DOI: 10.18441/ibam.25.2025.89.249-293
Álvaro Ceballos Viro / Volker Jaeckel / Ralf Junkerjürgen / Fernando Rodríguez Mansilla / Yunyi Huang / Mariano Hernández García / Gerylee Polanco Uribe / Marta Quesada Vaquero / Ángel Pascual Martínez Soto / Juan Antonio Cano García / Begoña Villanueva García / Germán Ruiz Llano / Marc Eagle / Pablo Whipple / Diego S. Crescentino / Pablo Seguel / José Zanca
No debe de quedar historiador de la literatura española que no conozca, por lo menos de oídas, y casi siempre de leídas, a Jean-François Botrel; tal vez porque ha consultado la Historia de la edición y la lectura en España que editó con Víctor Infantes y François Lopez; tal vez porque ha leído a Clarín acompañado por alguno de sus estudios; tal vez porque en algún momento le interesaron los pliegos de cordel, o porque pasó por la Asociación Internacional de Hispanistas, que aquel presidió durante unos años y no ha dejado de frecuentar; tal vez porque alguien, con buen tino, le ha dicho que el tipo de historia cultural, muy anclada en las condiciones materiales, que Botrel lleva practicando más de cincuenta años no ha perdido todavía vigencia, y ni siquiera urgencia.
Este hispanista francés –y más que francés, bretón– ha sabido aliar una sociología de la literatura “entre marxista y macluhaniana” (p. 13) con una comprensión sagaz de la cultura popular que en ocasiones propende a la antropología, y que guarda mucha sintonía con lo que en Francia ha venido haciendo Roger Chartier. En Libros e impresos sin fronteras Jean-François Botrel ha reunido veintiocho estudios publicados originalmente en portugués, catalán, francés o castellano. No obstante, resulta fácil olvidar que este libro es una antología de artículos y pasar a percibirlo como un panorama de la historia de la edición española, en un vaivén constante entre lo general y lo concreto, entre la época y el día, entre lo social y el individuo.
No creo necesario detallar aquí el contenido de cada uno de esos veintiocho apartados, pero sí subrayar que en ellos se encontrarán datos y consideraciones muy relevantes acerca de las imprentas españolas, las formas editoriales de la novela decimonónica, los discursos sobre la lectura, la competencia editorial entre Madrid y Barcelona, las exportaciones francesas de libros en español, el desarrollo de la red de bibliotecas públicas y la impresión popular de estampas religiosas y almanaques. También conviene destacar que este volumen ofrece una prosopografía del editor español del siglo xix a través de algunas de sus figuras más ilustres, como Sinesio Delgado, Carlos Buenaventura Aribau, Manuel Rivadeneyra, José Gaspar, José Roig o José Lázaro Galdiano, a los que habría que sumar a los autores que albergaron la “ilusoria pretensión […] de sacar mayores réditos de su actividad autoeditándose” (p. 89) como Galdós o, más adelante, Valle-Inclán.
Todo ello se nos presenta aderezado con datos precisos acerca de los precios, las tiradas, las tecnologías, las remuneraciones y los procedimientos, datos a los que nunca se da un valor absoluto, sino que se hallan tamizados por la percepción subjetiva de los lectores: dos libros, recuerda Botrel, pueden “tener el mismo precio y no tener el mismo valor” (p. 61). Algunos de esos datos revelan un consumo de letra impresa modesto incluso para los niveles de alfabetización de la época: a mediados del xix, “el número medio de libros en bibliotecas particulares de la clase media madrileña no sobrepasaba los cincuenta” (p. 280); los libros de La España Moderna nunca llegaron a tener quinientos compradores; la tirada promedio de Madrid Cómico, revista celebérrima del fin de siglo, se cifraba en seis mil ejemplares; de los primeros Episodios Nacionales de Galdós, al cabo de dos o tres años, no se habían vendido más de cuatro mil volúmenes; Fortunata y Jacinta, clásico contemporáneo donde los haya, necesitaría veinte años para vender el doble de esa cifra.
Así pues, Libros e impresos sin fronteras rescata una serie de impresos con fronteras, es decir, de textos extraordinariamente eruditos y perspicaces que, tal vez por haber sido publicados inicialmente en una lengua menos vehicular para el hispanismo que el español, o en un medio peor distribuido que los libros de la editorial Trea, no habían recibido aún la atención que, sin lugar a dudas, merecían. Por ello, resulta tentador aplicar a este volumen, mediante una mise en abyme quizá un tanto desembarazada, una de sus ideas nucleares: la de que la alteración de las características editoriales de un texto altera su público, su atractividad y la disposición de sus lectores.
Los veintiocho artículos aquí reunidos han debido ser –con perdón por la perogrullada– reunidos: es decir, que se ha operado una selección entre muchas decenas de artículos candidatos a la resurrección editorial; en su mayor parte han sido traducidos, y con todos ellos se ha formado un coro armónico. Ese coro se divide en cinco tesituras temáticas, introducida cada una de ellas por un balance actualizado del tema en cuestión. (Esos balances les recordarán a algunos los pórticos del Historia y crítica de la literatura española, aquel centón benemérito que dirigió Francisco Rico y que para varias generaciones de filólogos compuso algo así como un mapa celeste de la disciplina.) Ha cambiado igualmente la caja de impresión: muchas de las notas al pie han sido subsumidas en el cuerpo del texto, convertidas a veces en incisos, y las referencias a la bibliografía secundaria se reducen a los económicos paréntesis del Chicago style. Se han incorporado innumerables ilustraciones, muchas de ellas en color, gesto de alguien que conoce la importancia de observar atentamente los dispositivos culturales. Esas ilustraciones son a la vez ejemplo y prueba de diferentes planos de variación en la historia del libro español: variación de la tipografía, de los métodos de impresión, de las formas editoriales, de las representaciones de la lectura.
En este sentido, resulta fascinante la capacidad de Jean-François Botrel para “leer” no tanto los efectos efectivos como las posibilidades expresivas de las cubiertas, las familias tipográficas, las ilustraciones y los paratextos que dan cuerpo –esto es, una fisonomía específica– a las obras literarias. Raya en el virtuosismo cuando, por ejemplo, analiza las cubiertas ilustradas de la novela por entregas: “los personajes aparecen con actitudes marcadas, extremados y grandilocuentes gestos y posturas, con miradas o actitudes suplicantes o amenazadoras, cuerpos cadentes o tumbados, como consecuencia de una violencia representada por un sinfín de armas ofensivas, en unos ambientes, ora góticos, ora ‘melorrealistas’, con un sistema de claro contraste dualista entre la violencia y la fragilidad, el mundo obrero y el mundo burgués, el exterior y el interior, y una clara melodramatización, hasta en el tratamiento de la ‘realidad’ y actualidad. Excepcionalmente se encuentra alguna connotación erótica o cómica, y no falta alguna intericonicidad con imágenes ‘cultas’” (p. 310).
Tendrá que bastar esta muestra para probar que, si bien “aún no se ha escrito el infalible manual del historiador del libro” (p. 62), ese historiador o esa historiadora aprenderá lo que no está escrito en Libros e impresos sin fronteras, un nuevo continente para investigaciones siempre vivas.
Álvaro Ceballos Viro
(Université de Liège)
La presente antología reúne doce ensayos sobre escritores, periodistas y diplomáticos extranjeros y sus visiones de la Guerra Civil española (1936-1939). Javier Sánchez Zapatero figura como editor del volumen presentado y analizado aquí. Se trata de un trabajo minucioso y riguroso que difunde las diversas formas en que se ha representado la Guerra Civil española en el extranjero. El editor y los autores pretenden mostrar qué lugar ocupa el conflicto en las literaturas foráneas y por qué se ha convertido en un tópico temático desde los años treinta hasta la actualidad. La Guerra Civil española continúa siendo un motivo de reflexión en otras culturas y sociedades. El libro tiene como objetivo analizar las contribuciones de autores, periodistas, diplomáticos, fotógrafos y cineastas tan reconocidos como Langston Hughes, Martha Gellhorn, Amanda Vaill, C. J. Sansom, Hermann Kesten, Ilsa Barea-Kulcsar, Carlos Morla Lynch, Micaela Feldman Etchebehere, Paul Nothomb, entre otros. El volumen busca responder a la pregunta de si la representación de un enfrentamiento bélico nacional cambia cuando se realiza desde una perspectiva externa. En esta reseña, seleccionamos solo cinco capítulos para su comentario, sin emitir juicio de valor en detrimento de los restantes.
El capítulo de Daniel Pastor García, de la Universidad de Salamanca, está dedicado a la periodista estadounidense Martha Gellhorn. Se enfoca en su obra literaria y periodística, que muchas veces ha sido eclipsada o interpretada a la luz de la de su esposo, Ernest Hemingway. Gellhorn fue una de las más de doscientas mujeres periodistas que cubrieron la guerra. Realizó cuatro viajes a España entre 1937 y 1938 y dejó testimonio de sus experiencias en reportajes y cuentos. Fue también amiga de Eleanor Roosevelt, primera dama de los Estados Unidos en aquel entonces, e intentó influir a través de ella en el presidente para que apoyara la causa del gobierno republicano. En sus textos retrata el asedio de Madrid durante los años en que fue blanco constante de la artillería y aviación fascistas. Documenta la violencia contra la población civil y la importante actuación de las Brigadas Internacionales, con especial atención al comportamiento de los brigadistas estadounidenses.
Amanda Vaill, autora norteamericana contemporánea, publicó en 2014 la novela Hotel Florida: Truth, Love and Death in the Spanish Civil War, editada ese mismo año en español. En ella sigue los pasos de tres parejas de periodistas extranjeros que desempeñaron un papel relevante durante la Guerra Civil: Ernest Hemingway y Martha Gellhorn, Robert Capa y Gerda Taro, Arturo Barea e Ilsa Kulcsar Barea. La autora intenta ajustar su narración lo más posible a los hechos documentados, pero, como señala el autor del artículo, Sebastiaan Faber, termina por adoptar una visión influida por la Guerra Fría, predominando la interpretación según la cual la causa republicana fue corrompida por la influencia negativa del comunismo bajo el control de Stalin.
El artículo de Juan Manuel Martín Martín analiza la obra Los niños de Guernica del escritor judío-alemán Hermann Kesten, que aborda el nefasto bombardeo sufrido por la ciudad vasca a manos de la Legión Cóndor. Kesten buscaba mostrar el sufrimiento de la población civil y el caos que puede destruir la vida cotidiana de una familia, expresando desde el exilio su solidaridad con las víctimas españolas de la guerra y la persecución. Su lenguaje oscila entre la neutralidad del periodista y un expresionismo patético que toma partido por las víctimas. El autor afirma querer contar la verdad sobre las personas y las circunstancias. Kesten no participó directamente en la guerra, sino que siguió los acontecimientos desde Estados Unidos. La atmósfera atribuida a Guernica se asemeja, en algunos pasajes, a un fragmento de Alemania transpuesto al extranjero. La distancia entre el autor y los hechos narrados tiene ciertas implicaciones en su novela.
Georg Pichler analiza en su artículo la novela Telefónica (1949) de Ilsa Barea-Kulcsar. La Guerra Civil fue una experiencia fundamental para la escritora austriaca, esposa de Arturo Barea, autor de la célebre trilogía La forja de un rebelde. Para Ilsa, el edificio que da título a la novela fue tanto atalaya como símbolo de la defensa de Madrid ante los agresores fascistas, que ya se encontraban en la Casa de Campo, a las puertas de la ciudad, y trataron repetidamente de destruirlo. La acción se sitúa entre el 16 y el 19 de noviembre de 1936, cuando las tropas republicanas lograron frenar el avance rebelde con ayuda de los primeros combatientes de las Brigadas Internacionales. El nuevo rascacielos de la Telefónica –en su época, el más alto de Madrid y al mismo tiempo nudo de comunicaciones entre la capital y el mundo– se convirtió en blanco predilecto de la artillería y aviación fascistas. La novela narra la vida cotidiana de quienes trabajaban en el edificio. Para la socialista Barea-Kulcsar, era fundamental transmitir a sus lectores el espíritu de una lucha de clases en la que había estado comprometida toda su vida.
Merece también mención el artículo de Francisco David García Martín sobre los Diarios de guerra del diplomático chileno Carlos Morla Lynch. Desde la embajada de Chile en Madrid y con simpatía parcial por la causa franquista, el autor describe la situación en la ciudad sitiada, los bombardeos y el hambre que afectaban a la población civil, mostrando a la vez empatía por el sufrimiento humano. “Se trata, en definitiva, de una construcción de aquello que se ha llamado la ‘tercera España’, desde la cual la apología de las acciones de cada uno de los dos bandos fue sustituida por el análisis crítico de sus acciones…” (p. 117).
Como conclusión, puede afirmarse que las miradas extranjeras sobre la Guerra Civil española son tan sorprendentes como diversas, y destacan por su autenticidad. Están marcadas por la compasión hacia el pueblo español, comprometido en la defensa de su legítimo gobierno y de la democracia. Los observadores foráneos comprendieron que no se trataba únicamente de un asunto interno, sino de valores y derechos universales. Esta antología constituye una colección valiosa y muy bien elaborada de ensayos que documentan ese compromiso.
Volker Jaeckel
(Universidade Federal de Minas
Gerais, Belo Horizonte /
Universidade do Estado da Bahia)
Tras años de esfuerzos a distintos niveles, la promoción de la mujer en el sector audiovisual español está dando sus frutos: No solo se ha incrementado notablemente la presencia de mujeres en el papel de directoras, que era la cuestión central, sino que también se ha desarrollado la investigación cinematográfica feminista, que visibiliza el papel de la mujer en la historia del cine y en el presente, una evolución que ilustra la antología de Marie-Soledad Rodríguez (Université Sorbonne-Nouvelle) que aquí comentaremos. Contrariamente a lo que sugiere engañosamente su título, ofrece un panorama de lo más destacado organizado cronológicamente sobre las directoras españolas desde los años sesenta. La primera contribución (pp. 33-51) es de la propia editora y utiliza coordenadas biográficas y políticas para trazar el desarrollo cinematográfico de Cecilia Bartolomé, considerada la primera directora feminista española. Rodríguez recorre su evolución desde sus trabajos de estudiante, que escenifican las limitaciones sexuales a las que estaban sometidas las mujeres, hasta su primer largometraje –Vámonos, Bárbara (1978)– y entiende el cine de Bartolomé como una forma de testimonio contemporáneo que no solo documenta las reivindicaciones feministas, sino que demuestra que estas se fueron llevando a la práctica. Bárbara, la protagonista de su primera película, ya se muestra mucho más activa y autodeterminada que sus anteriores protagonistas femeninas.
Lucía Miguel se dedica a la recepción de la tercera película de Pilar Miró Gary Cooper que estás en los cielos, de 1980 (pp. 53-65). En vista de que la segunda película de Miró, El crimen de Cuenca, fue retenida por la censura, su tercera, que fue la segunda en estrenarse en los cines, atrajo una gran atención. Aunque Miró nunca se ha descrito a sí misma como feminista, Miguel la considera una película inconscientemente feminista, puesto que aborda temas femeninos como el embarazo. Al mismo tiempo, Miguel admite que la película responde a las señas de identidad del cine moderno, como el carácter inacabado de la trama, y concluye que es más comprometida socialmente que feminista. Resulta un tanto sorprendente que el nivel autorreflexivo de la película y la fuerte identificación de la protagonista con estrellas y directores masculinos no se hayan discutido más en este contexto.
Maëlle Parras prosigue con su contribución sobre Helena Lumbreras (pp. 67-78), la cual trabajó en la televisión italiana tras estudiar en la EOC (1960-1962). Allí comenzó a captar la realidad social de los desfavorecidos y a dedicarse a un cine comprometido que no podía realizarse en España. Tras el regreso a su país, fundó el clandestino “Colectivo de Cine de Clase” con Mariano Lisa para dar voz a los sectores invisibles de la población. Las películas documentales de Lumbreras se opusieron a la historiografía oficial y, según Parras, se caracterizaron por una doble lucha: en primer lugar, la directora quería abrir un discurso de clase y, en segundo lugar, conquistar un puesto para la mujer en la cinematografía.
La década de los noventa marcó un hito en la historia de la mujer en el cine español; por un lado porque surgió una nueva generación de directoras y por otro porque el número de óperas primas realizadas por mujeres casi se quintuplicó. Entre ellas destaca la obra de Icíar Bollaín, cuya carrera continúa hasta nuestros días y cuya estética realista es analizada por Annalisa Mirizio (pp. 79-94). Según Mirizio, el cine narrativo del realismo de Bollaín se inspira en su lectura de Balzac y adapta su concepción del tipo como categoría central del concepto realista del personaje literario, pues su dinámica individual no puede separarse de los mecanismos sociales. Bollaín, a su vez, se caracteriza por que sus tipos son simultáneamente representativos, didácticos y descriptivos.
Imma Merino y Ángel Quintana, por su parte, se centran en el cine documental y el cine alternativo en Cataluña, criticando el cine comercial español, orientado a las grandes producciones, para dar espacio al cine alternativo (pp. 95-111). Como hito en el desarrollo histórico e institucional del cine documental en Cataluña, valoran la creación del Máster de Cine Documental de la Universidad Pompeu Fabra en 1998, que rápidamente se convirtió en un referente y abrió el camino a directores como Isaki Lacuesta, Mercedes Álvarez, Ariadna Pujol y más tarde Carla Subirana y Neus Ballús.
Christelle Colin amplía esta perspectiva con el ejemplo del documental El cielo gira, de Mercedes Álvarez, el cual trata de la pérdida de tradiciones y modos de vida tradicionales en su pueblo natal de Aldeaseñor (pp. 111-127). La película autobiográfica intenta sonsacar historias a los taciturnos habitantes que siguen viviendo según el modelo rural.
La última contribución a la historia del cine corre a cargo de la editora Marie-Soledad Rodríguez (pp. 129-147), que ofrece una categorización de las películas recientes realizadas por mujeres. Reúne documentales que abordan historias de mujeres olvidadas o no representadas y lo ejemplifica con Oliva Acosta, Las constituyentes (2011), en el que se visibiliza en forma de entrevistas el papel poco conocido de las mujeres en el parlamento y el senado durante la transición. Entre los largometrajes, observa especialmente la tematización del cuerpo y el deseo en la representación del sujeto femenino. Como ejemplos representativos, analiza brevemente Cerdita (Carlota Martínez-Pereda, 2022), Un amor (Isabel Coixet, 2023) y Todos queremos lo mejor para ella (Mar Coll, 2013), cada una de las cuales rompe a su manera con las representaciones convencionales al centrarse en cuerpos o roles femeninos alternativos.
Siguen breves artículos informativos sobre la promoción institucional de la mujer, por ejemplo por parte de la Asociación de Mujeres Cineastas CIMA (Inés París, pp. 149-159), fundada en 2006 por Inés París, Icíar Bollaín, Isabel Coixet y Chus Gutiérrez, entre otras, y que encarga estudios sociológicos sobre la situación de la mujer en la industria como su instrumento político más importante. Se ha producido un claro aumento del porcentaje de películas realizadas por mujeres, que ha pasado de un máximo del 10,9% entre 2000 y 2006 a un 26% en 2022. También se observa que ha aumentado la presencia de mujeres en los festivales (Marta Selva Masoliver, Anna Sola, pp. 149-171).
La última sección consta de entrevistas breves que ofrecen una variación formal y permiten a las propias mujeres dar su opinión. Sin embargo, dada su brevedad y el hecho de que se realizaron entre 2014 y 2019 y, por tanto, ya no están del todo actualizadas, su valor añadido sigue siendo limitado, sobre todo teniendo en cuenta que existe un volumen especial con amplias entrevistas de este tipo (Annette Scholz, Marta Álvarez et al., Entrevistas con creadoras del cine español contemporáneo, 2021).
En su totalidad, el volumen ofrece una buena visión de conjunto y proporciona orientación mediante destacados ejemplos. Como ya se ha mencionado, el título no se corresponde con el contenido, ya que las directoras contemporáneas no son el tema principal. No solo por el título, sino también en general, habría sido deseable profundizar más en los interesantes enfoques que la editora, entre otros, señala en su contribución sobre el presente.
El volumen tiene un formato bonito y fácil de leer. Sin embargo, no es comprensible que una editorial de renombre como L’Harmattan no se preocupe ni de la separación de sílabas ni de poner sangrías en las primeras líneas. El volumen habría merecido una composición tipográfica más cuidada y algunas ilustraciones.
Ralf Junkerjürgen
(Universität Regensburg)
Si bien contamos ya con trabajos acerca de Joaquín Sabina y su obra, desde el ámbito de la crónica, el periodismo o la biografía, hay aún pocos estudios de calibre académico notable, como lo es la presente investigación de Javier Soto Zaragoza. Basada en su tesis doctoral, La biblioteca de Joaquín Sabina se suma a esfuerzos previos del mismo Soto Zaragoza y otros investigadores (De Miguel Martínez y Menéndez Flores, entre los más destacados) que han abordado el corpus sabinero con herramientas analíticas que se nutren de la teoría literaria y la historia cultural.
En su introducción, Soto Zaragoza hace el deslinde entre los dos conceptos que le permitirán realizar una evaluación integral del cancionero del ubetense. Mientras la influencia consistirá en la detección de modelos que pueden inspirar recursos compositivos o temas en las canciones, la intertextualidad se enfocará en estilemas que revelen una lectura específica de cierto verso o frase que Sabina homenajea o con cuyo significado va a jugar como parte de sus medios expresivos. Bajo este planteamiento, la primera parte del libro se enfoca en los letristas o compositores que han influido en Sabina. El primero es Bob Dylan, cuya identificación es ya tradicional (como que hay quienes lo llaman “el Dylan español”, lugar común del que el mismo Sabina se burla). La influencia de Dylan no se hallaría tanto en las letras como en la persona de cantautor, debido a la presencia en escena de los primeros años de la carrera de Sabina, así como en detalles muy particulares (como la fascinación por los trenes). Más interesante se muestra el capítulo dedicado a José Alfredo Jiménez, compositor de rancheras, de quien Sabina habría asimilado la temática de los marginados, las penas de amor, así como la ambientación de cantinas y noches de bohemia. El investigador identifica otro modelo en Georges Brassens y Javier Krahe, cuyas figuras se yuxtaponen, por compartir tantos elementos en común (de ellos vendría especialmente el esmero en la rima y el humor desenfadado, incorporando léxico bajo o grosero). Por otra parte, los géneros del tango y la copla (incluido Serrat como su última manifestación) presentan complejidad, ya que, al asumirse como macrotextos, muchos elementos acaban disgregados y se percibe que, más allá de declaraciones de Sabina e intertextualidades fácilmente reconocibles, los temas empiezan a repetirse hasta hacer difícil reconocer cuánto viene de tal o cual género, ya que aspectos como la interpelación a un tú ausente, los personajes de los bajos fondos o la narratividad no son atributos exclusivos de ambos géneros (también hay narratividad y marginalismo en Dylan, dado el caso). Un capítulo adicional ofrece un catálogo de otras tantas posibles influencias, muchas de ellas basadas solamente en declaraciones del propio Sabina, pero que no son tan sencillas de precisar en su obra o cuyas características corren el riesgo de confundirse con las influencias de otros (así por ejemplo, otra influencia posible para el humor en Sabina bien podría ser la de Chicho Sánchez Ferlosio, al que se destinan unas pocas líneas; por otra parte, poco o nada es detectable de los peruanos Chabuca Granda y Felipe Pinglo, pese a que Sabina los elogie).
La segunda parte del estudio la integran cinco capítulos, en los que se explora la influencia de poetas. El primero está dedicado a la influjo de César Vallejo (siempre reconocido por el propio Sabina), la cual se encuentra claramente en el empleo de las locuciones desautomatizadas y el trabajo con el lenguaje para plasmar el absurdo o la paradoja, así como en el tratamiento de la religiosidad (con fines más bien profanos) y la empatía con los desgraciados. En lo que respecta a la influencia de Neruda, se encontraría en el amor pasional, así como en el lenguaje erótico alrededor del cuerpo femenino; más complicado parece atribuir como nerudiana la predilección por las enumeraciones (también las practica Vallejo y otros más, por lo que sería, más bien, un rasgo propio de la poesía moderna, como lo estudió Leo Spitzer). En su brevedad, el capítulo sobre la influencia de Quevedo es rico en sugerencias y resulta convincente considerar que Sabina conecta con su poesía satírico burlesca (aunque el ubetense se incline más a lo burlesco que a lo satírico) y si bien algunos asuntos vuelven a repetirse (el jaque quevediano y el malevo del tango, el humor escatológico quevediano con el de Brassens), nuevamente la persona del poeta festivo y lupanario (el Sabina pendenciero junto al Quevedo “con cascabeles”) hace la influencia sumamente provocadora. El capítulo acerca de la influencia de los poetas de los 50 (Jaime Gil de Biedma y Ángel González) está cabalmente documentado, por lo que se sostiene bien: asuntos como la vocación lúdica de la poesía, la configuración de un yo que se identifica con el poeta como un personaje en sus letras y la presencia de la ciudad que desarrollan ambos vates están presentes en el cancionero de Sabina (como también lo está la desautomatización que caracteriza a estos poetas, solo que este recurso ya se atribuyó a Vallejo en un capítulo previo). Esta parte de influencias se cierra con una coda sobre Cernuda, Ramón de Campoamor y Blas de Otero, autores que influirían de forma desigual (es más reconocible Cernuda que Blas de Otero, pues las posibles lecciones de este asemejan demasiado, nuevamente, a las de Vallejo).
La tercera parte de La biblioteca de Joaquín Sabina es más taxonómica, pero no por ello menos rigurosa en su mirada crítica. Aquí se halla el capítulo más voluminoso, con gran riqueza de datos y lectura microscópica, el cual consiste en un examen de todo el cancionero de Sabina. Soto Zaragoza expone las intertextualidades externas, es decir todas las citas, alusiones, guiños, parodias, etc., de textos y letras de canciones presentes en cada canción del corpus sabinero. A este capítulo sigue otro dedicado a las intertextualidades internas o autocitas, aquellas referencias que hace Sabina de sus propias canciones dentro de otras (con una producción de casi cuatro décadas es algo inevitable, a la vez que deleitoso para los aficionados). La sección concluye con una breve coda en la que se evidencia la huella de Sabina en otros artistas o la presencia de sus canciones como intertexto en la literatura y la música actual.
Bien estructurado, sólidamente documentado y exhaustivo (aun a riesgo del solapamiento de posibles influencias, según se ha señalado más arriba), el estudio de Javier Soto Zaragoza no es solo la confirmación de la obra de Joaquín Sabina como materia digna de análisis académico, sino especialmente su reconocimiento definitivo como artefacto artístico canónico o, dicho de otra forma, nuevo clásico de la cultura hispana contemporánea. Con su exploración de influencias y catálogo de gran calado de diversas intertextualidades, La biblioteca de Joaquín Sabina contribuye a profundizar en el estudio de la obra del ubetense e invita a proseguir teniendo en cuenta sus hallazgos.
Fernando Rodríguez Mansilla
(Hobart and William Smith
Colleges, New York)
Tras la publicación de reediciones de varias obras de Ida Vitale –El ABC de Byobu (2018), De plantas y animales (2019), Léxico de afinidades (2020), Tiempo sin claves (2021), Donde vuela el camaleón (2022) y Resurrecciones y rescates (2023)– Estuario presenta nuevamente a los lectores una valiosa selección de textos e imágenes –tanto los publicados y los inéditos hasta el momento– que exploran la obra y vida de esta destacada figura literaria uruguaya, en homenaje a su centenario. Con el respaldo de la Intendencia de Montevideo a través de su Departamento de Cultura, y la colaboración de Manuela Aldabe Toribio, María Arrillaga, María José Bruña Bragado y Pablo Rocca, entre otros, Palabra y palabra, el mundo se hace mundo (2023) ofrece un recorrido exhaustivo por el itinerario vital y la creación literaria de Ida Vitale, galardonada con el Premio Cervantes en 2018 y considerada una de las voces más trascendentes en la literatura en lengua castellana. La antología permite a los lectores e investigadores adentrarse en la riqueza de sus palabras, construyendo una imagen viva y minuciosa de la escritora a partir de los mínimos detalles.
El valor de esta publicación radica en su capacidad para trazar un recorrido por diversas facetas de la autora, que incluyen su labor como cronista, sus reflexiones filosóficas y sus exploraciones poéticas. La antología ofrece una visión integral de la figura de Vitale, uniendo aspectos menos conocidos de su obra con los textos más celebrados que la han consagrado como una de las grandes voces de la literatura en español.
La antología está organizada en siete secciones. La primera consiste en una colección de crónicas publicadas por Ida Vitale bajo el mismo título de serie “Ares y Mares” en diversos diarios de México y Uruguay, incluyendo Unomásuno, Sol, Vuelta, Luvina, Letras Libres y Posdata. Estas crónicas abarcan un extenso periodo (1974-2018) y tratan una variedad de temas, desde recuerdos nostálgicos hasta reflexiones críticas sobre el arte y la literatura, así como meditaciones filosóficas sobre los objetos diarios. Los recuerdos, tanto literarios como biográficos, toman forma de anécdotas personales, y cualquier objeto o acontecimiento se puede convertir en el vehículo para ideas e historias. Además de la fascinante capacidad de evocación e imaginación que despliega, junto con un extenso repertorio de referencias de diversas áreas, las crónicas destacan por la precisión lingüística que caracteriza tanto la poesía como la prosa ensayística de Ida Vitale. Estos textos, compilados por primera vez en una sola publicación, proporcionan al lector el acceso a una faceta menos explorada de la escritora venerada: su labor como periodista.
La segunda sección ofrece una selección reducida, pero no menos cuidada, de la poesía y prosa ya publicada, que abarca desde su primer poemario, La luz de esta memoria (1949), hasta obras más recientes como Shakespeare Palace (2018), Resurrecciones y rescates (2019) y Tiempo sin claves (2021). Este breve recorrido permite al lector captar la evolución del estilo de la autora, marcada por una poética filosófica centrada en temas como lo irrevocable del tiempo, el poder del azar y la fragilidad de la existencia, así como su característico lenguaje preciso y cargado de prosopopeyas, donde las palabras adquieren vida propia, vistas, en palabras de Ida, como nuestras tristes hermanas. También es notable el tono melancólico que se materializa a través de potentes imágenes de la naturaleza –como el albor, las aves, los árboles y el agua–, elementos que, llenos de fuerza expresiva, permanecen constantes a lo largo de los años y que enriquecen su universo literario.
En la tercera parte, “Conferencias y discursos”, se recogen conferencias y discursos –en su mayoría inéditos– pronunciados en lugares como Madrid, Montevideo, Salamanca y Guadalajara. Las dos conferencias impartidas en la Residencia de Estudiantes en el año 2008 aportan un valioso conocimiento sobre el contexto histórico en el que se desarrolló la obra de Ida Vitale. En estas, la escritora examina con perspicacia la tradición literaria universal que nutrió su escritura, ofreciendo reflexiones profundas en torno a la historia literaria y la esencia de la poesía. Los demás discursos, vinculados con los premios otorgados correspondientes, abordan diversos temas, como recuerdos de sus años universitarios, la vigencia de la poesía en la actualidad, los lazos fraternos, afectuosos y duraderos con México, país que acogía con hospitalidad a ella y otros exiliados uruguayos, así como su visión sobre la lectura del Quijote.
La parte siguiente, “Cronología biográfica”, elaborada por Pablo Rocca, detalla de manera rigurosa los momentos clave de la vida de Ida Vitale: su formación, su carrera literaria, sus actividades editoriales y traducciones, sus matrimonios y amistades, su exilio y lo demás. Este apartado, acompañado de fotografías de la escritora y sus círculos cercanos, constituye una fuente imprescindible para investigadores, destacando su labor como traductora de dramaturgos europeos, como Pirandello, Brecht, Synge y Jean Genet, entre otros, la cual es de gran relevancia para el círculo teatral de Uruguay y México. Para los investigadores de la obra de Ida Vitale, esta sección será una referencia esencial en cuanto a fechas y datos biográficos.
En la quinta parte se incorpora una dimensión visual mediante la presentación del documental, Ida Vitale, filmado en 2019 y estrenado en 2023, con sus datos básicos –sinopsis, ficha técnica y equipo– y varias escenas. Dirigido por María Arrillaga, directora y fotógrafa uruguaya, quien acompaña a Ida en su viaje escuchando sus palabras y siguiendo su mirada, el documental transmite el entusiasmo por el mundo de la gran sabia. Las imágenes del documental, incluidas en la antología, capturan la curiosidad incesante de la escritora, quien, a sus 99 años, siguen observando el mundo con la atención de una recién nacida.
El apartado sexto reúne, por su parte, otros textos de gran valor para la investigación: las primeras publicaciones de Ida Vitale en revistas de su época, tal como Hiperión, Clinamen (de la que la autora trabajó como codirectora), Marcha y Asir, revistas de arte y literatura prestigiosas en Uruguay. Escritas mayoritariamente en su juventud, anticipan los temas recurrentes en su obra posterior, como el tiempo, la naturaleza y la soledad, mientras que exhiben su lenguaje preciso y conciso, con un control notable del ritmo y el vocabulario.
Finalmente, la última parte incluye una selección de correspondencia entre Ida Vitale y otros escritores e intelectuales contemporáneos –Manuel Claps, José Pedro Díaz y Amanda Berenguer, Julio Cortázar, Enrique Lihn, Gonzalo Rojas, Eduardo Galeano, Idea Vilariño y otros nombres célebres–. Estas cartas no solo ofrecen una perspectiva íntima de las relaciones personales y profesionales de la escritora, sino también un vistazo a la coyuntura política de América Latina –en especial, de Chile y Uruguay–. Revelan los esfuerzos por crear espacios culturales nuevos, el entusiasmo por la colaboración en revistas literarias y las dificultades que estas enfrentaban, como se observa en la disputa en Clinamen mencionada por Juan Ramón Jiménez. También destacan iniciativas como la colaboración entre Ida Vitale, Julio Cortázar e Italo Calvino para difundir la obra de Felisberto Hernández. Asimismo, las cartas ofrecen detalles de la vida cotidiana de la escritora que la acercan al lector, junto con testimonios sobre contextos políticos de los países de residencia de los remitentes, como la Revolución Cultural en China, mencionada por Gonzalo Rojas durante su estancia en la embajada de Chile en Pekín entre 1971 y 1972.
Palabra por palabra, el mundo se hace mundo constituye un recurso invaluable para lectores, investigadores y críticos literarios interesados en la obra de Ida Vitale. La antología, fruto de una rigurosa selección y edición, ofrece un corpus textual y visual que permite un análisis integral de la evolución estilística y temática de la escritora, así como de su posicionamiento dentro de las corrientes literarias de su tiempo. La inclusión de textos inéditos, conferencias y correspondencia amplía significativamente el panorama crítico sobre Vitale, brindando nuevas perspectivas y abriendo nuevas líneas de investigación.
Yunyi Huang
(Universidad de Salamanca)
Augusto Monterroso está hecho de ficciones. En cierta medida todos lo estamos: somos los relatos que nos hacemos de nosotros mismos y muchos de esos relatos son una ficción, de la imaginación o de la memoria. Pero a diferencia de casi todos, Monterroso y sus ficciones realizan algo increíble: se expanden. Monterroso es un big bang. Lo recuerda José Luis Martínez Morales en su artículo contenido en el libro aquí reseñado: “El dinosaurio”, la conocida minificción de siete palabras, se agigantará hasta las casi cuatrocientas páginas en un libro publicado por Lauro Zavala1. Sabemos que los grandes textos literarios son grandes, en buena medida, por su capacidad de multiplicar sus lecturas, sus sentidos, pero pocos lo hacen con la magnitud expansiva que contienen en su núcleo las ficciones condensadas de Monterroso.
El libro editado por Noguerol, Escandell y Pastor es un homenaje a Monterroso en su centenario y es al mismo tiempo un compendio de ficciones (quizá único homenaje verdadero que puede hacerse a un escritor). Acaso deba aclarar que utilizo el término ficción casi como un antónimo de mentira, como un relato que nos acerca a la verdad pero por caminos oblicuos o misteriosos. El escritor nos señala esos caminos, pero el resto depende de nosotros. El libro aquí reseñado agrupa en tres partes algunos caminos recorridos por diversos estudiosos, escritores y entusiastas de la obra monterrosiana. La primera parte, “Artículos”, se abre con un texto de Wilfrido H. Corral, quien se sumerge en la literatura de Monterroso en busca de algunas influencias poco estudiadas (o nunca antes señaladas): Paul Valéry, Max Beerbohm, Lord Chesterfield, Horacio, entre otras. Le sigue un escrito de Francisco García Jurado que nos acerca a las lecturas hechas por Monterroso del libro magno de Aulo Gelio, Noches áticas: las citas directas, las correspondencias temáticas, las formas misceláneas y aforísticas, los vericuetos en torno a la categoría de “autor clásico”. El artículo de García Jurado no se ciñe únicamente a Monterroso sino que urde una especie de comparación contrapuntística entre la lectura que éste hizo de Aulo Gelio y la que hizo otro escritor, el colombiano Nicolás Gómez Dávila. Encuentro llamativo que este recurso, el de estudiar a Monterroso comparativamente, se duplique en otros dos artículos. ¿Podemos pensar la ficción del doble como distintiva de nuestro autor? Por un lado, Anne Karine Kleveland estudia los sendos diálogos de Monterroso y de Hugo Hiriart con los presocráticos, y cómo ambos pueden servirse de “las ideas de la Antigüedad para examinar las cuestiones mundanas o las situaciones cotidianas” (87). Por otro, Alejandro Lámbarry nos cuenta diversos sucesos que fueron construyendo la amistad entre Monterroso y Sergio Pitol: su relación de discípulo y maestro, las ayudas mutuas para que uno y otro fueran publicados en editoriales importantes de México y España, las convergencias en sus proyectos estéticos, particularmente –lo remarca Lámbarry– en lo referente al ensayo autobiográfico.
En otro artículo –en mi opinión, uno de los más iluminadores–, Dante Liano propone que la literatura de Monterroso se nutre de variadas ideas que estaban bullendo en el siglo xx, ideas provenientes de la psicología, la lingüística, la filosofía (Freud, Groddeck, Saussure, entre otros) y que tendían –como lo hará también Monterroso– “a desmontar el principio aristotélico de la superioridad del ser humano respecto a los demás animales gracias al uso de la palabra” (109). Le sigue el texto del ya mencionado Martínez Morales, texto plenamente monterrosiano en su concepción y estructura pues vamos saltando de modo lúdico y fragmentario entre fechas, temas, anécdotas, hallazgos y hasta casi un intento del propio autor por convertirse en un personaje del escritor guatemalteco. Kevin Perromat Augustín realiza en su artículo una labor valiosísima para los que nos gusta la escritura: conjunta y comenta muchas de las ideas y enseñanzas de Monterroso en torno a la literatura como oficio y “el arte de aprender a escribir” (134). Javier Perucho estudia la obra monterrosiana y su relación con el cine: la aparición del séptimo arte como espacio o referente significativo en la narrativa de Monterroso, pero también el papel de nuestro escritor como coguionista de un western con título El último pistolero.2 Le sigue otro artículo que contempla las fugas de la obra monterrosiana de lo estrictamente escritural. An Van Hecke analiza la écfrasis en la obra de Monterroso y lo hace desde tres pintores y sus animales: “las vacas voladoras de Chagall, la pulga de William Blake y los animales americanos de Oski” (159). Cierra esta primera parte del libro un texto de Joseph Wager que sigue los movimientos brownianos de la mosca de Monterroso, una mosca que “‘enreda’ la relación entre la biografía y la biología” (174) además de darse su tiempo para hacer crítica geopolítica y hacer patente la violencia de género.
Falta mencionar el texto de Gloria González de Zenteno, tercero en orden dentro de la sección “Artículos”, pero que merece –considero– una mención aparte. La autora apuesta directamente por ficcionalizar la crítica literaria (o tal vez se trate, como en Borges, de los primeros indicios de la materialización efectiva del universo monterrosiano dentro del nuestro): el artículo de González de Zenteno aparece firmado por Luciano Zamora (aunque, ya entrados en franquezas, el texto en realidad fue escrito por su esposa, Felicia Hernández de Zamora).
Escribí que Augusto Monterroso está hecho de ficciones y quiero decir que está hecho no solo de las ficciones que escribió: su vida entera parece componerse de ellas. En Monterroso se entreveran literatura y vida de modo tal que… Estoy a punto de borrar el enunciado anterior pues me suena a lugar común de muchos escritores. Pero es que no muchos escritores son Monterroso, ni muchos cuentan con su propio bioanagramático Eduardo Torres (y a su lado Luciano Zamora). Literatura y vida, pues, se entreveran genialmente y así lo demuestra la segunda parte del libro, “Semblanzas”, en la que se agrupan cinco textos llenos de amistad, amor y agradecimiento al Monterroso ser humano, que entonces es lo mismo que decir al Monterroso literato. Marco Antonio Campos cuenta algunas de las lecciones que aprendió del maestro, como que debemos no entorpecer la fluidez de la narración con adjetivos (el texto presente no es narrativo pero ya borré uno que otro adjetivo) o que la narrativa “tiene su propia música” (192). Campos apunta que, a diferencia de lo que sucede con tantos autores, conocer a Monterroso era confirmar la imagen que podía hacerse de él mediante sus libros: la lucidez, el humor, la precisión se revelaban también en su persona y en su conversación. Margo Glantz ensaya aproximarse a lo inexplicable de las fábulas monterrosianas. Su intento (el cual, debo decirlo, logra más quizá que el de muchos críticos de tiempo completo) se basa en una imagen: la de las escrituras hechas de dobleces, es decir, “escrituras superpuestas” (200) que en su aparente sencillez esconden muchísimos referentes subrepticios. Bárbara Jacobs habla de amor, del inmenso amor de Monterroso por El Quijote. Añade una suerte de nostalgia amarga que siente por la pérdida de un ensayo monterrosiano sobre la obra mayor de Cervantes, ensayo que, aclara Jacobs, acaso se quedó en la oralidad y nunca fue trasladado a la escritura por Monterroso. Nos queda al menos el título: “El primo”; ¿es suficiente el título, aquí apenas dos palabras, para otorgarle realidad a un texto? Tal vez Monterroso y Jacobs nos regalan una nueva ficción: un ensayo que, como el gato de Schrödinger, existe y no existe al mismo tiempo. Hipólito Navarro nos presenta un pequeño escrito en el que cuenta cómo “El dinosaurio” (monterrosiano por antonomasia) le sirvió para componer su propio “El dinosaurio” y cómo se lo envió a Monterroso a su casa de Chimalistac y lo que éste le contestó. Cierra esta sección un texto de Víctor Manuel Ramos en el que nos enteramos de las vicisitudes, casi novelísticas, entre Monterroso y su natal Honduras, país que, dice Ramos, “siempre ha considerado a Augusto Monterroso como uno de los nuestros” (211). Monterroso: hondureño, guatemalteco y, por qué no, mexicano. Ficciones de origen, ficciones de vida.
En la tercera y última parte del libro, hallamos una sección no tan comúnmente vista en los libros académicos: treinta y cuatro minificciones, de treinta y cuatro escritoras y escritores que provienen de una multitud de países hispanohablantes, textos que trazan vínculos heterogéneos y a veces inesperados con la obra monterrosiana, y al mismo tiempo crean nuevos y propios universos ficcionales. Como prerrogativa del reseñista me permito, no componer aquí una minificción lo cual caería en lo intolerablemente pretencioso, pero sí transcribir una de mis minificciones favoritas de las comprendidas en esta tercera parte del libro. Es la escrita por Marcial Fernández, titulada, sin más, “Fábula monterrosiana”: “Pintaba pájaros. Perfectos, hermosos, llenos de vida. Incluso, cuando exhibía sus cuadros, los lienzos estaban vacíos” (226).
Para finalizar regreso al principio: Monterroso es un big bang. Sus ficciones son singularidades de densidad infinita en espera de nuestra lectura para estallar y expandirse y formar universos, planetas y estrellas. Estrellas tan brillantes como el libro Augusto Monterroso, centenario (y otras ficciones).
Mariano Hernández García
(El Colegio de México)
El libro Mujer, diversidad y cine. Perspectivas de género e imágenes de la mujer en el siglo xxi ofrece un análisis necesario y actualizado sobre la representación de la mujer en el cine colombiano contemporáneo. A lo largo de sus páginas, estudia que, si bien hay una persistencia de estereotipos tradicionales, han surgido narrativas que desafían estos moldes, mostrando una gama más diversa y compleja de personajes femeninos tanto narrados por mujeres como por hombres.
Uno de los principales aportes del libro es su análisis de personajes femeninos que ofrecen nuevas posibilidades de representación. Se destacan figuras femeninas que habitan el silencio como forma de resistencia, antiheroínas y victimarias cuyas trayectorias en contextos de guerra cuestionan las dicotomías morales tradicionales, y personajes que exploran la diversidad sexual en un cine que, hasta hace poco, tendía a excluirlas o relegarlas a meros objetos de deseo. En este sentido, la obra no solo estudia cómo las mujeres han sido representadas en el cine colombiano, sino también cómo estas representaciones dialogan con las transformaciones sociales y culturales del país.
La figuras de la madre, de la esposa, la virgen y puta se reafirman en un sinnúmero de obras del cine nacional pero, aún encarnando estos estereotipos, las mujeres logran en contextos patriarcales, existir. Es muy interesante la tesis de la autora con relación a cómo silencio se convierte en emancipador en las películas Retratos en un mar de mentiras y Sofia y el terco. El silencio como una fuerza narrativa para las historias, que visto desde otro lugar, no es otra cosa que en estas películas presentar el silencio de sus protagonistas como resistencia y acto libertario. Esto es lo que aborda con detalle en su primer capítulo temático.
Los personajes de los filmes Rosario Tijeras, Alias María y Sargento Matacho apuntan a poner en jaque la idea de lo femenino y desnaturalizan el rol pasivo de las mujeres en la guerra. En ese sentido, la autora para este segundo capítulo temático, analiza cómo se emancipan las mujeres en estas películas para ser agentes de cambio ya sea como victimarias o no, y atravesar sus propios destinos más allá de los mandatos patriarcales.
Para el tercer capítulo temático, la autora revisa películas como Hábitos sucios, Entre sábanas, La vida era en serio, Señoritas, La luciérnaga, Una mujer y ¿Cómo te llamas?, donde la sexualidad tendrá un papel narrativo importante para visibilizar el deseo de las mujeres (y no de los hombres hacia ellas) y las relaciones lésbicas.
El libro es una contribución valiosa para los estudios de cine y género en Colombia, tan escasos aún, y ofrece un panorama crítico sobre la evolución de las imágenes de la mujer en el cine nacional visitando teóricos de diversos campos y articulando con su corpus de películas. Su mayor fortaleza radica en su capacidad de interrogar los discursos visuales desde múltiples perspectivas, revelando tanto avances en la representación femenina en la cinematografía colombiana. En este sentido, se trata de una lectura imprescindible para quienes buscan comprender la relación entre el cine, perspectiva de género, subjetividades y narrativas. La mezcla que hace entre películas dirigidas por mujeres y hombres es interesante, aunque la autora no se ocupa de poner en contexto a quienes dirigen/escriben esta películas, quizás sería otro estudio pero igualmente es un asunto fundamental que no puede perderse de vista en términos de considerar en el análisis los lugares de enunciación también de los y las cineastas.
Gerylee Polanco Uribe
(Killary CineLab. Cali)
Del “I Plan Propio de Investigación y Transferencia, Proyecto Reescrituras de la novela en el cine y la ficción televisiva” de la Universidad de Málaga nace este volumen de 112 páginas coordinado por los profesores Rafael Malpartida Tirado y Giovanni Caprara. El ejemplar, que cuenta con un prólogo escrito por ellos y tres partes perfectamente diferenciadas donde diferentes autores abarcan diversos temas conexos, es una muestra pulcra que corrobora el avance in crescendo y dialogante de los estudios comparativos entre literatura, cine y televisión.
Así, en el prólogo denominado Nuevas miradas a las adaptaciones múltiples el lector puede apreciar la intención de presentar este ejemplar como un muestrario de ejemplos de nuevas y necesarias miradas de diversas reescrituras fílmicas que se propagan velozmente entre los espectadores.
Tras este preámbulo teórico, comienza una primera parte –“Cuestiones metodológicas y corpus de estudio”– donde Malpartida nos deslinda tres conceptos esenciales para el estudio entre novela, cine y televisión. Se trata, nada más y nada menos de los vocablos remake, readaptación y adaptación compuesta. Para ello, el autor acompaña su texto con esquemas, fotografías y tablas que ilustran, entre otros aspectos, una extensa selección de adaptaciones/remakes múltiples cinematográficos.
La segunda parte –“Reescrituras de la novela en diálogo permanente”– está compuesta por dos extensos capítulos escritos por Miriam López Rodríguez y Giovanni Caprara. Así, en el capítulo dos –“Las adaptaciones cinematográficas de Mujercitas de Louisa May Alcott”– la profesora López comienza por lo que ella denomina las “vicisitudes de la obra literaria” y, con un lenguaje claro que conecta con el lector inmediatamente, nos adentra en el mundo cinematográfico de una novela verdaderamente popular y, por tanto, muy significativa ya que ha marcado un antes y un después en el mundo de las adaptaciones cinematográficas porque, con sus más y con sus menos, las diferentes versiones cinematográficas muestran notablemente las pequeñas discrepancias entre letra e imagen. Lo mismo sucede en el capítulo tres –“Andrea Camilleri y las reescrituras en la ficción televisiva del comisario Montalbano”, donde Caprara lleva a cabo su análisis comparativo entre novela y televisión. Este ejemplo de una obra tan notable viene acompañado de un interludio metodológico que puede resultar de gran interés para los expertos en literatura comparada. A ello se le suman también otros puntos de vista y algunas conclusiones muy certeras sobre las versiones audiovisuales de la ficción italiana.
La tercera parte –“Miradas duales a un mismo texto”– está formada también por dos capítulos, esta vez escritos por José Manuel Herrera Moreno y Manuel España Arjona. Así, en el capítulo cuatro –Laforet a ambos lados del Atlántico Nada (Edgar Neville, 1947) y Graciela (Leopoldo Torre Nilsson, 1956)”– el doctorando Herrera lleva a cabo una pequeña investigación sobre dos adaptaciones cinematográficas de la novela ganadora del Premio Nadal (1944) Nada de la joven escritora española Carmen Laforet y que, según nos cuenta el propio autor del capítulo, han pasado desapercibidas a lo largo de los años. Se trata, por un lado, de la versión madrileña de Nada y, por otro, de la transposición argentina denominada Graciela. La diferencia entre ambas es notable debido a una serie de circunstancias que se van exponiendo a lo largo del apartado que viene acompañado de imágenes reveladoras. Igualmente, en el capítulo 5 –“Reescrituras fílmicas de Mario Vargas Llosa: La ciudad y los perros (Francisco J. Lombardi, 1985) y Yaguar (Sebastián Alarcón, 1986)”–, el profesor España abarca la transtextualidad en un texto original tan complejo como este donde la polifonía aflora por doquier enfocándose de pleno en los tipos de narrador que expanden, por tanto, diferentes líneas narrativas en sendas obras fílmicas.
Al final del libro podemos observar también algunas notas sobre los autores. Esta breve aportación curricular enriquece la lectura teórica de afán investigador debido a la sutil aportación al mundo multidisciplinar a caballo entre la literatura y el séptimo arte. Se trata, por tanto, de un modelo teórico-práctico bastante útil para investigadores del mundo interdisciplinar filológico así como para los teóricos del cine/televisión debido a las novedades racionales que aportan los diversos autores que tienen en común un proyecto dentro de la Universidad de Málaga: las relaciones entre la literatura y el universo audiovisual. Además, la pluralidad bibliográfica de carácter actual mostrada al final de cada capítulo puede ayudar encarecidamente a profundizar sobre estos aspectos teórico-comparativos sin dejar atrás la base fundamental del mundo disciplinar a caballo entre la literatura y el cine al que se añade esta vez la ficción televisiva tan vigente, tan común, tan cotidiana en nuestro día a día y que tan solo, de un tiempo a esta parte, venimos estudiando tan profundamente. Lo que convierte, por tanto, a este estudio en necesario, es decir, un pilar base para estudios comparativos.
Marta Quesada Vaquero
(Universidad Autónoma de Madrid)
La historiografía sobre la banca colonial en el siglo xix ha producido una considerable cantidad de estudios a nivel internacional, centrados principalmente en análisis descriptivos de casos específicos vinculados a entidades bancarias en diversas colonias de los imperios europeos. No obstante, los enfoques integradores que abordan de manera comparada y estructural el papel de la banca en las economías coloniales –y, en particular, sus implicaciones para las dinámicas de crecimiento, dependencia o modernización– siguen siendo escasos. En este contexto, la obra reseñada aporta una contribución relevante al proponer una visión de conjunto sobre el funcionamiento y los efectos de las instituciones bancarias en los últimos territorios del imperio español: Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
El primer capítulo del libro –titulado simplemente “Bancos coloniales”– ofrece un marco introductorio y comparativo que sitúa el caso español en el contexto más amplio de la historia financiera colonial del siglo xix. A partir de un repaso sistemático de los principales modelos de banca desarrollados en los imperios británico, francés, holandés, portugués, belga y alemán, los autores exponen las similitudes y divergencias en cuanto al grado de intervención metropolitana, el papel de las monedas coloniales, la articulación entre banca pública y privada, y las funciones que estas instituciones cumplieron en la organización económica de los territorios coloniales. Este enfoque permite establecer una tipología útil para analizar la especificidad del caso español, tratado en la última sección del capítulo. Lejos de asumir una excepcionalidad española sin matices, el libro subraya tanto las singularidades como los elementos comunes que caracterizan a la banca en Cuba, Puerto Rico y Filipinas en relación con otras experiencias imperiales. Este planteamiento comparado constituye una de las fortalezas metodológicas de la obra, pues permite superar los estudios aislados o puramente narrativos, y situar la evolución del sistema bancario de las colonias españolas en un marco global, crítico y estructurado.
El segundo capítulo está íntegramente dedicado al Banco Español de La Habana-Banco Español de la Isla de Cuba, y constituye una de las secciones más densas y reveladoras del libro. A través de una reconstrucción minuciosa basada en fuentes primarias, los autores ofrecen una historia institucional, económica y política del único banco emisor de la colonia cubana desde su fundación hasta la desaparición del régimen colonial. El capítulo se abre con un panorama sobre las transformaciones de la economía cubana y la aparición de las primeras entidades de crédito en el periodo pre-bancario (1762-1857), estableciendo el contexto necesario para comprender la creación del Banco Español de la Habana en 1856. A partir de ahí, se analiza la evolución interna de la institución –su estructura accionarial, los perfiles de sus directores, y las etapas de consolidación y crisis hasta 1868–, así como su papel durante la Guerra de los Diez Años, cuando la estabilidad financiera se vio severamente comprometida. En este contexto se opera su transformación hacia una banca al servicio de los intereses de la Hacienda colonial, abandonando buena parte de su carácter más comercial. Especial interés reviste el tratamiento del cambio de nombre y estatus institucional tras el conflicto (de Banco Español de La Habana a Banco Español de la Isla de Cuba), así como el análisis de sus gobernadores, sus vínculos con las autoridades coloniales y las dificultades enfrentadas en los años ochenta. El capítulo también aborda el problema monetario en la isla, los proyectos de reforma impulsados por Antonio Maura y el impacto de la guerra de independencia en el funcionamiento del banco.
El recorrido prosigue más allá de 1898, lo que permite observar la adaptación del banco durante la etapa de ocupación estadounidense y su trayectoria durante la época republicana hasta la crisis financiera de 1921. Esta prolongación cronológica es especialmente útil para entender no solo la continuidad institucional, sino también la transformación del banco emisor en un entorno colonial primero y poscolonial después. En conjunto, el capítulo no solo documenta la historia de una entidad financiera clave, también ofrece un estudio de caso ejemplar sobre la relación entre banca, economía y poder en un contexto colonial tardío.
El capítulo tercero se dedica al análisis del Banco Español de Puerto Rico, ofreciendo una visión articulada entre las transformaciones económicas del último tercio del siglo xix y la institucionalización de la banca en el contexto colonial puertorriqueño. A diferencia del caso cubano, el desarrollo bancario en Puerto Rico fue más tardío y estuvo condicionado por una economía de menor escala, pero igualmente marcada por procesos de modernización productiva y monetaria. El capítulo se inicia con una caracterización general de la economía puertorriqueña en transformación, para luego adentrarse en los antecedentes del sistema financiero y las primeras experiencias crediticias. La constitución del Banco Español de Puerto Rico en 1890 aparece como un hito clave, y los autores examinan con detalle su organización institucional, los desafíos iniciales y los problemas derivados del uso del peso mexicano como moneda circulante. Especial relevancia tiene el tratamiento del proceso de conversión monetaria en 1895, cuando se sustituyó el peso mexicano por el peso provincial, y el impacto de la guerra con Estados Unidos en el funcionamiento del banco. El capítulo aborda con precisión los efectos del cambio de soberanía en 1898, la imposición del dólar como moneda de curso legal, lo que implicó una reducción importante del capital de la entidad, y la progresiva pérdida del monopolio de emisión, que había sido una de las funciones esenciales del banco bajo dominio español.
Los autores reconstruyen con solvencia la trayectoria del banco entre 1900 y 1913, identificando dos etapas: una primera fase de dificultades y resultados negativos, y una segunda de recuperación y estabilidad, que culminó con su cierre y conversión en un nuevo banco de carácter comercial. Este cierre ordenado simboliza el tránsito del modelo bancario colonial al sistema federal, y sirve como ejemplo de cómo la banca en Puerto Rico se adaptó –no sin fricciones– al nuevo orden monetario y político.
El cuarto capítulo está dedicado al análisis del Banco Español-Filipino de Isabel II, y permite completar el estudio comparado de la banca colonial española con el caso del archipiélago asiático. El enfoque de los autores combina historia institucional, economía monetaria y relaciones coloniales, en un contexto más distante geográficamente, pero no por ello menos revelador sobre las dinámicas financieras del imperio tardo colonial. El capítulo se abre con un análisis del despegue económico filipino a mediados del siglo xix, impulsado por la apertura comercial, el desarrollo agrícola de productos como el abacá, el azúcar y el tabaco, y la creciente articulación con los mercados asiáticos y europeos. En ese contexto, se sitúan los orígenes de la actividad financiera en el archipiélago y la fundación del Banco Español-Filipino en 1851 (operativo desde 1852), el primero en recibir autorización oficial para actuar como banco de emisión en una colonia española.
La narrativa institucional se divide en dos grandes etapas: una primera fase de consolidación (1852-1876), y una segunda de expansión (1877-1896), marcada por un crecimiento del negocio bancario y una mayor articulación con las necesidades fiscales de la administración colonial. Destaca aquí el tratamiento de la reforma estatutaria de 1896, en la que los autores subrayan las tensiones entre los intereses del banco y los requerimientos de la metrópoli, en especial en relación con la política monetaria y el privilegio de emisión.
El capítulo dedica especial atención a la cuestión monetaria, particularmente al prolongado uso del peso mexicano y al complejo proceso de transición hacia monedas fiduciarias más estables, que se aceleró bajo soberanía estadounidense. La parte final del capítulo describe con claridad las consecuencias de la Guerra Hispanoamericana sobre la institución, su adaptación al nuevo régimen y su transformación en el Banco de las Islas Filipinas. Los autores abordan el establecimiento del peso Conant y la adopción del patrón oro, en un entorno de progresiva dolarización y reestructuración del sistema bancario bajo control norteamericano. Esta parte no solo documenta el desarrollo de la principal entidad financiera en Filipinas, sino que también ofrece una visión matizada de la transición de soberanía y su impacto sobre la institucionalidad bancaria, completando así el tríptico analítico iniciado con Cuba y Puerto Rico.
La banca en las colonias españolas: Cuba, Puerto Rico y Filipinas representa una contribución de primer orden a la historiografía económica y financiera del mundo colonial hispánico. Desde una perspectiva comparada, apoyada en una rigurosa base documental y estadística, la obra ofrece una reconstrucción exhaustiva del devenir de las principales instituciones bancarias en estos territorios entre el siglo xix y los albores del xx. Lejos de circunscribirse a una mera descripción institucional, el estudio articula de manera convincente las dinámicas bancarias con los cambios en los regímenes monetarios, las reformas fiscales, los conflictos bélicos y las transiciones de soberanía, destacando el papel estratégico del sistema bancario como herramienta de control económico y como nodo de intermediación entre la metrópoli, las autoridades coloniales y las economías locales.
Uno de los aportes más significativos del libro radica en su capacidad para situar las experiencias de banca colonial española en diálogo con otros modelos imperiales, aportando un marco interpretativo que permite identificar tanto las especificidades como las trayectorias convergentes en la configuración de estas instituciones. Asimismo, ofrece una lectura matizada de los condicionamientos estructurales y normativos que definieron los márgenes de actuación del sector bancario colonial, desde las limitaciones impuestas por los marcos regulatorios hasta las respuestas –con frecuencia insuficientes– frente a crisis financieras, transformaciones monetarias y reconfiguraciones políticas.
Por su solidez metodológica, amplitud cronológica y claridad analítica, esta obra se erige en una referencia ineludible para los estudios sobre historia financiera colonial, historia del imperialismo económico y procesos de modernización en contextos no metropolitanos. Al mismo tiempo que consolida un campo de estudio todavía emergente, abre valiosas líneas de investigación para futuros ejercicios comparativos con otras experiencias coloniales y postcoloniales. En definitiva, se trata de una contribución fundamental para comprender el papel de las instituciones bancarias en la articulación –y descomposición– de los imperios en la era contemporánea.
Ángel Pascual Martínez Soto
(Universidad de Murcia)
El presente trabajo nos muestra a una de las figuras más destacadas de la política y la prensa española como fue el malagueño Andrés Borrego, a través de su obra Historia de la revolución, publicada por primera vez en 1877 y no reeditada desde entonces, ha sido recuperada por la editorial Urgoiti dentro de su colección “Historiadores” con un amplio estudio introductorio a cargo del profesor Ricardo Martín de la Guardia.
Bajo el sugerente título de “Andrés Borrego. El fracaso del moderantismo liberal en España”, Martín de la Guardia realiza un detallado estudio de la trayectoria vital y política de Andrés Borrego que, en lo sustancial, nos muestra a un hombre comprometido con el liberalismo desde el pronunciamiento de Riego y la revolución de 1830 en Francia, hasta que, siendo casi septuagenario, acompañó al general Serrano durante la tercera guerra carlista. Junto a esta faceta de hombre de acción, tenemos a un teórico que intentó plantear soluciones de compromiso entre el liberalismo y la tradición española para evitar una radicalización del proceso revolucionario que podía ser tanto o más peligrosa para la causa de la libertad que la reacción absolutista, por lo que su actuación estuvo fundamentada en el establecimiento de un marco legal que garantizase tanto las libertades públicas –con especial incidencia en la libertad de imprenta– como el orden social. De esta manera, sería uno de los promotores del partido moderado o monárquico-constitucional y de la Constitución de 1837 a la que consideraba la gran oportunidad para reconciliar a la familia liberal española. Sin embargo, sus expectativas se vieron frustradas una y otra vez, de tal manera que, vio con frustración las sucesivas crisis políticas del reinado de Isabel II y el paulatino alejamiento de sus gobiernos del constitucionalismo hasta el punto de justificar el derrocamiento de la reina: “el trono es la garantía del orden, pero la libertad es la salvaguarda del Trono”.
Además de la faceta política, se estudia su amplia trayectoria periodística –inseparables la una de la otra en realidad– que Borrego se planteó como una tarea indispensable para lograr la educación cívica de los ciudadanos a través de la difusión de los principios del liberalismo, aunque, en realidad, su objetivo fueron siempre las clases altas a las que pretendió orientar para que mantuviesen una continua defensa del régimen constitucional. Con este objetivo fundó El Español, el primer ejemplo en España de prensa política aunque, teóricamente, al margen de los paridos y desde cuyas páginas, Borrego denunció los primeros problemas del estado liberal en España que se harían cada vez más patentes en las décadas posteriores como el fraude electoral, el pretorianismo, el centralismo o los negativos efectos sociales de la desamortización de Mendizabal.
Andrés Borrego realiza este trabajo con la intención de culminar su obra periodística ofreciendo al lector una visión imparcial de los sucesos que indica en el título, sin embargo –y sin que ello le reste veracidad–, también busca reivindicar su propia trayectoria sobre todo en lo que se refiere a sus esfuerzos por promover la consolidación de la monarquía constitucional y la concordia entre los españoles, tanto entre los propios liberales como con los absolutistas. Una labor infructuosa como se observa en la inestabilidad política que caracterizó el reinado de Isabel II y que achaca al egoísmo de los partidos políticos, incapaces de aceptar al adversario o respetar los cauces legales para acceder al poder. Una responsabilidad que achaca a todos comenzando por el partido moderado en cuya creación tuvo un destacado protagonismo pero que, desde 1845, adoptó una línea reaccionaria.
Tras ello Borrego inicia una descripción detallada del Sexenio Revolucionario o Democrático y los primeros años de la Restauración borbónica, desde la perspectiva de un testigo privilegiado por su estrecha relación con algunos de los protagonistas políticos de los hechos a los que siempre trata con respeto personal, incluso a aquellos más alejados de sus planteamientos políticos y con una especial consideración al general Serrano. Por ello, más allá del relato de los sucesos, bien conocidos la mayor parte de ellos, lo más interesante –a nuestro juicio– del trabajo de Borrego es su análisis crítico de un proceso por el cuál las esperanzas que había suscitado la Gloriosa se vieron paulatinamente frustradas por el egoísmo partidista o por proyectos políticos irrealizables como la monarquía democrática al ser encabezada por un rey lastrado a la hora de ejercer sus funciones por la falta de compromiso de los partidos políticos y, especialmente, el proyecto de república federal que –si bien considera que podía tener antecedentes en la tradición española– carecía de un verdadero apoyo en la mayor parte de España y podía dar lugar a una revolución social. Sus críticas tenían una clara fundamentación ideológica, sin embargo, no deja de ser sugerentes sus argumentos si consideramos que algunos de los problemas que intuye no han sido del todo resueltos en nuestro actual estado autonómico.
Pese a no mantener una postura abiertamente antirrepublicana, Borrego intentó corregir lo que el consideraba una deriva radical del nuevo régimen organizando un movimiento de opinión que aglutinase a las “clases educadas y poseedoras” como freno a una previsible revolución social, reflejo de la Commune francesa, de nuevo, su iniciativa no contó con el apoyo necesario, sobre todo por la negativa de los alfonsinos a participar al defender el mantenimiento de la legalidad vigente. Esta sería la actitud que mantuvo tras la disolución de las Cortes por el general Pavía, un acto que consideró inevitable para restablecer el orden y la propia legalidad republicana pese a la prevención que le causaba la intervención de los militares en política, de tal manera que el acceso al poder del general Serrano le pareció la mejor opción posible, pero su espíritu crítico no le impidió considerar un error que este hecho no hubiera sido legitimado por la voluntad popular por medio de una convocatoria de Cortes y, no menos importante, la política restrictiva que Sagasta siguió en materia de libertad de imprenta que dio amplias facultades a los militares para evitar las críticas en la dirección de la guerra: “la exagerada latitud dada entonces a lo que podemos llamar la inmunidad militar, ha podido muy bien servir de precedente a la agravación con que posteriormente se ha castigado la menor alusión o referencia a hechos que se relacionan con el personal del ejército” (p. 121), Borrego publica este texto, recordemos en 1877, tres décadas de la Ley de Jurisdicciones que supuso un verdadero retroceso de la libertad de expresión en España.
La misma intuición se le puede atribuir al juicio que le merecen las primeras iniciativas de Cánovas en el poder para institucionalizar la monarquía borbónica. Tras insistir en varias ocasiones a su paisano en la necesidad de seguir una política conciliadora hacia los “hombres del 68” y de buscar el apoyo en la opinión pública, observa como el nuevo régimen se va asentando por medios del clientelismo y la influencia que caracterizaría la política española hasta la caída de la monarquía que, eso sí, no fue tan inmediata como Borrego se temía.
A modo de resumen, nos encontramos con un trabajo de gran importancia y valor. Por una parte, por la oportunidad que nos ofrece Martín de la Guardia de conocer a una de las figuras más importantes del periodismo y la política de la España del siglo xix y por el propio valor histórico del trabajo de Borrego para comprender la azarosa historia del siglo xix español a través de una visión personal con la suficiente objetividad para confiar en su veracidad.
Juan Antonio Cano García
(Universidad de Valladolid,
Campus de Soria)
En 2023 se cumplió el primer centenario del inicio de la dictadura del general Primo de Rivera, concretamente el golpe de Estado que dio lugar al período de la dictadura se produjo el 11 de septiembre de 1923. Con este motivo fueron publicados diversos libros por historiadores relativos a este periodo de la historia contemporánea de España3. El que abordamos en esta ocasión sitúa el análisis en el País Vasco. Se trata de un libro compuesto por nueve capítulos elaborados por profesores e investigadores de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, salvo el de Alberro Goikoetxea, de la Universidad de Deusto. Los diferentes trabajos que componen el libro centraron su atención en cuestiones como la política y la cultura del régimen la situación de la mujer la cultura vasca o la economía y la gestión pública y varios.
El primer capítulo es obra de uno de los editores del libro, Unai Belaustegi. El título de este primer capítulo es muy significativo: “Entre el Gernikako Arbola y el movimiento nacional español: la dictadura de Primo de Rivera en el País Vasco (1923-1930)”. Es decir, el País Vasco vivió los primeros años del siglo xx bajo los designios del vasquismo para entrar obligados en el movimiento. El 11 de setiembre de 1923 los representantes nacionalistas de las tres naciones históricas se reunieron en Barcelona con el objetivo de fortalecer los lazos de autonomía o de autogobierno. La iniciativa fue bautizada como Galeuzca. Este proyecto se recuperó hace unos años en las universidades de las tres comunidades, celebrándose periódicamente congresos de Galeuzca.
A pesar de este inicio, el objetivo del capítulo es describir el marco de desarrollo político de la dictadura en las tres provincias vascas. Pronto se vio cuál iba a ser el desarrollo de la dictadura, perseguir a todos los radicales que se mostraran en contra de ella. Un cambio conocieron los ciudadanos de San Sebastián la tarde noche del 14 de setiembre de 1923. Se leyó la declaración de estado de guerra y la aplicación para toda la región militar de la ley marcial. La nueva región militar quedó así establecida: Álava, Burgos, Guipúzcoa, Logroño, Navarra, Palencia, Santander y Vizcaya. En principio, eran medidas provisionales, pero quedaron vigentes durante los siete años que duró la dictadura. El exilió se instaló entre la clase política al día siguiente, pues muchos huyeron hacia Francia. Con el comienzo de la dictadura el fracaso del proyecto autonomista fue evidente, tal y como describe el profesor Belaustegi.
“La incorporación de la mujer al poder local durante la dictadura”, obra de las profesoras Susana Serrano y María José Villa, es el título del segundo capítulo. Con el fin de que un reducido número de mujeres pudieran ser electoras y elegibles en las elecciones municipales mediante el decreto-ley sobre Organización y Administración Municipal de 8 de marzo de 1924. La iniciativa formaba parte de un proyecto más amplio iniciado el siglo xx cuyo objetivo era la modernización de las instituciones. En el caso vasco, el proceso modernizador de los discursos de género estuvo lastrado por la inexistencia de un tejido asociativo e igualitarista, lo que provocó la hegemonía del discurso feministas católico durante toda la dictadura. A pesar de esta situación, desde 1920 comenzaron a surgir las primeras asociaciones librepensadoras y las primeras voces individuales que defendieron la igualdad entre hombres y mujeres.
Jon Garro, investigador de la universidad vasca, es el autor del tercer capítulo. El objetivo del mismo es describir el debate en torno al autonomismo vigente en el País Vasco durante la dictadura. El autor profundiza en las páginas de su capítulo en las causas y consecuencias que durante esos siete años que duró la Dictadura provocaron el debilitamiento del proyecto autonomista.
Luzia Alberro Goikoetxea, profesora e investigadora de la Universidad de Deusto, como ya se ha dicho, es la autora del cuarto capítulo. En él, la experta en la historia de la cultura vasca realiza su estudio en torno a la cultura en el País Vasco durante la dictadura. La profesora indica que el comienzo de la historia cultural vasca se centró en 1918, momento de la creación de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza. Señala que la dictadura persiguió a todas aquellas realidades que mostraron otras naciones. Por tanto, y como ya se ha indicado, desde el comienzo de la dictadura se prohibieron todas las manifestadas de la cultura vasca. Algunas que nacieron después se mantuvieron a duras penas. La profesora incluye al final de su trabajo una relación de las personalidades vascas destacadas en torno a la cultura.
El segundo bloque del libro está dedicado a la economía y gestión pública. El primer trabajo que se presenta es obra del catedrático Jesús Valdaliso. El profesor e investigador desarrolla su trabajo en torno a la economía e industria en el País Vasco durante la dictadura. Estas dos cuestiones clave en cualquier sociedad son objeto del análisis de lo sucedido en aquellos siete años de la dictadura. Valdaliso comienza recordando cómo, en vísperas del comienzo de la Primera Guerra Mundial, el País Vasco era la región más próspera de España. La ría de Bilbao era el punto neurálgico de ese desarrollo, ya que en ella se concentraban las principales empresas. Durante la dictadura todo continuó igual, con varios ciclos económicos bien definidos.
Eduardo Alonso Olea y Mikel Erkoreka describen en su trabajo el proceso de renovación del concierto económico y la modernización de las haciendas de las tres provincias vascas durante la dictadura. Tras unas primeras páginas en las que los autores describen todo el proceso histórico y las particularidades del concierto económico, comienzan describiendo los procesos de negociación que tuvieron lugar en 1926, momento de la cuarta renovación del concierto económico. Los procesos de renovación de las haciendas se desarrollaron teniendo en cuenta las particularidades de cada una de las haciendas.
Iñaki Etxaniz e Iker Saitua son los autores del séptimo capítulo. En él analizan la política de obras públicas durante la dictadura en el País Vasco. Primo de Rivera fue consciente desde el comienzo de la precaria situación de las obras públicas en el país. Por ello, se comenzaron a poner en marcha programas y proyectos que pronto se dejaron notar también en el País Vasco. Diputaciones y ayuntamientos se involucraron en el desarrollo de la mejora de servicios en sus territorios.
El tercer bloque del libro comienza con el capítulo octavo, “La transformación de la población vasca en la década de 1920”, obra del profesor Josu Hernando. Este indica que la transformación experimentada en el País Vasco, particularmente en el área metropolitana de la ría de Bilbao, fue una de las más importante ocurridas en la península ibérica. Respecto a la evolución de la población, debe tenerse en cuenta que el País Vasco tuvo en los primeros años del siglo xx dos grandes ciclos de crecimiento. El primero se inició en las décadas finales del siglo xix, coincidiendo con la llegada de millares de inmigrantes desde otras provincias españolas. Vizcaya y Guipúzcoa fueron las dos provincias a las que llegaron y se asentaron esas personas. Lógicamente, la concentración de personas en un espacio como las localidades de la Ría provocó que rápidamente surgieran enfermedades y epidemias. Estas situaciones son analizadas con claridad y conocimiento por Hernando.
El último capítulo, el noveno, dedicado a la sociedad urbana vasca durante la década de 1920, es obra del profesor José María Beascoechea Gangoiti. Su trabajo comienza con esta frase: “La década de 1920 marcó un período crucial en la configuración urbana de la sociedad vasca”. Los núcleos urbanos tuvieron un rápido crecimiento debido a la renovación del sector inmobiliario. A lo largo de las páginas de su trabajo el profesor va analizando todos los cambios que tuvieron lugar en aquella sociedad.
En resumen, se trata de un excelente libro compuesto de trabajos relevantes elaborados por historiadores de diferentes áreas académicas de sólida trayectoria investigadora. Es cierto que se trata del desarrollo de la dictadura de Primo de Rivera en una región española, actualmente comunidad autónoma, pero ello no resta importancia para conocer en profundidad lo sucedido durante los siete años de duración de la dictadura del general Primo de Rivera en una región del país en la que la industria ayudó a que se produjeran los cambios señalados.
Begoña Villanueva García
(Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea)
Con la lectura de este libro del catedrático de la Universidad rey Juan Carlos José Luis Rodríguez Jiménez –especialista en el estudio de la extrema derecha, el fascismo y el neofascismo– nos encontramos ante una investigación que ahonda en el papel del régimen franquista como encubridor y cobijador de los derrotados de la Segunda Guerra Mundial. La obra está dividida en siete capítulos e incluye un epílogo y un apartado comentado de fuentes y bibliografía, ya que a lo largo del texto no hay notas al pie de página debido a su carácter divulgativo.
Si bien ya existían numerosas publicaciones sobre los nazis y fascistas huidos a España, esta es la primera de carácter global, lo que confirma su importancia y aportaciones, ya que fue el país europeo que acogió al mayor número de personas con ese origen, aunque el autor admite que no se puede cifrar su número. Asimismo, en el libro se aborda el estudio de otros exiliados de ideología de extrema derecha en la España franquista, como los militares franceses contrarios a la descolonización argelina agrupados en la Organisation de l’Armée Secrète o el general argentino Juan Domingo Perón.
Un nutrido grupo de nazis, fascistas y colaboracionistas europeos se escondieron o hicieron escala en territorio español, a partir del verano de 1944, con el fin de escapar de las previsibles represalias en sus países de origen por parte de las fuerzas partisanas o de tener que responder ante los tribunales instaurados por sus gobiernos o los aliados con el fin de juzgar los delitos y crímenes cometidos durante la recién finalizada contienda. Para estas personas, en su gran mayoría figuras de segunda o tercera fila, España era un destino lógico debido a su régimen político y su colaboración con las potencias del Eje desde la Guerra Civil. En este sentido, aquellos exiliados y los residentes en España durante la Segunda Guerra Mundial, como los agentes del espionaje alemán cuya extradición exigían los aliados, contaron la ayuda y complicidad de organismos oficiales, como el Alto Estado Mayor y la Dirección General de Seguridad, la Iglesia católica y particulares de ideología fascista y con suficiente influencia y contactos, como por ejemplo Ramón Serrano Suñer, exministro de Asuntos Exteriores y cuñado del general Franco.
Estas ayudas, muchas veces, tenían su origen en las redes de amistades y camaradería forjadas durante la Guerra Civil por parte de quienes habían combatido junto a los sublevados en la Legión Cóndor, sin que faltaran intereses económicos puestos en peligro debido a la Operación Safehaven, por la que los aliados exigían la expropiación y liquidación de los activos económicos de propiedad alemana establecidos en España.
Gracias a estos apoyos muchos de los exiliados pudieron instalarse en territorio español e iniciar una nueva vida, normalmente de manera discreta. Mientras que otros recalaron temporalmente a la espera de poder cruzar el Atlántico, principalmente con destino a la Argentina del general Perón, que había iniciado una operación clandestina para facilitar su huida con el fin de aprovechar sus conocimientos en los campos de la industria militar y la organización policial.
Tomando el caso del líder fascista belga Léon Degrelle como hilo conductor del libro, Rodríguez Jiménez reconstruye y analiza las espinosas cuestiones relacionadas con aquellas personas. Sus vías de llegada a España, por sus propios medios o con diferentes complicidades, como la del Vaticano, su integración en las estructuras del régimen franquista, como los servicios de inteligencia, o la influencia de su presencia en las relaciones exteriores. En este sentido, la elección de Degrelle, como estudio de caso, se revela como extremadamente acertado, ya que su trayectoria ejemplifica lo anteriormente expuesto. Fue ayudado por personalidades del régimen, tuvo su paso por la clandestinidad y se convirtió en piedra de toque de las relaciones hispano-belgas, dando quebraderos de cabeza a la diplomacia española por sus actividades públicas una vez pasó el peligro de que se le extraditara, convirtiéndose en una de las figuras de referencia de la extrema derecha, tanto española como europea, hasta su fallecimiento en 1994.
En este sentido, la influencia de aquellos exiliados en la política exterior del franquismo es uno de los temas más importantes tratados en el libro, ya que fueron usados como moneda de cambio por el régimen franquista para conseguir contrapartidas por parte de los gobiernos que solicitaban su extradición, como poner coto a las actividades de la oposición antifranquista. Aunque, tal y como indica el caso del colaboracionista francés Pierre Laval, si su estancia suponía un problema grave, se buscaba la manera de proceder de manera airosa a su expulsión. Al respecto, el papel del general Franco resultaba fundamental, su actuación personal y decisiones eran decisivas en todo lo relacionado con los exiliados y establecía las prioridades de la política española hacía ellos.
En paralelo, resultan de gran interés las operaciones clandestinas puestas en marcha por los diferentes gobiernos europeos con el fin de localizar y secuestrar a sus nacionales para llevarlos de vuelta a sus países o neutralizar sus actividades, llegando a recurrir al asesinato, tal y como hicieron los servicios secretos yugoslavos. Si bien los casos más conocidos son los de los exiliados de Europa occidental, en el libro también se analiza a los venidos del Este de Europa, siendo los más importantes cualitativa y cuantitativamente los provenientes del extinto Estado Independiente de Croacia. Entre ellos se encontraban auténticos criminales de guerra y genocidas, como Vjekoslav Luburic, comandante del campo de concentración de Jasenovac, o Ante Pavelic, líder del Estado croata. Su estancia en España entroncó internacionalmente en la naciente Guerra Fría, siendo considerados útiles, y por tanto apoyados por el régimen franquista, que veía en ellos un elemento que favorecía su imagen anticomunista, comenzando una actividad pública y propagandística en contra de los regímenes comunistas establecidos en sus países de origen. Tras los croatas, la comunidad más numerosa proveniente del Este europeo fue la rumana, con un centenar de personas, entre las que destacaba Horia Shima, uno de los fundadores de la Guardia de Hierro, que durante su exilio español se dedicó a todo tipo de actividades políticas y propagandísticas de índole anticomunista y fue un referente de la extrema derecha española.
En cuanto al uso de fuentes, Rodríguez Jiménez ha consultado un amplio número de archivos, tanto españoles como extranjeros, utilizando una gran cantidad de documentación inédita, a la que se añaden entrevistas a familiares de algunos protagonistas del libro y la consulta de sus archivos personales. Asimismo, este libro abre nuevas perspectivas de estudio sobre el papel español en aquellos primeros años de la Guerra Fría y la preparación de fuerzas militares entre los exiliados de los países comunistas, prestas a intervenir en caso del estallido de una hipotética Tercera Guerra Mundial, tal y como se deduce del reclutamiento de oficiales húngaros y rumanos en el Tercio. A ello se podría añadir la consulta de los archivos anglosajones, los cuales seguramente añadan en futuras investigaciones más información sobre quienes escaparon de las cenizas del fascismo para refugiarse en una España cuyo régimen dictatorial si bien los miraba con simpatía ideológica, ante todo priorizaba por su supervivencia, convirtiéndolos en peones para su beneficio.
En resumen, nos encontramos con un excelente libro de investigación, muy bien escrito, que profundiza en el conocimiento de los entresijos internos y externos de la dictadura franquista, sus intentos de distanciamiento con respecto a los fascismos derrotados a los que tanto debía y su falta de escrúpulos a la hora de proteger a los exiliados nazi-fascistas cuando le interesó a pesar de conocer o intuir sus actividades criminales durante la Segunda Guerra Mundial.
Germán Ruiz Llano
(doctor en historia)
La nominación de Juan Francisco Güemes como virrey de Nueva España (1746-1755) representó un cambio importante en la política real durante el siglo xviii. En contraste con sus predecesores, Güemes no provenía de una familia de la alta nobleza, sino que sirvió como comandante militar de carrera. Su acenso al liderazgo de Nueva España se debió a su mecenas en la corte, el marqués de la Ensenada –también de ascendencia hidalga– y a Fernando VI, quien lo nombró primer conde de Revillagigedo en 1749. En Viceroy Güemes’s Mexico: Rituals, Religion, and Revenue, Christoph Rosenmüller examina el gobierno de un virrey mexicano relativamente poco estudiado, argumentando que significa un movimiento hacia un mayor control centralizado de los territorios imperiales de España que prefiguró y facilitó las medidas más conocidas del visitador José de Gálvez bajo Carlos III en las décadas de 1760 y 1770. No obstante, Güemes también conformó las expectativas contemporáneas para el comportamiento virreinal, y se basó en las relaciones personales con sus aliados para lograr sus objetivos. Rosenmüller se centra en algunos cambios clave por los que Güemes luchó, en lugar de una explicación exhaustiva de todas sus acciones como virrey, y al hacerlo ilumina el proceso prolongado e inconsistente de reforma dieciochesca bajo los monarcas borbones.
En siete capítulos bastante cortos, Rosenmüller traza la trayectoria de Güemes hasta el puesto de virrey, su estancia en México y el período posterior. Una breve introducción y el primer capítulo proporcionan el contexto necesario sobre Güemes y Ensenada, haciendo hincapié en su intención mutua de fortalecer el poder de la Corona a expensas de los grupos de interés atrincherados, desde la alta aristocracia hasta los comerciantes adinerados. El capítulo segundo trata del camino del virrey desde Veracruz a la Ciudad de México para asumir su nuevo cargo. Si bien la comitiva de Güemes era considerablemente más pequeña que las de los virreyes anteriores y las ceremonias eran más reducidas en comparación con la época de los Habsburgo, el proceso de recibir al representante del rey y proclamar su autoridad en una sucesión de ciudades seguía siendo muy ostentoso. Estos temas continúan en el siguiente capítulo, sobre el desempeño ritualizado de protocolo que caracterizaba las relaciones entre Güemes y figuras seculares y eclesiásticas de la ciudad, junto con la vida palaciega más informal de Güemes y su esposa, Antonia Padilla Pacheco.
Los tres capítulos que siguen ofrecen un análisis detallado de algunas reformas específicas impulsadas por el virrey: la secularización de parroquias indígenas, el establecimiento del control directo del impuesto de la alcabala en la Ciudad de México, y una supervisión más intrusiva de la provincia norteña de Nueva Galicia. Bajo el gobierno de Güemes, más parroquias indígenas que nunca antes se transfirieron de la autoridad regular a la secular, a pesar de la firme resistencia de los frailes. En esta cuestión, Güemes y Ensenada compartían los propósitos de reducir la riqueza y el poder de las órdenes religiosas –y del clero en general– y ampliar el uso de castellano como lengua de liturgia e instrucción. Güemes también tuvo éxito en quitar el cobro de la alcabala por parte del consulado mexicano y aumentar el porcentaje del impuesto, con la ayuda de sus aliados en la ciudad. Tras solicitar ofertas para la recaudación de mercaderes externos al consulado, la puso bajo control real directo, lo que generó un notable aumento de los ingresos (aunque a corto plazo). Rosenmüller argumenta que esto revela que Güemes fue pionero en limitar el uso de terceros para el cobro de derechos reales. Finalmente, las sospechas del virrey sobre fraude financiero en Nueva Galicia crearon conflictos entre él y las élites locales y la Audiencia de Guadalajara, y acabó apoderándose de la jurisdicción sobre el campamento minero de Bolaños y nombrando oficiales para visitar las cajas reales de Guadalajara. Sin embargo, esto también era un mecanismo para distribuir patrocinio a los seguidores de Güemes, y algunos se vieron implicados en sacar ganancias personales. En todos estos casos, la política de la Corona retrocedió en el plazo de pocos años, después de la caída de Ensenada del favor real y el reemplazo de Güemes como virrey, hasta que una nueva facción reformista ganó influencia durante el reinado de Carlos III.
A lo largo de la obra, Rosenmüller incorpora comparaciones desde mediados del siglo xvii hasta finales del xviii, demostrando cómo el proceso de cambio en el estado imperial borbón siguió un camino cíclico, dependiente del clima político de Madrid así como de cada nuevo virrey. Al mismo tiempo, traza hilos de continuidad: si bien Güemes no contaba con el ejército de dependientes que el aristocrático virrey duque de Alburquerque trajo consigo, ni tenía la oportunidad de nombrar los alcaldes mayores, todavía ejerció patrocinio a pequeña escala y montó negocios lucrativos durante su mandato, conforme a las normas de su tiempo. A pesar de la pérdida de poder de su propio patrocinador, Güemes se convirtió en consejero peninsular de confianza después de una residencia favorable, y se alineó con la facción reformista del marqués de Esquilache unos años antes de morir en 1766. Al concentrarse en la carrera de un virrey que funcionó como puente entre las reformas más conocidas de los reinados de Felipe V y Carlos III, Rosenmüller crea un marco para una reevaluación comprensiva del ritmo de las reformas borbónicas durante el siglo xviii, al mismo tiempo que da cuerpo a obras anteriores sobre Nueva España de esa época.
Viceroy Güemes’s Mexico se basa en años de investigaciones minuciosas en archivos de ambos lados del Atlántico, e incluye una gran variedad de material auxiliar valioso, como obras de arte, mapas, o una detallada descripción de la ruta del virrey desde su llegada a Veracruz para asumir su cargo, que aclaran y enriquecen el contenido para el lector. Las notas sobre figuras clave que aparecen a continuación del texto no solo para recordar a los numerosos personajes del libro, sino que también introducen nueva información sobre algunos de ellos (por ejemplo, los ministros de la Audiencia de México). Sin embargo, a veces, el énfasis del autor en dar claridad conduce a unas repeticiones innecesarias (como la observación interesante de que los carruajes de los reyes tenían ocho caballos pero los de los virreyes solo debían tener seis, que está anotada en tres lugares: pp. 6, 23, y 42-43). Este lector también hubiera deseado que la conclusión de cada capítulo y la conclusión final hubieran hecho menos de resumir y más de elucidar las implicaciones de los argumentos principales del autor en diálogo con la extensa literatura secundaria que cita –muchos comentarios que merecen atención quedan relegados a los apuntes–. No obstante, este estilo hace que el libro sea más accesible para los estudiantes, mientras que los académicos que trabajan sobre Nueva España del siglo xviii o el reformismo borbónico encontrarán mucha materia provechosa en este volumen. Por lo general, Rosenmüller captura eficazmente un periodo de transición en el paulatino, vacilante, e inacabado cambio de la monarquía policéntrica de los Habsburgo hacia un sistema más absolutista, que permaneció ligado a sus tradiciones y a relaciones personales en todos los niveles.
Marc Eagle
(Western Kentucky University, Bowling Green, Kentucky)
Es difícil escapar de los lugares comunes cuando el objetivo es narrar una historia tantas veces contada, y es aún más difícil cuando se trata de un ejercicio de síntesis. Carmen McEvoy y Gabriel Cid, sin embargo, asumen de buena manera el enorme desafío de proponer una interpretación de la Guerra del Pacífico desde una perspectiva binacional, invitando a la reflexión sobre el conflicto desde una mirada más global y menos atada a las razones que se limitan al espacio de lo nacional.
Para cumplir con el propósito enunciado, el Instituto de Estudios Peruanos acertadamente encargó esta nueva entrega de sus Historias Mínimas, a una historiadora peruana y un historiador chileno, ambos de reconocida trayectoria y que con sus trabajos han contribuido a un mejor entendimiento de los conflictos entre ambos países y a comprender también el desarrollo de las identidades y nacionalismos decimonónicos tanto en Perú como en Chile.
Es en la introducción del libro donde los autores dan cuenta detallada de la propuesta que quieren ofrecer, entendiendo las guerras en sus dimensiones políticas, sociales, económicas y culturales. Junto a esto, los autores invitan a reflexionar sobre el impacto que tienen las guerras no solo sobre los individuos que tuvieron que vivir sus consecuencias inmediatas, sino también su impacto de largo alcance, redefiniendo incluso la idea que en Perú y Chile se tenía de sus proyectos nacionales.
Es así como los autores proponen una serie de preguntas sobre las cuales el libro se organiza, y que buscan establecer también una mirada común a los problemas que tanto Chile y Perú vivieron antes, durante y después del conflicto. Se abordan así, entre otros, temas como la justificación de la guerra, la movilización de la población y la participación de la sociedad civil, el papel desempeñado por la política durante el conflicto y las consecuencias que la guerra tuvo sobre la política, la economía y el desarrollo futuro de los países en conflicto. Estas preguntas guía, según argumentan los autores, son una manera de “abandonar esa mirada mitificadora de la guerra” para pensarla históricamente y de paso, “dejar nuestros prejuicios de lado”.
Los seis capítulos que siguen, más un epílogo y un apartado dedicado a sugerencias bibliográficas, se centran en los antecedentes de la guerra, la itinerante geografía donde se desenvuelve el conflicto, la diversidad de actores, la política, la ocupación del territorio y los esfuerzos diplomáticos por alcanzar la paz, y finalmente los alcances del desenlace para triunfadores y derrotados. Es un intento por presentar una narración que no sigue necesariamente la temporalidad de la guerra, aunque por momentos sea difícil escapar de la linealidad que impone la cronología de las campañas militares.
Entre los aspectos más destacables del libro se encuentra el deseo de visibilizar a aquellos actores colectivos o anónimos que suelen quedar a la sombra de los grandes personajes y la idea de distinguir la diversidad de espacios geográficos en los que se desarrolla la guerra. La intención no es disruptiva y en ningún caso busca minimizar o invisibilizar el papel de los grandes héroes y el rol que estos cumplen al generar con sus actos de sacrificio, adhesión a la causa nacional. Por el contrario, la opción de los autores busca un equilibrio integrando formas de experimentar la guerra en diversos momentos y espacios donde esta se desarrolló, opción que al mismo tiempo permite incorporar avances historiográficos de las últimas décadas en el estudio de la guerra y que se han concentrado en evidenciar esta diversidad de miradas y actores.
Siguiendo estos lineamientos aparecen secciones del libro muy bien logradas, como el subcapítulo “Ciudades en guerra”, que busca presentar cómo se vivió el conflicto desde las provincias, tomando las ciudades de Cajamarca y Coquimbo como puntos de comparación en ambos países. Estas historias permiten mostrar la movilización de la sociedad civil, la resistencia e impacto que generó la ocupación, y las maneras en que el patriotismo impactó el diario vivir, pero desde las experiencias locales, apartándose de los relatos dominados desde Lima o Santiago. Esto es particularmente importante, como bien destacan los autores, para un conflicto donde el trauma y el horror de la guerra fueron vividos de manera muy distinta, lo que no siempre es suficientemente destacado. Mientras el conflicto se desarrolla principalmente en territorio peruano, la sociedad chilena experimentó la guerra desde la distancia, lo que ciertamente tuvo un impacto sobre cómo se vivió cotidianamente el conflicto, pero también sobre la memoria que se construyó de la guerra una vez alcanzada la paz.
Una de las principales deudas del libro, y de la que los autores son conscientes, es no haber incorporado la experiencia boliviana, carencia que por lo demás, es una deuda de larga data en los ejercicios historiográficos de estas características, y que suele justificarse por la temporalidad de la participación boliviana en el conflicto. A esto, sumaría una crítica de forma más que de fondo, y que tiene que ver con los numerosos personajes secundarios nombrados en el texto sin suficiente contexto. Esto seguramente serán un desafío para lectores que no tengan un conocimiento detallado de la historia política de ambos países, y es de esperar que no se transforme en una barrera que impida que el libro cumpla con su propósito de llegar a públicos lo más amplios posibles.
El mayor mérito de este libro, sin lugar a duda, es haber asumido el desafío de manera conjunta, con todas las complejidades que esto tiene a la hora de aunar visiones y narrar a dos voces, y es de esperar que otras editoriales sigan el camino aquí proyectado tanto por el Instituto de Estudios Peruanos como por los autores del libro. Es de esperar que los lectores también acepten el desafío de ampliar sus miradas del conflicto gracias a este análisis conjunto, y si bien los mercados editoriales no facilitan la circulación física del libro fuera del Perú, la edición en libro electrónico es una excelente oportunidad para que los lectores chilenos y de otras latitudes tengan acceso a este valioso ejercicio de diálogo binacional sobre un tema tan complejo como la guerra.
Pablo Whipple
(Pontificia Universidad
Católica de Chile)
A más de tres décadas desde la disolución de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría, aún resuenan en los debates políticos contemporáneos los ecos del conflicto que moldeó las relaciones internacionales después de la Segunda Guerra Mundial. Tras los ensayos iniciales bajo el gobierno autoritario de Augusto Pinochet en Chile, el neoliberalismo se difundió a nivel global como reacción ante la crisis del Estado de bienestar y el naufragio del modelo de planificación centralizada propuesto por el comunismo. En este contexto, los partidos latinoamericanos de izquierda se encontraron ante la necesidad de reformular los fundamentos de sus discusiones, incorporando el innegable papel del mercado en la asignación de recursos. Por su parte, si bien la incontenible ola neoliberal tiñó el continente de gobiernos de derecha, las consecuencias de la globalización asimétrica se hicieron sentir pronto, socavando la legitimidad del proyecto.
Durante la primera década del siglo xxi, el auge de la marea rosa latinoamericana implicó una renovación política e ideológica que restableció el papel del Estado en la promoción del desarrollo sin abrazar una ruptura con el neoliberalismo. Así, el Estado debía desempeñar un papel esencial en la promoción de un modelo neoextractivista que ampliara la reprimarización económica, al mismo tiempo que se encargara de paliar los fallos del mercado a través de políticas de redistribución del ingreso. Sin embargo, esta situación solo resultó viable mientras los precios de las materias primas se mantuvieron a niveles constantes y elevados.
Tras la crisis financiera de 2008, las coaliciones políticas en el poder comenzaron a fracturarse gradualmente, desencadenando una nueva crisis de representación. Paralelamente, los ataques a las políticas exteriores y a la gestión de asignaciones universales para la redistribución, sumados a los escándalos de corrupción, dieron paso a la reaparición anacrónica de conceptos de la Guerra Fría en la arena política. Como un péndulo, la última década vio a la política regional oscilar hacia una nueva ola conservadora. Al posicionarse en las antípodas de la marea rosa, las “nuevas derechas” fortalecieron gradualmente su identidad al construir una otredad en torno a un supuesto comunismo como enemigo común. Para lograrlo, adaptaron discursivamente la Doctrina Truman al contexto contemporáneo, dividiendo el mundo en función de supuestas fronteras ideológicas entre el “mundo libre”, defendido por los Estados Unidos, y el “totalitarismo comunista”, representado por China.
Bajo la sombrilla compartida del modelo neoextractivista de desarrollo, y, por ende, alejado de la confrontación propia de la Guerra Fría entre modelos alternativos de gestión de recursos, los debates políticos actuales se basan en conceptos obsoletos del orden bipolar para abordar las agendas del siglo xxi. Este retorno a las antiguas discusiones ha ampliado los espacios de antagonismo entre autoritarismo y democracia, legitimando el racismo, la xenofobia y la misoginia en las instituciones democráticas, y ha permitido la existencia de un paradójico ultraliberalismo iliberal, nacionalista y antiestatista. Como si esto fuera poco, el anticientificismo ha ganado un papel cada vez más prominente en la agenda política, acompañado de un fuerte negacionismo y escepticismo respecto al cambio climático y sus implicaciones.
En este contexto, las preguntas que guían la obra América Latina: bajo la sombra de la Guerra Fría, editada por Alejandro Schneider, adquieren una relevancia incuestionable. ¿Por qué hablar de la Guerra Fría en América Latina a más de tres décadas de su finalización? Y, ¿qué podemos extraer de un mundo bipolar para un presente multipolar? Estos cuestionamientos se vuelven inevitables, dado que no pocos analistas, académicos, políticos y periodistas debaten si la invasión de Ucrania por parte de Rusia y, especialmente, las tensiones entre el gobierno de Putin y Occidente (específicamente Estados Unidos y la OTAN) pueden considerarse o no como el inicio de una Segunda Guerra Fría.
Inmersos en un contexto de discursos anacrónicos invadidos por eslóganes políticos simplistas, la generación de conocimiento se enfrenta a una encrucijada compleja. Es necesario retroceder y reconsiderar los sucesos pasados, los conceptos arraigados y las “categorías zombis” que se utilizan y manipulan en los debates, análisis y acciones actuales. Esta revisión se convierte en una necesidad apremiante si queremos entender el origen de estos elementos y ofrecer explicaciones para su actual uso. Sin embargo, esta revisión debe trascender un simple análisis superficial, cruzando fronteras geográficas y abrazando la interdisciplinariedad como pilares fundamentales. Ante esta necesidad imperativa, la propuesta de Schneider se presenta como una contribución significativa a la comprensión histórica de la Guerra Fría desde la perspectiva de América Latina en la actualidad.
Al combinar investigaciones con propuestas ontológicas y metodológicas diversas, derivadas de la voluntad de ofrecer una Historia Global latinoamericana, los autores del libro desafían la lectura tradicional de la región como un mero escenario de desarrollo de la Guerra Fría, en el cual los actores actuaron como meros receptores pasivos y reproductores de las lógicas y decisiones de las potencias mundiales. En su lugar, estos son analizados a partir de su capacidad de agencia en la creación de sus propios destinos políticos.
Con esto en mente, el libro se divide en nueve artículos, enfocados en tres bloques temáticos profundamente entrelazados: uno político, uno económico y uno social. En el primero de ellos, se analiza la capacidad de agencia de los países latinoamericanos para adaptarse a los constreñimientos estructurales del antagonismo bipolar y responder con las herramientas disponibles. Cobran importancia las estrategias (moderadas y revolucionarias) utilizadas por diferentes grupos políticos para alcanzar el poder, las paradojas presentes en las acciones de las alianzas gubernamentales en su negociación con las potencias, los enfrentamientos y conexiones internas con fuerzas aparentemente adversas, la exploración de alternativas viables en busca de la autonomía nacional, el surgimiento de un anticomunismo con motivaciones autóctonas y, muy relacionado con ello, las diversas facetas adoptadas por el nacionalismo en las complejas relaciones con Estados Unidos, entre otros temas.
Así, Brandsboin aborda en el primer capítulo del libro el complejo terreno político de la historia mexicana, centrándose en el gobierno priista de Alemán (1946-1952) y sus relaciones con Cárdenas. El autor resalta cómo, a medida que los sectores reaccionarios en México se fortalecían durante la Guerra Fría, el expresidente se posicionó como defensor de los sectores progresistas dentro del PRI y como una voz en contra de la penetración estadounidense en la política exterior. En este contexto, la campaña anticardenista en el ámbito nacional se vinculó con la anticomunista en el ámbito internacional, mientras que la retórica oficialista adoptó un tono nacionalista para contrarrestar la penetración estadounidense y propagar la anticardenista y anticomunista. Esta exploración ilustra la compleja interacción entre la política exterior e interior del país, así como la histórica pugna entre derecha e izquierda, sentando las bases para entender las tensiones ideológicas y las luchas de poder que marcaron la escena política mexicana en una era clave de reconfiguración geopolítica.
Los capítulos séptimo y octavo del libro mantienen esta línea de reflexión política, al estar centrados en las estrategias reformistas y revolucionarias de acceso al poder de los partidos comunistas en Chile, Guatemala y Uruguay. En su estudio, Schneider observa cómo la actuación de estos partidos fue fruto tanto de factores domésticos, inherentes a su propia historia, como internacionales. Para observar estos ingredientes, analiza los debates domésticos y el impacto que tuvieron en ellos la política de coexistencia pacífica del Partido Comunista de la Unión Soviética, la Revolución cubana y la disputa entre las dos potencias socialistas. A pesar de las divergencias, se observa cómo estos partidos generalmente apostaron por una política de conciliación de clases para acceder al poder, tal y como ejemplifican los casos chileno y uruguayo.
También en Uruguay se centra Ruesta, al analizar el grupo Coordinador y los orígenes del Movimiento Tupamaros. En su propuesta, el autor resalta las particularidades del caso y las diferencias con otras experiencias regionales, rebatiendo la lectura que identifica a este movimiento como producto de la infiltración marxista. Tal caracterización sirvió para legitimar cualquier acción gubernamental contra el ‘enemigo foráneo’, homogeneizar al arco opositor bajo el rótulo de ‘comunismo’ y eximir de responsabilidades a los partidos tradicionales por la crisis económica (p. 231). Aunque manteniendo las distancias, tanto esta experiencia como la mexicana permiten rastrear los antecedentes de algunas de las estrategias de la arena política contemporánea, en la cual los términos ‘comunismo’ y ‘fuerzas foráneas contrarias a los intereses de la Nación’ (globalistas) han sido situados en las antípodas del ‘verdadero nacionalismo’, al mismo tiempo que se utilizan para restar legitimidad a las propuestas del espectro de las izquierdas políticas.
Las tensiones políticas se reflejan en el ámbito teórico en el capítulo 6, escrito por Kan y Lucietto, que se dedica al estudio de la influencia de la Guerra Fría y la Doctrina de la Seguridad Nacional en las teorías de la dependencia. Al abordar el debate entre las corrientes cepalinas/estructuralistas y las marxistas, los autores remarcan la importancia de las contribuciones de Santos y Marini, cuyos conceptos de ‘nueva dependencia’ y ‘subimperialismo’ son cruciales para entender el mundo actual. La revisión de estos conceptos puede arrojar luz sobre la propuesta del bloque BRICS y su ‘orden global alternativo’. Específicamente, dichos enfoques ayudan a comprender la persistente reproducción de desigualdades globales y las nuevas dinámicas centro/periferia en el Sur Global, planteando dilemas ante su posible expansión.
Este último capítulo también introduce el bloque económico del libro. A través de cuatro investigaciones, esta sección no solo proporciona lecturas esenciales sobre el continuo debate en torno al desarrollo como estrategia planificada de progreso económico y social en la región, sino que también arroja luz sobre el origen de problemas que aún amenazan el crecimiento y la autonomía de los países. Desde la exploración de la formulación de proyectos de planificación estatal de desarrollo, a pesar de las limitaciones estructurales y los conflictos domésticos, hasta la búsqueda de la autosuficiencia energética y alimentaria mediante la creación de empresas estatales de hidrocarburos y la regulación del uso de la tierra a través de reformas agrarias, estos estudios ofrecen herramientas fundamentales para analizar las influencias de la Guerra Fría en la gestión de los recursos estratégicos en América Latina.
En este sentido, Zícari contribuye al debate sobre los proyectos desarrollistas llevados a cabo por Frondizi (1958-1962) en Argentina y Kubitschek (1956-1961) en Brasil. El autor analiza similitudes y diferencias en las transformaciones experimentadas por ambos países al aplicar las teorías de la modernidad, resaltando los resultados económicos y las relaciones con actores sociopolíticos clave de la época. Del mismo modo, Núñez y Fornillo profundizan en la búsqueda de la autosuficiencia energética de ambos países en el contexto de la influencia estadounidense en la región, evidenciado en las discusiones sobre la creación de la empresa estatal brasileña PETROBRAS en 1953 y en la “Batalla del Petróleo” del gobierno argentino en 1958. En un mundo cada vez más preocupado por la sostenibilidad ambiental y ante el recrudecimiento del conflicto geopolítico en Europa del Este, así como el aumento de los precios de los combustibles debido a la guerra en Ucrania, la gestión de estos recursos naturales sigue siendo una prioridad en el desarrollo económico de la región.
Las investigaciones de Oberlin Molina y Salcito están estrechamente relacionadas con este concepto. En sus respectivos capítulos, abordan la cuestión de la reforma agraria en México (1950-1970) y Perú (1968-1975). Esta problemática desempeña un papel central en Latinoamérica, donde la asimetría, manifestada en la dualidad entre latifundios y minifundios, se originó en la época colonial y se consolidó a nivel institucional con la creación de los Estados nacionales (p. 49). En este contexto, el caso mexicano, que tuvo sus inicios en la Revolución, es de gran relevancia debido a su influencia en otros procesos históricos regionales. Su caracterización nos permite comprender cómo, entre 1950 y 1970, el concepto de reforma agraria evolucionó desde una perspectiva centrada en la justicia social hacia una noción integral, orientada hacia la productividad. Siguiendo el ejemplo de la experiencia venezolana, esta nueva concepción se incorporó a las agendas de los organismos internacionales y se promovió como modelo para el resto de la región. De manera similar a la transformación del concepto de desarrollo en un término técnico separado de la política con el fin de desvincularlo de la noción de colonialismo, esta redefinición no se limitaba únicamente a la redistribución de tierras. También abarcaba una política de desarrollo económico que incluía la provisión de créditos, asistencia técnica y acceso a los canales de comercialización y distribución de productos (p. 50).
El análisis del caso peruano revela las distintas actitudes de los sectores relacionados con las esferas productivas precapitalistas y los beneficiarios del proceso modernizador frente a la amenaza del comunismo en el continente. Sin embargo, este capítulo se enfoca en el uso del afiche como una innovadora herramienta de propaganda política empleada por el gobierno de Velasco Alvarado para difundir la labor realizada en el marco de la ley de reforma agraria. A través del arte ‘pop achorado’ se combinaron las tendencias artísticas internacionales con los motivos tradicionales del campesinado andino. Esto permitió fusionar la utopía andina con las reinterpretaciones de los clásicos intelectuales peruanos en la propaganda política en defensa de la reforma.
Tal interés por los aspectos sociales se evidencia también en el capítulo final de la obra. En su análisis, Vommaro aborda la irrupción de las juventudes como actores políticos y sociales en el contexto de la Guerra Fría, a través de un examen de los documentos y discursos generados durante el XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes celebrado en La Habana en 1978. Aunque el capítulo destaca cómo los discursos del evento se centraron en las dimensiones políticas y culturales, perpetuando un enfoque adultocéntrico y minimizando las formas en que la juventud se manifiesta, también resalta que la agenda emergente de la juventud abarcaba temas que no tenían predominancia en los debates políticos de la época. Cuestiones como la condena del racismo, la discriminación hacia las minorías y la preservación y recuperación de los recursos naturales (p. 278) sentaron las bases para asuntos centrales en la agenda política contemporánea, lo que aún genera un intenso debate y enfrentamiento con sectores conservadores.
Ante la persistencia de estos discursos en la contemporaneidad, surge la pregunta de cómo es posible que las sombras de la Guerra Fría sigan proyectándose en la arena política, incluso décadas después de que la cortina de hierro cayera. Lejos de ser un simple ejercicio retrospectivo, este volumen desentraña los hilos que conectan el pasado con el presente, revelando cómo las narrativas históricas continúan moldeando la realidad política actual.
Diego S. Crescentino
(Universidad Autónoma de Madrid / Katholische Universität
Eichstätt-Ingolstadt)
La investigación que reseñamos a continuación aborda la memoria de la experiencia de los exconscriptos chilenos durante la dictadura militar (1973-1990), que emerge a comienzos del siglo xxi como resultado de un proceso de movilización social por la búsqueda del reconocimiento de su condición de víctimas del régimen y de la obtención de reparaciones por daños ocasionados contra ellos. El trabajo constituye la edición en español de la investigación titulada The Wars inside Chile’s Barracks (2017), galardonado como el mejor libro de ciencias sociales en 2018 de la sección cono sur de LASA.
La investigación se basa en un amplio corpus documental conformado por estadísticas inéditas elaboradas por el autor en base a requerimiento de acceso a la información pública (Ley 20.285), cruzadas con reseñas administrativas; un heterogéneo registro de documentos elaborados por exconscriptos, y una gran cantidad de fuentes testimoniales producidas en la investigación. Esta se basó en un enfoque etnográfico que utilizó técnicas cualitativas, como la confección de historias de vida a través de entrevistas semiestructuradas, observación participante, conversaciones informales y notas de campo durante cuatro años.
A lo largo de los cinco capítulos que conforman esta investigación, el autor reconstruye las memorias de un grupo social marginado del relato histórico oficial sobre la dictadura, tanto de sus partidarios como detractores. Es una historia que rompe con el binomio perpetrador-víctima, mostrando los pliegues de dicha politización a partir de la experiencia de miles de jóvenes humildes movilizados por imaginarios decimonónicos de la nación, expectativas de movilidad social y patrones de masculinidad que eclosionaron dentro de los cuarteles a partir de las experiencias de abusos, humillaciones, castigos y malos tratos que dejaron huellas en sus cuerpos y vidas.
Es una investigación que tiene el mérito de aplicar un enfoque y metodología consistente para la investigación de los procesos de memoria que emergen de un colectivo a partir de un proceso de movilización en el presente y a partir del cual se elabora una experiencia en torno al pasado. Reconstrucción en profundidad que posiciona los fenómenos particulares de una cohorte de población y los encuadra en una problemática histórica de larga duración por donde se aprecian trazos de una historia global.
En el capítulo I, aborda los dos conceptos que a juicio del autor fundamentan los silencios en el proceso de memoria de los exconscriptos: la responsabilidad ética en las violaciones a los derechos humanos y el imperativo moral de recordar. Aquí se muestra cómo el silencio no es la contracara de la memoria, sino que el pliegue por el cual sus contornos van adecuándose a la coyuntura en respuesta a procesos políticos y sociales.
En el capítulo II, reconstruye el proceso de conformación de un movimiento social de conscriptos que activan una “economía de la víctima” –en palabras del autor– que proporciona un móvil de acción y politización en relación con los procesos de justicia transicional llevados adelante por el Estado.
En el capítulo III, el libro explora la experiencia del “patriotismo fracturado” que emerge a partir de las ideas contrapuestas entre los jóvenes y los instructores militares respecto a qué significaba defender la patria en las guerras de Augusto Pinochet: la supuesta “guerra interna” que implicó la represión feroz contra la población civil tras el golpe de Estado, la “guerras que no fueron” contra Argentina, Perú y Bolivia y la acción cívica en la construcción de la Carretera Austral.
El capítulo IV, aborda los desplazamientos y quiebres en torno a los ideales de masculinidad de los jóvenes, que se insertan en un largo arco de construcción de un modelo de masculinidad en Chile y de sus crisis hacia fines del siglo xx. Esto producido por las transformaciones socioculturales puestas en marcha por el proceso de modernización autoritaria percutado por la dictadura.
En el capítulo V aborda como los procesos de memoria se activan en los exreclutas en sus cuerpos, a través de las huellas corporales de los abusos, humillaciones y maltratos cometidos contra ellos. Aborda a los cuerpos como “sitios de memorias” por cuanto movilizan los procesos rememorativos.
En las conclusiones del trabajo, el autor plantea una aproximación política a la despolitización de la memoria de los exconscriptos, mostrando cómo esta constituye una estrategia que posibilita la irrupción de esta memoria y sujeto incómodo en los márgenes de la historia oficial del régimen y la justicia transicional.
Esta investigación constituye un aporte invaluable para el campo de los estudios sobre la dictadura en Chile. Pese a ello me gustaría destacar un silencio de la investigación que hubiese enriquecido el trabajo, una apreciación y una idea con la que no estoy de acuerdo. Como el autor señala, el silencio no es sinónimo de desmemoria si no la forma en que la memoria construye una estrategia enunciativa para posicionarse en un contexto político y social. En el capítulo III cuando se aborda el patriotismo fracturado se aprecia cómo en el Ejército se construyó una narrativa patriótica que erige a los pueblos originarios como fundamento de la vocación belicista y guerrera del pueblo chileno. No obstante, ese modelo narrativo de lo indígena no opera en una consideración positiva del trasfondo sociocultural indígena de los exreclutas, en su mayoría formados por los sectores populares urbanos y rurales en los que está presente el componente indígena. Expresando con ello un segundo desplazamiento entre el ideal de los pueblos originarios y en la manera en cómo este trasfondo sociocultural opera como un estigma y racismo que refuerza la verticalidad del mando y su carácter estratificado.
Respecto a la consideración, si bien este trabajo aborda la conscripción en el conjunto de las fuerzas armadas, la heterogeneidad de las fuerzas de tierra, mar y aire no está presente en el análisis, siendo en su mayoría un estudio sobre el Ejército. Al comparar los ideales guerreros del Ejército y la Armada, se observan diferencias en su construcción sociocultural: el Ejército exalta la resistencia indígena en las guerras de Arauco y el arrojo de los “rotos”, mientras que la Armada resalta la caballerosidad, el heroísmo y el cumplimiento del deber. Por su parte, el ideal guerrero de la Fuerza Aérea se distingue por su carácter modernista, aventurero y audaz, contrastando con las gestas patrióticas decimonónicas del Ejército y la Armada.
Respecto al desacuerdo, considero que la aplicación del concepto de sitio de memoria no es el más idóneo para la descripción de los marcos sociales de la memoria que toman como referente de los procesos rememorativos al cuerpo. Esto puede ser un conflicto en la traducción, sobre todo porque el autor utiliza a nivel teórico la idea de Pierre Nora sobre los lugares de memoria. La diferencia entre lugares y sitios no es antojadiza, puesto que en Latinoamericana la noción de sitio de memoria se utiliza para referirse a espacios geográficos donde se cometieron, resistieron y/o defendieron los derechos humanos. En la práctica se les diferencia de los memoriales, los museos, los objetos de memoria, las fechas conmemorativas y los artefactos. Más allá de la cuestión semántica existe un motivo de fondo, el cuerpo es una plataforma individual para la activación de un proceso rememorativo, mientras que los sitios de memorias son espacios geográficos donde se contienen experiencias colectivas de rememoración.
Este trabajo es un aporte invaluable al campo de los estudios de la dictadura en Chile ya que abre nuevas interrogantes, objetos y metodologías de investigación. Lo hace con una prosa delicada, un enfoque riguroso y un tratamiento respetuoso con los sujetos de estudio que enriquece el debate.
Pablo Seguel
(Universidad Santiago de Chile /Agencia Nacional de Investigación
y Desarrollo, Santiago de Chile)
Este libro documenta un capítulo significativo en la historia de las ciencias sociales en América Latina, enfocándose en las experiencias y el pensamiento de una generación clave de cientistas sociales nacidos entre 1930 y 1945. Gerardo Munck y Martín Tanaka, junto a otros colaboradores, realizaron extensas entrevistas con diez destacados intelectuales de la región: Fernando Henrique Cardoso, Rodolfo Stavenhagen, Edelberto Torres Rivas, Marta Harnecker, Julio Cotler, Guillermo O’Donnell, Francisco Leal Buitrago, Marcelo Cavarozzi, Manuel Antonio Garretón y Elizabeth Jelin. Aunque inicialmente se planeó una cobertura más amplia, el enfoque se restringió a la sociología y la ciencia política. Cada entrevista sigue un formato similar, iluminando diversos aspectos de la trayectoria de estos pensadores, desde lo personal e institucional hasta lo académico y lo político. Abordan temas como su formación, las influencias intelectuales, las instituciones en las que trabajaron, su inserción en el mundo académico y político, sus posiciones sobre cuestiones cruciales como la revolución, la democracia y los derechos humanos, y las obras que produjeron. Son una irremplazable vía de acceso para saber cómo trabajaban e incluso, una guía para los futuros cientistas sociales. Cubren un período que va desde las décadas de los sesenta hasta principios del siglo xxi.
Esta generación de cientistas sociales desempeñó un papel decisivo en la consolidación de un pensamiento sociopolítico con raíz latinoamericana, ofreciendo una visión original y crítica de la región desde mediados de los años sesenta hasta los ochenta. Formada en un contexto de profundas transformaciones económicas, sociales y políticas, rechazó las miradas etnocéntricas y universalistas que no lograban aprehender la especificidad de la realidad latinoamericana. No solo aplicó teorías existentes, sino que generó conceptos y marcos analíticos propios para dar cuenta de la especificidad latinoamericana: dependencia, colonialismo interno, autoritarismo burocrático, matriz sociopolítica, y la especificidad de las clases sociales o el Estado en la región, son ejemplos del esfuerzo por construir conocimiento desde y para América Latina. La estrecha relación entre la labor intelectual y el compromiso político fue otra característica definitoria del período, generando una tensión productiva entre las exigencias del rigor académico y la relevancia del conocimiento para la transformación social progresista. En el capítulo introductorio, Gerardo Munck sostiene que este aspecto fue crucial dado que “Sin la motivación del intelectual comprometido, las ciencias sociales son muchas veces estériles o irrelevantes”. Por otro lado “…los compromisos políticos e ideológicos también pueden opacar e interferir con la labor científica”. (p. 16). Analizando los cambios que han afectado a las ciencias sociales desde los años noventa hasta el presente, sostiene que el período documentado esencialmente ha concluido. Las condiciones políticas y académicas han cambiado, con un aumento de la influencia del mundo anglosajón, un mayor énfasis en los métodos en detrimento de la teoría y el ensayo, y una agenda de investigación que se ajusta cada vez más a los estándares y problemáticas considerados relevantes en el norte global.
De las entrevistas se desprende que la creación y fortalecimiento de redes continentales de investigadores e instituciones académicas y centros de investigación autónomos en la década de 1960 fue fundamental para la producción y circulación de este pensamiento original. Lugares como Santiago de Chile, con instituciones como la CEPAL y FLACSO, se convirtieron en polos de efervescencia intelectual y debate. Estos centros, a menudo operando en contextos adversos y amenazados por gobiernos autoritarios, actuaron como espacios de resistencia intelectual. La última intervención del libro le corresponde a Maria Hermínia Tavares de Almeida, proponiendo un balance de las entrevistas en su calidad de “observadora y participante” en la historia de las ciencias sociales en América Latina. Sus comentarios se basan en las entrevistas presentadas en el libro, viendo cada una como una historia única, pero también como parte de una historia colectiva del campo.
Inserto de manera crucial en el campo de estudios de la historia y sociología de las ciencias sociales y del pensamiento latinoamericano, el principal aporte de esta obra radica en ofrecer un acceso directo y detallado a las voces y experiencias de una generación fundamental de cientistas sociales que contribuyeron a forjar un pensamiento original y arraigado en la realidad de la región. A diferencia de los estudios que analizan obras o las estructuras institucionales, la estrategia de los autores ha sido utilizar extensas entrevistas como fuente primaria, permitiendo explorar las dimensiones personales, intelectuales, institucionales y políticas de sus trayectorias de manera integrada. Si bien el trabajo reitera una narrativa general y conocida de este itinerario, confirmando la importancia del período 1960-1980 como una era de creatividad y compromiso, su originalidad reside en la profundidad biográfica y reflexiva que aportan las entrevistas. Al dar la palabra a los protagonistas, permite comprender los procesos, dilemas y motivaciones personales y colectivas que subyacen a la producción intelectual y la construcción institucional. Muestra cómo la tensión entre el rigor científico y el compromiso político fue vivida y manejada por estos intelectuales. Permite explorar las influencias formativas, las decisiones de carrera (como el regreso a sus países o el rechazo de ofertas en el extranjero), y la evolución de sus ideas a lo largo de décadas de cambio político y académico.
Los testimonios reunidos en esta obra nos trasladan a una Latinoamérica (y a un mundo) que, como Munck y Tanaka señalan, ya no existe. Se trataba de un campo académico altamente valorado por los estados (con gobiernos democráticos o de facto), las empresas (que aportaban ingentes fondos para sostener institutos de investigación) y las sociedades, que le otorgaba a la palabra de estas figuras un peso importante, de tipo tutelar y pedagógico. En muchos casos permitió catapultarlos a exitosas carreras políticas, como fue el caso de Fernando Henrique Cardoso. Latinoamérica parecía más pequeña en estos testimonios, mostrando –como David Lodge en Small World– una extensa tribu de cientistas que se trasladaban de un país a otro, huyendo de dictadores, buscando los mejores ambientes para la elaboración académica, denunciando –con voz profética– las injusticias del continente y soñando con tener la llave maestra para construir una sociedad mejor. La diferencia con nuestra contemporaneidad no podría ser mayor. Las ciencias sociales hoy son sometidas al escarnio por parte de gobiernos que las juzgan peligrosas; la tecno-burguesía parece más recelosa de invertir en el financiamiento de centros que podrían poner en duda los beneficios de sus prácticas empresariales y las transformaciones en la esfera pública han habilitado una nueva oleada de discursos de odio antiintelectual que, en muchos casos, han tenido a los cientistas sociales como blanco principal.4 Este libro puede darnos muchas pistas –dado que pone en juego variables de ayer y de hoy– e hipótesis para reflexionar sobre las condiciones de producción de las ciencias sociales en un mundo muy hostil, y en el que deberemos encontrar un perfil propio para poder seguir ofreciendo un saber especifico que pueda ser aprovechado por las sociedades y los estados.
José Zanca
(Investigaciones Socio-Históricas Regionales-CONICET Rosario)
Belaustegui, Unai / Erkoreka, Mikel / Hernando, Josu (eds.): La dictadura de Primo de Rivera en el País Vasco (1923-1930) (Begoña Villanueva García) 272
Borrego, Andrés: Historia de la revolución, la interinidad y el advenimiento de la Restauración (Juan Antonio Cano García) 270
Botrel, Jean-François: Libros e impresos sin fronteras. Estudios de historia de la edición y la lectura en España (1833-1936) (Álvaro Ceballos Viro) 249
Malpartida, Rafel / Caprara, Giovanno (coords.): De la novela al cine y a la ficción televisiva. Adaptaciones múltiples y nuevas vías de estudio (Marta Quesada Vaquero) 265
McEvoy, Carmen / Cid, Gabriel: La Guerra del Pacífico (1879-1883) (Pablo Whipple) 280
Munck, Gerardo L. / Tanaka, Martín: El pensamiento sociopolítico latinoamericano. Ciencias sociales e intelectuales en tiempos cambiantes (José Zanca) 290
Noguerol, Francisca / Escandell, Daniel / Pastor, Sheila (eds.): Augusto Monterroso, centenario (y otras ficciones) (Mariano Hernández García) 260
Passmore, Leith: Las guerras dentro de los cuarteles. Recordando el servicio militar durante la dictadura en Chile (Pablo Seguel) 287
Rodríguez, Marie-Soledad (dir.): Les réalisatrices espagnoles contemporaines (Ralf Junkerjürgen) 253
Rodríguez Jiménez, José Luis: Bajo el manto del Caudillo. Nazis, fascistas y colaboracionistas en la España franquista (Germán Ruiz Llano) 275
Roldán de Montaud, Inés / Martín Aceña, Pablo: La banca en las colonias españolas: Cuba, Puerto Rico y Filipinas (Ángel Pascual Martínez Soto) 266
Rosenmüller, Christoph: Viceroy Güemes’s Mexico: Rituals, Religion, and Revenue (Marc Eagle) 278
Sánchez Zapatero, Javier (ed.): La mirada extranjera. La Guerra Civil en la literatura universal (Volker Jaeckel) 251
Schneider, Alejandro (comp.): América Latina: bajo la sombra de la Guerra Fría (Diego S. Crescentino) 282
Soto Zaragoza, Javier: La biblioteca de Joaquín Sabina. Influencias e intertextualidades en sus letras (Fernando Rodríguez Mansilla) 255
Valderrama-Burgos, Karol: Mujer, diversidad y cine. Perspectivas de género e imágenes de la mujer en siglo xxi (Gerylee Polanco Uribe) 264
Vitale, Ida: Palabra por palabra, el mundo se hace mundo (Yunyi Huang) 258
1 Variaciones sobre “El dinosaurio”. Lima: Micrópolis, 2018.
2 Perucho escribe que debido a la pandemia no ha podido completar su búsqueda de alguna copia del filme. Al momento que escribo, enero de 2025, hay una versión disponible en YouTube, subida en junio de 2024: https://www.youtube.com/watch?v=eH3Engy0GwY&ab_channel=CineCl%C3%A1sico.
3 Entre otros libros los siguientes: Alía Miranda, Francisco: La dictadura de Primo de Rivera (1923-1930). Los libros de la Catarata, 2023; Muñoz Lorente, Gerardo: La dictadura de Primo de Rivera. Los seis años que costaron el trono a Alfonso XII. Almuzara, 2022; Quiroga, Alejandro: Miguel Primo de Rivera. Dictadura, populismo y acción. Editorial Crítica, 2022.
4 Romain Huret, “¿El fin de las ciencias sociales?”, en Nueva Sociedad. Democracia y política en América Latina, 16 de abril de 2025, https://nuso.org/articulo/316-el-fin-de-las-ciencias-sociales/ (accedido el 5/5/2025).