DOI: 10.18441/ibam.25.2025.88.253-309

 

 

 

 

RESEÑAS IBEROAMERICANAS

IBEROAMERICAN REVIEWS

Fernando J. Pancorbo / Xosé Manuel Dasilva / Lisa Moreno-Mendez / Mario de la Torre-Espinosa / Inmaculada Plaza-Agudo / Antonio Cajero Vázquez / Iñaki Tofiño / Guillermo González Hernández / Carla Miñana Just / Zaida Godoy Navarro / Rossana Campodónicoç / Carlos Larrinaga / Julio de la Cueva Merino / Pedro Barruso Barés / Guillermo Antuña / Andrea Botto Stuven / Sergio Alejandro Rengifo Niño

1. LITERATURA IBÉRICAS: HISTORIA Y CRÍTICA

Ruth Fine y Susanne Zepp (eds.): Jewish Literatures in Spanish and Portuguese. A Comprehensive Handbook. Berlin/Boston: De Gruyter 2022 (Serie De Gruyter Reference). 678 páginas.

La publicación de este volumen es, además de una gratísima noticia, una contribución fundamental para los estudios sefardíes y disciplinas afines, ya que permite una visión más completa de la historia. Aunque este campo sigue siendo minoritario y ajeno a la historia de España y Portugal, el libro llena un vacío académico al analizar comparativamente las literaturas judías en el ámbito hispánico y lusófono. Examina la evolución de los estudios sobre tradiciones judías en los estudios románicos, desde la fusión del hebreo con lenguas romances hasta el impacto cultural de las interacciones entre judíos, cristianos y musulmanes. Su enfoque transnacional desafía visiones aislacionistas, incorporando la historia judía a la narrativa global.

El manual adopta un enfoque integrador que considera la literatura como un espacio de negociación cultural. Bajo el subtítulo A Comprehensive Handbook, ofrece un análisis introductorio, pero riguroso, proporcionando herramientas heurísticas para estudiar la pertenencia cultural y sus correlaciones. Organizado en cinco bloques cronológicos, abarca desde la Edad Media hasta la actualidad, reflejando la evolución del legado judío hispano-portugués en sus aspectos culturales, sociales, religiosos, legales y materiales. Fine y Zepp han logrado articular una obra que facilita el estudio de la literatura de conversos y sefardíes en distintos contextos nacionales y continentales.

El primer bloque está consagrado a las “Medieval Constellations”, centrado en la rica e influyente producción literaria de los judíos en la península ibérica medieval, así como en el contexto histórico en el que floreció. Inaugura este apartado el capítulo a cargo de Rica Amrán, “Jewish and Converso History in Medieval Spain: The Castilian Case” (pp. 17-38). A lo largo de estas páginas, la investigadora ofrece un panorama sucinto en el que expone las principales claves para comprender la historia judía medieval en la península, prestando especial atención a las lagunas que han dejado la mirada unidireccional que se ha aplicado a este aspecto concreto, las contradicciones y marcadas diferencias existentes en el escenario ibérico. Buena muestra de ello lo da en puntos concretos como el dedicado a los judíos durante la época de la España musulmana, su situación entre los cristianos del norte, en las tierras de Navarra, de Aragón, y, de manera más concreta, en Castilla. Este amplio marco le da pie a concentrarse en el estudio de la sociedad judía en la España medieval, la situación de las aljamas, el funcionamiento de las tasas, la justicia y las relaciones sociales, teniendo presente la relativa condición de “minoría” religiosa en este contexto. Alejada de la visión idealista de la “convivencia” entre sectores de diferentes credos, Amrán expone las causas que dieron lugar “al problema converso”, entre 1391 y 1492, épocas de paroxismo antijudío en España y el consecuente dictado de la Sentencia estatuto de 1449. Una de las cuestiones más atractivas de este capítulo es la visión contrastiva de los pensadores antes y después de la promulgación de los estatutos de pureza de sangre de Pedro de Sarmiento, trayendo a la memoria las postulaciones de, entre otros, Vicente Ferrer, frente a las de sus detractores, como R. Yosef Albo, Shem Tob ben Shem Tob o Salomón Alami; y, en el caso contemporáneo a la Sentencia estatuto, pensadores como Fernán Díaz de Toledo, Juan de Torquemada o Alonso de Cartagena. En sí, en esta primera contribución se exponen las causas por las que la situación de los judíos de la península ibérica llegó a ser equivalente a la que sufrían sus correligionarios en Francia, Inglaterra o Alemania. En el segundo trabajo, “The Poetry of Sefarad: Secular and Liturgical Hebrew Verse in Medieval iberia” (pp. 39-54), Yehoshua Granat ofrece un acercamiento a lo que se conoce como la “Edad de Oro” de la poesía hebrea ibérica durante el período andalusí. Se trata de una larga tradición literaria en la que las influencias de poesía árabe en la hebrea tuvieron como resultado el surgimiento de una herencia cultural sin precedentes, cultivada por eminentes polímatas como Samuel Ha-Nagid, Salomón ibn Gabirol, Moisés ibn Hezra o Judah ha-Levi. El interés principal del estudio de Granat reside en recorrido global que ofrece en relación a la sublimación y evolución del verso hebreo postbíblico, tanto en materia secular como en materia religiosa, prestando especial atención en este último caso a un aspecto tan concreto y determinante para el correcto mantenimiento y modo de profesar la fe judía como era la poesía litúrgica (פיוט, Piyyut) en el contexto ibérico. El tercer estudio, “The kharadjāt” (pp. 55-80), realizado por Georg Bossong, se complementa de manera natural con el precedente, ya que ofrece un estudio sobre las muwaššaat (موشحات, “moaxajas”), y, más concretamente, de las khardjāt (خرجة, “jarchas”), los versos de “broche” que cerraban las moaxajas. Se trata de un elemento poético que ha suscitado un gran interés entre los filólogos, ya que representan los poemas más antiguos conocidos en lenguas iberorrománicas, más concretamente, en mozárabe, aunque es preciso recordar que las primeras jarchas que se conservan estaban escritas en hebreo. En su estudio, Bossong presenta una descripción de este género poético de la edad dorada de la literatura hebrea postbíblica en el contexto andalusí y cuya tradición resume de manera concreta en las siguientes palabras: “In general the khardja is set off from this frame by its language, be it colloquial Arabic, be it a completely different language. In the context of al-Andalus, this completely different language was the Romance vernacular” (p. 58). Resulta especialmente ilustrativo el estado de la cuestión que realiza en torno a “The importance of the kharadjāt for Philological Research”, pues la tradición académica ha volcado buena parte de sus esfuerzos para arrojar luz sobre estas composiciones desde diferentes perspectivas filológicas e, incluso, históricas. Más allá, de especial interés resulta también la exposición de algunos testimonios de estas moaxajas y, por lo tanto, de estas jarchas y de las variaciones que han sufrido, partiendo de uno de sus principales cultivadores, Judah ha-Leví, cuyas composiciones significaron un punto de inflexión en esta tradición poética y, sobre todo, en la influencia hebrea en las kharadjāt. Cierra este primer bloque el capítulo de Óscar Perea-Rodríguez, “Jews and Conversos in Spanish Cancioneros and Portuguese Cancioneiros (c. 1350-1520)” (pp. 81-153), analizando el concepto de “convivencia” en la España premoderna. A través de estos textos, desmonta la visión idealizada o blanqueadora de una coexistencia pacífica entre credos, defendida por autores como Menéndez y Pelayo, entre muchos otros. El capítulo contextualiza el origen y función de estos cancioneros, destacando dos opuestos pero fundamentales: el Cancionero de Juan Alfonso de Baena, vinculado a conversos, y el Cancionero de Palacio. Examina la evolución de la comunidad judía bajo Enrique IV y los Reyes Católicos, reflejada en estas obras como testigos de la inestabilidad social y religiosa. El análisis culmina con el Cancionero general de Hernando del Castillo y el Cancioneiro Geral de Garcia de Resende, que evidencian el impacto de la expulsión de los judíos y la Inquisición. Perea-Rodríguez muestra cómo estos poemas, lejos de ser meros textos filológicos, funcionan como fuentes historiográficas clave para desmontar el mito de la “convivencia” en la España medieval y moderna.

El segundo bloque está dedicado a los “Early Modern Contexts”. Comienza con un trabajo realizado a cuatro manos por James Nelson Novoa y Carsten L. Wilke, titulado “1492-1700: Early Modern Iberian-Jewish Cultural History” (pp. 157-184). Este capítulo ofrece una visión global de la diáspora sefardí desde la expulsión de los judíos de la península ibérica hasta el siglo xviii. La red transnacional sefardí trasladó su núcleo de Toledo y Lisboa a ciudades como Ámsterdam o Livorno, contrastando con la realidad de quienes permanecieron en la península. Algunos historiadores ven la resistencia de los judeoconversos como una muestra de la fortaleza del legado judío, mientras que otros lo consideran un fracaso de asimilación. La modernidad temprana fue una época de persecución, pero también de adaptación y reconstrucción identitaria, redefiniendo la comunidad judía en términos de herencia cultural y lazos ancestrales. La conversión forzosa de 1497 y el exilio generaron una identidad híbrida y marginal. Los sefardíes migraron y se reorganizaron social y políticamente sin perder sus raíces, manteniendo vivo su legado cultural a través de la memoria colectiva. Con el tiempo, Sefarad se convirtió en un símbolo idealizado, que reflejaba la distancia entre los exiliados y su origen. Este proceso se evidencia en las diferencias entre las comunidades sefardíes de Europa occidental y oriental, Norteamérica y América Latina. Tras este marco general ofrecido por Novoa y Wilke, vienen dos trabajos de carácter más específico, el primero de ellos, de Juan Diego Vila, centrado en el estudio de los “Converso Spectres: The Lessons and Challenges of Spanish ‘Golden Age’ Prose” (pp. 185-221). El autor pone en jaque la visión esencialista aplicada a la literatura de conversos, proponiendo, como alternativas, la “marginalidad invisible” y la idea de “espectralidad”. Con respecto a este último aspecto, Vila subraya la silenciada importancia que tuvieron los escritores conversos en este contexto y, de manera constatada, en la historia canónica de la literatura española. Para ilustrar estas ideas, el investigador opta por extraer la esencia de dos textos que, a la luz de lo que expone, merecen aún seguir siendo investigados en profundidad: La lozana andaluza y el Guzmán de Alfarache. Basándose en estos casos, Vila desarrolla un enfoque teórico en el que la espectralidad adquiere un rol fundamental, poniendo en entredicho la rigidez de las identidades y destacando la necesidad de replantear los límites culturales, étnicos y religiosos. Desde esta perspectiva, enfatiza que la producción literaria de los autores conversos representa un fenómeno diverso y polifacético, una red textual compleja e imprescindible dentro del corpus literario hispánico. Por su parte, Joachim Küpper, “From the Iberian Peninsula into the World: Leone Ebreo’s Dialoghi d’amore and the ‘Occidental’ Concept of Love” (pp. 221-250), tras una breve reseña sobre la vida de Leone Ebreo y un repaso de las ediciones de su obra, analiza la evolución del concepto de amor en la tradición occidental. Su estudio reflexiona en torno a cómo Dialoghi d’amore se distancia de las restricciones filosóficas y religiosas tradicionales, consolidándose como un texto clave del pensamiento judío medieval y moderno. En él confluyen tres elementos fundamentales: una visión desacralizada del lenguaje, una postura no normativa sobre la sexualidad y una revalorización de la monogamia. El profesor Harm den Boer ofrece un extenso mapa conceptual y genérico de la literatura sefardí en la Europa occidental entre los siglos xvi y xvii en un capítulo titulado “The Literature of the Western Sephardim” (pp. 251-295). El especialista propone una visión general y actualizada de lo que ha de entenderse como una introducción a la historia de la literatura sefardí en la Edad Moderna. Resulta interesante que, además de hacer una revisión bastante completa de cuáles eran los géneros más cultivados entre los sefardíes occidentales, Den Boer atiende también a aspectos ligados a la recepción de estas obras, a su control ideológico por medio de la censura talmúdica o, en un aspecto más cercano a su credo, al uso de las fuentes sagradas en sus respectivos textos. Sin duda, se trata de un acercamiento de obligada consulta para entender mínimamente cómo funcionaba el entramado cultural de estas comunidades de la Europa occidental, sobre todo en la floreciente Ámsterdam, y cuál llegó a ser el impacto de la producción literaria surgida en estos círculos, así como en aquellos enclaves por los que fue proliferando el asentamiento de comunidades correspondientes a la llamada Nação, tanto en el Viejo como en el Nuevo Continente. De hecho, de esta cuestión da buena cuenta el trabajo de Margalit Bejarano en su capítulo “Jews in the History and Culture of the Caribbean” (pp. 297-313). A menudo olvidado, estos judíos exiliados se convirtieron en una suerte de embajadores culturales y religiosos de excepción, ya que, si por un lado bien es cierto que su confesión les obligó a dejar su tierra, por otro, es necesario recordar que la gran mayoría de ellos tenía una codificación cultural y respondían a unas tradiciones propiamente ibéricas, exceptuando su religión. En el caso del Caribe, los judíos que llegaron procedían, fundamentalmente, de comunidades de “nuevos judíos” de origen español o portugués, como la de Londres o la de Ámsterdam, donde adquirieron una posición social de marcado elitismo. La diferencia es que, si en los territorios europeos llegaron a tener una consideración directamente proporcional a la de los cristianos, en las tierras caribeñas gozaron aún de mayores privilegios al ser considerados pertenecientes a la “casta blanca”. Se trata de una época de esplendor en la que las redes de los judíos hispano-portugueses fueron fundamentales en la construcción de una identidad común entre pequeñas comunidades dispersas en colonias que pertenecían a diferentes países europeos. La uniformidad religiosa se alcanzó mediante la aceptación de la autoridad espiritual de Ámsterdam, comunidad de referencia con la que mantenían una directa relación, en parte gracias a numerosos matrimonios entre familiares que fortalecían estas redes. El portugués y el español fueron elementos centrales en la formación de la identidad de los sefardíes. Además de su uso como lenguas coloquiales que facilitaban la interacción entre las comunidades dispersas, fueron incorporados a los libros de oraciones, consagrándose, así, como parte del legado religioso de los sefardíes caribeños. Esta realidad no duraría demasiado, ya que, si el siglo xvii puede considerarse como el paroxismo de estas comunidades sefardíes en Caribe, la siguiente centuria se traduciría en su más claro declive debido a las diferentes crisis económicas, migratorias y la disminución del impacto de la religión en las sociedades.

En sí, este segundo compendio de trabajos centrados en la realidad histórica y cultural de los judíos hispano-portugueses durante la modernidad representa un mapa general considerablemente amplio para un primer acercamiento en relativa profundidad a esta temática.

“The Eighteenth and the Nineteenth Centuries” constituye el tercer bloque de estudios y da una continuidad totalmente coherente al volumen en su perspectiva cronológica y, por supuesto, temática. Inaugurado con el trabajo de Tamir Karkason, “The Iberian Diasporas in the Eighteenth and Nineteenth Centuries” (pp. 319-351), a lo largo de sus páginas, la estudiosa presenta las principales tendencias de la literatura sefardí de los siglos xviii y xix, escrita principalmente en ladino (judeoespañol) y en hebreo, desde una perspectiva panorámica, a la vez que ofrece un perfil del público al que estaba destinada esta literatura. No todos los géneros de la creatividad literaria sefardí pueden incluirse en esta discusión, especialmente en el caso del siglo xix, cuando el corpus de ladino se expandió significativamente. Este capítulo busca identificar los géneros más destacados de esta literatura en términos tanto de cantidad como de calidad. En los siglos xviii y, aún más, xix, la mayor parte de la literatura sefardí fue escrita en ladino en lugar del hebreo, lengua de alto estatus. Por lo tanto, la literatura en ladino estuvo al alcance de un público sefardí más amplio que no sabía leer en hebreo. A partir del siglo xviii, la literatura en ladino comenzó a atraer a un público más amplio que nunca, tanto por la expansión del uso de la lengua vulgar como por la diversificación de los géneros literarios, acompañada del fortalecimiento de sus tendencias popularizadoras. Por su parte, en su capítulo “Conversos of Jewish Origin in Colonial Hispanic America” (pp. 353-373), Aliza Moreno expone las diversas circunstancias históricas que llevaron a los primeros “cristianos nuevos” a llegar a América durante la época colonial. Moreno aborda diferentes aspectos clave que iluminan las características de este fenómeno, tales como el papel de la Inquisición en la recopilación de información sobre las comunidades conversas, las diferencias en las actitudes hacia los conversos en América en comparación con la península (por ejemplo, la menor relevancia de la ‘pureza de sangre’ en el Nuevo Mundo), o las razones detrás de la llegada de los conversos al continente americano y su distribución geográfica. En síntesis, este trabajo es una llamada de atención que invita a investigar la historia de los conversos en la América hispánica teniendo en cuenta las diferencias y los contextos propios a cada uno de los casos, y no aplicando una visión general.

La colección de textos que componen el bloque dedicado a la literatura judía durante el siglo xx (“The Twentieth Century”) ofrece un panorama realmente variado de la realidad literaria judía en los diferentes espacios en los que había una presencia sefardí. Este bloque lo abre Silvia Schenkolewski-Kroll con “The Twentieth Century in Iberian and Latin America History” (pp. 375-416). Más allá del repaso historiográfico relativo a los judíos peninsulares y a los asentados en América, la autora da las claves para entender el resurgimiento de comunidades de sefardíes tanto en España como en Portugal y las pone en contraste con la situación propia de otros países hispanoamericanos, como es el caso de Chile, Argentina, Uruguay, Méjico o, incluso, Brasil, no solo a nivel social, sino también económico y legal y, sobre todo, en relación a cuáles son las tendencias religiosas que tienen lugar en cada uno de los casos. A partir de este gran marco, se ofrecen capítulos que afinan y profundizan la visión en cada uno de los escenarios en los que se fija Schenkolewski. Véase el caso del trabajo de Daniela Fesler, cuya contribución dedicada a las “Contemporary Jewish Literatures of Spain” (pp. 417-432), recupera y pone en valor la importancia y la impronta que dejaron en la literatura española, así como en la universal, autores de la talla de Rafael Cansinos Assens, Solly Wolodarsky o Esther Bendahan Cohen. Una de las cuestiones más interesantes de este trabajo es que, por medio de las obras de estos tres escritores, se entenderán las diferentes formas de entender el pasado y el presente del judaísmo en España y las diversidades que entrañan, haciendo ver que no solo existe una sola vía para profesar la fe mosaica y, aún menos, de representarla. Si esto pasa en España, qué no sucederá en el plano internacional, tanto a nivel religioso, como cultural y lingüístico. De ello habla Ilan Stavans en su trabajo, “Mapping Twentieth Century Sephardic Literature” (pp. 433-446). Uno de los aspectos más relevantes de su estudio reside en una idea anteriormente expuesta en algunos trabajos previos, como es el concepto de “aterritorialidad”, lo que sirve, por otro lado, para preguntarse qué es lo que hace a la literatura judía moderna ser “literatura”, ser “judía” y ser “moderna”. Más allá, Saúl Kirschbaum y Berta Waldmann, en “Jewish-Brazilian Literatures” (pp. 447-474), ofrecen una visión concisa de las literaturas judías brasileñas del siglo xix y, especialmente, del siglo xx. Este trabajo presenta una amplia y representativa selección de autores y obras que ilustran la gran diversidad y amplitud de la escritura judía en Brasil, realizando además un razonamiento del corpus de textos literarios que les permite llegar a una conclusión clara: la mayor parte de estas obras está estrechamente entrelazada con la historia social y política de Brasil, pero difícilmente puede ser capturada por los parámetros de una historiografía literaria nacional. El corpus presentado por Waldmann y Kirschbaum deja claro que la especificidad de estos textos radica en la forma en que traducen las experiencias históricas de migración, el translingüismo y la diversidad cultural en técnicas literarias. Desde esta perspectiva, resulta evidente el enorme potencial de la diversidad de las literaturas judías brasileñas para reconfigurar la historia literaria brasileña en su conjunto. De hecho, el capítulo sugiere integrar preguntas sobre el multilingüismo y las diversas formas de pertenencia con mayor fuerza en la percepción de las literaturas brasileñas. Especialmente acertada me parece la inclusión del capítulo dedicado a las “Jewish-Mexican Literatures: Ashkenazic Tradition and Culture” (pp. 475-521), no solo por la contribución a la visualización de una literatura que solo empezó a tener cierta presencia a partir de la década de los setenta del siglo pasado, sino porque, además de plantear un estudio estimulante y sugerente, sirve para plantear el contrapunto con el que le sigue desde el punto de vista religioso, a cargo de Jacobo Sefamí, centrado en la “Sephardic Writing in México” (pp. 523-546). Ambos trabajos cuentan la realidad judía desde dos perspectivas diferentes, lo cual enriquece de manera considerable esta revisión. Cierra este compendio el estudio de Saúl Sosnowski, en el que da detalle de las “Jewish Literatures from the Río de la Plata Region (Twentieth Century)” (pp. 547-579). El enfoque del capítulo se centra en los textos escritos en los espacios urbanos de Buenos Aires y Montevideo, examinados desde diferentes generaciones de escritores, cada una de las cuales aborda la experiencia histórica judía en sus textos de manera diferente. Además de este eje cronológico de análisis, partiendo de los primeros autores de este “canon” (Gerchunoff, Tiempo, Grünberg, Eichelbaum), el capítulo también incluye un eje temático que no solo ofrece una visión general, sino un panorama comparativo de este campo literario, acentuado según los temas clave de los autores. Presenta, además, una serie de textos en los que se reflexiona sobre las relaciones entre Israel y la diáspora (Rozitchner, Aguinis, Feierstein); representaciones subversivas de la historia oficial (Bortnik, Rivera, Verbitsky, Viñas); textos de escritores judíos que se centran en cuestiones de pertenencia, integración, asimilación y militancia política (Chejfec, Costantini, Dujovne Ortiz, Goloboff, Cozarinsky, Kohan, Orgambide, Rozenmacher); así como otros ejemplos claramente marcados por la ironía y el humor (Blaisten, Shua, Steimberg, Szichman). Una sección adicional está dedicada a la rica tradición lírica de la región examinada (Futoransky, Gelman, Kamenszain, Pizarnik, Szpumberg y Toker).

El manual se cierra con tres capítulos que abordan distintos enfoques sobre la historia y la literatura judía en Iberoamérica dedicada a los “Contemporary Contexts”, sección en la que se da muestra de las nuevas tendencias literarias, concretamente, en escenarios latinoamericanos durante los primeros años del siglo xxi. Leonardo Senkman, en su “Historiography and Literary Essays on Latin American Jews in the New Millennium” (pp. 581-602), ofrece un análisis exhaustivo de la historiografía judía, destacando la evolución de la investigación en el tema y los debates epistemológicos más relevantes. Su enfoque transnacional resalta la compleja interacción entre la historia individual y colectiva en los estudios judíos. Por su parte, Dieter Ingenschay, en “Contemporary Jewish Narrative in Twenty-first Century Latin America” (pp. 603-626), examina la literatura judía contemporánea en América Latina, destacando la diversidad de representaciones de la experiencia judía y su integración en debates teóricos y metodológicos actuales. Su selección de textos, organizada en torno a conceptos clave como la autoficción y la crítica a la religión, permite comprender el papel de estas narrativas en la evolución de la teoría cultural propia de este marco general. Finalmente, Florinda Goldberg, en un trabajo titulado “Writing Cuban Belonging through Jewish Eyes” (pp. 627-643), analiza la representación de la identidad judía en la literatura cubana contemporánea. Su estudio de caso sobre autores como Abilio Estévez y Wendy Guerra resalta cómo las cuestiones de pertenencia y herencia han sido centrales en la exploración de la historia cubana desde los años sesenta.

El lector familiarizado con los estudios judíos, ya sea desde la perspectiva histórica, literaria, filosófica, o de la historia de las ideas, podría acusar la falta de mención de determinados autores, de determinadas obras o de ciertos hitos históricos. No obstante, a mi entender, este mango manual no está dirigido a dar a conocer una tradición literaria que, incluso hoy en día, sigue siendo denostada, que sigue ocupando un lugar claro fuera del “canon”. Realmente, considero que era necesaria la publicación de un volumen de esta naturaleza para, por un lado, paliar una consabida miopía académica que no parece dejar ver más allá de lo dictado incluso a comienzos del siglo xx como imprescindible o prescindible –cuando no censurable, según diferentes puntos de vista– y, por otro, para levantar ciertas barreras que, bien por poco conocimiento, bien por reticencias y etiquetas que incluso datan de épocas medievales, han condenado a la oscuridad a buen número de autores.

Creo que este manual, de constatable rigurosidad y gusto, debe ser una referencia obligada para quienes comienzan su inmersión en la literatura judía española y portuguesa, así como totalmente recomendable para un público más amplio.

Fernando J. Pancorbo
(Swiss National Science Foundation / Universität Basel)

Antero de Quental: Zara. Edição poliglota. Organização, posfácio e notas de Andrea Ragusa. Lisboa: Edições do Saguão 2022. 160 páginas.

La composición Zara encierra una singularidad específica en el patrimonio literario portugués. Configurada únicamente por ocho versos, fue escrita por Antero de Quental, en forma de epitafio, a principios de 1880 a petición de su amigo Joaquim de Araújo, tras el trágico fallecimiento de la hermana de este, Zara Margarida, con solo quince años. Transcurridos tres años de la muerte del autor, se llevó a cabo un curioso muestrario de naturaleza políglota en torno al poema. En efecto, se reunió en 1894 una serie de versiones en cuarenta y siete idiomas, algunos de ellos con más de una propuesta, realizadas por setenta y un traductores. El extenso catálogo de lenguas abarcaba una representación plural proveniente de diferentes geografías, desde modalidades mayoritarias hasta expresiones no oficiales.

Este volumen constituye, en esencia, una reedición de aquella entrega. En cuanto a su diseño, se abre con una “Nota à presente edição” donde está expuesta con estimable detalle la historia del texto. Por lo que se señala, se dio a conocer por primera vez en una tirada reducida estampada por la Imprensa Portuguesa el año en que fue creado. Después se integró, prácticamente al mismo tiempo, en los volúmenes Cadências Vagas (1892), organizado por Joaquim de Araújo, y Raios de Extincta Luz. Poesias inéditas (1859-1862) (1892), preparado por Teófilo Braga, ambos de Antero de Quental. Aparte de comparecencias aisladas de algunas de las versiones, enumeradas de modo pormenorizado, el recorrido del libro tuvo principio, como ya se apuntó, en la edición de 1894, con una tirada de 280 ejemplares, de condición no venal y distribuida entre un selecto círculo de amistades.

Una segunda edición, idéntica exactamente a la primera, vio la luz en 1925, con una tirada en esta ocasión de 500 ejemplares, de igual manera al amparo de la Imprensa Nacional. Todavía en 1943, dentro de la colección “Obras de Antero de Quental”, el sello lisboeta Couto Martins ofreció la tercera edición, con la particularidad de que las versiones surgían a lo largo de sus páginas dispuestas por lenguas con arreglo a un riguroso orden alfabético, sin sujetarse a la clasificación primigenia. Hasta ahora, la última reproducción de Zara fue la patrocinada por el Parlamento de Galicia en 2016, que se acompañó con una breve nota de Xesús Alonso Montero, por entonces presidente de la Real Academia Gallega y verdadero promotor de la iniciativa. En una publicación complementaria, se suministraba un estudio extenso, con el título “Antero de Quental e a súa relación coas letras galegas”, tomando como punto de partida la versión gallega de la pieza, efectuada por el poeta Manuel Curros Enríquez.

A continuación del escrito introductorio mencionado, se proporciona el cuerpo de la editio princeps. Este se halla precedido por unos sucintos apuntes del propio Joaquim Araújo, firmados, en diciembre de 1893, “a bordo do Funchal, em frente da Ilha da Madeira” (p. 18), en los que se otorgaba trascendencia autobiográfica a los versos del poema. Así, luego de caracterizarlos como “quasi obra prima literária, absoluta obra prima de pensamento” (p. 17), se afirmaba que “mostram, em oiro fino, a prodigiosa síntese do juízo definitivo que o Poeta consagrou às sangrentas pugnas que, de roldão, lhe andavam avassalando o ânimo” (p. 17). Por otro lado, Araújo calificaba la compilación sin ambages como “a mais formosa Antologia de versões, que uma poesia portuguesa tem conquistado” (pp. 17-18).

La novedad importante de esta reciente propuesta editorial estriba en la suma de apéndices que inserta, ya que contribuyen en grado valioso a alcanzar una mejor percepción de la fortuna variada de Zara. De esta suerte, el “Apêndice primeiro” provee un pequeño repertorio de versiones recogidas por el filólogo italiano Emilio Teza, las cuales salieron en la ciudad de Génova, bajo la designación Zara. Versi scritti da Anthero de Quental, en 1895. Junto con una nota preliminar del responsable, se añadían aquí doce versiones nuevas, sobre todo en dialectos italianos, además de otras dos en italiano. Es oportuno indicar que Teza acometió un sugestivo estudio de índole traductológica sobre las soluciones obtenidas en un amplio catálogo de lenguas por las dos estrofas del texto fuente, sobre todo desde el punto de vista de la apariencia externa.

Seguidamente, el “Apêndice segundo” aporta cinco versiones adicionales extraídas de la “Bibliographia Antheriana”, suscrita por Joaquim de Araújo, que consta en la entrega In Memoriam. Anthero de Quental, editada en Oporto en 1896. Los moldes de llegada son en este caso el montenegrino, el ruso, el armenio tanto antiguo como moderno y el hebreo. Esto da clara prueba, por supuesto, de la voluntad firme de acrecentar en la medida de lo posible el inventario de versiones, ya de por sí bastante extenso. Por último, el “Apêndice terceiro” brinda la partitura o, según la denominación original, “Ilustração musical”, con el título Zara (Epitaphio para uma creança), compuesta por Francesco de Lacerda, que se difundió en la revista Contemporânea, de Lisboa, a finales de 1922.

En este nuevo tomo, también es relevante el ensayo final “Poliglotismo finisecular”, elaborado por Andrea Ragusa. Se trata de un meritorio esfuerzo por contextualizar, desde un ángulo sobre todo ideológico, la laboriosa tarea que desembocó en la confección de Zara. En tal sentido, conviene traer a colación empresas de impulso semejante afrontadas por aquella época. Por ejemplo, hay que citar especialmente Alma minha gentil... (1886), alrededor del famoso soneto de Camões que arranca con esas palabras, organizado por el bibliógrafo Xavier da Cunha, que ocuparía el cargo de director da la Biblioteca Nacional de Portugal. Él se responsabilizó unos pocos años más tarde de otro conjunto análogo, en esta oportunidad a propósito de las célebres “Endechas a Bárbara escrava”, de autoría asimismo camoniana, con el título Pretidão de amor (1893).

Por cierto, es oportuno recordar que el epitafio “Zara” figura con cinco versiones al castellano. Tres corresponden, por orden de aparición, a los españoles Luis Vidart, Nicolás de Goyri y Gaspar Núñez de Arce, y dos al peruano Ricardo Palma y el cubano Francisco Sellén. En otros formatos peninsulares, se registran traducciones al catalán, mallorquín, asturiano y, como se avanzó con anterioridad, gallego. Por lo demás, resulta necesario hacer referencia al papel del crítico literario y escritor Rafael Altamira como recolector de todas estas versiones, conforme se consigna explícitamente.

Antes de terminar, es justo poner de relieve una vez más el interés notable que atesora esta edición de Zara, puesto que por el completo abanico de materiales auxiliares que incorpora cabría considerarla de carácter definitivo.

Xosé Manuel Dasilva
(Universidade de Vigo)

Carolina Pecharromán: Las primeras periodistas (1850-1931): profesionalización y activismo en España, Francia y Reino Unido. Prólogo de Anna Bosch. Sevilla: Renacimiento (Los Cuatro Vientos, 230) 2023. 380 páginas.

La autora de este libro examina la profesionalización de las primeras periodistas, así como el papel que estas desempeñaron en la evolución de la reivindicación de los derechos de la mujer, desde una perspectiva comparatista que contrasta el caso español con Francia y Reino Unido. Carolina Pecharromán, periodista de RTVE, adapta aquí su tesis doctoral defendida en la Universidad Autónoma de Madrid (2022). Su análisis se sustenta en una amplia documentación ante todo compuesta por fuentes hemerográficas, y considera aproximadamente a sesenta periodistas españolas –a las que hay que sumar sus colegas francesas y británicas– desde la segunda mitad del siglo xix hasta el reconocimiento del derecho al voto femenino en España, en 1931.

En la introducción, la autora justifica la pertinencia de la comparación con Reino Unido y Francia, cunas de la Revolución industrial y de la revolución de las ideas. Ambos países albergaron un vigoroso movimiento feminista y ambos influyeron además en el liberalismo español, clave para comprender la historia del periodismo y, más allá, el siglo xix. El segundo capítulo se remonta a la aparición de la prensa femenina en Francia e Inglaterra en el siglo xviii puesto que supuso una apertura a la publicación de contenido firmado por mujeres, cuando anteriormente había sido una excepción. Pecharromán pone de relieve la evolución del tono crítico de las primeras publicaciones francesas respecto del modelo de revista de modas y salones que predominará desde finales del siglo xviii hasta bien entrado el siglo xix. En España, esta prensa femenina se afianzará a mediados del siglo xix con el retorno de los exiliados del liberalismo político.

Las publicaciones destinadas a las mujeres se multiplican en España –aunque las revistas de modas no gozan del mismo éxito que en Francia, y cesan rápidamente– y las escritoras románticas se inician progresivamente en el periodismo, una evolución que aborda el capítulo siguiente. Durante el reinado de Isabel II, Robustiana Armiño, Ángela Grassi, Rogelia León, Faustina Sáez, Pilar Sinués y Joaquina García Balmaseda conforman un canon conservador. En Cádiz, caldo de cultivo del liberalismo, al igual que otro puerto andaluz, Málaga, aparecen los Pensiles de Margarita Pérez de Celis y Josefa Zapata, dirigidos a un público mixto, que se inscriben en la línea del socialismo utópico –tardíamente, en comparación con las publicaciones francesas o inglesas de similar índole– y constituyen un ejemplo de publicaciones protofeministas. Los Pensiles acogerán también la publicación de la serie de artículos más tarde publicados en un folleto titulado La mujer y la sociedad, considerado por algunos el primer manifiesto feminista español y firmado por Rosa Marina, cuya verdadera identidad sigue siendo desconocida.

Pecharromán atiende a la profesionalización de las periodistas desde una amplia perspectiva que toma en cuenta el obstáculo que constituye la falta de educación en los tres países –contra la que muchas voces se alzan en la prensa, y que varias pretenderán paliar, al menos en parte, a través de sus contribuciones–, las demás dificultades a las que se enfrentan y las estrategias a las que recurren. También considera el “acto político” (p. 110) que representa el acceso a una tribuna pública y la labor activista que, en consecuencia, desarrollarán muchas periodistas, abrazando causas variadas; la existencia de redes informales de apoyo, en España en particular, entre las periodistas, independientemente de sus inclinaciones respectivas; la mentoría, el uso de pseudónimos y, en fin, la búsqueda de espacios de socialización. Merece ser destacado el número de publicaciones y periodistas que la autora considera en este capítulo.

A finales del siglo xix, nuevos públicos lectores se fraguan con la aparición de la prensa de masas. Las mujeres se convierten en parte de la ecuación capitalista y la prensa se dirigirá directamente a ellas a través, por ejemplo, de la creación de secciones específicas. En las tres áreas geográficas estudiadas, las revistas femeninas también van a evolucionar en las últimas décadas del siglo, mientras que el boom de la prensa feminista, y en particular sufragista en Reino Unido encontrará ecos más localizados en Francia, con el caso particular del famoso periódico La Fronde. Pecharromán abre también en su estudio una perspectiva trasatlántica al señalar cómo, desde las narrativas abolicionistas hasta la colaboración de periodistas en diarios del Viejo Continente y de América, el “establecimiento de lazos” con América Latina influye en “las dinámicas que se establecen en el desarrollo del periodismo femenino y el feminismo en España” (p. 219), al igual que ocurre en Reino Unido.

Los últimos años del siglo xix marcan decisivamente la profesionalización del oficio de periodista con la fundación de sindicatos y asociaciones de profesionales, de forma general reacios a la integración de las mujeres. Otros espacios, espacios propios, intelectuales o culturales, como el Lyceum Club Femenino, o declaradamente activistas, brindarán a las periodistas una oportunidad de legitimarse y de estar en contacto con sus pares. Por un lado, Pecharromán recuerda lo que ya habían puesto de relieve Amparo Hurtado o Ángela Ena Bordonada, entre otras, en sus trabajos: la labor de las mujeres en la prensa será fundamental para conformar y difundir las características asociadas con la figura de la “mujer moderna” del primer tercio del siglo xx. Por otro lado, la autora señala que, en el sector del asociacionismo feminista, la participación en revistas constituiría en algunos casos “el primer hecho activista” (p. 297) de mujeres que se convertirían en las puntas de lanza de su combate, como Benita Asas Manterola, fundadora de El Pensamiento Femenino y futura presidenta de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, o Consuelo González Ramos, Celsia Regis, quien fundaría dicha asociación después de haber creado la publicación La Voz de la Mujer. El último capítulo del estudio de Pecharromán concluye atendiendo a las distintas manifestaciones ideológicas del feminismo en los sectores activistas de principios de siglo, con un enfoque especial en la antes citada ANME, en la Unión de Mujeres de España de María Lejárraga y en el anarquismo de Teresa Claramunt y Teresa Mañé.

El estudio de Pecharromán obedece al propósito ambicioso de hacer dialogar, en un volumen de limitada extensión, la profesionalización de las periodistas a lo largo de ochenta y un años con el papel que estas desempeñaron en la emancipación de la mujer, en tres países distintos. El libro es denso; la autora maneja un gran número de publicaciones en las que colaboran mujeres, examina el contenido de los artículos que firman, los cargos que desempeñan sus autoras en las redacciones, etc. Algunos elementos de análisis, centrados en el contenido paratextual, como la tipografía o el lugar que ocupan las publicaciones firmadas por las mujeres dentro del ejemplar en el que aparecen, resultan particularmente interesantes, en parte porque son menos frecuentes en los trabajos que reevalúan el canon del periodismo. Si bien cabe destacar la diversidad de los datos analizados, la línea argumentativa se diluye a veces entre historia del periodismo e historia del feminismo, y entre las varias realidades geográficas tomadas en cuenta.

El volumen privilegia el siglo xix, al que dedica seis de sus ocho capítulos, y se cierra con un catálogo de periodistas españolas que registra a cincuenta y nueve mujeres. Son bastantes, pero sin duda no todas, por lo que esperamos que ese censo se vea alimentado en el futuro con los nombres de las muchas periodistas desconocidas que sin duda están aún por rescatar.

Lisa Moreno-Mendez
(Université de Liège)

David Rodríguez-Solás: Performing the Transition to Democracy: Theater and Performance in 1970s Spain. London / New York: Routledge (Routledge Advances in Theatre & Performance Studies) 2024. 172 páginas.

La irrupción del teatro independiente constituye uno de los momentos más revolucionarios y fructíferos de la escena española. Ante un panorama cultural desolador en las tablas, con la repetición de formulismos que se negaban a apostar por propuestas más innovadoras en sintonía con lo que estaba ocurriendo en parte del continente europeo con las vanguardias de mediados del siglo xx, la acción de un grupo de jóvenes con ganas de probar nuevas fórmulas constituyó un acicate fundamental para el desarrollo del teatro. Sin atender a este episodio clave de nuestra escena no es posible entender ni el panorama actual ni la complejidad que encierra en su evolución.

Aunque sus primeras propuestas fueron algo toscas en general, por falta de una formación sólida, con el tiempo y gracias al genio de algunos creadores se fue configurando un repertorio de calidad que terminaría por formar parte del canon de la historia teatral española. Si bien es cierto que estas propuestas han recibido una atención muchísimo menor por parte de la Academia que la producción de otros autores del momento como Antonio Buero Vallejo, lo cierto es que, como demuestra esta monografía, cada vez es más reconocida la transcendencia que este capítulo de la escena española tuvo en el desarrollo de la cultura de este país. En este sentido, el libro Performing the Transition to Democracy: Theater and Performance in 1970s Spain, de David Rodríguez-Solás, supone una valiosa aportación. Primero, porque está en inglés, permitiendo que se dé a conocer la relevancia de este fenómeno de una manera mucho más extensa geográficamente, todo un paradigma muy revelador desde el que afrontar el estudio de la cultura española de finales de franquismo y la Transición. Y, en segundo lugar, por su especial abordaje. Sin elidir lo meramente historiográfico, efectúa un análisis en conexión con cuestiones socioculturales insoslayables para conocer la naturaleza y el modus operandi de estas compañías, nacidas por el deseo de romper con la monotonía y lo insulso de las tablas españolas, enfrentándose, debido a las audacias que presentaban, con impedimentos importantes como la censura dados sus posicionamientos ideológicos contrarios al franquismo.

Ante el tema que aborda este libro, cabe preguntarse qué novedades van a exponerse sobre lo ya publicado previamente. Es cierto que a lo largo de la monografía se constatan lugares comunes, pero estos resultan imposibles de sortear por la necesidad de contextualizar el objeto de estudio. Es por ello por lo que hacen aparición hitos fundamentales para trazar la historia de la escena independiente. Pero, a pesar de ello, el contenido es de excepcional interés, dado que Rodríguez-Solás aporta una lectura sumamente inspirada de la vinculación de este teatro con el cambio sociopolítico que se estaba gestando en el país, y del cual incluso estos teatreros participan generando discusiones de notable calado entre el mundo de la cultura, por ejemplo, ante la censura de algunas obras, o bien entre los migrantes españoles en Europa. Profundiza, de esta manera, en su trascendencia en la cultura y en su relación con las movilizaciones sociales propias de este momento histórico, siguiendo lo que han venido realizando investigadores como Germán Labrador Méndez o Luis Moreno-Caballud en su atención por las formas culturales disidentes del discurso más oficialista.

Para ello se vale de una investigación documental que es complementada con entrevistas a participantes en el teatro independiente español, una metodología clave dado el valor de sus testimonios y la necesidad de conservarlos antes de que desaparezcan estas personas. Así, en el primer capítulo analiza las obras Oratorio, de Teatro Estudio Lebrijano, Quejío, de La Cuadra, y Sol Solet, de Comediants, tres obras paradigmáticas de lo que se estaba produciendo en aquellos años y con una importante proyección internacional; las dos primeras por la irrupción del flamenco para hablar de los jornaleros del campo o los obreros, y la última por usar la calle como espacio público para el uso teatral, con un mensaje de libertad.

El capítulo segundo, por su parte, trata la idea de teatro como comunidad a través de la creación de espacios y proyectos escénicos que facilitarían el desarrollo de estas incipientes compañías, con una concentración de la atención en Madrid y Barcelona, las dos urbes que han recibido mayor atención en los estudios sobre el teatro independiente. Así, Teatre Lliure, Teatre CAPSA, la Sala Villarroel, el Saló Diana o el Grec Festival se instituyeron en plataformas para el lanzamiento en Cataluña de este teatro, acogiendo además propuestas tan vanguardistas como las del Living Theatre. Algo similar sucedería en Madrid con la Sala Cadarso y la Gayo Vallecano, de funcionamiento cooperativista y que recibirían incluso ataques de diverso tipo por su irreverencia respecto al establishment del momento.

El tercer capítulo, y como una de las principales novedades de este trabajo, trata la dimensión internacional de varias de estas compañías siguiendo las tournées de Tábano, Esperpento y Teatro del Mediodía. Rodríguez-Solás explica con claridad la importancia de las giras por diversos países europeos de estas agrupaciones, centrándose en la forma en la que llevaban sus mensajes políticos a los migrantes españoles. Suponía una forma de usar el teatro para reivindicar la libertad tras décadas de opresión franquista, estableciendo una serie de encuentros con el público tras los espectáculos que son recordados con mucho cariño por los actores, ya que les permitían conectar con estas comunidades.

Por último, el capítulo cuarto aborda cuatro ejemplos de relación del teatro de la época con la política del momento, donde el mundo de la escena actuó de forma combativa contra el gobierno de la dictadura o bien sus últimos coletazos en la transición. Comienza narrando la importancia de la huelga de actores, quienes reclamaban unas condiciones dignas para su oficio, y que Rodríguez-Solás interpreta como un momento decisivo al dar lugar a la emergencia de un sujeto político que permitió la colectivización del gremio, lo que supondría otro ejemplo de la contribución del teatro a la democratización del mismo frente a las garras del franquismo. Continúa con el caso de La torna de Els Joglars, con la persecución y encarcelamiento de varios de sus miembros, todo un caso paradigmático de resistencia ante los continuos intentos de mantener el control sobre la cultura por parte de instituciones que continuaron existiendo en democracia, en este caso el estamento militar. Para finalizar, la última cala versa sobre Ocaña, artista queer y todo un ejemplo de la irreverencia que suponía la exhibición de identidades no cisheteronormativas en conjunción con la promulgación de un mensaje liberador para una ciudadanía ansiosa de una apertura política y cultural, y que para mí supone uno de los momentos más emocionantes de esta monografía llena de momentos intensos por la forma briosa del análisis de Rodríguez-Solás. Así finaliza esta valiosa publicación, que supone una lectura inteligente y llena de sensibilidad de este fenómeno teatral y que demuestra la importancia que tuvo para la historia cultural, e incluso política, de España.

Mario de la Torre-Espinosa
(Universidad de Granada)

José Romera Castillo: Antonio Gala a escena. Vigo: Ediciones Invasoras 2024. 230 páginas.

El 28 de mayo de 2023 fallecía Antonio Gala, una de las figuras fundamentales de las letras españolas de los siglos xx y xxi. En el libro que se presenta, José Romera Castillo, catedrático emérito de la UNED y especialista en la obra del escritor cordobés, ofrece una aproximación a su trayectoria con el objetivo, tal y como subraya en el capítulo inicial, no tanto de llevar a cabo un estudio pormenorizado como de “realizar unas breves pinceladas evocadoras” de la misma (p. 14). La perspectiva que adopta, especialmente en el primero de los capítulos, parte, así, de su cercanía personal a Gala, de tal manera que, antes de introducirnos en el estudio de varias de sus piezas y de diferentes facetas de su producción, realiza un repaso por los principales jalones de su amistad con el autor. Estamos, sin duda, ante un enfoque que resulta enriquecedor y complementario del exhaustivo conocimiento que Romera Castillo tiene de la producción literaria y dramática de Antonio Gala, de lo que dan cuenta las numerosas publicaciones que le ha dedicado y que aparecen recogidas al final del volumen: libros, ediciones críticas, artículos, etc.

Para quienes se acerquen por primera vez a la obra dramática del autor, es de enorme interés el apartado tercero del primer capítulo (“Antonio Gala en mi recuerdo”), en el que, bajo el título de “Mis contactos con su teatro”, el crítico parte de su experiencia personal en relación con el teatro del escritor, para trazar un panorama de la evolución de su trayectoria, desde sus primeras obras, escritas y –en algún caso, estrenadas– en pleno franquismo (como Los verdes campos del Edén, 1963, y El sol en el hormiguero, 1966), hasta sus últimas producciones (como Las manzanas del viernes, 1999), pasando por sus estrenos ya tras la llegada de la democracia (con un título emblemático en el marco del teatro histórico como es Séneca o el beneficio de la duda, 1987) y sus incursiones en el teatro musical (Carmen Carmen, 1988, o Cristóbal Colón, 1989, entre otras). Dentro de este primer capítulo, se reproduce un texto teórico de Antonio Gala que resulta fundamental para conocer su concepción del teatro. Se trata de la introducción que escribió, “Pórtico”, para el volumen que Romera Castillo le dedicó, Con Antonio Gala (Estudios sobre su obra) (1996), y en la que reflexiona sobre qué significa para él ser escritor (p. 49). Cierran esta sección un recorrido por otras facetas de la producción literaria del cordobés (poemarios, novelas, ensayos, textos autobiográficos, colaboraciones en la prensa) y algunas consideraciones acerca de la valoración del autor por parte del público y la crítica.

Tras este primer capítulo de carácter general e introductorio, se incorporan otros cinco, cada uno de los cuales está dedicado a una obra del escritor cordobés. El segundo se centra, así, en Ahora hablaré de mí, texto de carácter memorialístico publicado en Planeta en el año 2001, que constituye “una muy buena base para conocer mucho mejor tanto al personaje y a su escritura como al mundo que le [nos] rodea” (p. 100). Tras recoger diversas citas del prólogo en las que Antonio Gala reflexiona sobre la naturaleza de la obra, se presentan las veinticuatro entregas en que se organiza, cada una de las cuales se centra en diversos temas que el escritor aborda desde su perspectiva personal. Resulta, en este sentido, de utilidad la clasificación que propone Romera Castillo, que destaca como especialmente significativos para quienes se dedican al estudio de la literatura y del teatro del autor cordobés los capítulos en que reflexiona, desde una perspectiva metaliteraria y meta-artística, sobre la creación: “Las artes y yo”, “Los escritores y yo”, “Los periodistas y yo”, “Mis lectores y yo” y “Las gentes del teatro y yo”. El investigador resalta asimismo las reflexiones que Gala plantea en Ahora hablaré de mí sobre los textos autobiográficos, concretamente sobre los diarios y los epistolarios.

El tercero de los capítulos se centra en la pieza El caracol en el espejo, escrita en Madrid tras su primer éxito teatral (Los verdes campos del Edén, Premio Calderón de la Barca en 1963 y estrenada con gran éxito en el Teatro María Guerrero) y que, aunque hasta la fecha no se ha llegado todavía a poner en escena, se ha publicado dos veces: la primera editada en 1970 por José Monleón, y la segunda en el volumen Obras escogidas, en 1981. Tras destacar su contenido alegórico y el simbolismo que subyace en el título, Romera Castillo aborda el estudio de la obra atendiendo a cuestiones tales como el espacio, oscuro y opresor, o la construcción de los personajes, de índole genérica y en cuya configuración es perceptible la influencia tanto de los autos sacramentales como del teatro simbolista y experimental del primer tercio del siglo xx. Tras analizar el argumento y referirse al final abierto de la pieza, el crítico termina enfatizando su inclusión en un marco de teatro reflexivo y, en cierto modo, metafísico.

El capítulo cuarto está dedicado a Carmen Carmen, que constituye un ejemplo representativo de la incursión de Antonio Gala en el teatro musical o, como matiza Romera Castillo, se trata más bien de “una pieza teatral con música” (p. 127). Estrenada con gran éxito de público en 1988 y en cartel durante dos años, representa una línea de continuidad con otras obras del escritor cordobés adscribibles al mismo género (como Spain’s strip-tease, estrenada en 1970, o ¡Suerte, campeón! y La Petenera, sin estrenar), a cuyo auge en los años setenta también se hace referencia en el ensayo. En su análisis de la pieza, se incide principalmente en el tratamiento que se da al mito de Carmen, sobre el que se opera un proceso de desmitificación que busca redimirla del tópico (p. 131). En la construcción del personaje, destaca sobre todo su capacidad seductora, su alegría y su hedonismo, que contrastan con el comportamiento de los cuatro amantes, que representan diferentes estamentos de la sociedad y que se dibujan como figuras opresoras que van acabando con lo que denomina su “liberalidad” (p. 136). El análisis se cierra con un breve recorrido por los avatares de la puesta en escena de la obra, de manera que, pese a haber sido escrita varios años antes de su primera representación, encontró diversas dificultades, especialmente en 1978, cuando estuvo a punto de ser llevada a los escenarios.

El capítulo quinto se detiene en el análisis de Las manzanas del viernes, una de las últimas piezas de Antonio Gala, estrenada en 1999. Antes de adentrarse en el abordaje de esta obra, el profesor Romera Castillo hace un somero recorrido por otras facetas de la producción del escritor cordobés en el periodo más reciente, entre las que destacan la poesía, la novela, el relato corto o la preparación de volúmenes recopilatorios de sus trabajos periodísticos. En el análisis de la pieza, se resalta la centralidad del amor –tema que, como también se subraya, tiene una importante presencia en su trayectoria–, al tiempo que se incide en la extraordinaria capacidad de Gala para retratar personajes femeninos. Tras ofrecer un repaso por el argumento de la obra, que gira en torno a una mujer madura que se enamora de un hombre más joven y que tiene un característico final trágico, Romera Castillo realiza algunos apuntes sobre el estilo, cuidado y de extraordinaria belleza. A lo largo del análisis, se incorporan, por lo demás, declaraciones de Antonio Gala que contribuyen a reforzar las diferentes ideas y argumentos que se van planteando.

El capítulo sexto está centrado en la única incursión de Gala en el mundo de la ópera, Cristóbal Colón, estrenada en 1989 y para la que escribió, por encargo de la Comisión Nacional del Quinto Centenario, el libreto. Antes de abordar el estudio de esta obra y dada su temática, se recogen diversas declaraciones del escritor a propósito del descubrimiento de América y su posterior conquista y colonización, y se hace una breve mención a otra pieza en la que aborda esta misma cuestión, Las cítaras colgadas de los árboles (1974), que supone una muestra más del tipo de teatro histórico cultivado por el autor. De enorme interés resulta el recorrido que Romera Castillo traza de la presencia de Cristóbal Colón como personaje en producciones operísticas, así como los pormenores que aporta acerca de la génesis, estreno y recepción de este proyecto, enmarcado en una iniciativa de carácter institucional. El estudio que lleva a cabo del texto es, por lo demás, exhaustivo y detallado y atiende a diversas cuestiones tanto de tipo formal como temático. Entre estas últimas, resaltamos el análisis que hace del personaje de Colón, que, según destaca, es abordado por Gala desde una perspectiva remitificadora en la que le interesa poner énfasis en su configuración como “perdedor, extranjero y judío converso” (p. 199).

En definitiva, en Antonio Gala a escena el profesor José Romera Castillo realiza una valiosa contribución al estudio de la trayectoria dramática del escritor cordobés, que se suma a los numerosos trabajos que le ha dedicado. Desde este punto de vista, a todo lo destacado, cabe añadir la riqueza de las notas que incorpora a lo largo del volumen, que dan cuenta de numerosas referencias bibliográficas, así como de datos acerca de las fechas de publicación/estreno de las piezas dramáticas, por lo que resultan de enorme interés y utilidad para especialistas. Por otro lado, hay que resaltar que este libro constituye asimismo un excelente punto de partida para quienes se acerquen por primera vez al estudio del teatro del autor, en la medida en que encontrarán en él tanto información sobre los principales jalones en la evolución de su teatro, como declaraciones y un acercamiento a algunas de sus piezas representativas. Finalmente, es esperable que esta monografía se convierta en un revulsivo para nuevas investigaciones sobre la obra de Antonio Gala, sin duda una figura señera en el panorama literario y dramático español contemporáneo.

Inmaculada Plaza-Agudo
(Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid)

2. LITERATURA LATINOAMERICANA: HISTORIA Y CRÍTICA

Sara Uribe: Rosario Castellanos. Materia que arde. Ciudad México: Lumen / Random House 2023. 278 páginas.

Me pregunto cómo debe leerse este libro: ¿biografía, retrato, crítica, ensayo, elegía, conversatorio? Eso y más converge en el emocionado volumen que Sara Uribe dedica a la prolífica y polígrafa Rosario Castellanos, cuyo cincuentenario luctuoso se cumple este año y cuyo centenario está tocando a la puerta. Más que examinarlo a detalle, aquí solo intentaré trazar las diversas capas textuales de Rosario Castellanos. Materia que arde. En principio, resulta evidente una escrupulosa labor de taracea crítica que, por lo general, se puntualiza en las notas al final del libro, es decir, Uribe no cuenta nada nuevo sobre Castellanos: recurre a las cartas, a los textos autobiográficos, a las entrevistas y a otros testimonios de quienes estuvieron cerca de su ardiente materia de estudio. Como en toda obra valiosa, la que aquí comento descuella por la manera en que reconstruye (por decirlo de alguna forma) la vida y la obra, literaria y no, de Castellanos. También, porque comprende, siquiera de refilón, hasta los textos póstumos de la biografiada, verbigracia las Cartas a Ricardo (1994), la postergada novela Rito de iniciación (1997), una nueva Declaración de fe, situación de la mujer en México (1997) y, para acabalar a la mujer que sabe latín, Mujer de palabras, artículos rescatados (2005-2007). Quedaron fuera, acaso por haberse publicado mientras el libro de Uribe se encontraba en prensa, las Cartas encontradas (2022) entre Castellanos y su confidente, Raúl Ortiz.

Uribe, por supuesto, es consciente de que su texto se entreteje con otros previos y que la nueva textura depende, no del hilo ni de la trama, sino de la forma en que se anudan los sentidos a partir de una lectura renovada del corpus rosarino, con la óptica de la precorrida que se suma, en actitud y carácter, como discípula de la malograda precursora: “Este libro –escribe Uribe– es nuestro intento de recontar el relato que existe sobre Rosario Castellanos: escuchándola, pensándola desde sus palabras. Queríamos dotarlo, sobre todo, de preguntas. Conforme leíamos, audioleíamos y releíamos sus cartas, artículos, teatro, ensayos, cuentos, poemas y novelas, descubrimos a una escritora que no era la que habíamos conocido cuando fuimos adolescentes” (p. 7). Al recontar la vida ajena, hay que decirlo, Sara Uribe cuenta su propia experiencia como lectora empedernida de Castellanos y se suma a la legión crítica que ve en Castellanos un modelo de ser, estar y actuar en un mundo hostilmente heteronormado.

De esta suerte, Uribe presenta un recorrido por la truncada existencia de Castellanos a partir de los indicios autobiográficos que esta imprimió como marca de agua en toda su obra: poemas, cuentos, novelas, conferencias, entrevistas, ensayos, artículos periodísticos y populosas cartas. Habría que destacar como principales fuentes primarias de este ejercicio la entrevista con Emmanuel Carballo (1964) y, aunque no la veo referida, seguramente la biógrafa consultó la participación de Castellanos en el segundo Ciclo Los Narradores ante el Público, ocurrido entre el 10 de junio y el 1 de noviembre de 1965, en el Palacio de Bellas Artes; Uribe acude, también, a diversos artículos periodísticos de corte autobiográfico (en especial a los coleccionados en los tres tomos de Mujer de palabras. Artículos rescatados), donde Castellanos habló de su experiencia como escritora, intelectual y madre, así como a la copiosa correspondencia con Ricardo Guerra. Al respecto, me parece que hubieran sido ilustrativos los intercambios epistolares entre Castellanos y Efrén Hernández, ya que habrían permitido reconstruir no solo la relación entre ambos, sino hacer ostensible la estima y el respeto que aquélla sentía por este mentor literario de juventud. Asimismo, podría haber contribuido a trazar el proceso de integración de Castellanos en América. Revista Antológica, primero, y, luego, en el círculo literario encabezado por Efrén, el cual desembocó en la antología Ocho poetas mexicanos (Bajo el Signo de Ábside, 1955, con pie de imprenta del “8 de diciembre de 1954”) que, si bien no está firmada, puede atribuirse al guanajuatense. Como sostiene Diana del Ángel: durante 1952-1956, “Castellanos fue parte del Grupo de los Ocho, que acostumbraba reunirse cada sábado en casa de alguno de ellos. El resto de los integrantes fueron Dolores Castro, Roberto Cabral del Hoyo, Efrén Hernández, Honorato Ignacio Magaloni, Octavio Novaro, Javier Peñalosa y Alejandro Avilés”. Todos estos, junto con Castellanos, completan la nómina de la antología.

La otra fuente de Uribe: los textos críticos, biográficos y aun clínicos sobre Castellanos. A diferencia de Elena Poniatowska que se enfrasca con José Joaquín Blanco en “Rosario Castellanos: ¡Vida, nada te debo!” para construir una defensa que no necesitaba ni necesita la obra rosarina, Uribe adopta una postura ecuánime respecto de quienes la precedieron y, al mismo tiempo, expresa un posicionamiento que no requiere mayor gesticulación; por el contrario, trata a Castellanos sin menoscabo de su género ni de la calidad de su obra: uno y otro hecho resultan anodinos cuando lo que importa es mostrar una visión panorámica, con algún grado de exhaustividad, de la atormentada (en ocasiones no tanto) vida y de la polifacética producción de Castellanos. Entre estas fuentes de segunda mano destacan los sucesivos acercamientos de Poniatowska, los testimonios de Dolores Castro, los estudios de Beatriz Reyes Nevares y Perla Shwartz, el libro homenaje Poesía fuiste tú. A 90 años de Rosario Castellanos y, en menor medida, Otro modo de ser humano y libre. Semblanza psicoanalítica de Rosario Castellanos, de María Estela Franco.

Ahora bien, el mayor aporte de Uribe consiste en la novedosa estructura apelativa de su libro: cada apartado está compuesto por dos momentos; el primero está generalmente escrito en tercera persona y, para reforzar la exégesis, se alimenta de citas expoliadas de cartas, poemas, prosas críticas u opiniones sobre Castellanos; mientras el segundo y más original consiste en un párrafo de cierre acorde con una intención explícita desde la “Nota de la escritora y de la ilustradora”: “Queríamos dotarlo, sobre todo, de preguntas”. En efecto, este sistema expositivo permite introducir una segunda persona en que biógrafa y biografiada coexisten en el tercer tiempo de la ficción: ahí Uribe pregunta y en ocasiones lanza series interrogativas para las cuales no hay una sola respuesta. Y no hay una única respuesta, porque el lector puede intuir algún dato; a lo mejor, la biógrafa ya tiene sus propias hipótesis; aunque lo cierto es que la mayoría de las preguntas queda abierta a la especulación y, en un sentido más desafiante, para detonar investigaciones ulteriores.

Respecto de este sistema pueden advertirse, al menos, dos anomalías que fracturan la segunda persona: 1) cuando Uribe introduce el comentario de una tercera implicada para elaborar sus preguntas, verbigracia el momento en que se apoya en los discursos de Aralia López Estrada o Simone de Beauvoir (pp. 135 y 140) y no a partir de un evento biográfico o un texto de Castellanos, generalmente regido por la segunda persona (marcado con verbos introductorios como “escribes”, “dices”, etc.). Otra suerte de anomalía se presenta en las estimulantes preguntas que, esas sí, nadie puede ni podrá responder, porque corresponden a situaciones ucrónicas, verbigracia cuando a la pregunta de “¿cómo habría sido tu vida si te hubieras quedado [en Estados Unidos]?”, Uribe misma especula: “Yo sí puedo verte perfectamente a cargo de un departamento de español en una institución prestigiosa. No habrías sido embajadora –o tal vez de cualquier manera te lo habrían propuesto–. El caso es que quizás y solo quizás, no habrías tocado jamás esa lámpara y habrías permanecido con nosotros muchos años más” (p. 152). Algo semejante ocurre cuando la biógrafa se autocuestiona sobre una experiencia ajena y remota de su biografiada: “me preguntó cuál sería tu postura acerca de la cuota de género como forma de acción positiva respecto de la representatividad femenina en el sistema literario mexicano”. Ya las preguntas resultan redundantes: “¿Estarías de acuerdo en que antologías y revistas literarias, jurados de premios o dictaminaciones, mesas de lectura o de diálogo y festivales incluyan al menos un 50% de mujeres?” (p. 197).

En una apresurada conclusión, diría que Rosario Castellanos. Materia ardiente representa una excelente guía, muy apasionada, sí, pero más documentada, sobre la vida y la obra conocida de Castellanos. Sería injusto si no dijera que, también, se trata de un libro muy cuidado en el aspecto editorial, con detalles de impresión y de diseño que condicen la calidad de las viñetas y dibujos, obra de Verónica Gerber Bicecci: poco más de un centenar de glifos bordados y piedras que acompañan al texto durante toda su extensión, desde las guardas, portadillas de capítulos y llaves, hasta la contraportada. En cuanto al aparato crítico, solo me resta agregar que hubiera sido útil una bibliografía ex profeso que, supongo, se obvió porque las notas aparecen al final del libro y podrían parecer reiterativas. A mi juicio, la bibliografía ayuda a ubicar con precisión los datos de las fuentes citadas, consultadas, parafraseadas o referidas. Además, ojalá que en ediciones sucesivas se corrijan las atribuciones erróneas de Mujer de palabras a “Aurora Reyes” (pp. 266 y 275) en lugar de la correcta, “Andrea Reyes”. Por último, que se enmienden las decenas de veces en que su utiliza “Ibid.” (mismo autor, misma obra, diferente página), así, sin paginación, pues seguramente se encuentra en lugar de “Idem” o “Id.” (mismo autor, misma obra, misma página), y que los sustantivos y adjetivos de los títulos de revistas se escriban con altas, por ejemplo Nueva Revista de Filología Hispánica. Esto último, en sentido alguno, demerita la calidad de la obra: son minucias que los investigadores en potencia pueden adoptar sin mayor discernimiento.

Antonio Cajero Vázquez
(El Colegio de San Luis)

Dieter Ingenschay: “Hablo por mi diferencia”. Articulaciones del yo en las culturas homosexuales hispanoamericanas de los siglos xx y xxi. Madrid / Frankfurt: Iberoamericana / Vervuert 2024 (Nexos y diferencias. Estudios de la cultura de América Latina, 83). 214 páginas.

El texto recoge artículos del hispanista publicados entre 2011 y 2023. Su intención es investigar la articulación del yo sexualmente disidente en las literaturas de Argentina, Chile y Cuba. En la introducción, plantea la superación de “la estrecha perspectiva gay” (p. 9) en aras de “una visión más amplia, centrada en fenómenos lgbtiq+”, siguiendo el ejemplo de Alberto Mira y su autobiografía Crónica de un devenir1. Aunque no vuelve a referirse al hispanista valenciano y sus textos no siguen la progresión cronológica y terminológica del libro de Mira, está bien detenerse en la reflexión propuesta por Crónica de un devenir para entender la crítica al término “gay” y su sustitución por esa supuesta visión, “más amplia”.

Mira divide su texto en cuatro secciones: homosexuales, gay, queer y LGBTI. El término homosexual, teorizado por Michel Foucault como la esencialización del sodomita, “le sodomite était un relaps, l’homosexuel est maintenant une espèce” (Foucault, p. 59)2, es para Mira “un artefacto con esquinas afiladas como cuchillas, espinoso al tacto […] con este artefacto muchos tuvimos que vivir, acomodándolo, evitando sangrar demasiado, recluyéndolo a espacios mentales que no nos lastrasen en nuestra ingenua aspiración a la normalidad” (Mira, p. 47).

La esencialización implicaba negarse a aceptar la fluidez de las identidades y situarse en posiciones claras, ideológicamente jerarquizadas, del espectro de género (Mira, p. 88). Sin embargo, Mira reconoce que, al menos en el contexto español, el afeminamiento tenía mayor presencia en la cultura popular y los medios de comunicación, de manera que “dudo que siempre se percibiera a los mariquitas como ‘homosexuales’” (p. 88).

El término ‘gay’, nacido después de la revuelta de Stonewall de 1969, implicaba un “ser LIBERADO [sic] de la vergüenza y la culpa” (Alcalde y Barceló, p. 27)3. La salida del armario se planteaba como “un cambio de piel” (Mira, p. 106) y, aunque el significado simbólico del salir del armario superaba con mucho las experiencias reales (Mira, p. 106), “sobre la palabra gay pudo por fin fundarse el movimiento de alcance mundial que utilizaría sus connotaciones de alegría para presentar al homosexual de manera positiva” (p. 111).

En 1976, según Alcalde y Barceló, sin embargo, los gais celtibéricos eran “criaturas resignadas”, “grandes sufridores” (p. 118). Esa percepción pronto empezó a cambiar con el nacimiento de grupos más politizados, divididos en dos tendencias, “quienes proclaman la lucha en un frente más amplio contra el sistema y quienes la reducen exclusivamente al campo de la liberación sexual” (Alcalde y Barceló, p. 31). Las luchas antisistema, contra el heteropatriarcado y la familia tradicional, dejaron paso a reivindicaciones más concretas después de la aparición de los primeros casos de VIH-SIDA y la necesidad de dar respuesta sanitaria y social a los seropositivos.

Paralelamente, el modo de vida gay empezó a favorecer “la centralidad del consumismo como modo de vida”. Aunque en sus inicios lo gay no era algo que convirtiera a los homosexuales en clientes sino “un proceso de entrada en una identidad menos opresiva”, había en él “una cierta forja identitaria, comunitaria” (Mira, p. 167), que en los noventa transformó barrios como Chueca de Madrid o el Gaixample de Barcelona en espacios de ocio y consumo. Surgen nuevos negocios y, sobre todo, una nueva cultura, basada en una uniformidad fácilmente digerible por la población heterosexual: “In order for these ‘positive images’ of gayness to be easily understood by the ‘straight’ world, all ‘difficult’ aspects of homosexuality are glossed over, and those whose lives place them slap in the middle of these difficulties are maginalized accordingly” (Manning, p. 100)4.

El paradigma queer nace como respuesta a la deriva homogeneizadora y consumista del paradigma gay, nada nuevo, puesto que ya en 1996 se explicaba que “the mindless uniformity of gay culture, as well as serving its commercial interests, also effectively serves its political imperatives, by obliterating difference and diversity” (Manning, p. 107). Es un debate al que asistimos cada año a finales de junio, cuando se convocan masivas manifestaciones del orgullo con carrozas patrocinadas por empresas que son ejemplo del denominado pinkwashing, a la par que surgen orgullos críticos, más politizados, no enfocados al consumismo. Un ejemplo de ese contradiscurso es el texto de Christo Casas, que plantea que “la quimera de la normalidad, entendida como una manera concreta de consumo, se ha convertido en un obstáculo para las luchas sociales y de clase. El deseo de asimilarse a aquello “normal”, de pasar desapercibidas, ha silenciado en el debate las disidencias y los modos de vida alejados del sistema productivo y reproductivo capitalista” (Casas, sinopsis)5.

Mira indica, “para situarnos […] aquello que desde los noventa se denomina ‘queer’ tenía ya una tradición dentro del ‘nosotros’ pregay” (p. 179). No es baladí que Casas recurra al término marica, que se viene usando en español para traducir queer anglosajón, a la vez que supone una reapropiación del insulto tradicional. Historizando los términos, Mira explica que “el homosexual era alguien con quien nadie quería solidarizarse y los gays crearon un frente de solidaridad entre ellos”. Más tarde, la perspectiva queer ha propuesto “ampliar el frente, salir de las limitaciones en que se encontraba el movimiento gay y crear lazos de empatía y lucha con lucha con otros marginados simbólicos y económicos del sistema capitalista” (Mira, p. 202).

Algunas activistas como Beatriz Gimeno han advertido de un cierto peligro debido al hecho de que “queer es un discurso oposicional que separa en bandos irreconciliables las luchas de género situando el énfasis en los extremos” (Mira, p. 209). No solo eso. La homofobia de los partidos tradicionales de izquierdas implica que los disidentes sexuales no siempre son bien recibidos porque se considera que las izquierdas han perdido fuerza debido a la defensa de identidades basadas en raza, sexo, género, orientación sexual... y al olvido de la clase obrera como conjunto aglutinante que movilizó a las masas durante el siglo xx. Así, textos como el de Daniel Bernabé, La trampa de la diversidad6, muestran ese rechazo. Su libro resulta fácilmente legible como defensa de un esencialismo que excluye cualquier forma de vida que no encaje en los cánones de una determinada tradición proletaria. La última parte del libro de Mira se centra en las siglas LGTBI. Para el autor, “la proliferación de letras no consigue otro objetivo que esa visibilización de categorías y, bajo mi punto de vista, nos aleja de objetivos de mayor calado, que para mí pasarían por hacerlas obsoletas” (Mira, p. 222).

La representación de las sexualidades disidentes se va centrando cada vez más en imágenes de juventud y belleza, en las que “convergen homosexualidad y heterosexualidad en ejercicios de narcisismo” (Mira, p. 233) alimentados por las redes sociales. Mira es pesimista en su análisis de la juventud contemporánea y al final, siguiendo a David M. Halperin, llega a la conclusión de que “a partir de cierta edad, el modo en el que nos integramos en el mundo hace que abandonemos muchos de los discursos políticos o sexuales de lo que significaba ser gay” (Mira, p. 267). Ese abandono, sin embargo, no puede obviar la idea, presente en Halperin, Mira y también en Ingenschay, de que “male homosexuality is not only a sexual practice but also a cultural practice” (Halperin, p. 35)7. Ese análisis es justamente el que lleva a cabo Ingenschay en sus textos, que, aunque obvian el debate terminológico, siguen la progresión cronológica de unas subjetividades que se desarrollan siguiendo la evolución marica / homosexual / gay / queer / lgbtiq+. El primer capítulo, “Machos, gauchos, sissies, maricones. La crisis de los modelos de masculinidad en el umbral del siglo xx en Hispanoamérica” analiza las relaciones entre la construcción de la nación y las masculinidades hegemónicas y homofóbicas en un periodo pregay que favorece subjetividades viriles y rechaza el afeminamiento y el decadentismo, de ahí el uso de los términos sissy o maricón. En Cuba se estiliza a José Martí y se excluye a Julián del Casal del discurso público, en Chile se defiende el mestizaje viril del araucano y en Argentina se utiliza la figura del gaucho frente a los hombres decadentes y afeminados.

En el segundo capítulo, “Homosexualidad y experiencia traumática en las (pos)dictaduras” se explora la relación entre homosexualidad e investigación sobre trauma y el impacto de las circunstancias políticas en la vida de las personas sexualmente diversas. Desde la época colonial, “el inicio de una larga serie de traumas personales y colectivos que no terminan con la independencia” (Ingenschay, p. 49), hasta ejemplos de literatura argentina lgbtiq+, posdictatorial y transgresora, se investiga la construcción de subjetividades durante las transiciones y el momento posdictatorial. Argentina, Chile y Cuba, a las que se añade España, cuyas dictaduras coincidieron en su carácter homofóbico, pero difirieron en su práctica, desde el desdén social hasta la criminalización de la homosexualidad, entendida, ahora sí, como categoría médica y social.

El chileno José Donoso es el eje del tercer capítulo, “La voz de un yo disidente en Historia personal del ‘boom’ y Jardín de al lado”. La construcción de su imagen como hombre con deseos homosexuales se proyecta en la presencia en Jardín de al lado de “una figura poco habitual durante mucho tiempo en la literatura latinoamericana de temática homosexual” (Ingenschay, p. 93), el hombre enfáticamente masculino, frente a la loca feminizada que encontramos en Reinaldo Arenas, Manuel Puig o Severo Sarduy. Ácida es la crónica de Donoso del boom hispanoamericano, debido a su rechazo por parte de los mandarines del momento, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, quienes al final, “resultan ser mucho menos transgresores en la realidad que en su autorrepresentación” (p. 96). Justamente la posición de uno de los autores del boom frente a los movimientos de emancipación homosexual centra el cuarto capítulo, “Mario Vargas Llosa y el ‘pecado nefando’”. Aunque a principios del siglo xxi escribió artículos defendiendo el matrimonio igualitario y contra las terapias de conversión, en El sueño del celta (2010) Vargas Llosa es incapaz de asumir la libertad de su biografiado, el irlandés Roger Casement, y acaba difundiendo prejuicios y estereotipos contra las personas homosexuales.

El capítulo quinto, “De la parametrización a la batalla rosa. Sida y literatura cubana en el contexto latinoamericano” amplia el reflejo literario de lo expuesto en el segundo capítulo sobre la homofobia institucional en Cuba, que pasó del internamiento en los años ochenta de personas sexodisidentes en campos de concentración y de seropositivos en un sanatorio-cárcel, el Sanatorio de Santiago de las Vegas, a aprobar en 2021 el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo. El capítulo incluye también la figura del chileno Pedro Lemebel, que, en contra del modelo de vigor y juventud del paradigma gay, “la fascinación por el cuerpo modelado/modulado en el gimnasio”, oponía “su propio concepto del cuerpo que sufre, un cuerpo de cicatrices, violado, pero orgulloso” (Ingenschay, p. 114).

Los tres últimos capítulos se centran precisamente en Lemebel y en el Santiago de Chile lgbtiq+. De nuevo, sin embargo, se soslaya el análisis terminológico, algo que sí había hecho Óscar Contardo en Raro. Una historia gay de Chile8: “Si hubiera que sintetizar al máximo el contenido, podría hacerse en una secuencia de palabras que revela la forma en que los varones que se inclinan por personas de su propio sexo han sido tratados en distintas épocas: sodomita, maricón, invertido, homosexual, gay” (Contardo, p. 6).

Ingenschay prefiere centrarse en la “Performance e imagen del yo en Pedro Lemebel” en el capítulo sexto, donde analiza el trabajo que el artista chileno llevó a cabo entre 1987 y 1997 junto con Francisco Casas, con quien formó el colectivo Yeguas del Apocalipsis, y sus performances posteriores. El séptimo capítulo, “Hombría y ética marica: ‘Manifiesto (Hablo por mi diferencia)’, de Pedro Lemebel” se centra en un texto que en septiembre de 1986 el artista leyó en una reunión de opositores a la dictadura convocada en la estación Mapocho.

Para el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, la homosexualidad era un vicio burgués, mientras que para el régimen de Pinochet era una perversión que no se vinculaba específicamente con una clase o con una filiación política. La izquierda chilena había demostrado ser tan conservadora y represora como la derecha en estos asuntos (Contardo, p. 215). La lectura del manifiesto fue la primera vez en que la izquierda chilena se veía directa y públicamente interpelada por esta razón. En medio del acto, Lemebel apareció maquillado y calzando zapatos de tacón, con una hoz roja que le atravesaba el rostro. El texto es también fundamental para Ingenschay, pues titula su libro con uno de los versos del manifiesto: “Hablo por mi diferencia”. Después de incluir la versión completa del texto, lo analiza como género discursivo y estudia la voz personal y su dimensión política, que “no solo agrede al sistema dictatorial, sino a la vez a la política izquierdista” (Ingenschay, p. 174), desde lo que Ingenschay denomina la “hombría” lembeliana, que “desde su posición marginalizada apunta contra todo tipo de masculinidad tóxica” (p. 177).

Un último capítulo, “De cerros y perros. Imágenes del Santiago lgbtiq+ en la literatura y el cine chilenos del siglo xxi”, se pregunta sobre el posible carácter homosexual de las ciudades y recorre la imagen santiaguina en novelas de Pedro Lemebel, Pablo Simonetti, Alberto Fuguet y películas de Sebastián Leilo.

Un epílogo un tanto hagiográfico de Rafael M. Mérida Jiménez, “Hablemos por nuestras diferencias”, glosa la figura y la carrera de Dieter Ingenschay. Resulta curioso que no sea el autor del libro quien recoja su subjetividad y su conocimiento situado, sus palabras al recibir el Premio Ñ concedido en 2023 por el Instituto Cervantes: “¿Desde dónde hablo? […] Mi especialización en las literaturas de los siglos xx y xxi ha sido un proceso gradual. Pero quizá ello se ha podido deber a mi condición de homosexual en el sistema universitario alemán” (p. 214). El hispanista alemán ejecuta con solvencia el objetivo que se proponía al principio de su libro, pero al obviar el análisis de los términos con que se ha definido a los sexodisidentes y al presentarse ajeno a sus textos le escatima al lector la posibilidad de una visión más personal y profunda.

Iñaki Tofiño
(Investigador independiente)

James Scorer: Latin American Comics in the Twenty First Century: Transgression the Frame. Austin: University of Texas Press. (World Comics and Graphic Nonfiction Series) 2024. 264 páginas.

Revisar y analizar la producción de cómics latinoamericanos supone una serie de desafíos concernientes a la heterogeneidad de los países que conforman esta región y que, en términos funcionales, suelen agruparse en torno a la herencia idiomática colonizadora. Solo tomando este punto y pensando únicamente en la lengua española y portuguesa, nos encontramos con una veintena de naciones, cada una con sus propias particularidades históricas, políticas, sociales y culturales.

Del mismo modo, la industria del cómic ha sido (y es) disímil a lo largo de los territorios que conforman América Latina. Por ejemplo, la industria argentina, chilena, mexicana y brasileña han mantenido un desarrollo y progresión sostenido en el tiempo con la entrada de casas editoriales transnacionales y, sobre todo, con la formación de editoriales independientes que han nutrido la industria incluso en épocas de conflictos sociales y económicos, mientras que, en otros rincones, la creación y publicación de cómics se mantiene menestralmente. Si bien las plataformas online y las redes sociales han permitido tanto a creadores como consumidores tener más espacios de encuentro, la difusión y distribución de obras aún se encuentra limitada a las fronteras de cada país, lo que problematiza la aproximación a ciertas publicaciones.

En su libro Latin American Comics in the Twenty First Century: Transgressing the Frame, James Scorer es consciente de estas limitaciones y, en efecto, se hace cargo de ellas en la introducción de su trabajo destacando que la conformación de su archivo, y con ello de su corpus de estudio, tiene ciertas ausencias y vacíos debido a la falta de acceso a los recursos, pues resulta imposible compilar cada obra o investigación académica que va surgiendo, especialmente si no se cuenta con un soporte estatal o institucional que permita administrar y preservar las publicaciones a medida que estas se expanden.

A pesar de lo anterior, Scorer postula que la producción de cómics en Latinoamérica se encuentra con una interconexión sin precedentes a partir de la existencia de publicaciones que incorporan a artistas de distintas nacionalidades y de redes de investigadores como RING que incorporan a académicos a lo largo de América Latina e, incluso, Europa. Bajo esta premisa, el autor desarrolla una exploración de la diversidad existente en los cómics del siglo xxi producidos en este espacio geográfico con una exclusión importante: Brasil. En otras palabras, lo latinoamericano en verdad apunta a la producción de habla hispana, puesto que la justificación que se articula para dejar fuera a los artistas brasileños es que estos tendrían un menor intercambio con el mundo hispanoamericano en comparación con los países que comparten la misma lengua. Este distanciamiento de la industria del cómic brasileño resulta particularmente llamativo, ya que, tal como se plantea en la introducción, Brasil tiene una nutrida historia de producción de narrativa gráfica y un número importante de proyectos editoriales y académicos que abordan el estudio del cómic en ese país. Hubiese sido positivo y coherente con lo planteado en las primeras páginas de este trabajo haber incluido un capítulo que abordase la realidad del cómic en Brasil.

Al margen de esta ausencia, el libro resulta relevante al examinar la diversidad de estilos, temáticas y narrativas que cruzan la realización del cómic latinoamericano, ubicándolos en sus contextos nacionales y dándole una profundidad no solo como producto cultural, sino también como medio socio-político de activismo ideológico al analizar los contenidos relacionados con movimientos sociales que abogan por una justicia racial, sexual, de género y transgénero, así como aquellos que expresan la lucha contra el extractivismo y el neoliberalismo presentes en la región. En este sentido, el subtítulo Transgressing the frame cobra significado al demarcar tanto la superación de las barreras fronterizas de las naciones como el diálogo existente entre las páginas de los cómics y las realidades de cada país.

Con la experiencia de haber editado y coeditado otros volúmenes sobre cómics latinoamericanos, James Scorer logra generar un hilo conductor dentro de su estudio que permite comprender no solo la historia del desarrollo del cómic en Latinoamérica durante las últimas dos décadas, sino que expone el impacto social, cultural y político que la narrativa gráfica ha tenido dentro y fuera de las fronteras de países como Argentina, Chile, Colombia, Perú, México y Uruguay. Organizando su libro en siete capítulos, posibilita que los lectores transiten por los distintos horizontes nacionales y genera una perspectiva que destaca la trasformación cultural que el siglo xxi trajo al ámbito latino.

El primer capítulo, titulado “Before the Volcano: Print Magazines and Latin American Comics”, se enfoca en la revisión de la producción de revistas de cómic impresas, destacando las argentinas Fierro (2006-2017), Clítoris (2011-2012), Femiñetas9 (2018-actualidad), las colombianas Revista Larva (2006-2015), Chalupa (2012-2015) y la revista peruana Carboncito (2001-2016). Todas estas le permiten al autor desplegar un análisis que apunta a la transformación de la narrativa gráfica desde una base tradicional y nacionalista hacia una tendencia multicultural y transnacional. Lo significativo de este capítulo es cómo refleja el cambio de paradigma en la publicación de cómics al evidenciar el giro desde un posicionamiento altamente masculino y masculinizante a uno que abraza los feminismos que explotaron en Latinoamérica durante este siglo.

Si bien la organización de los capítulos tiene una orientación temática y no cronológica, el segundo apartado, “Traversing Bodies and Borders: Transnational, Trans and Nonbinary Comic Feminisms”, se encuentra muy ligado al primero, pues expande ciertos aspectos de las publicaciones sobre feminismos como parte de movimientos transnacionales al centrarse en la exploración del colectivo “Chicks on cómics” y en los trabajos de Powerpaola y Femimutancia. Utilizando lo trans como un prefijo que implica un movimiento que denota procesos transformativos, Scorer hace eco de la función del cómic como medio de resistencia que proporciona un espacio de encuentro transversal donde los límites fronterizos de los países se cruzan y donde se revelan identidades sexuales disidentes, haciendo que lo trans se convierta en un fenómeno mundial, “an embodiment of a politics of the minoritarian” [una encarnación de una política de lo minoritario] (71).

El capítulo tres lleva por título “Punks and Punctured Bodies: Zines and DIY Comics”, dando cuenta de la condición “under” de la producción de cómics latinoamericanos. Centrándose en la obra del colombiano Inu Waters y de la argentina Lucía Brutta, Scorer corrobora que los “zines have also underpinned the field of contemporary Latin american comics, circulating as an under that sets out not to undermine the wider field but rather to act as a bedrock” [los fanzines también han sostenido el campo de los comics latinoamericanos contemporáneos, circulando como una base que no socava el campo más amplio, sino que actúa como cimiento] (15). Este es uno de los puntos fuertes del trabajo investigativo de Scorer, debido a la pesquisa de publicaciones que manifiestan el modo artesanal de creación como son los fanzines y los cómics autopublicados. En virtud de esto, la esfera punk cobra importancia en el capítulo no solo por la manera de producir y publicar que tienen los artistas desde los márgenes de la sociedad, sino también por las temáticas que abordan en sus dibujos y narrativas vinculadas tanto a la música como a la escena sociocultural y contracultural que las materialidades del punk representan.

Para el cuarto capítulo, el autor toma como eje de análisis los cómics no ficcionales que abordan un problema transversal que se ha perpetuado reformulándose desde tiempos de la colonia: el extractivismo. El título “Cómic-Stripping the Land: Graphic Neoextractivism” pone de relieve la adopción de un modelo de desarrollo capitalista por parte de los gobiernos de izquierda y centro izquierda que, bajo una agenda social, mantienen zonas de sacrificio donde se explotan los recursos naturales, provocando una “invisible violence” [violencia invisible] (101). Mediante el estudio de cómics periodísticos y testimoniales se hace patente la función social de la narración gráfica en América Latina, pues permite visibilizar las consecuencias que la explotación trae a las comunidades que se encuentran fuera de los marcos hegemónicos (mujeres, campesinos e indígenas).

El capítulo cinco, “Mobilizing Comics Archive”, aborda la relevancia del cómic como cristalizador de una memoria histórica marcada por el trauma de dictaduras, represión y fragmentación social, desarrollando una visión clave en el estudio de Scorer, ya que alude a la noción del cómic como archivo, pero también como medio de creación de una historia y una memoria donde no hubo posibilidad de registro. El ejemplo más claro que propone en su estudio es la novela gráfica de Ignacio Miraverry, Dora10, donde las imágenes “create an archive in which drawing carries force as a means of shaping a visual iconicity that intensifies the multidirectionality of the narrative’s memory politics” [crean un archivo en el que el dibujo cobra fuerza como medio para dar forma a una iconicidad visual que intensifica la multidireccionalidad de la memoria política de la narrativa] (156), transgrediendo las propias fronteras del cómic.

El penúltimo capítulo, “Comics, Contagion, and the Undead”, se conforma en torno a dos temáticas de publicación sustanciales durante el siglo xxi: aquellas contextualizadas en la pandemia de COVID-19 y aquellas que utilizan el imaginario de los zombies. Ambos temas son enlazados a través de los términos infección y contagio, tomando la viralidad como una característica inherente al lenguaje del cómic, puesto que, por un lado, las canaletas y paneles “makes comics effective at conveying confinement” [hacen que el cómic sea efectivo al trasmitir el confinamiento] (p. 159) y, por otro lado, la información visual de cada viñeta infecta a las otras, provocando que los paneles “become more than themselves, gathering force in numbers” [se vuelvan más que ellos mismos, ganando fuerza en su conjunto] (p. 162). Aunque la figura del zombie reproduce la narrativa estadounidense, Scorer consigue reconocer en ella una identidad latinoamericana al resaltar su trasfondo híbrido y su propiedad de exceso, expandiéndose sin poder ser controlado ni por un régimen autoritario ni por las políticas neoliberales.

Cierra el volumen el capítulo titulado “Comics, Encounter, and Enchantment in the Neoliberal City”, en el cual se formula una aproximación a obras que retratan la cotidianidad urbana de las ciudades latinoamericanas al mismo tiempo que extienden una mirada crítica de las consecuencias que el neoliberalismo trae a la vida de sus habitantes. Este capítulo final examina los espacios citadinos por medio de la violencia, la identidad sexual y el placer, sin embargo, se siente la falta de un análisis que, además, involucrase el enfoque del cómic experimental no solo por estar relacionado con el tema de la vida contemporánea urbana, sino por aludir y citar publicaciones como Libro del metro (2011) de Emanuel Peña, Tren de ficción (2012) de Carlos Lavida y, fundamentalmente, La reliquia (2014) de Carlos Díez A., La sudestada (2015) de Juan Saénz Valiente y Cotillón (2020) de Jazmín Varela.

Con base a lo anterior, James Scorer entrega un libro sólido que, a partir del estudio de los cómics, ofrece una revisión sustancial de las dinámicas culturales y políticas de América Latina, especialmente para el mundo anglo que cada vez se interesa más en lo latino. Este trabajo invita a la reflexión en torno a las opciones que proporciona el cómic como medio de activismo político, de visibilización de cuerpos y discursos marginados, y como un espacio de convergencia de las identidades latinoamericanas que transgreden tanto los límites fronterizos de cada nación como los bordes de las viñetas.

Guillermo González Hernández
(Pontificia Universidad Católica de Valparaíso / Universidad de Alcalá, Viña del Mar)

Rosa García Gutiérrez (ed.): Todos los caminos conducen a Rulfo. Itinerarios del cuento mexicano desde el modernismo a El llano en llamas. Berlin: Peter Lang 2020. 591 páginas

Todos los caminos conducen a Rulfo. Itinerarios del cuento mexicano desde el modernismo a El llano en llamas es una obra editada por la doctora Rosa García Gutiérrez publicada en 2020. Se trata de un recorrido investigativo formado por una introducción y veinticuatro artículos escritos por investigadoras e investigadores de distintas universidades y escuelas, tanto europeas como americanas, que intentan aproximarse a la fragua del cuento del escritor mexicano Juan Rulfo, El llano en llamas (1953). La cartografía literaria del cuento mexicano anterior a El llano en llamas ha sido poco estudiada, pues el protagonismo imperó generalmente en la poesía y la novela del siglo xix y de principios del xx. Sin embargo, a pesar de los estudios imprescindibles sobre el cuento mexicano de Luis Leal, Enmanuel Carballo o Alfredo Pavón, el cuento de Rulfo sigue destacando en las investigaciones literarias como la génesis de la tradición cuentística mexicana y poco se profundiza sobre su función como omega. Si bien la operación de este gran trabajo no es localizar las huellas específicas de obras o autores en el cuento de Rulfo, es cierto que es una contribución coherente, organizada y necesaria para el reclamo pendiente de trazar en el mapa la heterogeneidad y la riqueza de la cuentística mexicana capaz de contribuir en la germinación de El llano en llamas.

De esta forma, el trabajo de estas investigaciones contribuye al recate de títulos y nombres de autores y autoras de cuentos mexicanos de finales del siglo xix y principios del xx, sin caer en la tentativa de generar paralelismos externos a la realidad literaria mexicana que favorecen a crear puntos de fuga en la obra rufiana. En otras palabras, Todos los caminos conducen a Rulfo es una prueba irrefutable de que la trayectoria literaria del autor en cuestión se explica en sí misma dentro de las producciones textuales y del contexto social político de México. Por esto mismo, es fundamental establecer un orden cronológico que nos conduzca de la mano por la travesía del cuento que casi intuitivamente, desde una conciencia profunda y global del panorama literario y social de la época, desemboca en El llano en llamas. Es de esta manera cómo los artículos de esta obra van recorriendo el camino desde donde se nos muestran los frenos, los añadidos, los ismos y las metamorfosis del género que abarca desde la corriente modernista, pasando por la literatura de la revolución y el realismo, hasta la tradición anticristera, el indigenismo y las vanguardias.

Dentro de esta amplia línea temporal, encontramos figuras representativas más conocidas que otras. Es el caso, por ejemplo, del artículo de Miguel Ángel Castro, quien nos presenta una percepción más amplia sobre los cuentos de Ángel de Campo o Micrós. O el análisis y comentarios paratextuales de José María Martínez Domingo sobre el relato Cuentos frágiles, de Manuel Gutiérrez Nájera, cuyas contribuciones plantean reflexiones propias sobre la importancia del cuento a finales del siglo xix; no solo en relación con la dialéctica de la propia tradición estética que se discutía en ese momento, sino también con las circunstancias políticas e históricas que marcaron el desarrollo del cuento moderno en México. Por mencionar otros nombres imprescindibles que aparecen en los textos del libro: José Guadalupe de Anda, Efrén Hernández, Francisco Tario, Enriqueta Parodi; todos ellos, nombres y títulos, desfilaban a diario por las estanterías de Rulfo o leía a sus contemporáneos a través de publicaciones y espacios en revistas.

No obstante, tal vez, la cara más interesante de este libro resida en el trabajo de recuperación de nombres que el canon ha ido apartando del camino y que aquí se les ofrece un espacio revivido del contexto narrativo de ese periodo. Al mismo tiempo, ha contribuido indiscutiblemente a hilar en la memoria de escritoras mexicanas que bien, no solo por verse ensombrecidas por el gran nombre de Rulfo, sufrieron el destino de muchas a principios de siglo y cayeron en el olvido. Gracias al amparo de los numerosos estudios de género en literatura del último siglo, parece que la deuda está siendo pagada poco a poco. Prueba de ello es esta obra que permite reconocer en el mapa a las “invisibles” –tal y como describe Kristine Vanden Berghe en su título sobre Nellie Campobello– que forman parte, sin duda, del florecimiento del cuento mexicano por excelencia. Vanden Berghe destaca la huella estilística de Nellie Campobello en la obra rufiana, específicamente en el estilo popular y sencillo a través de la omisión de rasgos triviales que sirve para reflejar de la manera más certera la identidad comarcal a la que pertenecía. Se trata de un antecedente claro en el proceder de Rulfo, tan cercano y comprometido con sus personajes que, lejos de sugerirnos extrañeza como puede suceder en los fantasmas de Pedro Páramo, nos resulta familiar el conversatorio que se da con la muerte. En la misma línea, otro trabajo interesante es el que Liliana Padroza escribe en su artículo. Es una gran recopilación de la producción cuentística escrita por mujeres en las antologías más importantes del cuento revolucionario mexicano. Con la inserción de las mujeres en el panorama literario, consigue resignificar el auge de la escena literaria del cuento mexicano canónico de los años veinte y treinta, dominado generalmente por autores masculinos, y abre otra mirada hacia el gran interrogatorio aparentemente cerrado sobre qué es el cuento y qué lugar ocupa en la historiografía mexicana.

Abrir el debate sobre el horizonte histórico del cuento es hablar también de contaminaciones literarias y culturales de las que Juan Rulfo bebió, especialmente, de autoras y autores republicanos españoles exiliados en México. Es el caso de Luisa Carnés, Isabel Oyarzábal, Maruxa Villalta, Mª Mercedes Aguilar Ventura, entre otras y otros, que forman parte del gran paraguas de la “nebulosa cuentística”, como define la autora Mª Luz Bort Caballero, quien dedica su investigación a la revisión de los repertorios bibliográficos sobre la narrativa breve y al rescate de nombres en las antologías publicadas hasta hoy desde 1939, haciendo hincapié en la inclusión de autoras de cuentos. Si bien este trabajo de política de la memoria es esencial para las producciones narrativas mexicanas, en general, es otro gran testimonio de la diversidad compleja, múltiple y superviviente del canon de la que se nutrió el paradigma de El llano en llamas.

Desandar el camino de Rulfo es hacer crítica de la selección del canon con respecto a la historia literaria y a los posicionamientos dicotómicos que enfrentaban El llano en llamas y la literatura realista y proletaria. Mediante el trabajo de revisión de este gran volumen se encuentran puntos dialógicos que se entrecruzan en el quehacer de los relatos breves; también los hay equidistantes, nombres y títulos asumidos en las periferias y sentenciados al olvido pero que, en conjunto, se vuelven necesarios para la conversión del cuento mexicano por excelencia. Se demuestra presumiblemente la capacidad porosa de la obra del jalisciense, abierta y dispuesta a enunciarse desde una frontera móvil que permite darle el valor merecido a las vertientes diversas y ricas de la cuentística mexicana del siglo xix y xx, que conviven hoy en el gran aparato corpóreo del cuento de Rulfo. El estudio de este libro se aleja de la naturaleza purificada que encerraba el canon del siglo xx para resignificar las narrativas cruzadas, periféricas, contaminadas, que se posicionan por sí mismas en el tiempo y que conviven en la misma línea junto con las listas de cuentos modélicos.

Si bien Rulfo ofrece la hibridación ideal del cuento, lo instaura y responde al debate de la política cultural que giraba en torno a la imagen de “lo mexicano”, no se puede admitir que El llano en llamas es una obra autosuficiente, sino que es hija predilecta de su propio panorama literario. Es, sin duda alguna, el abrazo y el cierre de toda la diversidad de ingredientes esparcidos en la marmita narrativa de ese momento. Además, se evidencia que el periodo revolucionario no supuso una ruptura o un enfrentamiento con respecto al modernismo antes, o a las vanguardias después, sino que constituyó un aúno estrechado por El llano en llamas que abre, por una parte, la puerta hacia el comienzo de toda una tradición del cuento en la literatura mexicana; y cierra, al mismo tiempo, un itinerario cuentístico verdaderamente interesante, aunque un tanto olvidado, como se ha comprobado con la publicación de este libro.

La elaboración de un proyecto investigativo como lo es Todos los caminos conducen a Rulfo tiene un alcance catalizador de un saber histórico y literario múltiple de la cuentística mexicana, especialmente del siglo xix y la primera mitad del siglo xx, antes de la publicación de El llano en llamas. Aporta luz sobre las rutas alternativas que tomó el debate en torno a la experimentación del lenguaje, las funciones sociales y estéticas del cuento, la definición cultural de México en lo genuino y el desarrollo del cuento moderno nacional. Todas estas percepciones quedan representadas en los estudios de este libro a partir de un trabajo de reconocimiento y rastreo que arrojan una mayor comprensión al valor significativo que tuvo la publicación de El llano en llamas. Una valoración comprendida desde la culminación y el cierre de todo un mosaico de autoras, autores y obras que se vieron eclipsadas por el cuento de Rulfo.

En definitiva, en esta gran exploración, se aprecia un conocimiento amplio de la cuentística mexicana del siglo xix y xx, al igual que una estructura cronológica consciente sobre el camino nómada que ejerció la narrativa breve; un orden verdaderamente necesario en el que se establecen parámetros y sensibilidades esenciales para trazar de forma coherente y sensata el hilo que terminaría convergiendo en El llano en llamas. Además de mostrar un componente esclarecedor del basto panorama del cuento desde y para las academias, el cometido de este libro de naturaleza interdisciplinar también presenta un fuerte carácter divulgativo, social y cultural, que refuerza la diversificación de los saberes del cuento mexicano en el presente, a la vez que amplía las perspectivas de interpretación y lectura de la realidad literaria del género desde la irrupción del modernismo a la publicación de El llano en llamas.

Carla Miñana Just
(Universidad de Huelva)

Miguel Carrera Garrido / Gracia Morales Ortiz (eds.): Voces para la escena. Dramaturgias actuales en España y América Latina. Madrid / Frankfurt/M.: Iberoamericana / Vervuert 2024. (Colección Letral, 11). 250 páginas.

El presente volumen se publica como parte del proyectos de investigación Letral de la Universidad de Granada. A diferencia de las publicaciones anteriores, este monográfico se centra exclusivamente en el género teatral. Otra novedad de este número es que no relaciona a España con un solo país latinoamericano sino que aspira a una mayor diversidad geográfica. En cuanto al teatro español se descentraliza la producción nacional al incorporar a dramaturgos de diferentes orígenes, y no solo de las grandes ciudades Madrid o Barcelona, e incluso extranjeros, pero radicados en España como es el caso de Minke Wang.

Respecto a la organización, este libro colectivo apuesta por el diálogo entre la investigación y la creación. De esta forma, encontramos una primera parte llamada “En tercera persona”, consistente en diez artículos académicos, y una segunda parte con el título “En primera persona”, en la que accedemos a seis entrevistas de dramaturgos hispanohablantes. Dentro de la primera parte y como prueba formal del deseo de huir de la antigua separación entre lo textual y lo escénico, los editores acuden a una metáfora de la iluminación para distinguir tres secciones: “Luz frontal”, “Luz lateral” y “Luz cenital”. La primera sección la ocupa un solo artículo con intención de proveer una visión amplia de la dramaturgia actual en español. Se trata de la aportación de José-Luis García Barrientos quien, a través de la dirección de un proyecto de investigación de diez años, comparte su proceder metodológico a forma de ejemplo. En concreto, reflexiona sobre la ocurrencia o no del teatro posdramático y sobre los temas más comunes entre las obras seleccionadas provenientes de diez países diferentes, hablando algo más detenidamente sobre los matices del teatro en sí como uno de esos temas.

Los cuatro ensayos dentro de la sección “Luz lateral” son, como este tipo de iluminación, investigaciones de alguna forma “abiertas” y con diferentes “alturas”. Por ejemplo, Luis Emilio Abraham presenta un estudio, por un lado, innovador por lo poco que se trata la ciencia ficción en el teatro y, por otro, desafiante, por el énfasis en las emociones. Abraham relaciona dos obras argentinas, una de los setenta y otra de la primera década del milenio, a través de reflexiones sustanciosas sobre el género gótico y la ciencia ficción en el teatro. Con el Frankenstein de Mary Shelley como metáfora de referencia, Nada que ver de Griselda Gambaro le permite a Abraham indagar en la emoción de la repulsión, y Automáticos de Javier Daulte en la de la indiferencia. El cuarto artículo de “luz lateral” también relaciona obras del continente americano con otras españolas a través de la temática de la posmemoria: además de facilitarnos categorías con las que analizar este tipo de teatro (filiativo o afiliativo; de denuncia, de investigación o de reparación), Mario de la Torre-Espinosa enfatiza el aspecto crítico y comprometido del teatro autoficcional contemporáneo. Los otros dos estudios de esta sección se centran en los escenarios españoles. Fabrice Corrons abarca no solo un buen número de piezas dramáticas sino también de propuestas sociales y talleres escénicos para señalar una evolución en la participación del migrante tanto en el proceso creativo como en la presencia sobre las tablas a partir de 2010. Asimismo, Corrons añade un análisis más exhaustivo de dos obras (Caïm i Abel de Marc Artigau y Sophie non é o meu nome de guerra de Roberto Pascual Rodríguez), que al no incluir actores migrantes en sus representaciones, acuden a otras estrategias con las que no reducir la alteridad de sus protagonistas. Por su parte, Marta F. Extremera reflexiona sobre lo animal en el teatro español que desde el siglo xx hasta principio del xxi se compone de discursos fabulísticos (José Ruibal y Fernando Arrabal), discursos biopolíticos (Juan Mayorga y Angélica Liddell), y discursos políticamente incorrectos (Rodrigo García y Liddell). Esta zooësis la completa con las propuestas (eco)feministas de María Velasco y Lola Blasco, centrándose particularmente en los elementos escénicos de una obra de Blasco: Pieza paisaje en un prólogo y un acto (2009).

La sección “Luz cenital” consiste en cinco artículos centrados en un único creador dramático. Sandra Camacho López expone el tema de la violencia en la dramaturgia colombiana a través de la obra de Victoria Valencia. Sus puestas más recientes reflejan la desesperanza frente a la continuación de la guerra a pesar de los acuerdos de paz de 2016: son diálogos performáticos interdisciplinares en los que Valencia aborda las migraciones violentas de un Otro marginal al que ella se aúna a través de la experiencia escénica con su propio cuerpo. Los siguientes tres artículos se centran todos en dramaturgos andaluces. Así, Markel Hernández Pérez recurre al concepto de la dramaturgia política de Vicente Hernando para analizar tres obras del almeriense Paco Bezerra. A pesar de que este autor ha declarado que escribe para ser leído más que para la escena, en el análisis de Hernández Pérez destaca que, a diferencia de las otras dos obras discutidas, la santa Teresa subversiva de Muero porque no muero triunfa frente al sistema porque la pieza pudo ser estrenada, aún si solo como lectura dramatizada, a pesar de la censura. A continuación, Pepa Merlo trabaja con una única obra del granadino Álvaro Salvador: el abatimiento del personaje principal por la muerte de su líder musical en El día en que mataron a Lennon (1997) ofrece a Merlo valiosas reflexiones sobre el significado histórico de generación, por un lado, y sobre el teatro en sí, por otro. En el cuarto ensayo de esta sección, Yolanda Ortiz Padilla se vale tanto del marco teórico dramático como del posdramático para tratar un proyecto testimonial y de autoficción: Inquilino (Numancia 9, 2º A) de Paco Gámez. Ortiz Padilla señala que la obra del jienense “zarandea” dos rasgos esenciales del teatro: el engranaje entre realidad y ficción y la ausencia de narrador. Finalmente, Eduardo Pérez-Rasilla nos introduce a la dramaturgia de Minke Wang, originario de China pero radicado en España, con Un idioma propio, pieza hermética cuyo espectáculo se sustenta en una serie de disociaciones con las que se invita al espectador a experimentar la dificultad de aprender otro idioma, dada la ambigüedad semántica inherente a cualquier lengua. Además, el desplazamiento lingüístico de la obra ofrece una reflexión paralela sobre la otredad y el sexo se identifica como metáfora de la lengua y término ligado a lo identitario.

En la segunda parte del libro nos encontramos primeramente con una versión recortada y editada de una entrevista que José-Luis García Barrientos y Miguel Carrera Garrido le hicieron al dramaturgo franco-uruguayo Sergio Blanco en 2022. Mientras esta entrevista incluye un subtítulo (“La autoficción como ‘pacto de mentira’”) así como preguntas del público, el resto de las entrevistas se construyen con base en cinco preguntas que se les hace a Denise Despeyroux (Montevideo), Paco Gámez (Jaén), Abel González Melo (La Habana), Juan Alberto Salvatierra (Algeciras) y Ana María Vallejo (Medellín). Algunas de las voces aquí incluidas ya han sido trabajadas en los artículos del libro como es el caso de Sergio Blanco y Paco Gámez, pero lo que realmente da coherencia entre esta sección y el resto del proyecto es que los referentes teóricos de los creadores no difieren en gran medida e incluso complementan los marcos teóricos trabajados en los artículos. Posiblemente la pregunta más interesante es la que responde al propósito transatlántico de la colección: aunque todos los creadores coinciden en que existen lazos entre el teatro de España e Hispanoamérica, también están de acuerdo en que estos necesitan más apoyos y en que no son necesariamente fuertes. Sin duda, libros como el presente pueden colaborar a este fortalecer dichas conexiones.

No podemos dejar de señalar que, en su conjunto, la presencia latinoamericana del volumen la representan sobre todo, obras de dramaturgos o compañías de Latinoamérica que se han representado en España. Ahora bien, a diferencia de la narrativa o la poesía, el teatro supone un reto extra para el investigador interesado no solo en el texto dramático sino también en su puesta en escena: si la obra no logra viajar gracias a alguna gira, encuentro o festival, es sumamente difícil asistir a la representación de obras provenientes de Latinoamérica. Además, los textos dramáticos no siempre se publican o son incluso aptos para su publicación. Por ello, si bien la perspectiva del presente volumen es algo peninsular, las temáticas como la migración, la posmemoria o lo animal, y marcos teóricos actuales como la autoficción o la narraturgia, lo dramático o lo posdramático, logran transmitir esa reflexión transatlántica a la que aspira el proyecto. Por otro lado, a pesar de que no se les identifica como parte de teatro regional alguno, todas las secciones del libro incluyen a dramaturgos andaluces: Álvaro Salvador, Juan Alberto Salvatierra, Alberto Conejero, Paco Becerra, y Paco Gámez (todos hombres, eso sí) se mencionan como parte de estudios abarcadores, son estudiados en un artículo dedicado a uno de ellos, o se incluyen en las entrevistas finales. El enfoque transatlántico pone a dialogar al teatro latinoamericano con un teatro andaluz, que a pesar de la falta de apoyo institucional, destaca por su calidad y alcance.

Zaida Godoy Navarro
(Fashion Institute of Technology-SUNY, New York)

3. HISTORIA Y CIENCIAS SOCIALES: ESPAÑA

Jorge Uría y Cleber Dias (eds.) “Ocio e industrias culturales en el espacio iberoamericano, 1820-1945”. Santander: Universidad Cantabria 2024. 373 páginas.

El libro aborda un tema tan polisémico como controversial como es el ocio –y más aún si se lo vincula a las industrias culturales– tomando un espacio tan amplio y dispar como es Iberoamérica. El período de análisis es extenso de 1820 a 1945, por lo que son relevantes las distintas características marcadas por cambios significativos de acuerdo a la etapa que se analice. Es necesario resaltar que el tema ha sido poco abordado desde la historia y ha sido dejado normalmente en manos de los economistas, cuestión que requiere ser revisada.

Si bien resulta interesante agrupar toda una serie de prácticas y consumos en el tiempo libre –que incluye al ocio– se señala que durante el siglo xix no se disponían de los componentes centrales para el desarrollo de las mismas a nivel de masas, como ser: la disponibilidad de tiempo libre y un poder adquisitivo que permitiera el costo de ellas. Si bien esta es la principal dificultad los distintos autores señalan el proceso de acumulación que se dio a los efectos de llegar luego de la II Guerra Mundial a la expansión gradual del consumo que marca el impulso de los empresarios culturales y la transnacionalización de las estructuras de ocio.

Si el lector mira con detenimiento el índice se percatará que seis de los nueve capítulos corresponden a procesos nacionales propios como ser: el caso español planteado por Uría, el de Portugal de Baptista y Meneses, el de Brasil escrito por Dias, el de México de Pérez Monfort, el de Chile de Navarro y el de Pastoriza que aborda Argentina. Los otros tres capítulos involucran a más de un espacio donde se dan procesos de hibridación o transnacionalización que son los referidos a los capítulos escritos por Talvikki sobre el bolero, Elsey sobre los juegos panamericanos y el de Fernández que versa sobre el libro español pero que conduce inexorablemente a sus implicancias con Argentina y México. De los seis capítulos solo uno no da cuenta de componentes compartidos que es el caso de Chile que aborda el tema del teatro en el marco de las actividades del Partido Socialista, por lo que puede verse como un fenómeno interesante pero limitado a un micro campo que además fue parte de las estrategias que la izquierda adoptó para hacer conocer sus principios.

Cuando se observan los procesos en cada uno de los países surgen elementos que son comunes independientemente de los regímenes políticos y décadas de cada uno de ellos pero que en definitiva marcan la historia del ocio como objeto de estudio. Tomando como base el artículo de Uría se puede concluir que lo primero y general es la apropiación de los lugares de ocio gratuito más importantes como lo fueron los paseos y los parques. Como sostiene Pérez Monfort en esa línea aristocrática de ir a ver y dejarse ver. Pero esto se vincula también con el desarrollo urbano que parte de las migraciones internas del campo a las ciudades, así como de períodos de fuertes contingentes de inmigrantes que se instalan en América sobre todo hasta la década de 1920 y, luego, de la Guerra Civil Española. En el caso de Brasil, como sostiene Dias, es importante destacar las nuevas demandas de ocio que generó el traslado de la familia real portuguesa a ese país, cuestión que es única, y que generó un claro deseo de distinción social.

Lo que será complementado en base a la argumentación de Baptista y Meneses con la proliferación de museos y bibliotecas, teatro, prensa, cine y radio. También deben ser tenidos en cuenta los espectáculos populares como el circo, las fiestas religiosas y las corridas de toros. Sobre este último, en el caso mexicano los impulsos dados a la nueva “fiesta brava” permitían la convergencia de un amplio espectro social desde la aristocracia política hasta los sectores populares, así como la creciente clase media. La prensa, el cine y la radio fueron pilares esenciales para alcanzar a un número mayor de consumidores. Más tarde, llegará la entrada triunfal del fútbol, que tendrá un importante peso en el consumo cultural de todas las clases sociales.

Solo dos artículos abordan una práctica social –el turismo– donde convergen naturalmente los dos temas centrales que nos atañen: el ocio y las industrias culturales. Son los casos de los capítulos sobre España y Argentina. Uría sostiene que el turismo de clases medias y medias-bajas se afianzará en la década de los veinte y los treinta, al tiempo que el turismo mediterráneo mesocrático fue donde crecieron los servicios e instalaciones con una mejora de los alojamientos mediante la creación de una red de hoteles y albergues de carretera. Situación que sufre un estancamiento dada la guerra civil y durante el régimen franquista en el periodo analizado no se dieron los logros esperados en cuanto al turismo social siendo que las llamadas ciudades sindicales llegarán en la década del sesenta.

Para el caso de Argentina, Pastoriza sostiene como en el cruce de los siglos es que surgen los centros específicos destinados al ocio como fue el caso de Mar del Plata y también nuevos destinos como la Patagonia andina, entre otros. Refiere a las características propias del turismo argentino en su diferencia con el europeo y norteamericano, ya que el turismo nace de la mano del tren y en primera instancia fue un ocio saludable en las zonas de serranías y costa atlántica. El papel del Estado en la década del treinta se traduce en políticas concretas que con la llegada del peronismo en 1945 profundiza el proceso de la mano de las políticas públicas orientadas a democratizar el ocio y el tiempo libre. El desarrollo del turismo social constituyó una política central del primer peronismo, único caso en América Latina.

Con respecto al segundo bloque en el cual situó a los tres capítulos que involucran a más de un espacio donde se dan procesos de hibridación o transnacionalización. En primer lugar, está el capítulo de Talvikki sobre el bolero y su dinámica transnacional, en una ida y vuelta océano Atlántico mediante. Así sostiene que hasta 1840 amenizaba los espectáculos y que tenían publicidad en la prensa en base a las giras internacionales que realizaban sus intérpretes. En España, el término bolero abarcaba aspectos fundamentalmente liricos, musicales y coreográficos que iban evolucionando con variadas influencias se presentaba tanto en versiones populares como cultas. A pesar de que la industria fonográfica surge en España en 1898 por un tema de costos, el bolero seguía interpretándose en vivo. El diálogo entre Cuba y España en este género será de ida y vuelta, pero cuando comienza el siglo xx la empresa Victor Talking Machine Co. comienza enviar representantes para la búsqueda de cantantes y grupos comenzando a grabar en EE.UU. Luego comenzará a tener su vinculación con el cine, primero en Puerto Rico, luego en la primera película musical durante el gobierno del Frente Popular y en México.

En segundo término, el capítulo de Elsey sobre los juegos panamericanos, si bien en él se analizan los correspondientes a Buenos Aires (1951), Ciudad de México (1955) y Chicago (1959), la autora los señala como diferentes épocas en las relaciones interamericanas. En líneas generales, se puede sostener que existió poca articulación entre el Estado y la diplomacia cultural, aunque las situaciones no son iguales en las tres sedes. En el caso de Argentina, existió una apuesta muy fuerte de Perón como estrategia política de fortalecer lazos económicos y políticos con los demás países, pero no necesariamente con EE.UU. En el caso de los de México, tal vez fueron los más exitosos desde el punto de vista de la organización y de las relaciones internacionales mientras que los de Chicago representan una falta de apoyo total del Estado al evento lo que logró las quejas de la mayoría de las delegaciones, así como un hostigamiento a los competidores cubanos. Los juegos fueron discontinuados hasta 1987.

Por último, el capítulo de Fernández Moya sobre el libro español y el mercado latinoamericano, parte de la premisa del valor del libro como símbolo de la cultura permitiendo analizar el proceso de transnacionalización e integración a los mercados latinoamericanos. Es claro que el primer mercado es Argentina dado el aumento del consumo cultural, cuestión que coincide con el planteo de Pastoriza, siendo México el segundo. Lo significativo de todo el proceso es como las editoriales abren filiales como es el caso de Buenos Aires, así se establece que la etapa de crecimiento se alcanza en 1940. Un tema interesante y que fue bien explotado era que el segmento de lectoras era una demanda insatisfecha. Así la producción más reclamada en América Latina eran las novelas de autores internacionales traducidos al castellano en primer término. Otra cuestión importante a resaltar es la cantidad de intelectuales exiliados durante la Guerra Civil Española a ambos países que tendrán una impronta muy especial al mercado editorial local.

Rossana Campodónicoç
(Universidad de la República, Uruguay)

María Antonia Peña Guerrero: Wilhelm Sundheim. Un empresario alemán en la España del siglo xix. Madrid: Marcial Pons 2023. 568 páginas.

Años lleva la profesora Peña Guerrero estudiando la figura de Wilhelm Sundheim, habiéndonos ofrecido hasta ahora un buen número de trabajos que ponían de manifiesto la relevancia de este empresario alemán. La publicación de este libro supone, a mi modo de ver, una noticia extraordinaria, ya que estamos, sin duda, ante un emprendedor de primer orden en la España del siglo xix. Es verdad que disponemos muchos trabajos sobre la economía española de esa centuria y sobre sus protagonistas, pero aún hay margen para nuevas investigaciones. Las distintas biografías que se han elaborado en los últimos años y los diferentes diccionarios de empresarios por Comunidades Autónomas han sacado a la luz una gran cantidad de emprendedores que jugaron un papel decisivo en la minería, la industria o las finanzas de ese siglo. Sin embargo, todavía nos encontramos con personajes, como Sundheim, que estaban esperando una obra como la que ahora se nos presenta. Y es que, como señala la autora, el alemán encarna a la perfección el modelo de empresario extranjero instalado en España en el siglo xix y que se dedicó a un enorme elenco de negocios, aprovechando los recursos naturales existentes y sirviéndose de un gran número de relaciones personales, tanto nacionales como internacionales. Aunque más allá de su conspicua actividad empresarial, Sundheim destacó también por su papel de ciudadano comprometido con la filantropía, las artes y la modernización de las costumbres. Porque todos estos aspectos son abordados de manera magistral y con un soporte documental ingente en este volumen firmado por María Antonia Peña, una gran conocedora del siglo xix.

Una de las cosas que llama poderosamente la atención del personaje es que, habiendo llegado a ser el hombre más rico de Huelva y uno de los más acaudalados de España, sin embargo, murió arruinado. No es que el arruinarse fuera algo excepcional, pues ahí tenemos, por ejemplo, al marqués de Salamanca, quien, no obstante, volvió a salir a flote. En el caso de Sundheim, tras una vida llena de éxitos, nos encontramos cómo al final de su vida las cosas se torcieron de tal manera que la mayor parte de la riqueza que había acumulado a lo largo de su vida se esfumó. Los problemas económicos de su socio Doetsch influyeron sobremanera en ello, tal como lo ha explicado María Antonia Peña. En cualquier caso, no por ello debemos minusvalorar su olfato en los negocios y una capacidad de emprendimiento que le llevó a diversificar sus inversiones. De ahí que la autora lo considere, y creo que con razón, como uno de los empresarios más importantes de la España de su época. Y precisamente la obra que ahora comentamos aborda todas estas etapas y facetas de la vida de Sundheim, tratándose de una biografía al uso, que no entra tanto en los grandes debates historiográficos de la economía española del siglo xix, aunque tampoco los ignora. En realidad, no es el objetivo de este trabajo.

Guillermo Sundheim pertenecía a una familia de negociantes alemanes, algunos de cuyos miembros, como fue bastante normal hasta 1914, marcharon al extranjero para completar su formación o para desempeñar diferentes tareas al servicio de la empresa. Con independencia de los pormenores de su llegada a Huelva, sí sabemos que inicialmente se instaló en Sevilla y que se dedicó al comercio. Así, pues, mientras Guillermo terminó desplazándose a Huelva, su hermano Anton lo hizo a Barranquilla, Colombia, estableciéndose así un triángulo entre estas dos ciudades y Amberes, uno de los grandes puertos del norte de Europa. No hay que olvidar que la provincia andaluza era bien conocida por sus riquezas mineras desde la Antigüedad, atrayendo a lo largo de todo el siglo xix a un buen número de empresarios extranjeros. Desde luego, un hito importante en la biografía de Guillermo fue cuando en 1865 se unió a su compatriota Heinrich Doetsch para fundar la compañía Sundheim & Doetsch, base de gran parte de los negocios emprendidos por nuestro protagonista, que, en realidad, no se limitaron exclusivamente a la provincia de Huelva. Dedicada a la “exportación de minerales, comisión y negocios en general”, lo cierto es que esta era una descripción tan genérica que les dio la oportunidad de diversificar sus negocios en sectores tales como la minería, el comercio, las finanzas, la construcción ferroviaria o la explotación agraria. Allí donde surgía una oportunidad, allí estaba Sundheim & Doetsch. El manganeso, por ejemplo, fue una de ellas y de las más importantes, ya que, a partir de 1882, se convirtió esta sociedad en suministradora de este mineral a la Compañía de Río Tinto. Aunque tampoco desaprovecharon la ocasión de explotar cobre, hierro y plomo.

Pero Sundheim & Doetsch se dedicó a más sectores, y el ferroviario fue uno de los más importantes. En concreto, participó en la construcción de los ferrocarriles de Riotinto y de Sevilla a Huelva. Sundheim se convirtió asimismo en el principal accionista de la Compañía del Ferrocarril de Zafra a Huelva, aunque esta sociedad nunca fue próspera. Más éxito tuvo en la compra de terrenos, no solo en el casco urbano de la ciudad de Huelva, sino también en su perímetro agrícola, al punto de que Sundheim se convirtió en un gran propietario, si bien algunos de sus bienes raíces acabaron dedicándose a uso fabril o industrial, como un taller de marmolería, la producción y comercialización de vinos o la construcción del Hotel Colón de Huelva. Esta iniciativa fue especialmente interesante, aunque el hotel no terminó de cuajar y terminó en manos de la Compañía Río Tinto. En este sentido, hay que recordar que, en torno al cuarto centenario del descubrimiento de América, Guillermo Sundheim y un grupo de notables de la ciudad organizaron toda una serie de eventos para su conmemoración. El momento se vivió como una oportunidad y también en Madrid se quiso organizar una exposición universal que finalmente no se celebró. A este respecto, hay que mencionar que Sundheim se interesó mucho por las posibilidades turísticas de la costa onubense, en un momento en que el turismo en España empezaba a dar sus primeros pasos. El Hotel Colón fue una buena muestra de ello, pero no la única, pues dedicó una parte importante de sus recursos a incentivar este sector. Entre otros, la puesta en valor de la playa de Punta Umbría sería un ejemplo de este esfuerzo.

Hasta aquí su principal faceta, la de hombre de negocios. Pero Peña Guerrero no se olvida de las numerosas actuaciones de Guillermo Sundheim en el campo del mecenazgo, la cultura y la filantropía, al que consagró tiempo y dinero. No así a la política, a la que no se dedicó. El hecho de no haber renunciado nunca a la nacionalidad alemana le pudo servir para inhibirse, de suerte que solo lo vemos como cónsul de Alemania en Huelva. Ajeno a banquetes, bailes, etc., prefirió optar más por las obras culturales y no tanto por los saraos que se organizaban en la época.

Por todo ello, estamos, sin duda, ante una obra que constituye una investigación de primer orden para la historia económica del siglo xix en España, y más en concreto para la historia empresarial. Con este trabajo, Peña Guerrero reivindica no solo la figura de Guillermo Sundheim, sino también de otros empresarios, sobre todo extranjeros, que participaron en multitud de sectores económicos de la segunda mitad del siglo xix en Andalucía. Con un rigor académico de máximo nivel, la autora nos demuestra cómo se puede hacer magnífica historia siendo amena y haciendo buena literatura al mismo tiempo. Porque, aparte de la documentación exhaustiva que maneja, si algo caracteriza a esta obra es lo bien que está escrita, lo cual se agradece enormemente. En mi opinión, estamos ante un ejemplo muy clarificador de cómo hacer una excelente biografía empresarial. Por todo ello, y concluyo, recomiendo encarecidamente este libro no solo a los historiadores económicos, sino también a los amantes del siglo xix en general.

Carlos Larrinaga
(Universidad de Granada)

Francisco M. Balado Insunza: Melquiades Álvarez. La España que no pudo ser. Madrid: Marcial Pons Historia 2023. 522 páginas.

En la sesión parlamentaria del 26 de abril de 1932, Indalecio Prieto definió a Melquiades Álvarez (1864-1936) como “el eterno equivocado”. Y esa imagen, en buena medida, es la que ha trascendido del tribuno asturiano: un político que transitó del republicanismo a la accidentalismo (algunos dirían que al monarquismo) y que retornó al republicanismo demasiado tarde, cuando su tiempo histórico había pasado y su crédito político se dilapidaba en una deriva conservadora; un personaje público que no supo tomar las decisiones oportunas y convenientes para su causa e, incluso, para su propia persona; un hombre que murió la muerte más desatinada (y abyecta) que podía caberle esperar a un demócrata de larga trayectoria: asesinado por aquellos que decían defender una República que había traído la democracia a España.

El estudio de Francisco M. Balado Insunza pretende desmontar algunos de los tópicos que han circulado sobre la figura de Melquiades Álvarez. El suyo se suma a una corta nómina de trabajos sobre el personaje o su partido reformista, entre los que destaca el del prologuista de la obra, Manuel Suárez Cortina, Republicanos y reformistas ante la crisis de la monarquía de Alfonso XIII (Siglo XXI, 1986). El libro de Balado Insunza es fruto de su tesis doctoral, defendida en 2019, que reunió en sus páginas una investigación de carácter biográfico sobre los dos máximos exponentes del republicanismo reformista y accidentalista: Gumersindo de Azcárate y el propio Melquiades Álvarez. La parte correspondiente a la biografía de Azcárate ya fue publicada por la Universidad de Cantabria (2021) y toca el turno ahora, en Marcial Pons, a la de Melquiades Álvarez. El origen del trabajo en una pesquisa doctoral queda corroborado por la meticulosidad de la investigación, la cual, en su empleo exhaustivo de fuentes hemerográficas, bibliográficas, archivísticas y parlamentarias, suple con creces la inexistencia de un archivo personal de Álvarez.

El libro traza, pues, una minuciosa biografía política de Melquiades Álvarez, una biografía que, por encima de los vaivenes y recodos propios de la vida pública y propios, más aún, del agitado contexto del primer tercio del siglo xx español (crisis de la Restauración, Dictadura, República, guerra), enfatiza la coherencia de la trayectoria política del biografiado. Este se mantuvo siempre fiel, al menos desde la segunda década del siglo xx, a un ideario democrático liberal, que, como el propio autor resume en las conclusiones, se sustentaba sobre estos elementos: “soberanía nacional, accidentalismo en cuanto a la forma de gobierno, parlamentarismo, separación entre la Iglesia y el Estado, reformismo, librecambismo, educación libre e igual para todos, garantía de derechos individuales, justicia social, propiedad privada, libertades públicas, descentralización administrativa y, progresivamente, política, imperio de la ley” (p. 449). Junto con su ejecutoria política, la obra contempla también algunos aspectos de la vida personal de Melquiades Álvarez, así como su brillante carrera profesional como abogado y sus conexiones con el mundo de los negocios.

La biografía arranca en la Asturias natal de Melquiades Álvarez: el traslado de su cuna gijonesa a la capital del Principado, sus estudios de Derecho en la Universidad de esta ciudad, de la que llegaría a ser catedrático, su vinculación al krauso-institucionismo del Grupo de Oviedo, su matrimonio con una hija de la burguesía local y sus primeras armas en el republicanismo federal, que pronto abandonaría en favor del unitario, a la par que abrazaba posiciones reformistas. A partir de 1901, Álvarez, diputado al Congreso por Unión Republicana, trasladaba su residencia a Madrid.

Se iniciaba así una fecunda etapa en lo político y en lo profesional. Álvarez fue afirmando su gubernamentalismo y esa opción por la centralidad se vio reafirmada en la formación de un tándem político con Gumersindo de Azcárate, que duró “con algunas, pocas, fisuras” (p. 116) hasta la muerte de este en 1917. El Bloque de Izquierdas y la Conjunción Republicano-Socialista sirvieron para catapultarlo al centro del escenario político como líder del republicanismo gubernamental. En esos años, fraguó con Azcárate la idea de un Partido Reformista, que finalmente nació en 1912 y, al año siguiente, se adhirió al principio de la accidentalidad de las formas de gobierno. Álvarez y su Partido Reformista esperarían en vano una llamada del Rey para formar gobierno y acometer la plena democratización del régimen. El Partido Reformista se integró en el ejecutivo tardíamente y con un solo ministro a finales de 1922, en una experiencia que fracasó muy pronto. De ella solo quedó el nombramiento de Melquiades Álvarez como presidencia del Congreso de los Diputados, cargo que ocupaba cuando se produjo el golpe de Primo de Rivera.

El inicio de la dictadura, con la anuencia del rey, parecía el fin del proyecto melquiadista: la democratización de la Monarquía se antojaba ya imposible para muchos, entre ellos para quienes abandonaron el Partido Reformista, como Manuel Azaña o José Giral. Salvo su participación indirecta en la Sanjuanada, Álvarez mantuvo una cierta retracción de la vida pública, que pudo dar lugar a malentendidos en cuanto a su posición política. Sin embargo, afirma Balado, Melquiades Álvarez debe ser “considerado en plena dictadura como uno de los más altos representantes de la democracia española” (p. 355). En ese mismo sentido, su actitud a la salida de la dictadura no debería entenderse como una apuesta extemporánea por la continuidad de la Monarquía (o, lo que es lo mismo, en contra de una eventual proclamación de la República), sino como la demostración de su fidelidad a los principios reformistas y constitucionalistas: la elección de una Asamblea constituyente que garantizase la democratización del sistema y decidiese, por la vía legal y representativa, sobre la forma de gobierno. Como quiera que fuera, la República implicó un viaje hacia la insignificancia política de Melquiades Álvarez, aunque no tanto como para que, al menos durante el segundo bienio no colocase algunos miembros de su nuevo partido, el Republicano Liberal-Demócrata como ministros en el gobierno. Sin embargo, el PRLD se encontraba ya en franca descomposición cuando se presentó desunido a las elecciones de febrero de 1936, en el caso del propio Melquiades Álvarez en una desnortada alianza con la CEDA. El libro concluye con la reconstrucción de la desventuradas circunstancias de la muerte de Melquiades Álvarez, que en un último gesto de coherencia (¿o de insensatez?) permaneció en Madrid después del 18 de julio, cuando todo el mundo le aconsejaba su partida.

Como se ha anticipado, Francisco M. Balado Insunza compone una cuidada y detalladísima biografía política de Melquiades Álvarez, que habrá de servir de referencia casi definitiva (si algo hay definitivo en Historia) para cualquiera que desee acercarse a la figura del político asturiano. Ciertamente, en ocasiones el texto puede tornarse en exceso prolijo y tal prolijidad distrae al lector del hilo conductor de la narración, que pierde fluidez. Tal cosa, no obstante, no impide en absoluto una enérgica defensa de la tesis principal del texto: la solidez de la trayectoria política de Melquiades Álvarez, lo que el autor llama su “continuidad cultural” o “político-cultural” respecto de los valores o principios liberal-democráticos (en referencia a la cultura política, aplicando un sentido muy particular y restrictivo del término). La consideración de tal continuidad permitiría superar un examen meramente coyuntural del hombre público, que incidiría sobre sus presuntos “errores” y alumbraría la imagen de un personaje inconsistente, sobre todo en la etapa final de su carrera política.

Nos encontramos, en fin, ante una completísima biografía política de Melquiades Álvarez, que se atreve a ser “heterodoxa” en sus interpretación (p. 375) al desafiar algunas asunciones historiográficas respecto del protagonista y que ofrece una imagen renovada del político que representó como pocos la apuesta por la democratización, sin sobresaltos, de la España del primer tercio del siglo xx.

Julio de la Cueva Merino
(Universidad de Castilla- La Mancha)

Andreu Navarra: El comunismo en España. Mito, pueblo y revolución. Madrid: Cátedra 2024. 305 páginas.

En los últimos años hemos asistido a un incremento de la historiografía sobre el PCE y sus políticas durante el franquismo. Obras como el importante estudio de Carlos Fernández Rodríguez o los trabajos de Fernando Hernández Sánchez se han unido recientemente a los estudios de Alejandro Sánchez Moreno, con su biografía del que fue secretario general del PCE José Díaz, o la más reciente biografía de Dolores Ibárruri publicada por Mario Amorós, por citar algunas obras.

La historiografía sobre el PCE ha sido una constante desde la Transición, cuando empezaron a publicarse las primeras obras sobre el partido y memorias de dirigentes, como fue el caso de Juan Andrade Rodríguez –a quien el autor confunde con Juan Andrade Blanco–, el propio Santiago Carrillo, Fernando Claudín o Jorge Semprún, por mencionar algunos. De todos modos, viendo la profusa bibliografía de la obra –que supongo pensada más como referencia que como elemento sustentador del ejercicio de síntesis de que se espera de este libro–, nos hacemos una idea de la importancia que tiene la cuestión del comunismo en la historiografía reciente en España.

Partamos de la base de que las síntesis, pensadas para lectores con un interés amplio en el tema y que quieren realizar una primera aproximación al mismo, me parecen un ejercicio necesario. Lo que ocurre es que a veces es difícil condensar en trescientas páginas una historia tan densa y compleja como la del PCE. El reto era importante y el autor lo resuelve de manera desigual, algo que desde mi punto de vista resta valor a una obra que podía ser bastante práctica para los objetivos que se le supone a una obra de síntesis. Es evidente que el impacto de la revolución bolchevique en Rusia fue enorme. Que un partido obrero lograra hacerse con el poder fue un aldabonazo a nivel europeo. Las democracias liberales –desprestigiadas después de la Primera Guerra Mundial– se vieron entre dos fuegos con el surgimiento del fascismo –y otras posibilidades ultranacionalistas y derechistas– y el comunismo, que además planteó su extensión internacional de la mano de la Komintern. La importancia del proyecto queda claramente de manifiesto en la monumental obra de Pierre Broué en la que, de todos modos, dedica poco espacio a España, lo cual no deja de ser significativo de la importancia del comunismo español hasta la Guerra Civil y en los primeros años del franquismo, ya que la Komintern se disolvió en 1943.

A pesar de que el peso del PCE en la política española fue reducido hasta la Guerra Civil. Con posterioridad a ella fue la principal fuerza de oposición al franquismo, la mayor parte del tiempo en solitario. Durante buena parte del franquismo el resto de fuerzas de la oposición dieron la espalda a los comunistas, que con un coste humano elevadísimo no cejaron en la lucha contra la dictadura. Pero la historia del PCE, fundamentalmente en la clandestinidad, pero no exclusivamente, se caracterizó por sus sucesivas purgas. Unas por “desviarse” de los objetivos de Moscú y otras por diferencias con la cúpula dirigente, que hasta épocas muy avanzadas coincidía plenamente con las directrices que llegaban desde la capital de la URSS.

Es fácil suponer que en función de todo lo anterior es complejo, por no decir muy difícil, asumir la tarea de sintetizar en algo más de trescientas páginas la historia, no ya del PCE, sino del comunismo en España. Recordemos que el comunismo abarca varias posibilidades, desde el que podemos considerar como ortodoxo –que sería el PCE– hasta los heterodoxos, caso del POUM hasta la Guerra Civil, y más recientemente el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE) de Ignacio Gallego o las heterodoxias de corte más exótico como el Partido del Trabajo de España (PTE) o la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT), de corte maoísta, o el PCE (ML) y su brazo armado, el FRAP, o el PCE(r), del que se derivó el GRAPO. Sin contar las derivas autonomistas del PCUS o del PCE-EPK y su proyecto convergente con Euskadiko Ezkerra para recalar finalmente en el PSOE.

Como se puede apreciar, un amplio elenco que es abordado de manera somera por el autor, que centra su atención en el PCE, lo cual es lógico, aunque también hay alguna referencia al POUM y en mayor medida al PSUC. Por eso quizás hablar de “el comunismo en España” puede parecer pretencioso, aunque reconozco que la idea es buena y, desde luego, más fiable que otras “cosas” que pululan por ahí sobre el comunismo, obra de mediáticos –y reaccionarios– comunicadores. De todos modos, creo que es una obra fallida porque, pese a que la estructura es buena, el resultado es deficitario. El principio de la obra parafraseando al “Manifiesto Comunista” y haciendo referencia a las descalificaciones que desde medios de comunicación muy conservadores se dirigen al Gobierno “socialcomunista”, no me parecen la forma más adecuada de comenzar un libro que pretende ser histórico. En el Gobierno, efectivamente, hubo y hay personas que han militado en el PCE e incluso su secretario general en la actualidad –Enrique Santiago– es diputado y ha ocupado cargos en la estructura del Gobierno. El resto es ver ese “fantasma que recorre España”, parafraseando a Marx y Engels, que desde medios del “fango” o la “fachoesfera”, por usar términos que se emplean actualmente en la órbita política, creen intuir. Y digo, y lamento, que es una obra fallida porque no se abordan de manera clara determinados aspectos que se tratan en el libro. Se opta por una estructura diacrónica clásica. Se resuelve de manera satisfactoria el primer apartado dedicado a la escisión del PSOE y a los tres congresos que fueron necesarios para la creación del PCE, pero se da una imagen un poco distorsionada, y que quizás necesitase alguna explicación más, sobre el desarrollo del PCE en el País Vasco y su táctica de “entrismo” en las organizaciones socialistas. Quizás queda poco claro que desde los primeros momentos, y casi hasta el pasado más reciente, la táctica del PCE era la de ocupar el espacio político del PSOE.

En ocasiones la lectura puede resultar desconcertante, ya que va hacia adelante y hacia atrás, lo que trasmite la idea de que no hay un desarrollo claro de los aspectos que se quieren tratar. También se aprecia, pese a la amplia bibliografía de la obra, un exceso de referencias a la obra de Amorós (2021) sobre Dolores Ibárruri. Nadie niega la importancia de “Pasionaria” en la historia del PCE, pero ofrece dos versiones de por qué decidió vestir de negro y es un ejemplo de lo poco claro puede resultar en ocasiones el libro.

La parte dedicada a la Guerra Civil es, quizás, la más meritoria del libro. En la misma se sintetiza de manera clara y eficaz el ascenso del PCE desde los primeros tiempos del conflicto hasta ser un elemento determinante en el Gobierno de Negrín. Se aborda, evidentemente, la cuestión de Paracuellos, pero no se menciona la historiografía más reciente sobre el tema, limitándose a las obras clásicas. La mayor parte del libro de Andreu Navarra se centra en el periodo del franquismo y en la sucesión de direcciones del PCE en el interior (Quiñones, Carrera, Monzón), pero se trata poco de cuestiones como el “grupo de Lisboa” o la invasión del valle de Arán.

La figura de Heriberto Quiñones forma, junto con Aurora Picornell, parte de esos nombres míticos del PCE que fueron cayendo por la represión franquista, pero, y no debemos olvidarlo, contestados por la dirección comunista en el exterior. Sin entrar en detalles, sí nos parece importante mencionar el caso de las sucesivas direcciones del PCE en el interior, pero a veces no se expone de una manera clara –pensando en una obra divulgativa– la problemática de las mismas. Tras la inmediata posguerra, en 1956, se produjo un proceso en el que nuevos dirigentes del PCE como Jorge Semprún asumieron la dirección del partido en el interior y que se sobrevuela en la obra.

El final del libro se centra en la Transición y el papel del PCE y de Santiago Carrillo en la misma. Se suceden acontecimientos como el intento de unificar a la oposición a la legalización del PCE narrando acontecimientos conocidos. El final del libro comentado se centra en dos cuestiones: lo que el autor denomina “auge y caída del PCE en la Transición” y un capítulo dedicado a Julio Anguita. Uno de los elementos fundamentales de ese periodo fue el desarrollo de lo que se vino a llamar “eurocomunismo”, que trataba de marcar distancias con la URSS y la cuestión de la legalización del PCE por parte del Gobierno de Adolfo Suárez. Su legalización fue imprescindible para dar credibilidad al proceso democratizador en España de cara a las elecciones previstas para junio del 1977. En las mismas, contra pronóstico, el PCE obtuvo unos malos resultados, que mejoraron algo en las elecciones de marzo de 1979, y marcaron el comienzo de la decadencia política de Santiago Carrillo.

El PCE entró en una profunda crisis que se agudizó tras la victoria socialista de octubre de 1982, cuando los comunistas tan solo lograron cuatro diputados frente la gran mayoría absoluta del PSOE. Posiblemente,, esas elecciones marcaron en fin de una época en el comunismo español que se materializó con la salida de Santiago Carrillo de la dirección comunista. La llegada de Julio Anguita a la dirección del PCE dio un giro a la situación con la creación de Izquierda Unida y la colaboración con la derecha del PP, que fue jaleada desde los primeros medios de la derecha mediática, como fue “El Mundo”. Pese a la opinión favorable que al autor la produce la figura de Anguita, tiene que reconocer que el recuerdo que ha dejado es más el de la “pinza” con la derecha que una opinión favorable. El libro termina con una apresurada referencia a Yolanda Díaz en la que contrapone su “poder mediático”, que le llevó a crear “Sumar”, con la recuperación del marxismo-leninismo por el PCE en su congreso de 2017, pero no deja de ser más que un apunte que no es analizado a la vista de los últimos resultados electorales.

Pedro Barruso Barés
(Universidad Complutense de Madrid)

Sáez García, Miguel Ángel: Acero y Estado. Las políticas siderúrgicas en España (1891-1998). Granada: Comares (Historia) 2023. 318 páginas

Tras cuatro décadas de hegemonía neoliberal, la crisis del covid-19 ha devuelto al Estado al centro del panorama económico como agente fundamental para el desarrollo de Europa. Este viraje ha cristalizado recientemente en el conocido como Informe Draghi, que manifiesta la necesidad acuciante de vertebrar un crecimiento sostenible a partir de la colaboración público-privada. Igualmente, las consecuencias económicas de la pandemia y las tensiones geopolíticas globales han resituado a la industria como uno de los pilares sobre los que sustentar el futuro de la Unión. Entre los sectores manufactureros más destacados cabe mencionar la consideración de la siderurgia como actividad estratégica, baluarte de una política industrial ahora indisoluble de la transición verde y la tan anhelada descarbonización.

En este contexto, Acero y Estado: las políticas siderúrgicas en España (1891-1998) aparece como una obra, además de relevante, muy necesaria. Primero, porque, debido al momento crucial que atraviesa el sector, la coyuntura no podría ser más propicia para su publicación. Segundo, porque viene a cubrir un gran vacío en la historiografía española, como era el de un trabajo académico que recogiera de forma íntegra la trayectoria de la siderurgia en este país. Hasta ahora, y como reconoce el propio autor, tan solo se contaba con Hierro y acero ante la mundialización: una perspectiva histórica, dirigido por Manuel Jesús González y que, publicado por la propia Aceralia, tiene un carácter más divulgativo. La obra aquí reseñada representa una investigación rigurosa y exhaustiva que aglutina, además, la contribución científica de una carrera dedicada en gran medida al estudio de esta actividad.

El libro se divide en cinco capítulos que siguen una estructura cronológica, flanqueados por una introducción y unas conclusiones que, además de justificar claramente el origen y la finalidad de la obra, serán de gran utilidad para quienes se acerquen a ella sin un conocimiento previo sobre el tema estudiado. La periodización de estos capítulos es tan acertada como canónica dentro de los patrones clásicos de la historia industrial española. Por ello, destacan y se agradecen los títulos de cada uno, que refuerzan el papel central que el autor concede al Estado y sintetizan muy concisamente el papel que este jugó en cada intervalo temporal.

Así, el primer capítulo, El estado protector (1891-1936), analiza el impacto que el denominado “giro proteccionista” tuvo en el desarrollo del sector, principalmente a través del Arancel Cánovas (1891), del Arancel Salvador (1906) y de la Ley de Protección a la Industria Nacional promulgada por Maura (1907). Esta última sirvió de inspiración a la política de promoción característica de la dictadura de Primo de Rivera, que propiciaría tanto un importante auge siderúrgico favorecido por los planes de obras públicas, como su posterior debacle tras numerosos incumplimientos, el colapso del régimen y el inicio de la República. El Estado interventor (1936-1959) recoge las férreas políticas aplicadas durante el primer franquismo, a través de medidas como el control directo de precios o la asignación de cuotas para el acceso a materias primas. Los estrangulamientos generados imposibilitarían que la producción de acero pudiera satisfacer los requerimientos de la demanda interior, lo que incrementó las tensiones entre el régimen y la clase empresarial. En este escenario, El Estado productor (1950-1963) detalla la transformación del sector siderúrgico español tras la decisión de crear la Empresa Nacional Siderúrgica (ENSIDESA) en 1950, que finalmente conseguiría disparar la producción de acero en el país. El cuarto capítulo, El Estado planificador (1963-1980), abarca el período de crecimiento siderúrgico enmarcado entre la progresiva apertura iniciada con el Plan de Estabilización de 1959 y la Transición democrática. Estas décadas estuvieron marcadas por la acción concertada, característica fundamental de los Planes de Desarrollo sobre la que pivotaría la consecución de los objetivos marcados en las distintas revisiones del Programa Siderúrgico Nacional. Por último, en El Estado restructurador (1980-1998) se profundiza en las reformas acometidas durante la reconversión industrial, especialmente en el marco de la entrada de España en la CEE en 1986. Así, una primera intervención que primó la cohesión social a la racionalidad productiva daría paso a una severa racionalización iniciada en los primeros años noventa, que culminaría en la fusión de Altos Hornos de Vizcaya (principal empresa privada) con ENSIDESA para su posterior privatización.

Acero y Estado tiene una vocación integral favorecida por la trayectoria del autor, que presenta en forma de monografía los resultados de muchos de los trabajos que han sustentado su carrera investigadora. Además, es de agradecer que, aunque de forma indirecta, se revisiten ciertos debates que en su día fueron diametrales para la historiografía económica española y que hoy ocupan un lugar secundario, como el citado viraje proteccionista de finales del siglo xix o la potencial captura del Estado por parte de los empresarios tras la Guerra Civil. Sin embargo, y seguramente debido a la naturaleza sintética del libro, quizá se eche en falta una mayor profundidad a la hora de tratar las controversias generadas en torno a algunas de estas cuestiones –caso del carácter eminentemente agrarista del arancel de 1891 o del poder de Suanzes en el despliegue de las políticas autárquicas–, que se presentan de forma algo somera. Por el mismo motivo, y como consecuencia de la dilatada trayectoria del autor, tal vez muchos de los argumentos más originales de esta obra, como la discusión relativa a la acería de Sagunto y a las políticas de la reconversión, puedan resultar conocidos para los especialistas, pues ya habían sido presentados por el autor (y coautores) en trabajos anteriores.

Estas apreciaciones en absoluto empañan la rigurosidad y el empaque de una obra que no pretende ser rupturista, sino integradora, y persiguen poner en valor su relevancia. El manejo de la bibliografía, el uso de las fuentes primarias y la atención concedida al detalle reflejan el profundo conocimiento del autor sobre el tema tratado, y resaltan el esfuerzo por situar en todo momento la política industrial en el centro del análisis. Por todo ello, Acero y Estado se perfila como una referencia ineludible para quienes se aproximen a la historia de la siderurgia y a la evolución de la política industrial en España.

Guillermo Antuña
(Euncet Business School, Universitat Politècnica de Barcelona)

4. HISTORIA Y CIENCIAS SOCIALES: AMÉRICA LATINA

Luz María Diaz de Valdés: Bendecir la Revolución. Cristianismo de izquierda en Chile 1957-1973. Santiago de Chile: Ediciones UC (Colección Historia UC) 2024. 321 páginas.

La relación entre religión y política ha merecido la atención de los historiadores solo en tiempos recientes. Si bien es ya un clásico el texto de Ricardo Krebs sobre el proceso de laicización en Chile en la segunda mitad del siglo xix, quizás los aportes más novedosos han sido los elogiados textos de Sol Serrano y Ana María Stuven, con sus concluyentes investigaciones sobre laicidad y secularización en el Chile decimonónico. Sin embargo, son pocas las investigaciones que indagan sobre esta temática en el siglo xx, por lo que el texto de Luz María Díaz de Valdés constituye un aporte a la historiografía del catolicismo no solo en Chile, sino también en Latinoamérica.

Esta es la primera premisa que hay que destacar del libro que se comenta: Díaz de Valdés emprendió un interesante desafío al analizar una arista compleja para los estudiosos, y que tiene que ver con las posturas de la Iglesia católica frente a las nuevas exigencias espirituales y pastorales que las exigencias políticas sociales y económicas, primero de la cuestión social, y luego, de la expansión del comunismo en el contexto de la Guerra Fría, le pusieron por delante. La complejidad está dada principalmente por dos retos: la proximidad del tema de estudio (con actores que siguen vivos) y la accesibilidad a las fuentes: dos inevitables dimensiones para quienes trabajamos temáticas relacionadas con la Iglesia en décadas más o menos cercanas.

Contemplando un marco cronológico que va de 1957 a 1973, la investigación indaga en la participación de lo que Díaz de Valdés llama “agentes clericales” de la Iglesia católica, en cuanto defensores y promotores de un catolicismo de izquierda, que desembocó en 1971 en la organización de Cristianos por el Socialismo (CpS). En concreto, la autora busca determinar de qué forma se vivió la experiencia de los sacerdotes y religiosas revolucionarios agrupados en CpS, afirmando que “la radicalización política e ideológica de estos actores clericales fue fruto de un proceso de carácter religioso, asociado a la evolución del catolicismo social en el siglo xx en Chile y otras regiones del mundo” (p. 12). El desarrollo de este catolicismo de izquierda encarnado por los CpS logró, según la autora, dar vida a un pensamiento y a un movimiento eficaz que significó un enorme desafío para la Iglesia chilena de la época. La hipótesis en sí no es muy novedosa, pues hay autores que han planteado la continuidad entre el desarrollo del pensamiento social católico y la acción política en Chile, sobre todo a partir de los años treinta; no obstante, se debe reconocer que el texto logra efectivamente demostrar esa continuidad para los años sesenta y ahondar con efectividad en el fenómeno de izquierdización y de radicalización del pensamiento católico social en Chile.

A partir de la comprensión de los CpS desde una dimensión principalmente religiosa –aunque creo que se infravalora la inevitable dimensión política de todo el fenómeno–, la autora plantea cinco argumentos muy interesantes (aunque tengo algunos reparos en la forma en que están planteados. pero quizás sea solo un problema de redacción). El primero es que los CpS, como ya se ha dicho, deben ser entendidos desde la óptica de la evolución del catolicismo social surgido en Chile a fines del siglo xix, en esencia anticapitalista y centrado en los pobres. El segundo argumento esgrime que los CpS se deben comprender a partir de su experiencia de apostolado social directo y “encarnado” (por eso mismo, insisto en su dimensión política). El tercero tiene relación con la aparición de numerosos grupos de cristianos de izquierda e, inevitablemente, de grupos contrarrevolucionarios que les hicieron oposición. El cuarto argumento afirma que el desarrollo de un pensamiento católico cada vez más radical, implicó a fines de los sesenta la diferenciación entre sectores reformistas y otros marcadamente revolucionarios. Por último, una quinta propuesta considera que los CpS fueron, durante los años del gobierno de la Unidad Popular (1970-1973), autores religiosos críticos, capaces de aglutinar un pensamiento político de corte cristiano revolucionario que, no obstante, nunca logró ser homogéneo (pp. 15-16).

El texto está organizado en base a siete capítulos estructurados cronológicamente. Los primeros dos: “Política, economía y sociedad en Chile 1932-1973” y “Catolicismo y Modernidad (siglos xix y xx)” pueden considerarse capítulos introductorios, en los cuales Díaz de Valdés recorre la historia del catolicismo en Chile, desde la introducción de la doctrina social de la Iglesia a través de las encíclicas papales, el desarrollo del catolicismo social y de la acción católica. También se refiere a los conflictos suscitados por la aparición de distintas interpretaciones católicas sobre dicho pensamiento social y sobre cómo debía llevarse a cabo la acción política. Desde una perspectiva más política, la autora se detiene en el surgimiento de la Falange, en la influencia del filósofo francés Jacques Maritain entre los católicos más progresistas y en los efectos del Concilio Vaticano II en el catolicismo chileno. Este último habría servido de escenario para mostrar a una Iglesia muy preparada para encaminar su rumbo con los “signos de los tiempos”.

El tercer capítulo, titulado “Catolicismo y cambio social”, se centra específicamente en el desarrollo del catolicismo social y de una sociología religiosa transnacional que, a través de un diagnóstico pastoral y político de América Latina, apostó por una verdadera transformación estructural. Es novedosa la aparición de un desarrollismo católico, ejemplo concreto de un catolicismo cada vez más comprometido con lo temporal. A partir de esta evolución, ciertos sectores católicos comenzaron a incorporar elementos del marxismo e incluso el concepto mismo de “revolución”.

En los capítulos cuarto y quinto, titulados “Tiempo de controversias” y “Comulgar con Allende”, respectivamente, Díaz de Valdés entra de lleno en su objeto de estudio, al indagar más profundamente en este pensamiento católico promotor de una completa transformación de las estructuras, incluso por medios revolucionarios. En paralelo al proceso de izquierdización, la autora advierte la aparición de la Teología de la Liberación, que complementa al catolicismo revolucionario y que enfatiza en la crítica al catolicismo social tradicional por considerarlo estático, ahistórico y burgués. A partir de entonces, el catolicismo revolucionario salió a la luz pública con la “Toma de la Catedral” en 1968, con la aparición del movimiento de “los 80” y, posteriormente, con la fundación de “los 200”, quienes conformaron el germen de CpS. Estos últimos, organizados formalmente en 1971, pasaron a ser, en palabras de la autora, actores principales en la trama de la historia político religiosa de la “vía chilena al socialismo” (p. 177). Enriquece la reflexión el que se dé lugar en el texto a la reacción de la jerarquía ante la aparición de estos nuevos actores clericales, indagando en el clima de incertidumbre que cubrió por entonces toda la realidad eclesiástica del país.

En el capítulo sexto, “Más allá de Chile”, se plantea la internacionalización del movimiento, encarnado visiblemente en el Encuentro Latinoamericano de CpS, celebrado en Santiago en abril de 1972. El evento marcó no solo un hito en la historia del grupo, sino que también puso en evidencia su mensaje transnacional; pero también dejó de manifiesto su sesgo elitista, pues su lenguaje excesivamente académico era demasiado extraño para quienes pretendía estar dirigido. Por otra parte, a partir de entonces los CpS comenzaron a recibir críticas cada vez más severas de sus opositores, tanto desde de la jerarquía como de sectores políticos, e incluso desde la misma Compañía de Jesús, que era ya bastante progresista. El denominador común de estas críticas fue la “politización del Evangelio”.

El compromiso político directo de los CpS con el gobierno de la UP es analizado en el capítulo final, titulado “Radicalización de un conflicto religioso”, en el cual la autora se centra en la participación de CpS en el paro de octubre de 1972 y en las declaraciones revolucionarias del sacerdote Pablo Richard, quien asumió la vocería del grupo. El Epílogo abarca las consecuencias que tuvo para el catolicismo de izquierda el Golpe de Estado de septiembre de 1973, a partir del cual se frenaron los planteamientos y proyectos de los grupos de izquierda y se iniciaron las persecuciones políticas a muchos miembros del movimiento. Pero, como bien concluye Díaz de Valdés, CpS había recibido su sentencia de muerte previamente, en abril de ese año, cuando la Asamblea Plenaria del Episcopado de Chile decidió preparar un documento condenatorio de las opciones políticas del grupo. Terminaron así los años “cortos y veloces” en que algunos agentes pastorales y clericales plantearon la transformación de la sociedad en clave revolucionaria, con el objetivo de liberar al pueblo de la opresión del capitalismo burgués. En el caso chileno, el proyecto fracasó no tanto por el telón de acero que significó la dictadura militar, sino porque el discurso revolucionario no logró convencer del todo a un catolicismo que de por sí había tomado rumbos progresistas décadas antes, alineándose con la propuesta de cambios estructurales a través de una estrategia moderada y, en lo posible, homogénea.

En paralelo a la objetividad del análisis, se debe destacar la rica variedad de fuentes que Díaz de Valdés trabajó en su investigación, entre las cuales caben mencionar entrevistas a los principales actores religiosos del proceso de radicalización política de catolicismo chileno; las memorias y trabajos bibliográficos publicados por sacerdotes y obispos que de alguna manera participaron de los eventos estudiados; la producción intelectual de los miembros de CpS y los documentos del Centro de Investigaciones Socioculturales (CISOC) de los jesuitas, quienes –para fortuna de la autora– no esgrimen pudores para abrir sus archivos con documentación de décadas cercanas. Lo que sin duda le da mayor riqueza y seriedad a la investigación de Díaz de Valdés fue su opción por consultar también fuentes que hablaron de la oposición al cristianismo de izquierda: de grupos de derecha, críticos tanto del gobierno demócrata cristiano como de la UP que, tal como se afirma acertadamente en el texto, presentaron argumentos muy variados.

El libro de Díaz de Valdés constituye, sin lugar a dudas, un aporte imprescindible para la historiografía y para la comprensión de los fenómenos religiosos y políticos de las décadas centrales del siglo xx. Su rigor académico, la amplitud de perspectivas y la calidad de las fuentes, junto a una escritura amena y dinámica, lo convierten en lectura obligada para los cultores de nuestra historia reciente.

Andrea Botto Stuven
(Universidad Finis Terrae/CIDOC, Santiago de Chile)

Silvia Pedraza / Carlos A. Romero: Revolutions in Cuba and Venezuela. One Hope, Two Realities. Gainsville: University of Florida Press 2023. 355 páginas.

Dos de las principales revoluciones en el mundo occidental son analizadas por Silvia Pedraza y Carlos Romero en su libro Revolutions in Cuba and Venezuela. One Hope, Two Realities, de reciente aparición. Ambas con características propias y comunes, con diferencias marcadas, con líderes similares y con una misma premisa: la obtención de una vida distinta y mejor para la mayoría, son examinadas detalladamente por los autores, ofreciendo un panorama completo y complejo de los acontecimientos, con una mirada crítica, sin apasionamientos extremos, que apuesta por una visión renovadora de estas dos realidades sociales y políticas.

Los autores son grandes estudiosos de la historia de ambos revoluciones, y cuentan con una sólida base documental y referencial, así como un trabajo de campo notable, representado en entrevistas a los involucrados y en la recolección de datos en la fuente primaria. Dados los hallazgos encontrados, los autores establecen un estudio comparativo, particularmente en los primeros quince años de ambas revoluciones, donde se describen las fortalezas y debilidades de ambos procesos. Las coincidencias entre Cuba y Venezuela son suficientes para realizar esta comparación, y la obra lo resalta. También, hace énfasis en la polarización que ocurrió en ambos países y sus consecuencias.

En la forma de abordar los protagonistas y sucesos de las revoluciones estudiadas, aunque tienen en cuenta y analizan el papel del Estado y los hechos revolucionarios como un todo, Pedraza y Romero optan por alinearse con los historiadores de la cuarta generación: no solo lo estructural, sino también la ideología, el papel de las personas, así como aspectos tales como el liderazgo, el género, la clase y, especialmente, la idea de la patria como concepto global y aglutinador del proceso revolucionario.

Los autores establecen los dos pilares gemelos estatales: efectividad y justicia. Es posible que un Estado sobreviva sin justicia si hay efectividad; en sentido contrario, un Estado justo puede continuar incluso si no es efectivo. Si fallan ambas características, esto lleva a una revolución. Dentro de los elementos comunes que señalan Pedraza y Romero se encuentran: la falta de efectividad en la asignación de recursos, pues ninguno de los dos países se encontraban en una situación de subdesarrollo en el momento de las revoluciones, pero sí en un marcado estado de desigualdad; la alienación de las élites de los intelectuales con respecto al Estado, que favoreció el ambiente revolucionario; la movilización de la población, expresada en la aparición de movimientos sociales notorios y en la protesta abierta y masiva; el líder carismático, el más sobresaliente de todos, representado en el cubano Fidel Castro y el venezolano Hugo Chávez; el contexto internacional, marcado por la Guerra Fría en el caso de Cuba y en la era post-Guerra Fría en el caso venezolano; la pérdida significativa de sectores significativos de la sociedad a través del exilio, que disminuye el disenso pero también constituye un nuevo actor. Este último elemento es uno de los fuertes del estudio, muestra el exilio como un participante clave en todas las etapas revolucionarias, y es analizado a través de todo el libro, marcando las diferencias entre los dos fenómenos, el fuerte grupo de cubanos en Florida, interviniendo en los movimientos de protesta en la isla, y el de la oposición venezolana, primero participante en el país y luego ejerciendo su actividad desde el exterior.

El libro hace un desglose de cada una de las revoluciones, iniciando con el contexto prerrevolucionario, siguiendo con el proceso de las revoluciones, observando las particularidades de cada evento, y exponiendo los resultados de estas experiencias revolucionarias. Igualmente, describe las relaciones entre ambos países y con el resto del mundo, surgidas de una necesidad y una conveniencia mutuas, demostrando una simbiosis que les permitió consolidar sus procesos. Las crisis de ambos países son estudiadas bajo parámetros claros: en Cuba, las reformas económicas insatisfactorias, el llamado período especial, la falta de legitimidad política y el desplome del aparato productivo; en Venezuela, el paso de la revolución al de las reformas, el problema de la legitimidad política del Estado actual y el problema migratorio derivado de la crisis económica.

Al final, Pedraza y Romero comparan y sintetizan los dos procesos revolucionarios, que, en su concepto, son fallidos socialmente. Establecen tres escenarios futuros posibles, tanto para Cuba (continuidad del estado de cosas, adopción del modelo China-Vietnam o crisis general acompañada de un levantamiento masivo), como para Venezuela (continuidad de Maduro, una etapa de transición con nuevas elecciones presidencial y un golpe de Estado militar). Los autores se decantan por un alzamiento masivo para el caso cubano y un régimen de transición para el caso venezolano.

El libro cuenta con abundante material gráfico, incluyendo mapas, esquemas, tablas y fotografías, que apoyan e ilustran la parte escrita. Este trabajo es un elemento e insumo valioso para la comprensión del fenómeno de las revoluciones en los países de llamado Tercer Mundo, y una forma de reconocer y apreciar la visión desde el exilio de los procesos revolucionarios cubano y venezolano.

Sergio Alejandro Rengifo Niño
(Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga)

Índice de títulos reseñados

Balado Insunza, Francisco M.: Melquiades Álvarez. La España que no pudo ser (Julio de la Cueva Merino) 294

Carrera Garrido, Miguel / Morales Ortiz, Gracia (eds.): Voces para la escena. Dramaturgias actuales en España y América Latina (Zaida Godoy Navarro) 286

De Quental, Antero: Zara (Xosé Manuel Dasilva) 261

Diaz de Valdés, Luz María: Bendecir la Revolución. Cristianismo de izquierda en Chile 1957-1973 (Andrea Botto Stuven) 302

Fine, Ruth / Zepp, Susanne (eds.): Jewish Literatures in Spanishs and Portuguese. A Comprehensive Handbook (Fernando J. Pancorbo) 253

García Gutiérrez, Rosa (ed.): Todos los caminos conducen a Rulfo. Itinerarios del cuento mexicano desde el modernismo a El llano en llamas (Carla Miñana Just) 282

Ingenschay, Dieter: “Hablo por mi diferencia”. Articulaciones del yo en las culturas homosexuales hispanoamericanas de los siglos xx y xxi (Iñaki Tofiño) 274

Navarra, Andreu: El comunismo en España. Mito, pueblo y revolución (Pedro Barruso Barés) 296

Pecharromán, Carolina: Las primeras periodistas (1850-1931): profesionalización y activismo en España, Francia y Reino Unido (Lisa Moreno-Mendez) 263

Pedraza, Silvia / Romero, Carlos A.: Revolutions in Cuba and Venezuela. One Hope, Two Realities (Sergio Alejandro Rengifo Niño) 305

Peña Guerrero, María Antonia: Wilhelm Sundheim. Un empresario alemán en la España del siglo xix (Carlos Larrinaga) 291

Rodríguez-Solás, David: Performing the Transition to Democracy: Theater and Performance in 1970s Spain (Mario de la Torre-Espinosa) 265

Romera Castillo, José: Antonio Gala a escena (Inmaculada Plaza-Agudo) 267

Sáez García, Miguel Ángel: Acero y Estado. Las políticas siderúrgicas en España (1891-1998) (Guillermo Antuña) 300

Scorer, James: Latin American Comics in the Twenty First Century: Transgression the Frame (Guillermo González Hernández) 279

Uría, Jorge / Dias, Cleber (eds.): Ocio e industrias culturales en el espacio iberoamericano, 1820-1945 (Rossana Campodónicoç) 289

Uribe, Sara: Rosario Castellanos. Materia que arde (Antonio Cajero Vázquez) 271

 

 

 


1 Alberto Mira. 2021. Crónica de un devenir. Barcelona/Madrid: Egales.

2 Michel Foucault. 1994 [1976]. Histoire de la sexualité I. La volonté de savoir. Paris: Gallimard.

3 Jesús Alcalde, Ricardo Javier Barceló. 1976. Celtiberia gay. Barcelona: Personas.

4 Toby Manning. 1996. “Gay Culture: Who Needs It?”. Anti-Gay. Editado por Mark Simpson. London: Freedom Editions.

5 Christo Casas. 2023. Maricas malas. Construir un futuro colectivo desde la disidencia. Barcelona: Paidós.

6 Daniel Bernabé. 2018. La trampa de la diversidad: cómo el liberalismo fragmentó la identidad de la clase trabajadora. Madrid: Akal.

7 Davis M. Halperin. 2012. How to Be Gay. Cambridge/London: The Belknap Press.

8 Óscar Contardo. 2011. Raro. Una historia gay de Chile. Santiago de Chile: Planeta.

9 Femiñetas es una producción argentina-española.

10 El diseño de portada del libro de James Scorer utiliza una ilustración del volumen 5 de Dora, “La ciudad muda”.