DOI: 10.18441/ibam.25.2025.89.15-34

 

 

 

 

Psiquiatría y transformación social en Josep Solanes

Psychiatry and Social Transformation in Josep Solanes

Mari Paz Balibrea

Birkbeck, University of London, Reino Unido

m.balibrea@bbk.ac.uk
ORCID ID: https://orcid.org/0000-0002-0629-5984

En este artículo exploro la concepción de la psiquiatría de Josep Solanes a lo largo de toda su carrera. Considerando el exilio como parteaguas, argumentaré el sentido de los cambios y continuidades que dan coherencia, temática y ética, a su obra. Solanes concebirá siempre la psiquiatría como conectada con la antropología y la filosofía, con las que comparte la preocupación por el hombre, pero distinguible (¿y privilegiada?) por su capacidad de intervenir para retornar al hombre su intrínseca naturaleza social. En la psiquiatría encuentra Solanes un gozne clave de intervención en la transformación del hombre que contribuya a su vez a una transformación social, hacia otra civilización, hacia la tierra, hacia el cosmos. En las diferentes manifestaciones que ese compromiso con la psiquiatría toma en Catalunya primero, en Francia después, y finalmente en Venezuela, se revela una trayectoria que empieza en las vanguardias artísticas y políticas en lucha por una Catalunya y una España post-burguesas, y termina en una apuesta por la desalienación de un sujeto liberado de sus ligaduras nacionales, y de su compromiso con una modernidad que la razón tecnológica ha traicionado.

Hacia una psiquiatría y cultura revolucionarias: los años de formación

Solanes forma parte de ese “catalanismo médico” (Mülberger y Jacó-Vilela 2007, 312) que desarrolló su sentido de la transformación social y su idea del hombre en un contexto de modernidad progresista para Catalunya, tanto en lo científico como en lo artístico, en el primer tercio del siglo xx. Solanes se comprometió con el proyecto cultural y político de las vanguardias artísticas durante sus años de estudiante de Medicina en la Universidad de Barcelona (1925-1932), de la que salió licenciado en Medicina y Cirugía. La primera noticia que tenemos de su voluntad creadora literaria es de 1925 –Solanes tendría 16 años– y nos la proporciona una nota en el diario de Tarragona La Cruz. Diario católico donde se incluye su nombre como parte del “Programa de la Vetllada literària-musical organitzada per l’Agrupació d’Autors Novells” para presentar sus “trevalls originals” (Anónimo 1925, 1). Durante sus años de carrera es parte activa del grupo de jóvenes universitarios con inquietudes artísticas de vanguardia liderados por Juan Ramon Masoliver, con quien fundará la revista Hèlix en 1929, con 20 años. En todas las aportaciones de Solanes se aprecia el paradigmático antagonismo de las vanguardias catalanas de la época con el noucentisme y el modernisme. En su primer número publica “La taylorització de la Joventut” (1929a), que rechaza todo intento de homogeneizar, de ahí el título, las aportaciones innovadoras de la vanguardia. Le sigue “Un misticisme postis” (1929b), crítico de una cultura catalana empeñada en construir una tradición nacional (misticisme), forzando una interpretación de la vanguardia como conectada con la Renaixença en lugar de comprender lo que aquélla tiene de innovación y ruptura. Más dosis de crítica a esta cultura encontramos en “La futura novel.la rural catalana” (1929c), en este caso por su incapacidad de proporcionar una novela rural no dominada por la anécdota, y al noucentisme por cultivar un concepto de la Catalunya Ciutat que abandona los pueblos que no son capital de comarca a la órbita española anticatalanista. Cuando cierra Hèlix en mayo de 1930, los artículos sobrantes dedicados al surrealismo se reúnen en el número de julio-septiembre de ese año de la publicación universitaria, Butlleti de l’Agrupament Escolar de l’Acadèmia i Laboratori de Ciències Mèdiques de Catalunya (Foguet i Boreu 2003, 37).1 A este número aporta un artículo de inspiración revolucionaria marxista, “Significació social del superrealisme” (1930), claramente hostil al surrealismo como movimiento falsamente revolucionario y en realidad síntoma del hundimiento inminente del capitalismo: “La cultura occidental en el que té d’específicament burgesa està en el mateix impasse que la seva economia” (1930, 236). El título evoca el de la famosa charla dada solo cuatro meses antes, en marzo de 1930, por Salvador Dalí en el Ateneo de Barcelona y publicada ese mismo mes en Hélix, “Posició moral del surrealisme”, en la que el pintor, reflejando el acercamiento del Segundo Manifiesto surrealista de 1929 al comunismo, abrazaba con estridencia el carácter socialmente revolucionario e iconoclasta del surrealismo (Dalí 1930, 4-6). Solanes no está convencido de que exista tal conexión, y en cambio iguala el surrealismo con el anarquismo por su vacua incitación a la violencia:

I el super-realisme és també això: el cant del cigne de la intel.lectualitat burgesa. Intoxicada de llocs comuns, de pornografia i de canallades, ha culminat –culmina– en l’apoteosi dels tòxics, de la postal pornogràfica, la recomanació de l’incest, la cotització de la sicalipsi. El super-realisme no és sinó un exponent de la putrefacció intel.lectual del món occidental (Solanes 1930, 235).

Sin embargo, un año después, en septiembre de 1931 tenemos noticia de que modera las charlas de Dalí y René Crevel en la sala Capsir de Barcelona, la del primero precisamente titulada “El surrealisme al servei de la revolució”, el mismo título de la publicación de Breton y Aragon aparecida en julio de 1930. Se trata de un acto organizado por L’hora. Setmanari d’avançada, órgano del Bloc Obrer i Camperol (BOC) (Anónimo 1931a, 2) al que Solanes está asociado, y que elogiará sin paliativos las intervenciones de estos artistas como contribuciones positivas a la revolución socialista (Anónimo 1931b, 7).2

Este activismo estético-político concluye al marchar de Barcelona,3 habiendo ganado por oposición a finales de 1932 una de las dos plazas –la otra será para Joaquim Alier– de médico auxiliar interno en el Institut Pere Mata de Reus (Anónimo 1932, 4). Hospital psiquiátrico de vanguardia, estaba dirigido por Emili Mira, ocupante de la primera cátedra de psiquiatría de España y profesor de Solanes (Solanes 1947, 447), en quien dejaría huella duradera.4

En el Institut Pere Mata su carrera se desarrolló con rapidez, haciéndose patente la influencia del positivismo, la neuropsiquiatría y el psicoanálisis, pero también su compromiso con posturas políticas cercanas al socialismo y al marxismo y con la cultura, las instituciones y la lengua catalanas. En 1936 entraba en el comité directivo –Mira estaba en el de redacción– de la Revista catalana de psiquiatria i neurologia, publicada en Tarragona hasta interrumpirse por la guerra en 1937. Aquí aparecerá su artículo “Contribució a l’estudi de la psicopatología de les personalitats post-traumàtiques” (1937b),5 un caso de estudio, si bien ya desde 1935 estaba publicando resultados de investigaciones realizadas con enfermos del Institut. La meningitis asèptica en el tractament de l’esquizofrènia (1935a) es un trabajo de neuropsiquiatría donde se da a conocer el proceso y resultado empíricos de un particular tratamiento con fármacos. En Com se surt dels frenocomis (1935b) aboga por una reconceptualización de la asistencia psiquiátrica abierta, en complicidad y participación con el entramado territorial, como la practicada en Pere Mata, que acabe con el estigma de la enfermedad mental. Aparecen ya aquí los que serán conceptos troncales del acercamiento médico-político de Solanes: laborterapia, higiene mental y el curar las instituciones (1935b, 8).

Cuando empieza la guerra española, Solanes tiene 27 años y una prometedora trayectoria con dos énfasis reconocibles: el cultural y el médico, que comparten la ambición de poner Catalunya en la vanguardia de la transformación social y estética. Si hasta este momento había sido en el terreno cultural donde se había revelado el pensador socialista revolucionario, la defensa de la República en guerra radicalizará su visión de la labor del psiquiatra. Para cuando estalla la guerra española, ya existe toda una reflexión médica sobre el impacto y las patologías psicológicas en frentes de batalla y en la retaguardia, en gran medida acumulada a raíz de la Primera Guerra Mundial. Es entonces cuando se acuña el concepto de “shell shock” (Becker 2000, 77; Villasante 2010, 425-426) para referirse a lo que luego sería el síndrome de estrés post-traumático. El psicoanálisis entra también entonces con fuerza a reinterpretar las neurosis de guerra: histeria, posesión, delirio, confusión mental, alucinaciones, como patologías asociadas a síndromes de guerra de origen inconsciente (Brunner 1991, 353). El uso de las nuevas teorías de Freud, incluso cuando compartían el objetivo final de sanar al soldado para que volviera al frente (Kaufmann 1999, 133, 135-137), fue esencial para criticar y contrarrestar el estigma de maldad, cobardía y falta de patriotismo que otros psiquiatras alemanes endosaban a los enfermos mentales (Kaufmann 1999, 141-142).

Mira estaba al corriente de estos desarrollos (Comelles 2008, 578). Como director de la Jefatura de Servicios Psiquiátricos y de Higiene Mental del ejército republicano creada en abril de 1938, implementó sus ideas de mantenimiento de la higiene mental y tratamiento de las neurosis del frente de guerra con una estructura de cinco demarcaciones sanitarias (Guerra 2003, 259) cada una de las cuales contaba con un hospital alejado 150 kilómetros del frente y otro más cercano a este llamado de prefrente (Estalrich Canet 2007, 205). Escribió el opúsculo divulgativo Breviario de Higiene Mental del Combatiente (Pérez Sales 1992, 45) y acabada la guerra y en el exilio difundió el conocimiento adquirido en charlas y libros que tuvieron mucha influencia, particularmente durante la Segunda Guerra Mundial (Mira 1939, 1944; Mülberger y Jacó-Vilela 2007; Pérez Sales 1992).

Por su parte, a Solanes el alzamiento lo sorprendió en Reus. En Catalunya, la administración y gestión de la asistencia psiquiátrica en guerra estuvo hasta 1937 en manos de una Generalitat con una fuerte influencia revolucionaria. Salvador Vives i Casajuana, Delegado especial de Servicios de Psiquiatría, estuvo al mando de la gestión de su conversión en servicio público, universal y gratuito, controlado por los Comités de Trabajadores (Hervás i Puyal 2004, 138; Comelles 2010, 10). Entre sus objetivos estaba fomentar la higiene mental, el enfoque terapéutico del trabajo, las colonias agrícolas y la psiquiatría de extensión (Hervás i Puyal 2004, 134-137). Solanes pasó a engrosar estos servicios acompañando a las milicias antifascistas al frente de Aragón (Guerra 2003, 259; Hervás i Puyal 2004, 66-67, 136). Sabemos que en enero de 1937 participa en la conferencia organizada en Barcelona por Vives i Casajuana, que reúne a psiquiatras en activo en el esfuerzo de guerra para compartir conocimientos y asesorar a las instituciones republicanas. La temática de la jornada es “Orientació Sanitària i d’Assistència Social” y la ponencia de Solanes lleva como título “Preservació i lluita contra les malalties mentals del soldat i del combatent” (Hervás i Puyal 2004, 134-137). Acabado el periodo revolucionario con los hechos de mayo de 1937 en Barcelona, Solanes es reclutado por Mira con otros treinta y dos psiquiatras, una vez este toma el mando de los servicios de salud mental del ejército republicano (Solanes 1970, 14). Como capitán médico provisional de la tercera demarcación, Solanes trabaja en Vilaboi [Sant Boi del Llobregat], un sanatorio modélico gracias a los esfuerzos de Mira y de quien sería compañero de Solanes en el exilio venezolano, Alberto Mateo (Solanes 1970, 13).

Durante la guerra, Solanes publica “Idees per a una psicoteràpia de les sindromes psiquiatriques de guerra” (1937a), documento sorprendente de psiquiatría militante claramente ubicado en el proyecto revolucionario institucional del que Solanes formó parte hasta mayo del 1937. Aunque era incuestionable el compromiso de Mira con el socialismo, como lo era con el comunismo el del psiquiatra argentino Gregorio Bermann, incorporado al esfuerzo bélico republicano a través de las Brigadas Internacionales y también prolífico escritor y divulgador de sus ideas médicas (Villasante 2010, 427-429), sus acercamientos a la psiquiatría de guerra eran pragmáticos. “Idees…”, sin embargo, es un artículo más filosófico que médico, y solo al final ofrece un breve esbozo de aplicación psicoterapéutica. Lo central es la propuesta de una ontología del ser humano, su evolución histórica y el rol clave del psiquiatra para generar una nueva sociedad que surgirá de la lucha en la que está comprometido el hombre nuevo. En todo ello se revela la posición marxista revolucionaria del POUM en el que Solanes militaba y en cuyo proyecto de cambio radical de la sanidad mental estaba implicado. Sus ideas anticipan conceptualizaciones radicales de la psiquiatría que, aunque de corto recorrido para el caso español, volverían a surgir unos pocos años después en el trabajo de Franz Fanon y posteriormente en la antipsiquiatría6.

El artículo abre planteando una de las grandes cuestiones del materialismo histórico: la relación entre la base económica y la superestructura de la cultura, la ciencia y las artes:

En la nostra adolescència espiritual un dels problemes que més ens neguitejà fou el del trànsit de l’estructura a la superestructura de la societat. Educats en els medis universitaris i en el tracte amb els teòrics obreristes ens complavia la imatge del món que ens donava el materialisme històric. Acceptàvem que la civilització, l’art, la ciència, no eren més que la creació meravellosa de quelcom més profund, més directe, més material; no eren sinó l’expressió superior d’una determinada situació económica del món. […] Però, on tenia lloc, com tenia lloc, la pressió social-econòmica sobre els continguts més alts i eteris de la civilització? (1937a, 184).

Para Solanes la respuesta está en una concepción del hombre como ser esencialmente social:

La característica esencial de l’home és la seva sociabilitat, i […] tota preocupació per l’essència de l’home ha de començar per un interés per la capacitat humana de contacte social (1937a, 186).

Es en sociedad, colectivamente, que se realiza la “missió, patrimoni etern de l’home, de transformar la materia i la energía informe del món en suprems productes de civilització” (1937a, 187) que ha hecho posible el avance histórico. Esta transformación consiste en “prendre de la història elements d’ordre econòmic i retornar-los convertits en complexes d’ordre espiritual” (1937a, 187), o sea, es la que materializa ese puente dinámico entre estructura y superestructura por el que se pregunta Solanes al principio del artículo. Y la disciplina mejor equipada para su estudio es para Solanes la medicina, y en concreto la psiquiatría porque es ella la que se interesa por las influencias sociales en lo individual: “La Psiquiatria, estudi mèdic de tot el que de superior té l’home, és per aquesta mateixa raó estudi mèdic de tot el que de més específicamente social té l’home” (1937a, 185). Este estudio culmina para Solanes en la incorporación de las aportaciones que ha hecho el materialismo histórico y que indican el camino en el que finalmente hombre y sociedad se van a reconciliar una vez superadas las históricas relaciones sociales de desigualdad y explotación:

L’home, ésser social, amava la col.laboració recíproca però no amava la forma social en la qual era constrenyit a prestar aquesta col.laboració. La nova societat haurà de permetre que s’ estableixi sense sofriment intim aquesta interdependència tan fecunda (1937a, 195-196).

Solanes entiende la guerra civil y, por tanto, la violencia, como parte necesaria de ese proceso de colaboración y solidaridad colectivos hacia una nueva sociedad. Y el trabajo del psiquiatra en guerra es hacer entender y mantener vivo este objetivo:

L’home ha de veure en la guerra no un afer personal sinó un afer social. El sacrifici que fa de si mateix en la guerra el milicià és l’índex més just, l’exemple més clar d’aquesta capacitat humana de contacte social. No podría fer-lo sense una profunda emoció fraternal. L’home fa seves les exigències de la societat i se’n fa heroic intèrpret. No suporta passivament la guerra, sino que fa la guerra (1937a, 189, énfasis en el original).

La conceptualización de la guerra como algo que se hace, no se soporta, la toma probablemente de Mira (1944, 29-30), pero en este se presenta como efecto de políticas de salud y de la capacidad persuasora del psiquiatra. En Solanes, en cambio, es parte de un argumento ontológico donde el hombre participa en la guerra en sociabilidad porque es camino decisivo a la civilización:

tenen a les mans una tasca que té categoria de miracle: transformar una societat injusta en una nova societat justa, transformar un acte embrutidor com és la guerra en un meravellós procés de redempció. I això sense pensar en la mort. […] El nostres soldats no seran temeraris, però seran valents, i sabran que no han de cedir a la guerra la seva mort sense abans haver-li acordat integrament la vida (1937a, 194).

En la visión de Solanes, los milicianos republicanos no padecen psicosis como en guerras anteriores imperialistas. Aquí hay también una importante coincidencia con Mira, que sostuvo durante la contienda y en el exilio que la guerra española había generado menos casos de psicosis que guerras anteriores. Pero mientras él lo atribuía a las políticas de salud mental aplicadas en el frente y la retaguardia ya mencionadas, para Solanes la explicación era que las personas eran conscientes de la altura de los tiempos en que participaban y de que estaban inmersos en una guerra de signo diferente (1937b, 191-192). Es más, para Mira, como para Freud, la guerra era un retroceso a relaciones primitivas entre los hombres, tanto las de la tropa entre sí como de cara al enemigo. Aunque Mira también justificó la necesidad de la guerra española, explicaba su advenimiento, no a través del materialismo histórico como Solanes, sino a través de un enfoque “psicológico-biológico individual” (Mülberger y Jacó-Vilela 2007, 326). Solanes rechaza explícitamente esta visión en “Idees…”, insistiendo en que la guerra está inserta en un proceso histórico, no es una arbitrariedad cósmica (1937b, 188) y que por ello las psicosis de guerra no pueden entenderse como la activación de mecanismos instintivos y estímulos que solo afectan al individuo:

No hi ha tasca psicoteràpica possible de les psicosis del front si el metge no és conscient de les motivacions socials de la guerra i es limita a estudiar el seu pacient com a home natura en col.lisió amb un ambient difícil. I això per una raó elemental: perquè aquest ambient difícil no és la creació arbitrària d’una malévola voluntat misteriosa i superior, extra-històrica i extra-espacial, sinó que és una ocasió fecunda que la historia ofereix als homes (1937a, 189, énfasis en el original).

Porque es el mejor posicionado para entender los conflictos anímicos personales como en relación con lo social, el psiquiatra está llamado a tener una posición visionaria para alumbrar la nueva sociedad. Esta necesitará médicos nuevos que sean, al tiempo que psicoterapeutas, social-terapeutas que proyecten sus tareas en la sociedad (1937a, 196).

En el exilio, nuevos horizontes de transformación: curar la institución mental a través de la activoterapia

Qué duda cabe de que la derrota en la guerra y el exilio asfixiarían el optimismo revolucionario que respira en “Idees…”. Para empezar, esa visión de la psiquiatría como administración de salud mental para una nueva sociedad y casi celebratoria de la guerra como avenida hacia el hombre nuevo, vira rápidamente en el primer exilio francés hacia un interés por sus víctimas, en particular los exiliados (Balibrea 2025b) y los enfermos mentales. La Segunda Guerra Mundial, la experiencia de refugiado en Francia, los campos de internamiento, la ocupación alemana, y la activa resistencia en la colonia infantil de Larade (Balibrea 2021 y 2025b) son los hechos decisivos para un Solanes ahora centrado en pensar la guerra, no como oportunidad de luchar por una sociedad mejor, sino como vehículo de deshumanización. Lo observamos en una publicación en memoria de Maurice Dide (1945, 13), psiquiatra humanista y gran benefactor de los médicos catalanes en el exilio francés, incluido Solanes (Balibrea 2021, 201). Dide había muerto en el campo de concentración de Buchenwald, liberado por las tropas americanas solo dos meses antes de la publicación del artículo, en abril de 1945. En él se reflexiona sobre cómo el “anorreament de l´individu” (1945, 12), que define el tratamiento que el nazismo aplicó a su concepción del mundo,7 se manifiesta en el momento de la muerte en el campo de concentración, por robar al moribundo y a sus allegados la vivencia de ese tránsito y su duelo. Su texto quiere ser un intento de restaurar esa individualidad al psiquiatra francés.

Otra evidencia de cambio en el trabajo del Solanes ya exiliado está en la desaparición del marco catalán de motivación cultural y política, que dura en Francia lo que dura la esperanza entre la comunidad refugiada de que, una vez vencido el eje fascista en la Segunda Guerra Mundial, los países aliados derrocaran la dictadura franquista.8 Eso no le impidió aplicar su visión técnica, organizativa y médica de la psiquiatría desde su llegada a Venezuela en 1949 gracias a la intercesión del ya mencionado colega Alberto Mateo, quien llevaba allí exiliado desde 1939 (Solanes 1970, 15) y trabajaba para el Estado como Médico Adjunto del Departamento de Higiene Mental. Es más, son esas cualidades las que hicieron posible que el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social venezolana le invitara, junto a otros muchos médicos del exilio republicano, para trabajar en un país entonces en pleno desarrollo que necesitaba crear estructuras médicas eficientes de atención a pacientes, educación superior e investigación (Barboza Wulf 2012, 3). Su labor profesional en Venezuela durante cuarenta años constituye un pilar importante en el asentamiento de prácticas clínicas, políticas públicas de Higiene Mental e instituciones universitarias de ese país, y ese marco nacional es claro en muchas de sus publicaciones (Rojas Malpica et al. 2005). Sin embargo, el otro marco de inquietud filosófica, de compromiso estético-político-profesional, perderá definitivamente su adscripción a un proyecto nacional. Lo cual no quiere decir que esas inquietudes desaparezcan, sino que en el exilio se rearticulan. Si hasta “Idees…” el marco ideológico en el que Solanes explica lo que allí llama lo personal-social de la labor psiquiátrica es el del marxismo, este dará paso en su exilio a un acercamiento fenomenológico, fuertemente influido en Francia por Eugène Minkowski (Balibrea 2025b), que le permitirá rearticular su compromiso con una práctica médica y una visión del mundo que mantengan en pie el puente entre lo individual y lo social: “fer solidari l’home que ha caigut malalt de l’home que era abans d’emmalaltir i de considerar la sofrença psíquica […] en funció de la personalitat individual i de la societat que el volta” (Solanes 1947, 449). De esta forma, da continuidad a los acercamientos que había aprendido y desarrollado en Pere Mata:

La Medicina mental […] sap que els esforços curatius que prodiga no serviran de res si no van precedits i complementats per l’atenció d’una societat comprensiva […] El psiquiatra s’adona que […] es farà útil […] inspirant, als malalts i als que no en són, maneres adequades de comportar-se respecte al treball, els altres homes i ells mateixos. […] la Medicina, sobretot la mental, sent que trairia la missió que li ha estat confiada si consentís a asfixiar-se en els límits de la persona i, pel benefici mateix de la persona, no emprengués una acció social (Solanes 1947, 448).

Será en Venezuela donde pueda poner en práctica estos principios. Una de sus articulaciones más claras está en su trabajo clínico como Jefe de Servicios Psiquiátricos en el pabellón de hombres de la Colonia Psiquiátrica de Bárbula en Carabobo, donde realizó esfuerzos por hacer de la institución clínica un espacio otro y mejor de sociabilidad. Sus publicaciones sobre este tema giran en torno a dos ejes relacionados: pacientes y tratamiento. En cuanto al primero, le interesaron los crónicos, en los que encontró el mejor ejemplar de ese sujeto socialmente estigmatizado, despreciado y olvidado, privado de su libertad por la enfermedad mental y su indigencia social que, junto con el exiliado, están en el centro de la preocupación ético-política-médica del psiquiatra. Su deseo de que el tratamiento clínico sea “tentativa de restituir el enfermo a su condición de hombre libre y de devolverle la conciencia de su capacidad de creación” (Solanes 1969, 33) era un reto difícil en el caso de los crónicos, institucionalizados indefinidamente, diagnosticados como incurables, y que constituían una gran parte de la población hospitalizada en Bárbula, en su mayoría esquizofrénicos (1958a). En un país donde la sanidad estaba en gran medida en manos privadas, Solanes denuncia que su situación es de abandono por su estatus social:

En realidad, la noción de crónico tiene sobre todo un contenido económico. Crónicos, se podría decir […] son los enfermos que no pueden pagar. Son crónicos en efecto, aquellos pacientes para los cuales la colectividad se siente impelida a idear medios baratos de hospitalización llegando hasta inventar, para tranquilidad de las conciencias, simulacros de tratamiento que cuesten poco y convenzan algo (1958b, 19).

Critica cómo son estigmatizados por los cuadros médicos: “no pudiendo ver en ellos mercancía que proteger, ya nadie se preocupa que se pierdan o deterioren” (1958b, 18), señala sus prejuicios de clase (1974, 5), y critica que los facultativos esquivan su responsabilidad culpando a las familias de los enfermos (1974, 6, 8). También arremete contra verdades convencionalmente aceptadas como que el enfermo mental debe terminar saliendo de la institución y siendo devuelto a la sociedad porque el encierro le provoca un mayor deterioro intelectual (1974, 7), afirmación realizada sin considerar que, como defiende Solanes, el asilo puede ser su único espacio vivible:

En su autismo, el esquizofrénico ha alcanzado a distanciarse ‘de un modo social en el que siempre, en un plano u otro, se siente profundamente desgraciado, mediatizado e inferior…’ […] algo aceptable debe haber en esa misteriosa manera terminal de vivir que nunca termina de terminar… (1974, 6).9

Estos comentarios en favor de la institucionalización como espacio de salvación para el enfermo toman sentido si consideramos el segundo eje antes mencionado, el del tratamiento. Me refiero a la terapia ocupacional (TO), acercamiento innovador desarrollado en Alemania por Hermann Simon que Mira había introducido en Pere Mata (Solanes 1959b, 26) y que en el exilio francés haría famoso con el nombre de psychothérapie institutionnelle el amigo y colega de Solanes, tanto en el tiempo de Pere Mata como en el del exilio, Francesc Tosquelles. Solanes introdujo la TO –que él prefería llamar activoterapia (1958b, 17), aunque usaba ambos términos, como haremos aquí– tanto en su trabajo clínico en la Colonia Psiquiátrica de Bárbula como en el docente en la adyacente Universidad de Carabobo y contribuyó a generalizar su práctica profesional en el país. Aquí nos interesa explorar cómo en ella se vehicula una concepción transformadora de la institución, de la humanidad del paciente y del rol de los profesionales médicos en la que se proyecta y rearticula la ambición de cambio social de Solanes. No hay TO sin transformación de la institución entera:

No debe tratarse de una labor que éste o aquel hace o puede dejar de hacer, sino de una actividad que debe interesar a cada habitante del instituto e informar en cada hora del día cada rincón del mismo; una actividad sin la cual no hay instituto (1958b, 17).

Es decir, la restitución a la humanidad o curación del crónico requiere, término clave, curar la institución también. Tal como haría, en diálogo con él, Tosquelles en Francia (Balibrea 2025b), Solanes se sirvió de la TO para contrarrestar el abandono en que languidecían los crónicos y a través de la que vehicular una visión transformadora de la psiquiatría y de la sociedad entera capaz de establecer un puente sanador entre lo personal y lo social. La TO sería expresión terapéutica de una sociabilidad otra que repercute en la colectividad y no puede ser solo individual:

No hay actividad eficaz sin sociabilidad y para ser verdaderamente útil para el paciente y para el instituto, la activoterapia debe tender tanto a desarrollar las iniciativas como a sistematizar las actividades y dar coherencia, capaz de ser sentida por el paciente, al conjunto (Solanes 1958b, 23).

Dentro de esta lógica, la TO implicaría a todo el personal en responsabilidades y beneficios, no solo a los enfermos:

la TO […] conviene a todos. Y conviene, en primero y principal lugar, al establecimiento donde unos y otros están siendo tratados. […] [N]o puede concebirse la Activoterapia como un servicio más, como una sección que puede o no existir y que, si no existe, se puede añadir a conjunto, como un botón a un vestido […] [es] el principal de los diversos hilos con que está tejida la vida en el instituto psiquiátrico. No puede añadírsela ni quitarle: hay que incluirla en la misma substancia de la vida institucional de la que es indisolublemente solidaria. […] No puede haber Activoterapia sin la comprensión y participación de todos los habitantes del hospital o instituto” (Solanes 1958b, 20-21).

Al escribir sobre los resultados prácticos obtenidos en su hospital, Solanes muestra cómo una actividad compleja de tipo lúdico-cultural-artístico –la preparación de una fiesta de carnaval– consigue comprometer, entusiasmar e incentivar mediante el trabajo manual a todo tipo de enfermos de diferentes edades, género, situación económica y tiempo de internamiento, con necesidades y cualidades diferentes (1959a). Otras veces se trata de ejercicio físico, de leer, escuchar música (1959b, 29) o producir una revista con los pacientes (Balibrea 2025a). En todos los casos, la activoterapia no se reduce a la organización de actividades concretas para pasar el tiempo en distracción intrascendente (1959b, 33). En el corazón de su razón de ser está, como en el marxismo, la centralidad del trabajo para definir al hombre y a la sociedad (1959b, 26) que venía articulando desde “Idees…” (1937), indispensable para la recuperación mental del paciente. Que Solanes tiene entre manos una propuesta de transformación es evidente en el rechazo explícito que expresa a monetizar la actividad de los enfermos, ya sea a través de la venta de lo que producen (1958b, 21; 1959b, 34, 35), o de la espectacularización de su actividad para un público externo, en particular en los casos en que se desarrolla una labor artística:

en todo establecimiento psiquiátrico, puede señalarse la presencia de algún paciente, al que puede llamársele […] “prodigio”, que realiza, a pesar del delirio o de su disgregación, trabajos profesionales o artísticos […] Cuando hay visitantes, se le exhibe dentro de una atmósfera parecida a la de las exhibiciones que montan los empresarios de niños fenómenos (1958b, 22).

Como un microcosmos, la sociedad asilar entera debe transformarse con la TO. Lo expresa a veces con términos prácticos:

La T. O. es un tratamiento difícil que necesita instalaciones especiales y, sobre todo, un personal de gran vocación y preparación. Si no existe este personal y faltan los medios o los deseos de formarlo, no podrá haber nunca ocupación terapéutica. […] [L]os equipos de activoterapistas deben surgir del propio medio social al que la T.O. se quiere implantar […] [y encargarse de] mejorar el ambiente y hacer que su acción irradie desde el Taller-Clínica hasta el Pabellón donde vive el enfermo y al conjunto del establecimiento (1959b, 27-28, 40).

Pero también lo afirma con expresiones donde atisbamos su ambición ética. La terapia ocupacional es “una invitación a constituir sociedades terapéuticas. […] Es con su ayuda que podremos transformar el conjunto amorfo de los crónicos en una sociedad coherente con la que contactar de modo prácticamente eficaz y afectivamente satisfactorio.” (1958a, 82-83). O: “La ocupación terapéutica puede ser tomada como índice de civilización” (1959b, 28).

La decepción de la modernidad: crítica a la razón tecnológica e imaginación postnacional

En resumen, Solanes encuentra en el ámbito asilar y en la activoterapia la posibilidad de un horizonte transformador que derrota y exilio habían hecho inviables a escala nacional. Pero aún hay otro ámbito en el que el proyecto transformador de su juventud catalana se rearticula en Venezuela, y es en la crítica al capitalismo y la búsqueda de alternativas a él, centradas ahora en una reflexión sobre la razón cartesiana que Solanes llevaba pensando desde sus años de formación. El señalamiento de los límites de la razón es manifestación central, como sabemos, de la crisis de la modernidad que marca la entrada al siglo xx, en el que las nuevas psicologías tendrán un papel protagonista. La fenomenología disputa su soberanía integrando la conciencia en un todo mayor, la experiencia, donde contexto, percepción y afectos son componentes indispensables, mientras el psicoanálisis pone en juego el inconsciente y con él la promesa y el terror ante la evidencia de que el yo consciente ya no es el amo en su propia casa, como dirá Freud.

Desde sus años de formación médica, Solanes rechaza la visión dualista mente-cuerpo que concentra en la primera toda la humanidad. Su defensa por la dignificación y desestigmatización de la enfermedad mental, ya desde “Com se surt…” (1935), se articula en protesta por este dualismo que reduce al loco a un despojo deshumanizado. Se expresa abiertamente como una crítica a la razón en uno de sus primeros artículos del exilio francés, precisamente dedicado al trabajo pionero de Mira, donde afirma que expresiones para referirse al cuerdo como “el que té tota la seva raó” implican que el enfermo mental está mermado de humanidad (Solanes 1947, 446, énfasis en el original). Para Solanes es crucial afirmar que la razón no es en exclusividad lo que nos hace humanos, lo que define una identidad individual. Es precisamente en el exilio francés donde la influencia de la fenomenología, particularmente la psiquiatría existencial a través de la obra de Minkowski, a cuya influencia ya me he referido, dará forma definitiva al anticartesianismo de Solanes.

Pero es en la denuncia al capitalismo y a la potencia letal y deshumanizadora de la tecnología que la crítica a la razón toma forma consistente en el exilio venezolano. Esta crítica se encuentra en la reflexión filosófica desde el final de la Primera Guerra Mundial, como Solanes sabía: “Antes que Marcuse, Jaspers hizo notar que si el ser humano ‘al comienzo de su historia se encontraba amenazado en su existencia física por las fuerzas de la Naturaleza, hoy es el mundo que él mismo ha construido quien lo está amenazando en su esencia’” (1969, 36).

Pero hasta los años treinta su crítica al capitalismo, como hemos visto, venía de un marxismo para el que la clase burguesa era su antagonista, sin detenerse a considerar el perjuicio que la razón instrumental pudiera suponer para el proyecto de modernidad socialista. Cierto es –y lo he estudiado en otra parte (Balibrea 2023, 387-388)– que en sus primeros textos sobre el exilio de los años 40 se atribuye a este un plus de vitalidad a reivindicar como signo de lo humano que la razón de estado ha necesitado expulsar. Volveré a ello al final del artículo, pero antes es necesario centrarse en su reflexión sobre la razón tecnológica que, coincidiendo con su exilio venezolano, se genera en un contexto de Guerra Fría. No hay nada excepcional en ello, sabemos que es esta una de las problemáticas definidoras de la postguerra mundial y Solanes demuestra su familiaridad con las reflexiones ya mencionadas de Jaspers y Marcuse, pero también de Foucault y otros, en sintonía, como veremos, con las críticas al capitalismo avanzado que desembocan en los movimientos contraculturales del 68.

Pero, además, no era el único dentro de la tradición de pensamiento filosófico de habla hispana. Pues, como afirma Mitcham, es en este espacio, antes que en las genealogías hegemónicamente invocadas del ámbito anglosajón, alemán y francés, donde se genera una reflexión crítica sobre la técnica, en concreto centrada en las limitaciones y debilidades del racionalismo de la Ilustración: “As opposed to Enlightenment rationalism, this sometimes romantic criticism stressed lived existence –and thus can be called, in very general terms, an ‘existentialism’” (1993, xix). Dentro de esta genealogía, además de la bien documentada intervención de Heidegger, Mitcham menciona la de Ortega en “Meditación de la técnica” (1939), mucho menos conocida fuera del mundo hispano y recogida por Ferrater Mora, como Iglesias Granda nos recuerda, en su diccionario de filosofía (2025, 9). El mismo Iglesias Granda (2025) ha sustanciado la afirmación de Mitcham estudiando el tema de la técnica en el pensamiento filosófico de exiliados republicanos en América Latina como José Gaos, Juan David García Bacca, Eduardo Nicol y Adolfo Sánchez Vázquez. El trabajo de los tres primeros, además del de Ortega y Unamuno, es conocido y citado por Solanes en varias ocasiones, a lo que hay que añadir la relación de amistad que tenía con Ferrater Mora. Como en todos estos autores (Iglesias Granda 2025, 11), la preocupación de Solanes con la razón tecnológica y burocrática es parte de su preocupación por el hombre, y en su caso se enuncia desde la posición del psiquiatra, que continúa definiendo en lo que hace a su capacidad de intervenir entre lo individual y lo social.

Principal entre sus meditaciones es la historicidad de la razón, su diferente y contradictorio uso e interpretación en diferentes tiempos y lugares. Hay una razón animada “per la idíl.lica esperança en el Progrés pròpia del vuitcents” (1949, 28; y también en 1989, 5), pero en este mismo siglo ya tiene sus contradicciones. En “Docilidad de las palabras y soberbia de la razón” (1992a) las explora a través de la comparación de dos textos, Le superbe Orénoque de Jules Verne (1898) y Erewhon de Samuel Butler (1872). Los comentarios a la obra de Verne, que transcurre en Venezuela, subrayan cómo la visión colonial occidental se impone en relación con la población indígena. Así, según constata Verne, llaman “indios racionales” a “aquellos en quienes prendió la labor civilizatoria” (Solanes 1992a, 35). Para el imperio español, racionalizar a la población autóctona era hacerla creer en el Dios católico, lo opuesto de su significado para los ilustrados franceses de la Encyclopédie, para quienes la razón era atea, aunque en su nombre, y ensalzándola como Diosa, la Comuna de París le organizaba procesiones (Solanes 1992a, 37). Con sus ejemplos, Solanes ilustra que la razón, aunque proclame lo contrario, no consigue liberarse de estructuras míticas de conocimiento, pero también que se ha invocado para empresas de la modernidad europea de signo opuesto, desde el colonialismo a la revolución. La introducción al segundo de sus textos, Erewhon, confirma estas ambigüedades a través de la crítica a la razón tecnológica. En este texto clarividente de ciencia ficción –que ya Unamuno cita en su cuento/artículo “Mecanópolis” (1913)– los habitantes de Erewhon (nowhere al revés) siguen las enseñanzas de El libro de las máquinas escrito por un imaginario sabio sobre el peligro de estas, que han sido proscritas y destruidas porque:

podrían ponerse a evolucionar por sí mismas, igual como los seres vivos fueron evolucionando a partir de los más elementales hasta llegar al hombre, que a todos domina. De igual modo las máquinas partiendo de las más rudimentarias, podrían llegar, en un implacable desarrollo, a crear ejemplares que incluso a los que dominan dominaren (1992a, 38).

Esta postura de desconfianza de las máquinas, que lo es de la razón instrumental como agente de la destrucción eventual de lo humano, caracteriza consistentemente la posición de Solanes: “mandándonos demasiado, la razón se desmanda. ‘Racional’ nos parecía al principio palabra de sosiego: ya no estamos tan seguros de su mansedumbre” (1992, 39). Una destrucción que ya se conoce como provocadora de “carnatges atòmics” (1949, 28) y amenaza con: “envolver la Tierra en esos desiertos posatómicos que a tantos millones de personas tienen ya en zozobra” (1992a, 39). De los filósofos del exilio republicano mencionados arriba, es con José Gaos con quien encontramos la mayor afinidad en una crítica a la técnica como instrumento de deshumanización. Gaos argumenta en Dos exclusivas del hombre: la mano y el tiempo (1944) –texto citado por Solanes en “La alienación y los alienados” (1972)– que la razón tecno-científica motor del capitalismo acelera el movimiento pero reduce la vitalidad humana, quitándole algunas de sus capacidades fundamentales, antropológicas y éticas (Iglesias Granda 2025, 94, 101 [n. 232], 116). En palabras de Iglesias Granda: “La mecanización de lo humano implicaría, por tanto, la subsunción de lo cualitativo por lo cuantitativo, convirtiéndose la aceleración de los procesos en el culmen de la perfección cualitativa” (2025, 108). Solanes presenta lo nocivo de esta mecanización en múltiples ocasiones, pues ha hecho del hombre un esclavo que la venera y mitifica:

Ante sus altares [de las computadoras MPB], pantallas traslúcidas en las que centellean signos certeros y cifras proféticas, ofician numerosos sacerdotes, engañosamente llamados técnicos, repartidos tanto en los aeropuertos, como en las centrales atómicas, en los estados mayores de los ejércitos, en los de la policía y aun en modestos y casi anónimos despachos… Mas en ninguna instancia se pronunciaron tan inapelables decretos y ninguna autoridad exigió, y obtuvo, tan servil acatamiento (1992a, 37).

La racionalización y almacenamiento de la información en ordenadores lleva a un control biopolítico burocrático que amenaza al individuo, ya sea intimidándole (1992c, 12) o domesticándole:

‘Estas burocracias’, en efecto, las de nuestro tiempo, nos dice Fromm, ‘administran cosas y hombres como un todo único’. En [sic] individuo se convierte en un número, se transforma en una cosa. Pero precisamente porque la autoridad no es patente, porque no está ‘forzado’ a obedecer, el individuo se halla bajo la ilusión de que actúa voluntariamente, de que sigue sólo su propia voluntad y decisión, o de que sigue sólo una autoridad ‘racional’. ¿Quién puede desobedecer lo ‘razonable’? ¿Quién puede desobedecer a la burocracia de computador? ¿Quién puede desobedecer si ni siquiera se da cuenta de estar obedeciendo? Y ocurre entonces que el hombre ‘tiene opiniones pero no convicciones; se divierte pero es infeliz; hasta desea sacrificar su vida y la de sus hijos en nombre de una obediencia voluntaria a poderes impersonales y anónimos’ (1972, 35).

La maquinización quiere suplantar e imitar lo humano pero piensa Solanes que con resultados siempre devaluados y degradantes en todos los campos. En el de la memoria, argumenta que la libertad de recordar es patrimonio humano, porque “tiene el corazón como guardián” (1992b, 121) e incluso los enfermos mentales, aunque mermados de sus facultades, la conservan. En cambio, las computadoras son “memoriantes serviles que no recuerdan si no se les manda. […] [S]ólo tienen recuerdos, y ni siquiera se quejan de tener únicamente los de los demás. Y no teniendo memoria de sí mismas, se quedan sin saber quiénes son” (1992b, 119-120). Y por lo que se refiere a la comunicación, defiende Solanes que “alguno [ingeniero, MPB] en efecto ha habido que ha tratado ya de montar coloquios de computadoras mas no para reconocerles autonomía y procurarles consuelo sino, al contrario, para reforzar su sometimiento y multiplicar su eficacia en beneficio de los empresarios” (1992, 133). Hombres maquinistas y máquinas humanoides (1972, 35) borran las fronteras entre hombre y tecnología, actualizando el concepto marxista de alienación a las condiciones del capitalismo tardío:

La sociedad es sin duda ahora aquél [sic] proceso mediante el cual las estructuras de una organización cada vez más impersonal van convirtiendo en cosa a un individuo cada vez menos humano. […] Nos amenaza aquélla [enajenación, MPB] que tiende a convertirnos, no en otro hombre, sino en otra cosa que hombre. La alienación nos está conduciendo, no tanto a ser aquél que no somos ni seríamos, sino a no ser nadie. […] El alienado se descubre él mismo ser cosa, y cosa sin amo. Su dueño ya no tiene forma humana. Ser cosa aprisionada entre cosas: a eso conduce la alienación (1972, 39; énfasis en el original).

El estudio del tema ya no es solo materia de psiquiatras, pues la opulenta sociedad de consumo produce alienación en todos, no solo en enfermos mentales. Sociólogos, psicólogos, juristas y filósofos la estudian (1972, 31) y particularmente la sufren quienes no asienten ante lo dominante: “una multitud dispar de seres en conflicto: enfermos, pobres, delincuentes, los racialmente separados, los obreros…” (1972, 31).

Contra la distopía de una razón tecnológica capitalista que conduce a la alienación y a la deshumanización, Solanes propone interrumpir la interpelación de esta razón, primero señalando posiciones de resistencia ya existentes. Se refiere así a la literatura del absurdo como una apuesta por lo irracional para recuperar una libertad que “huérfana al parecer del apoyo de lo racional, busca ahora sostén en lo contrario, y los sucesores de los ilustrados enciclopedistas enemigos de la opresión, hay en nuestros días que buscarlos en los autores de la llamada literatura del absurdo” (1992a, 37).

Por otra parte, Solanes también defiende en los hippies la reivindicación del goce sensual y la vida en la naturaleza. La ralentización que implica el trabajo artesanal en que se ocupan, rompe con la aceleración explotadora que demanda el trabajo capitalista y devuelve al sujeto una relación directa humanizadora con el objeto producido (1971, 178-179), la misma que Solanes busca en la TO. Y volviendo al territorio de la psiquiatría, conecta explícitamente con la ética de la antipsiquiatría (1989, 11), para reiterar la ambición que desde sus primeros años de práctica médica le había guiado:

Lowinger, un psiquiatra de esa Psiquiatría Radical […] acotaba el campo que había que reivindicar: Los temas que nos interesan […] van ‘desde lo circunscrito (la seguridad en los automóviles) hasta lo global (racismo) pasando por la salud y la salud mental’. Por el mismo tiempo […] Gentis lanza […] Curar la vida. ¿Será esa en verdad nuestra tarea? (1985, 2; énfasis en el original).10

Pero Solanes tiene también su propia propuesta, ligada al sujeto que considera mejor posicionado para desprogramarse y desalienarse, el exiliado, quien al ser expulsado “ne change pas de patrie mais de monde” (1980, 147). En él, y al final de la vida de Solanes, convergen las respuestas a la razón de estado que había articulado desde el principio de su exilio (Balibrea 2023) y a la razón tecnológica que centra su preocupación desde los años sesenta. Ese exiliado que llama “cosmiano” comparte la visión que su admirado Eugène Minkowski había expuesto en Vers une cosmologie (1936), citado repetidamente en el libro póstumo de Solanes Los nombres del exilio (1993). Acabados los horrores de la Primera Guerra Mundial, el libro de Minkowski ya articulaba una propuesta antibelicista y escéptica con el curso de una modernidad científico-técnica que había despoetizado el mundo (1936, 14). Cinco décadas después, Solanes busca en el exiliado lo que Minkowski buscaba en la poesía (1936, 170, 172), la posibilidad de una conexión con las coordenadas fundamentales del cosmos que cortocircuite la perversión de un mundo perpetuamente en confrontación y que pone las cualidades creativas humanas al servicio de la muerte. Para Solanes, el exiliado puede ser ese modelo de humanidad con acceso: “à une forme pleine de contact, qu’on pourrait appeler adanique, avec la Nature et, en général, avec le devenir du monde” (1980, 147).

Este artículo recorre por primera vez la obra entera de Solanes en sus diferentes énfasis médico-culturales. En seis décadas de escritura, a través de tres países, dos continentes y tres lenguas, el compromiso de Solanes con una psiquiatría transformadora del hombre y del mundo se mantiene reconocible. Atravesando tiempos, espacios y lenguas diferentes, Solanes es en todo momento una figura simultáneamente asociable al margen y al centro, al ocupar espacios geopolíticos que acostumbran a pasar desapercibidos, pero desde los que irradia el cosmopolitismo de su pensamiento transformador. A través de esta visión panorámica queda demostrada tanto la contemporaneidad de este pensamiento como sus resonancias para un momento presente que, consciente o involuntariamente, anticipa.

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Fecha de recepción: 18.12.2024
Fecha de aceptación: 07.03.2025

 

 

 


1 Solanes debió influir para que apareciera en esta publicación este opúsculo, dada su vinculación a la Acadèmia donde recibía las clases de psiquiatría de Mira (Solanes 1947, 447).

2 Hay que decir, por una parte, que en “A la recerca...” se anuncia que L’Hora va en breve a publicar en forma de libro las charlas de Dalí y Crevel con introducción de Solanes (1931,7), pero no he encontrado evidencia de esa publicación, ni del texto preliminar de Solanes. No puedo por tanto asegurar si su posición seguía siendo tan crítica como en “Significació...” pero infiero que no habría accedido a tomar parte en el evento y consiguiente publicación si no la hubiera cambiado. Por otra parte, hay evidencia de que no había consenso en L’Hora ni en el BOC sobre la posición política de Dalí ni sobre la seriedad de su compromiso con la causa comunista revolucionaria. Véase Serra (1931, 7).

3 Durante la guerra civil aún escribiría “Petita contribució a la psicologia del temps de guerra. Divagacions a partir dels gerundis” (1936), publicada en Mirador, a la sazón bajo el control del PSUC, en un número dedicado a la URSS. Este artículo sobre literatura y experiencia de guerra se posiciona implícitamente en debates de la época sobre la relación entre estética y política. Su desconfianza del realismo le enfrenta a la ortodoxia soviética del Frente Popular en materia de arte como portador de verdad histórica.

4 De Mira como profesor dice que: “donava un ensenyament lliure que marcà més que l’ensenyament oficial l’esperit de molts futurs metges. [...] sap encomanar als deixebles el gust i el respecte de les disciplines veïnes de les que cultiva i que sap fer sentir, fent copsar la complexitat de l’home, les exigències mèdiques, pedagògiques i socials que comporta el fet de prendre’n cura” (1947, 447, 448).

5 Se trata del texto presentado a la reunión de la Societat de Psiquiatria i Neurologia el 4 de abril de 1936, antes de que empezara la guerra.

6 Para un recuento de los enfrentamientos en este periodo entre las visiones revolucionarias sobre la psiquiatría de comunistas y anarquistas catalanes véase Comelles (2010, 10-12). En este artículo se exploran también los antecedentes y conexiones que estas visiones tienen con proyectos de salud mental catalanistas desde principios del siglo xx y que fueron particularmente desarrollados con la Mancomunitat y la Segunda República.

7 El campo de concentración es solo “una […] de les institucions multiples amb les quals la mentalitat totalitaria s’esforçà, en tot el mon, de teixir una xarxa que, estesa de l’escola a la tomba, havia fatalment d’empresonar tots els ciutadans i destruir, en la vida i en la mort, la persona preciosa i única que és cada un d’ells” (Solanes 1945, 12).

8 Merece la pena mencionar el último proyecto nacional en el que participó Solanes en Francia entre 1944 y 1946, la Agrupació de Metges Catalans pro-renovació de la Medecina que diseñó un sistema público de salud catalán a implementar cuando volviera la democracia al país (Crexell 1994; Balibrea 2025a).

9 El texto entrecomillado, según indica Solanes en nota, se encuentra en la p. 194 del libro de G. Benedetti. 1966. El paciente psíquico y su mundo. Madrid: Morata.

10 Aunque no cita la fuente, se trata del artículo “Radicals in Psychiatry” (1972). Discípulo de Francesc Tosquelles, Roger Gentis es un psiquiatra francés asociado a la antipsiquiatría y la psicoterapia institucional.