizado por comunidades pós-memoriais e relações transculturais. Na seção de enquadramento dessa parte, a autora fornece uma discussão detalhada do campo literário-institucional e cultural, destacando a progressiva internacionalização da literatura brasileira e várias iniciativas memoriais no âmbito sociopolítico e cultural. Em seguida, discute as características formais e genéricas do romance contemporâneo pós-Holocausto, que se distingue pela tendência de confundir gêneros, realidade e imaginação (186), e se diferencia em versões de Erinnerungsroman e novo romance histórico (191-194). Além disso, a autora ressalta que o surgimento da categoria “autoficção” está intimamente relacionado ao evento do Holocausto (202). Por fim, ela propõe uma série de diferentes cronotopos do realismo traumático: “idioma” (a pluralidade de idiomas, em relação às suas conotações políticas ou afetivas); “trauma” (com suas implicações de involução e deslocamento temporal); “corpoRe(al)idade” (o corpo étnico ou de gênero, o corpo traumatizado); “Drüben” (uma inflexão nostálgica, uma condição exílica –como no poema Drüben de Paul Celan) [204-224]. De forma convincente, a autora dividiu sua análise em duas fases diferentes, diferenciadas pelo gênero predominante dos escritores. Assim, a primeira fase (tratada no capítulo III.8) vai de 2001 a 2010, e dedica leituras detalhadas a romances selecionados de escritoras; a segunda fase (tratada no capítulo III.9) abrange o período de 2011 a 2016 e analisa romances igualmente representativos de autores masculinos.

Na primeira parte, então, Moszczyńska mostra que a subjetividade das narradoras/protagonistas femininas é expressa por meio de seus corpos, linguagem e socialização e, especificamente, por meio de genealogias matrilineares (228). Assim, o romance testemunhal de Halina Grynberg, Mameloshn: memória em carne viva (2004), trata de uma família de imigrantes poloneses e do trauma transgeracional inscrito no corpo feminino. O trauma herdado da filha leva a uma identificação com a mãe ed a um complexo de culpa, transmitido pelo próprio romance como um “evento traumático” (243). Em sua análise do romance de Giselda Leirner, Nas águas do mesmo rio (2005), com foco no tema da orfandade feminina, Moszczyńska destaca alusões intertextuais a Kafka, Celan ou conexões com representações literárias de Theresienstadt (Sebald) e enfatiza os aspectos transatlânticos, globais e multidirecionais da obra. Por fim, o aclamado Por que sou gorda, mamãe? (2006), de Cíntia Moscovitch, que trabalha com elementos do romance familiar, representa a obesidade como um fenômeno transgeracional de luto impossível (263), que remonta às duras condições de vida na Rússia (266). Baseando-se na teoria psicanalítica do trauma (C. Caruth), a autora interpreta a escrita dessa obra autoficcional como uma forma de recuperar o corpo e a história da família (272).

A segunda parte analisa o trabalho dos escritores masculinos, em uma época em que a literatura brasileira se tornou mais globalizada. A maior distância temporal e transgeracional da experiência do Holocausto favorece uma estrutura literária que usa o formato de uma busca e, portanto, raramente se refere à época do Holocausto como tal (276-277). Os romances desse passado recente se distinguem por uma maior abertura aos gêneros literários e à ficcionalização, bem como pelo tratamento das relações patrilineares: “O código patriarcal mantém-se surpreendentemente vigente na maioria das narrativas” (279). Desterro: memórias em ruínas (2011), de Luis S. Krausz, sobre a história de uma família de origem austro-húngara, explora a pós-memória da terceira geração. Moszczyńska analisa a abordagem arquivística do romance, a relação entre exílio e nostalgia, e destaca a dimensão multidirecional pronunciada, no que diz respeito à representação da obra da paisagem “subterrânea” e dos danos ambientais em São Paulo (em comparação com o imaginário urbano em A cidade sitiada [1949], de Clarice Lispector). Essas diferentes paisagens em ruínas são apresentadas por Krausz por meio de “uma tática de desmambulação, fragmentação e dispersão” (299). Em sua leitura do Diário da queda (2011), de Michel Laub, traduzido internacionalmente, a autora mostra como a relação patrilinear entre o narrador autoficcional e o avô, um sobrevivente traumatizado incapaz de falar (em contraste com a voz testemunhal de Primo Levi), leva a uma narração em que a busca pelo passado também leva a uma renúncia do passado, em uma tentativa de se libertar “dos arquétipos e modelos históricos” (308), típica desse tipo de narração de terceira geração. Embora Moszczyńska valorize essa tendência, ela também critica “um encadeamento questionável de catástrofes dispares” (319). Em Antiterapias (2012), de Jacques Fux, um Künstlerroman com elementos autoficcionais e uma infinidade de alusões meta-literárias e intertextuais (incluindo, novamente, Primo Levi [320-325], ou a poética da ausência em Georges Perec), a autora vê uma tentativa sintomática de “inscrever-se na judeidade depois da Destruição… num ato ético de autoficcionalização” (340).

Mentch. A Arte de criar um homem (2016) de Paulo Blank (também psicanalista e pesquisador independente) é um romance fortemente inspirado no sionismo e que trata do fenômeno da imigração para o Rio de Janeiro com grande atenção ao contexto sócio-histórico da década de 1950 (341-342). Nesse caso, a narrativa enfatiza uma educação matrilinear e a memória da Destruição preservada em objetos materiais e práticas e crenças comunitárias. O exemplo final, O Remanescente: o tempo no exílio (2016), de Rafael Cardoso, é uma saga familiar polifônica de uma família de judeus berlinenses que imigraram para o Brasil, inspirada e baseada em um romance autobiográfico, Seidenraupen, de Hugo Simon (365). O romance de Cardoso foi publicado simultaneamente em alemão, com o título Das Vermächtnis der Seidenraupen. Moszczyńska destaca as ressonâncias do romance com Os Anéis de Saturno, de Sebald, bem como a evocação do luto e da perda associada a figuras proeminentes como Stefan Zweig ou Lasar Segall (371); ela interpreta o texto como um “novo romance histórico” transnacional que oscila entre o presente do passado e sua inacessibilidade, entre Heimat e sua ausência (374; 380).

O que é realmente notável nesse estudo é o fato de Moszczyńska oferecer não apenas uma ampla história literária de praticamente toda a tradição da literatura judaico-brasileira (desde figuras parcialmente esquecidas até alguns dos escritores contemporâneos mais conhecidos),3 mas também integrar esse relato a cada passo no contexto do campo literário nacional e internacional, desde a distribuição de livros até a permutação do gênero literário. O livro fornece uma tapeçaria extraordinariamente rica de correntes sociopolíticas, filosóficas, literárias e culturais mais amplas, tornando-o um estudo extremamente informado e maduro. No entanto, a riqueza de detalhes e a sofisticação teórica nunca comprometem a clareza da prosa e da argumentação. As leituras individuais da terceira parte são muito sugestivas e satisfatórias por meio de sua contextualização “multidirecional” e interpretações matizadas. A autora incorpora muitas referências a desenvolvimentos e orientações transnacionais e se baseia em um quadro muito rico de estudos interdisciplinares e internacionais, o que abre continuamente o horizonte bem além da estrutura dos estudos literários brasileiros. Por outro lado, este estudo apresenta um argumento poderoso e rico em nuances para a importante contribuição que a literatura brasileira pode dar ao campo comparativo e multidirecional da literatura judaica da pós-memória e dos estudos da pós-memória em geral.

Jobst Welge
(Universität Leipzig)

Álvaro Baquero-Pecino: Sicarios en la pantalla. Familia y violencia globalizada en la era neoliberal. Madrid / Frankfurt/M.: Iberoamericana / Vervuert 2023 (Nexos y Diferencias. Estudios de la Cultura de América Latina, 79). 204 páginas.

Los estudios sobre cine latinoamericano aparecen simultáneamente como un campo creciente que abarca ya varias décadas de producción académica y como una disciplina que, a pesar de su trayectoria, no termina de consolidarse, especialmente en términos institucionales. Para muestra basta un botón: en la sección específica del último Congreso de la Latin American Studies Association (LASA), se organizó una mesa redonda con el descriptivo título “Publicar sobre cine latinoamericano y no morir en el intento”. Por eso mismo, Sicarios en la pantalla. Familia y violencia globalizada en la era neoliberal de Álvaro Baquero-Pecino representa un bienvenido aporte a un área de la academia siempre en ciernes. Un libro que destaca tanto por poner en foco una temática central a la producción audiovisual latinoamericana del siglo xxi, como por lo nutrido de un corpus que abarca el análisis de una docena de largometrajes y la mención a un centenar más. Aunque, y adelantamos aquí la conclusión, quede potencial por explorar producto de una propuesta metodológica casi por completo abocada a lo narrativo por sobre lo visual. En este sentido, vale aclarar que este volumen podría resultar un insumo útil para aquellos ocupados en la crítica literaria y los estudios culturales, pero no tanto para los estudiosos de la práctica del cine como oficio.

El largo aliento de Sicarios en la pantalla se desprende, en parte, del hecho que hunde sus raíces en la tesis doctoral defendida por Baquero-Pecino en 2010 y el trabajo ampliatorio que ha realizado desde entonces, aunque por ello no pierda coherencia y cohesión. Según la definición del autor, el objeto preciso de su análisis son las “representaciones de asesinos a sueldo adultos en películas producidas o ambientadas en Colombia, México, Brasil y España de 1995 a 2015” (p. 21). La distinción etaria, aclara, responde a que el foco de la labor crítica realizada hasta la fecha se concentra en sicarios niños o adolescentes y, por lo tanto, el libro se propone llenar un vacío bibliográfico. Especificando aún más, precisa que analiza “la figura del sicario en el marco de la familia, conformación ideológica y estética en la era de la globalización y el neoliberalismo” (p. 21). Si bien puede remontarse a tiempos bíblicos, lo que interesa al investigador del sicario como “producto cultural” es su resignificación en el último cuarto del siglo xx y lo que va del xxi como “elemento supuestamente representativo de un significante vacío llamado Latinoamérica” (p. 43).

Sigue que la hipótesis central e hilo conductor del presente volumen propone al sicario en la ficción como una “figura caleidoscópica” (p. 37) que, entre una multitud de lecturas permite observar “la evolución de los extremos cambios socioeconómicos de las últimas décadas y la manera en la que se ha impuesto el ideal de supuesto progreso basado en políticas que han fomentado la privatización de bienes y empresas públicas por parte de muchos Estados” (p. 21). Para demostrarlo, el autor estructura el libro en cuatro capítulos organizados con una lógica conceptual antes que cronológica, enmarcados por una introducción y unas breves reflexiones finales. A su vez, cada uno de estos capítulos respeta en su interior una estructura similar, comenzando con una presentación descriptiva, luego un análisis individual de entre tres o cuatro películas y, finalmente, el cierre con conclusiones generales.

Sicarios en la pantalla se beneficiaría de una introducción más robusta en la cual se justifique de manera contundente su recorte cronológico y corpus. Esta es una observación netamente expositiva, pues con el paso de las páginas queda claro precisamente qué es lo que Baquero-Pecino entiende por un régimen globalizado y neoliberal de producción cinematográfica vigente en el espacio iberoamericano a partir del desarrollo de algunos hitos que tan solo son mencionados en la introducción: el giro privatista y exógeno del cine mexicano signado por la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994, el llamado cine da retomada brasileño de mediados de los noventa y, en particular, los esquemas de financiamiento transatlánticos como el programa Ibermedia lanzado en 1998 (p. 178). Podría atribuirse lo sintético de la exposición inicial a que se da por descontando el conocimiento del marco histórico por parte de un lector modelo que se supone experto en la materia. Pero para todos los demás, incluso aquellos que vengan de otras disciplinas humanas o sociales, puede resultar insuficiente, especialmente teniendo en cuenta el inmenso alcance geográfico cubierto. También queda sin justificar el corte superior de la cronología ya que, ostensiblemente, el mismo régimen neoliberal de producción cinematográfica seguiría vigente, mas no se ofrece ningún argumento para poner tope al análisis en el año 2015.

Puede señalarse lo mismo para la presentación del “dinámico corpus genérico de estudio” (p. 21), al no ofrecerse inicialmente ninguna otra fundamentación del recorte más allá de la afirmación del autor que los largometrajes seleccionados representan una “muestra significativa” (p. 44). A medida que se van introduciendo las trece películas con el paso de los capítulos queda claro que prima un criterio ecléctico que combina producciones que ganaron relevancia gracias a los laudos de instituciones con gran caudal de capital simbólico (festivales de cine como el de La Habana o premios como los Goya y los Oscar), fenómenos comerciales como Rosario Tijeras, y filmes que, sin ser lo uno ni lo otro, son juzgados por Baquero-Pecino como pertinentes al análisis de una “metanarratividad extrema que ha conllevado una cierta normalización de la violencia en la pantalla” e instaurado al sicario simultáneamente como “un otro espeluznante” y como “una figura popular e identificable” (p. 180). Como el mismo autor reconoce, la televisión se presenta como un inevitable horizonte al cual expandir este trabajo, encontrándose allí los productos audiovisuales que más han informado a la cultura global reciente con respecto a la figura del sicario latinoamericano: Sin tetas no hay paraíso (2006), Breaking Bad (2008-2013), Pablo Escobar. El Patrón del Mal (2012), Narcos (2012-2015), por solo mencionar algunos.

Sicarios en la pantalla abona una línea analítica que se inspira en el psicoanálisis para pensar las narrativas del cine, la cual entiende que el cine desempeña un papel fundamental en la “conformación de imaginarios” (p. 38) sociales desde el siglo xx en adelante. Una tradición de larga data que puede rastrearse hasta el seminal De Caligari a Hitler de Siegfried Kracauer y la crítica feminista de Laura Mulvey. Más importante aún, el presente volumen actualiza este repertorio bibliográfico en español al incorporar referencias a nuevos clásicos como The Monstrous-Feminine: Film, Feminism, Psychoanalysis de Barbara Creed (1993) o The Politics of Affect and Emotion in Contemporary Latin American Cinema de Laura Podalsky (2011). Formado y empleado dentro de la academia estadounidense, Baquero-Pecino realiza un aporte al campo de los estudios del cine latinoamericanos al nutrirse de la bibliografía de los más consolidados film studies anglosajones y, no solo utilizarla como herramienta para su análisis de películas de Colombia, México, Brasil y España, sino difundirla mediante un libro publicado en idioma español. En este respecto, podría señalarse que, mientras las citas tomadas de originales en portugués sí fueron traducidas al español, aquellas en inglés fueron reproducidas tal cual.

Baquero-Pecino presenta al sicario como “una figura que permite observar desde diferentes ángulos las contradicciones de esta época” en términos sociohistóricos, dando en su análisis con lo que propone es una “representación de la familia nuclear, pilar de la narrativas de orden y progreso de la práctica totalidad de las sociedades occidentales” (p. 22) en tiempos de neoliberalismo y necropolítica justamente porque parte de una caja de herramientas que conjuga antropología, estudios de género y, particularmente, psicoanálisis. De allí que el autor entienda ulteriormente las “representaciones fílmicas de los sicarios” como “un retorno de lo reprimido que apunta “a la existencia de una serie de estructuras presentes en el subconsciente colectivo que quedan liberadas mediante estas manifestaciones culturales” (p. 22). En este sentido, la familia presente en el título del libro refiere no solo a las relaciones filiales y clientelares de los matadores, sino que estas son analizadas como “una estructura familiar simbólica dentro del marco de lo nacional” generadas por un Estado que, “incluso cuando parece estar ausente, controla a sus integrantes de manera palmaria o con mecanismos más sutiles”. En esta metáfora de celuloide, el “capital privado” y el “poder público” vendrían a representar “dos grandes familias” mafiosas que pujan en un “juego político y económico” (p. 22) donde el sicario es una pieza clave, su arma más letal y, sin embargo, no termina por aceptado en ninguna de las dos.

La exposición se va concatenando en una suerte de crescendo, construyendo cada capítulo subsiguiente sobre los argumentos del anterior, por lo que los últimos dos aparecen como los más potentes del libro. Es allí donde entra en foco uno de los mayores fuertes del análisis de Baquero-Pecino, que es la problematización de larepresentación de identidad de género” (p. 23) en las películas seleccionadas. Esto no solo significa exponer la construcción de la figura de la sicaria y los roles de género en las películas de acción protagonizadas por mujeres, tanto en el cine latinoamericano como aquel de Hollywood, como hace en el tercer capítulo, Revenge is beautiful? Sicarias: entre el cine de acción y lo monstruoso. Sino también, como ensaya en el cuarto, titulado “La muerte teñida de platino. Más allá del binarismo de género”, se aproxima al problema de la masculinidad de los hombres sicarios y su rol como “figuras paternas en la representación de la familia con un espacio afectivo neoliberal” (p. 161).

Es también en ese tramo final de Sicarios en la pantalla donde el autor le da forma concreta dentro del análisis a lo que llama ”la palpable influencia” del “cine producido en Estados Unidos”, que toma la forma de “cierta glorificación […] de la figura del asesino a sueldo, concebido muchas veces como un héroe o, al menos, como personaje con el que empatizar fácilmente” (p. 24). A partir de la disección del apego al marco de los géneros cinematográficos, la identificación de citas intertextuales y el señalamiento de conexiones personales se evidencia cómo Hollywood se cuela en Latinoamérica ya no solo con la fuerza y la violencia del capital económico, sino de maneras más sutiles, a través de la admiración, la referencia y la imitación. En particular, el fantasma del director y productor Quentin Tarantino sobrevuela todo el libro de manera implícita, tanto por lo influyente de sus películas durante el periodo aquí abarcado, y también por su relación con cineastas de ascendencia latina como Robert Rodríguez, citado como relevante para el presente estudio a partir de sus filmes El Mariachi (1992) y Desperado (1995). En este respecto, también es destacable la tematización de la representación del migrante latino como criminal en Europa. En la cinta española Nadie hablará de nosotras (1995), señala el autor, “se produce una identificación del crimen con lo latinoamericano y se reduce Latinoamérica a una invención llamada México”, un “significante vacío que remite a violencias, drogas y negocios ilícitos, cuya caracterización está llena de color local, pero se trata, literalmente, de un decorado” (pp. 81-82).

Cada pasaje donde Baquero-Pecino se concentra en el análisis de secuencias y planos puntuales resulta iluminador para el estudio de dichos largometrajes y, por eso mismo, se lamenta que Sicarios en la pantalla no presenta una agenda más sistemática con la cual aproximarse a la narratología audiovisual de las fuentes. El síntoma más cabal de esto es que, si bien como fue mencionado, el volumen incluye el repaso pormenorizado de trece largometrajes y menciones a decenas más, solo pueden encontrarse reproducidas siete imágenes, mayormente son utilizadas a modo de ilustración. En particular, y siguiendo el punto destacado en el párrafo anterior, sería interesante una profundización del trabajo comparativo entre el cine latinoamericano y el de Hollywood desde esta perspectiva. ¿La paleta de colores utilizada para presentar al Ciudad Juárez o Medellín es la misma en unas y otras producciones? ¿Cómo se filma la noche del D.F. en uno y otro? ¿Poseen gramáticas visuales diferenciadas y específicas para la presentación de la violencia en pantalla? ¿O acaso en ese aspecto también las producciones al sur del Rio Bravo han sucumbido a la influencia e imposición del cine comercial estadounidense?

En conclusión, Sicarios en la pantalla. Familia y violencia globalizada en la era neoliberal de Álvaro Baquero-Pecino representa un aporte relevante al desarrollo de los estudios del cine latinoamericano al identificar cómo “la figura del sicario en la industria audiovisual [ha sido] convertida en fuente de entretenimiento” (p. 181) y demostrar mediante el despliegue de un análisis deudo de la tradición de crítica con raíces en el psicoanálisis y los estudios de género cómo este “legado cinematográfico” se ha “convertido en un archivo audiovisual de un periodo de grandes cambios políticos, económicos y socioculturales que ha transformado la manera de producir, consumir y entender el cine” (p. 177). Además, contribuye mediante la actualización bibliográfica que implica el despliegue de una biblioteca producida en inglés. Con estas bases ya sentadas, queda abierta la invitación a profundizar ampliando tanto el corpus para incluir series de televisión, como el repertorio metodológico con herramientas que posibiliten el trabajo concreto sobre la dimensión visual de estas y otras fuentes.

Diego Labra
(Universität Hamburg / Alexander-von-Humboldt-Stiftung)

3. HISTORIA Y CIENCIAS SOCIALES: ESPAÑA

David San Narciso: La monarquía en escena: ritualidad pública y legitimidad política en el liberalismo español (1814-1868). Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales (Política y Sociedad en la Historia de España) 2022. 345 páginas.

Hace ya algunos años, en el transcurso del productivo seminario del Instituto Universitario Ortega y Gasset de Madrid –ahora Santos Juliá–, una colega me preguntó si un acercamiento cultural a la historia política se presentaba revelador para la comprensión tanto de los ceremoniales parlamentarios que entonces examinaba como para el papel que tenía en ellos la Corona. Después de una sesión intelectualmente exigente mi respuesta me temo que no fue demasiado aclaratoria. En aquel entonces, David San Narciso estaba preparando su tesis y, por consiguiente, no pude apelar al libro que resultaría de la misma y que se ha publicado recientemente, pues sin duda me habría servido como ejemplo y respuesta inequívoca de las virtudes de la historia cultural como método de análisis de la historia política.

En efecto, San Narciso estudia la capacidad de adaptación y la resignificación de la monarquía española en la etapa de cambio del Antiguo Régimen al liberalismo (1814-1868), unos momentos en que el liberalismo le quitó a la Corona parte de sus funciones y de su soberanía. El autor propone un acercamiento cultural a la política, analizando el ámbito simbólico de la ritualidad y la festividad. Es decir, examina los ceremoniales y el papel desempeñado en ellos por los distintos actores participantes: monarquía, élites políticas y población.

Este es, en efecto, un campo que se ha renovado de manera destacada en los últimos tiempos, y al que el autor contribuye con nuevas aportaciones. San Narciso no solo revela la complejidad que entrañaban estos actos, sino que también contribuye a entender con la profundidad necesaria los cambios que sufrió la monarquía con la llegada del liberalismo, que le permitieron renovarse y emerger como un elemento ya entendido consustancial a los regímenes postrevolucionarios constitucionales.

En otras palabras, el libro tiene un valor doble porque no se trata de un análisis per se de las celebraciones y escenificaciones públicas de los primeros dos tercios del siglo xix español, sino que es a través del estudio y análisis de estas realidades, que se nos ofrece un relato exhaustivo y preciso de los principales hechos políticos del momento. Por ejemplo, profundizando en las disidencias políticas entre Fernando VII y su hermano Carlos mediante las restricciones impuestas al segundo en los rituales cotidianos y ceremoniales, como la exclusión en las comidas o la supresión de carruajes. O las pugnas políticas entre moderados y progresistas –estos últimos reprimidos– en 1844 y 1845 a tenor de unas ceremonias institucionales que los políticos aprovechaban para vincular la Corona con el gobierno. O incluso con más clarividencia, la profunda crisis que sufrió la legitimidad de la Corona en el contexto de 1853-1854 al asociarse a los gobiernos reaccionarios. Un contexto hasta ahora indicado por Isabel Burdiel, pero enriquecido con el relato de San Narciso con evidencias del desaliento popular en los ceremoniales públicos con participación de Isabel II.

El autor viene a reivindicar una manera de trabajar la historia para acabar redimensionando la historia de lo político. Esta es sin duda una de las grandes virtudes del libro, que se asienta en una investigación detallada y que se acompaña de una redacción cuidada. Por todo ello, el trabajo viene avalado por el premio Miguel Artola de la Asociación de Historia Contemporánea en 2020, y cuenta con la dirección de las prestigiosas y reconocidas catedráticas Isabel Burdiel y Raquel Sánchez, que califican el texto de “análisis riguroso, brillante”.

Con todo, aparecen algunos puntos flacos que conviene remarcar, aunque hasta cierto punto no dejen de ser matices. En primer lugar, se detecta una cierta desunión entre el planteamiento inicial y el cuerpo del texto, o como mínimo con relación a la parte más inicial del texto. Es decir, el autor apela al proceso de adaptación de la monarquía al impacto del liberalismo, pero en realidad eso no se corresponde del todo con la primera parte del libro, dedicada al reinado de Fernando VII, o como mínimo si nos referimos a los dos períodos absolutistas antes y después del Trienio Liberal (1820-1823). Como bien demuestra San Narciso, en esos momentos el monarca aprovechó la ritualidad para imponerse a la realidad liberal y dar continuidad a su poder absoluto o incluso concentrando el poder con mayor grado. Lo que demuestra Fernando VII en tiempos del absolutismo, si bien resignifica su posición mediante los ceremoniales, en realidad no pretende presentarse como elemento del liberalismo. Al fin y al cabo, el mismo autor nos demuestra cómo fue “la intención del rey” “apropiarse de celebraciones populares para mutarlas en exaltaciones hacia su persona”, tales como el 2 de mayo. Es más bien, en tiempos del Trienio Liberal o a partir de la década de 1830 que el liberalismo toma formas de mixtificación en sus celebraciones con la tradicional ritualidad usada por la monarquía.

Tal vez el planteamiento inicial tendría que haber sido el de reforzar las contradicciones del proceso de consolidación de la monarquía liberal que nos llevan hacia el reinado de Isabel II, y que el mismo autor desentraña perfectamente durante el Trienio Liberal y la Regencia de María Cristina, entre otros períodos. A modo de ilustración, se refiere a los conflictos aparecidos entre un monarca en pugna con las instituciones liberales por el control de la ritualidad, hasta el punto de ausentarse de ciertos actos, o cuando eso no era posible tuvo que someterse simbólicamente a la soberanía nacional en las aperturas de Cortes. Por el caso, Fernando VII tuvo que entrar descubierto a la sede parlamentaria en el Trienio Liberal y ver como no se aceptaron besamanos ni reverencias, mientras el acto integraba un paseo por la capital por un trazado simbólicamente vinculado a la sublevación de 1808. Otro ejemplo de estas contrariedades que ofrece el autor pasa por las reticencias de María Cristina hacia los ceremoniales políticos durante su regencia. Y aun así tuvo que claudicar y tomar parte de unos acontecimientos que reducían su papel simbólico y confirmaban la relevancia de la nación encarnada en las Cortes, por ejemplo, mediante la invitación del presidente de las Cortes a asistir y la eliminación de besamanos y autorizaciones reales. Para redondear esta coherencia hubiera sido deseable empezar el relato en 1808, con los cambios ceremoniales introducidos tanto por José I como los aparecidos con el ordenamiento de Cádiz, a pesar de la ausencia de Fernando VII.

Otra problemática difícil de resolver para todos los que nos acercamos a estas temáticas es la del papel de la audiencia. Sin lugar a dudas, es fundamental considerarla, y San Narciso la tiene en cuenta. Con todo, nos encontramos con el límite de saber hasta qué punto dar valor a este tipo de expresiones (me incluyo entre las personas dubitativas). Es obvio que revelan tendencias, pero también nos pueden llevar a incoherencias. Así, si durante los últimos días del Trienio Liberal Fernando VII estuvo expuesto a actos de censura e insultos por parte de la población en algunos ceremoniales e incluso recogió silencio como muestra de censura, en particular en su recorrido hacia Cádiz en 1823, no se entiende que en la vuelta hacia Madrid el clima fuera de aclamaciones y entusiasmo sin más. O bien nos descubre mucho de la limitada capacidad de revelación que se puede otorgar a las aclamaciones populares.

En cualquier caso, estos pequeños detalles no empeñan un excelente trabajo, que se asienta en una muy rica bibliografía, con una dimensión comparativa y con una perspectiva de género intrínseca en el análisis.

Oriol Luján
(Universitat Autònoma de Barcelona)

Salvador Calatayud, Jesús Millán y María Cruz Romeo (eds.): Reformas antes del reformismo. Estado y sociedad de élites en la España contemporánea. Granada: Comares 2022. 359 páginas.

La Historia ha demostrado que los elementos constitutivos básicos de un Estado son la población, una superficie y la soberanía, sin los cuales no puede existir. Sus constructores le dotan de una organización político-administrativa autónoma capaz de ejercer la soberanía, imponer orden y regular las directrices básicas de esa población incluida dentro de un territorio definido. Esa organización encierra capacidad de poder y disposición de recursos para imponer leyes y aplicarlas en su territorio manteniendo un umbral de orden interno y esgrimir la autonomía suficiente a la hora de resolver un ataque exterior. Pero, además, el Estado contemporáneo ha elaborado también ese poder mediante instrumentos culturales dotados de narrativas y simbolismos que facilitan la cohesión y la aceptación como el sistema educativo, la organización física de la salud pública, las comunicaciones, la emisión de moneda, etc.

Cuestión aparte son las diferentes maneras organizadas de acceso al poder, la canalización de los deseos de los diversos partidos políticos y grupos sociales por alcanzar el gobierno y sus límites, las diferentes políticas sobre defensa exterior dentro del contexto internacional…, es decir, cómo se toman decisiones, cómo se ejecutan y cómo se organizan los diferentes instrumentos que se encuentran en manos del Estado, o de quienes construyen el mismo. Es ahí donde se encuentran en gran parte las diferencias entre los modelos de Estado que se han levantado en la Edad Contemporánea.

La historiografía centrada en el análisis del Estado ha abordado la cuestión del caciquismo y el clientelismo, la corrupción, la organización de la participación electoral, la constitución de instituciones de representación estatal, el alcance de la acción estatal, la erección de la policía y la guardia civil, la gestión de los políticos, etc. Pero el presente libro colectivo plantea otra óptica diferente.

Durante el siglo xix, en España se intentó construir un Estado liberal, siguiendo modelos e inspiraciones europeas, como numerosos países del Viejo Continente. Con la intención de analizar, precisamente, políticas reformistas que intentaron impulsar algunos de aquellos instrumentos que utilizó el Estado para facilitar la cohesión social en torno a este proyecto de modernización resulta de utilidad la lectura de este volumen. Además, la historiografía se encuentra replanteándose actualmente el papel de las élites en la configuración del Nuevo Régimen Liberal y, por ello, su apoyo a políticas reformistas que no necesariamente nacieron de dinámicas al margen del Estado. Los editores se sumergen en el análisis historiográfico sobre la definición de Estado liberal, sus raíces intelectuales y sintetizan las investigaciones que señalan que, en toda Europa, las actuaciones estatales desde los tiempos ilustrados no estuvieron determinadas por lógicas perfectamente predecibles, como si de un plan preconcebido se tratase. De esa manera, surge la existencia de ámbitos en que la acción del poder fue objeto de debate, al preguntarse sobre qué aspectos debía basar el Estado-Nación su poder y qué instrumentos y ámbitos debía utilizar. De esa manera, los autores proponen un análisis de los recursos movilizados por la elite liberal edificadora del mismo, en su actuación sobre los grupos sociales y los elementos que impulsaron la evolución hacia el reformista final del siglo xix. Los editores han agrupado los capítulos del libro en dos bloques temáticos, reuniendo en el primero tres investigaciones sobre los comienzos de la construcción estatal en España desde las tensiones que provocaron la ruptura de la Monarquía del siglo xviii, valorando las aportaciones de aquellas ideas, debates y propuestas reformistas que se trasladaron a la siguiente centuria.

Pablo Cervera aborda las aportaciones de los regalismos en el debate económico en un espacio temporal de larga duración (1700-1820). El enfrentamiento entre el Estado borbónico y la Iglesia católica implicó a un abanico de paisajes y personas, pero el autor se centra en el impacto económico y en la herencia posterior. Por su parte, Jesús Millán y María Cruz Romeo aportan lo que parece una heterodoxia, pero, realmente, es un ejemplo de que deben romperse las ortodoxias en interpretación histórica, para intentar comprender mejor el pasado. Desde el posicionamiento católico y antiliberal se cuestionó la afirmación de que la libertad en todos sus órdenes ayudaría a la superación de la pobreza en el siglo xix. Manuel Pérez de Molina y Ramón de la Sagra llegaron a defender, de esta manera, un aumento del intervencionismo estatal en la sociedad y la economía para paliar la pobreza y la llamada “cuestión social”. Siempre, por supuesto, defendiendo el papel identitario y el valor del catolicismo como fuente de soluciones, pero defendiendo un Estado que demandara más recursos y competencias para paliar el pauperismo. En un tercer trabajo, Oriol Luján defiende la necesidad de explicar el progresismo isabelino no sólo mediante el análisis de sus diferencias y cercanías con el moderantismo, sino desde la investigación de las aportaciones de actores políticos no integrados en las elites del partido. De esa manera, presenta una revalorización de las bases sociales populares –no electores y obreros– que apoyaron, en diferentes momentos, las actuaciones de los líderes del Partido Progresista, valorando hasta qué punto presionaron para imponerles política reformistas.

Un segundo bloque reúne seis trabajos que analizan cómo el Estado liberal organizó diversos instrumentos que utilizó para organizar población y territorio e imponer su poder (ejército, sistema educativo, intervencionismo hidráulico y sistema sanitario) y el pensamiento reformista que ofreció otros caminos para su elaboración y actuación. Ester García analiza el cuestionamiento del sistema político liberal construido en el reinado de Isabel II que desarrolló el pensamiento republicano, el cual llegó a la conclusión de que cualquier clase de política reformista fracasaría si no se construía un Estado liberal-democrático sobre bases diferentes. Analiza específicamente el ejemplo de reforma de uno de sus instrumentos de cohesión y poder estatal, el ejército, replanteado desde ideas antimilitaristas como una institución de ciudadanía activa. Su posible reforma, durante la Primera República, fue imposible por las contradicciones entre propuestas utópicas y realidades cotidianas que –junto a otras reformas fallidas– provocaron la desilusión de la sociedad por el régimen republicano. Varios autores firman una reflexión sobre la evolución de reformismo en la construcción del sistema educativo nacional entre 1857 y 1901, quizá el menos original en cuanto a aportaciones de todos aquellos que reúne este volumen. Los autores señalan los límites de la política educativa liberal para aumentar la alfabetización de la población y su transformación en el capital humano que demandaban la modernización y la transformación económica. El fracaso conocido de la educación primaria, sin embargo, no frenó el interés por impulsar una enseñanza media que preparara a aquellos profesionales que el Estado y la sociedad necesitaban, profesionales liberales y funcionarios de todos los niveles y ámbitos.

Pilar Salomón aborda el enfrentamiento entre Iglesia y Estado en un campo tradicional como es la educación, a través del debate sobre la libertad de enseñanza entre 1889 y 1913. Ámbito de confrontación entre el reformismo secularizador y el movimiento católico, la educación fue considerada un arma para la formación de ciudadanos liberales y librepensadores por numerosos sectores eclesiásticos que movilizaron a los padres católicos para frenar la intervención estatal. La autora subraya la contradicción –tan humana, al fin y al cabo– de numerosos católicos antiliberales que apelaron a la libertad de enseñanza para proteger a la escuela católica frente a las políticas secularizadoras. Desde posiciones progresistas, pero también liberal-conservadoras, durante la Restauración ambas corrientes defendieron el derecho y deber del Estado en la formación de la población, lo cual le legitimaba para intervenir en la educación mediante la legislación y la inspección de todas las instituciones docentes –públicas y privadas– con el fin de garantizar unos mínimos de calidad que justificaran la concesión de títulos que el Estado se arrogó en exclusividad. La cuestión educativa supuso un aliciente para la lenta creación de un movimiento católico que defendió la confesionalidad de la educación mediante la apelación a la libertad de enseñanza, la cual también le permitió fomentar la alternativa privada confesional, logrando eficazmente sus objetivos hasta 1931.

Salvador Calatayud aborda los cambios que, en política hidráulica, se generaron a finales del siglo xix cuando la iniciativa privada no cumplió con las esperanzas del pensamiento económico liberal. Fue necesario, en consecuencia, una mayor intervención del Estado, pero también una iniciativa agrícola para lograr el Plan General de Canales de Riego y Pantanos de 1902. Demuestra que la intervención estatal aseguró la viabilidad del riego e impulsó una administración pública hidráulica con el cambio de siglo. A continuación, Joaquín Puigvert analiza los orígenes de la defensa de la intervención estatal para la construcción de una salud pública y los fracasos de un modelo mixto liberal que no pudo hacer frente al reto fundamentalmente por falta de presupuesto e inversión suficiente, en comparación con otros países europeos. Y el volumen finaliza con una reflexión sobre las causas que explican esas diferencias entre España y otras naciones continentales a cargo de Antonio Rivera. Presenta la evolución del camino que tuvo que pasar la sociedad española para aceptar que el Estado debía ser responsable, no solo la cobertura benéfico-asistencial, sino de la legislación protectora de las condiciones de trabajo y de la institucionalización de un sistema de relaciones laborales. Cuando las elites políticas aceptaron esa realidad, el entramado legal español se equiparó al de sus homólogos europeos, aunque la financiación para lograr una intervención estatal amplia el principal problema a partir de esos momentos.

En conclusión, este conjunto de trabajos demuestra que el estudio de las políticas públicas en el pasado brinda una excelente plataforma para comprender cómo progresó el Estado liberal y en qué medida hubo una sintonía –y también desacuerdos– entre la esfera social y la de las políticas públicas, quienes plantearon planteamientos nuevos, reformistas, reorientadores de la misión estatal y qué enfrentamientos provocaron en la sociedad. Por otra parte demuestra las diferentes posiciones de las élites a la hora de abordar el alcance de las posibles intervenciones del Estado liberal que construyeron a distintos ritmos y con una política heterogénea.

Antonio Manuel Moral Roncal
(Universidad de Alcalá)

Alejandro Nieto: La Primera República Española. La Asamblea Nacional: febrero-mayo 1873. Granada: Comares 2021. 330 páginas.

El 150 aniversario de la proclamación de la Primera República Española suscitó en 2023 varios seminarios académicos y diversas publicaciones, aunque menos de las deseables si se tiene en cuenta que se trata de un periodo singularmente necesitado de investigación. Anticipándose a la efeméride, en 2021 vio la luz este trabajo de Alejandro Nieto, reputado jurista que fue Premio Nacional de Ensayo en 1997 y catedrático de Derecho Administrativo en la Universidad Complutense de Madrid. Su libro empieza subrayando que dicho episodio, en efecto, “ha llamado relativamente poco la atención de los historiadores actuales” (p. IX).

El objetivo de la obra es, principalmente, trazar una historia político-parlamentaria, y así se recuerda en distintos momentos (p. 61). Otros aspectos quedan, pues, deliberadamente fuera de su propósito, “como los contextos y sustratos sociales, económicos y culturales” (p. 102). El marco cronológico elegido va de febrero a mayo de 1873, excluyendo el periodo de las Cortes Constituyentes. De ahí que la fuente primaria esencial sea el Diario de Sesiones de la Asamblea Nacional, cuya lectura se tilda de “cansada y hasta engorrosa” (p. XII). Y ese fondo parlamentario se complementa ocasionalmente con extractos de referencias hemerográficas.

El libro se estructura en cuatro partes bien diferenciadas y sin conclusiones finales: en la primera, de tono quizás más ensayístico, se tratan una serie de precedentes y conceptos que faciliten la comprensión de lo que ocurre en 1873; después, se aborda la crónica propiamente parlamentaria desde el 10 de febrero de ese año, que constituye la parte más extensa; en tercer lugar, la etapa en que se funcionó sin poder legislativo; y por último, otras cuestiones de difícil encaje en los bloques anteriores porque habrían roto el hilo narrativo. La extensión de esos bloques presenta un desequilibrio comprensible y justificable, aunque desentona en el conjunto que algunos capítulos no vayan más allá de las dos o tres páginas (pp. 233-234, 303-305, 327-328). Por otro lado, el relato parlamentario se vuelve bastante descriptivo o positivista, sesión tras sesión, y a veces incorpora pormenores innecesarios de los asuntos tratados (pp. 109, 140, 142, 179). Se trata de un formato de crónica que, como admite el propio Nieto (p. XIV), “puede parecer anticuado, y probablemente lo sea”.

En la bibliografía secundaria radica la que seguramente constituya la principal debilidad del libro, ya que acusa una notable falta de títulos recientes. El grueso de las obras empleadas corresponde a publicaciones de los años sesenta y setenta, algunas muy recurrentes en el aparato crítico. De hecho, las referencias posteriores apenas se limitan a tres –puesto que la de Hennessy (2010) es una reedición– y se mencionan tangencialmente: la visión de conjunto sobre el republicanismo que coordinó Nigel Townson (1994); la que dirigió Fernando Martínez López (2007) acerca de Salmerón y el republicanismo parlamentario; y la de Juan Pro en torno a la construcción del Estado en España (2019). La ausencia de una producción más actualizada hace que resulten imprecisas, en determinados pasajes, las alusiones a “la bibliografía dominante” (p. 40), los estudiosos “de ahora” (p. 31) o “la historiografía” (p. 303). Más allá de las investigaciones locales, sobre las que cabría objetar que son prescindibles en una monografía esencialmente parlamentaria, desde los años noventa se han realizado otras muchas que han analizado con ópticas renovadas el republicanismo y merecerían alguna mención, máxime en un libro que hace amplias observaciones preliminares sobre el federalismo y los republicanos de los años previos. Como botón de muestra, cabría recordar los trabajos de Carmen Pérez Roldán, Florencia Peyrou, Román Miguel González, Gloria Espigado, Ángel Duarte o Manuel Suárez Cortina, junto con los que sobre el Sexenio Democrático han emprendido José Antonio Piqueras, Rafael Serrano García o Gregorio de la Fuente Monge entre otros. Adicionalmente, la muestra de autores republicanos del xix podría haberse enriquecido con otros como Enrique Rodríguez-Solís o Antonio Sánchez Pérez, ya que hay partes en las que quizás se abusa de Vera y González e incluso –por más que se le considere “siempre bien informado”– de su propia visión de ciertos hechos (pp. 152 y 156-157, 290).

El manejo auxiliar de esa bibliografía más reciente le habría permitido al autor matizar algunos lugares comunes o tesis superadas que recoge la obra. Por ejemplo, cuando afirma que el movimiento republicano llegó a 1868 sin “una estructura mínimamente sistemática”, y que hasta la llegada de Amadeo vivió fragmentado “en unidades locales sin jerarquía ni coordinación alguna” (pp. 9, 13). Igualmente, cuando asegura que el republicanismo federal “era más bien cosa de profesionales y oficinistas, en los que existía un cierto nivel cultural, y no de proletarios urbanos y de asalariados rurales” –estos últimos tildados de “políticamente inertes”–; o que “tuvo que resignarse a una fuga de militantes” hacia la AIT (pp. 62, 67), estando documentado en varios estudios el fenómeno de la doble militancia federal-internacionalista y, en cualquier caso, la prolongación del ascendiente republicano sobre medios obreros hasta bien entrada la Restauración. Tampoco se puede afirmar que la conversión de los radicales al republicanismo “no fue desde luego sincera en la mayor parte de ellos” (p. 75), y para refutarlo bastaría con examinar la composición y antecedentes del grueso de integrantes del Partido Republicano Progresista unos años después. En este sentido, no procede reducir a un “cambio de casaca” la actitud del Partido Radical en 1873 (p. 150), y habría sido muy oportuno introducir el concepto de la accidentalidad de las formas de gobierno.

En otros capítulos se apuntan fenómenos conocidos y que procede que consten, pero en las últimas décadas han sido objeto de análisis más profundos o sopesados a los que se podría haber remitido de alguna forma. Es el caso, por mencionar algunos ejemplos, de la naturaleza de mito que adquirió la República (pp. 58-61) y el subsiguiente desencanto popular (pp. 227, 268); la “imprecisión” de la doctrina federal, en la que “cada uno veía […] lo que más le convenía” (p. 29); las grandes divisiones o fraccionamientos en torno a la forma de la República y su proceso de construcción, donde el autor sitúa “el verdadero dilema” (p. 73); el apoyo femenino, referido marginalmente en algún pasaje (p. 62); las propuestas de legislación social y jurados mixtos “que desafortunadamente no hubo tiempo de aprobar” (p. 69); la instrumentalización política de la Milicia nacional y fuerzas de Voluntarios (p. 271); o las dificultades del régimen para mantener el orden (p. 246), que Nieto estima “la causa fundamental de su ruina”, aclarando luego que ese equilibrio entre orden y libertad no se alcanzó en todo el siglo (p. 251).

Una de las tesis que se repiten a lo largo del texto es que la Asamblea era el lugar donde se escenificaba “lo que realmente ya se había decidido fuera”, dando lugar a “un espectáculo minuciosamente preparado” (pp. XIV, 159, 167) y asimilable al teatro (p. 188), en el que los representantes se muestran “aficionados a hacer alardes retóricos” (p. 115). A juicio del autor, la hipocresía dominaba la vida parlamentaria (pp. 153, 195, 200). En otras valoraciones se desliza un larvado presentismo, como al buscar otra razón del fracaso del régimen del 73 en el empeño “en establecer una república ‘por y para los republicanos’ y no para todos los españoles” (p. 107).

Trasluce el libro, por otro lado, un cierto pesimismo metodológico que no puede dejar de sorprender al historiador, por cuanto se le niegan principios disciplinares básicos. Se advierte, por ejemplo, cuando manifiesta “con resignación y sinceridad” que, “más allá del relato de los hechos constatados, que no son sino fachadas y apariencias, la historia académica no pasa de ser un manojo de conjeturas ideológicamente sesgadas y no siempre fundadas, que casi nunca llegan a las causas verdaderas y reales ocultas para siempre en los arcanos del pasado”, razón por la que prefiere dejar “al lector que elabore por su cuenta sus propias conjeturas explicativas” (p. XIV). La profesión tampoco sale muy bien parada si se mantiene que los análisis subjetivos “convierten al historiador en polemista que camina en un sendero estrecho que se desliza entre la imaginación y la rutina, entre la ideología y la novela, abusando de su potestad de dar preferencia a un testimonio sobre otro, a una interpretación sobre las contrarias, fabricando sin apelación héroes y villanos, patriotas y traidores” (p. 101). Tratando de la descentralización, por ejemplo, estima Nieto que “los constitucionalistas pueden enjuiciar hoy las cosas con aceptable seguridad; pero para los historiadores es difícil pronunciarse” (p. 53).

Visto así, pudiera creerse que en la obra se logra una ecuanimidad o un distanciamiento fuera del alcance de otras disciplinas humanísticas, pero es el caso que jalonan la lectura diversos sesgos o apreciaciones un tanto parciales, cuando no digresiones propiamente dichas. Así ocurre al valorar el componente democrático del régimen de 1873 según parámetros actuales (p. 103), sin hacer lo propio con las corporaciones municipales depuestas por la revolución de 1868, que llegan a considerarse “democráticamente elegidas” mientras se habla del “antidemocrático” movimiento juntista (pp. 255-256). O al referirse, asumiendo el léxico de la época, al “puñado de alborotadores” que intimidaban “con sus gritos a los representantes” (p. 114), “la presión del populacho republicano” (p. 165), la amenazante “presencia de descamisados” (p. 176), “el furor de las turbas” (pp. 216, 300) o “los apasionamientos populares que a la menor ocasión con tanta facilidad caían en la quema de iglesias y degüello de frailes” (p. 314). También al manifestar que el golpe de Pavía en enero de 1874 resultaba “explicable y hasta justificable” porque la Cámara Constituyente “en modo alguno representaba la voluntad del país” (p. 238), o que “buena parte del país prefería la dictadura al desorden” (p. 246). Asimismo, parece demasiado categórico sentenciar que la descentralización “supone una invitación a la rebeldía o al caos” (p. 57), y que en nuestro país “indefectiblemente ha conducido al despilfarro y la ineficacia”, además de haber provocado “la rápida decadencia del formidable Imperio español” (pp. 53-54). Incluso se atisban visos de providencialismo en el inciso que considera la República un fenómeno con trayectoria “independiente de las voluntades humanas” y desenlace “inevitable” (p. 71).

En el desarrollo del libro encierran su interés otras apreciaciones jurídicas sobre el funcionamiento institucional o las atribuciones de ciertos órganos, como se pone de manifiesto al abordar las tensiones o desconfianzas entre el poder ejecutivo y el legislativo, primero, y luego del Ejecutivo con la Comisión Permanente, un “experimento constitucional que para funcionar precisaba de la buena fe de ambas partes” (p. 207). En la disolución de esta última tras los sucesos del 23 de abril, interpreta Nieto que lo que verdaderamente se dio fue un golpe de Estado de republicanos contra radicales, y no a la inversa, como tradicionalmente se ha sostenido (pp. 221-225). No por ello se deja de admitir la existencia de otra conspiración con intervención radical en un grado que “no ha podido ser precisado”, y de hecho en algún momento se habla de sendos golpes, pero se juzga que la Comisión está “libre de toda sospecha” (pp. 224, 229).

Aunque no sea el objeto principal del libro, sí reconoce Nieto que la vida política no se verificaba únicamente en las Cortes, sino también en las calles, en los clubes políticos, en las redacciones de los periódicos, en los cuarteles, en las logias, etcétera (p. 99). Son precisamente esos ámbitos hacia los que la historiografía de los últimos treinta años ha ido ampliando el foco, sobre todo en los estudios locales. Como bien señala el autor en la introducción (pp. XI-XII), “la historia de la Primera República española no podrá redondearse hasta que no se manejen concienzudamente las fuentes manuscritas acumuladas en los archivos oficiales y privados”, de modo que “queda mucho por hacer”.

Sergio Sánchez Collantes
(Universidad de Burgos)

Miguel Ángel Villacorta Hernández: La Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España: estructura empresarial y gestión contable (1900-1923). València: Conselleria de Política Territorial, Obres Públiques i Mobilitat, Cátedra Demetrio Ribes 2023. 252 páginas.

La publicación de este libro es, sin duda, una buena noticia para disciplinas y especialidades en las que confluyen los conocimientos de la historia económica, de la contabilidad y del ferrocarril. El autor es un solvente investigador con doctorados en Contabilidad, Derecho e Historia, siendo precisamente este último laurel el que ha dado como resultado la publicación que ahora es objeto de esta reseña. La oportunidad y necesidad de esta obra es indudable, ya que la historiografía económica sobre el ferrocarril en España siempre ha transitado a cierta distancia de los datos contables de las empresas de ferrocarril, de lo que se ha desprendido una evidente carencia en el conjunto de las investigaciones sobre la historia económica y empresarial del ferrocarril en España. Algunos autores de gran entidad, como Albert Broder o Pedro Tedde, sí recogen en sus trabajos aportaciones relevantes sobre la gestión contable, y sus consecuencias, de las empresas, pero no es la tónica general, así que la aportación de Miguel Ángel Villacorta se antoja troncal para un mejor conocimiento de la historia económica y empresarial del ferrocarril.

La propuesta del autor es el análisis de la organización empresarial y la gestión contable de la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España (en adelante, Norte) durante el primer cuarto del siglo xx, si bien ese límite temporal no es del todo rígido, y se sobrepasa en ciertos momentos, con el objetivo de explicar algunos desarrollos y las consecuencias de la nueva política ferroviaria del régimen de Primo de Rivera (Estatuto Ferroviario de 1924). Norte compartía y competía con MZA (Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante) el dominio del sistema ferroviario español en un régimen de oligopolio clásico, en creciente y continua expansión, además de protagonizar algunos momentos de acuerdos de colusión que reforzaban esa hegemonía. En cierto modo, reproducían en suelo en español la disputa que se producía por sus casas matrices en Francia, lideradas respectivamente por los hermanos Péreire y la casa Rothschild, que eran el ejemplo del dominio de los capitales franceses en los ferrocarriles españoles.

La estructura del libro es lógica y sencilla, lo que ayudará al lector menos entendido a transitar desde la presentación de la compañía Norte en el escenario ferroviario español hasta los detalles de su sistema organizativo y el modo de gestionar su contabilidad. En la introducción el autor plantea de modo breve, quizá demasiado breve, cuáles son sus hipótesis de partida, a través de tres objetivos concretos en los que el autor se emplaza en su investigación: la estructura de la empresa, el modelo contable y la existencia o no de manipulación contable. Esta concreción se agradece, pero se echa de menos un capítulo sobre el estado de la cuestión que hubiera permitido discernir mejor el camino andado hasta el momento y las aportaciones del autor.

Además de este apartado introductorio y el epílogo de conclusiones, del que hablaremos más adelante, los contenidos del libro se reparten en tres capítulos donde se estudian la trayectoria histórica de la empresa, su estructura organizativa y un exhaustivo análisis contable de la empresa en el periodo de referencia. La distribución de estos tenores es desigual, ya que, en el primer bloque, dedicado a la evolución histórica de la empresa, se hace a modo de síntesis un recorrido por las principales etapas de su expansión a través de la construcción y compra de líneas ferroviarias durante la segunda mitad del siglo xix, remarcando así los principales hitos de su expansión y la compleja relación con los diferentes gobiernos, en un tira y afloja constante a cuenta de la percepción de subvenciones. Este apartado puede servir también como introducción a otras investigaciones y publicaciones que han tratado con más profundidad el desenvolvimiento empresarial de Norte.

El segundo bloque tiene como objetivo el análisis de la estructura organizativa de la empresa, haciendo un recorrido clásico por sus estructuras de poder, desde los centros de toma de decisiones hasta los estamentos técnicos de los principales departamentos. La aportación del autor aquí ya es más relevante, donde plantea dos cuestiones significativas, por un lado, la distinción entre los modelos de gestión de autonomía departamental postulados en las teorías de Alfred Chandler sobre la gran empresa industrial y la presencia de la singularidad departamental francesa, de un carácter semichadleriano, que el autor explica con acierto. Por otro lado, se explica con cierto detalle el paulatino proceso de transferencia del poder desde los núcleos franceses hasta los españoles, primero en los gestores técnicos y de producción y, finalmente, en la propiedad de la empresa a través de la naturalización o españolización del capital social de la compañía.

El apartado 3, dedicado al sistema de información contable de Norte, es la aportación más relevante y constituye el meollo del libro. A su vez, se puede dividir, dados los objetivos y el contenido que nos propone su autor, en dos apartados claros. En primer lugar, se hace una necesaria presentación de los diferentes documentos contables y su división manejada por la compañía ferroviaria, comenzando por explicar las normas y reglas que servían de soporte para la publicación periódica de estos informes de carácter contable. A continuación, la exhaustiva relación de campos y sus características es de obligada referencia para el análisis posterior, que arranca en el apartado 3.5, titulado como “Valoración crítica del Informe Anual” que, a su vez, se puede desglosar en sendos bloques de valoración a través de ese análisis, y que arroja como resultado los aspectos positivos y negativos, que culminan un extenso epígrafe 3.5.8 donde se deja constancia de la manipulación de la información financiera que llevó a cabo Norte durante el periodo estudiado. La evidencia empírica del serio examen de Villacorta pone negro sobre blanco algunas de las valoraciones que ya se habían recogido en la historiografía ferroviaria española, pero que no contaban hasta ahora con un respaldo analítico tan sólido como el que se ha realizado aquí.

Por último, las conclusiones recogen, a modo de inventario, los principales aspectos tratados por el libro, desde el papel jugado por Norte en el conjunto empresarial ferroviario español, hasta este proceso de manipulación contable que ya se ha explicado, pasando por las características de la organización y gestión de Norte, y, como se ha dicho, la documentación contable de la empresa. Quizá estas conclusiones hubieran merecido un mayor análisis y atención, ya que, incluso, terminan de modo algo brusco.

En general, como se apuntaba al principio, se trata de una muy relevante aportación a la historiografía ferroviaria y contable española, tanto, como señala el propio autor, por la escasa presencia de este tipo de estudios en la producción investigadora española, como por el propio objeto de estudio, una de las principales compañías ferroviarias españolas, paradigma del modelo ferroviario español hasta la nacionalización de 1941: titularidad privada foránea, frecuente aportación de capitales públicos, estrecha relación de intereses entre empresarios y políticos, y elevado condicionamiento de la explotación a los límites del desarrollo económico español.

Domingo Cuéllar
(Universidad Rey Juan Carlos)

Cristian Cerón Torreblanca / Francisco Lara Sánchez: El Frente de Liberación Popular (FELIPE). Historia de una rebelión, 1958-1969. Madrid: Los Libros de la Catarata 2022. 285 páginas.

La oposición al franquismo fue un fenómeno que se produjo desde los primeros momentos de la derrota de la República. Ya en las cárceles y en los campos de concentración socialistas, comunistas y anarquistas se comenzaron a organizar en contra del régimen. Esta oposición, duradera a lo largo del tiempo, no fue la única. Con el paso del tiempo nuevas formas de oposición se fueron desarrollando motivadas, en cierto modo por el relevo generacional que se iba produciendo. Fruto de este paso del tiempo fue el surgimiento del Frente de Liberación Popular (FELIPE) creado por un grupo de cristianos progresistas, algunos procedentes de la Juventud Obrera Católica (JOC) y de la Hermandad de Obreros de Acción Católica (HOAC), y seguidores del filósofo francés Emmanuel Mounier, a la vez que no debemos desdeñar la influencia de los movimientos de liberación nacional (en especial los de Vietnam y Argelia) y el prestigio del castrismo triunfador en la revolución cubana.

Este planteamiento lleva a la creación de un frente, abandonado el partidismo, para lograr elaborar una alternativa al panorama de la izquierda española en la que el PCE se otorgaba la hegemonía en la lucha contra la dictadura del general Franco. Si a esto se une la conflictividad estudiantil, política y social de finales de los años cincuenta combinada con la toma de conciencia de algunos de los hijos de los vencedores, tenemos los elementos que dieron paso a la creación del Frente de Liberación Popular (FELIPE), la primera organización de izquierda, como afirman los autores, que se creó en España desde el final de la Guerra Civil.

La obra de Cristian Cerón y Francisco Lara nos aproxima a la historia de la organización creada en septiembre de 1958 en la iglesia madrileña de San Antonio. Una reunión a la que acudieron el diplomático Julio Cerón –designado secretario general– junto con Fernando Romero, el sociólogo Jesús Ibáñez, Ignacio Fernández de Castro, Manuel Morillo, el escrito vasco Luciano Rincón. Julián Gómez del Castillo y Eduardo Obregón.

La obra realiza un recorrido diacrónico por la historia del FELIPE, el inicial –desde su creación hasta la caída de Cerón– que ocupa los años 1958-1959. La desarticulación de este primer FELIPE dio paso a una reconstitución de éste. Se trata de un periodo que aborda los años 1960-1964 en el frente deja de ser una organización madrileña para extenderse por todo el país a la vez que reconoce la cuestión de las regiones lo que propicia la creación del FOC (Front Obrer de Catalunya) y de ESBA (Euskal Sozialisten Batasuna) federadas con el frente. Es también el momento en el que los planteamientos marxistas se van imponiendo en la organización. También surge en ese momento la idea de la posibilidad de organizar una guerrilla, pero esa idea se desestimó cuando los países a los que recurrieron como posible apoyo lo desestimaron por el grado de desarrollo alcanzado por España que hacía inviable la misma.

La tercera parte del libro se ocupa de los finales del FELIPE, desde 1965 hasta su desaparición. Si bien, como dicen los autores, son los años de máxima expansión del frente, pero los de máxima diversidad. A lo largo de cuatro capítulos se ocupa de la nueva reconstrucción del FELIPE, de su relación con mayo del 68, la relación con el movimiento estudiantil y las relaciones con el movimiento obrero. En esta fase resulta destacable el apartado dedicado a la muerte de Enrique Ruano que más que posiblemente fue torturado en la Dirección General de Seguridad tras su detención.

Uno de los aspectos que me parecen reseñables de esta obra es la atención que prestan al desarrollo regional del FELIPE, en especial en Cataluña y en el País Vasco. Pese a que no se abordan en toda sus extensión, justificable que se pretende realizar una historia global de la organización, el caso vasco no deja de tener su interés, sobre todo cuando en esa región se estaba creando una organización que iba a ser la responsable de la muerte de más de 800 personas y que parte de los mismos planteamientos ideológicos que el FELIPE y que llegaron a resultados completamente diferentes. En ESBA, Unidad de los Socialistas Vascos, además del escritor Luciano Rincón al que ya hemos hecho referencia, se integró José Ramón Recalde que sería, con el paso del tiempo, víctima de ETA. Las relaciones de ESBA con ETA son un aspecto que, a mi entender, queda poco desarrollado en el libro y que es necesario analizar en posteriores estudios. El rechazo de ESBA a ETA precisamente por el uso de la violencia fue uno de los puntos de desencuentro entre ambas organizaciones.

La tercera parte de libro analiza el periodo final del FELIPE, entre 1965 y 1969, y es la más centrada en Andalucía por lo que el libro pierde parte de su perspectiva de ser una historia global de la organización. Se dedica a una especial atención a la muerte de Enrique Ruano, uno de los episodios más desgraciados de la historia de esta organización de oposición al franquismo. En esta tercera parte se presta también las relaciones con el movimiento estudiantil y a la relación con el movimiento obrero, en especial con Comisiones Obreras.

Quizá un aspecto relevante de esta obra es el apartado dedicado a la trayectoria posterior de los miembros del FELIPE. Este apartado, en mi opinión, se queda algo corto ya que se limita a ofrecer una mera relación de la trayectoria de los integrantes del FLP y no de manera exhaustiva. Creo que este es un aspecto que puede desarrollarse posteriormente poniendo especial atención en la evolución ideológica de las diversas personas. En todo caso la pluralidad del FELIPE queda de manifiesto con la incorporación de sus antiguos miembros a UCD, el PSOE, e incluso en algún caso –como ocurrió con José Bailo– al quien se le atribuyo su participación en la creación del FRAP. El comunismo, en sus diversas vertientes, también fue un destino de antiguos miembros de la organización opositora al franquismo.

En conclusión, podemos decir que la obra de Cerón y Lara es una aportación destacada a la historia de la oposición al franquismo, pero que en algunos momentos peca de optimismo al tratar de abordar una serie de aspectos que quizás excedan las posibilidades de la obra que se trata de publicar. De todos modos, creo que la obra tiene un interés destacado ya que esboza numerosos aspectos que son, en sí mismos, merecedores de un estudio en profundidad.

Pedro Barruso Barés
(Universidad Complutense de Madrid)

Javier Buces Cabello: Oposición, represión y graves violaciones de derechos humanos en Gipuzkoa (1960-1975). Madrid: Sílex 2022. 460 páginas.

El periodo final del franquismo fue el escenario en el que se creó y desarrolló una nueva oposición al régimen. Pero debemos matizar el término “nueva oposición”. Los partidos que tradicionalmente se opusieron a la dictadura (PCE, PSOE, PNV, republicanos...) en mayor o menor medida siguieron protagonizando la lucha contra la dictadura. Sin embargo, se iba a producir –sobre todo a partir de la revuelta estudiantil de 1956– una renovación generacional de los protagonistas de la resistencia ante el franquismo. Una nueva generación, en ocasiones formada por hijos de los vencedores y por aquellos que no conocieron la Guerra Civil, pero que aspiraban a unas mayores cotas de libertad, se sumó a la lucha antifranquista. Esto se tradujo en un considerable aumento de la conflictividad laboral a lo que hay que añadir la aparición de nuevas organizaciones que se sumaron a la oposición al régimen, como fueron Comisiones Obreras (CC OO) y Euskadi Ta Askatasuna (ETA), una pequeña organización nacionalista vasca que con el tiempo, ya tras la muerte de Franco, se iba a convertir en la banda terrorista que iba a cometer el mayor número de asesinatos o, empleando otra nomenclatura, la responsable del mayor número de “graves violaciones de derechos humanos” en Gipuzkoa, el territorio más castigado por la violencia terrorista y en el que se centra el libro que ahora comentamos.

En paralelo a lo anterior, con una oposición que se reorganizaba y era cada vez más activa, nos encontramos con un régimen que es incapaz de reaccionar de otro modo que no fuese la violencia y la represión. Si bien es cierto que la represión ha ido mutando desde el final de la Guerra Civil, las detenciones de opositores, que eran sometidos a la autoridad militar, seguían siendo elevadas e incluso, como en los casos de Julián Grimau, Salvador Puig Antich o los tres miembros del FRAP y dos de ETA fusilados en septiembre de 1975, con desenlaces trágicos. A todo lo anterior hay que unir la creación, en 1963, del Tribunal de Orden Público (TOP), que, en palabras de Gregorio Peces Barba, trataba de llevar a cabo una “represión civilizada” frente al severo proceder de la jurisdicción militar. Se trataba de dar la impresión de que la dictadura era un estado de derecho. El resultado, como dice el autor del libro, fue el procesamiento y condena de miles de personas por tratar de ejercer derechos fundamentales (reunión, asociación, manifestación o expresión), que eran penalizados por contravenir alguno de los nueve supuestos que la Ley 45/1959 consideraba contrarios a la misma.

Otro de los aspectos fundamentales del periodo analizado es que estamos dentro de lo que se ha venido a llamar el “desarrollismo”, la puesta en marcha de una economía de mercado –con un elevado coste social– tras el abandono de las veleidades de la autarquía. Este desarrollismo convirtió a Gipuzkoa en uno de los territorios más avanzados de España. Contar con un tejido industrial previo y la llegada de un elevado número de emigrantes fueron elementos que contribuyeron a este profundo cambio. Esto generó una serie de problemas, como la carestía de vivienda, que, junto con la conflictividad laboral, elevó la presión del régimen en el territorio. Además, hay que tener en cuenta que en los años sesenta el franquismo puso en marcha una amplia operación propagandística que se plasmó en los llamados “XXV Años de Paz” para conmemorar el final, más bien la victoria, de la Guerra Civil, y tratando de dar una imagen de aperturismo y de progreso que distaba bastante de la realidad.

Es en este contexto en el que tenemos que situar la obra de Javier Buces, que se centra en el período 1960-1975 en el territorio guipuzcoano. El autor tiene detrás de él una amplia trayectoria en el estudio del final del franquismo fruto de la colaboración de la Sociedad de Ciencias Aranzadi con diversos ayuntamientos de Gipuzkoa y que la mencionada entidad desarrolló en dos periodos: el de la Guerra Civil y la inmediata posguerra –del que ha publicado estudios sobre Azpeitia, Rentería, Tolosa o Zumaya entre otros– y una más cercana en el tiempo, que se corresponde con la obra que ahora comentamos y que el autor ha aplicado en localidades como Azpeitia y Tolosa o en el estudio colectivo sobre el estado de excepción de 1968 en Gipuzkoa. Estamos, por tanto, ante una obra derivada de su tesis doctoral, que supone la exportación del modelo local a un ámbito provincial.

La estructura de la obra es sencilla y se organiza en tres partes. La primera se centra en el contexto, relacionando desarrollismo y represión. Estos dos conceptos, que, si bien pueden estar relacionados, tal y como se plantea en la obra, parece que son consecuencia uno del otro. Es cierto que el desarrollismo generó diversos problemas de todo tipo, pero el autor olvida que el desarrollo de las actividades de la oposición no es consecuencia directa del desarrollismo, sino más bien del relevo generacional y del cambio coyuntural que se produjo, además de las causas de índole económica.

De la lectura del texto queda claro que el autor está más interesado en la represión que en el estudio del desarrollismo como queda de manifiesto cuando el apartado se abre con el proceso de Burgos, celebrado en 1970, es decir, cuando el desarrollismo ya llevaba un tiempo en marcha. Del mismo modo, es cierto que el proceso de Burgos marcó un punto de inflexión en la actuación de la oposición al régimen, fundamentalmente por la movilización generalizada en Europa contra la dictadura, pero no creo que deba ser el elemento de apertura de una parte de lo que pretende ser una visión global de la situación económica y social de Gipuzkoa en la época estudiada.

Las otras dos partes del libro son dos versiones, desde dos perspectivas diversas, del mismo problema –la violencia del final del franquismo– y conforman el elemento central de la obra que ahora comentamos. Se trata de la relación de actividades de la oposición y de la actividad represora del régimen. En estos dos apartados se nota una clara desproporción entre la forma en que son tratadas las actuaciones de la oposición y las del régimen. Si el autor pretende mantener una equidistancia y reducirse a un análisis formal (que no pasa de una mera relación) no lo consigue, lo cual lastra de manera significativa la obra. Además, a mi entender, el utilizar en ocasiones un lenguaje demasiado aséptico le resta frescura al libro. A modo de ejemplo, el apartado titulado “actividades y pronunciamientos del clero consideradas subversivas” nos da idea de un lenguaje puramente administrativo que puede retraer a la hora de acceder al contenido y puede reducir el interés por la obra para un lector no experto y que quiera aumentar su conocimiento.

Esta es quizás la principal crítica que se puede hacer de este libro. No se puede negar que el trabajo de documentación e investigación ha sido exhaustivo. La bibliografía puede perfectamente ser el punto de partida para cualquier aproximación al tema con el objetivo que sea. El manejo de las fuentes es muy amplio, en especial de los fondos del Archivo Histórico Provincial de Gipuzkoa –que conserva los fondos de la administración general del Estado y que no se debe confundir con el Archivo General de Gipuzkoa, que recoge los fondos de la Diputación–, poco conocido, pero con un potencial enorme para la historia de Gipuzkoa tras la Guerra Civil, pero, tras la lectura de la obra uno tiene la sensación de estar ante una amplia recopilación de datos, de indudable interés, pero que adolecen, en ocasiones, de un análisis histórico que, desde mi punto, de vista hubiera añadido valor a la obra. Es reseñable el esfuerzo –que en ocasiones podemos calificar de “rankiano”– realizado, pero es criticable el escaso análisis y la selección de los hechos acaecidos. Llama la atención, en el apartado dedicado a las acciones violentas de la oposición, que no se haga mención a la muerte del guardia José Pardines o al asesinato, en agosto de 1968, de Melitón Manzanas, con las trascendencia que ambas muertes tuvieron y se presta más relevancia a las muertes ocasionadas por las fuerzas policiales, cuando en la tercera parte hay un apartado dedicado a ello.

La pretendida equidistancia que comentábamos anteriormente, que no se logra, queda de manifiesto en el tratamiento que se da a algunos casos. Llama la atención cómo se pasa por encima en sucesos como el que produjo la muerte Javier Batarrita, al que presta, una vez más, un lenguaje en parte administrativo y sobre el que hay un exhaustivo análisis de Gaizka Fernández. Sin embargo, cambia radicalmente de tono a la hora de analizar la muerte de Txabi Etxebarrieta, el primer muerto de ETA tras el asesinato del guardia civil Pardines, precisamente a manos de Etxebarrieta. El autor dedica un considerable esfuerzo a criticar la obra de Gaizka Fernández sobre este hecho por el empleo de la causa que se conserva en el archivo militar de Ferrol, llegando a afirmar que se hace una “lectura parcial de la documentación histórica”. Quizás esta afirmación vaya demasiado lejos y se podría aplicar a otros casos que se analizan en esta obra, en la que se realizan algunas lecturas que buscan una pretendida equidistancia, pero que en ocasiones se queda lejos de ella. Este esfuerzo, en el que el autor abandona de manera clara esa equidistancia que trata de mantener a lo largo de las páginas de su obra, derivada de su tesis doctoral, como ya se ha dicho, resta valor a la forma en que se lleva a cabo la enumeración de casos que se tratan en la misma.

En conclusión, estamos ante un trabajo amplio, con un gran esfuerzo de documentación, pero que los resultados no son todo lo aceptables que se podría esperar. La ausencia de un análisis global y equilibrado resta valor a un trabajo que podía haber realizado una aportación destacada al conocimiento de la época. La obra de Javier Buces nos trasluce las tres corrientes que conviven en el País Vasco a la hora de historiar el terrorismo. Dejando de lado la justificativa –e inaceptable, de la autodenominada izquierda abertzale–, nos encontramos con un tratamiento que busca la equidistancia, pero que olvida que quien tomó, de manera libre y deliberada, la decisión de matar fue ETA. Decisión que mantuvo muchos años después del fin del franquismo. El hecho de inscribirse esta obra en esa corriente puede explicar la ausencia de un análisis crítico de los hechos estudiados. Todo ello no quita para que, como base de datos para llevar a cabo posteriores investigaciones, no deje de ser interesante.

Pedro Barruso Barés
(Universidad Complutense de Madrid)

Mikel Buesa: La financiación del terrorismo. ETA y el Movimiento de Liberación Nacional Vasco. Córdoba: Almuzara 2023. 190 páginas.

Me van a permitir que para el Movimiento de Liberación Nacional Vasco al que se refiere el autor use el término tinglado, pues casa bien con el tema que nos ocupa en varias de sus acepciones: cobertizo, enredo, maraña y, sobre todo, barullo de gentes o cosas. El objetivo de este libro no muy extenso es, precisamente, desenmarañar las finanzas de ETA y su tinglado mediante el empleo de dos herramientas: por un lado, la recopilación de la información disponible en libros y documentos y, por otro, la estimación de aquello que no puede obtenerse debido a la ausencia de tal información. El autor, que no desea caer en la pretenciosidad (sic), afirma que solo existe otro intento en la investigación sobre la financiación del terrorismo (el de Luis Alberto Villamarín sobre las FARC) equiparable al suyo.

Mikel Buesa es un reconocido estudioso sobre ETA y ha publicado valiosos trabajos centrados en las consecuencias económicas del terrorismo vasco. Gracias a su veteranía, conoce sobradamente las grandes dificultades a que se enfrenta todo aquel que trata de abrirse paso por los emboscados caminos de un tema tan esquivo cuyos secretos aún se resisten a ser mostrados a los investigadores. En el caso de las finanzas terroristas, además de la carencia de un esquema teórico válido (que el autor supera recurriendo a dos autores solventes, Michael Freeman y Emilie Oftedal), lo que falta para estudiar las finanzas del terrorismo es, simple y llanamente, información. Buesa suple esta ausencia con hipótesis y estimaciones.

Tras un prólogo combativo de Rogelio Alonso y un prefacio del autor, la obra se estructura en torno a cinco capítulos y un apartado final de recapitulación y conclusiones, cerrándose con un útil apéndice estadístico. El capítulo I arranca con un recordatorio de lo que ETA ha supuesto para el País Vasco en términos económicos y demográficos según las conocidas (y discutibles) tesis del autor, para pasar a continuación a establecer un marco teórico del terrorismo como guerra de baja intensidad y depredadora, un intento de cuantificación de las finanzas terroristas mundiales, un esquema de sus vías tanto legales como ilegales y los factores que determinan su elección por parte de los terroristas. El capítulo II comprime la historia de ETA y su entorno aceptando que “no todo es ETA” (p. 50), pero añadiendo certeramente como punto de partida para los capítulos siguientes que, sin estudiar las finanzas del tinglado, no se entenderían las de la banda.

Así entra el libro, a continuación, en el meollo de la cuestión que trata de desentrañar, arrancando con una confesión metodológica cargada de sinceridad en la que se nos explica que para los saqueos, la extorsión a empresarios y otros epígrafes fundamentales se ha recurrido a estimaciones ante la ausencia de información. En efecto, las hipótesis y las estimaciones se hacen con las riendas de la narración de los capítulos III y IV tanto en la evolución global de los recursos obtenidos por ETA como en su relación con el número de militantes activos y los atentados y asesinatos cometidos por la banda. Contradice, por elevación, los cálculos de Florencio Domínguez basados en fuentes primarias, pero no se arredra y afirma categórico que sus estimaciones quedan validadas ya que puede demostrarse una relación estadística entre las finanzas y el número de atentados. Sin embargo, que la mayor cantidad de dinero disponible por la banda se transforme en una mayor actividad terrorista no implica que los cálculos concretos del autor sean correctos. Por ejemplo, la estimación de que solo el 12% de los empresarios chantajeados pagaron a ETA, además de aleatoria, resulta baja si se contrasta con los numerosos testimonios que se conocen, sobre todo en los peores años.

Curiosamente, uno de los mayores aciertos del libro es más intuitivo que cuantitativo: se trata de la crítica a aquellos autores (por ejemplo, Etxeberria y Bilbao, 2017) que han disculpado con excesiva facilidad a los empresarios y los han considerado víctimas en su conjunto, sin distinguir con la claridad necesaria entre los que se jugaron la vida por no pagar y aquellos que compraron su tranquilidad a precio de saldo (para ellos) sin pararse demasiado a considerar el uso criminal que se hiciera de su dinero. Este totum revolutum entre héroes y cobardes, aprovechado por los dirigentes empresariales para reivindicar a posteriori su papel y denunciar su aislamiento y soledad (cuando fueron ellos, precisamente, los que renunciaron a ostentar un papel protagonista y prefirieron la ocultación y el silencio), es denunciado por Mikel Buesa en el libro con toda justicia.

Pueden hacerse también objeciones a los cálculos de los ingresos del tinglado que ocupan el capítulo V. A pesar de que el autor insiste en varias ocasiones en que se ha guiado por la cautela, algunas de sus valoraciones han sido realizadas con trazo grueso. Por ejemplo, para estimar en 67,9 millones de euros los beneficios de las herriko tabernas (las sedes locales de HB), se llevan hasta 2010 los ingresos calculados para los años noventa (una decisión discutible) y se considera como rendimientos netos el 20% de dichos ingresos (un porcentaje aleatorio). Con todo, el principal problema no es ese, sino la asunción, a menudo encubierta, otras veces expresa, de que todos esos ingresos fueron a parar a ETA. Aquí, la falta de información se suple con hipótesis, a mi modo de ver, excesivamente simplistas. Buesa afirma en varias ocasiones que el tinglado financió el 55% de “la campaña terrorista” (según el autor, 243,2 millones de euros de un total de 444,7 entre 1967 y 2010, a precios actualizados a ese último año). Estima e interpreta, pero en esta ocasión le pasa lo mismo que cuando en trabajos anteriores valoró la pérdida de riqueza potencial y población vasca por culpa del terrorismo: que no demuestra lo que afirma. Y ello le ocurre porque aparta, consciente o inconscientemente, factores que sin duda forman parte de la explicación de problemas muy complejos de analizar.

Así, al igual que en la pérdida de riqueza potencial tuvo que desempeñar un papel de relevancia la especialización industrial del País Vasco en los sectores más afectados por las sucesivas crisis de 1975-1994, o que no se puede achacar a ETA la baja tasa de natalidad de las mujeres vascas o la vuelta de emigrantes prejubilados a sus lugares de origen (aspectos obviados por Buesa en publicaciones previas y de nuevo en el capítulo 1 de este libro), las relaciones financieras de la banda con su tinglado poseen matices que no son tenidos en consideración. Solo en algunos casos, como los del periódico Egin o Udalbiltza Kursaal, está suficientemente acreditado que la entidad en cuestión quedaba bajo el dominio de ETA o que parte del dinero obtenido fue a parar a la banda. Pero parece dudoso que se deban incluir en la “campaña terrorista” de ETA, por ejemplo, las tareas de los profesores de AEK, por más que muchos de ellos fueran simpatizantes de su brazo político. O la publicación de libros en euskera, subvencionada por el Gobierno Vasco, a pesar de que unos cuantos de ellos incluyeran manifestaciones veladas, o no tan veladas, de apoyo a ETA. O las visitas a las cárceles, también pagadas por el ejecutivo autonómico, de familiares de presos de la banda, aunque abundaran entre ellos los votantes de HB. O los fraudes a la Seguridad Social de las entidades que formaban parte del tinglado.

El propio Mikel Buesa sufrió las consecuencias de este dilema irresuelto cuando la editorial de su libro ETA, S.A. (2011), decidió retirarlo de la circulación tras solo dos meses en el mercado porque una de las entidades señaladas como parte integrante del tinglado amenazó con querellarse, como él mismo cuenta. Al margen de la injusticia que esta decisión supuso para Buesa, pienso que el temor de los editores a que la querella prosperara resulta significativo de la complejidad del caso que nos ocupa. En definitiva, no es posible saber qué parte del dinero recibido por el conglomerado sirvió para financiar las actividades terroristas.

Por supuesto, no caeré en la ingenuidad (o complicidad) de asumir la tesis de la separación entre ETA y su tinglado, pues fue evidente su relación, tanto ideológica como orgánica. Solo quiero decir que el problema de las finanzas del terrorismo nacionalista vasco permanece sin resolver debido a la ausencia de información fiable, una dificultad apuntada precisamente por el autor al comienzo del libro. Ello no obsta para que nos encontremos ante una obra que mejora nuestro conocimiento del problema económico de ETA, si se me permite la expresión. Con este libro, Buesa contribuye con su amplio bagaje intelectual a ampliar lo que sabemos de las finanzas del terrorismo vasco.

Pablo Díaz Morlán
(Universidad de Alicante)

Francisco López Palomeque / José Fernando Vera Rebollo / Ana Torres Delgado / Josep Ivars Baidal: El turismo, ¿fin de época? Desafíos de España como destino turístico en un nuevo escenario. Valencia: Universitat de València (Colección Desarrollo Territorial, 24) 2022. 330 páginas.

La crisis de la COVID-19 supuso un shock de enormes dimensiones para la economía mundial, pero para el sector turístico implicó su virtual paralización durante varios meses. España, uno de los países turísticos líderes desde hace décadas sufrió especialmente las consecuencias debido al peso que, no solo en el PIB, sino también en el empleo o en la balanza de pagos, tiene el sector. En efecto, las cifras de caída fueron demoledoras: según el INE, el número de turistas internacionales pasó de 83,5 millones en 2019 a 18,9 en 2020 y los ingresos por turismo pasaron de 91,9 mil millones de euros en 2019 a 19,8 mil millones. Empresas, profesionales, administraciones y estudiosos del turismo propusieron desde los primeros momentos de la crisis diferentes estrategias y medidas para tratar de mitigar sus efectos y conseguir su recuperación, y muchos especialistas consideraron que un elemento positivo (tal vez el único) de una situación tan negativa podía ser el impulso de un nuevo modelo de turismo, no solo en España, sino a nivel mundial. Sin embargo, algunos expertos en el estudio y análisis del turismo español, entre los que destacan los autores de este libro, venían defendiendo que el modelo turístico de nuestro país ya tenía importantes problemas y desafíos mucho antes de la llegada de la pandemia. Y no solo a mostrar esto, sino también a proponer las líneas maestras que debiera tener el futuro modelo turístico español, viene este trabajo conjunto.

En efecto, los autores han titulado su trabajo muy acertadamente El turismo, ¿fin de época?, de forma que quien se acerque al mismo conozca desde el título que su opinión acerca de la situación del modelo de turismo que ha venido desarrollándose en los últimos años es de cambio de paradigma (como ellos mismos dicen, “un cambio que supone una ruptura con la realidad anterior”), y no solo de un cambio de ciclo más o menos corto que deje al sector más o menos en la situación previa.

Desde este punto de partida, el libro hace un diagnóstico del sector turístico en España en la actualidad, partiendo por supuesto de su evolución en las últimas décadas, y establece cuatro factores clave de análisis que son los que mayor impacto parecen tener en el futuro del mismo, de forma que se convierten en los elementos a estudiar a lo largo de la obra: la movilidad espacial de la población (y específicamente de los flujos turísticos), la evolución tecnológica y digital, la sostenibilidad del turismo y la política y la organización turística. Finalmente, los autores plantean el futuro diseño estratégico del sector teniendo en cuenta dichos factores.

El libro se estructura siguiendo esta línea argumental. Tras el excelente prólogo del profesor Jorge Olcina, un primer capítulo introductorio identifica las características, elementos y problemas, tanto globales como específicos de España como destino turístico, defiende los factores clave de análisis que hemos avanzado anteriormente y avanza el enfoque territorial y medioambiental del estudio, así como la necesidad de abordar la situación del sector y las estrategias de futuro teniendo en cuenta la transversalidad y multidisciplinariedad. La siguiente sección dedica unas páginas a hacer un balance de la situación del turismo español en el momento en el que el libro ha sido escrito (deduzco que entre 2020 y 2021), así como a por qué podemos considerar a España como un “país turístico”. En este sentido, los autores no se centran en la dimensión económica del turismo, tal y como tradicionalmente se ha hecho, sino que también lo hacen en la dimensión social, política, territorial e, incluso, cultural y antropológica. Además, dado que “(…) su carácter masivo se inició hace sesenta años”, realizan también un recorrido geohistórico del sector en nuestro país haciendo un resumen muy interesante de los factores exógenos y endógenos que permitieron su formación, desarrollo y consolidación, y lo sitúan en el mercado mundial. La sección continúa con un diagnóstico de la situación y problemática del turismo en el que se identifican cuestiones poco tratadas en otros trabajos, tales como el debate acerca de la heterogeneidad geográfica del sector o la estacionalidad. Finalmente, se trazan los principales factores de cambio que acechan al sector, y entre ellos se destaca el cambio de paradigma que está experimentando el capitalismo global y cómo el modelo futuro va a generar, o no, más ocio y va a tratar de incrementar su mercantilización. Esto me parece particularmente interesante, al igual que la manera en que desentraña el modelo de las cinco eses del turismo sostenible, que vendría a ser el defendido por los autores como respuesta a la situación actual.

El siguiente capítulo amplía el estudio de la situación del turismo español, y lo hace diferenciando las dinámicas territoriales y turísticas que podemos encontrar en nuestro país. Además, profundiza en la situación y en el futuro de los principales destinos españoles y hace una crítica a la competitividad y al crecimiento infinito como factor primordial del modelo.

A partir de este punto, el libro aborda varios capítulos en los que analiza los factores que los autores han identificado como claves para comprender el presente y el futuro del turismo. En el primero de ellos se estudia el papel de la movilidad, los cambios que ésta está experimentando en los últimos años, el incremento de la importancia del turismo urbano como consecuencia de la hipermovilidad y el impacto que esto tiene en las ciudades turísticas, etc. Los autores no se olvidan de las tendencias a largo plazo de la evolución de las tecnologías de los transportes y cómo éstas llevan décadas dando lugar a cambios en la movilidad, tanto en los medios de transporte utilizados preferentemente por los turistas como en la forma de utilizar dichos medios y en los impactos que esto tiene en los destinos. La movilidad dentro del destino también es estudiada, lo que completa la perspectiva que se da de la misma. El capítulo termina con interesantes reflexiones acerca de la movilidad sostenible y accesible, así como de las nuevas formas de movilidad. En el segundo, los autores abordan los cambios que se están produciendo en las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) y muestran los desafíos y las oportunidades que la digitalización puede suponer para el turismo. Para ello hacen un breve recorrido por la historia de este proceso, y a continuación resumen el impacto del mismo en la distribución y en los modelos de negocio turísticos. Por supuesto, también describen las características y potencialidades de los destinos turísticos inteligentes en nuestro país, las iniciativas públicas y privadas que se han llevado a cabo y las líneas de trabajo futuras en este ámbito. En el tercero se trata la relación existente entre la sostenibilidad y el turismo, en el que se definen conceptos como turismo sostenible, se reflexiona acerca de los beneficios y los aspectos negativos del turismo y se evalúa la sostenibilidad del turismo español. Los autores analizan esta relación teniendo en cuenta la enorme diversidad del sector en nuestro país, y abordan múltiples aspectos como la regulación, los recursos naturales, el overtourism, el impacto del turismo en el empleo y en el capital humano. También se explican las actuales estrategias de sostenibilidad turística que se están llevando a cabo en España, así como los posibles escenarios futuros. Los autores proponen para terminar la sección algunas de las claves para la sostenibilidad futura del turismo, entre las que destacan la disponibilidad de fuentes y datos estadísticos y de información, la creación de sinergias con proveedores sostenibles o reconocer a las empresas que más impacto positivo tengan en la vida local de los destinos. El último capítulo de este bloque se centra en las políticas y estrategias de gestión de los destinos, último de los factores considerados por los autores como clave para entender el turismo español en la actualidad. En él se realiza un recorrido por el sistema turístico español y por el papel que tienen tanto la administración pública en sus distintos niveles (europeo, nacional, autonómica y local) como las organizaciones privadas en la planificación del sector.

El libro termina con un último capítulo en el que se aportan ideas de enorme interés para el rediseño del modelo turístico español. Dado que el turismo está íntimamente insertado en la sociedad, la economía, la política, la cultura y el territorio de nuestro país, los autores consideran que “las respuestas ante los desafíos del futuro han de contemplarse para el conjunto del país”, y deben tener en cuenta los cuatro factores analizados en los capítulos anteriores.

Estoy convencido de que cualquier persona interesada en el turismo español encontrará en la lectura de este libro ideas, diagnósticos y propuestas muy valiosas para entender la situación actual del sector, los retos a los que se enfrenta y las posibles estrategias a seguir en el futuro modelo turístico. En mi opinión, el interés intrínseco de la obra es enorme para quienes se han acercado al estudio del turismo español desde la geografía, la sociología o la antropología, pero todavía es mayor para aquellos, estudiosos o no del sector, profesionales o simplemente personas interesadas en el mismo, que hasta ahora se han acercado desde posiciones y disciplinas diferentes, puesto que proporciona una visión muy diferente a la que estamos acostumbrados. Tal vez los dos únicos peros que pueden ponerse a la obra sean la excesiva importancia que se da a los efectos estructurales de la crisis del COVID-19, que parece que no se están produciendo (esto era imposible de prever hace tan solo unos meses, y en todo caso aplaudo la valentía de los autores para “mojarse” haciendo predicciones), y el hecho de que diversas ideas se repitan a lo largo de todo el texto, fruto como es normal de la participación de varios autores en la obra. En todo caso, se trata de cuestiones sin la más mínima importancia que para nada hacen desmerecer la excelencia del libro. Así pues, lo recomiendo a todos los investigadores del sector, pero especialmente a los estudiantes de turismo, economía o administración de empresas, a los responsables de la política turística en cualquier nivel y los profesionales del sector.

Por último, hay que destacar que el trabajo anima a cualquiera que lo lea a profundizar en la investigación acerca del modelo turístico futuro, que por cierto será aquél que todos y cada uno de nosotros demos forma a partir de ahora.

José Joaquín García Gómez
(Universidad de Almería)

4. HISTORIA Y CIENCIAS SOCIALES: AMÉRICA LATINA

Giovanna Montenegro: German Conquistadors in Venezuela. The Welsers’ Colony, Racialized Capitalism, and Cultural Memory. Notre Dame: University of Notre Dame Press, 2022. 352 páginas.

Rebuilding lost or forgotten connections between cultures, nations, and societies is a prominent concern among scholars in the social sciences, particularly in the field of history, over recent decades. Giovanna Montenegro’s book follows this trajectory diligently, leaving no effort spared. This dedication is evident not only in the extensive list of archives visited but also in the compiled documentation –much of it visual– that is incorporated into the publication. The narrative unfolds across a vast historical landscape, commencing with the emergence of the Modern Age, the exploration of new territories, and the maritime world. It extends to the present day, encompassing post-colonial debates and a critical examination of the shadows cast by the imperial past of European nations.

The three-part book, featuring an epilogue that delves into Germany’s restitution of Venezuelan patrimony, represents an ambitious effort to reconstruct the history of the connections between the German nation and Venezuela, focusing on the case of the Welsers’ Colony. This colony was granted to the commercial house of the Welser family, headquartered in the city of Augsburg, by Charles V in the northern part of the South American subcontinent. Under this concession, the Welsers were bestowed with the right to exploit and trade resources and slaves, as well as to explore and conquer the territory, reaping the corresponding economic and political benefits prevalent at that time. Beyond detailing the unfolding of Welser interactions with Venezuela, the author explores the various cultural representations –referred to as cultural memory– that this historical event has generated on both sides of the Atlantic.

Montenegro’s analysis delves into each century of this extensive history, scrutinizing characteristic aspects of the events –whether within the Welsers’ Colony or in the narratives and recollections spanning the last five centuries. The first and second chapters, constituting the initial section, focus on the Welsers in Augsburg, Charles V, the realm of commerce, and its interactions with conquering enterprises. Conversely, the second part is dedicated to examining how the so-called Welsers’ Colony was portrayed from the sixteenth to the eighteenth centuries. This exploration encompasses written accounts, maps, cartographies, and family genealogies. The final two chapters address the nineteenth and twentieth centuries, analyzing cultural productions related to the colony from both German and Venezuelan perspectives.

The execution of the author’s ambitious project, however, may come at a significant cost. The attempt to cover such a broad period and diverse aspects results in some non-negligible inaccuracies within the book. The author aims to explore one of the “strangest episodes” (p. 1) in the conquest and colonization of America. While using this adjective may serve as an effective marketing strategy for book sales, it can also be misleading. For whom is it considered strange –for the researcher or the reading public? Is a particular historical process seen as peculiar by present-day societies that may have forgotten it or by past societies that experienced it? Why might an episode or historical event be perceived as strange through contemporary eyes?

While it is essential, as David Lowenthal emphasizes, to recognize that the past is inherently a “foreign country”, the researcher holds the responsibility of mitigating the perception of strangeness and restoring meaning to historical events. This involves fostering a certain familiarity that facilitates understanding in the present. To make this extensive historical connection between Venezuela and Germany viable, the author asserts the presence of an emotional link, specifically nostalgia. However, this assertion is subject to debate. It appears that there may be a potential overinterpretation of nostalgia in the various periods examined by Montenegro. Firstly, since nostalgia is an emotion or affection, it should ideally be traced in private sources such as correspondence, diaries, or literary productions. Finding nostalgia in a seventeenth-century map, as the author notes, can be challenging, given that “Stenglin’s seventeenth-century map is a southern German nostalgic view of the Province that the Welsers had lost more than one hundred years before” (153). Furthermore, Giovanna Montenegro suggests nostalgia in the nineteenth century during Prussian imperial expansion, stating, “Nostalgia for the Welser Venezuela colony would be part of that imperial impetus” (198). These instances raise questions: Was an incomplete colonization project by sixteenth-century bankers and merchants genuinely significant for Prussia and modern Germany? The impression is that it might be a generalization from isolated events. Representations of a historical event in a parade, a few articles, or literary and dramatic works may not necessarily indicate societal longing for the past or an emotional link to something lost. Nostalgia, in this context, might be better observed in folk songs popular in regions of former Prussia, persisting until post World War II times, such as “Wir wollen unseren alten Kaiser Wilhelm wiederhaben” [We want to have our old Kaiser Wilhelm back], among others.

The same aspiration to compose an extensive historical narrative somewhat weakens the presentation of arguments in each chapter. The approach to diverse topics, such as elucidating the private interests of merchant houses in conquering enterprises, exploring the processes of cartography production in the same century, or understanding the practical necessity of genealogical studies among certain social groups in the early modern age, might come at a considerable cost. The noticeable absence of crucial bibliographic references, authors, and publications that could contextualize the Welser’s experience, facilitate comparisons with other cases, or situate the events within different contexts, persists throughout the work. This deficiency is exemplified in the title of Chapter Five, “Foreign” Governance. Undoubtedly, the Welsers may have been considered foreigners to the inhabitants of the Kingdoms of Spain, but this perception of foreignness differed from our contemporary understanding. The quotation marks around the word “foreigner” in the title also suggest a certain relativity and difficulty that the term implies for the author herself. Despite this, no texts or bibliography are cited, even though scholars like Tamar Herzog have extensively addressed the subject. Moreover, this approach results in the author frequently referring to Venezuela, Spain, and Germany without providing distinctions or clarifications that emphasize these as historical institutions with distinct political and legal realities, undergoing profound changes during the period under study.

The same observation applies to Chapter Seven, which delves into the presence of the Welsers’ Colony in historical and literary writings. Montenegro refers to the form of history writing she terms “positivist fashion” (229-231), a style prevalent throughout Latin America under various names such as “historias patrias”, “historias nacionales”, “historias tradicionales”, and “positivismo americano”, among others. This approach has been extensively discussed and analyzed, as seen in the classic work by Germán Colmenares. Despite the richness of these discussions and their potential utility in exploring the presence or absence of the Welsers in narratives about the past, such discussions are notably absent in the book.

It is possible that the author’s inclination to cover a wide array of topics hinders the comprehensive examination of the connections, encounters, and misunderstandings between German and Venezuelan societies, preventing the book from providing conclusive answers to questions a general reader might have. Historical and interpretative concerns persist regarding the book’s approach: for instance, why not explore the possible nostalgia experienced by the Guipuzcoans when the Guipuzcoana de Caracas came to an end? This prosperous enterprise transformed realities on both sides of the Atlantic and is even considered by some as the foundation of modern Venezuela. Additionally, why not give more prominence to Colombia in the study, considering the traces of the Welsers, as correctly pointed out by the author, including their role in the founding of the capital city?

Carlos Olano Paredes
(Universität Bern)

Aida Rodríguez Campesino: España, Estados Unidos y Latinoamérica. Un triángulo (des)amoroso a través de las exposiciones universales del cambio de siglo. Alcalá de Henares: Universidad de Alcalá 2022. 300 páginas.

A finales del siglo xix surgieron dos discursos que buscaban justificar formas de tutelaje sobre América Latina: el panamericanismo y el hispanoamericanismo. Mientras Estados Unidos resaltó sus lazos políticos e históricos con las “repúblicas hermanas del sur” a través del primer modelo, España subrayó a través del segundo el legado compartido con sus excolonias en lo cultural y lo lingüístico. En cuanto al panamericanismo, este tuvo una fuerte carga económica, toda vez que Estados Unidos –iniciando con la Primera Conferencia Panamericana en 1889/1890 en Washington– buscaba deshacerse de la competencia europea en el continente. Por su parte, el hispanoamericanismo, que tuvo su primer auge alrededor del IV Centenario del Descubrimiento de América en 1892, apostó más por la diplomacia cultural. Eso no impidió que España también aprovechara la evocación recurrente de unos lazos históricos para aumentar sus exportaciones hacia las antiguas colonias.

El tema principal del libro de Aida Rodríguez Campesino –una tesis de doctorado defendida en la Universidad Autónoma de Madrid– es, entonces, la génesis y el desarrollo de estos dos discursos entre las décadas de 1890 y 1930. Sin embargo, el título de la obra se presta a malos entendidos. Por un lado, el “triángulo (des)amoroso” compuesto por España, Estados Unidos y Latinoamérica, en realidad se limita casi exclusivamente a los primeros dos países. Latinoamérica solo aparece como un plano de proyección de España y Estados Unidos, pero no como un actor sui generis. Por otro lado, el subtítulo tampoco cumple con lo prometido, dado que las “exposiciones universales del cambio del siglo” solo ocupan el último tercio del escrito.

El libro está dividido en tres partes, cada una de ellas compuesta por dos capítulos. En la primera parte se presenta el aparato conceptual del trabajo, donde se destaca una línea de autores poscoloniales y decoloniales como Edward Said, Santiago Castro-Gómez, Ramón Grosfoguel y Walter Mignolo. La referencia al pensamiento decolonial le sirve a Rodríguez Campesino para analizar las relaciones entre España y Estados Unidos como marcadas por la colonialidad y el imperialismo, tanto formal como informal. Según muestra a través de ejemplos concretos, la mirada estadounidense a España se alimentaba de la imagen que se tenía de América Latina, a cuya cultura y población los norteamericanos conocían “de cerca”. Los numerosos atropellos y actos de imperialismo por parte de los estadounidenses, así como la guerra contra México entre 1846-1848 o la intervención en la guerra de independencia cubana en 1898, habrían cimentado una postura de superioridad cultural y racial hacia los países al sur del río Bravo que también incidió en la percepción de España como un país “inferior”. Mientras tanto, España, que criticaba el imperialismo estadounidense, se apoyó paradójicamente en discursos imperiales que celebraban las hazañas de la conquista y la “obra civilizatoria” en las Américas. En este sentido, ambos países usaron a América Latina como plano de proyección para entenderse mutuamente, pero también para enfrentarse.

Después de este capítulo conceptual, sigue un apartado sobre las relaciones entre España y Estados Unidos entre 1890 y 1930, que sirve para contextualizar los capítulos siguientes. La segunda parte del libro se dedica a la descripción del origen y desarrollo de los dos discursos antagónicos acerca de América Latina, el hispanoamericanismo y el panamericanismo. Esta parte está muy bien documentada y reúne tanto estudios clásicos como recientes sobre ambos fenómenos, indagando el papel de intelectuales, asociaciones e institutos literarios, lingüísticos y culturales, el papel del español en la Sociedad de Naciones y, por supuesto, las conferencias panamericanas que tuvieron lugar entre 1889 y 1928. No obstante, como ya se mencionó, el papel de Latinoamérica, donde en la segunda mitad del siglo xix se estaban formulando conceptos de una identidad continental propia, entre ellos la idea misma de “América Latina”, no recibe suficiente atención. Aunque se mencionan algunas posiciones latinoamericanas en las conferencias panamericanas, donde los delegados de esta región buscaron defender su soberanía nacional contra el intervencionismo norteamericano, el capítulo sobre el hispanoamericanismo refleja exclusivamente la visión de España. En palabras de la autora, esta omisión se debe tanto a “razones logísticas” como a una “cuestión de interés de investigador” (p. 101). A la luz del gran número de estudios sobre el hispanismo/hispanoamericanismo que han resaltado la agencia latinoamericana en este movimiento, el cual no solo tuvo efectos en el plano discursivo, la ausencia de América Latina le quita fuerza a este capítulo.

Lo mismo se puede decir de la última parte del libro, dedicado al análisis de las exposiciones internacionales. Los ejemplos escogidos por la autora son la Exposición de Filipinas de 1887, la Exposición Histórico-Americana de Madrid de 1892, la Exposición Colombina de Chicago de 1893, la Exposición Panamericana de Buffalo de 1901 y, finalmente, la Exposición Ibero-Americana de Sevilla de 1929. A pesar del título del libro, la única de estas exposiciones que calificaría como “universal” sería la feria de Chicago, celebrada a raíz del IV Centenario. Aunque una clasificación oficial de las exposiciones solo existe desde 1931 por parte del Bureau International des Expositions (BIE), los demás certámenes eran eventos internacionales de menor envergadura y que tampoco fueron concebidos como “universales” en la época. Este título pertenecía sobre todo a las cinco exposiciones parisinas celebradas entre 1855-1900, las cuales contaron con una participación latinoamericana considerable. No obstante, debido al enfoque en el hispanoamericanismo y el panamericanismo, estas no son tratadas en el estudio. En la última parte del libro, la autora se concentra nuevamente en los enfrentamientos simbólicos entre España y Estados Unidos, lo que aporta detalles sumamente interesantes, especialmente en relación con la participación inesperada y de alguna forma “fuera de lugar” de Estados Unidos en la exposición de Sevilla, fuertemente marcada por el hispanoamericanismo del régimen de Primo de Rivera.

En general, se puede afirmar que el libro de Aida Rodríguez Campesino es un estudio sólido sobre la génesis del panamericanismo y el hispanoamericanismo desde finales del siglo xix hasta la década de 1930. De manera convincente y bien escrita (salvo algunos errores de tipografía), la autora ofrece una visión panorámica y crítica de estos discursos, que no solo se limitaron al intercambio intelectual, sino que se manifestaron en las esferas de la diplomacia (conferencias panamericanas), la artística-cultural (exposiciones internacionales) y la de tipo económico. Pese al anhelo frustrado de “reconquistar” sus viejas colonias en el ámbito espiritual, cultural y económico, los esfuerzos de España resultaron poco exitosos en contra de la hegemonía estadounidense. En el plano cultural, los organizadores de las exposiciones norteamericanas incluso lograron absorber el legado ibérico como “propio”, según quedó evidenciado a través de la apropiación simbólica de la figura de Colón o la arquitectura del renacimiento español, popular en los Estados Unidos de inicios del siglo xx. Los apartados que tratan sobre estos fenómenos y resaltan la complejidad como las contradicciones de ambos discursos son los mejor logrados del libro.

Lo que convence menos de este estudio es la contradicción entre los conceptos decoloniales –en gran parte provenientes de América Latina– y la exclusión empírica casi total de Latinoamérica como actor histórico. Sobre todo en los capítulos que tratan de las exposiciones internacionales, la consideración de la rica historiografía latinoamericana sobre estas temáticas habría cambiado la perspectiva de la autora sobre las corrientes del hispanoamericanismo y el panamericanismo, las cuales difícilmente se pueden reducir a formas de imperialismo cultural. Y aunque Rodríguez cierre el libro indicando que esta perspectiva quedaría pendiente para futuras investigaciones (pp. 271-272), una comprensión plena de ambos esquemas habría demandado la integración de la perspectiva latinoamericana, aunque solo fuera a través de la literatura secundaria.

Sven Schuster
(Universidad del Rosario)

Hernán González Bollo / Diego Ezequiel Pereyra: Estado y planificación en el lejano sur: agencias y funcionarios de la Argentina peronista, 1944-1955. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes 2021. 254 páginas.

El estudio de los dos primeros gobiernos de Juan Domingo Perón (1946-1955) parece ser una labor que no tiene fin. Y esto no solo por la permanencia del peronismo como identidad política en la contemporaneidad argentina, sino, precisamente, por la serie de discusiones que suscita un proceso histórico que signó los destinos de este país. De allí que no resulten inocentes los debates que despierta aún hoy la experiencia peronista de mediados de siglo xx, a casi ya ochenta años de su emergencia. Ahora bien, es innegable que las conclusiones de dichos debates no suelen ser particularmente complejos: de forma muchas veces maniquea, se leen sus efectos en términos positivos o negativos, buenos o malos a corto y largo plazo. De tal manera, el “peronismo clásico” tiende a pensarse de dos modos: como un todo homogéneo, constituido por decisiones improvisadas y demagógicas; o, en cambio, como un proceso político enarbolado por una mente preclara, cuya genialidad habría logrado democratizar y llevar justicia social a todo el país.

En los resquicios de estos polos antitéticos, el trabajo de González Bollo y Pereyra pretende hacer una rigurosa contribución. Desde una perspectiva que imbrica de manera aguda la sociología con la historia, los autores abordan en su libro la especificidad de la configuración estatal argentina entre 1944 y 1955, auscultando los distintos organismos, agencias y funcionarios que atravesaron la génesis peronista. El objetivo de González Bollo y Pereyra es, desde el inicio del libro, claro: antes de pensar al Estado justicialista como un proceso improvisado y cortoplacista –englobado recurrentemente en el calificativo “populista”–, los investigadores matizan el recorrido sinuoso que atravesó la proyección económica e institucional peronista, enarbolado principalmente en un Primer y Segundo Plan Quinquenal (1947-1951 y 1953-1957, respectivamente).

Concederle esto a la estatalidad justicialista, sin embargo, evita también reproducir una lectura retrospectiva mitológica de los dos primeros mandatos de Perón; un engrandecimiento que, como sugieren los propios autores, empezó con las declaraciones del propio ex presidente depuesto desde su exilio, y que se reprodujeron al calor de las distintas coyunturas críticas durante las décadas subsiguientes al golpe militar de 1955. Frente a esta mitología política, el libro logra plasmar, gracias a una cantidad casi abrumadora de fuentes primarias, el discurrir de una élite gubernamental que pretendió transformar de manera permanente la Argentina de su tiempo.

Luego de una introducción que da cuenta de las distintas formas en que ha sido abordada académicamente la planificación peronista, mostrando allí una vacancia no solo temática, sino de enfoque, González Bollo y Pereyra desarrollan en el primer capítulo de su libro la transformación de un Estado liberal-conservador hacia uno cuya centralidad permearía toda la sociedad argentina, en especial luego del primer triunfo electoral de Perón. En este sentido, la emergencia del Primer Plan Quinquenal (1946) no se basó solo en los elementos e iniciativas claves ya emprendidas por la Secretaría de trabajo y previsión desde 1943, sino también en la creación de un complejo organigrama burocrático y en la realización de hitos tan importantes como el ambicioso Cuarto Censo General de la Nación, de 1947. Así y todo, la transformación y ampliación de la estructura estatal, la acumulación y procesamiento de un contingente superlativo de datos, a lo que se le sumaba las tensiones internas en la consolidación (siempre intercambiable) de cuadros directivos del peronismo, esbozan –para los autores– la dinámica propia de una planificación naíf por parte de esta estatalidad tuitiva propuesta por el justicialismo.

El capítulo 2, por su parte, indaga sobre lo que los autores denominan “el régimen estadístico-censal militar y peronista” entre 1944 y el golpe del 55. Allí, González Bollo y Pereyra se abocan a escudriñar el desarrollo institucional que supuso la acumulación de información estadística y la forma en que el poder justicialista pretendió modular dicha información; esto no solo para y hacia los actores externos al peronismo sino, justamente, para regular la difusión de los datos dentro de la propia élite en el poder. De allí que sea tan importante para los autores indagar “tres modelos” de funcionarios estadísticos, ofreciendo modelos disimiles de actores administrativos, cuyas trayectorias políticas y profesionales marcarían las particularidades de sus medidas y enfoques a la hora de procesar los datos recaudados.

El “Plan Técnico de Trabajadores Públicos”, coordinado por el Ministerio de Asuntos Técnicos entre 1949 y 1954, es el objeto principal del capítulo 3. Allí los autores mapean el impacto a ras de suelo de la planificación peronista, estudiando el presupuesto e inversión en obras públicas de diez provincias periféricas a la urbe bonaerense. Lo anterior permite dar muestra de un complejo proceso de articulación de propuestas y demandas a nivel nacional y provincial. Además, para la indagación de este proceso de planificación justicialista a múltiple escala, González Bollo y Pereyra estudian tres revistas de la época (La Ingeniería, Construcciones y Mundo Peronista) para poner en evidencia las vicisitudes de dicha planeación.

Por último, el capítulo 4 presenta un panorama generalizado de los “economistas gubernamentales” –funcionarios profesionales y especializados en economía y estadística–, los cuales tomaron un fuerte protagonismo en el Estado planificador justicialista después de la muerte de Eva Duarte de Perón (1952). Para los autores, este parteaguas al interior del “peronismo clásico” habilitó el recambio de funcionarios, constituyendo así un personal cuya experticia podía lidiar con las distintas voluntades políticas que emergían dentro del peronismo durante los tres años previos al coup d’etat de 1955. En este apartado final del libro se pone en evidencia la importancia del know-how económico de funcionarios a la hora de sancionar medidas como el Plan de Emergencia Económica de 1952 y, en definitiva, para el armado y puesta en marcha del Segundo Plan Quinquenal (1953).

La tensión entre esta gran empresa estatal de planificación y el liderazgo del propio Perón resulta ser el eje conductor de las conclusiones del libro. Para González Bollo y Pereyra, en efecto, la construcción de la estatalidad, con la fundación de un número no menor de agencias, consejos, direcciones y ministerios, y la forma en que se erigió el régimen de planificación justicialista (con su acumulación de datos y el dilema que estos producen a la hora de pensar en cómo procesarlos) permite entender el rol que tiene un liderazgo como el de Perón a la hora de articular técnica con iniciativa política.

En definitiva, Estado y planificación en el lejano sur es un texto exhaustivo, riguroso, que no escatima en dar muestra de un manejo al dedillo de fuentes primarias y oficiales, cuestión que permite divisar continuidades y rupturas del “peronismo clásico”, no solo en relación a la llamada “década infame”; también habilita comprender por qué después de 1955 algunas medidas planificadoras de la “segunda tiranía” (como fue llamado posteriormente el periodo peronista por sus opositores) no fueron desechadas de cuajo por sus opositores. No obstante ello, es importante resaltar que dicha exhaustividad y foco que los autores ponen en las minucias de la planificación justicialista también impide una lectura amable del libro: si bien está claro que no hay una pretensión divulgativa del mismo, no es menos cierto que el texto se inscribe en una discusión y un campo problemático de un público bastante reducido. Asimismo, no deja de ser evidente el desnivel existente entre un despliegue apabullante de datos (elencos burocráticos, organigramas institucionales, etc.) con los ligeros tramos de análisis de los mismos. A lo anterior se le suma el uso acrítico de ciertas categorías importantes para las disciplinas de las que los autores provienen (los términos de populismo y bonapartismo, por caso, se emplean sin un criterio cuidadoso). De igual manera, queda poco clara la utilización de la idea bourdieana de “discurso bizco” (uno que “anuncia un sentido y en sus pliegues enunciativos tiene reservado otro, de naturaleza diferente”, p. 220): ¿se busca remitir con ello, implícitamente, a la demagogia y al secretismo que suele endilgársele al peronismo de mediados de siglo xx? A esto, en fin, se le puede agregar algunos paralelismos claramente excesivos: comparar, en tanto espía, a Perón con V. Putin y G. W. Bush (p. 66); o equipara a Eva Duarte con “el perro de Mao Zedong”, Jiang Qing (p. 37).

De ninguna manera los anteriores reparos eclipsan la seriedad y rigurosidad del libro de González Bollo y Pereyra. Dentro de su propio campo de interrogaciones y desde un enfoque interdisciplinario, el texto de estos autores es fiel a la tarea primordial de las ciencias sociales y humanas, actualmente vilipendiadas por tecnócratas y libertarios de todo el mundo: abordar los objetos de estudio desde los matices, explorando sine ira et studio las tensiones internas de los mismos.

Cristian Acosta Olaya
(Universidad de Nacional de San Martín)

Luis Alberto Escobar: Francisco Ayala: exilio español en Argentina y renovación de la sociología latinoamericana. Rosario: Prohistoria Ediciones 2022. 208 páginas.

El libro es una historia de los orígenes de la sociología en la Argentina desde una perspectiva intelectual-biográfica. Tal como explica Luis Escobar, en los años cuarenta se da una renovación sociológica regional articulada en grupos y proyectos. Es un momento en el que se crean institutos y cátedras de Sociología, sobre todo, en distintas facultades de Derecho del país, al tiempo que se va modernizando el campo cultural. A partir de los aportes de Pierre Bourdieu y recuperando las ideas de los teóricos más importantes del campo de la historia intelectual, el autor logra calibrar el peso específico de los científicos que fueron agentes indispensables de esta modernización cultural. Muchos de ellos eran extranjeros que se vieron forzados al exilio debido al avance de las derechas en Europa. El aporte de estos desbordó los claustros universitarios para llegar a producir cambios significativos en diferentes ámbitos culturales. Lo curioso es que lejos de quedarse en la ciudad de Buenos Aires –que sin duda concentraba un volumen de circulación cultural y de instituciones mayor que el de otras ciudades– los intelectuales exiliados trabajaron en universidades ubicadas en diferentes espacios provinciales. Tal es el caso del protagonista de este libro, el granadino Francisco Ayala, que por algunos años formó parte del plantel profesoral de la Universidad Nacional del Litoral y también de otros, como su compañero de ruta Renato Treves en la Universidad Nacional de Tucumán.

La obra cuenta con un prólogo a cargo de Miranda Lida, una introducción, tres capítulos y un cierre. En el primer capítulo el autor va armando el escenario de las ciencias sociales, en particular de la sociología, en el cual se insertó Francisco Ayala. Aborda el proceso de modernización intelectual que incluyó la crítica al positivismo y la emergencia de nuevas orientaciones. En esta parte el autor profundiza en un largo período que va desde la niñez y los años formativos de Ayala en su país natal, hasta la inserción en el campo intelectual local a partir de la activación de redes vinculares que fueron abriendo algunas oportunidades que resultaron exitosas en la coyuntura. En el segundo capítulo, avanza sobre los años cuarenta focalizando la creación de cátedras e institutos ligados a la producción de conocimiento sociológico. Asimismo, se analizan algunas publicaciones centrales en la circulación de dicho conocimiento como el Boletín del Instituto de Sociología (Universidad de Buenos Aires), que fue la primera revista especializada del país. Luego se exploran las cátedras de Sociología, en particular la de Ayala en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral ubicada en la capital santafesina, donde también conformó un grupo de estudios. El tercer capítulo explora la actividad editorial y autoral del profesor granadino, quien se destacó como difusor de un corpus sociológico diverso. Esta parte del libro contiene un análisis del “corredor” argentino-mexicano a partir de la relación entre Francisco Ayala y José Medina Echeverría que tiene un impacto en la intervención del primero en el campo editorial argentino.

Siguiendo los andares de un intelectual compelido a dejar su país de origen, Luis Escobar propone un interesante y complejo cruce de coordenadas que le dan sentido a esta historia. Sobre estas coordenadas de lectura vamos a profundizar algunos aspectos. En primer lugar, la marca de nacimiento, el recorrido biográfico que enfatiza el influjo de su abuelo materno, médico, rector de la Universidad de Granada y decano de la Facultad de Medicina. El impacto de las actividades universitarias de su abuelo lo habrían acercado a ese mundo entre otras opciones. No obstante, no solo se desarrolló en el campo profesoral y científico. Ayala tuvo una multiplicidad de intereses y desplegó actividades en diferentes espacios relacionados con la producción intelectual. En efecto, fue autor, editor, director de colecciones, formador de profesionales, articulador cultural. Los temas que abordó en sus escritos también fueron diversos (el cine, la libertad individual, la técnica, la crítica sociológica, la crisis contemporánea, los nacionalismos, la sociedad de masas, la función social del intelectual, entre muchos otros temas), lo cual muestra la sensibilidad y la amplitud desde la cual miraba al mundo. En este sentido, creo que ha sido un enorme acierto la estrategia de proponer a este intelectual como un caleidoscopio a partir del cual reponer un clima de época caracterizado por la crisis y la búsqueda de nuevos caminos y herramientas para analizar la realidad. En las palabras del autor, Francisco Ayala se transformó en un aleph borgeano, “el punto que nos permitió ver todos los puntos”.

En segundo lugar, las coordenadas de las redes institucionales (como la Institución Cultural Española) y los mediadores/as locales (como Norah Borges y Angela Romero Vera) que muestran de qué formas las conexiones trasatlánticas se transforman en un elemento clave en el contexto de una coyuntura bélica que lanzó a muchísimas personas –que tenían la fortuna de contar con un capital intelectual o de otro tipo– a buscar refugio en otros países. Estos vínculos y redes de exiliados tuvieron un efecto de renovación en campos específicos de las ciencias sociales “a partir de movimientos e intercambios de obras y autores, constituyendo un circuito particular por el que transitan bienes culturales y simbólicos en espacios que exceden a los institucionales y comerciales pero que se vinculan con un entramado regional desde el que se articula una renovación disciplinar” (p. 109).

En tercer lugar, las coordenadas de las lecturas. El autor rastrea en publicaciones de todo tipo (reseñas, comentarios, introducciones) una trama relacional especifica del campo sociológico regional y trasnacional. Las lecturas y los subsiguientes comentarios sobre novedades bibliográficas pueden hablar –además de los objetos de estudios abordados por las obras publicadas– sobre aristas de distinto calibre: sobre las amistades y conflictos en los ámbitos académicos; sobre las relaciones entre profesores de diferentes puntos del continente y a través de los mares; sobre el intercambio de ideas en la academia y fuera de ella, en conversaciones triviales, viajes y tiempo de ocio. Todas estas prácticas del mundo intelectual fueron creando lazos de amistad visibles (en reseñas, invitaciones, conferencias) e invisibles (momentos íntimos, inasibles). Un dato particularmente interesante es que las reseñas que se publicaban en las revistas académicas más importantes del país aparecían casi simultáneamente con la impresión de los libros. Lejos de ser un detalle esto da cuenta de un intercambio de obras por vías no comerciales que demuestra la riqueza y las múltiples vías del consumo cultural e intelectual en la región.

En cuarto lugar, la cartografía de las prácticas editoriales de Ayala tuvo un valor en sí misma pero, además, contribuyeron a solidificar el campo sociológico local. Tal como señala el autor, Ayala tiene doble cara: es un analista del proceso de formación de la sociología en la Argentina y, al mismo tiempo, un actor plenamente implicado en este proceso que tiene la intención tanto de difundir las novedades bibliográficas como de publicar sus propios hallazgos. La actividad editorial de Ayala nos abre un mundo en plena transformación y diversificación. Dirigió dos colecciones muy importantes sobre sociología (editorial Losada) y teoría política (Americalee) que Luis Escobar analiza con un nivel de detalle inusual proponiendo vínculos –sumamente interesantes– entre ambos catálogos. El autor también realiza una exhaustiva pesquisa sobre otras publicaciones en las que Ayala participa introduciendo, prologando, traduciendo. Siguiendo los rastros de todas estas intervenciones en el mundo editorial encuentra un hilo conductor muy sólido: la búsqueda de este intelectual granadino por vincular la teoría y la práctica. Para él “sin teoría no hay conocimientos pero tampoco hay conocimiento si esa teoría no tiene anclaje en la realidad” y esta realidad está teñida de sangre, totalitarismo, crisis cultural. Las búsquedas de Ayala tienen este signo y se mantienen “en un dialogo continuo entre presente-pasado, en un modo historicista de arribar a los objetos y las reflexiones” (p. 148).

Por último, Ayala nos hace pensar en una modernidad descentrada. En esta modernidad existen diversos nodos de actividad cultural y producción intelectual que se encuentran fuera de los grandes centros urbanos. Una cartografía mucho más abierta de lo que solemos imaginar donde los vínculos institucionales y de amistad desparraman objetos culturales, productores e intelectuales en espacios alejados de las capitales. Las universidades ubicadas en ciudades que no son ni fueron industriales y que no concentraron el poder político o económico, por lo que hemos podido ver con este libro, sí fueron polos de atracción y desarrollo intelectual.

En fin, este gran trabajo de Luis Escobar siguiendo el camino de los orígenes de la sociología en el país a partir de los andares de un sociólogo granadino recorre una serie de núcleos fundamentales para analizar la vida cultural e intelectual de entreguerras lo cual constituye un aporte indispensable para quienes seguimos tratando de comprender el sentido de una época donde las coordenadas estaban en pugna.

Mariela Rubinzal
(Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales del Litoral, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas-Universidad Nacional del Litoral)

Moisés Prieto: Narratives of Dictatorship in the Age of Revolution. Emotions, Power and Legitimacy in the Atlantic Space. London: Routledge 2023. 221 páginas.

Contributions in both conceptual history and the history of emotions have been profuse in recent decades, and yet Moisés Prieto’s book manages to place itself as a pioneering, as well as relevant, contribution in both fields.

In circumstances in which the totalitarian and authoritarian experiences of the twentieth century constituted a major analytical conundrum for historians, the question of dictatorships in the nineteenth century seemed for decades something secondary and even absurd. Thus, the author positions this issue in the historiographical debate with remarkable complexity and skill, qualities given by at least three elements that we would like to highlight.

The first refers to the analytical schemes in which the work is framed. Prieto seeks to reconstruct and put in tension the different ‘narratives about the dictatorships’ that were elaborated during the period in question, under the premise that these narratives were not only ‘described, defined and explained,’ but are also presented using ‘patterns, allegories, topoi and sentiments’ (3). In this sense, recognising them as narratives leads him almost organically to rely on the work of Hayden White, which allows him to apprehend a complex semantic extension, paying attention to gestures, symbols, rituals and other elements that are less noticed but also form a constitutive part of the making of these narratives.

At the same time, the author recognises the advantages that conceptual history offers for analysing the different components of the narratives he seeks to describe. Prieto accounts for the semantic changes around the figure of the ‘dictator’ and the ‘dictatorship’, arguing that they are crucial to understanding the management of the crisis that the Age of Revolutions brought about in the emergence of a new language of the political. Thus, Reinhart Koselleck’s Begriffsgeschichte functions as a useful analytical schema both to account for semantic changes and the effect of these concepts on the historical development of the political.

But emotions also play an active role in the composition of these narratives. Terror, hope and nostalgia, the author argues, are the emotions that sustain, organise or structure some of these narratives about dictatorships, whose legitimising function appeals to one of the main questions of the book, namely: how is effective political legitimacy constructed in circumstances in which the regime that was being sought to leave behind anchored its legitimacy based on tradition and the divine origins of the monarchs. Thus, the contributions of the historian and anthropologist William Reddy are functional to this purpose, in particular the concept of ‘emotional regime’, as a means to make visible the emotional support of power systems, in this case: dictatorships. In this sense, this work contributes to a necessary discussion on the function of emotions in the exercise of politics, which, moreover, gives this work a suggestive contemporary relevance.

This book, then, condenses a skilful and pertinent interweaving of different historiographical traditions that results in an effective demonstration of the complexity of the phenomenon it seeks to expose.

A second element that testifies to the author’s complexity and skill is the choice of the geographical space to be analysed. Not satisfied with focusing his analysis on the European continent, Prieto sees the advantage of thinking about a broader geographical space: ‘the Atlantic Space’. Not only because of the extensive tradition of Spanish-American historiography on dictatorships but also because of the understanding of this space as an analytical unit of mutual circulation. In other words, the relationship between Latin America and Europe was thought of for decades as a tributary relationship, in which the criollos were mere reproducers of theories elaborated in Europe, while at the same time lacking in intellectual and experiential production. The author, on the other hand, presents us with a space of greater communication where the experiences on both coasts of the Atlantic serve as inspiration –affirmative or negative– for other countries.

For Prieto, the new Spanish-American republics have the singularity of having thought and practised a political legitimacy based on different foundations to the dynastic lineages that prevailed in Europe, which is why they serve as a fundamental political laboratory by way of contrast with other experiences.

The author responds well to the demands of dealing with a geographical space such as this, as he demonstrates a broad historical and historiographical knowledge that only a historian with a long career could have. As a young historian, Moisés Prieto has written a book that has the merit of having an impact on several academies at the same time, as well as on several historiographical fields.

Last but not least, the book shows us an extensive body of documents, ranging from pamphlets, political essays, newspapers, and memoirs, among many others, which are written in a large number of languages (English, Spanish, French, Italian, German), attesting to the historian’s skill. Furthermore, Prieto uses poems, novels, operas and a large number of paintings as part of the effort to account for the complexity of the narratives he seeks. Each of these sources involves distinct strategies of analysis, which the author exploits very well according to the tenor of the arguments. This, which could lead to a saturation of sources, is entirely pertinent in a reading that is also fluid and friendly, even for an amateur reader.

This is a book whose contemporary relevance is unnoticed. Reflection on authoritarianism and the current questioning of democracy finds in Prieto’s book a crucial historical basis for understanding current problems.

In consideration of all of the above, historian Moisés Prieto emerges as an academic with the capacity to open up new debates and reflections in the field in which he has an impact, as well as demonstrating a command of historiographical traditions and an excellent documentary analysis.

Javier Sadarangani
(Universität Hamburg)

Elisabeth Barnert / Philipp Bourgois: Reunion. Finding the Disappeared Children of El Salvador. Berkeley: University of California Press 2023. 370 páginas.

Reunión, buscando niños desaparecidos en El Salvador, escrito por Elizabeth Barnert y Philipp Bourgois, nos lleva por el viaje personal de Elizabeth Barnert a un pequeño país centroamericano que, por medio de testimonios de víctimas del conflicto armado y su proceso de reunificación, transformó su visión del mundo. Barnert pasó de ser una joven médica genetista a convertirse en una ferviente buscadora de historias que, gracias a un riguroso trabajo etnográfico de quince años (2005-2020), entreteje el pasado y la actual situación de un territorio marcado por la violencia y la desigualdad social.

Liz, como cariñosamente la llaman sus amigos, con un texto escrito en primera persona y en tiempo presente, enfatiza un tema casi olvidado por el Estado: las y los niños desaparecidos de la guerra civil salvadoreña que se desencadenó durante mediados de la década de 1970 hasta entrado el año 1992. Un país marcado por la falta de libertades, la abismal brecha entre ricos y pobres (el 10% de la población disfrutaba del 80% de las riquezas del país), las mismas causas que habían desembocado años antes (1932) en una masacre indígena y campesina, pero que en el contexto de la Guerra Fría quedó atrapado en medio de la tensión entre Occidente y el bloque comunista, convirtiéndose en una pieza más del ajedrez internacional.

Así, con el inicio de la organización social, sobre todo desde las Comunidades Eclesiales de Base inspirada en la teología de la liberación, se incrementaron las constantes manifestaciones de diferentes sectores de la población: estudiantiles, magisteriales, médicos, los cuales fueron brutalmente reprimidos, lo que conllevó al fortalecimiento de las fuerzas armadas y el nacimiento de los llamados “escuadrones de la muerte”, que emprendieron una constante persecución que desembocó en muertes violentas y las primeras olas migratoria hacia los Estados Unidos.

Pero sería la muerte de monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez el detonante de la lucha armada abierta entre la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) y las fuerzas insurgentes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). A pesar de la gravedad de los hechos, el conflicto nunca fue declarado oficialmente. Doce años de guerra y luego de un proceso de diálogo entre las partes se firmaron los tan anhelados Acuerdos de Paz de Chapultepec, México, en 1992. Lo que permitió la desmovilización de las fuerzas rebeldes y su incorporación a la vida política del país gracias a la Ley de Amnistía, de perdón y olvido. En cuanto a las víctimas, se estiman alrededor de 75.000 muertos y 15.000 desaparecidos.

El conflicto concluyó, pero inició una nueva lucha, la de las madres de cientos de niños y niñas separados en medio del conflicto por parte de efectivos de las Fuerzas Armadas y puestos en adopción de forma ilegal, las que se enfrentaron a toda la estructura institucional para encontrar a sus hijos. Estas madres hallaron un aliado incondicional en el padre jesuita Jon Cortina, con quien fundan la Asociación Pro-Búsqueda de Niños Desaparecidos durante el Conflicto Armado en 1994, e inician un camino titánico para reconstruir su historia, la de su familia y la del país.

Fue esa necesidad de verificar la consanguineidad de los niños que poco a poco fueron localizados por Pro-Búsqueda el motivo por el que Liz inició su vínculo con El Salvador, primero gracias a un voluntariado mientras estudiaba en la escuela de Medicina para ayudar a crear un banco de ADN, y así relacionar los ahora jóvenes que fueron separados con sus familias biológicas. Pero luego, en sus viajes, la autora fue siendo testigo de la transformación del pequeño país, de pasar de un contexto de guerra, a los nuevos ciclos de separación en la posguerra con la profundización de políticas de corte neoliberal (1993-2000), el incremento de las olas migratorias con refugiados económicos por la falta de oportunidades a EE UU (1992-1996); el nacimiento de grupos fuera de la ley (maras, pandillas y narcotráfico) y con ellos, las altas tasas de homicidios y feminicidios violentos que marcaron la llegada del grupo insurgente del FMLN, convertido en partido político, al poder ejecutivo y el ascenso del actual presidente, Nayib Bukele.

Bukele, el autodenominado presidente más cool del mundo, se colocó como alternativa a un país desesperado sumido en la pobreza y violencia, incrementada por la pandemia de COVID-19. Instauró un estado de excepción con la suspensión de derechos, libertades civiles y garantías constitucionales, para realizar una “limpieza social” que ha desembocado en el debilitamiento del Estado de derecho, el debido proceso y la libertad de prensa.

Barnert, gracias a una exhaustiva investigación etnográfica con técnicas de observación participante, entrevistas semiestructuradas y años de notas de campo, entreteje historias de las y los sobrevivientes, las cuales son enriquecidas con datos actuales, ofrece una comprensión profunda de las etapas de la separación y reunificación, pero además de cómo el Estado evita su responsabilidad histórica de los crímenes de lesa humanidad cometidos al negarse a abrir los archivos y justifica dichas atrocidades para salvar la “democracia” alcanzada.

Reunion es un libro que ayuda a comprender la compleja realidad salvadoreña, de cómo los estragos de las actuales políticas implementadas por el gobierno normalizan la cotidianidad de la desigualdad, la cual podrían desembocar en actos violentos como la política de “Tierra arrasada en Chalatenango” en 1982, un ataque estructurado por el ejército salvadoreño para “eliminar todo rastro de comunismo” en el país, que desembocó en la masacre de la población civil y ha generado duraderas cicatrices emocionales en los sobrevivientes.

El ciclo de separación también evoca a las prácticas realizadas por el gobierno estadounidense contra las y los migrantes indocumentados, la llamada: “tolerancia cero”, con la detención y separación de las familias que huyen de la pobreza y miseria, que incrementa la vulnerabilidad estructural y continúa victimizando a las personas más empobrecidas, siendo un reflejo de las desigualdades globales del norte global. A pesar de este difícil contexto, el trabajo de reunificación aún continúa, hasta el 2020, Pro-Búsqueda tenía registrado 994 casos de niños desaparecidos de los cuales ha resuelto 443.

Jacqueline Peña
(Katholische Universität Eichstätt-Ingolstadt)

Marcelo Ciaramella: Las complicidades eclesiásticas del genocidio económico (1976-1981): Iglesia y neoliberalismo en la dictadura. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes (Serie Tesis Posgrado) 2021. 148 páginas.

El libro Las complicidades eclesiásticas del genocidio económico (1976-1981): Iglesia y neoliberalismo en la dictadura se inscribe en la historia económica y la historia social. Por un lado, el autor se adentra en fuentes y archivos eclesiásticos para buscar los vestigios del concilio entre el episcopado argentino y la dictadura militar. Por otro, Ciaramella se sumerge en los textos de economía de Martínez de Hoz, para comprender el sustento ideológico neoliberal de la dictadura. La pregunta de investigación que teje los hilos del texto es ¿cuáles fueron los vínculos ideológicos entre la Iglesia católica argentina y la dictadura para legitimar el modelo neoliberal?

El libro se divide en tres partes. Primero, el autor se adentra en el contexto histórico y político en el que se desarrolló la dictadura militar en Argentina. Desde la perspectiva de Ciaramella, la Iglesia católica desempeñó un papel fundamental en la construcción del consenso social que posibilitó el golpe de Estado. En el segundo capítulo, examina las posturas de la Iglesia católica sobre el modelo económico neoliberal. Ciaramella expone que, a pesar de las diferencias internas, la Iglesia –en su conjunto– apoyó implícitamente el proyecto económico de Martínez de Hoz, que condujo a una profunda crisis económica y social. Finalmente, detalla las consecuencias de las complicidades de la Iglesia con el régimen de Videla. El autor argumenta que este vínculo contribuyó a la legitimación del modelo económico neoliberal y a la conservación de la desigualdad social en la Argentina.

En el primer capítulo, Ciaramella se apoya en el concepto de alianza para identificar el tipo de relación que existía entre la Iglesia y el poder militar. Dicha alianza puede caracterizarse como un vínculo estrecho asentado sobre un consenso ideológico de la Iglesia, Fuerzas Armadas y las clases dominantes. En dicho momento histórico, la Iglesia pareció brindarle al poder militar argumentos morales e ideológicos que fueron utilizados como justificación de su accionar económico y político; incluso la cara más deplorable de la dictadura como las torturas, asesinatos y desapariciones forzadas. Por su parte, las Fuerzas Armadas retribuyeron aquel apoyo por medio de concesiones y favores económicos a los miembros de la Iglesia Católica.

En el segundo capítulo, el autor se aproxima al discurso de varios miembros del episcopado argentino con la intención de extraer sus posiciones explicitas frente al modelo económico neoliberal de la dictadura. Sin embargo, el autor también toma en cuenta las corrientes de renovación que surgieron luego del Concilio Vaticano II que cuestionó al gobierno militar argentino; en defensa de los derechos humanos y realizó una crítica a la política económica neoliberal de Martínez de Hoz. La sugerencia de los obispos, en materia económica, se centró en fortalecer la iniciativa privada, en el marco de una planificación socio-económica nacional que garantizase el derecho a la propiedad privada. En definitiva, Ciaramella analiza los discursos del episcopado para develar puntos de encuentro entre la Iglesia y la dictadura y, asimismo, denotar al sector más progresista del catolicismo argentino. En esas contradicciones radica la importancia de su trabajo de archivo.

En el tercer y último capítulo, el autor aborda diversas trayectorias del episcopado que formó parte del régimen militar; específicamente dos funcionarios, un economista católico y una asociación católica de empresarios. De ese modo, Ciaramella ubica su foco de atención al vínculo entre el rol del Estado, la empresa privada y la doctrina social de la Iglesia –desde el análisis del discurso– En definitiva, dichas complicidades aunaron fuerzas para legitimar y establecer un consenso sobre el modelo económico neoliberal.

El libro de Marcelo Ciaramella constituye un aporte valioso para la comprensión de la dictadura militar, desde los lentes de la historia social y económica. Esa mirada permite encontrar los vínculos ideológicos entre la Iglesia católica argentina y el régimen. Ciaramella realiza un arduo trabajo de archivo para recopilar las piezas de un rompecabezas, mismo al que le faltaba un análisis del rol de la Iglesia. Sin embargo, la obra no se adentra en el análisis de los indicadores económicos de la dictadura. En ese sentido, queda un amplio campo de investigación para los historiadores económicos. Sin más que agregar, recomiendo ampliamente la obra de Ciaramella a todas aquellas personas interesadas en profundizar en las consecuencias de la dictadura en la Argentina.

Daniela Belén Pérez Cazas
(Universidad de las Fuerzas Armadas, ESPE, Sangolquí)

Adriana Meyer: Desaparecer en democracia. Cuatro décadas de desapariciones forzadas en Argentina. Buenos Aires: Marea 2021. 456 páginas.

La presente obra de Adriana Meyer se adentra en las desapariciones forzadas en la Argentina durante gobiernos democráticos. El libro se inscribe en el campo del periodismo. No obstante, sus referencias bibliográficas dan cuenta de un excesivo trabajo de interpretación sociológica al respecto del fenómeno de las desapariciones forzadas. Además, de su extensa labor con las fuentes mismas que podrían darle al estudio un carácter de trabajo historiográfico. La hipótesis de la obra recalca que las desapariciones forzadas en democracia han variado sus prácticas. A pesar de aquello, no ha ocurrido lo primordial: evitar que las desapariciones forzadas continúen ocurriendo.

Al leer el libro de Meyer se debe tener en cuenta el siguiente argumento central: “También en democracia desaparecen personas”. Desde la perspectiva de la autora, el periodismo debe hacer un salto de calidad al abordar los casos de desapariciones forzadas. En ese estado de cosas, no hay que olvidar que si en un gobierno democrático desaparecen personas es porque existe “violencia institucional” (p. 15).

Meyer señala que las desapariciones en democracia no reconocen grieta ideológica y partidaria. Así entonces, el libro pone en evidencia que ni la policía ni el Estado son sinónimos de seguridad y cuidado ciudadano. Algunas desapariciones no llegan a la prensa o a la denuncia. Por tanto, el aparato represivo –tanto en dictadura como en democracia– está al servicio del poder económico. La autora, en el capítulo primero, precisa que en la democracia argentina existen más de 200 desapariciones forzadas. Señala, además, que se sabe que la dictadura asesinaba, torturaba, robaba bebés y desaparecía personas, pero ¿las desapariciones forzadas en democracia? No hay registros oficiales de ellas (p. 27). En efecto, desaparecer personas en dictadura era una herramienta para acabar con un sector político determinado: la izquierda, el peronismo y la amenaza comunista. Empero, en democracia dichas prácticas propician el disciplinamiento social de los sectores populares; mismos que históricamente han sido excluidos, padecen hambre y miseria. En definitiva, es una revictimización a las personas menos favorecidas de la sociedad.

Más adelante, la autora decide cambiar el termino de “violencia institucional”. Lo descarta porque, desde su perspectiva, el concepto desdibuja una responsabilidad directa e intencional: la política represiva. En resumidas cuentas, no es violencia institucional, es represión estatal, sistemática y planificada.4 Adriana Meyer utiliza, asimismo, un concepto de Rodolfo Walsh5: “gatillo fácil”. El término significa “disparar primero, preguntar después”. Los policías presentaban el gatillo fácil y las torturas como un viejo resabio de la dictadura, mismo que la democracia “no pudo resolver”. A pesar de apuntar contra la policía, como fuerza represiva del Estado, Meyer no los responsabiliza únicamente de las desapariciones. Al contrario, el policía cuando está torturando sabe que hay un fiscal que lo va a avalar, y ese fiscal sabe que hay un juez que lo protegerá, y el juez sabe que el poder ejecutivo lo va a encubrir, etcétera (p. 34). En síntesis, el problema es sistémico, no casual.

El problema es estructural. La burocracia argentina, incluso en democracia, solapa, esconde y defiende a quienes perpetúan vulneraciones a los derechos humanos. Los policías, por un lado, cometen los crímenes. El Estado, por otro, modifica la escena del crimen para encubrir a los victimarios y desproteger a las víctimas. Así lo relata la autora: en las comisarías los policías no toman las denuncias de los familiares de una persona desaparecida. Segundo, los policías afirman que la víctima está en otro lado. Tercero, los libros de guardia suelen estar adulterados y con hojas arrancadas. Cuarto, los secuestros y detenciones son justificados con denuncias falsas. Quinto, el Estado amenaza a familiares, abogados y testigos. Sexto, los policías involucrados son trasladados a otras dependencias mientras llega su etapa de instrucción –a la espera del juicio cobran sueldo y conservan su uniforme–. Séptimo, el porcentaje de condenas es bajísimo. Octavo, cuando aparecen los cuerpos de las víctimas son hallados en lugares que ya habían sido rastrillados previamente (p. 47).

Más adelante, Meyer precisa que hablamos de “crimen de Estado” no solo por las características del hecho mismo, sino por el marco discursivo y mediático que lo rodea. Los medios de comunicación naturalizan un determinado lenguaje para neutralizar un crimen. En otras palabras, la negación y la erradicación de los restos y vestigios de la absoluta verdad están intrínsicamente ligados al accionar del Estado (p. 49).

El estudio de Adriana Meyer permite develar la violencia estatal ejercida durante los gobiernos democráticos. Pone en cuestión la idea de que solo en dictadura el Estado desaparece personas. A lo largo de diez capítulos, Meyer se adentra en un recorrido por las desapariciones forzadas cometidas en diferentes gobiernos de carácter democrático. Para realizar su obra la autora señala casos emblemáticos de desapariciones forzadas, entre ellas la de Santiago Maldonado en 2017. Parece ser que el punto de encuentro de las desapariciones en democracia es que las víctimas son personas empobrecidas o racializadas. En una esquina es la misma franja de la sociedad que queda atrapada en la desaparición forzada, chicos pobres de barrios marginales. En la otra, es el Estado y toda la gente que comete la desaparición forzada: gente que cobra un sueldo por ser funcionarios públicos. Es decir, es un problema sistemático (p. 34).

Al ser un libro que reúne fuentes de más de cincuenta testimonios familiares, su fuerza se encuentra en el realce de la historia oral e historia de la memoria como documento válido para la permanencia del recuerdo colectivo. Aunque su género –en principio– es el periodismo, el texto se puede leer en clave sociológica e histórica. No se puede, ni se debe, naturalizar el hecho de que en democracia desaparezcan personas. Es un crimen de Estado en el que, según la autora, la sociedad no debe permanecer indiferente. La obra, en resumen, es imprescindible para aquellas personas que buscan la verdad en los vestigios del testimonio. Además, debe ser un texto de cabecera para las y los defensores de los derechos humanos.

John Piedrahita
(Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, Quito)

Pablo Mardones Charlone: Buenos Aires Jacha Marka. Migrantes aymara y quechua en los umbrales de un nuevo Pachakuti. Santiago de Chile: RIL Editores 2021. 292 páginas.

Una vuelta profunda en el tiempo y el espacio, eso aborda el Pachakuti, el cual, en intervalos periódicos, reemplaza el orden natural con un cataclismo cósmico (p. 62). En la Jacha Marka (gran ciudad/metrópolis) de Buenos Aires, Pablo Mardones sitúa este concepto andino, a escala reducida, en las prácticas comunitarias –fiestas, ceremonias y ritos– de migrantes aymaras y quechuas. En el contexto de un “proyecto colectivo de ‘renacimiento’ identitario” (p. 24), desempeñan un papel significativo como pequeños Pachakuti, invirtiendo temporalmente las jerarquías establecidas, poniendo lo de arriba abajo y viceversa. En el estudio de caso, el autor se sumerge en las realidades de sus protagonistas, quienes provienen del altiplano peruano-boliviano o nacieron en la capital argentina, con el objetivo de hacer visible su historia. Cuestiona la dicotomía entre la “rigurosidad académica” (p. 272) y el compromiso político-activista: por un lado, es etnógrafo y antropólogo –el libro se basa en su tesis doctoral–. Por otro lado, se compromete por las causas sociales de las y los indígenas. En este sentido, busca “aportar un ‘grano de arena’”, difundir, valorar y reconocer las luchas reivindicatorias (p. 11). Como “socio” y “cómplice”, asistió entre 2004 y 2018 a numerosas marchas y reuniones. Según Mardones, la clave para obtener percepciones internas profundas y “coproducir” el libro con las y los sujetos de estudio radicó en la creación de confianza y amistades.

Históricamente, la metrópolis de Buenos Aires destaca como uno de los destinos de migración internacional más importantes del mundo. En la literatura, prevalece el imaginario de la ciudad como un “enclave europeo en suelo americano” (p. 29). Sin embargo, el libro deja claro que este imaginario requiere una resignificación: en la última década del siglo xx, la migración de personas de países limítrofes superó aquella de ultramar (p. 244). La salida de aymaras y quechuas de los Andes centrales contribuyó significantemente a este desarrollo, impulsada por el conflicto armado en Perú (1980-1992) y la crisis económica en Bolivia desde mediados de los ochenta. Interesantemente, este flujo coincide con la llamada “emergencia indígena”, una creciente dinámica sociocultural de visualización y autoidentificación étnica (p. 22).

Con estos antecedentes, Mardones contribuye a comprender cómo las y los migrantes aymaras y quechuas cocrearon este proceso. Asimismo, esclarece cómo ellos, desde hace aproximadamente tres décadas, han dejado sus huellas en la sociedad porteña en forma de reconfiguraciones culturales, identitarias y étnicas (p. 245). Y eso a pesar de graves situaciones xenófobas-racistas y la negación predominante de las personas indígenas que habitan y/o nacieron en una zona urbana; una condición que contradice el prejuicio de que los pueblos indígenas son exclusivamente rurales.

Al cruzar las líneas investigativas de “migración internacional” y “pueblos indígenas” contribuye a llenar un relevante vacío existente en la literatura etnográfica-antropóloga. En los primeros tres capítulos, presenta las dos variables como los ejes centrales de su marco teórico-metodológico. En la segunda parte (capítulos cuatro a ocho), describe y analiza ciertas prácticas comunitarias en ámbitos privados y públicos. Estas prácticas –fiestas, ceremonias y ritos– son ejercidas anualmente y demuestran cómo las y los migrantes, desde los barrios más pobres, paulatinamente iban apropiando espacios públicos. Al establecer un calendario amplio de eventos, que a su vez es una forma alternativa de organización de tiempo, lograron complejizar y enriquecer el “mapa cultural” de la Jacha Marka a través de ciertas agrupaciones artísticas, culturales y políticas. No solamente ganaron visibilidad en el público. También tuvieron un impacto hacia adentro: la creación de un imaginario de un “lugar de origen común” y de una identidad colectiva aymara-quechua porteña (p. 246).

Como revela el título del libro, Mardones entiende las prácticas comunitarias como un instrumento para prepararse para un nuevo Pachakuti. En este sentido, cada fiesta representa una pequeña subversión temporal del orden de las cosas: El Año Nuevo aymara y quecha, el Inti Raymi-Machaq Mara, celebrado en junio, es leído como una crítica de la imposición del calendario grecorromano. El festejo a los muertos en noviembre como un cambio momentáneo en la jerarquía entre los vivos y difuntos, dejando los primeros en segundo plano. Promoviendo una forma propia de memoria, que vincula el presente con el pasado, se defiende contra imaginarios “hegemónicos” de cómo uno debe acordarse de las y los fallecidos (p. 252). A diferencia con las otras fiestas el contrafestejo del 12 de octubre no tiene raíces agrícola-cosmogónicas. La fecha fue conocida durante casi un siglo como el “Día de la Raza”, conmemorando el avistamiento de la América por Cristóbal Colón. Según Mardones, el contrafestejo representa una manifestación social y política que busca restaurar de cierta manera el orden precolonial (p. 249). Justo frente al Congreso Nacional se articulan protestas y reclamos. Músicos interpretan melodías de los Andes centrales (sikuris) y protagonizan una marcha que se ha vuelto en un componente fijo en la agenda cultural anual de la ciudad.

Esta descodificación de las prácticas comunitarias es ciertamente uno de los aprendizajes más interesantes de este libro. La conexión interpretativa de fiestas, ceremonias y ritos con reclamos y manifestaciones de posibilidades políticas es muy esclarecedora. Se puede asumir que este énfasis se debe al compromiso activista del autor. Tal vez, la proximidad inmediata resultó también en una desventaja: el descuido parcial de las perspectivas de las y los adversarios políticos (de afuera o dentro del grupo de migrantes) que hubieran complementado la definición del problema. La síntesis denominada Cacharpaya (ritual a final de una fiesta, traducido como “despedida”) parece demasiado detallada y repetitiva.

En la parte teórica deja puntos de partida interesantes para investigaciones secundarias. Por ejemplo, la categoría del sujeto indígena que migra internacionalmente se enfrenta con unas limitaciones que nombra el autor mismo: entre ellas destaca la idea del Estado-nacionalismo que comprende la migración internacional exclusivamente como el cruce de un país a otro. Sin embargo, esto contiene una cierta provocación. En Latinoamérica las fronteras de los países actuales no corresponden generalmente con los límites geográfico-culturales de los pueblos previos a su constitución (p. 262).

Finalmente, hay que tener en cuenta que las prácticas indígenas están allí para “construir futuro” en Buenos Aires y transformar el imaginario de la ciudad en una metrópolis pluriétnica. Vale la pena proseguir el tema atentamente. ¿Qué tan sostenibles son los pequeños Pachakuti, las subversiones temporales del orden establecido? ¿Cómo siguen desarrollando las generaciones nacidas en la Argentina la construcción de identidad cultural? Y, ¿cuáles serán los desafíos futuros en la realización de reclamos políticos considerando también el cambio de mando presidencial en 2023 (posterior a la publicación del libro)? La preparación para un nuevo Pachakuti profundo sigue una tarea vigente y las luchas reivindicatorias no han terminado.

Maximilian Held
(Katholische Universität Eichstätt-Ingolstadt)

María Cristina Escudero Illanes: Asambleas Constituyentes en América Latina. Aspiraciones de igualdad, participación y libertad . Santiago de Chile: LOM 2021. 216 páginas.

O histórico democrático da América Latina ao longo do século xx foi predominantemente instável. No fim daquele século e sobretudo a partir do século xxi, o foco finalmente se deslocou do (re)estabelecimento os regimes democráticos e voltou-se para processos que visavam aprimorá-los. A complexidade desses esforços pode ser melhor compreendida ao serem consideradas as múltiplas dimensões do conceito de democracia –liberal, participativa, deliberativa, majoritária e igualitária. Contudo, lidar com as diferentes facetas da democracia, constitui apenas um dos desafios dos processos que surgiram a partir da década de 1990, voltados para acomodar transformações no sistema democrático, com a expectativa de melhorias. Dentre as maneiras de fazê-lo, a substituição de uma constituição por outra, possivelmente representa uma das opções mais disruptivas nesse sentido.

As reflexões e ponderações conceituais, mencionadas anteriormente, são abordadas no livro “Asambleas constituyentes en América Latina: Aspiraciones de igualdad, participación y libertad”, publicado em 2021. Este trabalho é de autoria da Prof. Dr. María Cristina Escudero Illanes, atualmente professora adjunta no departamento de estudos políticos da Universidad de Chile. O livro aborda os processos de substituição constitucional ocorridos em contextos democráticos, por meio de assembleias constituintes, em países da América Latina. Seu escopo reside em estabelecer os fatores determinantes que conferem êxito a determinados processos, bem como a definição dos parâmetros que levam a tal conclusão. A abordagem interdisciplinar combina os fundamentos teóricos das Ciências Políticas e do Direito. O método adotado centra-se na história comparada, direcionado ao estudo de casos de diferentes processos constituintes, nomeadamente na Colômbia (1991), Argentina (1994), Equador (1998 e 2008), Venezuela (1999) e Bolívia (2009).

A análise quanto ao êxito baseia-se em constatar, após o processo constitucional, se houve melhorias de aspectos considerados problemáticos anteriormente a esse processo, principalmente nos âmbitos liberal, igualitário, participativo e quanto à Poliarquia. Essas dimensões compõem o conceito de democracia e coincidem com demandas cidadãs. Além disso, são avaliados os próprios processos em relação aos fatores de participação e representatividade. Os parâmetros estabelecidos têm como base principalmente os índices da Varieties of Democracy (V-Dem) e do Latinobarómetro.

Embora a obra se concentre nos processos constituintes e na análise de seus impactos, ao longo de cinco capítulos, apresenta também um arcabouço conceitual notável e didático sobre o tema da democracia em geral. Isso é evidenciado pelas definições e explicações de temas correlatos, como a crise política e partidária, assim como das diversas dimensões conceituais que compõem a democracia. Dessa forma, revela-se certamente útil para pesquisas que abordem o tema da democracia em várias áreas acadêmicas. Ademais, destaca-se como uma leitura relevante para os estudiosos da história contemporânea da América Latina, sobretudo quando aborda os casos de cada país, oferecendo uma visão comparativa, que inclusive ressalta a importância dos estudos direcionados a essa região. O texto, no entanto, poderia desenvolver mais reflexões que enfatizassem a perspectiva regional, por exemplos ponderando sobre a possibilidade ou não de se identificar uma cultura política e democrática latino-americana, isso certamente enriqueceria a argumentação complementar.

O detalhamento sobre os métodos, a sistematização dos resultados e a objetividade das definições conceituais, se por um lado são um ponto forte do trabalho, por outro deixam pouco espaço para um conteúdo mais crítico. De fato, seria pertinente que fossem mais abordadas as inquietações e os posicionamentos da autora, que certamente interessariam aos leitores, pois são dessas questões, possivelmente menos objetivas, que emerge o conteúdo expositivo tão bem estruturado. Por outro lado, a minúcia no tratamento das fontes funciona bem para distanciar a discussão do senso comum, tão presente no tema da democracia na América Latina, e que frequentemente apela à proteção de um bem frágil e ameaçado. Possíveis ameaças e fragilidades da democracia não são desconsideradas no livro, mas tratadas de maneira mais dinâmica, atribuindo à democracia certa vitalidade e à obra, de certa forma, uma visão otimista quanto a esse sistema.

Ademais, trata-se de uma perspectiva bastante inovadora, a análise dos processos constituintes como categoria analítica. Isso afasta o trabalho em questão também dos lugares-comuns das pesquisas acadêmicas, que tendem a focar apenas nos resultados finais, muitas vezes negligenciando a importância dos caminhos percorridos em direção aos logros democráticos. Nesse ponto, é crucial sublinhar que a própria autora pondera que uma nova constituição sempre simboliza uma nova época, uma transformação. No entanto, o caráter simbólico, sem um conteúdo que o valide, torna-se meramente superficial, afastando-se da ideia de símbolo prestigioso e aproximando-se de uma conotação banal. Por essa razão, há um ganho de sentido em aprofundar-se na compreensão dos processos constituintes, já que os tipos de mudanças buscadas por um processo constituinte explicam a própria razão de ser de uma nova constituição. Além disso, o desenrolar desses processos dizem muito sobre sua capacidade de alcançar ou não seus objetivos. Por último, os processos constituintes desempenham papéis sociopolíticos importantes, sendo capazes de amortecer crises políticas e conciliar atores sociais. Nesse sentido, a obra instiga a reflexão sobre a significativa responsabilidade desses processos em garantir um cenário favorável para que a nova constituição se torne realidade.

Por fim, é relevante ressaltar outro trunfo da obra em questão, que consiste em enfatizar o papel e a importância dos contrapesos. O equilíbrio entre os elementos componentes da democracia não é obtido pela simples conciliação, pois não se encontram estaticamente dispostos no palco dos processos constituintes, mas sim pela tensão entre eles, pela possibilidade de se posicionarem em uma espécie de disputa. Essa dinâmica, na qual os atores envolvidos no processo e o poder executivo desempenham um papel fundamental, refere-se essencialmente à capacidade de exercer oposição em relação ao poder executivo. Sua existência durante as constituintes é essencial para delinear o quão fortalecido o poder executivo estará no cenário pós-promulgação da constituição.

Em geral, a incursão pelos estudos de caso e índices estatísticos, que nos leva à imersão no tema democracia possui reflexões teóricas de notável objetividade e clareza. No entanto, os resultados apresentados, apesar de advindos de uma combinação metodológica convincente, ainda deixam vestígios de um trabalho experimental, principalmente no que diz respeito à esquematização da apresentação dos resultados em tabelas e listas. Da experiência completa da leitura, prevalece a perspectiva inovadora, que soa convidativa para que mais trabalhos se ocupem dos processos constituintes. Afinal, muito se escreve sobre os processos pelos quais democracias morrem e renascem; a obra da Prof. Dr. María Cristina Escudero Illanes atenta para pertinência de pesquisar sobre os processos pelos quais as democracias são reinventadas e transformadas.

Mariah Freitas Monteiro
(Katholische Universität Eichstätt-Ingolstadt)

Maximilian Held: Indigene Resistencia. Der Widerstand der bolivianischen TIPNIS-Bewegung. Bielefeld: transcript 2022. 276 páginas.

El autor de este estudio ha visitado Territorio Indígena-Parque Natural Isiboro Securé (TIPNIS) en Bolivia varias veces y llevó a cabo una investigación de campo dirigida a la recolección de datos para el presente estudio durante cuatro meses del año 2019, al comienzo de sus investigaciones. Durante esta estadía en el lugar, llevó a cabo 52 entrevistas con personas involucradas de muy diferente manera en los conflictos alrededor del TIPNIS. Las entrevistas forman la base fundamental de su texto, que incluye además estudios bibliográficos tanto en alemán como en castellano.

TIPNIS es un extenso territorio en el centro del país, parte de la región amazónica boliviana, precisamente en el área en disputa desde el siglo xix entre los departamentos bolivianos de Beni y Cochabamba. En el presente, existe una fuerte presión desde el lado cochabambino hacia el territorio, por colonos provenientes de otras partes del país, en particular de las zonas mineras del altiplano boliviano, que se dedican desde hace décadas al cultivo de la coca en la región cochabambina llamada Chapare. Es precisamente la base histórica de Evo Morales, quien durante el tiempo de estadía del autor del estudio en Bolivia todavía era presidente del país, y quien anteriormente fue presidente de las federaciones sindicales de los campesinos cultivadores de coca de la región. El proyecto del gobierno boliviano de construir una carretera interdepartamental entre Villa Tunari (en el Chapare) y San Ignacio de Moxos (en el Beni), planificada durante décadas y promovida con énfasis por el gobierno del presidente Morales, encontró una fuerte resistencia entre los pueblos indígenas del TIPNIS que denunciaron la violación de sus derechos constitucionales e internacionales al no ser consultados previamente de manera correspondiente a las leyes. Este conflicto entre un presidente y gobierno autodenominados “indígenas”, pero al mismo tiempo profundamente “cocalero” por un lado, y un grupo de pueblos indígenas que se sintió violado en sus derechos por otro, suscitó interés y partidarismo internacionales y también conflictos internos en los diferentes movimientos y organizaciones indígenas en Bolivia. El estudio de Maximilian Held logra hacer entender los diferentes intereses en juego, las discrepancias políticas y culturales, y el desarrollo del conflicto por medio de la voz de algunos de sus protagonistas. El uso de un análisis de los frames (marcos interpretativos) utilizados por las diferentes partes en conflicto es la principal herramienta analítica dentro de este estudio.

Después de una extensa introducción en la que el autor explica el método y los objetivos de la investigación, abre el estudio con un primer capítulo dedicado a la teoría del análisis de los framings (empleo de marcos interpretativos). El segundo capítulo refiere el estado de las investigaciones sobre movimientos sociales en América Latina en general y la situación del TIPNIS en especial. En el siguiente capítulo, se explica en profundidad la metodología del trabajo investigativo y el diseño de las entrevistas. El capítulo cuarto está dedicado a grandes rasgos de la historia del territorio investigado, y también a la historia de los diferentes conflictos que lo azotan en el presente.

En los capítulos cinco a ocho, el autor presenta los diferentes marcos interpretativos que se profieren en el debate sobre los diferentes conflictos en el TIPNIS, agrupados en cada uno de los capítulos bajo un masterframe o “marco maestro” que aglutina otros marcos de interpretación. Así, el capítulo quinto presenta la división interna, crisis de representatividad y el acoso político de la autoorganización de los pueblos indígenas y sus diferentes organizaciones. El capítulo sexto pregunta por las diferentes amenazas a la seguridad de la vida en el territorio que provienen –según las diferentes perspectivas– de la futura carretera, de los colonos cocaleros, de la destrucción ambiental, de los proyectos extractivistas planificadas en el territorio, entre otros. En el capítulo siete, se analizan los diferentes modeles de desarrollo, del “buen vivir” mantenido por la Constitución y el gobierno o la “vida tranquila” preferida por algunos de los pobladores del TIPNIS. El octavo capítulo se dedica al estudio de la situación judicial, tanto a nivel de los derechos individuales, como colectivos y de la naturaleza.

En cada uno de estos capítulos, el autor describe la problemática, muchas veces con amplias “excursiones” hacia ámbitos históricos, pero principalmente refiere el uso de diferentes marcos interpretativos por las personas entrevistadas por él y demuestra sus similitudes y divergencias. Esta parte es quizás la más valiosa y original del estudio, porque logra integrar las voces de los implicados desde diferentes perspectivas en conflicto y demuestra cómo estos conflictos no solamente tienen bases materiales y económicas, sino también son conflictos de interpretaciones divergentes, que en muchos casos difícilmente se pueden conciliar.

El último capítulo, el nueve, aplica con mayor detalle la metodología de la comparación de diferentes frames, lastimosamente tan solo de manera muy breve y poca sistemática. Un resumen sistemático que ayudaría a entender la relevancia y el alcance de los resultados de la investigación hubiera ayudado a completar este estudio. Las páginas conclusivas no prestan mucho apoyo en este sentido.

En general, el trabajo podrá haber presentado una estructura lógica más clara. En los capítulos centrales sobre los masterframes, las explicaciones sobre la historia del conflicto confunden y hubieran encontrado un lugar más apto en el capítulo cuarto, dedicado a la historia. La presentación de los diferentes conflictos y sus historias es, en general, muy buena, salvo en las valoraciones de los anteriores partidos de gobierno, ADN y MNR. Esta interpretación a veces ingenua se debe, probablemente, al uso de la literatura en alemán indicada en estos lugares. A pesar de estas restricciones, el trabajo presenta de muy buena y amplia manera la situación conflictiva en el TIPNIS, no solamente desde sus marcos interpretativos, sino en un sentido más amplio que incluye otros ejes de los conflictos de la región. Es muy importante que un estudio de esta calidad esté disponible ahora en idioma alemán, ya que muchas veces la literatura sobre Bolivia en este idioma se limita a presentar tan solo la perspectiva de una de las partes en conflicto.

Stefan Silber
(Universität Vechta)

Índice de títulos reseñados

Baquero-Pecino, Álvaro: Sicarios en la pantalla. Familia y violencia globalizada en la era neoliberal. (Diego Labra) 337

Barja, Ethel: Poesía e insurreción. La Revolución cubana en el imaginario latinoamericano. (Carmen Ruiz Barrionuevo) 329

Barnert, Elisabeth; Bourgois, Philipp: Reunion. Finding the Disappeared Children of El Salvador. (Jacqueline Peña) 378

Buces Cabello, Javier: Oposición, represión y graves violaciones de derechos humanos en Gipuzkoa (1960-1975). (Pedro Barruso Barés) 355

Buesa, Mikel: La financiación del terrorismo. ETA y el Movimiento de Liberación Nacional Vasco. (Pablo Díaz Morlán) 359

Bush, Matthew: Other Americans. The Art of Latin America in the US Imaginary. (Miguel González-Abellás) 320

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Cerón Torreblanca, Cristian; Lara Sánchez, Francisco: El Frente de Liberación Popular (FELIPE). Historia de una rebelión, 1958-1969. (Pedro Barruso) 353

Ciaramella, Marcelo: Las complicidades eclesiásticas del genocidio económico (1976-1981): Iglesia y neoliberalismo en la dictadura. (Daniela Belén Pérez Cazas) 380

Corral, Wilfrido H.: Peajes de la crítica latinoamericana. (Eduardo Becerra) 317

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Escobar, Luis Alberto: Francisco Ayala: exilio español en Argentina y renovación de la sociología latinoamericana. (Mariela Rubinzal) 373

Escudero Illanes, María Cristina: Asambleas Constituyentes en América Latina. Aspiraciones de igualdad, participación y libertad. (Mariah Freitas Monteiro) 386

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Hartwig, Susanne (ed.): Contingencia y moral: el extranjero visto a través de la ficción. (José Elías Gutiérrez Meza) 304

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López Palomeque, Francisco; Vera Rebollo, José Fernando; Torres Delgado, Ana; Ivars Baidal, Josep: El turismo, ¿fin de época? Desafíos de España como destino turístico en un nuevo escenario (José Joaquín García Gómez) 361

Lorenzo, Javier: Space, Drama, and Empire. Mapping the Past in Lope de Vega’s Comedia. (Enrique García Santo-Tomás) 297

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Montenegro, Giovanna: German Conquistadors in Venezuela. The Welsers’ Colony, Racialized Capitalism, and Cultural Memory. (Carlos Olano Paredes) 365

Moszczyńska, Joanna M.: A memória da Destruição na escrita judaico-brasileira depois de 1985. Por uma literatura pós-Holocausto emergente no Brasil. (Jobst Welge) 333

Nieto, Alejandro: La Primera República Española. La Asamblea Nacional: febrero-mayo 1873. (Sergio Sánchez Collantes) 347

Prieto, Moisés: Narratives of Dictatorship in the Age of Revolution. Emotions, Power and Legitimacy in the Atlantic Space. (Javier Sadarangani) 376

Rodríguez Campesino, Aída: España, Estados Unidos y Latinoamérica. Un triángulo (des)amoroso a través de las exposiciones universales del cambio de siglo. (Sven Schuster) 367

Romera Castillo, José.: Teatro, ecología y gastronomía en las dos primeras décadas del siglo xxi. (Inmaculada Plaza Agudo) 312

San Narciso, David: La monarquía en escena: ritualidad pública y legitimidad política en el liberalismo español (1814-1868). (Oriol Luján) 341

Tenorio, Martha Lilia: Borges y Góngora: un diálogo posible. (Antonio Cajero Vázquez) 324

Teruel, José; López-Ríos, Santiago (eds.): El valor de las cartas en el tiempo. Sobre epistolarios inéditos en la cultura española desde 1936. (Pablo Rojas) 307

Villacorta Hernández, Miguel Ángel: La Compañia de los Caminos de Hierro del Norte de España: estructura empresarial y gestión contable (1900-1923). (Domingo Cuéllar) 351

 

 

 


1 Reseña publicada en Revista Canadiense de Estudios Hispánicos 32.3 (2008): 546-547.

2 Obviamente, outra razão é a porcentagem muito baixa de judeus na população total do Brasil, 0,01%, que “mesmo assim constitui a segunda maior comunidade judaica na América Latina” (84).

3 O livro faz referências passageiras aos conhecidos autores Júlian Fuks e Bernardo Kucinski (175), mas não discute seus romances em detalhes –presumivelmente porque a memória do Holocausto entra aqui apenas de forma muito parcial em um cenário muito mais amplo e multidirecional no qual as memórias das ditaduras latino-americanas são predominantes.

4 El mensaje siniestro que esparcen las desapariciones forzadas en democracia es la incertidumbre por la falta del cuerpo, la ausencia del derecho al duelo, el desasosiego permanente (p. 31).

5 Rodolfo Walsh fue un periodista y escritor Argentino. Fue parte de la guerrilla Montoneros, misma que se enfrentó a la última dictadura cívico militar en la Argentina. Fue abaleado por los militares y la dictadura nunca reveló dónde se encuentran los restos de Walsh.