DOI: 10.18441/ibam.24.2024.86.269-351

 

 

 

 

RESEÑAS IBEROAMERICANAS

IBEROAMERICAN REVIEWS

Lourdes Albuixech / Volker Jaeckel / Annette Paatz / Fernando Larraz / Pablo Rojas / Jéromine François / Karla Paola Cabrera Acuña / Cristina Beltrán / Sara Carini / Jean Christian Egoavil / José Antonio Paniagua García / Miguel Gomes / Álvaro A. Fernández / Carlos Larrinaga / Sergio riesco / Alejandro Pérez-Olivares / Raúl López Romo / Adrian Masters / Roland Schmidt-Riese / Mario Faust-Scalisi / Catherine Aristizábal B. / Esteban Campos

1 LITERATURA IBÉRICAS: HISTORIA Y CRÍTICA

Manuel García Serrano: El ‘Quijote’ en la mudanza de la Edad Moderna (y otros ensayos filosóficos sobre ficción y narración). Kassel: Reichenberger 2023 (Problemata Literaria, 100). 377 páginas.

El libro de García Serrano aglutina ocho ensayos autosuficientes y a la par íntimamente ligados, no solo temática sino también estratégicamente, donde lo estético-literario da pie a la exploración de ideas (y viceversa). Los ensayos se brindan precedidos de unas líneas “Al lector” y de un “Prólogo” que resume el contenido de dichos trabajos. Dentro del amplio marco de sistemas de ideas y tradiciones que se barajan, ocupan un lugar destacado las de filósofos como Kant y Hegel; en lo tocante a la literatura, por su parte, el Quijote es sin duda la obra que merece mayor atención.

El primer capítulo, “El Quijote en la mudanza de la Edad Moderna”, que da título al conjunto de ensayos, contiene siete secciones cuyo principal objetivo es revisar las ideas filosóficas esgrimidas desde el siglo xviii en adelante para determinar el emplazamiento del clásico cervantino en el arranque de la Edad Moderna. Con este empeño, García Serrano repasa las ideas hegelianas sobre la evolución artística (para Hegel, la modernidad del Quijote se cifra en que es la obra que inaugura lo “novelesco” en la postrimera fase de lo que él denomina arte “romántico”), el pensamiento de Georg Lukács (que, influenciado por Hegel, conecta la aparición del Quijote con la desaparición del dios cristiano en el mundo y su reemplazo con un “desamparo transcendental”, p. 15), el planteamiento de Foucault (que sitúa el Quijote entre la metafísica pansemiótica renacentista ‒parodiada por Cervantes‒ y el racionalismo cartesiano), la propuesta bachtiniana (que concibe los marcados niveles de dialogismo y polifonía presentes en autores como Rabelais y Cervantes como la clave a su modernidad) y la concepción orteguiana de la novela moderna (Ortega discierne la modernidad del Quijote en su “naturaleza fronteriza” entre el mundo idealista y el realista). Los últimos apartados de este capítulo discurren acerca del tema de la (auto)reflexividad y sobre los posibles puntos de contacto entre la reflexividad del kantismo, de raíces cartesianas, y la reflexividad cervantina.

En el capítulo que sigue, “Historiografía y ficción literaria. Una revisión desde el Quijote”, el autor ocupa cuatro apartados para escudriñar lo que de similar y de distintivo tienen las categorías que denominamos historiografía y ficción literaria, cuestiones aún candentes y que también explora Cervantes en su obra más ilustre cuando personajes como el propio hidalgo cincuentón otorgan mayor credibilidad a las fábulas que a las crónicas históricas (con lo que, como se sabe, don Quijote quebranta la regla tácita que presupone la lectura de una obra ficticia). García Serrano resalta, en primer lugar, el emborronamiento entre ficción y realidad característico en la cronística hispana de al menos hasta el siglo xv, donde a los hechos se hilvanaban mitos y leyendas que se presentaban como verdaderos, ya fuera por error, ya por conveniencia política, ya por ingenio de los cronistas. En segundo lugar, revisa los modos narrativos de Hayden White, quien estableció la carga emocional que, como narración de sucesos, contienen tanto la ficción como el discurso histórico. Comenta asimismo diversas apreciaciones de otros filósofos antirrealistas de la historia, quienes subrayan los recursos de compresión y dilatación de los que se valen tanto fabuladores como historiadores. Sin embargo, repara García Serrano en que el humor cervantino se funda en la presunción de diferenciabilidad entre historiografía y ficción literaria, sin que ello quite que se dé en el Quijote un reconocimiento de la complejidad que entrañan ambos géneros. En tercer lugar, hace cala en la polisemia de ‘sentido’, especialmente en lo que toca al texto historiográfico, distinguiendo entre el sentido del texto y el de la historia indagada por el historiador, el cual interpreta los actos de habla de los sujetos históricos, así como sus conductas, y elige representar solo aquellos sucesos que considera importantes. La fiabilidad de los hechos relatados depende, de este modo, tanto de su real objetividad como de la justificación de su relevancia, cualidades ambas sobre las que se reflexiona considerablemente en el Quijote. Por último, García Serrano cierra el capítulo con observaciones adicionales sobre las ejemplificaciones ficcionales y las ejemplificaciones históricas, sirviéndose para ello del episodio de Marcela y Grisóstomo, de las indicaciones aristotélicas sobre las coincidencias y divergencias entre la mímesis ficcional y la representación historiográfica y de apreciaciones en torno a los criterios de selección de hechos narrables de los que se vale el historiador así como de la intencionalidad básica que, tanto el historiador como el novelista, esconden tras el acto de narrar.

En el tercer capítulo, “Percepciones ilusivas. Don Quijote y la impugnación de la realidad”, García Serrano diserta sobre la dificultad de atribuir un contenido unívoco a la percepción, ya que el contenido perceptivo viene determinado por diferentes factores que afectan a quienquiera que percibe, como se desprende, por ejemplo, del momento en que don Quijote ve gigantes donde Sancho (y el narrador) ve(n) molinos de viento. El autor se pregunta si tras la percepción ilusiva del hidalgo cabría columbrar ecos del escepticismo clásico o si, en cualquier caso, podría relacionarse su acción perceptiva con la del hombre intuitivo de Nietzsche, interpretaciones ambas que termina descartando. Como señala García Serrano, si bien el objeto percibido puede reunir un exceso de contenido, nuestras percepciones tienen un carácter aspectual que puede conllevar errores de percepción si hay una “relevante discrepancia circunstancial entre lo desapercibido y lo creído percibir” (p. 108). Más aún: toda percepción, inclusive las ilusivas, va indefectiblemente unida a una intuición sensible y a contenidos simbólicos o conceptuales de lo que se cree percibir. En el caso de don Quijote, su problema principal es que no diferencia entre res fictae y res factae, y ello le conduce a percepciones desviadas que a veces se desvanecen por sí solas si bien con frecuencia abren espacio al diálogo razonado y a la posibilidad de un avenimiento o al menos de comprender mejor el choque de percepciones. El realismo del Quijote es, en este sentido, antiescéptico. El capítulo termina con consideraciones sobre cómo la realidad social está constreñida por normas deónticas que deben sobreentenderse para que pueda haber consenso. Incluso don Quijote suele acatar estas normas si bien cuando contraviene las convenciones, esos incumplimientos patentizan la rigidez de ciertas funciones sociales y la existencia de alternativas a las mismas. Para esta última sección del capítulo, García Serrano se sirve de la ética hegeliana que comenta a la luz de los dramas del honor villano y de diferentes momentos del Quijote.

La sustancia del capítulo que sigue, “Narración y moral. Sobre la autonomía artística de la novela”, reside en el cuestionamiento de la noción de autonomía estética del arte y en particular de la novela por oposición a la supuesta literatura comprometida. Comienza así con un resumen de las ideas estéticas kantianas y del lugar que ocupan en su epistemología. Para Kant, la experiencia estética no está orientada al conocer, que compete a la ciencia, ni al desear, que compete a la moral. Si bien en los tres tipos de juicios, empíricos, morales y estéticos interviene la imaginación, al decir de Kant la ciencia empírica, la moral y la estética constituyen ámbitos fundamentalmente singulares ya que los juicios estéticos son, para él, puramente contemplativos y carecen de valor o interés tanto prescriptivo (algo característico en los juicios éticos) como cognoscitivo (algo característico en los juicios científicos). Sin embargo, García Serrano pone en tela de juicio la opinión de que el arte sea el fin en sí del arte, ya que este no prescinde de contenidos políticos y morales que orientan la valoración o juicio estético del lector. De este modo, el autor considera que los planteamientos sobre la ficción literaria expuestos por Mary-Louise Pratt en Toward a Speech Act Theory of Literary Discourse subestiman la complejidad de lo ficcional así como el alcance de la colaboración del lector al leer o escuchar un texto: el lector no solo atiende a evaluar, de acuerdo a la intencionalidad autorial, si una obra de ficción es digna o no de ser contada; atiende también a la dimensión moral de los sucesos contados (operación que García Serrano ilustra echando mano de las páginas iniciales de Corazón tan blanco de Javier Marías). Ello le lleva a considerar lo que involucra la intelección moral de una novela, apoyándose en algunas estimaciones de Martha Nussbaum, con quien discrepa en algunos puntos y, de nuevo, en la filosofía moral kantiana que, debido a su abstraccionismo ahistórico, presenta también problemas a la intelección moral de la obra ficcional.

El capítulo quinto, “Significados de la interpretación. La dimensión ficcional”, se concentra en el proceso de interpretación de una narración ficcional. Como recalca García Serrano, la manifestación de la intención ficcional es imprescindible a la ficción para que el lector pueda entrar en el juego imaginativo que comporta la lectura de la obra ficcional. Sin embargo, determinar el significado de una instancia narrativa a partir de una supuesta intencionalidad autorial es mucho más complejo de lo que parece a simple vista, ya que en rigor el autor real no afirma nada. Y si bien es cierto, como defiende el anti-intencionalismo, que hay un inmanentismo textual y que las intenciones del autor al publicar su obra no son esenciales para comprenderla, García Serrano considera que el contexto e influencias reflejadas en un texto no deben desestimarse a la hora de interpretarlo. Por otro lado, cree asimismo que el buen intérprete de una narración ficcional se rige por un principio análogo al llamado “principio de caridad” orteguiano, ya que antes de tratar de criticar dicha narración, “imagina que cada elemento […] tiene una justificada función dentro del conjunto, y en razón de ello procura reducir a un mínimo los elementos inconexos” (p. 204). Esta operación racionalizadora de la interpretación (que García Serrano ilustra con referencias a películas de Buñuel y a distintas obras cervantinas) le devuelve al autor algo de su centralidad, pero ello no significa que el hermeneuta no pueda arribar a sentidos diferentes a los que pueda pretender el autor. La cuestión de la interpretación se ve complicada, además, por el hecho de que el sentido de una obra se amplía con cada nueva exégesis de esta, desbordando así el supuesto sentido autorial original. Puesto que ningún autor puede saber qué lugar ocupará su obra en consiguientes momentos literarios, la significación final de su obra les resulta evasiva tanto a él como al intérprete (hecho del que el autor deja clara constancia en el primer capítulo del libro). En fin, concluye García Serrano el capítulo sopesando otros factores que dificultan la inteligibilidad de la ficción, como el problema que entraña valerse de inferencias para buscar el sentido de actos y episodios específicos sin prestar atención a cómo se traban unos elementos a otros para lograr coherencia en el conjunto.

Como se adivina por el título, el sexto capítulo del libro, “Vanguardismo y mímesis en Luis Buñuel. Hermenéutica del sinsentido”, tiene por epicentro el reto hermenéutico que entrañan las creaciones literarias y cinematográficas vanguardistas. Si la falta de estructuración lógica puede inducir a pensar en invenciones sin ton ni son, el hecho de que esté justificada su presentación a un público, de que los autores usen unos elementos específicos y no otros y de que existan normas vanguardistas subyacentes apunta a la existencia de sentido tras estas obras. García Serrano analiza el sentido de algunas obras vanguardistas oponiéndolo al que comporta la configuración narrativa no vanguardista, asentado este en la interconexión entre las partes para conferir unidad a la trama. Para mostrar la cualidad antinarrativa del vanguardismo, García Serrano comienza analizando las primeras escenas de Viridiana, una de las producciones de Buñuel que sí es narración, y advierte que la ilación presente en esta película no se da en las primeras obras surrealistas de Buñuel. Un breve pero iluminador repaso de algunas de las influencias más importantes en el arte de Buñuel (Gómez de la Serna, ultraísmo, surrealismo de André Breton) sirve de entrante al minucioso análisis de Un chien andalou como obra modelo del antiarte por su contraposición ex profeso a la forma narrativa ordinaria. Paralelamente, El paseo de Buster Keaton, primera obra surrealista lorquiana, fundamenta su sentido no en una congruencia entre sus partes, sino en “la sistemática desarmonía con las expectativas ligadas a la recepción de una narración o representación escénica convencionales” (p. 272). Se alcanza el sentido de la obra vanguardista al entender cómo se enfrenta esta tanto a modelos anteriores como a otros posteriores que surgen en contraposición a ella. Además de contravenir las reglas de la narración al uso en Un perro andaluz y en La edad de oro, Buñuel truncó las reglas del documental gráfico en Las Hurdes (Tierra sin pan). En opinión de García Serrano, Los olvidados, una de las veinte películas que Buñuel produjo durante su exilio en México, supone un nuevo modelo narrativo donde convergen la linealidad y concatenación de modelos precedentes al vanguardismo y las anomalías del arte surrealista. Pese a la evolución aparente en la producción de Buñuel, García Serrano insiste en que no hay rupturas radicales, pues la sobrerrealidad desasosegadora asoma siempre en sus películas.

El capítulo “¿Identidad narrativa? Consideraciones alrededor de Unamuno” es una reflexión sobre los procesos de construcción de la mismidad o identidad personal y sobre la luz que acerca de ello puede arrojar la obra unamuniana. Las ideas kantianas sobre la intelección de lo percibido a través de un proceso de síntesis efectuado por la conciencia subjetiva, que implica retener componentes de las distintas representaciones sensibles y reconstruir imaginativamente otros componentes relativos a esa experiencia empírica, sirven de marco a las incursiones del autor en el pensamiento unamuniano. García Serrano opina que quizá la intuición kantiana de la reciprocidad entre autoconciencia y conocimiento esté en la base de la meditación unamuniana en torno al simbolismo del pecado de Adán y Eva (p. 297). Por otro lado, la idea del yo transcendental de la epistemología kantiana que opera para conferir unidad a lo percibido y que no es un yo sustancial, sino un yo performativo o ejecutivo y ligado a un sic et nunc, puede latir bajo la noción del presente eterno de Unamuno, que brota en varios de sus escritos. Es más, las composiciones y conexiones que Kant distingue en los juicios sintéticos y que dotan a estos no solo de unidades protonarrativas sino también de una estructura sotonarrativa son análogas a los engarces de momentos que cada sujeto realiza en la construcción de su vida. Eso llevó a Unamuno a comparar la vida con una novela y a cada sujeto con un autor (o un lector participativo) (p. 303). De ello desprende García Serrano que Unamuno hubo de albergar la idea de una identidad que se constituye narrativamente, es decir, que contiene los rasgos esenciales de un relato. Al mismo tiempo, Unamuno vio importantes diferencias entre narración e identidad personal, como el hecho de que la vida no tiene argumento o que la volición ocupa un lugar capital en la constitución narrativa de la mismidad. Todo ello tiene consecuencias para quien busque entender una identidad narrativa.

El último capítulo del libro, “Autorretrato y reconocimiento. En torno a la ficción autobiográfica del escritor”, está íntimamente ligado al precedente. Comprende tres partes en las que se atiende a obras con manifiesta influencia de la biografía de sus autores, como ocurre con las novelas y relatos del chileno Roberto Bolaño, donde se subrayan las vicisitudes que entraña el oficio de ser poeta. De hecho, la inserción de detalles autobiográficos no solo ayuda a entender particularidades sobre el autor real, sino que otorga mayor reflexividad a la obra. En la representación cohesiva de la mismidad entran en juego una “autoconciencia originaria” (la conciencia de las conexiones existentes entre momentos de la experiencia empírica y la propia) y una “autoconciencia derivada” (que procura aportar veracidad a lo historiado). No obstante, la identidad personal no está aislada de otras identidades y de sus estados de conciencia, lo que resulta en una conciencia objetivada (que convierte a la propia conciencia en objeto, contemplando sus propios méritos o culpas). Para explicar esta noción, García Serrano se apoya en el pensamiento de Hegel sobre la autoconciencia reconocedora de otras autoconciencias, autoconciencia que tiene en cuenta la naturaleza social de la subjetividad y que tiene raíces en la filosofía de Kant. La revisión del modo en que opera la autoconciencia en algunos dramas del Siglo de Oro, en distintas narraciones medievales y áureas de vidas propias (fingidas o no) y en la autobiografía ficcional de Bolaño, sirve de colofón que apuntala las ideas antes expuestas.

Al final del libro el lector encuentra un nutrido “Índice de obras citadas” (que incluye una nota sobre abreviaturas y dos listas, una de “Obras teóricas y críticas, ensayos, metahistoria, diálogos” y otra de “Historia, biografía, obras ficcionales, poesía, manifiestos [y] programas”) y un “Índice onomástico (incluyendo un elenco de figuras ficcionales)”.

La multiplicidad de citas y referencias, recogidas en la extensa nómina bibliográfica y en el no menos abundante repertorio onomástico, pone en evidencia la envergadura de conocimientos filosóficos y literarios del autor, así como su pericia para, como lo hacen los mismos filósofos y teóricos de la literatura a quienes apela, pensar el pensar. Con gran ingenio, logra ejemplificar en su obra algunos de los conceptos que aborda. Valga como botón de muestra la captatio benevolentiae con que pone punto final a las palabras que dirige “Al lector” (p. xii) y que le sirve al autor (y al lector) para ligar desde el inicio mismo la intencionalidad autorial al tema del entendimiento. La cualidad especular de El ‘Quijote’ en la mudanza de la Edad Moderna se extiende asimismo al lector, que lee y se percata sobre los mismos procesos intelectivos y hermenéuticos que necesariamente pone en práctica al hilo de la lectura. El lector encuentra en las sugerentes meditaciones de García Serrano lecciones de gran utilidad para apercibir racionalmente otras obras ficcionales.

Lourdes Albuixech (Southern Illinois University)

Sánchez Zapatero, Javier (ed.): La Trinchera Universal. Los voluntarios internacionales y la literatura de la Guerra Civil española. Granada: Comares 2021. 247 páginas.

Desde los años noventa del siglo pasado existe una abundante bibliografía sobre la literatura de la Guerra Civil española (1936-1939) y también sobre el papel de las Brigadas Internacionales en esa contienda, ya que muchos de los voluntarios eran escritores, poetas o periodistas. Nombres como Ernest Hemingway, George Orwell, André Malraux, Pablo Neruda son reconocidos también por su producción literaria sobre la Guerra Civil.

Muchos de los que acudieron en 1936 para socorrer a la República española y para defenderla del ataque de las tropas sublevadas ‒apoyadas por los regímenes fascistas de Alemania y Italia‒ escribieron sus vivencias sobre la contienda en la que participaron, hombres de 53 países diferentes, creando así un extenso y heterogéneo corpus de relatos, cuentos, novelas, poesías y dramas bélicos.

El presente volumen está editado por Sánchez Zapatero, profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Salamanca, y dividido en tres partes, en las que se presentan panoramas de las literaturas de lengua inglesa, francesa, alemana y de las literaturas latinoamericanas. Por motivos de espacio, solamente es posible comentar un número reducido de artículos escogidos.

En la primera parte se ofrecen visiones panorámicas de algunas literaturas nacionales: Albrecht Buschmann escribe su artículo sobre las literaturas en lengua alemana de las Brigadas Internacionales abarcando teatro, poemas y canciones y géneros narrativos. Se puede constatar como hilo conductor el destinatario común (la comunidad idealizada formada por aquellos que se comprometieron con la lucha contra el fascismo y la defensa de la libertad). El valor inherente de los textos es la solidaridad internacional. Varios de los autores alemanes forman parte de los “renegados”, o sea, de los comunistas que se distanciaron del estalinismo con base en sus experiencias con los procesos de Moscú y de la Guerra Civil. Muchos de los brigadistas alemanes desempeñan un papel importante en la RDA, donde la memoria de los combatientes quedará más preservada que en la RFA, ya que en la Alemania comunista la solidaridad internacional se convirtió en doctrina oficial del Estado socialista.

Nial Binns y Bethania Guerra de Lemos, de la Universidad Complutense de Madrid, presentan el panorama de los autores brigadistas latinoamericanos. Los mayores contingentes llegaron a España procedentes de Cuba y Argentina, con aproximadamente mil combatientes voluntarios, respectivamente. De otros países como Colombia (10-15), Chile (67-90), Brasil (46-65), Perú (49-58) los números estimados de combatientes son reducidos. No existen datos oficiales confiables, sino apenas estimaciones aproximadas con base en cálculos problemáticos, ya que varios factores dificultan ese cálculo. No hubo batallones latinoamericanos y muchos se alistaron en el ejército regular de la República española. En cambio, sí hay una abundante cantidad de textos literarios producidos por los combatientes. Los autores del artículo destacan entre otros escritores latinoamericanos al cubano Pablo de la Torriente Brau, con sus testimonios del frente en forma de cartas y crónicas. Otra forma de transmitir lo cotidiano de las vivencias de la Guerra Civil fue a través de las entrevistas, como las que hicieron Nicolás Guillén y Juan Marinello. Después de su vuelta a los países de origen, muchos de los voluntarios publicaron crónicas en la prensa latinoamericana, como el panameño Luis Antonio Cruz o los puertorriqueños Rubén Gotay Montalvo y Antonio Pacheco Padró. Se puede resumir que la experiencia de la guerra fue decisiva para diversos autores como el mexicano Roberto Vega González o el argentino Gregorio Bermann, que abarca el tema de los trastornos psicológicos sufridos durante la guerra de España.

En la segunda parte del libro, con el título “Semblanzas”, cabe comentar aquí el texto de Georg Pichler sobre el autor alemán Gustav Regler con enfoque en su texto magistral La gran cruzada, la mejor novela en lengua alemana sobre las Brigadas Internacionales, según el autor. Regler había llegado a Madrid el día 21 de octubre de 1936 para participar en actos literarios y de solidaridad. Fue gravemente herido en la batalla de Huesca el 11 de junio de 1937 y abandonó el país el mismo año en diciembre, dedicándose a la escritura de la novela La gran cruzada hasta el verano de 1938. Regler deseaba una buena acogida para su obra, como la tuvo la novela Por quién doblan las campanas de su amigo Hemingway, autor del prólogo. Se trata de una novela coral que describe en escenas casi fílmicas las luchas de la Guerra Civil desde el punto de vista de muchos personajes diferentes para introducir una visión polifacética de los acontecimientos. Otra obra conocida de Regler es su segunda novela, de título Juanita, concluida en México en abril de 1941. Solamente en 1986, con motivo de los cincuenta años del inicio de la guerra, salió el texto publicado en alemán. Según Pichler, Juanita puede ser considerada la apoteosis del pueblo español, que se encuentra en una lucha fratricida entre dos ideologías. La personificación del pueblo español es la protagonista, que da título a la novela, una joven participante de las acciones de la quinta columna en Madrid. La novela articula un rechazo de cualquier compromiso político y expone claramente la crueldad de las ideologías con su repercusión sobre el ser humano.

Javier Sánchez Zapatero nos habla en la tercera parte, intitulada “Representaciones”, sobre las Brigadas Internacionales y su representación en la literatura española, que ha estado condicionada por la proyección ideológica. Se puede distinguir la mirada idealizada de autores españoles contemporáneos a la guerra como Rafael Alberti, Miguel Hernández, Antonio Sánchez Barbudo o Eduardo Zamacois, que engrandecen el papel de los voluntarios y contribuyen esencialmente a forjar el mito de la importancia de las Brigadas Internacionales. Esta mirada idealizadora exalta el modelo ejemplar del brigadista, que abandona su país para arriesgar su vida en la lucha por la libertad del pueblo español. También diversos autores del exilio elogian la actuación de los combatientes extranjeros, entre ellos Max Aub, Arturo Barea y Valentín de Pedro. Por otro lado, existen también las versiones críticas en el bando republicano sobre su papel, como la de Manuel Chaves Nogales. Los autores del bando sublevado muestran una imagen completamente denigrante de las Brigadas Internacionales como meros receptores y ejecutores de las órdenes de Stalin. Novelas de autores como Fernando Sanabria, José María Carretero y Francisco Camba confirman esta visión negativa. En la novela contemporánea española domina el tono memorialista y desencantado de autores como Juan Eduardo Zúñiga y Jordi Cantavella. Arturo Pérez Reverte, Javier Reverte e Ignacio Martínez Pinzón son autores del siglo xxi que lograron éxitos de ventas considerables con sus libros sobre la Guerra Civil española retratando también las luchas protagonizadas por voluntarios internacionales. Sánchez Zapatero concluye que la exaltación de las imágenes edénicas y demoníacas ha sido superada en la literatura española actual.

A modo de conclusión se puede subrayar la gran importancia de ese libro para la investigación sobre los combatientes voluntarios internacionales que hicieron de la Guerra Civil española un acontecimiento único en la historia, ya que no hay otro con la participación activa de tantos escritores, de tantos países diferentes en primera línea de fuego hasta los días de hoy.

Volker Jaeckel (Universidade Federal de Minas Gerais, Belo Horizonte)

Jenny Haase: Vitale Mystik. Formen und Rezeptionen mystischen Schreibens in der Lyrik von Anna de Noailles, Ernestina de Champourcin und Antonia Pozzi. Berlin/Boston: De Gruyter 2022 (Mimesis. Romanische Literaturen der Welt, 94). XIV, 545 páginas.

El extenso estudio de Jenny Haase, recientemente galardonado con el premio “Hugo Friedrich und Erich Köhler-Preis für Romanische Literaturwissenschaft”, presenta una mirada minuciosa sobre los elementos místicos en la producción poética de tres grandes figuras de la modernidad femenina: la francesa Anna de Noailles, la italiana Antonia Pozzi, y la española Ernestina de Champourcín. El diseño de la investigación adopta una perspectiva comparatista sumamente fructífera, a la vez que cumple con el concepto de “romanística” vigente en la academia de lengua alemana, que incluye las literaturas de varias lenguas románicas. Las observaciones siguientes se centrarán en el enfoque conceptual del trabajo y en su aplicación a la obra de Ernestina de Champourcín.

En vez de ver “mística” y “modernidad” como conceptos que se excluyen mutuamente, Haase opta por comprender la mística como “discurso de la modernidad”, un lugar donde se manifiestan “los quiebres, contradicciones y ambivalencias del vivir moderno” (p. 2).1 En este sentido, su enfoque se inserta en el “cambio postsecular” de los estudios literarios y culturales. La autora señala que esta perspectiva tiene una importancia particular al indagar en la enunciación de subjetividades femeninas, y formula como objetivo de investigación analizar el significado de corporalidad y materialidad desde las actuales teorías postseculares y feministas, incorporando también los discursos vitalistas de los primeros decenios del siglo xx (p. 4). De esta manera, llega al concepto de una “mística vital”, según el cual “las poetas modernas se apropian del pensamiento místico para negociar una subjetividad dinámica que transgrede la confrontación antitética de cuerpo y espíritu, […] afecto y racionalidad, inmanencia y trascendencia autonomía y entrega, hasta religión y secularidad” (p. 10).

De este punto de partida la autora deduce cuatro modalidades de lectura que va explayando en el capítulo introductorio sobre “Contextos de investigación y reflexiones previas teóricas” (cap. 2, pp. 21-107): (a) transsecular (término que prefiere a “postsecular”, porque enfatiza “la simultaneidad de distintas capas de significación y posibilidades identitarias” (p. 37); (b) mística, en el sentido de un acercamiento descriptivo en vez de definitorio, con hincapié en la literariedad de textos místicos y su potencial transgresor (pp. 38 s.) e incluyendo reflexiones sobre la mística como “práctica de sí” en el sentido foucaultiano (pp. 45-48); (c) feminista, teniendo en cuenta que la mística como campo privilegiado de la teoría feminista proporciona un lugar de proyecciones y experimentación respecto al juego poético con modelos de feminidad y masculinidad que ha sido explorado intensamente por feministas postestructuralistas como Hélène Cixous, Luce Irigaray y Julia Kristeva; y (d) vital-materialista con hincapié en la “ética posthumana de la vinculación y de las relaciones afirmativas”, según Rosi Braidotti en su acercamiento feminista a un materialismo vital postsecular (p. 107).

Considerando las múltiples referencias a la mística, así como su polisemia poética y su carácter oscilante entre sensualidad y espiritualidad (p. 245), la obra de Ernestina de Champourcín, y en particular sus poemarios La voz en el viento (1931) y Cántico inútil (1936), se prestan según Haase de manera particular para ser analizados según las pautas delineadas. La parte sobre la poeta española (cap. 4, pp. 245-381) se abre con una introducción que la sitúa en el contexto de la poesía moderna en la península (cap. 4.1). Haase presenta una pertinente localización de Champourcín en el espacio discursivo de los años veinte y treinta, recuperando su participación activa en la vida cultural que se extingue con la Guerra Civil, relacionando su escritura con observaciones sobre la recepción de la mística en la Edad de Plata, el papel de su mentor Juan Ramón Jiménez, y los aspectos de autorrealización y placer vital que insertan su obra en la temática del 27. Además de discutir la producción poética femenina en el periodo, repasa la recuperación crítica de Champourcín que se consolida cuantitativa y cualitativamente en el siglo xxi, aportando en cada caso lúcidas lecturas de la crítica existente. Destaca la discusión controvertida con respecto a los elementos eróticos de su poesía, confirmando la temática principal del amor “como expresión de un deseo continuo e intenso de transgresión y conexión con el otro” (p. 270). Precisamente esta observación forma la suposición básica para los subsiguientes análisis de un gran número de poemas que parte de manera ejemplar con el poema programático “La voz en el viento” del homónimo poemario, del cual presenta una “triple lectura” como “celebración general de autoexploración y placer vital, sugestión (auto-)erótica y comentario metapoético” (p. 287).

El trabajo continúa con seis subcapítulos que comentan la obra de Champourcín siguiendo el enfoque establecido, siempre acompañados de análisis de escogidos poemas sumamente esclarecedores. Para empezar, Haase nos acerca a la temática de mística, estética y subjetividad a partir de la correspondencia entre Champourcín y Carmen Conde (4.2). El epistolario editado por Rosa Fernández Urtasun (2007) es un fabuloso testimonio para la fase de escritura de La voz en el viento, valorado por Haase como experimentación autobiográfica de una específica otredad (p. 294). El siguiente capítulo (4.3) explora las referencias intertextuales explícitas a San Juan de la Cruz en La voz en el viento y Cántico inútil en función de sus significados místicos y metapoéticos. Apoyándose en las aportaciones sobre la mística sanjuanina de Bernhard Teuber (2003), detecta un sujeto lírico que “oscila entre el deseo de autoafirmación y la añoranza de entrega y conexión” (p. 314). A continuación, analiza los “Ecos poéticos de Teresa de Ávila” (4.4), incluyendo los escritos en prosa Moradas y Vida y considerando esta relación intertextual como menos metapoética y más psicológica (p. 315). A partir de un close reading de los “Sonetos” de La voz en el viento comenta las tensiones entre actividad y pasividad, dominancia y sumisión, corporalidad radical y espiritualidad inmanente. El siguiente capítulo “Cálices, heridas, golpes. Escenarios de cuerpos” (4.5) continúa indagando en la “dimensión corporal de las referencias místicas en la poesía erótica de Champourcín” (p. 325); por ejemplo, revela en “Poemas ausentes” (La voz) “una tensión entre estructuras neoplatónico-metafísicas y el discurso vitalista-materialista contemporáneo” (p. 325). También indica una vinculación a Delmira Agustini por la sacralización de lo erótico (p. 340) y conecta con reflexiones teóricas de Luce Irigaray, Judith Butler y Rosi Braidotti para destacar la complejidad de un “tú” poéticamente abierto que da lugar a un sinfín de imágenes de un deseo de plenitud, conexión y continuidad que no solo se puede leer como el ser amado, sino también como alter ego, naturaleza, escritura, poesía, o bien Dios (p. 347).

El apartado “‘Al margen de mí misma.’ Negociaciones de una subjetividad del margen” (4.6) prosigue el argumento mediante un análisis de “Danza en tres tiempos” (La voz) con respecto a una noción de subjetividad dinámica y contextualizando con el discurso de la danza en la modernidad tal como aparece en Valéry o Mallarmé (pp. 351 s.). La danza como experiencia liminar se lee como ejemplo para el campo semántico del límite, del umbral presente en toda la obra de Champourcín como expresión de la autoexploración poética: “Ernestina de Champourcín ejercita en ‘Danza en tres tiempos’ los distintos aspectos de una concepción dinámica de la relación entre el yo y el otro, subjetividad y alteridad, deseo y satisfacción, contemplación y escritura” (p. 358). En este sentido, se revela un sujeto poético nómada y una ética vitalista del devenir en el sentido de Braidotti (pp. 358 s.). A modo de conclusión, el capítulo “‘Marcha hacia todo’. Vitalismo, devenir y poética de la plenitud” resume esta lectura, haciendo hincapié en el ímpetu vitalista presente en la obra de Champourcín y su “característico giro doble de deseo físico y espiritual, en relación con una alta conciencia metapoética” (p. 359). Destaca, por lo menos en su poesía de los veinte y treinta, un concepto universal del amor en unión con el mundo material y espiritual (p. 370): “Las lecturas de los poemas han demostrado que la coincidencia de un deseo corporal, espiritual y también poético encuentran su modelo literario obviamente en el discurso místico” (p. 374). Según Haase, este deseo indeterminado es lo que “abre la poesía de Champourcín hacia una ética y estética postantropocéntrica y transsecular” (p. 379). En un breve epílogo, la autora no deja de añadir que a partir de 1952 la “marcha hacia todo cósmico-vitalista” se va convirtiendo en un “católico camino hacia Dios” (p. 379); sin embargo, comenta que también la poesía ulterior de Champourcín sigue abierta para lecturas alternativas.

El volumen finaliza con una síntesis que abarca las tres partes de análisis sobre Anna de Noailles, Ernestina de Champourcín y Antonia Pozzi: “Mística vital. Subjetividad, Corporalidad y Poética en la recepción de la mística y la escritura mística de poetas románicas modernas” (cap. 6). La autora reclama “otra modernidad literaria” en la que la tradición mística aparece como referencia intertextual central que enfatiza la polisemia y ambivalencia con respecto a las dicotomías de cuerpo y espíritu, inmanencia y trascendencia, modernidad y tradición precisamente por su propia inclinación hacia lo contradictorio (p. 506).

En las tres poetas detecta semánticas de transición expresadas por la inclinación hacia lo liminar y una “espiritualidad sensual” (Braidotti, p. 509) que se delimita muy claramente de lecturas tradicionales de una sentimentalidad femenina y ofrece un concepto dinámico del amor y una subjetividad abierta, inacabada, permeable. Observa “una fascinante genealogía del pensamiento relacional afectivo y material” (p. 511) que desde tres perspectivas –la tradición mística, la filosofía vitalista de la modernidad, y los enfoques actuales del vital materialism– cuestionan el modelo cartesiano de una subjetividad autónoma. Por último, la propia performatividad de la escritura poética anclada en la contemplación de la escritura mística y como “práctica de sí” apunta a la relación con el otro y con la comunidad, incluyendo la diversidad ontológica (p. 513).

El estudio de Jenny Haase ofrece un sólido aparato teórico a la altura de los estudios culturales más actuales. Si bien su aplicación a un corpus producido hace un siglo podría provocar alguna irritación, la autora logra de manera magistral contextualizar y adaptar su enfoque al período histórico estudiado. De este modo, descubre un campo sumamente sugerente de esta “otra modernidad” por descubrir. De su línea argumentativa cuidadosamente elaborada y respaldada por amplísimas lecturas teóricas siempre pertinentes resulta un trabajo de investigación sumamente coherente, que a la vez es una aportación valiosísima a la revisión de la historiografía literaria.

Annette Paatz (Georg-August-Universität Göttingen)

Ángela Moro: Fuera de lugar. La representación del espacio en la narrativa breve de Max Aub y Ramón J. Sender. Sevilla: Renacimiento 2022 (Biblioteca del Exilio. Anejos, 56). 276 páginas.

En el campo de investigación sobre la cultura y la literatura del exilio republicano y sobre las literaturas exiliadas en general, contamos con valiosos estudios monográficos en torno a la experiencia de la temporalidad. La idea de destiempo, propuesta primero por Josef Wittlin y, después, por Claudio Guillén, ha iluminado una sustanciosa reflexión crítica acerca de la sensibilidad de los sujetos exiliados y su particular experiencia como sujetos anacrónicos. Sin embargo, es más difícil hallar estudios que aborden de forma sistemática la espacialidad exílica, aun cuando ambas dimensiones se interpelan recíprocamente. Para paliar esta carencia, la publicación de Fuera de lugar. La representación del espacio en la narrativa breve de Max Aub y Ramón J. Sender supone un hito muy valioso. Su título es elocuente del propósito de su autora: proponer un análisis del espacio en la obra literaria del exilio y ofrecer una aplicación práctica a través del estudio de un corpus formado por cuentos y novelas cortas de dos autores paradigmáticos.

Los lugares cuentan historia y producen literatura, nos recuerda en varias ocasiones Ángela Moro, y a su vez la literatura crea espacios que amplían nuestra experiencia del mundo y restauran lugares perdidos por las circunstancias históricas y biográficas. La necesidad de indagar en el significado de estos axiomas justifica esta investigación, especialmente si tenemos en cuenta, por un lado, la especificidad del cronotopo exílico, que hace de la literatura del exilio un caso paradigmático para los estudios espaciales, y, por el otro, la iluminación que sobre los estudios de la espacialidad aportan los géneros breves. La autora ha hecho un acopio muy significativo y extenso de fuentes teóricas, ha justificado muy medidamente el corpus con el que va a trabajar y, mediante un estudio riguroso y bien informado, ha defendido con éxito la hipótesis, sostenida en otros teóricos previos, de la relación particular que se establece entre los géneros narrativos breves, de la experiencia del exilio y de la representación del espacio.

La monografía se estructura en dos partes. La primera, más breve, se titula “Para no perder el norte: acercamiento metodológico”. Aunque estas páginas cumplen esa función, en realidad, más que un mero marco metodológico, como modestamente se anuncia en el título, se trata del esbozo de una posible teoría del espacio en la literatura del exilio. Esas veinte páginas que constituyen la primera parte son una extraordinaria fuente de hallazgos que, en algún momento requeriría una ampliación, pues abren fértiles posibilidades a futuros estudios de otras obras. La autora demuestra un profundo dominio y una adecuada utilización de un abundante corpus de textos teóricos. Reflexiona sobre la aplicación de las teorías de Augé, Bachelard, Agamben, Foucault y Girard, entre otros, a la concepción espacial del exilio. En estas páginas, se explican con admirable claridad y capacidad de síntesis las relaciones entre el giro espacial en los estudios culturales y el exilio como experiencia de la heterotopía producida por el paso por no lugares como los campos de concentración, los barcos, las fronteras y las aduanas… que, a su vez, producen textualidades distintivas. La autora observa la lógica espacial del exilio a partir de la particular representación lingüística de la realidad que provoca el abandono de lugares inteligibles y propios. Esta constatación genera una hipótesis sobre la liminidad como rasgo específico de la literatura exiliada y su proyección sobre la lengua literaria, que deriva en una particular modalidad escritural.

La precariedad de esos espacios, su provisionalidad, es interpretada por Moro como una apertura. Lejos de malograr las posibilidades de una potencial escritura literaria, las potencia. La pérdida del referente estimula la creación y la inventiva como medios para recuperarlo. Esto cobra suma relevancia al valorar la obra del exilio a contrapelo de la interpretación interesada con la que se ha leído en numerosas ocasiones: no como una pérdida, sino como una oportunidad, como una perspectiva privilegiada. Como decimos, la exhaustiva información ofrecida por la autora proporciona, en una apretada síntesis, materiales para la construcción no solo de un instrumento metodológico coyuntural para su uso en esta investigación específica, sino de una teoría del espacio en la producción cultural del exilio en la que, con mayor número de páginas, pueda también dejarse oír su propia voz con mayor amplitud.

Con todo, no es ese el propósito de este estudio, sino ofrecer un análisis de los espacios en la obra de dos de los más reconocidos narradores del exilio republicano español de 1939, Ramón J. Sender y Max Aub. A ello se consagra la segunda parte de la monografía, titulada “Cartografías textuales”. En esas páginas, se lleva a cabo el estudio propiamente dicho de una selección muy acertada de cuentos y novelas cortas. Pese a los recelos mutuos entre ambos escritores y las diferencias entre sus obras ‒convenientemente puestos de manifiesto por la autora‒, la comparación queda plenamente justificada, particularmente en lo que atañe al tema de la investigación. Efectivamente, se demuestra con solvencia que las reflexiones sobre la pertenencia a un lugar son muy comunes en ambos narradores, tanto en la obra de creación, como en cartas, prólogos y diarios.

Es particularmente valioso uno de los capítulos introductorios, el titulado “Gramáticas del realismo en Aub y Sender”, pues allí se vincula el estudio de la espacialidad con las estéticas del realismo practicadas por los escritores. A Moro le interesa establecer correspondencias entre las representaciones del espacio de Aub y Sender con técnicas aprendidas a partir de posicionamientos literarios en los años previos a la guerra ‒las vanguardias políticas de Sender, las vanguardias estéticas de Aub‒ para, a partir de esos ensayos, converger en formas análogas de testimonio humanista. Contrastando ambas formas de afrontar la escritura, la autora plantea perspectivas lúcidas sobre los dos proyectos narrativos como una superación del realismo de raigambre naturalista, que sufre, a partir de la experiencia de la guerra, una apropiación de sus posibilidades de expresión para ofrecer un testimonio del que no estén ausentes las aportaciones fantásticas o mitológicas, en lo que la autora denomina agudamente una “tercera vía que socava la división maniquea entre realismo y vanguardia y que los convierte en autores contemporáneos” (p. 67).

Estas premisas allanan la explicación del corpus. Los capítulos que siguen se ordenan con un criterio temático: “En la orilla española; geografías de lo autóctono”; “Concretar la ausencia en un mundo nuevo”; “El mito: escaparse por la vía de lo contiguo”; “De la representación a la presencia del espacio: evoluciones del mito”; “Civilizados y errantes: sujetos en el limbo”; y “La guerra civil a través del espacio”. En ellos, se estudia ese limbo o frontera que habitan los sujetos exiliados y que significa los lugares con hondas connotaciones existenciales. Son, por ejemplo, espacios míticos de la cultura mexicana, como los que aparecen en Novelas ejemplares de Cíbola y Mexicayotl, de Sender, o, en el caso de Aub, “La verdadera historia de los peces blancos de Pátzcuaro” y “Uba-Opa”, los cuales, inspirados en el territorio de acogida, remiten también a la idealización de la patria perdida, haciendo imposible la identificación con ninguno de los dos referentes extratextuales. En el caso de Aub, ese limbo está marcado por la imposibilidad: imposibilidad de representación lingüística, en el caso de los espacios concentracionarios ‒singularmente, Manuscrito cuervo‒, e imposibilidad de comunicación (intergeneracional, intercultural…) de un espacio sometido a la idealización de la memoria ‒como ocurre, por ejemplo, en “Homenaje a Lázaro Valdés” y en “La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco”‒. La memoria urde también la actualización de los espacios de la guerra y la derrota, a los que Moro dedica un capítulo en el que se toman los casos de Réquiem por un campesino español y El vado, de Sender, y de “Enero sin nombre”, de Aub.

Para el último capítulo, “Colofón” de la obra, la autora selecciona dos cuentos, uno de Aub –“El remate”– y otro de Sender –“Despedida en Bourg Madame”–, a los que considera culminación del recorrido existencial de los dos autores por los espacios del exilio. La frontera cobra en ambos una relevancia fundamental: como lugar real y simbólico y como sima en la que definitivamente desaparecen ‒son “rematados”‒ los sujetos exiliados. Pero, al mismo tiempo, como recalcan las últimas palabras de Fuera de lugar, la escritura se erige como lugar de rescate de ese espacio perdido por los caminos y fronteras de los exilios.

Como queda ya ampliamente justificado, Fuera de lugar. La representación del espacio en la narrativa breve de Max Aub y Ramón J. Sender está llamado a convertirse en una referencia relevante, tanto para las bibliografías de ambos autores como, en un sentido más amplio, para futuras aproximaciones a la obra literaria del exilio. Ángela Moro acierta a cubrir una ausencia en nuestro saber sobre la cultura exiliada, y para ello aborda con lucidez una cuestión que está en el centro de la identidad de quien padeció el exilio, ese sujeto, en palabras de Adolfo Sánchez Vázquez, “siempre en vilo, sin tocar tierra […] aterrado (en su sentido originario: ‘sin tierra’)”, que acusa perennemente “la pérdida de la tierra como raíz o centro”.2

Fernando Larraz (Universidad de Alcalá)

Michael Eaude: Arturo Barea. Triunfo en la medianoche del siglo. Sevilla: Renacimiento 2023 (Biblioteca de la Memoria, 122). 425 páginas.

Suelen quejarse quienes se ocupan de la obra de Arturo Barea de la falta de trabajos sobre su trayectoria, también de la ausencia de un corpus de lectores acorde con su calidad. No es el caso de Michael Eaude en el libro que aquí reseñamos, en donde se manifiesta más cauto: “Barea tiene pocos lectores porque existen relativamente pocos lectores de literatura española de los años 40: así que hay que evaluarle en comparación con sus contemporáneos exiliados” (p. 8). Lo cierto es que, como el propio autor señala en su prólogo, en los últimos años, Arturo Barea ha recibido diversos homenajes, entre ellos una exposición en el Instituto Cervantes (con su correspondiente catálogo), la instalación de un recordatorio en el cementerio donde se esparcieron sus cenizas y otro en el pub inglés al que asistía con regularidad, además de la dedicatoria de una plaza en el barrio madrileño de Lavapiés en donde creció. Muchas de estas iniciativas han contado con el concurso de otro hispanista, William Chislett, poniendo de manifiesto el curioso interés que el mundo anglosajón tiene por la figura de Barea, en justa correspondencia con el amor que el autor de La forja de un rebelde profesó hacia Inglaterra y sus gentes durante su exilio en tierras próximas a Oxford.

En el último año se han publicado diversas aproximaciones a la figura de Barea, que dan testimonio del interés que su figura sigue despertando en la actualidad. Coradino Vega le ha dedicado una biografía, Arturo Barea. Retrato de un temperamento (2023), que podríamos calificar “de autor”, en la que se mezclan las referencias a la vida y obra de Barea con reflexiones sobre el itinerario vital del propio Vega, dando como resultado un relato ameno, de corte literario, perfecto para tener una visión panorámica sobre el personaje. También en 2023, la revista Turia (nº 147) le ofrendó un generoso “Cartapacio” en el que colabora un nutrido y reputado elenco de especialistas, comandado por César Rina Simón, que proyecta una mirada caleidoscópica sobre Arturo Barea, así como también sobre su esposa Ilse, de la que, en los últimos años se recuperó su libro Telefónica (2019), de gran importancia para recomponer la vida de ambos en el Madrid de la Guerra Civil. Para rematar este pequeño recorrido por las novedades sobre Barea debemos referir también nuestra modesta contribución con un artículo en el que, a partir del epistolario intercambiado entre Guillermo de Torre y Arturo Barea, se da cuenta sobre las interioridades de la primera edición en castellano de La forja de un rebelde que, con sus insuficiencias y erratas, publicó la editorial Losada en Buenos Aires en 1951 y que sirvió para que la obra circulara por toda Hispanoamérica y también, aunque fuera de modo clandestino, por España.3

En 2023 se ha reeditado también Arturo Barea. Triunfo en la medianoche del siglo, obra de Michael Eaude, uno de los mayores expertos en el autor madrileño (aunque nacido en Badajoz), libro que conoce una segunda edición, pues se publicó por primera vez en 2001, a cargo de la Editora Regional de Extremadura. Eaude partía allí de su tesis doctoral, titulada Arturo Barea: Unflinching Eye, defendida en la Universidad de Bristol en 1996.

¿Cuáles son las novedades que el lector encuentra en esta nueva edición? Lógicamente la bibliografía se ha acrecentado, pues han transcurrido más de veinte años entre una y otra edición, y en el texto, amén de diversas correcciones de estilo, se han añadido nuevas informaciones y enfoques que tienen en cuenta los trabajos, entre otros, del citado William Chislett y de Eva Nieto McAvoy, autora de una tesis inédita que, en palabras de Eaude, es “la investigación más completa hasta la fecha de la carrera de Barea en Inglaterra” (p. 402). Sorprende en este punto que no se tenga en cuenta la edición de La forja de un rebelde publicada por Cátedra en 2019 con un extensísimo estudio introductorio de Francisco Caudet, lleno de datos y apreciaciones relevantes, pues en cierta forma supone una especie de consagración para Barea, que pasa a formar parte del canon de autores españoles, ya que la colección “Letras Hispánicas” viene a ser una especie de La Pléiade a la española.

Frente a esa visión más literaria y a vuelapluma que nos ofrecía el citado Coradino Vega en su biografía, Michael Eaude adopta un tono más académico, metódico y estructurado. Compagina en su libro los capítulos de corte biográfico con los análisis en profundidad de las obras de Barea más señeras. Lógicamente, la principal es La forja de un rebelde, pero también se proyecta una mirada crítica sobre otros libros interesantes como son los dedicados a Lorca y Unamuno, sus cuentos o La raíz rota, ficción en la que Barea fabula el retorno de un exiliado a la España de Franco. Eaude realiza un examen exhaustivo de todas estas obras y no elude la crítica cuando lo estima oportuno, estableciendo jerarquías entre ellas. Lógicamente la cima la ocupa la famosa trilogía, en especial el primer volumen, La forja, en la que Barea recrea con especial sensibilidad, no exenta de crudeza, su niñez.

Como ocurre con otros autores que se aproximan a la personalidad de Barea, la principal fuente de información la constituyen los libros que este escribió, en los que, sin duda, el elemento biográfico descuella. El problema en este punto radica en ser capaces de hilar fino para deslindar la ficción de la realidad y quizá a veces el relato cae en cierto voluntarismo que necesitaría de un asidero documental más consistente para dar verosimilitud a ciertas hipótesis. Para conjurar esta amenaza, Eaude se sirve de testimonios directos recabados de personas que conocieron a Barea o de documentos encontrados en archivos que dan solidez a sus planteamientos.

El libro funde lo biográfico con el análisis estilístico y temático de las obras de Barea y se completa con una serie de apéndices que ofrecen datos sobre sus publicaciones, sobre la trayectoria intelectual y política de Ilse Kulcsar (luego Barea) o sobre un aspecto controvertido, la acusación de que algunas obras de Barea fueron escritas al alimón por el matrimonio. Eaude se muestra taxativo en este punto, defendiendo la autoría de Barea en sus obras de mayor envergadura, aunque documenta también la colaboración mutua en piezas como la dedicada a Unamuno, dato que queda registrado en la propia obra. Entre esos apéndices encontramos también una interesante entrevista con Barea realizada en Córdoba (Argentina) en 1956, así como la transcripción de una de las numerosas charlas que Barea preparó para la BBC, de las que la editorial Renacimiento anuncia una próxima edición.

Una de las mayores novedades que aporta el libro respecto a su primera edición se incluye como “Apéndice seis”, bajo el título de “Una pequeña polémica política”. Sobre su contenido se realiza un avance en el mismo prólogo. Se sostiene en este apartado, en consonancia con ciertos argumentos barajados por partidos que se sitúan a la izquierda del PSOE, que durante la Transición no se realizó la pertinente reivindicación de Arturo Barea, cuyos aspectos más “revolucionarios” fueron dulcificados, por ejemplo, en la versión televisiva que se hizo de La forja de un rebelde, hito incuestionable en la popularización del escritor, pues en aquel momento solo existía una televisión en España. Lógicamente, la personalidad de Barea sufrió mutaciones a lo largo de su vida y con el tiempo se fue atemperando su fogosidad social y política inicial. Esa veta es la que entiende Eaude no se ha plasmado en su justa medida en los acercamientos a la figura de Barea. Téngase en cuenta, no obstante, que una de las iniciativas que más ha ayudado a difundir la figura de Barea es la edición popular que realizó el diario El Mundo de La forja de un rebelde, pues facilitó el acceso a multitud de lectores, o la exposición dedicada a Barea en el Instituto Cervantes, realizada bajo el mandato del Partido Popular. Barea es un autor de la suficiente entidad para que llegue a un público amplio, sin anteojeras ideológicas. Resulta potestad del lector, en cualquier caso, extraer de la obra de Barea las enseñanzas que estime oportunas y que mejor se amolden a su ideario.

El libro de Eaude, con sus mejoras y añadidos respecto a la primera edición, constituye un hito inexcusable para el interesado en la obra de Barea, un incuestionable referente en la reivindicación de un autor que sigue concitando el interés de nuevas generaciones de lectores. Dado su incuestionable interés no habría estado de más una revisión general del texto que puliera ciertos errores expresivos, lo cual no obsta para que nos encontremos ante una obra de calidad contrastada y de ineludible consulta no solo por quienes se aproximan a la obra de Barea, sino también para interesados en la literatura del exilio o, en una vertiente más general, de la posguerra española y europea.

Pablo Rojas (Universidad Nacional de Educación a Distancia, Talavera de la Reina)

Olga Albarrán Caselles: (Pro)creación. Escritura y maternidad en la España contemporánea. Madrid: Ediciones Libertarias 2022 (Universidad, 44). 283 páginas.

El trabajo titulado (Pro)creación. Escritura y maternidad en la España contemporánea parte de la constatación siguiente: la maternidad representa, como componente insoslayable de la existencia humana, un tema universal al que la cultura occidental ha venido asociando tópicos que invitan a tratar la reproducción como una experiencia íntima e inefable, ocultando sus múltiples facetas, así como sus implicaciones sociopolíticas. Olga Albarrán Caselles investiga en este volumen la emergencia de nuevos discursos narrativos que contribuyen precisamente a desmantelar esos discursos recurrentes ‒a menudo normativos y construidos en un marco patriarcal‒ que impregnan el imaginario sociocultural, para proponer relatos maternos alternativos. Este estudio se inscribe por tanto en una veta crítica actual que, desde perspectivas historiográficas o ecofeministas, cuestiona la escritura femenina, su inscripción dentro del canon y su remoldeamiento del imaginario colectivo. Tal tendencia se ha desarrollado en la última década a través de investigaciones centradas, verbigracia, en las autoras hispanoamericanas que conformarían un neoboom. Así, el mismo tema de la maternidad, y su rol en la construcción de la identidad femenina, está siendo estudiado en casos de autoras como la colombiana Pilar Quintana, las mexicanas Guadalupe Nettel y Fernanda Melchor, o la peruana Gabriela Wiener, también tratada por O. Albarrán Caselles en este libro.4

Con el objetivo de arrojar luz sobre el desarrollo de una narración heterodoxa de la maternidad, la presente monografía articula tres estudios de caso, sacados de la literatura hispánica contemporánea y escritos por mujeres en primera persona: Tiempo de espera (1998) de Carme Riera, Quién quiere ser madre (2017) de Silvia Nanclares y Nueve lunas (2004) de Gabriela Wiener. Como sugiere el juego de palabra del título ‒(Pro)creación‒, los textos analizados por la investigadora comparten además de la narradora homodiegética una doble temática al centrarse en la gestación como proceso de creación a la vez biológica y literaria. Se desmitifica por tanto la representación tradicional de la madre como objeto pasivo absorto en la espera del parto. Al contrario, los tres relatos enfocados convierten a la figura materna en un sujeto activo y hasta presentan la gestación como una fase de por sí intelectualmente y artísticamente creativa.

Para mejor entender el diálogo subversivo que estos textos entablan con discursos tradicionalmente difundidos sobre la maternidad en el ámbito hispánico, Albarrán Caselles traza primero un sintético y eficaz status quaestionis sobre las representaciones de la reproducción configuradas históricamente por los discursos filosóficos, científicos y artísticos occidentales. Si la maternidad ha sido un tema constante del arte universal, hasta hace poco la literatura carecía de obras que enfocaran la reproducción (tanto la gestación como el parto, el aborto o la lactancia) desde una primera persona femenina. La investigadora lo demuestra trazando una breve historia política y cultural de este silenciamiento de la voz femenina sobre cuestiones reproductivas. Tras recordar las correspondencias que se han establecido entre maternidad y feminidad ‒desde la época medieval a la neoliberal actual y con el hito particular de la Contrarreforma‒, el primer capítulo, titulado “Maternidades: los discursos de la reproducción” (pp. 35-90), examina las representaciones tópicas de la maternidad que han contribuido a polarizar a las mujeres entre buenas madres (mater dolorosa, ángel del hogar, la wonderwoman del siglo xxi, competente en lo personal y lo profesional), y malas madres (femme fatale, madres castradoras o hasta asesinas). Como muestra la autora, tales representaciones al mismo tiempo celebran y eluden a la mujer embarazada y de esta manera han contribuido a naturalizar una forma patriarcal de ser madre. La procreación se ha convertido ante todo en un constructo cultural, fundamentalmente arbitrario. Según se recuerda en varias ocasiones, diferentes movimientos feministas han puesto en tela de juicio dicha esencialización ‒y hasta mitificación (p. 62)‒ de la maternidad, que ha sido y sigue siendo clave para la explotación del cuerpo femenino. La investigadora rastrea los matices ideológicos de las luchas feministas en el contexto español, desde el franquismo tardío hasta hoy, y explica hasta qué punto la literatura se ha hecho eco de los debates vigentes. El capítulo se concluye con una reflexión sobre la relación entre el tema de la maternidad y los géneros literarios del yo (autobiografía, diario, testimonio, autoficción y antificción) a los que se adscriben los tres textos analizados a continuación. Después de evidenciar la vinculación de estas modalidades narrativas con la exploración íntima y con alguna cuestionable “escritura femenina”, la investigadora argumenta que la elección de este marco architextual permite a las autoras estudiadas “enunciar críticamente una voz que ha estado por mucho tiempo velada” (p. 26).

En los tres capítulos siguientes, respectivamente estructurados alrededor de los conceptos de deseo, amor y juego, se desarrolla el análisis de las tres narraciones seleccionadas, designadas por la estudiosa como “histerografías” (p. 22) o “escrituras del útero”. En efecto, son textos protagonizados por el cuerpo gestante, visto como agente y motor de la creación tanto literaria como humana. Al hilo del trabajo, se demuestra de forma atinada en qué medida las tres narraciones enfocadas renuevan la tradición del Bildungsroman (p. 259) al ofrecer relatos de formación en los que la búsqueda y construcción de la subjetividad (como madre a la vez que como escritora) se realiza al hilo de la experiencia gestacional. Al adoptar una estructura temporal similar, nueve meses (del embarazo o de su planificación, en el caso de Nanclares), los tres relatos se centran en la relación que las narradoras evidencian entre su proceso reproductivo y el proceso de escritura.

En “Reproducción y deseo en Quién quiere ser madre” (pp. 91-142) se analiza este componente metatextual de la narración a partir del diálogo que Silvia Nanclares establece con Yerma. Efectivamente, dentro de la tradición española, la obra de Federico García Lorca ha sido fundamental en el tratamiento del tema de la infertilidad. En este caso funciona como hipotexto de un relato centrado en el deseo de maternidad de una protagonista que no consigue embarazarse, a pesar de recurrir a nuevas técnicas de reproducción médicamente asistida. Albarrán Caselles muestra de forma muy convincente cómo Nanclares invierte fragmentos diegéticos del drama de Lorca para criticar una serie de mandatos sociales relativos a la edad de las madres o a la medicalización y consiguiente alienación del cuerpo gestante. La autora del volumen propone finalmente cuestionar el deseo de maternidad tematizado en Quién quiere ser madre en términos de habitus (en el sentido de Bourdieu). No obstante, no es la experiencia reproductiva sino la literaria la que le permite a la narradora superar su deseo incumplido y transformar su subjetividad al hilo del relato.

El tercer capítulo, centrado por su parte en “Amor y maternidad en Tiempo de espera” (pp. 143-196), se interesa por la ambivalencia de este relato en el que la protagonista va construyendo una relación afectiva con su futura hija, a lo largo del embarazo. Se arguye que, aunque la narradora-madre reivindica su actividad creadora y así subvierte la visión de la gestación como periodo estático ‒puesto que el proceso de escritura corresponde justamente con el embarazo‒, se trata de un relato aún empapado con ciertos tintes algo patriarcales: la futura madre se representa como un ser asexuado (p. 175) y en un estado de “espera” serena, eludiendo los aspectos más crudos de la experiencia reproductiva. El texto participaría por consiguiente, según Albarrán Caselles, de la “maternidad romantizada” definida por Gimeno (p. 155). Ahora bien, la investigadora interpreta esta representación en función de las coordenadas socio-históricas específicas desde las que escribe Carme Riera, acorde, por ejemplo, al feminismo de la diferencia, en auge durante el primer postfranquismo. También se resalta de qué manera la autora reescribe, desmantelándolo, otro tópico de los discursos hegemónicos sobre la maternidad: el de la rivalidad entre madre e hija (p. 145), aquí sustituida por un criterio de sororidad. Esta renovación se percibe, entre otros mecanismos también examinados por la estudiosa, en la relectura de intertextos bíblicos, mitológicos y literarios (a través de la lírica tradicional o textos de madame de Sévigné y Pedro Salinas, p. 189).

Al hilo de “Juego y reproducción en Nueve lunas” (pp. 197-250), cuarto capítulo de la monografía, se analiza la subversión del conjunto de los tópicos maternos aún presentes en Riera. Se defiende que Gabriela Wiener ‒escritora y periodista peruana instalada en España‒ transforma la experiencia gestacional en juego, en términos de Huizinga, Caillois y Bourdieu, es decir, en práctica social codificada y destinada a facilitar la adquisición de un habitus. Este prisma de análisis resulta muy operativo, ya que los diferentes dispositivos lúdicos (temas, mecanismos narrativos, humor, etc.) puestos en marcha en Nueve lunas permiten efectivamente disecar los discursos normativos sobre la reproducción que impregnan el imaginario hispánico, por ejemplo a través de los medios, blogs, revistas de crianza, discursos médicos y la cultura pop que funcionan como interdiscursos constantes del relato de Wiener. Nueve lunas ofrece de este modo un catálogo de maternidades alternativas (solteras y queer) y hasta disidentes (pornográficas), hipersexualizando el cuerpo gestante. El proceso llevaría, según la investigadora, en la propuesta de nuevas reglas del juego susceptibles de reflejar mejor la pluralidad de las maternidades posibles. Albarrán Caselles señala que, en el texto de Wiener, esta reflexión se combina a la vez con otras problemáticas socio-culturales candentes (se denuncia por ejemplo la precariedad económica de los inmigrantes) y con una fuerte dimensión autorreflexiva: “Wiener personaliza su embarazo como un juego de búsqueda introspectiva de su yo a través del cuerpo-texto gestante” (p. 211).

Más allá del análisis literario, de por sí muy sólido y convincente, y del panorama socio-histórico bien documentado que describe, este volumen une la calidad científica con el compromiso. A través de una reflexión sobre los condicionantes simbólicos y políticos de la reproducción y de la crianza, apela, en efecto, a un verdadero cambio social. Quizá lo más valorable de este trabajo sea el marco interdisciplinario que moviliza, al combinar con pertinencia diferentes herramientas teórico-metodológicas (sobre todo Foucault, Bourdieu, Alberca, los gender studies, la transtextualidad, el análisis del discurso y el close reading). Da también muestra de un gran dominio de lecturas literarias canónicas (Juan Luis Vives, fray Luis de León, Lope de Vega, La Celestina, García Lorca, etc.) a la vez que populares (la lírica tradicional o la novela gráfica). Esta perspectiva amplia le permite a la autora hacer dialogar texto y contexto y explicar en qué medida la renovación de prácticas literarias nace de procesos poligenéticos. Como se subraya en las conclusiones del volumen, las tres obras examinadas se alejan de una visión esencialista que convierte la reproducción en campo de opresión para interesarse más bien por la pluralidad de las maternidades, que abarcan diversas praxis, determinadas por contextos sociopolíticos y marcos culturales específicos. Tanto Riera como Nanclares y Wiener ilustrarían a su manera el imaginario colectivo que les es coetáneo, a la vez que incentivarían su reformulación.

Jéromine François (Université de Namur / NaLTT)

Ana Abello Verano: Poéticas de lo fantástico en la cuentística española actual. Madrid / Frankfurt: Iberoamericana / Vervuert (Ediciones de Iberoamericana, 139) 2023. 223 páginas.

Natalia Álvarez Méndez (ed.): Radiografías de la monstruosidad insólita en la narrativa hispánica (1980-2022). Madrid / Frankfurt: Iberoamericana / Vervuert (Ediciones de Iberoamericana, 142) 2023. 393 páginas.

La literatura no mimética en español, aunque tiene una larga tradición (que incluye al Quijote), se ha visto, ante todo, marginalizada, especialmente en el formato breve. La literatura fantástica y el cuento han sido considerados, por gran parte de la crítica de habla hispana en nuestra historia, como “literatura menor” –o infantil–, ignorándose su calidad literaria, su influencia social y cultural, y su compromiso con las problemáticas de la realidad. Felizmente, desde finales del siglo pasado, y con mucha más fuerza en las últimas décadas, la narrativa no mimética empezó a popularizarse, normalizarse y estudiarse con bastante interés. Prueba de ello son las diversas revistas académicas, grupos de investigación, editoriales especializadas, antologías y estudios surgidos al respecto. Como ejemplo de estos últimos, tenemos los dos libros objeto de esta reseña: Poéticas de lo fantástico en la cuentística española actual y Radiografía de la monstruosidad insólita en la narrativa hispánica (1980-2022), ambos publicados por Iberoamericana Vervuert en 2023 y pertenecientes a su colección “Ediciones de Iberoamericana”, enfocada en historia y crítica de la literatura.

En Poéticas de lo fantástico en la cuentística española actual, Ana Abello Verano realiza una aguda revisión del discurso fantástico en la narrativa breve española contemporánea, tanto en sus temáticas como en sus estrategias. La autora escoge cuatro representantes significativos del género para aterrizar su investigación: Fernando Iwasaki, David Roas, Patricia Esteban Erlés y Juan Jacinto Muñoz Rengel, todos nacidos entre inicios de los sesenta y mediados de los setenta. El libro está dividido en dos partes: la primera da una mirada general del panorama contemporáneo de estudios y difusión, y presenta a los autores elegidos y sus líneas temáticas y estrategias, dando un buen contexto introductorio para los lectores que permite entender con mayor fluidez la segunda parte, dedicada a analizar, por un lado, la arquitectura narrativa de lo fantástico y, por otro lado, las diversas anomalías, modos y figuras que transgreden el orden de lo real en estos textos.

La primera parte se titula “La (ir)realidad ficcionalizada. Nuevos derroteros de lo fantástico en el siglo xxi”. El primer subcapítulo está dedicado al autor peruano-español Fernando Iwasaki, quien sirve en este volumen para estudiar lo fantástico-terrorífico y la perspectiva infantil, pero en quien también se observa el humor. El segundo subcapítulo es sobre David Roas, quien no solo escribe ficción no mimética, sino que se dedica a estudiarla, siendo uno de los académicos más prominentes sobre el tema en la actualidad. En su narrativa se observan técnicas autoficcionales, referencias a la cultura popular y reflexiones académicas y metaliterarias. El tercer subcapítulo es sobre Patricia Esteban Erlés, en cuya obra se conjuga lo gótico junto a lo fantástico, se usa la parodia e ironía y se exhibe una perspectiva feminista. Su literatura tiene gran carga psicológica y suele incluir lo fantástico en marcos realistas, resaltando las amenazas de lo cotidiano. En ese sentido, algunas de sus influencias son Silvina Ocampo, Shirley Jackson y Emilia Pardo Bazán. Por último, el cuarto subcapítulo está centrado en Juan Jacinto Muñoz Rengel, el máximo exponente de la hibridación entre lo fantástico y lo filosófico, ámbito en el que se desarrolla su formación intelectual. La intratextualidad, la metaficción, la fusión de géneros, los tributos literarios, el humor negro, la distopía, el componente histórico, entre otras, son características de la producción de esta figura.

La segunda parte del libro se llama “Resortes de lo fantástico en la última narrativa española” y se divide en dos subcapítulos, uno enfocado a estrategias estructurales y otro, a la variedad de anomalías exploradas. El primer “resorte” se refiere a la arquitectura narrativa y estudia cinco elementos. El primero es la estructura y el lenguaje del texto. Explorar y profundizar en estos aspectos formales les permite a los autores jugar con el horizonte de expectativas y sorprender al lector. Casa de muñecas, de Esteban Erlés, por ejemplo, estructura sus capítulos haciendo que cada uno sea una parte de la casa, presentando incluso un plano y hoja de ruta. Por otro lado, De mecánica y alquimia de Muñoz Rengel se presenta como un ciclo de cuentos, compactos en su individualidad pero que alcanzan su máximo potencial en la última historia, cuando se completa el ciclo. Asimismo, para el caso de Iwasaki, se subraya su gran heterogeneidad de registros –como la parábola, la crónica de Indias, el bestiario, entre otras– y construcciones léxicas ingeniosas que modifican cómo se entiende la realidad. Finalmente, en David Roas se observan astutas alternativas de lectura, como párrafos autónomos, y la introducción de elementos de diferente tipología textual en un juego con las convenciones narrativas; por ejemplo, la inclusión de acotaciones propias de textos teatrales.

Luego se analiza la intertextualidad, el diálogo establecido entre dos textos que erige un marco de referencias. Se consideran tres tipos de referencias intertextuales: las que reinventan temas mitológicos y leyendas, las reescrituras bíblicas y las que crean relaciones entre narrativas y películas. Entre los motivos mitológicos a reescribir están el doble (como el mítico Narciso) y las criaturas monstruosas (como el hombre lobo, la Gorgona o el monstruo del lago Ness). El primero se estudia en Roas y el segundo, en Iwasaki. En ambos se observa una actualización del mito, conectada a lo contemporáneo. En cuanto a la reescritura bíblica, se observa en Iwasaki, en quien se identifica una intención desacralizadora. El tercer tipo de referencias intertextuales tiende puentes entre los autores estudiados y sus propios referentes: autores, textos literarios y películas. Por ejemplo, la narrativa de Esteban Erlés se conecta con películas de terror y misterio. En Manderley en venta rinde homenaje a Rebecca, de Hitchcock.

En tercer lugar, está la relación entre lo fantástico y el humor. Lo humorístico puede fortalecer el efecto de lo fantástico y revitalizar motivos que pueden pensarse ya desfasados, como lo pueden ser varios monstruos. En los cuentos de David Roas se puede encontrar un revigorizado bestiario a partir del uso de la parodia, el absurdo y la ironía. Iwasaki usa el humor negro para evocar sucesos terribles o, en Ajuar funerario, tratar la visión tradicional de la muerte. Esteban Erlés usa la ironía feminista en una subversión fantástica que refiere a la otredad o la pérdida de identidad en Casa de muñecas, donde también aparece el humor negro y lo grotesco. La risa aparece al final, cerrando el cuento con broche de oro, y desarma, sorprende al lector e ilumina otras posibilidades no consideradas con anterioridad.

El cuarto elemento analizado de la arquitectura narrativa es la transgresión lingüística. Abello Verano señala la retórica de lo imposible que supone el lenguaje fantástico, que busca expresar lo inexpresable. Para lograr eso, para expresar la ruptura de la realidad que supone lo fantástico, se puede dar también una ruptura en el lenguaje. En Ajuar funerario de Iwasaki, se observan polisemias, dobles sentidos, paradojas, paralelismos, cambios de focalización, elipsis, ambigüedad, literalización de frases figuradas, juegos retóricos, desplazamientos semánticos y demás. Asimismo, los títulos de sus relatos cumplen una función clave, ya que pueden recodificar la interpretación de los lectores. Entonces, la transgresión del lenguaje en Iwasaki juega con el horizonte de expectativas del lector, atenta contra lo esperado y lo sorprende.

Por último, el quinto elemento estudiado de la arquitectura narrativa es la autoficción fantástica y los juegos metaliterarios, que nos llevan a reflexionar sobre el acto de escribir y la creación del mundo ficcional. Parte de la obra de Fernando Iwasaki es autoficcional, pues incluye en su ficción datos biográficos que refieren a la migración y conflictos de identidad. Por otro lado, lo que suele hacer David Roas es incluirse como personaje de su propia ficción en un diálogo autorreferencial. Por ejemplo, tiene narradores o protagonistas que son citados con la letra D, o, de plano, se llaman David Roas. En el caso de Muñoz Rengel se observa la metaficción, que se puede centrar en la voz narrativa (como un desdoblamiento metaliterario), el proceso de creación literaria o el mundo de los personajes.

La segunda parte del capítulo, el segundo “resorte” se titula “Anomalías y perturbaciones en el orden de lo real”. Esta sección considera nueve elementos. El primero son los desórdenes del continuo espacio-tiempo. Se observa en la ficción de Iwasaki el regreso a tiempos míticos. También, desestabiliza fronteras espaciales con el ascensor como un espacio liminal donde coexisten el más allá y el más acá, y con personajes que pierden su sentido de orientación. La casa como amenaza aparece en la narrativa de Esteban Erlés, quien juega con casas de construcciones peculiares y con la proyección semántica del espacio doméstico. En un marco gótico, la autora usa cronotopos cercanos al receptor donde se esconden miedos inconfesables y se pierden los referentes. David Roas muestra en sus historias varias transfiguraciones temporales y espaciales que rompen la cotidianidad, crean laberintos que llevan al personaje en círculo al punto de inicio o conducen a un trasvase de realidades. En las creaciones de Muñoz Rengel, los bucles temporales y disposiciones no lineales del tiempo, y el cuestionamiento de las leyes naturales y físicas, atrapan a los personajes y exigen al lector la reconstrucción de la historia.

Los objetos inquietantes, con propiedades extraordinarias, son el segundo elemento. En la narrativa de Iwasaki, por ejemplo, están los espejos sin reflejo, marcas corporales que generan procesos sobrenaturales y objetos mágicos, varios con los que rinde homenaje a la cultura nipona. David Roas escribe sobre objetos particulares, por ejemplo, una dentadura postiza que reproduce una canción cada noche o instrumentos tecnológicos cuyos fallos técnicos parecen revelar vida propia. En los relatos de Esteban Erlés está presente la animación de objetos y la cosificación (por ejemplo, un niño convertido en pastilla de jabón). Las muñecas animadas influyen en el comportamiento y actitud de quien las manipula y, por supuesto, se ubican entre lo artificial y lo natural.

Sobre el tercer elemento desestabilizador, lo onírico, Abello Verano anota que no es muy utilizado en los escritores españoles de lo fantástico del siglo xxi, pero sí está presente en la obra de Muñoz Rengel, y brevemente en Roas (en “Y por fin despertar”) e Iwasaki. Este último se acerca al tema de dos maneras: la difuminación de fronteras entre el inconsciente y el mundo consciente, y la imposibilidad de dominar los sueños (por ejemplo, la pesadilla materializada). El elemento onírico es esencial en El sueño del otro, de Muñoz Rengel, y origina narrativas sorprendentes. El autor se detiene en describir detalladamente el proceso onírico y los mecanismos que intervienen en él, y cómo este puede conectar realidades (o vidas) paralelas. Asimismo, el tópico le permite explorar la otredad y lo grotesco dentro de uno mismo, revelado a través de los sueños.

El cuarto elemento se refiere al doble, figura que problematiza la construcción del yo. Esteban Erlés no explota demasiado el motivo, pero presenta varias protagonistas compuestas por hermanas o gemelas. Iwasaki utiliza el motivo del doble en dos relatos, “A Mail in the Life” y “El parásito”; en el primero, un sujeto y su personalidad electrónica difuminan sus identidades y, en el segundo, la dualidad se da entre un hombre y el bulto de grasa anexo a su cuerpo. Roas muestra una perspectiva particular al recuperar la temática en desdoblamientos inusuales donde el doble es una alternativa, no una copia idéntica (apareciendo como seres bifurcados), o la dualidad se da con todo el mundo conocido (jugando con un experimento de superposición cuántica). En el caso de la obra de Muñoz Rengel, el cuestionamiento de la identidad a través del doble es fundamental y aparece desde su primer libro. El motivo en su obra se mezcla con lo onírico, se enfoca en la ruptura de la idea de unicidad y aparece como coincidencia ominosa.

El quinto motivo también atenta contra la concepción de la identidad, pero esta vez desde la transformación: metamorfosis, animalizaciones e intercambios de cuerpos. Este tampoco es un recurso habitual, así que se analizan textos puntuales de los representantes. De Iwasaki, se estudian relatos de Papel carbón (donde las mutaciones se dan por dejar de fumar o por un proceso de seducción) y de Ajuar funerario (con transformación de vampiros y monjas-perro). En Esteban Erlés se estudian dos metamorfosis relacionadas a gatos, en “Isobel” y “Azul ruso”. En este último cuento, además, lo monstruoso se relaciona a lo femenino. Muñoz Rengel explora la metamorfosis desde la animalización y relacionada al deseo de inmortalidad ante la descomposición física. Por otro lado, los intercambios corporales aparecen en relatos de Iwasaki (desde una perspectiva infantil y relacionado a la muerte) y Esteban Erlés (en Manderley en venta).

El sexto tema son los míticos bestiarios, renovados desde el humor, la manipulación genética, la tecnología y el poshumanismo. Muñoz Rengel presenta un bestiario que realza lo maravilloso y lo extraordinario en el “Bestiario secreto en el London Zoo”, con varias criaturas inexplicables cuidadosamente descritas y una que resalta por su reminiscencia al axolotl de Cortázar: el Ÿhånx. En El libro de los pequeños milagros, el autor presenta un bestiario cuyos monstruos proyectan angustia y miedos colectivos.

Los fantasmas y resucitados conforman el séptimo elemento. En la narrativa de Muñoz Rengel, los primeros solo aparecen en “El faro de las islas de Os Baixos”, donde la aparición espectral es el centro de la historia, en un ambiente de inseguridad y soledad. Las figuraciones del fantasma en la obra de Iwasaki son bastante heterogéneas y se concentran en la figura infantil. Muestra seres muertos que regresan para atormentar o vengarse, o que no saben que están muertos. En la narrativa de Esteban Erlés abundan las visitas de espectros, sobre todo en Casa de muñecas. Estos irrumpen, acosan y se relacionan a experiencias traumáticas; también narran y se humanizan, lo que puede hacer desaparecer su efecto terrorífico, o aparecen conscientes de su estado y con un discurso paródico. Esta inversión paródica también es mencionada en varios relatos de Roas.

El infante monstruoso es el octavo elemento. Iwasaki recurre al niño maligno que se relaciona con seres del otro lado en varios relatos, seres que pueden ser el diablo o espíritus que le ayudan a cumplir sus propósitos, o ellos mismos, que vuelven a la vida por ritos sincréticos y la perturban. Esteban Erlés presenta al bebé monstruo con poderes sobrenaturales y relacionado a la maternidad monstruosa, y a la niña monstruosa, que desmitifica la infancia como territorio amenazante y donde es posible la crueldad. El niño monstruo está presente en la narrativa de Roas y se sirve de su aparente indefensión para ocultar su lado macabro. Los niños monstruosos pueden propiciar el acercamiento a la otredad, como muestran Roas e Iwasaki al usar la perspectiva lúdica de niños, entre la vida y la muerte sin saberlo, que narran situaciones cotidianas en su brutalidad.

Finalmente, está el motivo de la mujer monstruo, a nivel físico, moral o en su alejamiento del prototipo de ángel del hogar. Iwasaki contiene en sus relatos un catálogo de mujeres sin compasión y conectadas al mundo infantil, que aparecen en conventos, escuelas u hogares. De la misma forma, Esteban Erlés tiene un amplio catálogo de mujeres monstruosas en sus relatos, y estas son terroríficas por su fisonomía y/o por sus características psicológicas. También aparecen figuras femeninas relacionadas a lo mágico (como brujas o practicantes de vudú) y una que es una referencia intertextual borgiana: Emma Zunz (en “Azul ruso”).

En los diversos análisis que componen la segunda parte del libro, Abello Verano reivindica el cuento y lo fantástico en su poder afectivo, estrecha relación con la realidad e influencia cuestionadora, a la vez que transmite su pasión por la narrativa breve no mimética, contagiando al lector y dejándole la necesidad de buscar los textos estudiados y leerlos a la brevedad posible. En ese sentido, Poéticas de lo fantástico no solo es un texto que ilumina de manera amena y clara los distintos derroteros que ha tomado la narrativa fantástica en español en las últimas décadas, sino que también es un motivador que anima a la lectura de cuentos fantásticos españoles y un catálogo de referencias bibliográficas y una guía de estudio que resalta varios de los temas más importantes del género.

El segundo libro aquí reseñado, Radiografías de la monstruosidad insólita en la narrativa hispánica (1980-2022), recopila catorce ensayos, divididos en cuatro partes, que exploran cómo el monstruo remite a la realidad y refleja lo humano (y sus temores), tanto en literatura española como latinoamericana. La monstruosidad estudiada comprende desde las manifestaciones más tradicionales y globales, como las brujas, hasta versiones locales y figuraciones posmodernas. El libro se abre con un prólogo de la editora, Natalia Álvarez Méndez, donde presenta el proyecto que enmarca las investigaciones, Estrategias y figuraciones de lo insólito. Manifestaciones del monstruo en la narrativa en lengua española (de 1980 a la actualidad), el cual busca contribuir al conocimiento sobre el monstruo no mimético en la narrativa en español, sus tipologías y todas sus posibles vertientes de análisis.

La primera parte se titula “Pórtico filosófico” y está conformada por un solo texto, el más filosófico de todo el libro, como revela de antemano la sección. “Monstruo y autoengaño o cuando el mal se documenta a sí mismo” es el título del ensayo de Rafael Ángel Herra, un excelente punto de inicio porque explora respuestas a la pregunta “¿qué es el monstruo?”. El autor teoriza sobre las diferentes funciones y formas del monstruo, partiendo de entenderlo como un constructo subjetivo que aparece en tres actividades de la conciencia: la autopercepción, las coartadas morales y el autoengaño. Es una revisión histórica, una recolección de las principales características que acompañan la representación del monstruo y una aguda reflexión sobre el aspecto simbólico del monstruo.

“Contextualización teórica-crítica” se titula la segunda sección, compuesta por dos artículos. En el primero, Miguel Carrera Garrido sostiene que el monstruo es un elemento clave en los “géneros de la fascinación”, efecto que reconoce como eje unificador de los géneros insólitos, y el cual resalta porque es justamente causado por el monstruo en el receptor, al generar atracción y rechazo. Considerando ese eje, el autor analiza las representaciones del monstruo en los principales géneros de lo insólito a nivel conceptual. El segundo artículo es de Natalia Álvarez Méndez y resalta la versatilidad del monstruo en las ficciones para tratar la crisis del yo o la otredad, reflejar las problemáticas y miedos de la cultura, o erigirse como una herramienta contracultural crítica o, de lo contrario, útil al orden simbólico institucionalizado.

La tercera sección es “Radiografías geográficas” y es la más larga, compuesta por seis artículos que tratan cada uno distintos monstruos y sus representaciones en un país en específico. Tres de los textos se sitúan en Latinoamérica. Jesús Diamantino Valdés hace una revisión del des arrollo del monstruo fantástico en la literatura de terror chilena y de cómo este refleja claves de la identidad nacional y responde a los cambios culturales. Parte de diversas criaturas nacidas del sincretismo entre el folclore nacional y la herencia europea (como el imbunche) y toma como ejemplo obras desde el siglo xix (como el Don Guillermo de José Victorino Lastarria), pasando por el siglo xx (por ejemplo, con varios cuentos de Marta Brunet y María Luisa Bombal, y El siniestro Doctor Mortis de Juan Marino), hasta el siglo xxi (citando obras que homenajean a la mencionada de Marino y Salisbury de Francisco Ortega). Elton Honores aborda las representaciones del monstruo en la novela peruana contemporánea y se centra en tres figuraciones: los licántropos andinos (estudiados en dos novelas de Raúl Quiroz Andia), los vampiros (seductoras en Doble de vampiro de José Donayre y subversivos en Maxente de Carlos Freyre) y las momias (y el danzante de tijeras que se enfrenta a ellas en La muerte no tiene ojos de Miguel Ángel Vallejo Sameshima). Claudio Paolini estudia los cíborgs, robots, clones y zombis como símbolos de resistencia y denuncia en la narrativa uruguaya del siglo xxi. Los monstruos mencionados sirven para problematizar la idea de lo humano y cómo se relacionan a conflictos pasados y presentes, sean estos políticos, socioeconómicos o medioambientales.

De los tres artículos restantes, uno se enfoca en México; otro, en España, y el último tiene una visión transatlántica. Cecilia Eudave es la encargada del primero, titulado “Recuento de la presencia literaria del fantasma en México: orígenes, evolución y reconfiguraciones”. La autora repasa la tradición nacional del fantasma (con figuras como “La llorona” y “El nahual”) y el nacimiento del cuento fantástico (deteniéndose en aquellos nacidos de las luchas armadas mexicanas, con la constante presencia del fantasma, y en los aportes de las autoras mexicanas entre 1950 y 1970) y, luego, estudia al mencionado monstruo como protagonista de diversos cuentos y novelas cortas del siglo xx y xxi (donde genera una revolución simbólica y sirve como mediador, voz de los grupos marginados y consciencia monstruosa). Por otro lado, el segundo texto, enfocado en España, es escrito por la autora del primer libro mencionado en esta reseña, Ana Abello Verano, y tiene como tema central las variantes del doble como fisuras del yo en los cuentos españoles del siglo xxi. La autora resalta que esta figuración es una de las más fértiles y frecuentadas de la historia de la literatura fantástica, y se relaciona a uno de los temas centrales de la narrativa fantástica española contemporánea (y un terror arcaico): la transgresión de la idea tradicional de identidad. En cuentos y novelas, estudia al doble de cinco maneras: como rival que suplanta al original, como gemelo siniestro, como alternativa al original, en una multiplicación de planos como vidas bifurcadas y como parte de realidades paralelas. Por último, Carmen Rodríguez Campo presenta “Distorsiones clásicas, actualizadas y alteraciones otras de la monstruosidad no mimética en antologías colectivas de cuento en español del siglo xxi”. Los objetos de estudio de esta investigación son tres antologías que conciben al monstruo como un relevante constructo cuestionador del orden social y cultural: Festín de muertos. Antología de relatos mexicanos de zombis (de Raquel Castro y Rafael Villegas), Las mil caras del monstruo (de Ana Casas y David Roas) e Insólitas: narradoras de lo fantástico en Latinoamérica y España (de Teresa López-Pellisa y Ricard Ruiz Garzón). Como señala el título, la autora analiza las figuraciones del monstruo en tres categorías: los monstruos universales clásicos, los monstruos universales actualizados y otras encarnaciones de la monstruosidad.

“Monstruosidad, género y cuerpo” es el nombre de la cuarta y última sección. Esta se compone de cinco artículos. El primero es de Anna Boccuti y analiza la representación de las brujas en la literatura hispanoamericana escrita por mujeres. Este es el único ensayo del libro que se enfoca exclusivamente en la narrativa de escritoras. Empieza revisando la relación entre lo monstruoso y lo femenino y sus manifestaciones literarias, revisando desde ideas aristotélicas, pasando por el psicoanálisis freudiano y llegando hasta las enseñanzas de Judith Butler. Luego, recopila algunos monstruos protofeministas de la narrativa del siglo xx y, para esto, analiza relatos de Amparo Dávila, Guadalupe Dueñas, Silvina Ocampo y Luisa Valenzuela. Por último, estudia el retorno de las brujas en la narrativa del siglo xxi, tomando como ejemplo a las Umas de Mónica Ojeda. Macarena Cortés Correa, la autora del segundo ensayo, estudia los cíborgs y los zombis centrándose en la narrativa de ciencia ficción andina. En la primera parte de su análisis, los conceptos de biopolítica, según Foucault, y necropolíticas, según Mbembe, tienen especial relevancia, pues son dos sistemas contra los que se resisten los monstruos estudiados. La segunda parte analiza la representación del zombi y el cíborg en un corpus de relatos de ciencia ficción publicados entre 2010 y 2020 por escritoras de la región andina. Elige relatos de Jacqueline Herrera, Claudia Salazar Jiménez y Koryna González para estudiar la representación del cíborg; y de Giovanna Rivero y Mónica Ojeda para la representación del zombi.

El tercer ensayo es de Rosa María Díez Cobo y se titula “Patrones de movilidad trans-domésticos en los hogares insólitos”. La autora propone una interesante reorientación: la casa encantada no es un espacio de perturbación estático. A continuación, presenta una “galería de monstruos” donde se revisan distintas características del monstruo presentes en el motivo de la casa encantada; asimismo, se resalta la agencia de este monstruo y se explican distintas maneras en las que esta se ejerce. El siguiente apartado de este ensayo se enfoca en la domesticidad femenina, la sujeción de las protagonistas femeninas al espacio doméstico y el arquetipo del ángel del hogar. Por último, analiza tres casas monstruosas: “La Maga” de Elia Barceló, “La casa de Adela” de Mariana Enríquez y “Calamidad doméstica” de Solange Rodríguez Pappe. El monstruo presentado en este ensayo es, sin duda, uno de los más inusuales.

El cuarto ensayo es de Sergio Fernández Martínez y se enfoca en el imaginario literario en español sobre la relación entre cuerpo y monstruosidad, acotado a los años entre 1980 y 2022. El autor estudia cinco tipos de cuerpo monstruoso. Primero, se detiene en el cuerpo hórrido y cómo este supone una problematización de las convicciones colectivas. Estas ideas son analizadas en “Simbiosis del encuentro” de Carmen Naranjo, Cuerpo náufrago de Ana Clavel e Impuesto a la carne de Diamela Eltit. Después, se enfoca en el cuerpo freak, motivo que historiza y politiza las representaciones corporales y que atenta con destruir los discursos de lo real. El autor repasa brevemente la aparición de este motivo en la colección de microrrelatos de Cecilia Eudave, Para viajeros improbables. Las tres últimas corporalidades estudiadas son el cuerpo metamorfoseado, el artificial y el invisible. La revisión sobre los dos primeros es breve y no presenta un análisis profundo aterrizado en relatos específicos. El cuerpo invisible es analizado en Los invisibles de José María Merino y “Los enfermos” de Sergio Chejfec. El quinto y último ensayo es de Benito García-Valero y Francesco Fasano; se titula “Muestrario representativo del monstruo queer en la narrativa en español reciente del género a la disolución categorial”. Este es el ensayo cuyo lenguaje más se acerca al lector, con referencias a la cultura pop contemporánea, preguntas retóricas, visos de ironía y una subjetividad clara, pero que no disminuye en absoluto el carácter académico y riguroso del texto. Los autores de este ensayo declaran que todo monstruo es inherentemente queer, por lo que el término sería una no-categoría, y que la naturaleza es intrínsecamente queer, idea que sustentan desde la física cuántica. Además, analizan un muestrario de monstruos queer: la Bruja chica de Temporada de huracanes (de Fernanda Melchor), Iris de “Desfloración” (de Ángel Néstore), los residentes del Salón de belleza de Mario Bellatín, los de los Balnearios de Etiopía de Javier Guerrero, la anciana de “La respiración cavernaria” (de Samantha Schweblin) y varios monstruos de Nuestra parte de noche (de Mariana Enríquez).

Gran parte de la riqueza de este libro se anida, aparte de en el considerable catálogo de monstruos estudiados, en las diferentes perspectivas desde las que se analizan las figuraciones monstruosas, que revelan las infinitas maneras desde las cuales pensar lo monstruoso. Se enfocan desde lo filosófico, lo social, lo político, el género, la estética y la ecocrítica. De esta manera, el libro sirve como un excelente muestrario de los estudios recientes sobre el monstruo en la literatura de lo insólito en español.

Ambos libros suponen importantes y metódicos aportes a los estudios recientes sobre la narrativa fantástica en español. El primero, de Abello Verano, se enfoca exclusivamente en el cuento no mimético español, pero brinda un amplio panorama general sobre lo fantástico en español y presenta un aparato teórico y varias perspectivas interesantes desde las cuales pensar y analizar cuentos fantásticos. El segundo, editado por Álvarez Méndez, aunque se centre solo en el monstruo, tiene un enfoque transatlántico más amplio y muestra diferentes visiones actuales para su estudio desde distintas aristas (como la filosofía o los estudios de género). Ambos volúmenes son una buena guía hacia el estudio de lo fantástico, valiosa para cualquier estudiante con interés en la narrativa no mimética. De hecho, se complementan perfectamente entre sí, ya que Abello Verano no ahonda en la monstruosidad, parte no esencial, pero sumamente importante y usual en la narrativa fantástica.

Karla Paola Cabrera Acuña (Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima)

2. LITERATURA LATINOAMERICANA: HISTORIA Y CRÍTICA

María Alejandra Aguilar Dornelles: Entre el bronce y el olvido. Heroísmo y afrodescendencia en Colombia, Brasil y Cuba. Madrid / Frankfurt: Iberoamericana / Vervuert (Juego de Dados. Latinoamérica y su Cultura en el xix) 2023. 247 páginas.

La propuesta de María Alejandra Aguilar Dornelles se sitúa en un estilo de trabajo intelectual que aborda las producciones culturales como instrumentos fundantes, que transmiten y reactualizan los regímenes de representación en los que se apoyan las jerarquías sociales. En particular, su estudio analiza el nexo entre heroicidad –la figura del héroe y la imaginación heroica– y los sujetos de ascendencia africana que reclamaron para sí este espacio. Por ende, plantea una aproximación crítica a la imaginación heroica como eje estructurador de las narrativas nacionales decimonónicas. Su vasto estudio se concreta en un texto que se va vertebrando sobre la tensión entre dos categorías leídas como opuestas: heroísmo y afrodescendencia. Tal relación requiere la configuración de un marco teórico extenso y transdisciplinar; por lo demás, la complejidad de su estudio se manifiesta en una selección ecléctica de las fuentes. A la par, Aguilar propone un acercamiento crítico al archivo que descubra sus zonas veladas para revisitar los procesos históricos formulados en su texto. Al respecto, la propuesta (crítica) coyuntural es uno de los aportes por destacar en su trabajo: reflexiona sobre testimonios (intermitentes y mediados), su puesta en contexto y el diálogo con sus contemporáneos. A mi juicio, esta propuesta emerge de una discusión razonada (y dialógica) con múltiples posturas teóricas y como respuesta a las dificultades que emergen al seguir el rastro a determinados sujetos individuales o colectivos. La metodología dialógica también es privilegiada en el análisis de las fuentes que, además de la conformación de un corpus heterogéneo, pone a dialogar textos y autores canónicos con otros menos celebrados.

El estudio incluye tres países, Colombia, Brasil y Cuba. Aún más, las producciones culturales analizadas abarcan una horquilla temporal de más de cien años. Estas extensas coordenadas espaciotemporales presentan un desafío al correr el riesgo de redundar en una disertación poco exhaustiva y desarticulada. A este respecto, es necesario considerar las particularidades de los procesos históricos que se irán desplegando a lo largo de la centuria, tales como: las ambivalencias y transformaciones ideológicas de las élites y cómo se expresan en las producciones científicas, literarias y artísticas. Al igual que las torsiones morales, las sacudidas políticas y cambios socioeconómicos que se producen en la región. Huelga decir que en un contexto de la cultural global bajo la preeminencia europea, ésta influirá de un modo singular en los imaginarios nacionales de cada país. Con todo, Aguilar fundamenta su elección en eventos históricos, en las temáticas que trabaja a través de cada figura y en el encuadre epistemológico desde el cual analizar las producciones culturales. A este respecto, destaca la equivalencia entre estos territorios como puertos de entrada de contingentes de población africana esclavizada que habilita un análisis comparado de las problemáticas que emergieron durante la delimitación de estos estados. Por otra parte, la autora atiende a la persistencia de valores y mitos que atravesaron el siglo xix y que, al acoplarse a otras doctrinas y modas, reactualizaron los imaginarios coloniales. En mi opinión, su estudio es relevante en la actualidad por la vigencia de las cuestiones –vinculadas al racismo y a la colonialidad– que problematiza en su revisión de la categoría heroica en contextos racializados.

La investigación explora las condiciones en las que individuos de estos territorios señalados como afrodescendientes apelaron a la categoría heroica como una estrategia de significación propia y de su comunidad. Aguilar plantea así una concepción politizada del heroísmo que, más allá de ser abordada como una categoría de afirmación identitaria, opera como medio generador de reivindicaciones políticas encubiertas. Para esta tarea, emplea múltiples estudios críticos sobre el heroísmo que apuntan a su carácter constructivo y ambivalente. Estas conceptualizaciones ejercen como paraguas teórico bajo el cual aproximarse a las creaciones artísticas y literarias, aun cuando para el examen pormenorizado de cada una de ellas incorporará otros instrumentos conceptuales. Su hipótesis se fundamenta en la puesta en relación entre la influencia y persistencia de una concepción romántica del heroísmo y su maleabilidad. A esto se suma la relevancia del héroe como un elemento modulador de la modernidad entre el individuo y la comunidad, cuya construcción es compartida con “el receptor”, que participa al otorgar o negar el carácter heroico al sujeto. Esta concepción de la categoría heroica refuerza su argumentación sobre el héroe racializado como un espejo de las aspiraciones y reclamos de su comunidad.

La autora traza esta disposición permeable y plástica de la categoría heroica como un rasgo que pone en valor los aportes de sujetos de ascendencia africana. Por otro lado, el análisis integra al corpus teórico las contribuciones de los estudios críticos de la raza que problematizan el mestizaje armónico como uno de los fundamentos de las narrativas nacionales en estos países. Sobre el particular, es inherente la política de blanqueamiento en sus múltiples formas de expresión. A tal causa sucumben los sujetos racialmente marcados ya que: “Si bien algunos escritores y líderes militares de ascendencia africana se identificaron como negros, mulatos o “de color”, al asumir la pose heroica se inscribieron en la imaginación a partir de coordenadas civilizatorias, blanqueadoras y, por supuesto, viriles” (22). La hipótesis de Aguilar apunta a que no sería una adscripción total, sino que la asimilación de la política de blanqueamiento puede implicar el enmascaramiento de demandas políticas, pues “apelaron a la categoría heroica como fuente de dignificación y aspiración de reconocimiento social, pero también de poder y autoridad” (27).

El enfoque interseccional, otro pilar teórico del estudio, se sitúa tradicionalmente en la corriente teórico-crítica del feminismo afroestadounidense. A este respecto, la investigación contribuye a perfilar una genealogía de pensamiento femenino latinoamericano al que incorporar a las autoras de ascendencia africana. A tal efecto, da cuenta de su importancia en la profundización de demandas democratizadoras en los recién constituidos Estados nación, pero también a su particular crítica al racismo y a la colonialidad en las sociedades latinoamericanas. Asimismo, la interseccionalidad es una herramienta teórica útil para aproximarse a la realidad de las mujeres marcadas como no blancas; habilita un análisis complejo de la reproducción de jerarquías y de las diferencias sociales. Por último, este enfoque le permite reflexionar sobre la construcción de género en la intersección entre sexualidad y “raza”, es decir, reformular críticamente la configuración de feminidades y masculinidades hegemónicas y las políticas representacionales en países estructurados socio-racialmente.

Considero destacable señalar el manejo de estas tres dimensiones del feminismo interseccional en su investigación que –junto con el enfoque teórico-metodológico decolonial– construyen un marco para el estudio de las múltiples estrategias de borramiento, pero también de la autorreferencialidad de los otros-sujetos de la nación. En cinco capítulos, formula múltiples aproximaciones a la intervención de individuos de ascendencia africana en función de “cartas, crónicas periodísticas, panfletos, proclamas militares, retratos e imágenes tipográficas” (29). En los tres primeros, plantea diversas estrategias de autorrepresentación a las que apelaron varones de ascendencia africana para construirse como figuras heroicas. En ellas, la propuesta contextual deja entrever tanto el modo de enunciarse como su recepción en las sociedades a las que pertenecían. En el primero, “La poética de riesgo y el deseado cuerpo del guerrero”, el estudio sobre José Prudencio Padilla (Cartagena de Indias) y Antonio Maceo (Cuba) ilustra la construcción de una masculinidad heroica racializada que apela al honor y al sacrificio para inscribirse en el imaginario nacional. Lo destacable de su planteamiento es que, si bien se ubican en diferentes épocas, describe un tipo de masculinidad que puede corresponder a un heroísmo épico en tiempo de guerra. Así mismo, traza posibles formas de borramiento de los rasgos heroicos en los que interviene la cuestión racial bajo criterios moralista o desde el discurso científico racialista.

En contraste con el anterior capítulo, “El cuerpo ausente del letrado patriota” aborda la producción textual de Juan José Nieto (Cartagena de Indias) como una figura que no reivindicó su identidad racial. Aguilar se aleja del heroísmo épico que transformaba la imagen amenazante del negro en héroe de la nación para adentrarse en la heroicidad ilustrada. Para la autora, la ausencia de estos reclamos podría significar una celebración del mestizaje como alegoría de la fundación de Cartagena. A mi modo de ver, lo interesante es el contraste que se establece entre la razón de este borramiento racial en su escritura y el ocultamiento de sus rasgos africanos –su retrato presidencial fue retocado a pedido de las autoridades– que ilustra el afianzamiento de la doctrina racista en las narrativas nacionales que aludían al progreso y a la modernidad durante el xix. Otra aproximación a la figura del héroe la elabora en los “Múltiples rostros del héroe en la prensa” en Brasil a partir del análisis de la producción de Paula Brito, Luiz Gama y José do Patrocínio que sí apelaron a su identidad racial. La historiografía ha perfilado el movimiento abolicionista como mediador de la voz de los sujetos esclavizados. El planteamiento de Aguilar muestra el heroísmo negro en función de estos sujetos vinculados a la prensa liberal brasileña y al abolicionismo que tenían sus compromisos y ambiciones y que impugnaron las discriminaciones raciales al proyectarse como individuos íntegros y mostrándose como adalides del progreso de la nación.

Aguilar define la literatura como un espacio de reivindicación identitaria y examina las estrategias de autorrepresentación en la producción de mujeres de ascendencia africana en Brasil y Cuba; en lo que sigue me detendré en ellas. El cuarto capítulo, “Heroica maternidad”, estudia la producción de la brasileña Maria Firmina dos Reis. Aquí, Aguilar pone el foco, entre otras cuestiones, en uso estratégico y extenso de la noción de maternidad. De entrada, expone estrategias planteadas desde el feminismo que enmascaran su autoridad enunciativa acudiendo al tropo de la maternidad para legitimar su escritura. Esto no es baladí en una época en la que la función maternal estructuraba la construcción hegemónica del modelo de feminidad. Esta ideología, junto con la doctrina racista, permeaba la producción cultural de la época, evidenciando las jerarquías y discriminaciones de género, raza y clase que blindaban la familia burguesa, supuestamente amenazada por las mujeres negras y esclavizadas. A este respecto, como resultado del análisis de los personajes de sus novelas, Aguilar sostiene que dos Reis formula figuras heroicas alejadas de las coordenadas tradicionales de la heroicidad; por lo demás, la maternidad es, según la investigadora, el eje de su reivindicación racial y de género. Señala que en sus textos abolicionistas rehabilita el derecho a la maternidad en las mujeres esclavizadas, añadiendo valores y características fruto de la experiencia y alejados del modelo maternal decimonónico. Sus planteamientos sitúan la investigación de Aguilar en los estudios que desde la interseccionalidad generan análisis más complejos sobre temáticas que tradicionalmente han interesado al feminismo.

El capítulo que cierra el libro es “Poetas y héroes ‘de color’” y está dedicado a Cristina Ayala. Desde su participación en el proyecto editorial Minerva. Revista quincenal dedicada a la mujer de color5 aborda la aspiración de mujeres de ascendencia africana de insertarse en la escena cultural. En el apartado destacan dos aspectos. En primer lugar, con Minerva expone la contribución de la prensa negra al debate sobre la transformación de las estructuras de explotación y discriminación racial heredadas del sistema esclavista y, en este marco, las demandas de las mujeres de expandir el acceso a la educación. Por otra parte, el análisis del contenido de los poemas le sirve para apuntar varios temas. En primer lugar, la urgencia de alcanzar la igualdad social para el progreso y la modernidad, a la vez que ubica en el centro del proceso a la “raza” negra. Una segunda cuestión es la impugnación del estereotipo de “la mulata” como un artefacto cultural para la discriminación difundido en las producciones culturales de la época. Así pues, Aguilar detecta estas reivindicaciones ocultas en su retórica heroica junto con las de género, al desplazar la figura del soldado por el de la escritora (heroína del espíritu). Ahora bien, la autora construye un espacio de autoridad enunciándose como heredera de autores negros y mulatos que conforman el corpus literario nacional.

He profundizado en los apartados dedicados a las autoras porque considero que es la parte más sólida de su obra, en la que mejor se despliega su andamiaje teórico. Sin embargo, en su conjunto, el análisis de Aguilar contribuye a alumbrar aspectos de la cultura latinoamericana decimonónica que precisan una mayor atención. Su conceptualización de la categoría heroica para el contexto latinoamericano, como un “campo de tensión”, alude a la consolidación de la discriminación racial en la centuria y a los modos precarios de expresión de los sujetos de ascendencia africana. Además, el carácter de la investigación implica retos metodológicos que Aguilar resuelve poniendo en relación los rastros de estos autores, los contextos en los que se produjeron y las producciones de sus coetáneos. Por lo demás, los obstáculos que se presentan en el acceso a las fuentes y a las producciones culturales de autores afrodescendientes habilita espacios para el abordaje crítico de la noción de archivos y, con ello, el desarrollo de nuevas líneas de reflexión teórica.

Cristina Beltrán (Universidad de Barcelona, Barcelona)

Silvia Valero / Emiro Santos García: Manuel Zapata Olivella. Hacia una medicina nacional en el Pacífico colombiano. Cartagena de Indias: Universidad de Cartagena / Laboratorio Editorial CILA 2023. 294 páginas.

La enfermedad, como la medicina, es un hecho universal. Ambas podrían parecer cuestiones individuales, pero como nos ha demostrado la reciente pandemia de 2020, enfermedad y medicina son materias que nos unen más de lo que podríamos pensar. Como sugieren Nancy Scheper-Hughes y Margareth Lock, somos un cuerpo individual, que vive en un cuerpo social según las normas y las decisiones que se toman para un cuerpo político. De ahí que la mirada a la medicina pueda prestarse a múltiples enfoques, en particular, cuando se relaciona con la palabra y con la narración, dos elementos al parecer ajenos a la medicina clínica que, sin embargo, representan el núcleo central del proceso de identificación de la enfermedad y sanación de la misma.

En la Antigüedad la palabra era parte integrante de los ritos de curación: ensalmos, oraciones, cantos y bailes curaban la persona en su totalidad, en el cuerpo y en el espíritu. Con el tiempo, los avances científicos modificaron la percepción tanto de la enfermedad como de su curación; al mismo tiempo, el desarrollo de sistemas de salud pública basados en principios científicos produjo cierto desencanto y alejamiento respecto a las prácticas ancestrales hasta despojarlas de sus virtudes y encerrarlas en el concepto de ‘medicinas alternativas’. En un proceso lento pero inexorable, la palabra dejó de ser lo importante a la hora de sanar. La medicina que surge a partir del siglo xviii necesita un discurso técnico, capaz de adecuarse a la nueva forma de mirar el cuerpo y la enfermedad que acompaña los avances tecnológicos y los descubrimientos científicos que empiezan a producirse en la ciencia médica. Cuerpo, enfermedad y curación se descubren vinculados por una inédita relación significante-significado, determinada en gran medida por la vista (el sentido más directamente relacionado con la razón, según Descartes) y por una perspectiva cuantitativa. El fenómeno, afirma Foucault, no es inmediato, el discurso de la clínica evoluciona de forma paulatina a lo largo de los siglos, hasta dotar la medicina de una «nueva mirada» en la cual el dato (comprobado, medido, valorado) vale más que su descripción. Este cambio de perspectiva quedaría resumido, siempre en opinión de Foucault, en la pregunta inicial con la cual el médico abre su consulta con el paciente: de un “¿Qué tiene usted?” de principios del siglo xviii, pasamos al “¿Dónde le duele a usted?” actual, pregunta en la cual, metonímicamente, se encuentra implícita la voluntad de mirar un síntoma y no al enfermo, de relacionarse con la enfermedad como elemento científico y no con el paciente en cuanto persona.

Sin embargo, si por un lado la clínica ha evolucionado hacia una percepción cada vez más científica y técnica de la enfermedad, a partir de los años sesenta del siglo pasado el abandono del paradigma positivista en los campos de la antropología y de la etnografía estimula un cambio en la aproximación al cuerpo y a la enfermedad que afecta también la medicina. En esos percances empieza a mover sus primeros pasos una nueva disciplina, la antropología médica, cuyo propósito fundamental es redefinir los conceptos de cuerpo, salud y enfermedad para alejarlos de su carácter “natural” a partir del cual se había gestado el desarrollo de la historia de la medicina (Piazza). Esto significó alejar dichos conceptos de las conceptualizaciones que los habían mirado ante todo desde una perspectiva científica, expropiándolos de su valor humano, para devolverlos a una forma más compleja, en el cual entraba también la valoración de las emociones percibidas por el paciente en las fases que definen el principio de una enfermedad, el acceso a un cuidado adecuado y la posible sanación.

Gracias al regreso de la narración entre las herramientas útiles para practicar la medicina llegamos a seccionar el concepto de ‘enfermedad’ en tres distintas dimensiones: illness, disease y sickness. Cada una se relaciona con un nivel distinto de manifestación del malestar (biológico, individual, social) y supone una distinta forma de aproximarse a ello, tanto por parte del médico como por parte del sistema de salud y de las instituciones relacionadas con él. En su momento, este desplazamiento de la atención que va de lo biológico a lo social permitió ampliar el campo de reflexión sobre la enfermedad, incluyendo los motivos culturales e históricos que se relacionan con su manifestación y con la percepción que de ella tiene el sujeto enfermo y el contexto social al que pertenece (Good). Este cambio impuso una inversión de perspectiva que siguió evolucionando (por ejemplo, hacia la medicina narrativa), pero sobre todo estimuló una meditación sobre cómo y por qué se habían actuado las medidas de medicina pública en las décadas anteriores. Además, permitió el comienzo de una valoración de su eficacia en términos concretos.

Al amparo de estos cambios de paradigma a nivel social, Manuel Zapata Olivella, escritor y a la vez médico, empieza a escribir lo que tras un largo trabajo será la novela La maraca embrujada por jibaná. Como explica Silvia Valero en la introducción al volumen Manuel Zapata Olivella. Hacia una medicina nacional en el Pacífico colombiano (Universidad de Cartagena, 2023), la idea de esta novela se vislumbra en varios de los proyectos que Zapata Olivella desarrolla a lo largo de casi veinte años. El génesis residiría en los viajes que el escritor lleva a cabo en el departamento colombiano del Chocó a lo largo de las décadas del cuarenta y del cincuenta. En particular, sería durante su segundo viaje cuando Zapata Olivella (que en esa época se mantiene económicamente ejerciendo como médico) empieza a conceptualizar la idea de una “medicina nacional” que le permita dar a conocer más a fondo el contexto cultural negro e indígena con el objetivo de encontrar una forma que le permita al saber ancestral de estas comunidades colaborar y dialogar con el saber científico. A este propósito, Valero afirma: “Zapata Olivella insistía en que el saber empírico puede y debe ser complementado por la ciencia. Es decir, no veía solamente un posible aprovechamiento de esta última para ayudar a las poblaciones que mantenían como soporte sus prácticas habituales de conocimiento ancestral, sino que encontraba una posibilidad de retroalimentación que se daría en virtud del beneficio que la ciencia médica pudiera extraer de los saberes empíricos propio de las diferentes realidades sociales” (p. 44). Para zurcir la herida entre el saber médico ancestral y el saber científico y dentro de un activismo que se hace cada vez más fuerte, Zapata Olivella elige la literatura, que se vuelve una herramienta “desalienadora” capaz de poner en contacto dos formas de pensar (la científica y la ancestral) que parecen ubicarse en las antípodas y a las cuales les cuesta encontrar un punto de encuentro.

Como demuestra Valero, el proceso escritural de La maraca embrujada por jibaná es complejo. Desde el punto de vista textual en la novela aparecen temas y argumentos que Zapata Olivella ya había elaborado en algunos cuentos publicados en Pasión vagabunda. Estos, según Valero, constituirían los pre-textos de la novela, borradores que Zapata Olivella organiza para llegar a construir el molde ficcional adecuado dentro del cual dar testimonio de las “tensiones” que se crean entre las comunidades negras e indígenas del Chocó y los médicos ‘científicos’ (o el sistema médico científico) del centro del país. Desde este punto de vista, además del valor a nivel de contenido, La maraca embrujada por jibaná representa un forma innovadora de plantear una reflexión cultural. Zapata Olivella utiliza la novela como espacio discursivo, dentro del cual se propicia un diálogo que pone en contacto dos distintos sistemas de interpretación de la realidad a través de la medicina y de la conceptualización de enfermedad, curación, cuerpo y persona. La medicina se vuelve un pretexto a partir del cual Zapata Olivella pone las bases para un discurso de mayor envergadura, que atañe tanto los valores como los principios a partir de los cuales establecer una convivencia equitativa y respetuosa entre formas de pensar diferentes. La idea aplica de manera ejemplar al contexto colombiano al cual se refería Zapata Olivella, pero funciona también a nivel internacional, demostrando cómo es posible mezclar los saberes para que estos llegaran a conformar lo que Valero sugiere podría ser “una ciencia mestiza”.

El mecanismo ficcional con el cual Zapata Olivella establece el diálogo entre estos dos polos opuestos del saber queda bien delineado en los estudios teóricos firmados por Silvia Valero que acompañan el volumen. En el primero, “Origen y contexto de La maraca embrujada por jibaná”, la investigadora delinea la trayectoria escritural de la novela. El profundo conocimiento de la obra del autor colombiano y el trabajo de archivo le permiten a Valero señalar hasta qué punto el trabajo de reescritura sufrido por el manuscrito de la novela es una muestra de un proceso intelectual y hasta qué punto es una reescritura que responde a criterios estéticos. De la misma forma, en el segundo estudio “Literatura, medicina y antropología” la investigadora se centra en la valoración de los mecanismos de transtextualidad e intertextualidad que conforman el trasfondo de la novela y que le permiten a Zapata Olivella poner en diálogo el mundo del saber ancestral y el del saber científico por medio de la cita (oculta o explícita) de varios textos originales. Entre ellos, destacan los textos de Rogelio Velásquez, un filósofo chocoacano con el cual Zapata Olivella dialoga desde un punto de vista en común, y los de Albert Schweitzer, un músico belga que termina instalándose en África ecuatorial francesa y ejercer de médico. Sus memorias serán uno de los textos que el protagonista de la novela, el médico Jueves Santos, leerá a lo largo de la ficción. Por un lado, afirma Valero, los lectores que se percatan de la presencia de un texto ajeno al autor, los que reconocen la cita oculta, se ven estimulados a informarse y reflexionar; por el otro, este recurso le permite a Zapata Olivella crear el contrapunto de su propio pensamiento, haciendo que éste dialogue y cuestione con su propio concepto de enfermedad y medicina. De la misma manera funcionan otras citas (también ocultas) procedentes, esta vez, de Obra Médico-Chirurgicas de Madama Fouquet. El libro, éxito de finales del siglo xviii, entra en la novela por medio de uno de sus personajes, el Dr. Fonseca, quien ha tomado apuntes a partir de sus recetas. El cuaderno del Dr. Fonseca, encontrado por Jueves Santos, será para él una lectura alentadora que le permitirá reflexionar sobre la posibilidad de conyugar el saber ancestral y el saber científico en un único saber “mestizo”. De esta forma, abrirá el paso a la idea de medicina nacional abogada por Zapata Olivella.

Gracias a la atenta reconstrucción de Valero el lector de La maraca embrujada por jibaná entra al texto preparado desde un punto de vista tanto teórico como temático, que le abre las puertas del pensamiento de Zapata Olivella. Esto le permite plantarse las bases para una reflexión que va más allá del espacio literario propuesto por la novela y que encuentra su eco en las dinámicas de organización del cuidado y de la salud que caracterizan el sistema de salud en América Latina.

Otro soporte a la lectura de la novela llega al lector a través del estudio de Emiro Santos García “Instrumentos para un estudio genético del mecanuscrito de Manuel Zapata Olivella”. A lo largo de esta contribución el investigador describe el punto de partida teórico y las fases que caracterizaron el trabajo de edición genética de la novela. Sobresale el profundo conocimiento de la obra de Zapata Olivella poseído por Santos García (como antes había sobresalido el de Valero) y la atención con la cual se toma nota de todos los procesos de escritura y reescritura que fueron interesando los manuscritos de Zapata Olivella sobre todo a lo largo de las décadas de los cincuenta-sesenta. Por este motivo, Santos García declara que más que una edición genética la que se preparó fue una edición de La maraca embrujada por jibaná en la cual se hizo un desglose de las distintas capas de reescritura impuestos por el autor al manuscrito. Por este motivo, en la “Nota preliminar”, firmada por el mismo autor, se le proporciona al lector un esquema de notas que Santos García define “una presentación editorial en dos tiempos de lectura: el tiempo del relato […] y el tiempo de la reescritura”.

Manuel Zapata Olivella. Hacia una medicina nacional para el Pacífico colombiano atestigua el amplio, serio y poderoso trabajo de investigación que Silvia Valero y Emiro Santos García llevaron a cabo dentro y fuera del archivo personal de Zapata Olivella con el objetivo de profundizar y comprender hondamente el pensamiento y el proceso escritural del autor colombiano. Ambos supieron conjugar el trabajo de archivo, con el cual han rescatado el texto, con el trabajo filológico, que ha dado lugar a la edición genética. De la misma forma, los análisis que acompañan la novela destacan las temáticas fundamentales que la organizan, abriendo el paso a nuevas investigaciones desde y sobre la obra de Manuel Zapata Olivella. El volumen se presenta así como una lectura fundamental tanto para los estudios literarios en general, por el sólido implante metodológico que ofrecen sus autores, como para los estudios afrolatinoamericanos en particular, porque aborda y esclarece una etapa crucial en el desarrollo del activismo y del compromiso intelectual de Manuel Zapata Olivella para la causa indígena y afrodescendiente.

Sara Carini (Università Cattolica del Sacro Cuore, Milano)

José de la Riva-Agüero y Osma: Paisajes peruanos. Estudio, edición y notas de Jorge Wiesse Rebagliati. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert (Biblioteca Indiana, 52) 2022. 486 páginas.

La nueva edición preparada de Paisajes peruanos de José de la Riva-Agüero y Osma, un clásico de las letras peruanas del siglo xx, bajo el cuidado del doctor Jorge Wiesse Rebagliati, es el fruto de un largo camino de estudio, investigación y meditación. Desde la presentación de la obra, Wiesse deja en claro que la confección de esta edición crítica ha sido un proyecto que le ha acompañado a lo largo de su vida profesional y académica. Asimismo, esta nueva edición de Paisajes peruanos vuelve a renovar el clásico tema sobre la peruanidad en un período temporal e histórico contemporáneo que coincide con las celebraciones y conmemoraciones de los bicentenarios peruanos. Afirmo la pluralidad del término bicentenario, puesto que no solo se ha conmemorado el de la independencia política, sino también este 2024 se conmemoran los de las batallas de Junín y de Ayacucho.

El trabajo de Wiesse es una edición que condensa de manera rigurosa el contenido de Paisajes peruanos y se caracteriza por los siguientes ejes. En primer lugar, es importante mencionar el eje biográfico. Aquí ofrece un estudio introductorio amplio, detallado y muy bien documentado (pp. 17-38). La biografía intelectual de Riva-Agüero es rica en datos, contrastes y referencias. Es importante reconocer la importancia de una biografía intelectual, dado que ofrece el universo cultural y conceptual en el cual se desarrolló el pensamiento del autor. No es casual que Riva-Agüero haya pertenecido a la generación de jóvenes intelectuales peruanos, cuyo principal afán fue repensar la realidad peruana no solo desde un punto de vista bibliográfico o conceptual, sino también geográfico, geopolítico, social y, por decirlo así, existencial. Es decir, recorrer los valles, las punas, los ríos, restos arqueológicos, escenarios históricos, etc. con el fin de reconocer (volver a conocer) el Perú como unidad histórica, cultural, geográfica e imaginaria. Las secuelas de la derrota peruana en la guerra con Chile (1879-1884) fueron mucho más profundas al momento de intentar comprender las razones que motivaron a don José iniciar este amplio periplo por las regiones más emblemáticas del Perú.

Riva-Agüero se propuso recorrer la mitad del Perú casi desconocido de fines del siglo xix y fruto de este viaje y de sus disquisiciones intelectuales y espirituales fue este monumental libro. En ese sentido, Wiesse, como editor y estudioso, contrasta fuentes que recogen datos de la vida y obra del autor de Paisajes peruanos como, por ejemplo, referencias de Jiménez Borja, Raúl Porras Barrenechea, Jorge Basadre y Menéndez Pelayo. Asimismo, los datos que este mismo ofrece en cartas o en algunas de sus otras obras. De modo que, se cuenta con un estudio minucioso y riguroso de la configuración intelectual de Riva-Agüero. Incluso teniendo en cuenta su formación escolar, universitaria, familiar y política. Estos elementos sostendrán el desarrollo y confección de Paisajes peruanos posteriormente, se trata de una obra de madurez, de una obra que se produce luego de que Riva Agüero haya completado una serie de viajes. La gran virtud de este primer eje radica en la excelente presentación biográfica para que un lector desconocedor de la obra pueda situar el contexto vital e intelectual del autor.

Por otro lado, es importante destacar un segundo eje, a saber, el eje técnico filológico. Jorge Wiesse, analiza un cuadro completo de la obra de Riva-Agüero estructurado en una serie de planos. Este estudio contiene una rigurosidad filológica sólida y bien documentada y lleva sugerente el título de “‘Paisajes Peruanos’: un relato de viajes polifónico” y, como afirma Wiesse, “intentaremos probar que Paisajes peruanos es un relato de viajes polifónico, en primer lugar porque a pesar de que el viajero/autor/narrador es siempre el mismo, no siempre asume los mismos roles narrativos; porque con estos se dirige a distintas audiencias, a diversos públicos, aunque uno de ellos, el peruano, goza de privilegio particular. Y porque los variados géneros descriptivos, narrativos y ensayísticos imbricados en el relato fundamental juegan entre sí –en los mejores momentos del texto– como si diseñaran la partitura de una polifonía musical” (pp. 31-32).

El primer plano que ofrece es el de la diégesis (pp. 32-38). Este inicia el profundo camino de los otros planos que llega incluso a un lenguaje técnico especializado. El segundo plano es el de la estructura y contiene elementos fundamentales de análisis y desarrollo de un especialista ampliamente conocedor de la obra de Riva-Agüero. Destacan los binomios del género “relato de viajes” (pp. 38-49, el cronotopo (pp. 49-58), la narración y sus formas (pp. 58-84), la descripción y sus formas (pp. 84-108), el ensayo (pp. 108-123). El tercer plano es el de la expresión. En este se condensan puntos importantes: el léxico (pp. 123-132), el aspecto de la prosa (pp. 132-139), las figuras retóricas (pp. 139-142). Finalmente, desde el plano de la significación, Wiesse estudia al narrador plural y los destinarios múltiples, (pp. 142-160). A todas luces, el estudio de los planos o la teoría de los planos en la obra de Riva-Agüero es el núcleo central del estudio de Wiesse. Tiene la virtud de ser un estudio completo, amplio, profundo, donde analiza la riqueza de la obra y proyecta relaciones con otros autores, referencia fuentes y proyecta la necesidad de una reedición crítica de la fuente principal. No obstante, sin negar la virtud de este trabajo es importante reconocer que la obra se circunscribe a una esfera de lectores y estudiosos. Esta esfera es amplia, sin duda alguna, pero sería muy interesante sugerir al autor de esta extraordinaria edición confeccionar una que tenga un mayor radio de difusión de la obra de Riva-Agüero. Las razones se asientan, en primer lugar, en la trascendencia del pensamiento del autor de Paisajes peruanos en un contexto muy especial para el Perú; en segundo lugar, en la necesidad de releer a los clásicos del pensamiento y la cultura peruana del siglo xx.

El tercer eje de este texto aborda el contenido anotado de Paisajes peruanos. El trabajo está muy bien hecho. Existe un esfuerzo muy riguroso y erudito en la fijación del texto y en la anotación de la obra. El texto de Riva Agüero es una estructura rica en referencias bibliográficas, anotaciones geográficas, relaciones de personajes, compilación de nombres quechuas. Estos puntos reflejan la complejidad de la confección de la obra. Una lectura del texto no revela su riqueza. Es importante realizar lecturas anotadas rigurosas y detalladas. En este sentido, la obra de Wiesse refleja este esfuerzo. A modo de ejemplo, en el capítulo octavo (“Pomacocha. La punta de Tocto. Bajada a Antuhuana”), Riva Agüero menciona al inicio lo siguiente: “Pomacocha es una quebrada cálida, a la que riega uno de los componentes del Pampas” (p. 283). En esta frase, Wiesse coloca un pie de página donde anota lo siguiente: “Pampas6: ‘Río [de Ayacucho], provincia de Cangallo, distrito de Carhuanca’”. Con esta anotación, Wiesse ofrece una localización puntual de una referencia geográfica que menciona Riva Agüero. Es importante este empeño y que se desarrolla en toda la edición anotada de Paisajes peruanos.

Otro ejemplo se encuentra en el capítulo duodécimo (“Salida de Ayacucho. Las salinas de Atacocha. Julcamarca. Acobamba. La fiesta de San Juan”), afirma: “la bocamina se abre en un abrupto morro, sobre la profunda quebrada del Cachimayu (río de la sal). De este bastión, circundando por las hendiduras del gran huayco, se siguen viento al oriente, entre las ondulaciones de unos cerros, los verdes pálidos de los sembríos de Huanta y el telón azul de la cordillera, que cierra la perspectiva” (p. 357). En este párrafo, Wiesse ofrece tres anotaciones importantes. El primero aborda el término “bocamina: ‘Boca de la galería o pozo que sirve de entrada a la mina’” y “morro: monte pequeño”. Asimismo, se menciona con “bastión: baluarte, fortificación; se refiere al morro considerado como eminencia defensiva”. Finalmente, con el término huayco: “quebrada o barranco donde se producen aluviones”.

Cada párrafo está muy bien anotado donde se aclaran dudas sobre términos quechuas, nombres de lugares, expresiones, datos de obras y autores, fuentes bibliográficas, etc. Esto es posible gracias al aparato crítico que Wiesse ha empleado para la confección crítica de esta obra. Los ejemplos antes citados son una pequeña muestra de la complejidad del trabajo y de la profundidad erudita con la que Wiesse aborda esta edición.

En consonancia con esto último, es importante mencionar que la bibliografía empleada en esta edición es muy rica. No solo recoge otras obras de Riva-Agüero, sino también las obras que hace referencia en Paisajes peruanos y añade estudios especializados contemporáneos. En ese sentido, para un estudioso interesado en profundizar el pensamiento de Riva-Agüero y en el contexto de la literatura de viaje en el Perú, encontrará en la edición de Wiesse un referente obligado.

Jean Christian Egoavil (Universidad del Pacífico, Lima)

Osvaldo Baigorria / Néstor Perlongher: Un barroco de trinchera. Cartas (1977-1986). Madrid: Blatt & Ríos 2022. 212 páginas.

En el año 2016, la investigadora Cecilia Palmeiro publicó el volumen Correspondencia, la mayor colección de cartas del escritor argentino Néstor Perlongher (1949-1992) hasta la fecha. A pesar de que este libro reveló por primera vez la relación epistolar del autor con nombres de la talla de Roberto Echavarren, Tamara Kamenszain, Daniel Molina o Jorge Schwartz, también reprodujo el material contenido en dos volúmenes anteriores: Papeles insumisos (2004), editado por Adrián Cangi y Reynaldo Jiménez, que recopilaba, entre otros textos, las cartas enviadas por el autor a la sexóloga argentina, activista feminista y amiga íntima Sara Torres, y el libro Un barroco de trinchera. Cartas a Baigorria, 1978-1986 (2006), que reunía la correspondencia de Perlongher con el escritor, periodista y profesor Osvaldo Baigorria.

Dieciséis años más tarde, el presente volumen es una reedición de este último título, cuya primera novedad es la ampliación sustancial del número de cartas, que asciende a veintiocho en comparación con las doce que integraron la edición original. Asimismo, se han eliminado los apéndices “Informe sobre Córdoba” e “Informe sobre Chile”, dos textos fundamentales sobre las consecuencias de la falta de libertad sexual instaurada bajo las últimas dictaduras cívico-militares del Cono Sur. Esta sustracción, sin embargo, no desdibuja el conocimiento del período de finales de los años setenta, dado que la aparición de un nutrido conjunto de cartas inéditas fechadas entre los años 1977 y 1980 suple dicha falta.

Hechas estas indicaciones, considero que no resultaría productivo resumir aquí el contenido total de la correspondencia, ya que la diversidad de contextos y etapas convertiría esta reseña en una mera narración de datos biográficos cuya comprensión demanda un espacio más amplio. Por el contrario, me parece más conveniente aludir de forma sumaria a algunos temas que otorgan al volumen su verdadero valor.

En lo que respecta al período de residencia de Perlongher en su país natal, el epistolario ofrece una nítida panorámica de los factores psicosociales derivados de las primeras actuaciones represivas de la dictadura, aquellas que Hilda López Laval denominó “premodernas” en su libro Autoritarismo y cultura (1995), evidentes en la expresión de una constante sospecha de vigilancia –en especial, a través de la supervisión del correo postal y las escuchas telefónicas–; el debilitamiento de la vida social y los lazos íntimos por causas como la migración, la desaparición forzosa o las dificultades de reunión, y, en tercer lugar, la inestabilidad emocional, tendente a la aparición de estados de tristeza, apatía, aburrimiento, paranoia, melancolía y duelo. Por consiguiente, uno de los valores esenciales de esta reedición es su profundización en la experiencia –singular y colectiva– de la vida cotidiana durante el Proceso.

Asimismo, el volumen resulta de interés para comprender de manera cabal el intervalo de más de cuatro años que medió entre la primera voluntad expresa del autor de partir al exilio en una carta fechada en el mes de febrero de 1977 y su efectiva marcha a Brasil hacia mediados del año 1981. Un aplazamiento, en realidad, vinculado con su detención en 1975, acusado de posesión de marihuana en compañía de un menor de edad, que le valió una estadía de tres meses en un penal de Villa Devoto. Gracias a esta correspondencia, contamos ahora con una panorámica más ajustada de los motivos que demoraron su exilio: un proceso de control al que fue sometido durante dieciocho meses entre los años 1978 y 1979; las dificultades económicas que, a pesar de breves lapsos de estabilidad, estuvieron siempre presentes y culminaron en una situación de desempleo a partir de octubre de 1980 debido al contexto de recesión, inflación y subida de precios en todo el país; la compleja relación con sus progenitores, derivada de su detención, impidiéndole contar con la posibilidad de volver al domicilio familiar en caso de que la experiencia del exilio fracasara. Sin olvidar las condiciones del lugar de destino: la falta de una situación laboral estable que le permitiera obtener un permiso de residencia, la precaria situación económica de Brasil y la incertidumbre sobre la posibilidad de una efectiva libertad en un país que, a pesar de la apertura, vivía aún en dictadura.

Desde este planteamiento, otro de los valores agregados del epistolario tiene relación con un aspecto señalado por el investigador Mario Cámara (2016) a propósito del Brasil que comparece en la obra de Perlongher: un país en que “sobreviven” algunos elementos étnicos y culturales –el candomblé, la negritud, el carnaval– que, a pesar de haber sido considerados como “rémoras del pasado” a lo largo del siglo xx por parte de los discursos del progreso social y económico, el autor hace extensivos a la totalidad del significante Brasil, como si este “fuera siempre dos brasiles”.

En este sentido, las cartas intercambiadas con Baigorria permiten desentrañar la cara oculta del lugar de las “sobrevivencias”: un país acuciado por la crisis económica y el aumento de la inseguridad y la violencia en las calles; la retracción de la autonomía de los homosexuales hacia finales del año 1985 como resultado del triunfo electoral del intendente Janio Quadros; la propagación de la epidemia de sida, a la que dedicó su ensayo O que é AIDS (1987), publicado en español con el título El fantasma del SIDA (1988); una intrincada situación final de la dictadura brasileña, marcada por las movilizaciones masivas en San Pablo durante el proceso de elecciones presidenciales, con una cúpula militar temerosa de perder el favor de los nuevos gobiernos; y, además, una ardua experiencia laboral y residencial que le obligó a depender de la hospitalidad de sus amistades hasta el momento de su estabilización económica y académica a mediados del año 1986. En definitiva, un Brasil tan impregnado por la urgencia política que, como el propio autor escribió a Baigorria en el mes de mayo de 1984, la “carta ‘virou’ alegato” (p. 174).

En líneas generales, la situación es análoga cuando Perlongher sitúa el foco de atención en su país natal, como evidencian sus reflexiones sobre el conflicto de Beagle (1978) o la Guerra de Malvinas (1982). Consciente del duro golpe asestado por la derrota del gobierno argentino en esta última contienda, el autor planteó en algunas de sus cartas la posibilidad del retorno, idea que, sin embargo, desechó bajo un argumento que, a mi juicio, es otro de los valores insoslayables del epistolario en lo que respecta a su agudeza intelectual: el señalamiento de la existencia de múltiples continuidades entre el Proceso y la recién instaurada democracia.

En este sentido, a partir de una carta fechada en el mes de noviembre de 1983, Néstor Perlongher señaló en varias ocasiones que la característica más singular del gobierno de Raúl Alfonsín era la permanencia de determinadas lógicas que impedían celebrar el fin de la dictadura, entre las que mencionaba, por ejemplo, algunos episodios de averiguación de antecedentes; la represión de manifestaciones; la discriminación de homosexuales en las calles, a pesar de la reapertura de lugares de ocio; la posibilidad de que la cúpula del Proceso fuera juzgada por tribunales militares o, incluso, la censura de uno de sus ensayos en la revista Alfonsina.

Así pues, considero que el señalamiento de estas continuidades es una muestra más de su intento por denunciar aquello que más tarde Luis Mesyngier advirtió en La transición permanente (2007): la fundamentación de la empresa de orden social, a la que cada administración aspira, a partir de un lenguaje político que destierra toda alusión al vínculo que relaciona indisociablemente un nuevo gobierno con los períodos precedentes.

Por consiguiente, no es de extrañar que el epistolario permita reconstruir la perdurabilidad de su activismo no solo en Brasil, sino también en Argentina, como ponen de manifiesto algunos acontecimientos, entre los que se cuentan su participación en una marcha con las Madres de Plaza de Mayo en 1983 o su colaboración en el acto fundacional del grupo Comisión Pro Defensa de las Libertades cotidianas, que ese mismo año solicitó la derogación de los edictos policiales y los procesos de averiguación de antecedentes, sin soslayar sus constantes enfrentamientos con la comunidad homosexual argentina y sus intervenciones a propósito de los discursos médicos que abordaron la epidemia de sida.

Por último, creo conveniente subrayar que, a pesar de que el volumen de cartas editado por Cecilia Palmeiro permite reconstruir la mayoría de los entresijos de la vida literaria de Perlongher, este libro añade algunos datos más a la panorámica general. En términos globales, la lectura de la correspondencia arroja información sobre la aparición de los poemas y ensayos iniciales del autor, los avatares del proceso de publicación y recepción de sus dos primeros libros de poesía, sus intentos por entablar contacto con editores, sellos y escritores de España y América Latina, la mención de algunos proyectos truncados, así como su relación con medios culturales como Literal, Periscopio, Cerdos y peces, Alfonsina, Vuelta, El Porteño o Folha de São Paulo.

En lo que respecta al impecable trabajo de edición de Osvaldo Baigorria, su labor atañe a la clarificación de aspectos ortotipográficos, referencias personales y alusiones literarias propias del estilo de Perlongher. Asimismo, la reedición cuenta con la introducción original, apenas modificada, que ayuda a esclarecer tanto las circunstancias en que ambos autores se conocieron en el año 1972 como algunos avatares biográficos que explican el contenido de las cartas, que comienzan apenas once meses después del inicio del Proceso, atraviesan su exilio en Brasil y llegan hasta el momento inmediatamente anterior a la defensa de su tesis de maestría sobre prostitución homosexual masculina en la Universidad de Campinas. Además, un apéndice final (pp. 205-209) transcribe un currículum vitae redactado por Perlongher en el año 1992, de gran utilidad para los investigadores de la obra y el pensamiento del autor, ya que permite fijar con exactitud algunas fechas y contenidos relativos a su proceso de formación educativa y profesional.

Conviene hacer, no obstante, tres precisiones, las dos primeras en relación con la carta enviada por Néstor Perlongher el día 7 de mayo de 1984 (pp. 171-175). En el aparato de notas correspondiente, el editor afirma que la tesis de maestría se publicó en español en el año 1999 con el título El negocio del deseo. Prostitución masculina en San Pablo cuando, en rigor, había aparecido con bastante antelación en el sello editorial La Urraca, intitulada como La prostitución masculina (1993). En segundo lugar, cuando el autor informa a Baigorria del aplazamiento de su libro sobre Lezama Lima –cuestión a la que había aludido ya en la carta fechada el día 8 de agosto de 1983 (p. 158)–, el editor considera que se refiere al poemario Parque Lezama (1990). Sin embargo, es más probable que se trate de un libro de crítica literaria que nunca completó y que dio lugar, no obstante, a la publicación de varios ensayos más breves, entre ellos “El neobarroco y la revolución” (1986).7

El tercer asunto que quiero comentar se refiere a la carta enviada el 17 de diciembre de 1985, en la que Perlongher señala que ha enviado a la redacción de la revista Cerdos y Peces un ensayo de su autoría titulado “AIDS en Brasil = El orden de la muerte en el desorden de los cuerpos”, que finalmente nunca se publicó (p. 191). Cabe apuntar, sin embargo, la alta probabilidad de que se trate del mismo texto que aparece como apartado de su libro El fantasma del SIDA (1988), denominado precisamente “El orden de la muerte en el desorden de los cuerpos”.

Antes de concluir esta reseña sobre un volumen que, sin lugar a duda, alumbra no solo la biografía de Néstor Perlongher, sino también el modo en que algunos episodios públicos y privados marcaron el rumbo de su trayectoria, considero de vital importancia señalar otros aspectos de esta reedición que revelan uno de los ingredientes constitutivos del pensamiento del autor: su mirada transnacional.

En la introducción del epistolario, una de las pocas modificaciones del texto original escrito por Osvaldo Baigorria apunta a la experiencia del exilio y señala que en las cartas, lejos de encontrar un sujeto sumido en el desarraigo y la nostalgia, hallamos un escritor integrado en la cultura brasileña, que entregó lo mejor de su producción en y a propósito de este país, no solo como académico, poeta y militante, sino también como sujeto hablante de portuñol e inventor de neologismos (p. 28). Asimismo, cabe advertir que, desde el comienzo de su estadía en Brasil, como se revela en una temprana carta fechada el 22 de septiembre de 1981 (p. 148), Perlongher invirtió también parte de su esfuerzo intelectual en el campo de la traducción, actividad que le permitió sortear su precaria situación económica inicial, y que nunca abandonaría.

Así pues, la totalidad del epistolario permite contemplar el modo en que la experiencia del exilio derivó en la “extraterritorialidad” del autor, una condición compartida por muchos escritores latinoamericanos que vivieron el contexto de las dictaduras del Cono Sur de los años setenta y que a partir de sus propias experiencias exiliares complicaron para siempre cualquier intento de “definir los límites actuales de la literatura en el subcontinente”, como señaló Francisca Noguerol en su ensayo “Narrar sin fronteras” (2008).

La aparición de esta reedición en el sello Blatt & Ríos, que posibilita la impresión y difusión del volumen en España a través de Machado Grupo de Distribución S.L., así como la inclusión de un glosario final (pp. 201-204), que tiene el propósito de clarificar el significado de algunas palabras procedentes en su mayoría del castellano rioplatense, apuntan a una sinergia cada vez más frecuente en los estudios acerca de la obra de Néstor Perlongher: la celebración de una voz “extraterritorial” a través de operaciones de transnacionalización. Como el propio autor afirma en una de sus cartas, en la que se queja de la tardanza del correo postal, toda precaución es poca cuando se desea abrir una red de colaboración extensa. De lo contrario, resulta “muy difícil mantener proyectos literarios trans o cisplatinos” (p. 197). Este volumen, sin duda, apuntala con éxito un horizonte de tales dimensiones.

José Antonio Paniagua García (Universidad de Salamanca)

Katie Brown: Writing and the Revolution: Venezuelan Metafiction 2004-2012. Liverpool: Liverpool University Press, 2022. 198 páginas.

Writing and the Revolution es un libro indispensable tanto para especialistas en narrativa venezolana actual como para quienes deseen adentrarse por primera vez en la materia. Viene a complementar las aportaciones de títulos previos que han intentado describir de manera general la lógica del campo de producción cultural venezolano de comienzos del siglo xxi; me refiero a trabajos tales como El cuerpo dócil de la cultura (2014) de Manuel Silva Ferrer o Narrativas del descalabro (2018) de Patricia Valladares Ruiz. Este último fue, por cierto, el primer estudio de conjunto dedicado exclusivamente a la novela, género clave desde el punto de vista de la industria editorial. El de Katie Brown, aunque también centrado en la novela, constituye el primer volumen escrito en inglés con una extensión y una profundidad equiparables a las de los mencionados, agregando al diálogo crítico nuevas perspectivas.

Si el hecho de que circule en medios universitarios angloparlantes sin la barrera del idioma ha de considerarse relevante, pues la presencia en ellos de la literatura venezolana lejos está de ser ideal, creo incluso más destacable la destreza con que Brown aborda su corpus. Este es variado –difieren la edad y el grado de consagración de los autores– y tiene como factor común, además de circunstancias que inciden en las tramas de las novelas, la metanarrativa. Ocho son las obras examinadas a fondo: El niño malo cuenta hasta cien y se retira (2004) de Juan Carlos Chirinos; Círculo croata (2006) de Slavko Zupcic; Bajo las hojas (2010) de Israel Centeno; Chulapos Mambo (2011) de Juan Carlos Méndez Guédez; Transilvania Unplugged (2011) de Eduardo Sánchez Rugeles; Rating (2011) de Alberto Barrera Tyszka; Todas las lunas (2011) de Gisela Kozak Rovero; y La fama, o es venérea, o no es fama (2012) de Armando Luigi Castañeda. La selección se inicia en 2004, cuando la Revolución, como señala Brown, intensifica sus intervenciones en la cultura venezolana, y concluye en 2012, último año completo de vida de Hugo Chávez (p. 25). Las novelas elegidas coinciden igualmente en sugerir una postura crítica con respecto al adocenado realismo exteriorista y el autoctonismo estético promovidos por el Estado. La autora no ignora la presencia esporádica de estrategias metadiscursivas en escritores chavistas, y recuerda a Humberto Mata, nombre sin duda insoslayable en la formación de varios de los novelistas analizados, pero acota, con agudeza, que esas excepciones constituyen ejemplos fehacientes de las contradicciones características del aparato cultural gubernamental (p. 25). El objetivo primario de Brown es resaltar cómo la ideología dominante ha sido recibida por novelistas que actúan fuera de los circuitos oficiales y cómo su actitud de resistencia genera una cosmovisión y un lenguaje propios, de marcada disidencia (p. 26).

Por cosmovisión entiendo, ante todo, modos de aproximarse a la realidad o conceptuarla. Las obras que Brown ha escogido claramente delinean una tensión en la que se maximizan los desencuentros de lo verdadero y lo ilusorio en versiones impuestas por los discursos estatales a las vivencias del individuo. Citando a Fernando Coronil, que en 2005 alegó que en Venezuela se practica a diario “el arte de leer entre líneas, de ver detrás de la fachada, de identificar conspiraciones, de descubrir los disimulos del poder”, la tesis fundamental de Brown se formula con transparencia y precisión: “Metafiction […] is a response to the blurred lines between truth and fiction in such a context[. It] both reminds readers that what they are reading has been skillfully crafted by the author and encourages them to continue to detect fiction outside of the novel, in ‘reality’ television […], news reports and political rhetoric” (170).

Lo que significa que la ficción que medita sobre sí misma, dada la coyuntura venezolana, acaba siendo una meditación simultánea sobre el entorno, entregada a una engañosa e inesperada forma de mimesis testimonial.

El capítulo introductorio expone con detalle el marco teórico y describe el momento histórico en que las novelas aparecieron. De especial interés son las disquisiciones acerca del desconocimiento general de la literatura venezolana no solo en otras lenguas sino en el macrocampo literario hispánico. La explicación es compleja. A la asincronía con respecto a los gustos internacionales de los años sesenta y setenta, cuando los libros traducidos o comercializados a gran escala presentaban una Latinoamérica mágica, exótica y, por lo tanto, a duras penas compatible con un país exitoso económicamente, embelesado por los ideales de modernización (pp. 2-3), se agrega la distancia entre las preferencias del mercado y el tipo de politización de los escritores de izquierda venezolanos de entonces (p. 9). En los noventa, un factor alterno surge con el nacionalismo pregonado por el régimen chavista y las reacciones a ese énfasis de sus detractores, quienes tampoco consiguen esquivar el tipo de ansiedad cultural derivada de inagotables polémicas y enfrentamientos cotidianos, lo cual da como resultado una literatura donde la proclamada fase “posnacional” suscitada por la mundialización encuentra escollos, se torna ambigua o se matiza (p. 6). Amén del inventario de obstáculos de la trayectoria venezolana en lo que Pascale Casanova llamaría “república mundial de las letras”, Brown ofrece útiles compendios de cómo interactúan el Estado y la intelectualidad opositora (pp. 10-24), así como vistazos de conjunto a la carrera de cada autor seleccionado para su estudio (pp. 25-35). La Introducción se completa con reflexiones acerca de la metaficción y la autoficción, subrayándose asimismo la particular importancia de la intertextualidad, puesto que los protagonistas de cada novela, al ser escritores, coinciden en hacerse verosímiles como personajes mediante el despliegue de sus criterios literarios y sus transacciones explícitas o implícitas con otras obras (pp. 35-44).

Los seis capítulos siguientes desarrollan aspectos vitales para la comprensión del papel que las dinámicas políticas o sociales venezolanas tienen en la literatura. En el primero, “Writing for the State”, se analiza cómo Chulapos mambo somete el sistema oficial venezolano a una visión guiñolesca y cómo Bajo las hojas hace su crítica de manera más directa, cargada de pathos, con protagonistas en ambos casos que trabajan para el Gobierno. En el segundo, “Writing and Distinction”, se compara cómo los personajes de Transilvania Unplugged, Todas las lunas, Rating y La fama, o es venérea, o no es fama definen la calidad literaria y contemplan –o intuyen– los canales de distribución de poder simbólico en el terreno de las artes, convirtiéndose casi siempre en críticos solapados. En el tercero, “Challenging the National Narrative”, se argumenta que las novelas de Chirinos, Kozak, Barrera Tyszka, Zupcic y Sánchez Rugeles, sea explorando la influencia familiar en el individuo, sea acentuando los contactos de este con el mundo exterior, niegan los discursos estatales que ven lo local como fuente identitaria omnímoda. En el cuarto, “Making Literary Connections”, Chulapos mambo, El niño malo cuenta hasta cien y se retira y Círculo croata dan pie a una discusión sobre intertextualidades exacerbadas, ya que la cita se antropomorfiza convirtiendo al escritor admirado en personaje: Méndez Guédez ficcionaliza a Alfredo Bryce Echenique y Mario Vargas Llosa; Chirinos a Eugenio Montejo; y Zupcic a Salvador Prasel y William Faulkner. En el quinto capítulo, “Form and Popular Culture”, se pasa revista a cómo Centeno, Méndez Guédez, Sánchez Rugeles y Chirinos recurren tanto a la cultura popular como a la cultura de masas para erosionar los parámetros estéticos impulsados por el chavismo. El sexto capítulo, “Fiction and Reality”, acaso uno de los más determinantes del libro, deteniéndose en la mayoría de las obras, ahonda en los problemas de cosmovisión que he glosado en renglones previos.

En la Conclusión se formalizan dos certidumbres perfiladas a lo largo del volumen: por una parte, que debido a las presiones totalitarias los escritores han hecho hincapié en los procesos individuales; por otra, que sus novelas insinúan un gran respeto por la tradición literaria nacional –a su ver, desmantelada por el Estado– y, no menos, esbozan ideales de sofisticación estilística y estética –amenazados también por quienes intentan desautonomizar las manifestaciones artísticas para transformarlas en instrumentos doctrinarios– (p. 173).

Con un par de observaciones adicionales dejo constancia de la capacidad de Writing and the Revolution para abrir o indicar nuevos caminos críticos. La primera proviene de una acotación que, pese a lo breve, podría resultar valiosa para el examen de la reciente literatura venezolana de la emigración –a veces descrita como “diaspórica” después de 2017, con la masiva movilización de personas al exterior–. Al notar que todos los autores investigados han tenido que radicarse en el extranjero, Brown advierte que no los evaluará, sin embargo, en el marco del “exilio”, porque algunos de los libros que maneja fueron escritos cuando la salida no se había producido y, principalmente, porque “they do not display the nostalgia for and longing for a return to the homeland which is a key feature of Hispanic exile writing” (26). El comentario me parece anticipador de algunas tareas todavía pendientes si se pretende rigurosamente procesar los múltiples títulos narrativos publicados por venezolanos fuera de las fronteras nacionales, trátese de exiliados sensu stricto, es decir, víctimas de algún tipo verificable de persecución o, más bien, emigrados voluntarios o desplazados por razones económicas. La injerencia de la nostalgia, en todo caso, aún aguarda un análisis minucioso. La tesis doctoral de Diego Maggi Wulff, Recordando la patria perdida: identidad nacional y memoria en narrativas sobre la migración venezolana (Georgetown University, abril de 2024), ha sido un primer paso, muy sólido, en esa dirección, con su inteligente deslinde de una estética de las «ruinas», fundada en lo nostálgico, y otra estética de los «escombros», en que la actitud añorante no es decisiva.

La segunda observación se vincula a la frontalidad u oblicuidad con la cual el cariz disidente se manifiesta en las novelas que Writing and the Revolution analiza. Leemos, por ejemplo, una cita de una entrevista hecha a Gisela Kozak donde esta afirma que Todas las lunas, por ser un relato que se propuso “una idea radicalmente antiautoritaria del mundo”, acabó resignificándose en el contexto de la “abusiva situación de poder del estado venezolano”, aunque, como Brown bien lo percibe, el tono de la novela sea íntimo y confesional (34). Esa aparente paradoja late, por supuesto, en cada una de las brillantes relecturas que este libro hace, no solo la de Todas las lunas; en este caso específico, no obstante, se evidencia que incluso una trama erigida sobre un perseverante despliegue del afecto, un “escape from the restrictive official concept of Venezuelan national identity”, conlleva en sí subversiones encubiertas (87). En otras palabras: no es imprescindible que una narración mencione la política para que la categoricemos como profundamente política. El mayor logro de Katie Brown puede enunciarse, además, desde un mirador contrario: estriba en que a lo anterior añade, gracias a sus penetrantes exégesis, la certidumbre de que los autores en los cuales se ha concentrado desbordan los gestos cívicos para ofrecer una escritura densa, polisémica, no supeditada únicamente a la experiencia comunitaria que la produjo. La venezolana es una literatura muy dúctil que en los albores del siglo xxi se enfrenta a crisis concretas e historiables sin abandonar por ello inquietudes universales.

Miguel Gomes (The University of Connecticut, Storrs)

Nadia Lie: La road movie y la counter-road movie en América Latina. Una modernidad ambivalente. Traducción de Ana Marina Gamba, edición con filmografía actualizada. Madrid / Frankfurt / Ciudad de México: Iberoamericana / Vervuert / Bonilla Artigas (Nexos y Diferencias. Estudios de la Cultura de América Latina, 80) 2023. 279 páginas.

“Un aporte brillante” […] “un libro muy esperado, una guía esencial”; son dos de los comentarios impresos en la contraportada de esta versión en castellano, publicada en 2023 por Iberoamericana Vervuert y Bonilla Artigas. La primera versión de 2017 ya había circulado en lengua inglesa con el sello editorial de Palgrave Macmillan.

Los comentarios no mienten. El libro de Nadia Lie definitivamente es un aporte a los estudios del género cinematográfico en el contexto latinoamericano. Y no es que Latinoamérica carezca de investigaciones sobre género y en especial sobre road movies, pues por lo menos podemos traer a colación un par de monográficos publicados un poco antes: The Latin American Road Movie de Veronica Garibboto y Jorge Pérez, así como The Brazilian Road Movie: Journeys of (self) Discovery de Sara Brandellero. Como vemos, un estudio trata sobre Brasil y el otro sobre el subcontinente. Sin embargo, a diferencia de un libro de autor, ambos son obras colectivas que por más que sigan una línea temática, no logran una coherencia en el análisis profundo y articulado, como es costumbre cuando escribe una decena de autores con una variedad de enfoques.

Por el contrario, como demuestra la autora belga, esta investigación es el primer estudio sistemático del fenómeno y su relación con las problemáticas de Latinoamérica. Como estrategia lo divide en dos partes: el espacio, sea continental, nacional, o regional; y la segunda es la movilidad, que no solo es física sino económica y social, y que es el motor de la migración, los desplazamientos internos, y el turismo. Para analizar estas dos dimensiones, echa mano de herramientas teóricas como “heterotopía” de Foucault, el “no lugar” de Marc Augé, y la “paratopía” de Maingueneau; conceptos que se mueven a través de los siete capítulos, y ayudan a robustecer el diálogo entre películas y su relación con el movimiento y el espacio representado.

Sabemos que este la road movie ha despertado una fascinación tanto a cinéfilos como historiadores y analistas de todo el mundo, pero sobre todo en Estados Unidos, donde se atribuye su nacimiento. Razón por la que teóricos de cabecera como David Laderman y otros, se convierten en la base para que Nadia Lie construya su propia definición del concepto cinematográfico. Pero se apoya además en la percepción de cineastas, académicos y críticos sobre el género. A esto, le añade un tercer ángulo desde el que observa, detecta, e interpreta las características que le develan las películas. Importante es decir, que son cerca de doscientas obras que conforman la filmografía que construyó. Añadamos que justamente esta nueva edición viene con una filmografía actualizada que aparece al final de la publicación.

La road movie latinoamericana queda definida en el capítulo titulado “Introducción teórica”. Ahí el lector puede encontrar el andamiaje que sostiene la investigación y, en concreto, la definición tanto de la road movie latinoamericana y su variante counter-road movie, como de la modernidad que ha sufrido Latinoamérica en la fase de la globalización, y que puede percibirse sobre todo en películas de los años noventa hasta fechas recientes. Se trata de los dos puntos de vista que sostiene sobre la especificidad del género latinoamericano. Un principio para delimitar el término es partir de que la historia contada requiere de movilidad en la era del transporte automotriz. A lo que se suman características como la dupla de personajes que se acompañan, el uso de recursos expresivos como el travelling, planos detalle de espejos retrovisores, además de la iconografía. Pero en Latinoamérica los medios de transporte pueden ampliarse a autobuses, camiones, incluso a la movilidad a pie o en burro; además de mantener la mirada individualista, aparece la visión comunitaria; a veces carga con la ideología del cine político; a veces se desatiende la ideología y acude a las técnicas y estética del género. Habrá que aclarar que prefiere hablar de movilidad y no de viaje, porque en algunas road movies los personajes no tienen un destino directo. Si bien lo esencial del género, en su valencia positiva, es la libertad que ofrece el camino y la importancia del trayecto más que el destino, en Latinoamérica se podrían sumar un cúmulo de obras con valencia negativa que forman la counter-road movie en la que tienen lugar historias y personajes refugiados que buscan asilo, que huyen de sus lugares de origen por los conflictos sociales y políticos, o que migran a otros países en busca de mejores condiciones de vida. Más que caminos abiertos se encuentran muros. Ahí no hay libertad sino crisis y muchas veces se llega a un estancamiento. Esta propuesta refresca y amplía la perspectiva sobre el género, y que bien puede trasladarse a otras latitudes para estudiar el cine de Europa del Este o de Medio Oriente, por mencionar algunos territorios geopolíticos que también sufren “el lado oscuro de la modernidad”.

Por ello acude a las categorías de “modernidad cruel” –propuesta creada por Jean Franco– para los primeros capítulos: “Viajando a través de América Latina”; “Naciones en crisis”; y “Viajes hacia ninguna parte: atravesar la Patagonia”. Mientras que propone la idea de “modernidad indiferente” para acompañar los capítulos finales: “Dirigirse hacia el norte: los migrantes en la frontera entre Estados Unidos y México”; “Desplazamientos internos en las carreteras”; y “La mirada del turista”.

Representativa es Diarios de motocicleta para comenzar el primer capítulo y entender parte del fenómeno relacionado con la condición híbrida que atrae a la gran audiencia, que oscila entre los recursos expresivos de Hollywood y la postura del sur del continente heredera de los nuevos cines de los años sesenta. Por ello en continuidad, el capítulo también se compone por el análisis de otras películas más personales como El viaje, y la menos conocida, Amigo mío. Las tres obras forman el escaso corpus en el cual los protagonistas cruzan países del Sur. Esta escasez de producción puede ser debida a los altos costos derivados de filmar en distintos países.

De alguna manera la autora sigue la misma estructura en todo el libro. Analiza una muestra representativa de tres o cuatro películas por capítulo, tanto para los que tratan sobre el movimiento como para las que acuden al espacio. En este caso, el capítulo 2 mantiene una visión crítica sobre los estragos del neoliberalismo económico en los territorios nacionales. Los casos de estudio son Y tu mamá también, Guantanamera, y Mundo Grúa.

Mientras que el último capítulo de esta sección cierra con los viajes a la Patagonia como espacio inhóspito e indomable por la modernidad. En ese sentido, tras haber mostrado las relaciones del género en el nivel trasnacional y luego nacional, ahora concluye en el ámbito regional con Liverpool, Jauja e Historias mínimas, cuyos ritmos narrativos difieren por ejemplo de Y tu mamá también, porque son lentos y contemplativos.

La segunda sección, como menciono, sigue la línea de análisis de la movilidad. El lector se adentrará en esa “otra dirección” del género que es la counter-road movie. Para ello, en los capítulos 4 y 5 acude a un eje transversal o un gran tema de regiones que se han dado en llamar “en vías de desarrollo”, y que se ha convertido en uno de los principales problemas del siglo xxi: la migración. Por un lado analiza la movilidad e inmovilidad transfronteriza en los límites del norte como del sur de México. Los casos que trata son La jaula de oro, Norteado, y Los tres entierros de Melquiades Estrada. Por otro lado, a través de Iracema. Uma transa amazônica, El chico que miente, Retratos en un mar de mentiras, y La frontera, expone un tema poco explotado en los estudios fílmicos: la migración interna, es decir la que se da dentro de los límites nacionales, ya sea motivada por desastres ecológicos o por atrocidades de las dictaduras.

Finalmente podría decirse que con “La mirada del turista”, el libro culmina con una novedad para los márgenes del género. Aunque pareciera contradecir el sentido de la road movie, esto es, posar la importancia en el camino o en la carretera más que en el destino, Nadia Lie apuesta por renovar la mirada de un género particularmente “antiturista” con el estudio del blockbuster ecuatoriano Qué tan lejos, con las menos conocidas Turistas, y Música campesina, para centrarse en la experiencia del destino. Por tanto entiende estas películas como variantes híbridas del género.

Un epílogo breve pero consistente rescata las principales ideas. Desde la teoría y tras la interpretación de estudios de caso, la autora provoca al lector concluyendo que su muestra representativa “podría sugerir que no existe la road movie latinoamericana”, pues entre otras características apenas aparece la expresión individualista de los personajes que el género exige. Por el contrario insiste en que en el subcontinente la mirada comunitaria se articula con la individualista, gracias a la revisión de los cineastas de la tradición del cine de antaño. Pero paradójicamente también se deslindan de esta tradición y carga ideológica para respetar los atributos del género: el ver y el observar sobre el acto de contar y juzgar. Así pues, en esta práctica se conjugan tradiciones nacionales y trasnacionales que muestran la “elasticidad” de este concepto cinematográfico.

La investigadora es contundente al argumentar que la road movie latinoamericano no puede seguir siendo concebida desde los atributos nacionales. La diversidad de propuestas, formas de producción y distribución en su interconexión trasnacional, muestran la importancia que ha cobrado el género y la estética sobre los atributos netamente nacionales. Por lo cual es necesario reflexionar al respecto desde la dimensión global.

La road movie y la counter-road movie en América Latina. Una modernidad ambivalente, como bien indica, sobrepasa la definición enciclopédica, augura ser un libro de cabecera -ahora para el mundo de habla hispana- para quienes estudian no sólo el cine de género sino el cine latinoamericano. Si bien podría reclamarse que atiende más los tema o contenido que la estética y la forma, que su definición del género latinoamericano puede ser en ocasiones forzada o en ocasiones tan amplia que se arriesga a violar las concepciones clásicas de la road movie, o incluso que algunos capítulos cierran abruptamente; de cualquier manera se trata de una investigación que crea rutas, mapas y cartografías que bien pueden guiar otras investigaciones dirigidas a entender el fenómeno de los géneros cinematográficos a finales del siglo xx y principios del xxi.

En todo caso, el lector encontrará una obra amable en su escritura y rigurosa en su argumento. Por lo que puede pasar por las manos de la estudiante de grado y posgrado, de profesionales de la investigación cinematográfica o de la industria cultural, así como del neófito que simplemente gusta de los estudios de la cultura. Se trata de una exploración apasionada que se disfruta.

Álvaro A. Fernández (Universidad de Guadalajara)

3. HISTORIA Y CIENCIAS SOCIALES: ESPAÑA

Diego Cucalón Vela: De la conspiración al poder y del poder a la nada. El Partido Radical Socialista (1929-1933). Zaragoza: Prensas de la Universidad de Zaragoza 2023. 697 páginas.

La obra que presentamos es la adaptación en formato libro de la tesis doctoral del profesor Diego Cucalón. Una tesis de las de antes, basada en una consulta minuciosa de una amplia documentación y de muchas horas detrás, que tiene como resultado un trabajo espléndido, una investigación sólida y una aportación de primer nivel al estudio de la Segunda República. Es verdad que teníamos bastante información sobre este partido político gracias a los estudios de Xavier Pujadas (Marcel.lí Domingo i el marcel.linisme, 1996) o de Juan Avilés (La izquierda burguesa y la tragedia de la II República, 2006), entre otros, pero ahora Cucalón no solo tiene la virtud de contrastar dicha información, sino también de completarla con más materiales y nuevas interpretaciones, sumándose así a otros volúmenes, aparte de los mencionados, que también se han centrado en el estudio de los partidos republicanos de esos años. En concreto, los de Octavio Ruiz Manjón para el Partido Radical, Luis Iñigo para la Derecha Liberal, Eduardo Espín para Acción Republicana o José Ramón Montero para la CEDA. Como puede deducirse de este listado, el PRRS, teniendo la fuerza que llegó a tener en el primer bienio republicano, precisaba de una investigación como la que el autor nos presenta. En este sentido, cabe recordar que los radical-socialistas no solo tuvieron un papel fundamental en el advenimiento de la República, sino que, además, fueron la tercera fuerza parlamentaria en las Cortes Constituyentes y uno de los pilares fundamentales de los gobiernos de esos primeros años de la década de 1930. Todo parece indicar, pues, que un libro como este era necesario para la historiografía española.

Dicho esto, lo primero que puede llamar la atención es el título, muy acertado a mi entender. En efecto, estamos hablando de la conspiración al poder y del poder a la nada, ya que esta es la evolución que experimentó el PRRS en esos cuatro años de existencia. Se trata de un partido nacido en la cárcel Modelo de Madrid en 1929, es decir, en la fase final de la dictadura de Primo de Rivera, donde estaban presos los cuatro fundadores de la formación política, a saber: Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz, Benito Artigas y Ángel Galarza. Era una situación excepcional, aunque menos si tenemos en cuenta que, durante el periodo dictatorial, fueron varias las conspiraciones que se produjeron contra Primo de Rivera y el propio Alfonso XIII. Hasta un monárquico convencido como Sánchez Guerra se sumó al rosario de conspiraciones en esos años, fracasando como otras tantas.

Esta nueva formación política se apartó del Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux, por considerar que el entonces emperador del Paralelo se había suavizado en exceso aproximándose a posiciones cada vez más conservadoras. De hecho, no pocos dirigentes y militantes del PRRS provenían del PR o habían estado muy próximos a él y este hecho determinó buena parte de la existencia del PRRS, bien separándose de él, bien aproximándose a él. Si el prócer republicano era un tigre sin dientes a principios de los treinta, esta nueva formación política aspiraba a convertirse en un partido de masas y revolucionario de izquierdas, ocupando, en cierta medida, el papel que el propio Lerroux había tenido a comienzos del siglo xx. Aunque con la diferencia de que aborrecían el caudillismo ejercido por el viejo líder. Había que acabar con el caudillaje y crear un partido moderno tanto en su organización como en su funcionamiento y aquí el ejemplo a seguir era el francés Partido Republicano, Radical y Radical-Socialista de Édouard Herriot. El problema estribó, como se observa perfectamente en este libro, en que faltó tiempo para llevar a cabo esta labor. En efecto, si el PRRS se fundó en 1929, en 1931 se proclamó la República, tiempo insuficiente esos dos años para articular una propuesta bien acabada como pretendían los fundadores. El hecho de que sus líderes ocuparan ministerios, cargos o escaños es un síntoma de la importancia que tuvo el partido a comienzos de la década de 1930, pero por eso mismo se convirtió, a su vez, en una formación política de aluvión. Se observa claramente: no solo formaron parte del PRRS republicanos de toda la vida (muchos de ellos, como se ha dicho, vinculados anteriormente al PRR), sino también monárquicos o incluso ex militantes de la Unión Patriótica. El tocar poder les obligó a echar mano de este tipo de personas, especialmente en provincias, lo cual contribuyó a generar conflictos internos y a desdibujar, en parte, los objetivos del partido. A este respecto, son sumamente interesantes los esfuerzos dedicados por Cucalón a reconstruir las trayectorias políticas y profesionales de los principales dirigentes del PRRS, puesto que nos proporcionan claves de su actuación política durante estos años. Algo que resulta más importante todavía si tenemos en cuenta un aspecto que fue decisivo en ese paso del poder a la nada que se menciona en el título. Me estoy refiriendo a los individualismos. En cierto modo, la ausencia del tan criticado caudillismo hizo que el PRRS terminara pareciéndose a los partidos de la Restauración, con demasiados gallos en el mismo gallinero. El fenómeno del aluvión antes mencionado favoreció este hecho y, por ende, las escisiones, algo a lo que estuvo expuesta esta formación política en todos los años de su corta existencia y que terminó por consumirla. De ahí que pasaran a la nada.

Por supuesto, tal como se observa en las páginas del libro, el individualismo tuvo un papel determinante en la vida del partido, pero este fue más allá en la medida en que algunos de estos líderes y las corrientes que representaban tenían una concepción diferente de la República, desde posiciones muy radicales y prácticamente revolucionarias hasta posturas más posibilistas y reformistas. No obstante, quizás la más determinante pudo ser la división entre quienes apostaban por seguir manteniendo la alianza con los socialistas para seguir avanzando en el programa reformista de la República y quienes desconfiaban de esa conjunción, acercándose más al Partido Republicano Radical. Incluso, la animadversión personal desempeñó un papel determinante en esta desintegración del partido. Aquí cabe mencionar la actitud de Gordón Ordax hacia Azaña, por ejemplo. Y, por cierto, los comentarios que recoge el autor de los diarios del político de Alcalá de Henares sobre los dirigentes del PRRS no tienen desperdicio. Unos dirigentes que, tras las elecciones de 1933, huyeron en debandada de un partido hecho trizas y que, entre 1931 y 1933, había perdido toda su fuerza electoral.

En definitiva, la historia de una ilusión y de un fracaso a la vez, espléndidamente analizada por Diego Cucalón, que con maestría ha reconstruido el devenir de un partido, el PRRS, en el que tantas esperanzas pusieron muchos españoles. Una obra, por consiguiente, de gran valía, que dignifica el oficio del historiador paciente, riguroso con las fuentes y con la seriedad del análisis. Un libro clave, según mi parecer, para los estudiosos de la Segunda República, en particular, y de la historia del siglo xx en España, en general.

Carlos Larrinaga (Universidad de Granada)

Carmelo Romero Salvador: Las elecciones que acabaron con la monarquía. El 12 de abril de 1931. Prólogo de Pablo Simón. Madrid: Catarata 2023. 199 páginas.

La construcción de un tópico no es algo que se pueda hacer de un día para otro. En el caso de la historia contemporánea de España, uno habitual es el de la ilegitimidad de origen de cualquier gobierno que se erija desde un sector alternativo a quienes han perpetuado la concentración de poderes en el país desde tiempos inmemoriales. Si esto lo aplicamos al primer ensayo serio de construcción de la democracia en España, es decir la Segunda República (1931-1939), por supuesto, tampoco se libra de tal sospecha. En este caso, logró abrirse camino, prácticamente desde 1932, la idea de que el gobierno provisional de la República habría llegado de forma ilegítima –e incluso violenta– a la conquista del poder. Este argumento se cimentó durante la dictadura franquista gracias a dos hagiógrafos monárquicos conservadores (Alcalá Galiano y Cortés Cavanillas), pero sobre todo a quien marcó los trazos gruesos de lo que en el lenguaje politológico y mediático de hoy llamaríamos el relato: Joaquín Arrarás y su Historia de la Segunda República en cuatro volúmenes publicada a lo largo de la década de 1960. Esta obra venía a cerrar la narrativa abierta en los inicios de la dictadura con la casi más célebre Historia de la Cruzada española. Con estas dos prolijas obras, se construyó el manual de instrucciones para los sectores más conservadores de la sociedad acerca de la ilegitimidad de la Segunda República y, por ende, de la consiguiente necesidad de la sublevación (léase golpe de Estado) contra aquel régimen.

Más de cincuenta años de investigación desde la década de 1970 no han conseguido desmontar del todo el tópico, y más aún cuando vivimos tiempos líquidos en los que buena parte de quienes poco leen, solo lo hacen sobre quienes les permiten confirmar lo que quieren pensar. Pero ese es otro asunto. Volviendo a estas décadas de investigación profesional, como diría algún insigne historiador con evidencias primarias relevantes, se ha progresado mucho en el estudio de los orígenes de la Segunda República y en su momento fundacional: las elecciones municipales del 12 de abril de 1931. Sin embargo, la historiografía y su correlato en la enseñanza de la crisis de los años treinta ha tirado de cierta equidistancia en la interpretación para construir un nuevo mantra: el de que en aquellos comicios ganaron las candidaturas prorrepublicanas en las ciudades y las candidaturas monárquicas en la España rural. Al igual que cada gran literato tiene su palabra mágica repetida solo en ocasiones extraordinarias, la mayoría de quienes han o hemos escrito sobre este régimen democrático hemos utilizado el sustantivo advenimiento, por cierto, de clara raigambre religiosa, para calificar la llegada del nuevo régimen. Pero este relato ha impedido durante décadas observar los claros del bosque entre tanta mixtificación. Nos referimos a las causas que llevaron de forma asombrosamente pacífica, a que un país donde la monarquía estaba más que consolidada hacía cerca de cincuenta años se transformara en una república sin abdicaciones, ni violencias, ni plebiscitos.

Pues bien, ha habido que esperar hasta 2023 para que dos libros, de maneras diferentes pero absolutamente complementarias, dejen simplemente en ridículo a quienes traten de cuestionar objetivamente la legitimidad de la Segunda República. Nos referimos al libro de Romero Salvador que aquí reseñamos y al de Francisco Sánchez Pérez, El Germinal español (Akal). Es inevitable citarlos juntos aunque se trate de reseñar tan solo uno de ellos. El Germinal se ha de convertir en un clásico sobre los orígenes de la Segunda República por la exhaustividad de sus fuentes, el desmontaje de tópicos, el detallado y extraordinario relato del período 1930-1931 y la combinación de causas a corto y a largo plazo para explicar cómo se produjo la llegada del nuevo régimen. Sin embargo, esta obra de Romero Salvador no desmerece para nada el propósito para el que se ha escrito: explicar al gran público no exactamente las elecciones que acabaron con la monarquía, sino más bien las causas estructurales que condujeron a ese primer ensayo auténticamente democrático de la historia contemporánea de España. Y, además, tiene el mérito de hacerlo con un tono pedagógico que resulta ejemplar y accesible, sin perder el sentido del humor con acerada ironía, tal y como indica el prólogo de Pablo Simón, y sin que ello adolezca de rigor. Esto dicho en tres líneas parece tarea fácil, pero quienes escriben ciencias sociales y, especialmente historia, conocen la extraordinaria dificultad de acometer esta tarea con éxito.

Romero Salvador, gran conocedor de la historia electoral española, ya se había ejercitado en esta labor de síntesis en Caciques y caciquismo (1834-1920) [Catarata, 2021] pero me gustaría más bien recordar “su” Soria 1860-1936 (Diputación, 1982), cuyos dos volúmenes eran un ejemplo de exhaustividad y de conocimiento de los procesos electorales desde la monarquía isabelina hasta la II República que de alguna manera se observan también en el libro que ahora reseñamos. Hay que dividir en dos partes bien claras la obra a reseñar: las primeras cien páginas se dedican a explicar el contexto histórico-político de la España del primer tercio del siglo xx. Hay que esperar a la página 100, a más de la mitad de la lectura, el poder acercarnos realmente al título del libro. Pero visto en conjunto, ninguna es imprescindible. Consideramos de especial relevancia el primer capítulo, la “Historia de una excepción”, donde se realiza un breve recorrido por los regímenes republicanos y monárquicos europeos y el proceso de descomposición de los imperios plurinacionales durante la Gran Guerra. Esto, no por conocido, deja de ser importante, porque un libro que pretende desmontar tópicos en el caso español tiene que empezar casi de forma obligatoria por la negación intelectual de la (im)posible singularidad ibérica. Y la forma en la que se produjeron los diferentes cambios de régimen harán aún más extraordinaria la llegada pacífica de la Segunda República. En ese primer capítulo también se hace un ejercicio explicativo de la construcción del discurso acerca de la deslegitimación de la epifanía republicana. El tópico al que nos referíamos al inicio de estas líneas es explicado de forma meridianamente clara para después poder desmontar en la segunda parte la endeblez de sus argumentos a base de evidencias.

El segundo capítulo, dedicado a “la larga crisis de un sistema y de una monarquía”, se muestra muy exhaustivo en datos sobre el período 1917-1930, pero quizá es la parte más prescindible de la obra, puesto que no aporta nada nuevo. Incluso, abunda en algunas cuestiones que Germinal supera con nuevas fuentes o cruzando de forma más sistemática las existentes: la actitud del PSOE/UGT en la dictadura, no tan apaciguadora; la cuestionable dejadez de Casares para frenar el impulso revolucionario de Fermín Galán en Jaca y directamente se omite la resistencia del besteirismo a declarar la huelga general en Madrid el 15 de diciembre de 1930 y las burdas excusas que se pusieron al respecto. A cambio, el autor nos saca de la normalidad con la que interpretamos lo que él califica, creemos que de forma acertada, como un “esperpento valleinclanesco”, cuando Sánchez Guerra acude en febrero de 1931 a buscar ministros a la cárcel entre quienes estaban en ella por haber formado parte del comité revolucionario en diciembre de 1930. Ofrece una idea del nivel al que se movía el ambiente político.

Como señalábamos, hay que esperar hasta la página 100 para entrar de lleno en el proceso electoral de 1931 sin que se termine de explicar por qué se optó por municipales y no por lo que hoy llamamos generales. Ahora bien, el autor cumple a cambio con las dos mayores virtudes del libro a nuestro juicio: concisión explicativa y conocimiento pormenorizado del proceso electoral. La breve descripción del artículo 29, del sistema de mayorías y minorías y del siempre complejo concepto de “copos” electorales ayuda a comprender en menos de 50 páginas lo que fueron aquellas elecciones. Para él, sin duda, comienzan el 5 de abril, una semana antes, cuando por el artículo 29 se proclaman el 37% de los concejales a elegir, ¡más de una tercera parte! sin que se llegara a votar. De hecho, nos recuerda que una gran parte del electorado no pudo ni siquiera ejercer su derecho al voto –eso sin olvidar que hablamos de sufragio masculino por si alguien no lo recuerda–. Romero Salvador dedica este último capítulo (“¡Que lo hemos barrido!”) a explicar la contundencia, un término que repite en varias ocasiones, de la victoria de las candidaturas republicanas allá donde se pudo votar en concurrencia. Para el autor de Las elecciones…, resulta sorprendente lo “asombroso” de los consensos de la Conjunción Republicano-Socialista durante su formación; el de Germinal, sin embargo, llama más la atención sobre la extraordinaria contención del pueblo entre el 12 y el 14 de abril hasta que llega el momento de que los firmantes del Pacto de San Sebastián entren en Gobernación a proclamar el nuevo régimen. Sin embargo, ambos coinciden en que los resultados completos no los conoceremos nunca. Pero eso no es óbice para desmontar los tópicos comentados. Por arriba, el rey en su renuncia escribe que el pueblo “claramente” ha demostrado su posición, quizá el mejor aval a cómo las municipales del 31 se convirtieron de facto en un plebiscito. Por abajo, por la España plural, por la imposibilidad de votar de esa España rural donde no había concurrencia competitiva, no que vencieran las candidaturas monárquicas.

Las últimas páginas, acompañadas de interesantes mapas y tablas en los anexos con los resultados disponibles –un trabajo de largos años–, no hacen sino incidir en esa contundencia de la victoria republicana. Se echa de menos, algo sí visible de forma notoria en el Germinal, la importancia del magma social e intelectual que trajo la República y que explica esos resultados. En cualquier caso, el libro de Romero Salvador proporciona un acercamiento de proximidad al tema que ojalá descabale para siempre ese tópico de la ilegitimidad. Cuando hubo elecciones “sinceras”, como se decía en el lenguaje de la época, la respuesta del pueblo fue contundente.

Sergio Riesco (Universidad Complutense de Madrid)

Juan Carlos García Funes: Desafectos. Batallones de trabajo forzado en el franquismo. Granada: Comares (Historia) 2022. 332 páginas.

“Y las cadenas son cadenas, aun de seda…” Nega / Los Chikos del Maíz, “Llamando a las puertas del cielo”

“Cinta estrecha, por lo común encarnada, usada en las oficinas para atar legajos”. Así define el Diccionario de la Academia de la Lengua la palabra “balduque”, una cinta originalmente fabricada en seda, de color rojo, que permitía clasificar los asuntos el gobierno del rey Felipe II sobre los territorios de Flandes. Después de terminar de leer el último libro de Juan Carlos García Funes, tan extensamente documentado, construido indistintamente a través de metodologías cuantitativas y cualitativas, uno se pregunta cuántas cajas habrá tenido que abrir el autor, cuántos legajos habrá tenido que desanudar. Un gesto, el de ir al archivo y solicitar cajas para reconstruir el pasado a partir de sus fragmentos, tan naturalizado en nuestro oficio que corre peligro de ser banalizado. Un objeto, la cinta de seda que sujeta los legajos que consultamos, que encierra desde su origen una particular genealogía de dominio sobre los territorios y las personas.

Del dominio sobre las personas y sobre el territorio trata Desafectos. Batallones de trabajo forzado en el franquismo. Un libro que, podemos decir sin incurrir en ninguna exageración, se ha convertido por mérito propio en una referencia inexcusable para comprender el tema que trata. Es así por la trayectoria de su autor, Juan Carlos García Funes, profesor en la Universidad Pública de Navarra, que ha firmado ya decenas de estudios sobre el trabajo forzado y el sistema concentracionario durante nuestra última dictadura. En diferentes escalas, y a través de perspectivas diversas, García Funes no solo ha reconstruido las instituciones punitivas del franquismo que hicieron del trabajo una condena, sino que se ha ocupado en rescatar del olvido las experiencias, los testimonios y los recuerdos de aquellas personas que lo sufrieron. También ha seguido el rastro de la materialidad de este castigo, que puede verse a simple vista en muchas de las infraestructuras que jalonan la geografía nacional. Se ha preguntado por las lógicas de esta peculiar forma de violencia, por la clasificación política del “enemigo” (de ahí la importancia del título de esta obra, “Desafectos”, una peculiar síntesis de lo que fueron los primeros pasos del régimen de Franco), por las raíces intelectuales y culturales de este fenómeno en el largo tiempo. Y ahí es donde radica buena parte de la relevancia historiográfica de este trabajo. Como propone Pedro Oliver Olmo en el sugerente prólogo que inicia esta obra, Desafectos tiene la cualidad de apuntar a las continuidades y las rupturas de un fenómeno más amplio y estructural, el punitivismo. Y a partir de un contexto histórico específico, “logra abrir en canal la almendra temática del trabajo forzado en cautividad” (p. XVII).

Además de por la trayectoria de su autor y el peculiar enfoque que otorga a su trabajo, la aparición de este libro es una magnífica noticia por su propuesta interpretativa. Ofrece, así, un mapa cambiante del trabajo forzado y su estrecha conexión con la construcción (institucional, política, económica, cultural…) de la dictadura. Su ambiciosa escala de análisis habla también del legado que dejará este trabajo, enfocado por primera vez hacia el conjunto del estado. Apoyado en el conocimiento de un estado de la cuestión que, tradicionalmente, se ha declinado en estudios de caso locales y regionales, esta vez se comprenden los tiempos, los tipos y las cifras del trabajo y sus trabajadores de una manera muy dinámica (pp. 104-122). De este modo no solo ofrece una panorámica completa de un fenómeno tan complejo, sino que se aborda desde preguntas novedosas. Quizá algunas de ellas no podían haberse formulado hace años, cuando la consideración de lo que es o no “trabajo” era tan monolítica, cuando el cuestionamiento de sus legitimidades y consecuencias era tan tabú, que no permitía dialogar con el pasado desde otras preocupaciones.

En este sentido, puede que uno de los mayores retos haya sido transitar el debate conceptual y su capacidad para opacar a veces la comprensión del trabajo forzado en toda su complejidad. Junto a este sintagma, el debate internacional sostenido en las últimas décadas ha estado protagonizado también por otras denominaciones, como “trabajo esclavo”, “trabajo bajo coerción, “trabajo no libre”, “trabajadores obligatorios” o “esclavos tributarios”. En este debate, donde es justo reconocer también las aportaciones de Fernando Mendiola, resulta muy interesante pararse a pensar la relación que mantenemos con los conceptos en la producción del conocimiento histórico. Lejos de generar una imagen fija, inmóvil, del pasado, conceptualizar los fenómenos debería ayudar a dibujarlos de manera flexible, permeable, recuperando su historicidad particular. Así, Juan Carlos García Funes propone entender el trabajo forzado desde su función primordial, el “disciplinamiento laboral de la desafección” (p. 286), una práctica sistemática que convivió con (e influyó en) un mercado de trabajo regulado por una de las leyes fundamentales de la dictadura e influido por multitud de intereses, públicos y privados, estatales y locales, a veces contrapuestos.

Transitar una nueva propuesta conceptual es tan solo uno de los debates que, al mismo tiempo, recoge y proyecta este libro. Así, el primer capítulo apuesta por una apertura conceptual “entre la disciplina militar y la disciplina social” que lanza la pluralidad de experiencias recogidas a lo largo de la obra. La organización de los batallones, sus tipos y características ocupan el segundo capítulo, que clarifica contundentemente la relación entre el sistema concentracionario y el penitenciario. La cuantificación y distribución geográfica de los trabajadores, analizada en el capítulo tercero, supone realmente una apertura analítica fundamental, pues no podrían comprenderse sin el marco legitimador del utilitarismo punitivo, las lógicas militares desde el ecuador de la guerra civil y la necesidad de reconstruir materialmente la sociedad después del último parte de guerra. De este modo, el libro entra de lleno en el debate actual sobre las múltiples líneas de continuidad entre la guerra y la posguerra, y lo hace reconstruyendo los complejos marcos de posibilidad que explican las motivaciones para demandar trabajadores en cautividad. El disciplinamiento, los costes, la disponibilidad, la cualificación o la complementariedad con otros tipos de mano de obra se combinan como factores para dar como resultado una de las aportaciones más originales, junto con la clarificación conceptual, de este libro.

Con todo lo que propone este trabajo, los dos últimos capítulos aún permiten plantear algunas líneas futuras. Los capítulos cuarto y quinto sugieren, de manera tangencial, la importancia de repensar el pasado desde el “giro material” para proponer una nueva explicación del poder. Desde este enfoque, el trabajo forzado debería irrumpir en los debates sobre la dimensión política de la transformación del paisaje, dialogando con la relevancia historiográfica que recientemente han adquirido colectivos como el de los ingenieros. De otro modo, la relevancia que se le otorga a los testimonios personales también podría apuntar, en un futuro, a decolonizar el archivo como una institución política ineludible en la construcción del conocimiento histórico, con sus intereses y genealogías propias. Parece sugerirlo el propio Juan Carlos García Funes: “Aquel archivo incluía el peso en papel de una estructura concentracionaria que durante los últimos años había reposado, sin metáforas de celulosa, sobre los cuerpos de centenares de miles de cautivos. Una estructura que se apropió de su cuerpo, fuerza de trabajo y tiempo. Una estructura para la que sudaron, padecieron y sangraron, murieron o sobrevivieron” (p. 283). Desafectos supone, así, un nuevo paso para ser conscientes de que muchas veces un legajo documental puede estar anudado con cadenas, aunque éstas sean de seda.

Alejandro Pérez-Olivares (Universidad de La Laguna)

Diego Caro Cancela: “Cantad alto”. Cultura y antifranquismo en Andalucía (1965-1976). Granada: Comares 2023. 316 páginas.

Nuevo trabajo del profesor Diego Caro Cancela, esta vez como coordinador de una obra colectiva en la que se aborda un asunto especialmente importante para la historia reciente de España, la transición política de la dictadura franquista a la democracia. Sin duda, un tema muy trabajado, como él mismo reconoce en su “Presentación” y que se observa a lo largo de toda la obra, pero que, lejos de suscitar consenso, sigue siendo objeto de discusión. Y ya no solo desde el ámbito de la historia, sino también desde ciencias tan próximas como la sociología o la ciencia política, por ejemplo. No en vano, estamos ante una cuestión clave, por lo que el debate, el análisis contrastado y la controversia están servidos. De hecho, este libro bebe de todos estos ingredientes y de ahí la relevancia del mismo, así como el interés que puede suscitar tanto entre los profesionales como entre el público profano.

Desde hace tiempo, la historiografía viene haciendo hincapié en que determinadas organizaciones y grupos sociales contribuyeron a la crisis y a la descomposición del régimen franquista. Por ejemplo, son muchos los estudios dedicados a estudiantes y profesores, trabajadores organizados, intelectuales y profesionales e incluso una parte del clero como protagonistas de la deslegitimación política del franquismo en sus décadas finales. De hecho, pese a que Franco falleció en noviembre de 1975, el proyecto cultural que el régimen trató de imponer durante décadas había sido derrotado unos años antes. El problema radica, no obstante, en que, hasta la fecha, otro tipo de grupos que también participaron en esa deslegitimación recién mencionada apenas han sido estudiados. Así, uno de estos agentes ignorados que asimismo facilitaron el cambio político fue el del mundo de la cultura que emergió y se consolidó en la última década de la dictadura, creando unas expresiones artísticas e ideológicas alternativas a la cultura “oficial”. De suerte que el análisis de cómo se dio este proceso y quiénes fueron sus creadores en Andalucía constituye el objetivo de este libro. Se trataría, por consiguiente, de un estudio regional, el cual podría servir de modelo para nuevas investigaciones en otras comunidades autónomas, para, de esta forma, ir completando la información que hasta la fecha poseemos del antifranquismo de las décadas sesenta y setenta del siglo xx.

Parece existir un consenso historiográfico en torno a la idea de que en los años sesenta fue naciendo en España una cultura alternativa a la propuesta por el régimen. Los grandes avances económicos y sociales que se produjeron tras el Plan de Estabilización de 1959, y a los que no fue ajeno el componente extranjero (en forma de inversiones, turismo, etc.), contribuyeron, sin duda, a dicha realidad. En gran medida, estas nuevas clases medias fueron las protagonistas de esa cultura alternativa que nació en el segundo franquismo y que, hasta cierto punto, enlazaba con la tradición liberal de la Edad de Plata de la cultura española o, cuando menos, con la de la Segunda República y con las modernas tendencias artísticas que, en esos años, circulaban en los medios intelectuales occidentales. Esta nueva cultura aprovechó los resquicios legales que dejaba el franquismo para propagar los valores democráticos y los derechos humanos, denunciando así las injusticias sociales. No cabe duda de que la presencia de millones de extranjeros provenientes de las democracias más avanzadas de Europa debió tener una influencia evidente en todo este proceso. Más allá de la anécdota de las suecas, el choque cultural era una evidencia y una forma de presionar al régimen hacia una apertura, aspecto un tanto desatendido en esta obra.

En un contexto completamente diferente al de 1939, nos encontramos, ya en los sesenta, con el desarrollo de una sociedad civil activa y abierta, la cual fomentó todo tipo de actividades culturales que, por primera vez, fueron más allá del ámbito de las élites y pasaron a difundirse a sectores más amplios de la sociedad. Y aunque la expansión de estos nuevos valores culturales fue claramente intergeneracional, se constata que alcanzó un notable arraigo en los jóvenes que entonces estaban alcanzando su mayoría de edad. De hecho, tal como se observa en este volumen, esa cultura moderna y democrática pasaría del medio urbano al rural a través de la difusión de numerosas actividades hecha desde la sociabilidad cultural y parapolítica en ateneos, círculos o en sedes de organizaciones vecinales vinculadas a la Iglesia. En definitiva, una cultura que defendía los valores de la libertad y de los derechos humanos que fue permeando una alternativa a la cultura oficial promocionada por el régimen.

Dicho esto, Diego Caro abre el libro con un primer capítulo en el que comenta brevemente la campaña de los “XXV Años de Paz” de la dictadura, su última gran operación propagandística, para, a continuación, presentar un estado de la cuestión sobre los tres principales sectores que conformaban la oposición antifranquista en Andalucía, a saber: el movimiento obrero, el movimiento estudiantil y las organizaciones políticas que actuaban en la clandestinidad, poniendo de relieve el importante relevo generacional que se estaba produciendo en ellos. Enlazando con esta realidad, Manuel Morales Muñoz se encarga de distinguir e identificar el asociacionismo vecinal, de analizar el respaldo organizativo que dieron a las actividades culturales que se organizaron y de ver qué tipo de vinculación tuvieron con las organizaciones políticas o sindicales, entonces clandestinas.

Precisamente, estas nuevas realidades hay que vincularlas con las transformaciones económicas del desarrollismo y sus consecuencias económicas, de suerte que Enrique Montañés analiza las consecuencias de esas alteraciones económicas y la de los movimientos migratorios sobre el mercado de trabajo y la estructura social, de la que resalta la persistencia de una significativa desigualdad. También se analiza el desarrollo del sistema educativo como una realidad que contribuyó al cambio social y propició la consolidación de una cultura alternativa a la oficial. Pero como el subdesarrollo económico de la región se mantuvo a lo largo de estas décadas, las denuncias sobre las injusticias sociales no tardaron en llegar, propiciando un nacionalismo político andaluz, estudiado por Cristian Rodríguez Mesa.

Ahora bien, teniendo en cuenta que el eje central de la obra es analizar cómo emerge y se consolida en estos años del segundo franquismo una cultura alternativa, moderna y democrática, la tercera parte del libro, y la que más espacio ocupa, está dedicada a este tema. Así, mientras Diego Caro escudriña los inicios públicos de la disidencia cultural a través del frustrado homenaje a Machado en Baeza en 1966, José Jurado Morales estudia lo que se ha definido en los estudios literarios como la Nueva Narrativa Andaluza y Magdalena González analiza el cambio que se produce en la poesía andaluza de esta década a través de la elección de una serie de campos temáticos significativos, como la recuperación de los autores más significativos de la generación del 27 y la huella y la superación de los traumas generados por la Guerra Civil de 1936, sin olvidarse, claro está, de la censura. Muy relacionado con este mundo literario es el del teatro independiente, que surge también en esta década y que continuaría hasta bien entrada la siguiente, según el capítulo de Laura Núñez Pastrana.

Por lo demás, de la importante renovación que se produce en el ámbito de todas las músicas –flamenco, folk, cantautores y en el pop-rock– se ocupan Diego García Peinazo y Olimpia García López. Mientras, la renovación en las artes plásticas es abordada por Bernardo Palomo, analizando la trayectoria que en estos años tienen aquellos artistas y movimientos que desde distintos parámetros cuestionaron los esquemas de la cultura oficial del régimen. Asimismo, Diego Caro describe el papel que desempeñan los dos más importantes festivales de cine de la época –la SICAB y el gaditano Alcances– en la difusión de películas que hasta entonces no llegaban al “gran público”. Finalmente, el libro se cierra con un trabajo de Antonio Ortega en el que se analiza cómo se produce este cambio cultural en el mundo rural, partiendo del ejemplo paradigmático de Arcos de la Frontera, y otro de Diego Caro, quien indaga en el homenaje hecho a García Lorca en junio de 1976 en Fuentevaqueros.

En definitiva, una obra novedosa, en la que se abarca un gran número de temas, pero siempre con el objetivo de analizar cómo se gestó esa otra cultura, alternativa a la propugnada por el franquismo en una región, Andalucía, poco desarrollada frente a los grandes polos industriales, y muchas veces utilizada por el régimen para sus estereotipos culturales. Un libro, pues, a mi modo de ver, muy interesante para analizar las décadas finales del franquismo en la región y que puede servir de inspiración para estudios análogo. Sin embargo, sí me hubiese gustado que se hubiese hecho más hincapié en el papel desempeñado por el turismo y los turistas en dicho proceso, ya que sí creo que participaron en la difusión de esos valores democráticos y de tolerancia de los que tanto habla este libro, por cierto, en un momento en que, a nivel planetario, parecen estar cuestionados por algunos partidos y líderes políticos. Por tanto, vaya dese aquí mi enhorabuena al profesor Diego Caro por lo oportuno de un trabajo que nos debe llevar a la reflexión de lo que ha costado conquistar una cultura democrática que algunos, hoy en día, se empeñan en querer socavarla.

Carlos Larrinaga (Universidad de Granada)

Antonio Rivera y Eduardo Mateo (eds.): Justicia, verdad y convivencia. Víctimas y presos en el escenario posterrorista del País Vasco. Madrid: Los Libros de la Catarata 2023. 173 páginas.

La Fundación Fernando Buesa y el Instituto de Historia Valentín de Foronda, de la Universidad del País Vasco, son dos entidades de referencia para lo que tiene que ver con el análisis riguroso del pasado terrorista en Euskadi. Esto no es decir poco, porque el panorama es amplio, hay decenas de autores y de colectivos dedicados a esta misma cuestión, que ha generado cientos de publicaciones. Se puede consultar la sección Biblioteca dentro de la web www.arovite.com para comprobar la cantidad de textos que hay, solo por mencionar aquellos que están en abierto y online. Es bueno tener una brújula para guiarse y distinguir lo que es de calidad dentro de una producción desigual. Buesa y Foronda son garantía de lo primero.

En 2013 ambas entidades, con sede en Vitoria-Gasteiz, unieron fuerzas para la organización de un simposio anual que la Fundación ya venía celebrando en solitario desde hace veinte años. Sucesivamente, y siempre de la mano de un ramillete de expertos escogidos para la ocasión, han ido abordando aspectos con relevancia pública y de actualidad: el fenómeno de los transterrados por culpa de la amenaza terrorista, el asociacionismo de las víctimas, las narrativas sobre cómo contamos, transmitimos y entendemos el terrorismo, la política penitenciaria o los mecanismos mediante los que se construye el fanatismo en política, solo por mencionar varios ejemplos.

En los últimos años, el principal peso de la coordinación de estos encuentros, así como de las obras derivadas de ellos, lo han llevado entre Antonio Rivera y Eduardo Mateo. El primero es catedrático de Historia Contemporánea en la UPV/EHU y director del Instituto Valentín de Foronda. El segundo es politólogo y responsable de proyectos de la Fundación Fernando Buesa. Los dos son reconocidos especialistas y un ejemplo de lo que puede dar de sí la colaboración entre el mundo académico y la sociedad civil. El volumen que aquí reseñamos, Justicia, verdad y convivencia. Víctimas y presos en el escenario posterrorista del País Vasco, es el sexto consecutivo que lleva su firma, siempre bajo el sello editorial de Los Libros de la Catarata. De este modo, están creando una biblioteca que ningún investigador sobre historia reciente vasca debiera obviar.

En esta ocasión Rivera y Mateo proponen reflexionar sobre una de las principales cuestiones pendientes tras décadas de violencia: la justicia y sus efectos sobre presos y víctimas de ETA. En principio puede resultar un tema técnico, pero los capítulos, a cargo de Shlomo Ben Ami, Ángel Luis Ortiz González, María del Carmen Alba, Jaime Tapia, José Ricardo de Prada, Marcelo de Azcárraga, Maite Pagazaurtundúa, Florencio Domínguez, Joseba Eceolaza, Quico Tomás y Valiente y Adela Asua, son perfectamente comprensibles, esté el lector iniciado en la materia o no. Entre ellos hay juristas con responsabilidad directa en aquello de lo que escriben, así como periodistas, escritores y víctimas que aportan puntos de vista interesantes y complementarios.

Los coordinadores dejan claros desde el inicio una serie de planteamientos básicos, que se pueden resumir así. Primero, que esto, como recuerda Shlomo Ben Ami en su estudio comparativo internacional, no es Irlanda del Norte ni Colombia: el final del terrorismo no fue el fruto de una negociación y una amnistía, sino de una plena derrota operativa de ETA, de lo que se deriva que no ha habido contrapartidas penitenciarias ni de otro tipo. Segundo, que hay más de trescientas familias a las que se les debe justicia, que a estas alturas va a ser complicado que la tengan, al menos por la vía penal, y que la verdad histórica puede paliar al menos en parte su legítima aspiración de saber. Tercero, que quedan más de un centenar de presos con condenas por terrorismo, los cuales siguen en el centro de las preocupaciones de una izquierda abertzale que, al mismo tiempo, se ha convertido en aliada y apoyo habitual del Gobierno de Pedro Sánchez. Esos presos y los que ya han salido de la cárcel, por humanidad, tendrían que ayudar a resolver los casos sin sentencia de autoría. Máxime cuando casi todos han prescrito, así que no va a prolongarse su estancia en prisión. Pero la colaboración y el arrepentimiento son líneas rojas de ese mundo que muy pocos se han atrevido a cruzar. Tradicionalmente se ha castigado y aún se castiga con el ostracismo. Antes, incluso con el asesinato. Tampoco son ya requisitos que se exijan antes de llegar a acuerdos políticos con Bildu/Sortu, lo que deja sin estímulos a los que se lo estuviesen planteando. La omertà, así, sigue funcionando (p. 13).

En España en los últimos años se ha avanzado mucho en materia de protección a las víctimas, también en el proceso penal. Hay que considerar, como hace Carmen Alba, que veníamos de una situación de abandono de los archivos judiciales, de pérdida, dispersión e incluso expurgo de sumarios inconclusos. A fecha de hoy se han superado aquellas malas prácticas, incluyendo la de no notificar a los familiares sobre los juicios que les afectaban o su incapacidad para personarse como acusación particular. Existe una oficina de atención a las víctimas en la Audiencia Nacional, se han reunido las sentencias por terrorismo y se ponen los sumarios a disposición de las víctimas que lo solicitan para facilitar su acceso a los archivos y satisfacer su derecho a la información.

No obstante, no hay duda de que también queda mucho por hacer. En este sentido, en el libro destaca el debate abierto entre Jaime Tapia y Marcelo de Azcárraga sobre la concesión de terceros grados a miembros de ETA encarcelados, un asunto que ha provocado una gran polémica aún irresuelta y que aquí, lejos del ruido mediático, se trata en profundidad. El primero, magistrado y asesor con rango de viceconsejero del Gobierno Vasco en Asuntos Penitenciarios, defiende que los escritos que presentan diferentes presos de ETA para solicitar la evolución de grado muestran suficiente desmarque de la violencia y empatía con el sufrimiento causado como para que ese trámite se apruebe, siempre de acuerdo con los técnicos de las Juntas de Tratamiento penitenciario correspondientes (pp. 63-64). El segundo, fiscal de la Audiencia Nacional para casos de terrorismo sin resolver, sostiene que a menudo esos escritos contienen una redacción estereotipada, genérica y neutra, sin mostrar un arrepentimiento sincero ni una petición de perdón individual, que es lo que exigiría la legislación para acceder a determinados beneficios penitenciarios, motivo por el cual algunos acaban siendo revocados (p. 93).

Maite Pagazaurtundúa, hermana del policía municipal y militante socialista Joxeba Pagazaurtundúa, asesinado en Andoain en 2003, y Quico Tomás y Valiente, hijo de Francisco Tomás y Valiente, expresidente del Tribunal Constitucional asesinado en Madrid en 1996, aportan sendas y valiosas perspectivas como víctimas de ETA. En palabras del segundo, “la verdad hace posible la convivencia. La verdad histórica, pero también, no lo olvidemos, la verdad penal” (p. 143). Resalta la contradicción que supone que se pacten normas para castigar la exaltación del franquismo con quienes hacen lo propio respecto del más reciente terrorismo (p. 146). En esta línea, la primera señala que, más allá de la victoria policial sobre ETA, hay una deslegitimación política y social del terrorismo aún pendiente (p. 97), un sector sociopolítico que sigue consagrado al enaltecimiento de ciertos victimarios, lo que muchas veces revictimiza, y unos jefes de ETA que debieran ser juzgados por crímenes de lesa humanidad.

Florencio Domínguez firma el mejor capítulo del libro. Desmenuza algunas de las últimas iniciativas judiciales, incluyendo querellas por genocidio y el posible reconocimiento de la actividad de ETA como crímenes contra la humanidad. Su conclusión es que son movimientos bien intencionados, pero con poco recorrido. El delito de lesa humanidad fue introducido en la legislación española en 2004 y no se puede aplicar retrospectivamente. Tras esa fecha ETA cometió once crímenes. En nueve de los casos los autores materiales ya han sido condenados (p. 114). Si queremos evitar que se generen expectativas entre las víctimas que luego se ven frustradas tenemos que ser muy claros e ir a los datos más que a los deseos. Este capítulo es un adelanto de un libro más amplio que Domínguez acaba de publicar junto con la periodista María Jiménez: Sin justicia. Más de 300 asesinatos de ETA sin resolver. Aproximadamente el 40% de los asesinatos de ETA permanecen sin sentencia de autoría. Para las víctimas es una dolorosa realidad y hay que seguir trabajando para paliarla. No obstante, hay que poner esas cifras en su contexto: no hay país europeo que haya conseguido resolver tantos atentados terroristas, como se atestigua en el informe de la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo encargada de analizar este tema y que visitó España en 2021 (p. 112).

Las llamadas a la reconciliación no debieran pasar por encima de la necesidad de justicia para las víctimas. La impunidad y el olvido no debieran ser el precio a pagar por la paz, ni ahora ni en la transición española, según plantea Joseba Eceolaza (p. 131). Hay que desactivar la polarización del debate sobre las víctimas, así como su privatización, sobre todo porque ya hay una nueva generación que no ha vivido y no conoce lo sucedido, y se merece que se lo transmitamos con rigor. Un antídoto es traer a la memoria los detalles, las pequeñas historias que demuestran cómo funcionaban los mecanismos del terror.

Hay una última reflexión de Adela Asua sobre el “reconocimiento del daño causado”. Se ha convertido en una frase hecha que los exmiembros de ETA y de la izquierda abertzale repiten con demasiada frecuencia como para que sea espontánea. Hay quien lo confunde con una petición de perdón y con una asunción de que su violencia fue injusta, pero no hay ni una cosa ni la otra. Sería una enorme contribución a la convivencia que se pasara de un reconocimiento “clínico” y de mostrar “pesar” por las víctimas a deslegitimar el uso del terrorismo no solo en el presente y de cara al futuro, sino también en el pasado, hacia el que sigue ausente la perspectiva ética. A fecha de hoy estamos lejos de verlo, por eso es necesario recordarlo y exigirlo sin descanso. Libros como Justicia, verdad y convivencia ayudan en esa dirección, aportando datos y argumentos para el debate democrático que se merece una sociedad madura.

Raúl López Romo (Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, Vitoria-Gasteiz)

4. HISTORIA Y CIENCIAS SOCIALES: AMÉRICA LATINA

Martin Biersack: Geduldete Fremde. Spaniens Kolonialherrschaft und die Extranjeros in Amerika. Frankfurt am Main: Campus 2023. 491 páginas.

Geduldete Fremde surveys how Spanish imperial officials ruling the New World variously tolerated and expelled those they described as ‘foreigners.’ This book is meticulously researched and remarkably broad, encompassing the Bourbon period, that is, roughly 1700 to 1823. It includes many regions: Caracas, Mexico (including Cuba, Louisiana, and Florida), New Granada (including Cartagena de Indias), Peru (including Quito), Río de la Plata (including Charcas, Córdoba, and Paraguay), and Chile. The book considers the Philippines, ever the outlier, in less detail. The cast of characters is quite extensive as well –featuring Council of the Indies ministers, Spanish officials of all ranks, down to foreigners themselves. His discussion of these outsiders’ nationalities will also be of interest to scholars of early modern mobility far beyond the field of Latin American history; he mentions not only the rather predictable Portuguese, Frenchmen, and Italians but also (among others) Dutchmen, Germans, Bohemians, Danes, Englishmen, Scots, Irishmen, US Americans, Corsicans, Armenians, Chinese (sangleyes), and even an Ottoman and a Swede.

Chapter 1 consists of an introduction of the book and the historiography. I wished for a more explicit statement on how Biersack envisioned his contribution to the field, although he does emphasize rightly that his book is uniquely panoramic and archivally solid. Chapter 2 furnishes legal and social context. It surveys Spanish categories of belonging: extranjero, (vassals of other realms’ lords); transeúnte, or transient foreigner; residente, or resident; and vecino, or integrated community member. He proceeds to offer a statistical overview of foreigners which he pulls from surveys or padrones. The chapter then considers the social, commercial, military, and vocation-related routes which enabled foreigners to legally or illicitly enter. Lastly, it considers cases in which officials formally declared foreigners’ stays to be legitimate –via documents like the cartas de naturaleza and the cartas de tolerancia and procedures like the pay-to-stay composiciones.

Chapter 3 overviews the broad moral-political concerns which shaped the Crown’s immigration policies. On the one hand Indies officials sought to safeguard Catholic uniformity, royal control over trade, Crown authority, and the common good (bien común) –which consisted of social peace (quietud and paz pública) and safety (seguridad). Yet especially in the 1700s officials also encouraged European settlers and regional refugees’ entry citing humanitarian grounds. Chapter 4 notes how local officials justified their softening of immigration bans’ rigor –to royal ministers’ chagrin– by appealing to local and imperial contexts (circunstancias). Biersack considers how local actors, including large landowners (hacendados), municipalities (cabildos) and merchant guilds (consulados) influenced Indies officials and Crown ministers and often determined whether toleration or expulsion could take place; anti-immigration groups jostled with free trade advocates and others on the ground. Only if a robust local alliance existed did officials carry out Crown orders on immigration. He also notes that especially by the early 1800s the Crown sought (unsuccessfully) to ensure that officials would carry out its decrees without questioning, delay, or dissimulation (disimulación). Chapter 5 shifts to what one might today call the administrative-juridical-executive milieu in which struggles over immigration played out. Biersack explores how those labelled as foreigners navigated administrative (gobierno) and litigious (justicia) pathways before various local justices, military officials, magistrates, and enforcers; he also considers legal principles like ius gentium and military and ecclesiastical immunities (the fuero eclesiástico and the fuero militar).

Chapter 6 is concerned with both officials’ expulsions of immigrants and their requests to remain. Biersack cautions that these removal campaigns existed on a spectrum more complex than mere implementation or non-enforcement. He surveys various types of challenges to expulsion –which often began with officials’ elaboration of censuses (padrones). These were often muddied by ambiguity; epistemologically foreigners’ categorizations could be determined through the teasing out of reputations, last names, clothing, and documentary proof –the latter which became increasingly important in the early 1800s. Officials were especially wont to expel those who were not Catholics, merchants, politically loyal, or who could not prove upright behaviour. Those risking expulsion could invoke certain rationales for remaining: marriage to local women, engagement in desirable trades, military service, ‘humanitarian’ rationales such as old age, or a promised conversion. Religion lost some importance over time, but loyalty remained paramount.

Chapter 7 explores the administrative, legal, and socioeconomic bases of toleration towards immigrants living in the Indies without explicit permission. It begins by stressing the official ethos of dissimulation and its link to quietud. It then turns to officials’ very public –and in Biersack’s formulation, performative– efforts to demonstrate loyalty to the Crown without expelling outsiders. These acts included proclamations, procedural paperwork, and petitions to Madrid –and often hindered or moderated expulsions. Chapter 8 turns to the turbulent consequences of Atlantic revolutions and the rise of Napoleon, in which officials grew wary of radical French merchants and refugees. For the most part the ensuing expulsions continued to operate as expressions of local constellations of power, with exceptions made at local levels. Yet these crises sometimes led to new and unusually rigorous official measures, especially in Veracruz and Cuba. In the latter governorship, officials expelled many thousands –even local French women as well as men married to Spanish women. Chapter 9 considers long-simmering immigration debates between advocates of free trade and those favoring royal charter-based exclusivism. Some officials, immigrants, and would-be settlers pressed the Crown for liberalization, but ministers doubled down; the decision to tolerate therefore rested in the hands of local officials. The Crown very nearly liberalized free trade and immigration, going so far as to print a decree to that effect in 1810, but the monarch mysteriously did not sign it. As the monarchy teetered, liberals later established clearer pathways to freedom, but only the collapse of Spanish rule brought a proper liberalization. Chapter 10 overviews the major themes of the book.

Several major themes in this book struck me as noteworthy. One is religion. While Spanish officials’ almost universally sought to exclude non-Catholics, especially in the mid-to-late 1700s some Spanish officials tolerated a significant number of Protestants. These often managed to reside for long years in the Indies by avoiding public uproar (escándalo). In some areas, such as Louisiana, a pragmatic toleration was the de facto law of the land. This finding dovetails with a small revisionist historiography which counters the stereotype of a uniformly intolerant empire.

A recurrent tension here is that of royal legislation versus local interests. Biersack is careful not to overdraw –as many have– the enforcement/non-enforcement dichotomy. He sees instead a rich, open space in between, in which officials and petitioners navigated the royal will, context, and legal culture. Sometimes this resulted in very effective enforcement, other times the opposite –although often the results landed somewhere in between. He concludes that the Crown achieved roughly what it desired: avoiding potentially disastrous conflicts -an impressive feat.

The book also emphasizes the importance of gender and sex in determining immigrant status. Officials virtually always tolerated (or outright ignored) immigrant women, and foreign men could generally marry local women to remain. Conspicuously, Biersack notes that those considered foreigners almost always married not Spanish women but so-called ‘castas’ –i.e non-whites. Moreover, gender values played significant roles, as those seeking to stay navigated Spanish officials’ ideas about useful male professions, military service, and ecclesiastical immunity.

Touching on important themes of immigration, exclusion, commerce, toleration, gender, law, and Crown authority, this book deserves a wide scholarly audience. Advanced students will find Biersack’s writing straightforward and easy to understand, which is commendable given its thematic complexity. Experts, meanwhile, will admire his careful balancing of emic Spanish categories and etic sociological ones. This work will surely reach many readers within German-speaking academic circles; however, they might rue that the book avoids engaging with hisoriographies of broad interest in Germany, like surveillance and state formation. Instead, this book shows interest mainly in dialoguing with experts of the Crown’s immigration policy. A translation into both Spanish and English would therefore be particularly welcome. This important, rigorous book will certainly become a standard reference work in German and hopefully, in the future, in Spanish and English too.

Adrian Masters (Universität Trier)

Astrid Windus: Mythen, Bilder, Objekte. Zur Kommunikation religiösen Wissens in einer andinen Kontaktzone. Carabuco, 17.-18. Jahrhundert. Münster / New York: Waxmann 2021. 312 páginas.

The book aims at a spectral analysis of syncretism. The author would rather reject this statement, as its basic analytical category is transculturation. Thus, religious communication in the colonial period is understood as an ongoing process of negotiation in which participants from all sides, Christians and Andeans, are free to attribute significations to images, objects, stories and places. In methodological terms, the focus shifts from written texts to other content bearing structures as are paintings, artefacts, architecture and landscapes, second it shifts from the (empowered) producers to the (subaltern) interpreters, giving way not only to their understandings, but to their feelings produced by religious performance. Thereby, syncretism reveals as a delicate and diversified network of practices under constant modification, in which original pieces from the opposite backgrounds may keep being identifiable, but may also change their signification at any moment and in fact, admit more than one at a time. None of the sense-conveying structures reveals as immune to innovative ways of understanding.

Adopting the paradigm of microhistory, the study centers on the iconographic program of just one parish church, the one of Carabuco, situated on the north-eastern shore of the Titicaca, within Bolivian territory, in an Aymara speaking area. The walls of the sole nave of this church are covered with four immense paintings, fitting in exactly into the architecture, that represent four transcendental spaces, Heaven, Purgatory, Last judgment and Hell. While the felt or suggested preoccupation with matters otherworldly, with sin and death, time and space of souls, might be a point of convergence between Christian and Andean religions, both heavily differ with regards to essence, animacy and to the co-workings of binary contrasts. The indicated sense of travelling along those four paintings or spaces is kind of puzzling. Heaven is closest to the altar and hell closest to the entrance door, to this world’s reality. Nothing could be objected to this. Now, 30 lockets containing both images and texts, numerated and implemented into the paintings, form a narrative that leads us from heaven, near the altar, in a zig-zag movement, through purgatory and last judgment to hell. The edifying narrative is on one apostle of changing identities, supposed to have preached Christianity on the Altiplano before the Spaniards arrived. In fact, the apostle would have left a miraculous cross, and the cross can be found both in the paintings and within the church, as a material object. The cue character, Bartholomew in the Christian perspective, Tunupa (the God of Lightning, to be brief) in the Aymaran, most obviously brought information from heaven to earth. The sense of the narrative, just traced, makes us leave the church. The author normally addresses the miraculous cross as a relic, be it because it was left, be it because the Andean concept of wak’a (any constant material manifestation of otherworldly power, like mountains, fountains, rocks, (dried) fruits, leaves, stones, artefacts, mummies) is at hand in Carabuco. The author proceeds to detailed analyses of the paintings, of the lockets, of the narrative pieces within the lockets, of former written sources of the miraculous myth as related to the area, of Andean sources on Tunupa, of his progressive conversion and integration into the Christian universe, of sacred objects, be it stones, within the church, of its architecture, surroundings and embedding into the sacred Titicaca landscape. Religion is understood not as an authoritarian discourse, but as a communicative practice. At the same time, communication is not limited to linguistic practices. The point is not that image and body had never been studied before, but is that they have scarcely been studied conjointly with written sources. The Carabuco church offers an exceptional starting point for such an ambition, as images and narrative are offered in the same instance, within a room itself charged with ordered signification and allowing for both body movement and contemplation, storing the cross narrated and painted as a material object within its walls, the cross itself being painted with a crucified Christ. The author admits that passing to investigate cultural history from the perspective of the interpreter and consumer is somewhat slithery or risky, while unavoidable, she states, if we are to abandon hegemonic perspectives. She claims that while relying on recent paradigms in historical research, she could advance methodology by the combined and equilibrated study of texts, visual and material sources in the sense of just one universe of historical practices. This point being perfectly convincing, my only doubt is on the future relevance of transcendental matters.

Roland Schmidt-Riese (Universität Eichstätt-Ingolstadt)

Kaysha Corinealdi: Panama in Black. Afro-Caribbean World Making in the Twentieth Century. Durham: Duke University Press 2022. 266 páginas.

Panama in Black. Afro-Caribbean World Making in the Twentieth Century by Kaysha Corinealdi combines approaches or African Diaspora Studies, Caribbean Studies, Latin American Studies, US and Panamanian history with Afro-Latinx Studies. It is a historical study about the links between Central America, by focusing on Panama, the Caribbean and the USA, following diasporic networks and links to Panamanian history. The later focuses on campaigns and attempts to define Panama as country, nation, but idea, too. Three major ideas worked in this regard in competition –and only one affirming Afro-Panama and Panama as a center of Afro-diasporic life, while the others framed Panama as a white project. These followed classist lines, too, a segregation of poor working-class people of color. All this is very clear and approachable presented, but not only located in or linked to Panama, but focusing on diasporic relations at least as strong. Especially the developments and understandings of the Canal Zone, US-civil rights discourses, US-racism and connected US-imperialism are closely linked in the book to Panamanian history. But next to the shown experiences of exclusion and discrimination stood the creation of spaces of self-making and visibility. Following, the persons in the center of the study are those refusing invisibility, e.g. by creating diasporic newspapers or libraries. “Paying attention to the work of the Afro-Caribbean Panamanians as world builders, […] also offers a distinct opportunity to understand activism, community, and diaspora formation from the ground up. The men and women at the core of this book engaged in […] a materialist approach to Black internationalism” (p. 6).

From the beginning the centrality of Panama, and specifically the Canal Zone, as center of Black migration and Afro-diasporic activism in Central America is stressed and explains the focus on Panama. This has a longer and lined out pre-history in Spanish colonialism and Colombian rule, the fight against Black liberty and power in later independent Panama. This is outlined on some dense pages that nonetheless give enough background to those not firm with Panamanian history of these times. And even for those firm with this history this dense presentation is a necessary frame for the understanding of the later described, because it has a specific focus on Black history. The described situation changed with US-control of the Canal Zone –from then on Jim Crow governed the relations and framed discrimination there and beyond. Part of the following history is the discrimination along language lines, specifically against not-Spanish-speaking Blacks. This was a twist by the Panamanian government framing the relationship not ‘racial’ but ‘cultural’, and ‘playing’ one Black against another. All these complexities are already discussed in the introduction and allow readers, regardless of their prior knowledge, to follow the subsequent in-depths analysis of Black actors and activities. With this specific Black-history-frame the tone is set for all coming in the book. And by stressing the importance of action it is shown that Black history not ‘just happened’ but was made and influenced. This explains convincingly the intention of the book to look on Black actors making history and making the ‘Afro-Caribbean Diasporic World’.

Another specific and value of the study is the class- and gender-critical perspective. The history described is not only a history of racism, but classism, sexism and gender-relations, too. This is stressed often and is leading principle of the concrete case studies of actors and activities. By this it is an intersectional study in its outline. However, this has limitations when it comes to the use of sources for the case studies.

The following five analysis chapters all focus on one particular moment of history that had special significance on diasporic world making with and by Afro-Caribbean Panamanians. The first of these chapters looks on debates of ownership of Panama in and by Afro-Caribbean newspapers and related actors in the 1920s and 1930s. Here, as in the following chapters, major desiderates of Black Panamanian history are worked on by focusing on understudied topics and incidents. For the first chapter this is a complex and in-depth study of the ‘Panama Tribute’, an English-language Afro-Caribbean newspaper, understanding itself as working beyond the borders of Panama. The second chapter focusses on debates on, policies and ideologies about citizenship in the 1940s, times of growing intensity regarding these debates and activist approaches. Here many new sources are considered. Chapter three then has the 1950s in focus along debates on communism, democracy, home, belonging and the relations between the USA and Panama. One topic here are anti-imperialist discourses and coalitions within the Canal Zone. In this chapter different lines of history are brought together for a more complex picture of the time. The fourth chapter remains in the 1950s but with a different focus. It focusses on activist networks for labor and citizenship justice for Afro-Caribbeans in the Canal Zone. Panamanian nationalism and narrations of a homogenous nation worked against these demands. This is linked in the chapter to questions and developments of diasporic movements and relations. The last chapter looks at diasporas in the 1940s and 1950s. By this it is time and question wise linked to the chapters before but goes deeper regarding the question of how diasporic world making worked. Here intersectional perspectives and questions play a more significant role than in the other chapters. The book ends with a conclusion having the ‘First US Conference on Panamanians’ in 1974 in focus, clearly linking New York as diasporic center and Panama but at the same time stressing differences of Afro-Caribbean world making in Panama and the USA.

Overall, “Panama in Black” is highly readable and very good to follow, no matter the readers prior knowledge. It combines a highly specific perspective and very general questions and is by this a contribution to many different scientific debates, not only on US- or Panamanian history. By starting with a clear frame and a specific perspective it is readable and presenting new insights for those already deep into the topics covered, but accessible to all interested at the same time. It is an excellent work of historiography that works against the general line of Panamanian history writing by allowing to see what lies behind the streamlined history, what is silenced. The aimed for entanglement of various historical approaches is not always witnessable but still convincingly lined out and reached along the whole book. But “Panama in Black” is more, it is clearly a contribution to the history of racism, too. To sum up, it is a book you clearly have to read if you are interested in Panamanian history, racism, diasporic world making or intersectional perspectives on these topics.

Mario Faust-Scalisi (Universität Bayreuth)

Federico Guillermo Serrano López: Niñas y niños vigilados. La preparación para la sexualidad en Colombia y España en la primera mitad del siglo xx. Barranquilla / Madrid: Universidad del Norte / Centro de Investigación MANES-Universidad Nacional de Educación a Distancia 2022. 486 páginas.

En su obra Niñas y niños vigilados. La preparación para la sexualidad en Colombia y España en la primera mitad del siglo xx, Federico G. Serrano López emprende una meticulosa exploración de la interacción entre la pedagogía, la Iglesia católica y la política en la educación sexual infantil, mediante un análisis comparativo de textos escolares difundidos en las primeras seis décadas del siglo xx en Colombia y España. El autor revela que a través del uso de “currículo oculto” en los textos de manuales, en los libros de lectura y en los catecismos de la época, estos sirvieron como instrumentos para configurar la subjetividad sexual de los infantes y futuros adultos de los años sesenta, enmarcados en discursos de moralidad y salud pública.

En su análisis, Serrano López articula sus hipótesis centrales alrededor de las relaciones de poder involucradas con el control de la sexualidad. Propone que en realidad no existió una represión directa del deseo sexual fuera del dogma de la familia patriarcal que seguía y lideraba la Iglesia católica, sino que también se implementaban estrategias para administrar individuos y poblaciones utilizando la sexualidad como pretexto. El periodo en cuestión se caracteriza por la influencia dominante de un modelo patriarcal y familiar que reforzaba la estructura de la pareja heteromonogámica, consolidando así las normas sociales y sexuales de la época

El principal aporte del autor es comprobar que cuando el discurso sobre la sexualidad tiene como receptor directo a los niños este deja de ser explicito, para encubrir el mensaje de una manera “imperceptible” con el objeto de crear hábitos y valoraciones que se relacionan con lo que se pretende sean en la vida adulta. Es así como los manuales escolares constituyeron un vehículo fundamental mediante el cual se intentó moldear las percepciones infantiles hacia una sexualidad que resonaba con los intereses de los “agentes de poder”. Este mecanismo se orientó a establecer un tipo específico de moralidad sexual que, a su vez, promovía una modalidad particular de interacción con las normativas sociales. La estrategia adoptada no solo buscaba enaltecer la plenitud existencial lograda dentro de un marco de vida ordenado, sino también ilustrar las consecuencias disruptivas de un comportamiento sexual desordenado. Estas no se limitaban a la simple transgresión de un tabú, sino que implicaban una profunda desestructuración tanto de la biografía individual como del tejido social en su conjunto.

Sus fuentes principales se basan en los libros de texto o manuales escolares (89 textos analizados): catecismos y libros de lectura, libros infanto-juveniles, publicados y difundidos entre los años de 1900-1960, tanto en España como en Colombia. Los catecismos enmarcados en la exposición de la doctrina católica en cuanto al cuerpo y el sexo que proviene de la tradición de la Contrarreforma tridentina. La doctrina emergida en el siglo xvi como respuesta a la Reforma protestante iniciada por Martín Lutero, predominó ampliamente hasta la realización del Concilio Vaticano I, el cual, a pesar de no alterar significativamente los preceptos tridentinos, sirvió de preludio a revisiones doctrinales más profundas. No fue sino hasta la convocatoria del Concilio Vaticano II en 1963, cuando se observaron modificaciones sustanciales en los preceptos católicos. Hasta mediados del siglo xx, la doctrina moral sexual vigente se basaba predominantemente en los principios religiosos articulados durante Trento. Es por esta razón que al autor tiene como límite de su análisis 1960, cuando desde la Iglesia católica se iniciaron cambios más perceptibles.

Como ya se anotó se trata de un estudio comparativo entre España y Colombia en los primeros sesenta años del siglo xx. Un enfoque que el autor considera pertinente por las similitudes identificadas en los fenómenos sociopolíticos y culturales de ambos contextos. No obstante, esta comparación plantea desafíos metodológicos significativos, debido a las inherentes particularidades y diferencias internas de cada espacio geográfico. El autor sugiere que, pese a estas diferencias, existen paralelismos notables como el desarrollo urbano y las convulsiones políticas que justifican su estudio comparado. Además, se analiza el desarrollo del debate sobre la sexualidad desde perspectivas intelectuales, sociales y políticas, subrayando cómo las generaciones de niños de la época experimentaron tensiones entre una moral sexual tradicionalmente religiosa y los nuevos impulsos reformadores de carácter científico y laico. Su análisis ayuda a revelar cómo los procesos de modernización y secularización se manifestaron en ambos países, aunque modulados por sus respectivos contextos culturales e históricos.

El libro está divido en dos grandes partes, además de un prólogo de José Miguel Somoza Rodríguez. La primera parte, titulada “Caracterización de los discursos sobre sexualidad en España y Colombia entre 1900 y 1960”, consta de dos grandes capítulos. Esta primera parte se dedica a caracterizar los agentes, temas y discursos implicados en la gestión de la sexualidad en los contextos mencionados, apuntando a la influencia de la moral sexual católica, la incursión de la ciencia sexual, y la penetración de discursos médicos higienistas que buscaban regular los cuerpos y las vidas cotidianas de los menores. La segunda parte, titulada “Preparación para la sexualidad en los catecismos y libros de lectura usados en la escuela primaria en España y Colombia en la primera mitad del siglo xx”, es la más amplia del libro, pues consta de siete capítulos. En ellos el objetivo principal es ofrecer una interpretación de cómo los textos escolares trataron la sexualidad. Es así como el autor se concentra en analizar las formas de vigilancias aplicadas y la construcción de una subjetividad frente al sexo en relación con la propia persona, la familia y el cuerpo.

Todo el estudio en general es una muestra de cómo se construye un concepto de “cultura sexual” en una sociedad particular, que es producto de un entramado de “relaciones, instituciones y conceptos que son definidos y definen el fenómeno del sexo” (p. 459) y es este concepto y su aplicación al análisis el que termina siendo crucial para entender cómo se educaba y regulaba la sexualidad en los contextos históricos y sociales de España y Colombia en las primeras décadas del siglo xx.

Queda anotar que a pesar de que el concepto de “currículum oculto” se ha revelado como una herramienta analítica fundamental en la historiografía contemporánea, especialmente al estudiar documentos y textos del pasado desde una perspectiva crítica y de análisis del discurso, la utilización de esta metodología no está exenta de críticas. En el caso del trabajo de Serrano López una de las principales limitaciones es su subjetividad interpretativa; determinar qué constituye el contenido oculto puede depender en gran medida de la perspectiva del investigador, lo que podría llevar a conclusiones sesgadas o a la sobreinterpretación del análisis del discurso.

En conclusión, Niñas y niños vigilados presenta un enfoque no solo revelador en términos de la historia de la educación sexual, sino también en el contexto más amplio de la historia infantil. Al desvelar cómo los regímenes de poder utilizaban los materiales educativos para conformar las percepciones y comportamientos desde una edad temprana, Serrano López aporta valiosas perspectivas sobre la manipulación de la inocencia y el desarrollo infantil. Este análisis ofrece un entendimiento crucial de cómo los discursos históricos y los sistemas de poder han moldeado generaciones y cómo estos legados pueden continuar afectando las concepciones contemporáneas de la infancia y la educación sexual.

Catherine Aristizábal B. (Universität Hamburg)

Raanan Rein: Cachiporras contra Tacuara. Grupos de autodefensa judíos en América del Sur, 1960-1975. Buenos Aires: Editorial Sudamericana 2023. 461 páginas

Raanan Rein es un autor conocido por su capacidad para hacer investigaciones sólidamente documentadas, que miran con ojo crítico el pasado y son accesibles a un público amplio, como Los muchachos peronistas judíos y Los muchachos peronistas árabes. En esa dirección, la edición en la República Argentina de Cachiporras contra Tacuara sostiene una calidad en el oficio de historiador compatible con la cantidad de lectores que puede alcanzar una obra destinada al público masivo, algo difícil de conseguir en la producción académica global regida por la cultura del paper. Las investigaciones de Raanan Rein sobre la Argentina suelen pulsar nervios sensibles en las representaciones sobre un país recordado, entre otras cosas, por haber sido refugio para importantes criminales de guerra nazis. Y cuando se pulsan estos nervios del pasado se rompen estereotipos: aparecen los argentinos judíos y árabes que se adhirieron al proyecto nacional-populista de Juan Domingo Perón. O bien, como se ve en Cachiporras contra Tacuara, los argentinos judíos atacados por grupos de extrema derecha que se capacitaron en técnicas de autodefensa, reconstrucción histórica que obliga a matizar la imagen de la Shoá del judío como objeto mudo de la violencia antisemita.

Una cuestión personal que excede al marco de una reseña, pero es útil para comprender la obra, es que empecé a leer el libro como historiador interesado por un hecho público del pasado reciente (la resistencia de los argentinos judíos a la ola de violencia antisemita de los años sesenta), y me encontré con una historia literalmente familiar, donde toman la palabra hombres y mujeres nacidos alrededor de 1945, hijos e hijas de migrantes judíos que encontraron un refugio en la Argentina al huir de los pogromos en el Imperio ruso a principios del siglo xx, tal como me contó mi madre cuando le preguntaba por mis antepasados judíos. Por eso Cachiporras contra Tacuara, aparte de hacernos pensar históricamente, se conecta con las emociones y con la memoria colectiva. Un libro que se deja leer como la mejor novela, pero además es una investigación minuciosa que restituye la voz de una trama del pasado reciente de Argentina y Uruguay inaudible por el ruido de la violencia política y las dictaduras militares, ya que los sesenta y setenta no fueron solamente “años de plomo”, sino también un período de inédita creatividad política y cultural. En otras palabras, Cachiporras contra Tacuara es un enorme trabajo de recopilación y análisis de documentos escritos y testimonios orales dispersos en varios puntos del globo, sobre un tema sensible del que los Estados y las personas no siempre quieren hablar porque se encuentran al borde, o más allá de la legalidad.

El libro de Raanan Rein cuenta una buena historia hecha de varias historias que se entrecruzan al proceder de distintos contextos. En primer lugar es una historia transnacional, que articula las dinámicas comunitarias locales de los argentinos judíos con procesos regionales y globales, para reconstruir las redes viajeras de militantes juveniles, instructores militares, inmigrantes y emigrantes, que ayudaron a configurar una identidad judía supranacional vinculada a Israel. En segundo lugar, Cachiporras contra Tacuara también concierne a las historias nacionales, principalmente la historia de la Argentina y del Estado de Israel. En Argentina, tras el derrocamiento del gobierno de Perón por un golpe militar en 1955, florecieron las organizaciones nacionalistas de derecha, que consiguieron captar a una minoría juvenil. ¿Qué había ocurrido? En los años cuarenta el peronismo logró integrar a árabes y judíos en una ciudadanía común, convirtiéndose al mismo tiempo en un polo de atracción para los argentinos más nacionalistas, en una dinámica que marginó a la derecha antisemita. Aunque se exagera el vínculo entre nazismo y peronismo para desacreditar al segundo como una corriente conservadora, lo que se puede razonar es que la ola de violencia contra los argentinos judíos desatada en los años sesenta –cuando Perón se encontraba en el exilio y su movimiento estaba proscripto– se corresponde con la debilidad del peronismo para aglutinar al campo nacionalista, lo que facilitó el ascenso de organizaciones antisemitas como el Movimiento Nacionalista Tacuara.

El libro también cuenta un capítulo poco conocido de la historia del Estado de Israel, y su política de blindar las comunidades judías de Sudamérica a través de la capacitación en autodefensa. Esta estrategia tenía varios objetivos: crear un movimiento de solidaridad, un sentimiento de pertenencia y una corriente migratoria hacia el nuevo Estado, con la bandera del sionismo y el temor a un nuevo Holocausto como mecanismos de cohesión. Este es otro mérito del libro, porque Cachiporras contra Tacuara no elude el análisis de las tensiones que crecieron entre Argentina e Israel a partir del secuestro del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, denunciado por sectores de la opinión pública argentina ofendidos por la actuación del Mossad. Si pocos dudaban de la legitimidad de enjuiciar al responsable de la logística que provocó la muerte de millones de personas, las protestas argentinas pusieron el acento en la violación de la soberanía nacional por un operativo militar extranjero, en un contexto de ánimos nacionalistas exacerbados por la apertura de la economía del país sudamericano al mercado mundial. Las relaciones entre el Estado de Israel, su comunidad de inteligencia y las entidades corporativas de los argentinos judíos es quizás uno de los temas más controvertidos que se tratan en el libro, porque articularon la resistencia de una minoría agredida y las operaciones clandestinas de un Estado a doce mil kilómetros de su frontera, la autodefensa comunitaria con represalias que terminaron por imitar el accionar de los grupos de choque antisemitas

Por último, el libro de Raanan Rein no se reduce a un evento superestructural, o a un incidente internacional, porque es también la historia de la resistencia de un sector subalterno, una reconstrucción de la experiencia de autodefensa judía en Sudamérica contra la violencia racial. Es útil conocerla, primero porque nos recuerda que los sectores subalternos no siempre aceptan pasivamente las agresiones de los poderosos, pero particularmente por las numerosas películas sobre el Holocausto que muestran a judíos resignados y desarmados frente a la maquinaria de exterminio nazi. Cachiporras contra Tacuara hunde sus raíces en las acciones de los partisanos judíos de la Segunda Guerra Mundial, la rebelión del gueto de Varsovia, la labor de los Nokmin cazadores de nazis prófugos. Judíos que no fueron un mero objeto de prácticas genocidas, sino sujetos con agencia e identidad. El acontecimiento que une como una terminal nerviosa las dinámicas del orden de lo transnacional, lo nacional y la experiencia es el secuestro de Eichmann y su juicio en Israel, que disparó la ola de violencia antisemita en los años sesenta en Argentina.

Si en la Argentina gobernada por el desarrollista Arturo Frondizi las cachiporras pueden verse como una metonimia de las organizaciones de defensa comunitaria, la lanza tacuara utilizada por los gauchos de las provincias opuestas a la élite de Buenos Aires en las guerras civiles del siglo xix tenía una función parecida como símbolo de la extrema derecha nacionalista. El Movimiento Nacionalista Tacuara alcanzó su mayor desarrollo entre 1958 y 1964, y se destacó por sus acciones violentas contra argentinos judíos y militantes de izquierda. Su ideología mezclaba el falangismo español, el revisionismo histórico antiliberal, el antisemitismo católico del sacerdote Julio Meinvielle, y el comunitarismo del nazi francés Jaime María de Mahieu, que criticaba la propiedad privada y la plusvalía. Esta abigarrada cultura política, más la promesa de acciones directas, atrajo a varios jóvenes en busca de un movimiento antisistema.

La incorporación a Tacuara de militantes de perfil plebeyo y afinidades peronistas provocó tensiones y rupturas, que en algunos casos provocaron un giro a la izquierda y el abandono del antisemitismo. Irónicamente, algunos veteranos de Tacuara y de los grupos de autodefensa judíos, que habían estado en veredas opuestas en la década de 1960, se unieron a las guerrillas izquierdistas de los años setenta. Todos compartían lo que el sociólogo Richard Fenn, como se menciona en la introducción, llama “la sensación catastrófica de que el tiempo se agota”, la urgencia de actuar, de ahí el mandato de sacrificar la propia vida y la legitimidad de arriesgar o quitar la vida del otro, en nombre de la patria, la revolución o de evitar un nuevo genocidio. El libro de Raanan Rein es una contribución notable para tener una visión más amplia y compleja de esa historia.

Esteban Campos (Universidad de Buenos Aires)

Índice de títulos reseñados

Abello Verano, Ana: Poéticas de lo fantástico en la cuentística española actual (Karla Paola Cabrera Acuña) 290

Aguilar Dornelles, María Alejandra: Entre el bronce y el olvido. Heroísmo y afrodescendencia en Colombia, Brasil y Cuba (Cristina Beltrán) 299

Albarrán Caselles, Olga: (Pro)creación. Escritura y maternidad en la España contemporánea (Jéromine François) 286

Álvarez Méndez, Natalia (ed.): Radiografías de la monstruosidad insólita en la narrativa hispánica (1980-2022) (Karla Paola Cabrera Acuña) 290

Baigorria, Osvaldo / Néstor Perlongher, Néstor: Un barroco de trinchera. Cartas (1977-1986) (José Antonio Paniagua García) 311

Biersack, Martin: Geduldete Fremde. Spaniens Kolonialherrschaft und die Extranjeros in Amerika (Adrian Masters) 337

Brown, Katie: Writing and the Revolution: Venezuelan Metafiction 2004-2012 (Miguel Gomes) 315

Caro Cancela, Diego: “Cantad alto”. Cultura y antifranquismo en Andalucía (1965-1976) (Carlos Larrinaga) 331

Corinealdi, Kaysha: Panama in Black. Afro-Caribbean World Making in the Twentieth Century (Mario Faust-Scalisi) 341

Cucalón Vela, Diego: De la conspiración al poder y del poder a la nada. El Partido Radical Socialista (1929-1933) (Carlos Larrinaga) 323

De la Riva-Agüero y Osma, José: Paisajes peruanos (Jean Christian Egoavil) 308

Eaude, Michael: Arturo Barea. Triunfo en la medianoche del siglo (Pablo Rojas) 283

García Funes, Juan Carlos: Desafectos. Batallones de trabajo forzado en el franquismo (Alejandro Pérez-Olivares) 328

García Serrano, Manuel: El ‘Quijote’ en la mudanza de la Edad Moderna (y otros ensayos filosóficos sobre ficción y narración) (Lourdes Albuixech) 269

Haase, Jenny: Vitale Mystik. Formen und Rezeptionen mystischen Schreibens in der Lyrik von Anna de Noailles, Ernestina de Champourcin und Antonia Pozzi (Annette Paatz) 277

Lie, Nadia: La road movie y la counter-road movie en América Latina. Una modernidad ambivalente (Álvaro A. Fernández) 319

Moro, Ángela: Fuera de lugar. La representación del espacio en la narrativa breve de Max Aub y Ramón J. Sender (Fernando Larraz) 280

Rein, Raanan: Cachiporras contra Tacuara. Grupos de autodefensa judíos en América del Sur, 1960-1975 (Esteban Campos) 346

Rivera, Antonio / Mateo, Eduardo (eds.): Justicia, verdad y convivencia. Víctimas y presos en el escenario posterrorista del País Vasco (Raúl López Romo) 334

Romero Salvador, Carmelo: Las elecciones que acabaron con la monarquía. El 12 de abril de 1931 (Sergio Riesco) 325

Sánchez Zapatero, Javier (ed.): La Trinchera Universal. Los voluntarios internacionales y la literatura de la Guerra Civil española (Volker Jaeckel) 275

Serrano López, Federico Guillermo: Niñas y niños vigilados. La preparación para la sexualidad en Colombia y España en la primera mitad del siglo xx (Catherine Aristizábal B.) 344

Valero, Silvia / Santos García, Emiro: Manuel Zapata Olivella. Hacia una medicina nacional en el Pacífico colombiano (Sara Carini) 304

Windus, Astrid: Mythen, Bilder, Objekte. Zur Kommunikation religiösen Wissens in einer andinen Kontaktzone. Carabuco, 17.-18. Jahrhundert (Roland Schmidt-Riese) 340

 

 

 


1 Todas las traducciones son mías, A. P.

2 Adolfo Sánchez Vázquez. 2022. A tiempo y destiempo. Antología de ensayos. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, p. 570.

3 Pablo Rojas. 2023. “Entresijos editoriales de la primera versión castellana de La forja de un rebelde de Arturo Barea”. Cuadernos para la Investigación de la Literatura Hispánica, nº 49: 257-289.

4 A modo de ejemplos de este tipo de trabajos, véanse V. Capote Díaz. 2021. “La literatura escrita por mujeres hoy: aproximación a su recepción y notas preliminares a un fenómeno incipiente. El caso de Colombia”. Kamchatka. Revista de Análisis Cultural, 17: 453-473; V. Sández, Laura V. 2022. Cuba: emociones y ficciones políticas. Culturas emocionales en clave feminista y sexológica dentro del Período Especial. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert.

5 Cita otras autoras de ascendencia a africana que participaron en Minerva (1888, La Habana), Úrsula Coimbra de Valverde, África Céspedes, María Ángela Storini, Lucrecia González Consuegra, Pastora Ramos, María Cleofa, Onatina y Catalina Medina (198).

6 Todas las cursivas de las referencias y citas son de Wiesse.

7 En efecto, los editores Adrián Cangi y Reynaldo Jiménez apuntan en el volumen Papeles insumisos: “Perlongher pensaba realizar un libro sobre Lezama Lima que finalmente se diluyó en un conjunto de artículos estratégicos” (p. 240).