DOI: 10.18441/ibam.25.2025.89.191-206
Ángela M. González Echeverry
Universidad de Caldas, Manizales, Colombia / University of California, Merced, USA
agonzalezecheverry@gmail.com
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0002-6635-4763
Nada existe que escape a la transfiguración
Clarice Lispector
A través de la lectura del libro Volverse Palestina (2013) de la escritora chilena Lina Meruane exploro el proceso de migración identitaria como un viaje narrativo y humano que excede la idea común de desplazamiento. Para ello examino los recuerdos familiares y los relatos del padre de Lina Meruane respecto al pasado vivido en Palestina y a la experiencia migratoria. Aquí propongo una metodología que combina el análisis textual con el enfoque de los estudios de memoria, destacando el papel de la configuración de identidades en el camino del volver-ser de la protagonista Meruane, quien narra la visita que hace por primera vez a Palestina y aquello que se va juntando en forma de recuerdos, de conversaciones con su padre y de historias de esas migraciones que hoy más que nunca resuenan en forma de identidades a la deriva en medio de los conflictos y la geopolítica del siglo xxi.
A partir de este enfoque, el análisis se estructura en tres partes que desarrollan una metodología basada en la lectura crítica del texto de Meruane dentro del marco de los estudios culturales, señalando la forma en la que el texto elabora en torno a la noción de volver-ser, la idea de retorno y la exploración de los procesos identitarios. El análisis aporta al entendimiento de las identidades narrativas y culturales insistiendo en el papel de la literatura como medio para capturar estas concomitancias.
El primer apartado se pregunta por cómo se habita la identidad a partir de la multiplicidad de tiempos y cómo los relatos transfiguran las certezas de las identidades nacionales (el volver-ser). En un segundo apartado se analiza el cruce de fronteras simbólicas en concordancia con la teoría de la transmigración de Canales y Zlolniski (2001); en este sentido, la transmigración tiene que ver con ese vínculo que los migrantes mantienen con sus comunidades de origen, al tiempo que se integran en nuevas sociedades (palestinidad). Por tanto, el concepto de transmigración se refiere concretamente a la narrativa migratoria contemporánea en el marco de las identidades culturales y geopolíticas, donde los migrantes se relacionan identitariamente con dos o más contextos nacionales, creando así espacios sociales que desafían las ideas tradicionales de migración y pertenencia. En el tercer apartado se explora la complejidad de vivir y narrar al mismo tiempo procesos identitarios inacabados como el de la propia escritora (experiencia transmigrante).
En un marco de espacios atemporales, la transmigración1 está relacionada con la experiencia migratoria del viaje que relata una marcha hacia lo desconocido y lo indeterminado, generando “una dislocación y desestructuración del concepto tradicional de migración” (Canales y Zlolniski 2001, 228) que permite proponer un volver hacia la experiencia no vivida, hacia las identidades y los relatos aplazados y fragmentados que son transversales y multidimensionales de cada viaje, de cada encuentro. No obstante, la idea de la transmigración en el presente estudio se refiere concretamente a la narrativa migratoria contemporánea en el marco de las identidades culturales y geopolíticas. Si bien la transmigración establece “la configuración de un circuito migratorio, cuyo origen o centro es la comunidad de residencia habitual, y los ‘destinos’ son sólo transitorios y temporales” (Canales y Zlolniski 2001, 226), el análisis introduce un diálogo, proponiendo que la experiencia de Meruane es parte de un proceso de retorno irresoluto, en el que el pasado y el presente se entrelazan de forma atemporal y se traslapan de manera continua. Canales y Zlolniski (2001) aclaran que para el transmigrante la idea de origen y destino no se consolida con precisión, ya que no se altera la residencia habitual. En este sentido, se plantea la complejidad de un trasegar que involucra múltiples cartografías y el cruce de fronteras invisibles y simbólicas presentes en las narrativas contemporáneas de Latinoamérica.
Un estudio de Nagel y Staeheli señala que “it is possible to claim identity as a citizen of a country without claiming an identity as ‘belonging to’ or ‘being of’ that country, thus breaking the assumed congruity between citizenship, state and nation” (2004, 3). Asimismo, como lo estudia Ismat Zaidan (2012), las experiencias de negociaciones de identidad y las formas de estar suscitadas en el terreno de la transmigración reconocen que las actividades de la primera y segunda generación de la diáspora palestina están relacionadas con la creación de identidades transnacionales “en el contexto desterritorializado de la dispersión” (Zaidan 2012, 1).2 En esta dispersión humana y disgregación cultural se explora esa fractura irresoluta y aquellos (des)encuentros de lugares a la deriva y quizá nunca más habitados que se asoman en el viaje geográfico e identitario que hace la narradora a la tierra de los Meruane.
El texto de viaje de Lina Meruane3 se compone de tres temáticas: la primera se vincula con los recuerdos del padre de la narradora, los lugares de infancia en Chile y la configuración de sentido al contemplar la idea de un regreso a ese lugar desconocido y próximo que es Palestina. La segunda es el llamado del destino o la casualidad que conducirá a la narradora que vive y trabaja en Nueva York a hacer un primer viaje a Palestina, contactando así a un escritor que junto a su esposa será la guía en este viaje de regreso. La tercera es la experiencia del viaje mismo, su encuentro con ese volverse palestina inconcluso y fragmentario que la narradora descubre durante su visita a la tierra de los Meruane.
El libro relata la migración de los palestinos a Chile: memorias familiares y personales, que después de una serie de coincidencias llevan a la autora/narradora a emprender un viaje que transfigura su identidad y su historia personal. La experiencia del viaje trenza el desplazamiento geográfico temporal de la autora/narradora con aquel reencuentro/volver identitario que se lleva a cabo por medio de procesos de transmigración. Cabe agregar que la mayoría de palestinos viven fuera de Palestina por cuanto:
Although Palestinians trace their origins to Palestine, this country does not exist politically. The Palestinian Territories (the West Bank and Gaza) are governed by the Palestinian National Authority (PNA) and, thus, Palestinians who come to Canada are classified as stateless because their country does not exist as a distinct administrative entity. Historic Palestine was located along the eastern shores of the Mediterranean Sea. It forms a narrow strip of land between the Mediterranean in the west and the Jordan River and Dead Sea in the east, surrounded by Lebanon and Syria in the north, Egypt in the southwest, and Jordan in the east (Zaidan 2012, 9).
En una entrevista de Patricio Zunini a Lina Meruane (Mundial de Escritura 2021) la autora señaló que su nueva obra Palestina en pedazos (2021b) que contiene Volverse Palestina, Volver otros y Rostros en mi rostro podría ser su texto definitivo, puesto que, desde que publicó su primer libro, este “no ha hecho más que crecer con cada nuevo viaje que yo hago a Medio Oriente” (Mundial de Escritura 2021, 6:27). Por tanto, el presente estudio se centrará en el primer relato, por ser este el punto de partida de la autora/narradora –el origen simbólico– para comprender los procesos identitarios y transmigratorios que se dieron con su viaje a tierras palestinas.
Debo primero mencionar que la presencia árabe en el continente americano se inicia con el arribo de los europeos. En el caso de Latinoamérica es a mediados del siglo xix cuando se registra un número significativo de árabes. Abdeluahed Akmir (2009) enumera tres periodos específicos: (i) la década del setenta del siglo xix en razón del dominio turco; (ii) el período entre 1900 y 1914 como consecuencia de la Primera Guerra Mundial y (iii) la respuesta a la ocupación de las tierras palestinas en 1948, sumando después los desplazados de la Guerra Civil del Líbano (1975-1990). Las comunidades de origen árabe que han llegado al continente americano fueron en su mayoría sirias, libanesas y palestinas. Como otras comunidades de migrantes llegaron con la idea de que su estancia sería temporal. Para el caso que nos ocupa de palestinos en Chile, el presidente de esta comunidad Maurice Khamis afirma que en la actualidad en este país hay alrededor de quinientos mil palestinos. Y Said Bahajin asevera que quienes emigraron entre guerras fueron en su mayoría cristianos y aquellos palestinos que llegaron después de 1948, que se “instalaron en Chile, donde ya existía una comunidad […] importante” (2008, 749-50).
En esta búsqueda de identidad de los migrantes árabes en Chile –si bien continúa siendo objeto de estudio de académicos y migrantes de segundas generaciones como lo es Lina Meruane– no se pueden pasar por alto los testimonios de quienes describían a Chile como “a blessed land of opportunities and possibilities […] pleasant climate, delicious fruits and many employment opportunities” (Nasser 2006, 280). De hecho, esta narrativa influyó para que otros palestinos decidieran migrar a este país del sur. Sundus Nasser (2006) asegura que casi cualquier familia de los poblados de Beit Jala, Bethlehem y Beit Sahour tenía un primo, un tío o amigos viviendo en Chile. A pesar de que la lengua y las costumbres son disímiles, requiriendo múltiples esfuerzos y adaptación continua, la idea del retorno no fue popular. Los palestinos prefirieron invitar a un gran número de familiares, amigos y conocidos a emprender sus vidas en Chile y así extendieron su estadía indefinidamente, “they had found place to work and progress. So instead of leaving, they brought their parents, siblings, even grandparents. Almost all formed their own families in the new homeland” (Acevedo 2005, citada en Saffie y Agar 2012, 67). Así lo ratifica la narradora de Volverse Palestina: “Los inmigrantes adquirieron el castellano a medida que perdían el idioma materno. Hablaban, los viejos entre ellos, una suerte de código secreto que le vedaron a sus hijos” (Meruane 2013, 20). También registra la existencia de organizaciones e instituciones dedicadas a conservar y mantener el espíritu cultural de la comunidad palestina. Sin embargo, la narradora asegura que no fue “ninguna tragedia doblar los alfabetos, invertir la dirección de la escritura, permutar la sintaxis, modular la entonación hasta perfeccionar el acento chileno: el cartel de esa bifurcación lingüística anunciaba progreso y los palestinos tomaron ese camino” (Meruane 2013, 21).
Aunque dichas transformaciones culturales no se hicieron esperar, es conocida la importancia de periódicos como Al-Murshid, cuya tirada inicial se hacía completamente en árabe. Uno de los objetivos principales de esta publicación fue promocionar los negocios de los palestinos en Chile y circular información sobre las zonas y los poblados originarios de la comunidad. Este tipo de divulgación poco a poco fue editándose en español, porque “No les costó tampoco sumar el castellano a sus lenguas porosas” (Meruane 2013, 20).
Ahora bien, mucho se ha debatido sobre el tema de la integración, la asimilación y la resistencia. Sobre este particular, el texto de Nagel y Staeheli sostiene que “The assimilation narrative that underlies many expectations related to citizenship […] is contradicted by social practices and attitudes that construct immigrants as unassimilable” (2004, 19). Este sentir se refleja también en el análisis Ismat Zaidan (2012), cuando enfatiza que en su estudio la identidad de los palestinos canadienses es siempre híbrida y relacional. En la mayoría de casos esta identidad se ve afectada por las constantes negociaciones que estas comunidades hacen de “the culture of home and the culture of the host society”, dando paso a la noción de “between cultures” surgida en la diáspora como contestación a los intrincados procesos de amalgamamiento positivo de ambas culturas, señalando que el resultado es una “‘new’ culture which is related to, but not exactly like, any of the original ones” (Zaidan 2012, 41).
Por otra parte, vale la pena mencionar el estudio de Brocket (2020, 138) sobre asimilación y transnacionalismo en segundas generaciones. En este estudio palestino-estadounidense se anota que: “Many have thus argued that migrant groups can retain material and emotional links with their homelands whilst also being deeply shaped by the hostland”. Brocket (2020) también encontró que entre los palestinos migrados hay un extravío de lo que consideran la palestinidad auténtica por vivir en otro lugar, lo que les genera un sentimiento de impostura, “trying to mirror the norms of Palestinian society” (Brocket 2020, 141). Al igual que el caso referido y muy a pesar de tratarse de palestinos migrados a otras geografías, valdría preguntarse qué sobrevive y qué se releva, hasta dónde estos sentires identitarios de palestinidad llegarán para la narradora de Volverse Palestina en su primer viaje a Palestina.
Para el caso concreto, el evento migratorio de los palestinos hacia América Latina tropieza con aquella leyenda que la misma Meruane ratifica: “la nueva tierra tenía un alma siria o libanesa o palestina que les permitiría imitar la vida tal y como era, como ya nunca sería” (2013, 17). Aquí también se inscribe la dualidad incesante de quienes vienen, salen y llegan sin romper por dentro del todo lo que han sido y al mismo tiempo sin ser del todo lo que serán. En estos sentimientos encontrados se percibe una clara diferenciación con relación a otras migraciones en Latinoamérica. Esta migración árabe pese a ser prometedora y penosa, dista mucho de la europea, porque no fue “apoyada por ningún gobierno ni recibió subsidio alguno” (Meruane 2013, 17). Sobre este particular sentimiento, Enrique V. Iglesias (2009), Said Bahajin (2008) y Lorenzo Agar (1997) coinciden en sostener que las dificultades de estas comunidades en gran medida se dieron por la falta de políticas estatales que acogieran a los inmigrantes árabes. Sin embargo, la ausencia de apoyo estatal no les impidió que “imitaran la vida tal y como era” convencidos de que Chile “era la única opción” (Meruane 2013, 17).
Lo anterior evidencia una fractura territorial e identitaria que precede a la dicotomía que, por una parte establece, “Although the descendants consider themselves Chilean, the first, second third and even fourth generation born in the country somehow still identify themselves as Arabs” (Saffie y Agar 2012, 81), y por otra, sostiene, como lo hace Maurice Khamis (Paúl 2021), que “Nosotros estamos insertos en todas las áreas de la sociedad. Mis hijos, por ejemplo, están casados con chilenos, no con personas de origen palestino. Hay una integración total”. En contraste con las declaraciones de Khamis, el estudio de Zaidan (2012) sobre pertenencia y negociación identitaria en comunidades palestino-canadienses afirma que “Palestine remains central in the identification and imagination of home for all” (44). En este mismo sentido, la investigación (Zaidan 2012) refuerza la idea de mantener la identidad y cultura palestinas como un aspecto primordial que debe ser transferido a los hijos. De lo precedente se puede deducir que el asunto identitario no se resuelve, al contrario, permanece en los transmigrantes.
Los palestinos en Chile –incluyendo la familia Meruane– encontraron una palestinidad definida por otros paradigmas que se perciben difusos y escindidos. Su proceso identitario refleja el sentir disímil y fragmentado de quienes habitan simbólica y territorialmente en varios universos culturales, lingüísticos y geográficos. Esta fractura identitaria será narrada en las distintas instancias del texto que nos ocupa, dando lugar a la posibilidad de volver-ser que se elabora por medio de una serie de (des)encuentros, que si bien implican una marcha de regreso a lo desconocido, también constituyen el reconocimiento de lo que no podrá ser habitado.
La crítica ha estudiado Volverse Palestina desde un punto de vista referencial y autobiográfico que es innegable. Artículos como el de Alejandra Ochoa (2020) y Dunia Gras (2019) analizan la construcción del yo referencial apuntando a una escritura de la memoria y a estos elementos testimoniales que Meruane va dejando como pistas y como senderos tanto en su primer viaje a Palestina como en visitas posteriores. Estos relatos se trenzan a medida que la narradora contempla la idea del viaje que es, según ella misma, un temido regreso que se compone de los recuerdos familiares propios, de su padre y de sus tías.
Los estudios alrededor de la obra Volverse Palestina aseguran que allí la escritura es un camino identitario que pueden tomar los migrantes árabes para reconocerse y ser reconocidos; y que la narrativa de Lina Meruane es una narrativa de la memoria. Asimismo, la crítica enmarca esta obra en los estudios poscoloniales y de la diáspora. Rasha Mohamed Abboudy (2018) propone una identidad híbrida y un sentido transcultural como fundamento de la narrativa de Meruane.
Otros críticos como Alejandra Ochoa Provoste (2020) centran su análisis en la forma como la autora utiliza géneros literarios para llevar a cabo el proceso narrativo de la memoria. Federico Guzmán Rubio compara el trabajo de Meruane con el de otros autores de origen chileno, sugiriendo la existencia de un modelo narrativo que delinea un camino sobre la literatura de la diáspora contemporánea latinoamericana. Para Dunia Gras (2019) Volverse Palestina es para Meruane
un punto de inflexión que transforma su idea del ejercicio literario en una forma de acción, de activismo, ante el peligro […], su escritura surge, precisamente, no de las certezas, sino de las dudas, casi en su sentido cartesiano, como forma de entender no solo el conflicto palestino-israelí, sino de entenderse a sí misma y de entender el mundo (192).
Si la escritura surge de las dudas, queda demostrada la “imposibilidad de un relato unívoco” (Ochoa 2020, 103), pues son estos devaneos los que dominan el relato de Meruane. Además, la autora trenza su propio relato con los relatos de otros, ya sean los de su padre, sus tías o aquellos parientes encontrados en su viaje a Palestina. Su identidad viene tomando forma en el libro del afuera; pasa por Palestina cuando camina por la plaza de Chile de Beit Jala o despierta sospechas cuando es interrogada en el aeropuerto por la seguridad israelí. En este orden de ideas, se evidencian fracturas, grietas, que van dando paso a una zona de claroscuros que relata esas identidades que no se fijan, ni se amontonan, sino que transcurren a la par del viaje y del suceso de volver-ser.
La autoficción es la pared discursiva que sostiene este texto de Meruane. De hecho, la presencia del yo-narradora y de todos los elementos autobiográficos, como por ejemplo su padre, su apellido, su casa familiar en la pequeña ciudad de provincia y su actual residencia en Nueva York, va tejiendo aristas imaginarias a modo de claves para que la narradora añada, fragmente y forme textos en secuencia en un espacio identitario de vuelta. Al respecto Vittoria Martinetto caracteriza la autoficción de la siguiente manera:
La autoficción juega voluntariamente a partir de la semejanza ambigua que hay entre autobiografía y novela narrada en primera persona, porque mientras ésta no afirma nunca su ficcionalidad –más bien trata de fingirse como narración verídica–, la autobiografía trata de afirmar una imposible sinceridad frente a la resistencia de los recuerdos, de los hechos y del yo como referente inalcanzable (2017, 181).
Se concluye entonces que este sistema narrativo referencial y autobiográfico que Martinetto (2017) denomina “avatar”4 se permea del escepticismo que la propia narradora expresa frente a la realidad del yo y frente a su propio yo identitario. Estas fracturas se van ajustando tanto al llamado palestino como a aquella palestinidad que no puede existir sin Chile y que ahora tampoco puede ser sin su presente en Nueva York.
En diálogo con la crítica, Cécile Quintana ofrece ideas sobre la errancia y la circularidad en el entendimiento de la realidad palestina. Para Quintana, en Volverse Palestina se “trazan círculos” que “invitan a avanzar dando vueltas”, planteando esquemas que develan aquello que “está de un lado y no del otro” (2020, 207). Dicho de otra manera, esta circularidad concede a la narrativa de Meruane la inclusión y la atemporalidad de la identidad transmigratoria, porque sin duda la palestinidad es “una realidad plural” (Meruane 2013, 207). Frente a estas ideas, queda insistir en un camino de simultaneidad identitaria que se lleva a cabo gracias a estos recorridos circulares.
Como bien lo argumenta un estudio de Cristina Morales Fernández publicado en el 2024: hay una imposibilidad de unificar lo identitario, ya que el regreso narrado por Meruane implica un viaje donde jamás se ha estado. Por tanto, la identidad transmigratoria entra en tensión con el territorio, la atemporalidad y el mero desplazamiento migratorio.
Dunia Gras (2019) usa el concepto de “recién estrenada” para referirse a la palestinidad de la narradora de Volverse Palestina. Afirma que las identidades son “tan imaginarias como las comunidades a las que se vinculan” (Gras 2019, 179). Esto quiere decir que la autoficción despliega un imaginario que se dilata insinuando la desterritorialización del yo en la obra. Lo anterior será el encuentro con el volver-ser del primer texto de Meruane y probablemente con la marcha del suceder identitario que concibe como un llamado. En este complejo juego axiológico la voz del yo se distancia del retorno que emprendió su padre, quien estando a puertas de volver cuando se encontraba en Egipto, no lo hizo. Sin juzgarlo ella declara que “mi padre se dio la vuelta y caminó en dirección opuesta”, porque rechazaba de plano y le espantaba horrores “ser llamado extranjero en una tierra que consideraba suya” (Meruane 2013, 12). Por el contrario, la narradora decide incursionar en “un tiempo que ya no existe” (Meruane 2013, 17), es decir, regresar desde el presente, desde su deliberada voluntad de retornar a los espacios inexistentes. Esta voluntad de lo palestino es para ella “un rumor de fondo” y un acto memorable al que se acude para “salvar un origen compartido de la extinción” (Meruane 2013, 11).
Todas estas circunstancias van entretejiendo su narrativa identitaria con el recuerdo de las trabas para el regreso de su abuelo, el rechazo de su padre a cruzar la frontera y el azar que aparece en forma de carta de invitación, después de contar como curiosidad la conversación casual que tuvo con un taxista de Nueva York, un palestino de Ramallah que se identificó como Jasser. Jasser para ella es un “nombre unido para siempre a la resistencia palestina” (Meruane 2013, 27). El taxista le dice que “debería ir” (Meruane 2013, 28) a conocer su tierra, porque ella es palestina y es exiliada. A propósito de esta sugerencia, el taxista representa la apertura del camino imaginado hacia una palestinidad habitada por (des)encuentros y por voluntades. En este entramado se va componiendo una “historia llena de agujeros” en la que la narradora afirma que solo le queda una disyuntiva “Volverme palestina. Volver” (Meruane 2013, 33). En efecto, el concepto de palestinidad que usa la crítica y que se emplea en este artículo se caracteriza por ser una forma de diferenciarse de otros. El relato lo puntualiza a partir de dos momentos: primero para no ser llamada turca y segundo como un contraste con otros que también esperan tomar el avión que los conducirá a las tierras palestinas.
Lo importante de este concepto de palestinidad es que conjuntamente con la diferenciación, es una identificación que opera en el intercambio de reconocidos que forman una especie de comunidad cultural. Un caso fundamental de esta filiación es cuando la protagonista considera por primera vez la idea del viaje, admitiendo que nunca antes se le había ocurrido. Este desconocimiento de Beit Jala (zona de donde provienen los Meruane y donde la protagonista ratificará una parte de sí) contrasta con la certeza e insistencia que ella tiene hasta este momento sobre su identidad, confesando que “Chile es mi único Levante” (Meruane 2013, 30). De modo similar, asegura que “aunque la comunidad es fuerte yo fui criada como una chilena común y corriente” (Meruane 2013, 28). Especialmente su abuela paterna hizo lo posible para “que se compenetraran”, refiriéndose a los Meruane, eso sí conservando “el apellido como señal invencible de pertenencia” (Meruane 2013, 22). Otro importante momento es cuando Zima, la esposa palestina de Ankar –personaje del libro y escritor de origen judío–, le dice emocionada: “te reconocieron: ya eres una verdadera palestina” (Meruane 2013, 43); se refiere a que los agentes de seguridad israelíes le pusieron obstáculos al ingresar al país, tal y como lo hacen con todos los palestinos. Es un reconocimiento cierto y amargo.
Esta identidad palestina y chilena repica en la narradora y toma fuerza cuando aquel taxista en Nueva York le recuerda que ella está exiliada y que, por tanto, debe “aferrarse a lo que queda de Palestina” (Meruane 2013, 30). En este sentido, la palestinidad de la narradora es de origen chileno y no está únicamente asentada en Palestina. Quizá los Meruane, como lo cuenta el libro, van sujetando esas identidades que dejan “lugares a la deriva” (Meruane 2013, 14), comunidades que “viven desperdigad[a]s” (Meruane 2013, 30) y simples homenajes convertidos en el “letrero de una calle recién inaugurada” (Meruane 2013, 16) con el apellido que comparten con un par de mujeres que todavía viven en Beit Jala y que ella visitará. La narradora ahora se adhiere a un relato que va de adentro hacia afuera, y no de afuera hacia adentro, como lo hace su familia. “Santiago de Chile attracted Palestinians as a final destination and a starting point” (Rubinstein 2020, 89) y ahora es Palestina su propio comienzo. Así lo ratifica Meruane en una entrevista con Elisa Montesinos:
Hay cosas que una sabe, que una lee, que incluso estudia, pero el impacto que supone poner el cuerpo en una situación activa también lo emocional, lo afectivo, el solidarizar con el cuerpo y los afectos de los demás. Eso es lo que me pasó en el viaje que emprendí a Palestina el año 2012. El estar ahí gatilló una reflexión situada, una reflexión sobre y sobre todo con las personas que habitan esta zona de conflicto. Por supuesto estar y ver nunca es suficiente para entender, por eso, a partir de ese viaje me puse a estudiar la historia de la migración palestina y del conflicto, a leer testimonios y análisis de lo que experimentan los palestinos en el presente, en sus tierras, en sus refugios, en sus calles (19 de diciembre de 2019).
Resulta entonces que la identidad y el regreso son inconclusos y vacilantes. Estas características son las que conectan la historia de Meruane con los paradigmas irresolutos de los movimientos humanos contemporáneos. Lina Meruane narra el desapego y la nostalgia, la errancia y la integración. No obstante, el tránsito por el relato dudoso de su padre y sus tías, la invitación del taxista a visitar Palestina, la insistencia de Hamza –su estudiante jordano-palestino– y, por supuesto, las cartas censuradas de su amigo/contacto escritor en Jaffa, cruzan, atraviesan, la posibilidad de la narradora de volver-ser (Palestina), para luego retornar “a la tranquilidad de mi sillón a escribir la intranquilidad de Palestina” (Meruane 2013, 65). Este presente de escritora chilena-palestina en Nueva York viene a guarecer la paradoja de las identidades, su atemporalidad y su transitoriedad. Volver-ser es inconcluso y contiene un deseo de “no renunciar nunca” (Meruane 2013, 59) que ella comparte con otros palestinos desperdigados por el mundo y refugiados en todos los hemisferios.
Al no resolverse la paradoja de la identidad, se va articulando por medio de la territorialización de los relatos familiares y del viaje a Palestina una dimensión política de la narradora tanto de sí misma como de la palestinidad como expresión subjetiva del ser. En otras palabras, su narrativa identitaria se confronta con aquella vuelta al pasado gracias a este viaje en el presente, cuya vivencia está construida a partir del relato que se trenza con los otros. En este sentido, hay unos límites movedizos que han logrado sobrevivir en el recuerdo de sus familiares y de esta Palestina dispersa por el mundo que se enuncia a partir de la experiencia del viaje de regreso. Un regreso que no es “un volver sino a penas un visitar una tierra en la que nunca estuve, de la que no tengo ni una sola imagen propia” (Meruane 2013, 11). De hecho, lo enunciado como propio (su identidad chilena) irá tejiéndose a partir de este volver-ser identitario cuya etapa inaugural estará dada por aquella despedida premonitoria en la que Ankar, su contacto en Palestina (y escritor de origen judío), le insiste: “no digas que no vuelves, Meruane, que sí que vuelves. Vuelves pronto” (Meruane 2013, 67).
La frase de Ankar que parece expresar un dictamen que no le deja espacio a la casualidad, asoma en el último apartado del libro. Por tanto, la narradora se relata a sí misma, pero también se encuentra en los relatos de otros; así, ocurre una transformación de sí misma y de su conciencia de ser palestina, en un proceso incesante y voluntario de volver que empezó tiempo atrás con la migración de su abuelo a Chile. Es entonces que se propone una identidad transversal y desterritorializada que supone un viaje simbólico desde y hacia Palestina cruzado por Chile.
El arribo y posterior asentamiento de los migrantes árabes en Latinoamérica se creían en un principio temporales y aleatorios, si bien fueron afianzándose con el tiempo con la invitación de estos migrantes árabes a otros palestinos “en asombrosas cantidades” (Meruane 2013, 17) y gracias al grado de asimilación o de conservación de su identidad cultural, en este caso la palestinidad, que les permitía Chile. La narradora recuerda que “las cosas palestinas desaparecieron misteriosamente” (Meruane 2013, 23), como también la posibilidad de estos migrantes de educar a sus hijos en árabe. Su padre así lo confirma contándole de la escuela de monjas a la que asistía para luego señalar que “eran todas escuelas chilenas en las que no se enseñaba árabe” (Meruane 2013, 23). Este espacio que va siendo habitado por migrantes que “se comerían la lengua antes que legarle el estigma de una ciudadanía de segunda” (Meruane 2013, 20) a sus hijos también se deshace y se bifurca. En efecto, “los migrantes adquirieron el castellano a medida que perdían el idioma materno” (Meruane 2013, 20), y así fueron fracturando códigos de aquella cultura porosa que asimismo no tuvo inconveniente en “doblar los alfabetos, invertir la dirección de la escritura […] hasta perfeccionar el acento chileno” que llevaría a esta colectividad de árabes al “progreso” (Meruane 2013, 21). De tal modo que la clave de su identidad palestina no estará solamente en el viaje al Medio Oriente, sino en la visita que hace a la provincia acompañada de su padre y su familia.
El viaje que emprenden entonces por el pasado los Meruane puebla de preguntas a la narradora y la lleva a incursionar “en un tiempo que ya no existe” (Meruane 2013, 17). A pesar de ello, queda clara la tensión entre los recuerdos de la narradora y los de su propio padre sobre ese pasado palestino, cuya historia ha sido usualmente relatada por las tías “tal como se la oyeron a su madre y como se la han escuchado las unas a las otras a lo largo de los años” (Meruane 2013, 18). Estas inconsistencias de la memoria, naturales por demás, van dando paso a un último punto que la crítica ha señalado como la dimensión nómada de Lina Meruane. Emanuela Jossa (2015) sostiene que está estrechamente vinculada con “la confirmación de la errancia de su escritura” (280). Jossa (2015) establece el permanente sentido de transformación y negociación que la escritora hace de las historias narradas. Este concepto nómada de Meruane se evidencia en primera instancia en la fragmentación del texto y en la constante reescritura que la chilena ha abierto hasta llegar a su última versión casi una década después de su primer viaje a Palestina.
No cabe duda de que tanto su escritura como su proceso identitario pasan por una transformación nómada, que resultará después de un viaje convertido en muchos otros viajes a Palestina. En todo caso, hay una fractura entre territorio e identidad que refuerza este carácter nómada ya explícito en la mención precedente. La narradora y el texto han viajado a través de los diferentes regresos. Estos viajes identitarios abren una disyuntiva en el proceso del volver ser en complicidad con su proceso narrativo.
La dimensión del retorno se manifiesta como un continuo deseo que requiere una acción. No obstante, los palestinos de segundas o terceras generaciones en Chile no contemplaron el regreso como una opción perentoria. Esta elección o alternativa, que no se relata en el texto, estaría relacionada con la imposibilidad geopolítica de regresar. No obstante, se puede inferir que también “The second generation born in Chile was raised under the slogan ‘Sacar el hijo de la tienda’” (Rubinstein 2020, 100) para que ese retorno fuera de ida y vuelta, sin premuras.
Por su parte, Lina Meruane ha manifestado en varias ocasiones que su imaginario, tal como su Levante, está en Chile. Esta certeza sobrevive hasta antes de volver por primera vez a Palestina. En el caso de la familia Meruane las nociones identitarias son heterogéneas y están vinculadas a los espacios de llegada y a los de origen. La transmigración se muestra como una alternativa de fragmentación y no como un mera avanzada de personas, aun cuando la temporalidad se convierte en permanencia.
El quehacer identitario de los migrantes en la obra en estudio vuelve sobre la tensión de los recuerdos y sobre lo que ya no se podrá recuperar ni en la memoria, ni en el territorio. En efecto, la narradora había olvidado, al igual que sus abuelos y su padre, “la palabra regreso”, porque como también les había sucedido a otros palestinos, abandonar la ilusión del retorno era sobre todo “sentirse chilenos comunes y corrientes” (Meruane 2013, 12). En este punto en particular se intuye que el regreso como un impulso intrínseco de compensar el reto migratorio es para los palestinos una mera ilusión, un tenue estado de existencia. Porque si bien la transmigración es un complejo accionar humano, que transfigura los espacios geográficos, para el caso de los palestinos debe considerarse una suma de procesos multicausales que responden a los órdenes de la geopolítica y que escapan al presente análisis.
Ahora bien, si el regreso se establece como una acción que simultáneamente va hacia adelante y hacia atrás (simbólico o efectivo) y que se sostiene en virtud de la transformación, entonces el regreso de Meruane corresponde al volver-ser que ella no ha sido hasta ahora; un regreso que no es la etapa con la que culmina el viaje, pero que tampoco está relacionado con asuntos de residencia o estación transitoria. Mucho menos tiene que ver con la permanencia geopolítica o las fronteras de la nación. En este caso y de acuerdo con el libro de Meruane, volver, retornar, regresar, es un transcurrir en un periplo de ida y vuelta, de encuentros de origen y de fluir identitario. La experiencia de Meruane se abre física y narrativamente a este volver-ser en cuya trayectoria los pasados y el presente van fragmentando la identidad como una postura fija, como una mera identificación. La narradora viaja a Palestina y allí emprende una palestinidad que solo ella puede vivir. Zima le recuerda que “lo que importa es no perder la posibilidad del regreso” (Meruane 2013, 59), registrando así ese continuum que se multiplicará con otros viajes y con la expectativa de que como se lo dice Zima, un día cualquiera “decidieras quedarte” (Meruane 2013, 59).
Por tanto, señalaré que estos procesos identitarios de volver-ser se inscriben en una tradición literaria compuesta en la actualidad por autores que exploran estos temas desde múltiples perspectivas. Gabriela Wiener (2022) desde un punto de vista poscolonial, fractura los espacios para encarar un volver-ser por medio de un viaje hacia su propia intimidad histórica y familiar. Concluye que, si bien el viaje a Palestina de Lina Meruane involucra el regreso, lo que verdaderamente sugiere este texto es la dificultad de desviarse de aquella filiación que voluntariamente se hace con relación a la identidad. El punto de inflexión en este regreso surge del hecho perentorio e innegable de establecer una conexión que va más allá de sus memorias familiares y armar el texto-trenza para entrar en un mundo en el que se mueve “en una mano con el pasaporte chileno y en la otra […] con la tarjeta verde” (Meruane 2013, 55). Volver-ser por tanto se revelará como un retorno no resuelto, sin solución: pasos en simultáneo al pasado y al presente.
Si bien la obra de Lina Meruane está conectada con el volver-ser como recorrido identitario fragmentado y poroso, vale la pena subrayar que sus caminos literarios se encuentran con el sentir de escritores de origen palestino en otras geografías. En este sentido, mencionaré brevemente algunos nombres de escritores para poner en perspectiva transnacional a la autora y en particular, el texto de viaje aquí estudiado. En este ejercicio, se puede entender cómo los relatos de Meruane pertenecen a una tradición narrativa sobre la experiencia de la palestinidad en otros mundos. En efecto, El sueño del olivar (2016) es una novela de la autora Deborah Rohan que narra la historia de una familia palestina que vive en Ramallah y que su mayor preocupación es poder atesorar y conservar sus olivares ancestrales en riesgo por la expansión de colonos y la ocupación de los israelíes. En esta novela el relato de Omar y de su familia explora aquella palestinidad terca y rota que no deja de estar en el lugar que no se puede habitar y que ya ha sido transfigurada por una migración forzada y violenta con sus habitantes. Asimismo, Ghassan Kanafani escritor y activista palestino, recoge en Una trilogía palestina (2022) relatos de cruces fronterizos que sacuden la experiencia del desalojo, de las intersecciones y de los pactos escondidos e incumplidos bajo el sol incandescente que los conducirá a una tierra amarilla y polvorienta que en nada se ve como la propia, no huele y no es Palestina. De este modo, la identidad desperdigada que exponen estos dos autores dialoga con Meruane y con ese volver-ser palestino que puede entenderse como aquel ser “que ha retornado” pero que “sigue caminado” (Kanafani 2022, 51).
En efecto, el texto de Meruane traza un enfoque transversal con relación a la memoria, en la configuración de identidades transmigratorias. Hay una clara inclusión de los recuerdos y relatos del padre de Meruane que actúan como un puente atemporal en el relato. La dislocación y el cruce de fronteras simbólicas van dando formas alternativas a las identidades, en virtud de la teoría de la transmigración de Canales y Zlolniski (2001). El viaje narrativo de Meruane desarticula la noción tradicional de migración al integrar experiencias simultáneas no solo de tiempo, sino también de espacios y territorios.
Al plantear conceptos de transmigración se propone que la experiencia de Meruane es parte de un proceso de retorno, en el que el pasado y el presente se entrelazan de manera compleja, indicando cómo el cruce de fronteras invisibles (geográficas e identitarias) redefine las narrativas contemporáneas de la diáspora palestina en Latinoamérica.
En consecuencia con lo dicho hasta aquí, se presenta un relato de migración identitaria dentro de los confines del viaje narrativo y humano vivido por la narradora que evidentemente excede la idea común de desplazamiento topográfico, planteando la complejidad de los procesos de transmigración en los que resuena una problemática migratoria actual. Lina Meruane se mueve en simultáneo dentro de diversas e inacabadas regiones culturales e identitarias, pero también cruzando las fronteras que son franjas invisibles y simbólicas.
Este artículo explora esa fractura irresoluta y aquellos (des)encuentros de lugares quizá nunca más habitados que se asoman en el viaje que hace Meruane a la tierra de sus familiares. Se trata entonces de relatos que han andado con sus actores y con sus migrantes tomando forma con la visita que la narradora hace por primera vez a Palestina. Así, nos aventuramos a una experiencia del viaje transmigratorio, mientras se cuenta una marcha hacia lo desconocido y lo indeterminado. De esta manera volver-ser subraya la experiencia identitaria cuando se accede a los relatos que han recorrido con sus actores aquellos lugares ahora habitados por las memorias. Lo que interesa de esta historia es que a través de una serie de encuentros se van fragmentando las identidades, mientras se elabora la aceptación de lo que no se puede habitar y la aceptación de la imposibilidad de desertar del todo.
En efecto, es posible establecer que la transmigración, más allá de ser un desplazamiento humano y geográfico, convoca y, al mismo tiempo, supera la noción convencional del trasegar. Este proceso de atravesar fronteras implica una ruptura no resuelta, un abandono no intencional y una compleja temporalidad. La propuesta de este estudio localiza el fenómeno de la transmigración en el contexto específico de la comunidad palestina en Chile, pudiendo entonces vislumbrar la complejidad de las identidades transnacionales, de los flujos humanos y de las migraciones multidimensionales en la actualidad. Vale la pena indicar que el escenario conceptual se construye en torno a la noción de volver-ser, que se entrelaza con la idea de retorno en el contexto y en el texto de viaje de la escritora Lina Meruane, buscando la exploración de los procesos identitarios inacabados, particularmente los experimentados por la propia escritora. En síntesis, el estudio propuesto propicia un encuentro en tensión entre las dinámicas migratorias contemporáneas y las complejidades de identidades en constante transición, sin perder de vista la elaboración inacabada de un relato, un viaje y un territorio.
Abboudy, Rasha Mohamed. 2018. “Diáspora y/o transnacionalidad en Volverse Palestina de Lina Meruane”. Candil 18: 810-832.
Agar, Lorenzo. 1997. El mundo árabe y América Latina. Ediciones Unesco/Universidad de Chile.
Akmir, Abdeluahed. 2009. Los árabes en América Latina: historia de una emigración. Siglo XXI.
Bahajin, Said. 2008. “El modelo latinoamericano en la integración de los inmigrantes árabes”. Ra Ximhai: Revista de Sociedad, Cultura y Desarrollo Sustentable IV, n.o 3: 737-73.
Brocket, Tom. 2020. “From ‘In-Betweenness’ to ‘Positioned Belongings’: Second-Generation Palestinian-Americans Negotiate the Tensions of Assimilation and Transnationalism”. Ethnic and Racial Studies 43, n.o 16: 135-54.
Canales, Alejandro y Cristian Zlolniski. 2001. “Comunidades transnacionales y migración en la era de la globalización”. Notas de Población 73: 221-52.
Gras, Dunia. 2019. “En el nombre del padre: Volverse Palestina. Volvernos otros, de Lina Meruane, versiones de una obra en marcha”. Revista Letral 22: 169-98.
Iglesias, Enrique. 2009. Contribuciones árabes a las identidades iberoamericanas. Casa Árabe/IEAM.
Jossa, Emanuela. 2015. “Palestina-Chile ida y vuelta. La escritura nómada de Volverse Palestina de Lina Meruane”. Oltreoceano 17: 278-88.
Kanafani, Ghassan. 2022. Una trilogía palestina. Hoja de Lata.
Martinetto, Vittoria. 2017. “Selfies. Lina Meruane y la poética de la autoficción”. INTI: Revista de Literatura Hispánica 85: 179-90.
Meruane, Lina. 1998. Las infantas. Biblioteca del Sur.
— 2000a. Póstuma. Planeta.
— 2000b. Cercada. Cuneta.
— 2007. Fruta podrida. Fondo de Cultura Económica.
— 2012a. Sangre en el ojo. Penguin Random House.
— 2012b.Viajes virales. Penguin Random House.
— 2013. Volverse Palestina. Conaculta.
— 2018a. Contra los hijos. Penguin Random House.
— 2018b. Palestina, por ejemplo. Ediciones del Cardo.
— 2019. Sistema nervioso. Penguin Random House.
— 2021a. Zona ciega. Penguin Random House.
— 2021b. Palestina en pedazos. Penguin Random House.
Montesinos, Elisa. 2019. “Lina Meruane y la intifada: de Palestina a Chile y Hong Kong”. El Desconcierto, Diciembre. https://www.eldesconcierto.cl/tipos-moviles/2019/12/19/lina-meruane-y-la-intifada-de-palestina-a-chile-y-hong-kong.html.
Morales Fernández, Cristina. 2024. “Yaifo, Jaffa, Haifa. Volverse-mundo: la escritura palestina de Lina Meruane”. Tropelías. Revista de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada 42: 55-73.
Mundial de Escritura. 2021. “Entrevista con Lina Meruane / V Mundial de Escritura”. Moderada por Patricio Zunini. Video, marzo 25. Posteada septiembre 16, 2021, por Mundial de Escritura. YouTube, 39:28. https://www.youtube.com/watch?v=boNvB1p2NHw&ab_channel=MundialdeEscritura
Nagel, Caroline y Lynn Staeheli. 2004. “Citizenship, Identity and Transnational Migration: Arab Immigrants to the United States”. Sépase and Pollita 8, n.o 1: 3-23.
Nasser, Sundus. 2006. “La emigración de los palestinos a América Latina, con especial atención a Chile”. Tesis de grado, Calonge University.
Ochoa, Alejandra. 2020. “Desplazamientos y apropiaciones: la construcción del yo en Volverse Palestina, de Lina Meruane”. Alpha. Revista de Artes, Letras y Filosofía 1, n.o 50: 97-111.
Paúl, Fernanda. 2021. “Cómo llegó Chile a tener la mayor comunidad de palestinos fuera del mundo árabe”. BBC News Mundo, junio 3. https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-57242719.
Plotino. 2007. Enéadas. Gredos.
Quintana, Cécile. 2020. Circularidad y errancia de la escritura en Andrea Jeftanovic y Lina Meruane. HAL Open Science.
Reichenbach, Bruce. 1990. The Law of Karma: A Philosophical Study. University of Hawaii Press.
Rohan, Deborah. 2016. El sueño del olivar. DeBolsillo.
Rubinstein, Hagai. 2020. “Constructing a Transnational Identity: The Three Phases of Palestinian Immigration to Chile, 1900-1950”. En Migrants, Refugees, and Asylum Seekers in Latin America, editado por Raanan Rein, Stefan Rinke y David Sheinin. Brill.
Saffie Nicole y Lorenzo Agar. 2012. “A Century of Palestinian Immigration to Chile: A Successful Integration”. En Latin American with Palestinian Roots, editado por Viola Raheb. Diyar.
Wiener, Gabriela. 2022. Huaco retrato. Penguin Random House.
Zaidan, Ismat. 2012. Palestinian Diaspora in Transnational Worlds: Intergenerational Differences in Negotiating Identity, Belonging and Home. Birzeit University.
Fecha de recepción: 16.02.2024
Versión reelaborada: 02.01.2025
Fecha de aceptación: 06.02.2025
1 El concepto de transmigración generalmente se refiere al movimiento o tránsito de un lugar a otro. Su significado puede variar y asociarse a recorridos espirituales, religiosos y sociopolíticos. Algunas tradiciones religiosas y filosóficas contienen esta noción de transmigración (Reichenbach 1990). En este mismo sentido, vale mencionar cómo para los antiguos griegos la transmigración se refiere al viaje del alma a través de diversas formas físicas (Plotino 2007).
2 La noción de diáspora según Zaidan (2012) involucra conceptos tales como “multilocalidad (múltiples sitios de apego de miembros de la diáspora) y posnacionalidad” (Zaidan 2012, 15). Esta autora apunta a los espacios negociados donde se ensamblan “nuevas geografías de identidad” mediante múltiples sentidos de pertenencia.
3 Lina Meruane es profesora de escritura creativa y literatura y cultura hispanoamericanas en la Universidad de Nueva York. Ha publicado las obras: Las infantas (1998), Póstuma (2000a), Cercada (2000b), Fruta podrida (2007), Sangre en el ojo (2012a), Viajes virales (2012b), Volverse Palestina (2013), Contra los hijos (2018a), Sistema nervioso (2019) y Zona ciega (2021a). Recibió el Premio Anna Seghers en el 2011 y el XX Premio Sor Juana Inés de la Cruz en el 2012.
4 Vittoria Martinetto se refiere a la autobiografía como “avatar”. Señala que es una respuesta autoficcional y “una toma de conciencia de [que] cuando se escribe” (2017, 181). Se refiere a “la indecidibilidad entre realidad y ficción en la auto ficción”.